149 | Viva o muerta.

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"Si te dejo, no es por voluntad"

Ángel.

Llevo días intentando escapar de aquí. 

Intento caminar hacia algún lugar, una parte de mí quiere ir hacia esa cálida luz al final de ese largo pasillo, la otra se aferra a esta pequeña habitación de tres paredes. No puedo hacer nada, solo estar aquí mientras... dejo que el tiempo transite.

A veces, si me concentro lo suficiente, puedo escuchar el eco de una voz resonando en algún lugar demasiado lejano, un lugar al que no puedo llegar. Esa voz es tan dulce, pero no puedo recordar a quién pertenece. 

Tampoco recuerdo quién soy. 

Mi mente está vacía y en cuando trato de llenarla, todo a mi alrededor empieza a colapsar. Las paredes quieren romperse y la luz se aleja, así que permanezco aquí, sin esforzarme por nada, solo... sigo existiendo, hasta que la luz se acerque lo suficiente y pueda irme. 

Cada vez tengo que esforzarme más para no recordar, porque tengo miedo a que las paredes caigan y quede en la nada, sola. Pero hay algo especial hoy, porque hoy... esa voz se escucha demasiado cerca. Puedo escuchar cómo canta y algo me dice que es para mí. 

¿Quién es?

¿A quién pertenece esa voz?

— Ángel — susurra una voz cerca de mí. 

No es la voz de ese hombre, esta pertenece a una mujer, aunque es una voz igual de cálida. 

— ¿Quién eres?

Hay una ventana, una ventana ha aparecido en una de las tres paredes de esta pequeña y cómoda habitación. 

— ¿Me recuerdas?

Cuando la miro a través del cristal que nos separa, puedo ver su cabello rubio cayendo sobre sus hombros. Unos bonitos ojos azul celeste me saludan y su mano se apoya en el cristal. Tomando algo de cautela, también acabo apoyando mi mano en el cristal de esta nueva ventana y las palabras escapan de mi boca como por arte de magia. 

— Mamá — susurro. 

— Eso es — me insta — esa es mi hija. 

Sonrío e intento buscar cómo abrir la ventana, pero no hay forma de hacerlo. 

— No... no puedo entrar — le explico. 

— Está bien, no es un lugar al que debas entrar — me explica. 

Ladeo la cabeza, intentando comprenderla, aunque tampoco comprendo nada de toda esta situación. Este mundo de tres paredes y una luz blanquecina acercándose cada vez más a mi. 

— Mamá, no se dónde estoy — le explico — no sé quién soy. 

— Claro que lo sabes — me asegura — eres Ángel Deberaux. 

Asiento, pero en realidad nada viene a mi cabeza. 

— Naciste en Russia — me explica — en un hermoso castillo, y eres la más hermosa de las princesas. 

Acabo apoyando mi mano otra vez en el cristal y me apoyo en él, acercando mi frente para estar lo más cerca posible de mi madre. 

— Pero no lo recuerdo, no...

— Sí que lo haces — me asegura — sabes perféctamente quién es tu madre, sabes quién eres y a cuantas personas has perdido. Pero no quieres aceptarlo. 

Mis ojos se centran en ella — yo no he perdido a nadie — le aseguro. 

— Sí que lo has hecho. 

Sumisa ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant