133| Árbol genealógico

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"No seremos hermanas de sangre, pero lo somos por decisión propia"

"No seremos hermanas de sangre, pero lo somos por decisión propia"

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No estoy segura cuántas botellas han sido esta vez. He contado dos encima de mi mesa, pero recuerdo haber roto una. Lo que no recuerdo es si la botella rota estaba vacía. En cuyo caso, serían tres botellas.

Paso las manos por los barrotes al mismo tiempo que camino. Mis pisadas se sienten fuertes en este pasillo de piedra vacío. Detengo mi avance al llegar a su celda. Sebastian está sentado en el suelo, la penumbra del lugar oculta su rostro.

— Hola... — canto, una sonrisa tira de la comisura de mis labios mientras me dejo caer al suelo, de rodillas.

Sebastian suspira — es la tercera vez que vienes borracha.

Me río, porque en realidad es la cuarta. Paso la copa que le he traído por entre los barrotes y él se acerca gateando. Con la espalda apoyada en los barrotes, Sebastian pone toda su atención en mí.

— He traído... — intento leer la etiqueta de la botella, pero las letras danzan sobre el papel, impidiendo descifrar el nombre — se llama señor Valentines.

— ¿Y vas a darme un poco del señor Valentines?

Asiento y le entrego la botella. No voy a poder servirle en esta ocasión porque el mundo da vueltas a mi alrededor con cada movimiento. Una vez se ha servido, me devuelve al señor Valentines.

— Alex rompió al señor Bourbon una vez — explico, divagando entre mis confusos recuerdos.

— ¿Le hechas de menos?

— Si, me gustaba el señor Bourbon.

— Me refiero a Alex.

Tengo que apoyar mi frente en un barrote porque soy incapaz de mantener la cabeza erguida sobre mis hombros.

— No — miento.

— ¿Y porqué tanto alcohol en tu sistema?

— Porque es la única forma en la que puedo dormir — confieso, chasqueo la lengua en un intento por alejar la amargura en mi voz — si cierro... los ojos, solo me imagino cómo hubiera sido ese niño. Me veo corriendo a mí misma detrás de esa sombra hasta que no puedo respirar por culpa del agotamiento.

— Lo siento — le escucho decir.

Sebastian vacía todo el contenido de un solo trago en su boca. Una gota cae por la comisura de sus labios. Alargo mi mano para limpiarle, pero Bastian toma mi muñeca e impide mi acercamiento.

— No es que esté molesto por la puñalada, pero no pasó cuando estabas borracha ese día en la playa. No pasará ahora, Ángel.

Le arrebato mi mano con fuerza y doy un trago a mi botella.

— ¿Has intentado ir al psicologo?

— Ese médico loco me pide que comparta mi dolor.

— Tal vez deberías.

Sumisa ©Where stories live. Discover now