Sumisa ©

By Nicolebrayden

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Libro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el ba... More

Sinopsis
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Multimedia
Prefacio
Prólogo
1| Falso.
2| Encuentros a medianoche.
3| Normas.
4| Objetivo.
5| Hacia un lugar inesperado
6| Bajo tierra
7| La hija y el culpable.
|8| Mamá.
9| Desterradas.
10| Elixir.
11| Un enemigo común.
12 | El nuevo órden.
13| Dvenadtsati.
14| Vuelta a casa.
15| Castigo.
16| Mentiras.
17| Salvado.
18| Esperanzas y miedos.
19|Prueba nueva.
20| Corazón, pobre corazón.
21| Cabos sueltos.
22| Sospechas.
23| Oral.
24|Fiesta.
25| Señuelo.
26| Escape.
27| La llave.
Nota
28| Centro de investigación
29| Regreso a casa.
30 | Confesiones.
31| Castigo.
32| Crimen.
33| Regalo.
34| Despedida
35 | Enemigos
36 | Adiós
37 | Infiel
38 | Nuevo líder.
39 | Disfraz
40 | Pastel
41 | Fiesta
42 | Olvido
43 | Entregada.
44 | Explicaciones
45 | Olvidada
46 | El hombre de ojos grises.
47 | Virginidad.
48 | Claridad.
49 | Fiesta del té.
50 | Intento de robo.
51 | Su regreso.
52 | División.
53 | Enfrentamiento.
54 | Corazones rotos.
55| Madre.
56 | Conexión.
58 | Fresas con nata.
59 | Visitas inesperadas.
60 | Malentendido.
61 | Promesa.
62 | Heredero.
Extra: Pasado
63 | Ana.
64 | Pesadillas.
65| Falso pretendiente
66 | Nuevos problemas.
67 | Enemigos aliados.
68 | Anticonceptivas
69 | Violación.
70 | Tumba.
71 | Muere, pero hazlo.
72 | Vínculo de sangre.
73| Cobarde.
74| Liberación.
75 | Adiós
76 | Regreso.
77 | Reencuentros
78 | Mentiras hechas realidad.
79 | Veneno.
80 | Deseos prohibidos.
81| Secuestro.
82 | Nueva amenaza.
83| Novia políglota.
84| Compañero de baile
85| Callejón.
86| Corazón roto
87| Guardaespaldas
88| Regreso inesperado
89| Planes en acción.
90| Enfermera
91| Trampa
92| Adicción
93| Caprichos
94| Di Angelo
95 | Unidos por el pasado
96 | Desastre
97| Amores
98| Tablero de ajedrez
99| Juegos
100| Súplicas
101 | Preparaciones de guerra.
102 | Vendida.
103| La reina del veneno
104| Sobreviviendo
105 | Dos almas unidas
106 | La verdad.
107 | Mentira.
108 | Ahora y siempre
109| Un futuro juntos
110 | Procedencia
111| Encuentro
112| Catorce millones en la ciudad del amor
113| El ojo del huracán
|114| Secuestro y Abandono
115| La casa de verano
116 | Pérdida
117| Cuñada.
118| Nuevos senderos
119| Solo
120| Viejos amigos
121 | Liberada
122 | Rota
123| Sentimientos encontrados
124 | Una sonrisa
125| ¿Amor paternal?
126| Separados
127 | Unión
128| Adiós.
129 | Beso.
130| Solo esta noche.
131 | Venganza
132 | Ring
133| Árbol genealógico
Extra: Dia de la madre.
134 | El plan de Cole.
135| Sexo por teléfono.
136 | Ataque.
137| La luz al final del tunel.
138 | Pídele perdón por mi
139| 50 crucifijos.
Grupo de lectura.
140 | Rescate
Extra: Primer beso.
141 | Sacrificio.
142 | Rehén.
143 | Las sombras y el pequeño demonio.
144 | Amor
145 | Criatura
146 | Confesión.
147 | Despedida
148 | Rutina.
149 | Viva o muerta.
150 | Memoria.
151 | ¿Separación?
152 | Repartición.
153 | Secretos.
154 | Besos bajo las estrellas.
155 | Papá.
;

57 | Compartir.

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By Nicolebrayden

"Tus pensamientos, serán tu peor forma de destrucción"

Ángel.

Escucho un murmullo lejano.

Apenas puedo saber de qué se trata. Las voces se mezclan con risas y golpes. Se puede diferenciar una entre todas ellas. La de Alex.

Lentamente, me reincorporo en la cama y observo a mi alrededor. La habitación está a oscuras y por las cortinas de los grandes ventanales apenas entran algunos rayos de Luna. Es de noche, aunque desconozco qué hora es.

Mi teléfono, ese que Alex me regaló y normalmente descansaba en mi mesita de noche, no se encuentra allí. Probablemente Alex se lo habrá llevado como parte de su plan por aislarme del mundo.

Mi cuerpo se siente frío, comprendo el porqué cuando miro hacia abajo. Estoy desnuda. No lo estaba cuando me desmayé, pero sí ahora. Él... ¿me habrá usado mientras dormía?

Un miedo empieza a crecer en mi corazón, estoy a punto de levantarme cuando mis dedos se topan con una caja de cartón acomodada a mi lado. Hay una nota encima, acerco mis dedos a esta e intento leerla en voz baja.

"Ponte esto y baja, será divertido compartir"

Es una nota del puño y letra de Alex. MI corazón empieza a latir con fuerza porque conozco muy bien sus malditos castigos. Está furioso porque me escapé y ahora debo pagar las consecuencias.

Muerdo mis labios, preguntándome por qué incluso en situaciones así no puedo odiarle. Muchas veces me he burlado de las protagonistas de mis novelas, incluso las he regañado por ser débiles ante un hombre que les había hecho tanto daño. Y ahora que me encuentro en esta misma sensación, arrastrada por los deseos de mi corazón, solo siento vergüenza de mí misma.

Con todo el valor que puedo reunir, me visto con el contenido del interior de la caja y me detengo ante el gran espejo que separa la habitación de mi vestuario. Llevo un traje de marfil blanco, con decoraciones de encaje y perlas incrustadas alrededor del sujetador. Es bonito, la clase de estilo que suelo utilizar, en realidad. El problema es que me aterra pensar el porqué quiere que me lo ponga.

oAlex nunca me ha puesto la mano encima más allá de los azotes, pero siempre me aterra la idea de que en algún momento se sobrepase. No conozco sus límites y dudo que los tenga. Él es demasiado impredecible y debí pensarlo mejor antes de involucrarme con él, aunque en aquel momento tampoco tuve demasiadas opciones, mi tiempo era limitado, al igual que mis ideas.

De pie frente a la puerta, evito pensar cuán diferente sería mi vida ahora si mi madre siguiera con vida. Si tan solo hubiera podido reunir el valor y contarle la clase de persona que era, probablemente ella me hubiera explicado acerca del lugar de donde viene. Lo poco que descubrí acerca de su pasado nunca me llevó a ningún sitio.

Las voces se hacen más fuertes mientras avanzo hacia las escaleras a través del largo pasillo. Estoy descalza, porque mis zapatos desaparecieron en alguna parte. Solo una bata de seda separa mi desnudez de ser vista. El conjunto de ropa interior apenas puede llamarse de ese modo. Incluso para mí, esta ropa es demasiado atrevida pese a su belleza.

Bajo las escaleras con un nudo en mi estómago, imaginándome el castigo de Alex.

Me detengo dos veces más antes de llegar a su zona de recibimiento para tomar aire. Y una vez en la esquina, asomo mi cabeza gracias a la puerta entreabierta. Hay dos mujeres semidesnudas bailando sobre una mesa, alrededor de ellas, un gripo de hombres está sentado en los sofás de cuero. Todos llevan traje, y entre ellos, en la parte izquierda, puedo diferenciar a Alex con una copa de vodka en la mano.

Está sentado al lado de otro tipo. Se ve impaciente. Mi corazón se acelera todavía más y una lágrima cae por mi mejilla al comprender mi castigo. Ahora estoy segura de que lo sabe. Sabe acerca de Sebastian. Porque de otro modo, quiero pensar que no me haría esto.

Rápidamente limpio la lágrima de mi mejilla, hecho los hombros hacia atrás y me pongo tan erguida como puedo. No va a humillarme. He bailado otras veces frente a hombres desconocidos, puedo hacerlo ahora.

Mi mano se aferra al pomo de oro blanco, giro de él y empujo la puerta hacia adelante. Las dos mujeres sobre la mesa de madera se detienen y fruncen el ceño, recelosas. Su belleza es escandalosa, salvaje. Ambas son morenas y de piel bronceada. Con diminutos tangas rojos cubriendo solo lo necesario.

Los hombres, tres de ellos, que estaban sentados detrás de las chicas, se inclinan para poder mirarme. Me siento desnuda. Alguien detiene la música, cuando me giro para ver de quién se trata, veo a Beau con un gesto de pánico en su cara.

Uno de los invitados de Alex silba y dibuja una asquerosa sonrisa en su cara.

— ¿Quién es esta preciosidad?

Alex se levanta de golpe y siento que va a tirar de mí para ponerme sobre esa mesa, sin embargo, me empuja fuera de la sala y cierra la puerta de un portazo.

Cierro los ojos, preparada para escucharle gritarme por haber tardado tanto, pero todo lo que recibo es su americana sobre mis hombros. Puedo notar la tela cuando me obliga a sostenerla con mis dedos, solo entonces decido mirarlo.

— ¿Qué coño haces? — gruñe.

Más que nadie quiero preguntar lo mismo, pero nada sale de mi boca cuando la abro para hablar. Solo las lágrimas se me acumulan. No me he sentido tan humillada en toda mi vida.

Alex solo me abraza, quiero empujarle, pero sentir el beso que deja en mi frente solo logra que mis manos se aferren a su camisa. Su olor se impregna en mi nariz y dejo mi cabeza caer sobre su pecho. Mis lágrimas se pierden en su blanca ropa mientras las dejo caer. Alex sostiene mi cabeza con su mano y me obliga a mirarlo, sus ojos buscan una respuesta.

— Quieres... que baile ahí — jadeo. Mi mente se llena de recuerdos. Son situaciones que preferiría olvidar o por lo menos, dejar en el pasado. No expuse mi cuerpo por propia voluntad, solo quería acabar con aquellos tipos cuanto antes y fingir ser prostituta era la mejor solución para ello — pero no quiero — digo en voz alta, para él y para mí — no quiero volver a ese ciclo de... perderme así...

Alex toma una bocanada de aire, contiene el aire en sus pulmones por un momento y luego deja salir un largo suspiro.

— Quédate aquí — me pide.

Retrocedo un par de pasos cuando quiere tocarme, él se detiene. Una oscuridad nubla sus ojos mientras brama el nombre de Beau. Él sale, hace una reverencia, le entrega su arma a Alex y él entra en esa sala sin mirarme de nuevo.

Al cachorro lo dejan sin correa y crea un charco de sangre a su alrededor... — se lamenta, en ruso.

Mi ceño se frunce en su dirección, pero él no me está mirando. Sus ojos están en mis pies. Con una gesto de cansancio, Beau se saca su americana y la arroja al suelo. Con un gesto de su cabeza, señala mis pies descalzos.

Algo dudosa, me subo sobre su americana y él asiente.

¿Está... siendo amable?

Dentro de la sala, puedo escuchar un golpe y el grito de las chicas. Tras varios segundos, Beau abre la puerta y, en ruso, se dirige a los hombres en traje que empiezan a abandonar la sala.

Seguid vuestro camino sin mirar atrás — gruñe, poniéndose delante de mi — el que se gire esta noche duerme en un lugar muy bonito.

Los hombres y las dos mujeres empiezan a desfilar por el pasillo, James aparece algunos metros más allí, por otro pasillo camina con tanta prisa que casi choca con alguno de ellos. Con un gesto hacia Beau, se marcha seguido por los hombres y las mujeres.

Tres disparos suenan en el interior de la sala, son tres de los cuatro hombres a los que he podido verles la cara.

Beau niega con la cabeza, pero se detiene cuando Alex sale del despacho.

— Limpia eso — gruñe Alex, en dirección a Beau.

Él hace una reverencia, se adentra en esa sala y cierra la puerta. Quisiera echar un vistazo, cosa que no puedo hacer porque Alex bloquea mi visión y la puerta vuelve a cerrarse.

— ¿Y? — demanda — ¿qué hago contigo?

Alex me mira. Soy incapaz de emitir una sola palabra. Él se acerca, me toma en brazos y espera en silencio frente a la puerta. Beau abre minutos más tarde. Cuando miro hacia adentro solo logro ver una aburrida habitación limpia pero Alex ha matado a tres hombres aquí, los únicos tres que no salieron.

— ¿Porque no vamos a la habitación? — demando.

— Quisiera, pero si voy allí arriba es para follarte — intento alejarme de él como acto reflejo, provocando que Alex deba acomodarme mejor en sus brazos, aunque al final acaba dejándome en el sofá y sentándose a mi lado — llámame imbécil, pero siento que no es lo que quieres ahora — dice al verme alejarme.

— Imbécil — gruño. Él enfoca sus ojos en los míos y arquea una ceja — tu me dijiste que te llamara así.

— ¿Se puede saber porqué demonios estás vestida así y porqué bajaste hasta aquí?

— Tu me dijiste — me quejo, enseñándole la nota.

Él contiene el aire de sus pulmones y frunce el ceño — lee atrás — me ordena.

Al girar la nota, me doy cuenta de que la frase seguía.

"Ponte esto y baja, será divertido compartir un poco de natas con fresa"

Mi corazón vuelve a su sitio y de nuevo, las lágrimas regresan a mí. Me sentí humillada. Perdí cualquier esperanza acerca de Alex.

— Quiero fresas con nata — me quejo.

Él asiente, me atrae hasta su pecho y me deja llorar porque sabe que necesito sacar esta presión en mi pecho.

— Sentí muy feo — jadeo, metida en su cuello.

Alex me abraza con más fuerza.

— Lo sé, mi amor. Tranquila — susurra cerca de mi oreja.

— Pensé que querías... que bailara para esos hombres — jadeo.

Alex sigue acariciando mi espalda y luego empieza a acomodarme sobre su regazo, a horcajadas. Se queda en silencio hasta que acabo de llorar y luego, a diferencia de otras veces, limpia mis lágrimas con sus dedos.

— Quería que bailaras, pero no para ellos, para mí. Esos idiotas llegaron de repente. Bueno, me olvidé que tenía una reunión con ellos. Y... pensé que seguirías durmiendo — aclara.

Lo que me lleva al último punto. Las drogas. Ayer me drogó.

— No te hice nada — se apresura cuando ve mi intención de huir de él.

— Pero me dijiste que me harías cosas feas — jadeo — y que me compartirías con tus hombres, siempre me lo dices.

— Tu siempre prometes que no volverás a escaparte, ¿y dónde tengo que ir a buscarte cuando me doy la vuelta?

De brazos cruzados, me niego a mirarlo. No me ha hecho nada, pero me hizo creerlo solo para herirme.

— Me hiciste creer que me harías daño.

Alex me lleva hasta sus brazos y deja un casto beso en mis labios.

— Lo siento. No volveré a molestarte así, ¿de acuerdo?

Sigo sin querer ceder. Realmente me ha dejado muy aturdida. Esos recuerdos se agolparon en mi cabeza y es difícil sacarlos.

— Como castigo — hipo — algún día te haré bailar delante de muchas mujeres.

— Ah, ¿sí?

— Sí

— Pero no te vayas a poner celosa cuando me toquen.

— No me voy a poner celosa, dejaré que te toquen mucho.

— Bueno... si crees que podrás soportarlo.

— Sí, porque seguro me hiciste muchas cosas feas mientras estaba drogada.

Y aun así estoy en sus brazos como una pequeña niña asustada. Todo lo que me contó ayer todavía hace temblar mi cuerpo.

— Te di un relajante muscular — dice en voz ronca — no te drogué, sabes cómo te pones cuando te cuento cosas traumáticas, luego te cuesta dormir, así que deja de mirarme así. No podía lidiar con tus dramas en ese momento. No tenía la paciencia.

— Igualmente, seguro me hiciste muchas cosas feas — gruño, de nuevo, intentando alejarme de él.

Alex me toma por la cintura, me gira, y vuelve a colocarme con esa facilidad que tanto me irrita, sobre su regazo. Abre mis piernas con ambas manos y pone una de ellas entre mis piernas, justo sobre mi sexo.

— ¿Acaso te duele?

Tomo el tiempo suficiente para analizar mi cuerpo. La sensación de dolor en esa zona después del sexo con Alex... no está.

— Fuiste cuidadoso, para no dejar rastro — me quejo.

Él, eleva una ceja — ¿en serio? ¿Tu crees que no notarías mi polla dentro de ti?

— Sí — dudo — porque... estaba desnuda.

— Vives durmiendo desnuda.

— Mentira.

— Te sacas la ropa mientras duermes, Ángel.

— Mentiroso.

— ¿Quieres que te folle ahora para mostrarte la diferencia? — demanda, tirando de su agarre en mi sexo para poner mi trasero más pegado a su miembro.

Niego con la cabeza — no.

— Bueno — suspira, dejándome sobre el sofá. 

— Muerete — gruño.

— Es muy fácil dominar tu cerebro, mi amor — se burla, dejando un beso en mi cien.

Le doy un golpe en su pecho y Alex tira de mi mano para subirme sobre él.

— Tendrás una muerte horrible, Deberaux.

— Uff, como me pone cuando te enfadas — juega, tocando mis pechos y levantándose para llegar a mis pezones.

Jadeo cuando siento cómo se mete uno en su boca.

— Alex no... — me quejo.

— Perdón, perdón — suspira — es que si te vistes así...

— Tú me dijiste — me quejo. 

— Tampoco esperaba que te lo pusieras, nunca me haces caso. ¿O qué, de repente te has convertido en una esposa modelo?

— No. 

— ¿Entonces?

— Quería jugar un poquito. 

Él sonríe y se levanta del sofá. 

— Marido — le pido, cuando se gira. 

— Qué pasa — demanda mientras acomoda su camisa blanca sobre su maldito cuerpo escultural. 

— ¿Me das un chocolate?

— ¿Dónde están?

— No, aquí no tengo. Cómprame uno y te perdono.

— Mi amor, escondes chocolates en todos los jarrones de toda la mansión.  

— Pero aquí no. 

— Si los encuentro los voy a tirar todos — me advierte.

— Están en el jarrón rojo — me apresuro a decir. 

Alex se acerca hasta el jarrón, abre la tapa y saca uno de mis chocolates favoritos, exportado desde España, porque, aunque parezca increíble, un producto hecho en otro país, aunque la empresa sea la misma, sabe muy diferente. 

— ¿No vas a decirme dónde has ido? Será peor si lo descubro por mí mismo.

— Estoy buscando a alguien que busque a papá. Cuando lo encuentre le contaré cómo me tratas, y te va a castigar. 

— Qué miedo tengo — ironiza.

— Deberías — murmuro, dándole un mordisco a la tableta de chocolate. 

— ¿Encontraste a alguien?

— No te voy a decir porque luego lo encontrarás y matarás a papá. 

Mi marido rueda los ojos — ¿y cuánto dinero quiere esa persona?

— ¿Como sabes que me piden dinero?

— Nadie busca a un mafioso como el malparido de Jensen porque sí. 

Asiento — quieren 8 millones.

De hecho, es lo que necesito para poner en práctica mi plan. 

Alex ríe — y dime, ¿tienes ocho millones?

Tengo seis.

— No — miento, moviendo mi cabeza de un lado a otro y deslizando hacia abajo con lentitud mis manos por el pecho de Alex — pero tu...

— No daré dinero para encontrar a Jensen, y tú — advierte, tomando mis mejillas entre sus dedos — no te atrevas a volver a quedar con otro hombre, ¿entiendes?

— Pero Alex... — protesto.

Él me sube a horcajadas solo para besarme y darme un azote.

— ¿Qué decías?

— ¿Vas a castigarme?

— ¿Para qué? Voy a tener que matar a los guardias que estén contigo si decides hacer de las tuyas otra vez, a este paso me quedaré sin hombres.

Sonrío — qué pena por ti, maridito. 

Sus cejas se arquean — a partir de mañana, tu vendrás a la oficina conmigo.

— ¿Yo?

— Tú. 

— ¿Yo por qué?

— Porque sí. 

— No quiero — replico, levantándome y caminando hacia la puerta.

— Pues te castigo — dice, alzando la voz. 

Llego a la puerta y empiezo a caminar lejos de él. Beau se queda mirándome con una expresión de sorpresa y aparta la vista de inmediato. 

— Pues vuelvo a irme — jadeo, alejándome de él. 

— Pues vuelvo a castigarte — brama Alex.

— Ya me castigas cada noche igualmente — le chillo.

¡Tienes suerte de que todavía no estés lista para la jodida habitación roja! — me amenaza, en ruso.

— ¡Que no me hables en ruso! — chillo.

Llego a la habitación y le tiro la puerta en las narices. Él, aún así, entra y empezamos a discutir. Sobre todo, sobre nada. Él me echa en cara que estropeo sus jarrones con mis chocolates y le recuerdo que, si me dejara tener tantos chocolates como yo quiero, no tendría que esconderlos en su dichoso y feo jarrón.

Ambos quedamos sin aliento tras discutir durante diez minutos. Alex está acostado en la cama, con los pies colgando y observándome llorar falsamente mientras me quejo de todo lo que me ha hecho.

— ¿Si te compro helado todos los días en el camino, vendrás por las buenas? — se rinde.

Sonrío y levanto mi dedo meñique — lo prometo.

Él rueda los ojos — verás.

Alex

Debería poder corromper su cuerpo. 

Atarla a la cama y follarla cuando quisiera. 

Es solo una mujer más. 

Eso es lo que meto en mi maldita cabeza cada vez que pienso en ella, pero luego la veo ahí, tumbada. Durmiendo como una puta princesa consentida y todo lo que puedo hacer es cubrir su cuerpo con una manta.

Yo, que domino este puto país, no puedo dominar a mi propia mujer. 

— ¿Ocurre algo, señor?

— Nada — gruño. 

Aunque, por el comentario de Beau, no debo estar comportándome como el habitual yo calmado. Soy... un manojo de nervios. Compré ese pijama blanco para Ángel y quiero verla con él puesto. Quiero volver arriba, con ella, no estar aquí, en una reunión aburrida porque estos cabrones quieran una alianza de paz conmigo. 

Sí, sé que es necesaria, pero no tenía porqué ser cuando Ángel va a estrenar su nuevo pijama. 

Encima, se les ocurre traer a dos prostitutas. Una de ellas  baila sobre la mesa, la otra todavía está en un pequeño cuarto de baño, al fondo. No hace falta ser muy inteligente para saber que se la están follando por turnos. Una vez entra uno, sale el otro. Aunque a veces se quedan por largos minutos y salen juntos. Follarse una mujer entre dos... es algo asqueroso. Entretenido a veces, pero asqueroso al fin y al cabo. 

— ¿Le ocurre algo, señor Dragón? — demanda el hombre a mi lado. 

— Nada — suspiro, mientras, del baño, sale la prostituta. 

Entró con un conjunto y ahora solo le queda una diminuta tanga roja. Igual que a su compañera, a quien se han encargado de desvestir, alegando que debían "tratarlas por igual". Mujeres de vida fácil... me pregunto qué tendrán en su cabeza para exponerse como objetos de placer ante tantos imbéciles.

 — Jefe — susurro el hombre a mi lado — hay alguien en la puerta — dice, aunque no está mirando hacia allí. 

Por el rabillo de mi ojo, intento comprobar de quién se trata, hasta que observo un destello de brillantes ojos azules. Solo hay una persona capaz de moverse por esta mansión de forma libre.

Ángel. 

Seguro ha bajado a hacer algún escándalo. Probablemente, se podrá a gritar a todo el mundo y los sacará de aquí. Sobre todo porque le encanta jugar a fresas, chocolate y sexo. 

Un poco más calmado, espero a su reacción hasta que entra. Tardo unos segundos en mirarla, luego, mis ojos se topan con ella. Mi pecho se oprime al instante y pese al deseo creciendo en mis entrañas, siento la rabia hirviendo en mi piel al darme cuenta de que hay tres tipos mirándola. 

Los hombres frente a mí y en mi parte izquierda, se quedan estáticos al ver mi mirada sobre ellos.  Pero hay tres que se han atrevido a mirarla, esos no van a salir de aquí con vida. Una vez me levanto y saco a Ángel de la habitación, escucho su estúpido intento de explicación y siento ganas de matarlos todavía con más ganas. 

Llamo a Beau con tanta fuerza como puedo, él aparece al instante y se queda protegiendo a mi mujer. 

Una vez en el interior de la sala, alzo la voz. 

—Tú, tú y tú — los señalo — os quedáis aquí, los demás podéis iros. Y si algo de lo que ha pasado hoy se filtra al exterior pienso aniquilar hasta el último ser querido de vuestra vida. 

— Sí, señor — murmuran todos al unísono mientras retroceden y se acercan a la puerta. 

La sala se vacía al instante y por fin puedo ver desaparecer a esas dos putas baratas de mi vista. Los únicos que quedamos somos estos tres idiotas y yo. Ellos están de pie, como si esperaran una clase de recompensa. Puedo leer sus malditos deseos en los ojos. 

¿Qué hombre no se volvería loco por ella? 

Ángel es ese tipo de mujer que te atrae y consume al mismo tiempo. Su belleza, es su maldición. 

— Nadie la ha visto desnuda más que yo — explico — nadie, y vosotros no vais a ser la excepción. 

Sin llegar a esperárselo, los tres hombres caen al suelo sin vida. No me parece suficiente castigo, pero no puedo hacer mucho más al respecto. Dejo el arma en la mesa y vuelvo a salir. Ángel sigue derramando lágrimas y todavía me pregunto qué demonios le pasó por la cabeza para presentarse aquí así. 

Todo lo que me queda es calmarla y tratar de compensar mi error. No debí dejar que entrara. 


***


Acabo de comprarle un helado. En medio de otoño. Pero parece feliz mientras Bjorn conduce.

Su perro faldero la observa de vez en cuando a través del retrovisor, pero no ha dicho demasiado. Siento que hay una pequeña barrera entre ellos, tal vez no le dio suficientes natillas.

— Vas a quedarte en mi despacho mientras tengo un par de reuniones — le digo.

— ¿No puedo ir a dar una vuelta con Bjorn?

— ¿Porqué se me ocurre discutir?

Angel se abraza a mí. Y ya no sé si disfruta cada vez que tenemos sexo de esa manera o solo actúa para conseguir lo que quiere.

— ¿Si puedo?

— No.

— Pero Alex...

— He dicho que no.

— Subiré a la azotea a suicidarme — amenaza.

Le doy un azote en su trasero y el mohín en sus labios solo me provoca besarla.

— Bjorn, controla que no salga del edificio — me rindo.

— Si, señor.

— Y tu, si pones un  pie fuera de este edificio... — por un momento dudo con qué castigarla, hasta dar con un pequeño gran castigo para ella — te dejaré sin hamburguesitas un mes entero. 

El horror en la mueca que pone me deja claro que ha entendido mi amenaza.

Cuando Bjorn detiene el coche en la entrada, salgo por mi cuenta mientras él rodea el coche para abrirle la puerta del coche a mi mujer. 

Una vez se reúne conmigo, toma mi mano y caminamos al interior. Algunos empleados me esperan en la entrada del edificio y ofrecen su habitual reverencia. Sus rostros se elevan segundos más tarde y quedan estáticos ante Ángel. Ella los saluda con la mano y sonríe.

No quiero saber qué hará cuando se encuentre con mi secretaria.

Mientras la tengo aquí, evitando un nuevo contacto con ese tipo, hay gente que está investigando su conexión con Sebastian y cuando la encuentre, pienso cortarla de raíz.

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