154 | Besos bajo las estrellas.

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"Volvamos a perdonarnos, una última vez"

Ángel.

Cuando todo se ha calmado y Alex ha enviado a todos los chicos adentro, saco la cabeza de entre sus brazos y suspiro. Estamos en el suelo, ya no estoy llorando pero algunas lágrimas todavía se me escapan.

— ¿Estás bien? — demanda, veo la preocupación en sus ojos y todavía no lo entiendo.

Niego — mi papá ya no me quiere — jadeo.

— ¿Quieres que lo mate? Puedo ir a matarlo — asegura, pegango un pañuelo a mi nariz.

Cuando limpio mi nariz y mis ojos, le miro — no... — jadeo — no quiero que lo mates.

— Sinceramente, tampoco has perdido mucho — me dice — además... — susurra, pegando sus labios a mi cuello — yo también puedo ser tu papi.

— ¡Ay, Alex! — exclamo, pegándole un golpe en el pecho.

Él ríe y acaba de limpiar mis lagrimas — ¿no quieres?

— No — gruño, levantándome.

Este hombre logra hacerme sonreir siempre.

— ¿Hasta cuando vas a estar negándome, mujer? — inquiere — es verdad, tuvimos problemas, pero podemos solucionarlos. Eres mi mujer, ya deja de mentirme y di que me recuerdas.

Puedo notar la súplica en su voz, pero tengo miedo de hacerle caso.

Con un suspiro fuerte como respuesta, Alex se acerca a mí.

— No todo en esta vida se puede arreglar, Alex. Nosotros... todo lo que ha pasado, tu no sabes quién soy.

— ¿Te refieres al Ángel Oscuro?

— A todo.

Ambos nos estamos mirando, Alex toma mi mano y la lleva hasta sus labios para besar mis nudillos, uno a uno. Su gesto es tierno, aunque cargado de pasión. Pronto estoy sumida en esa electrizante espiral de sensasiones de la que siempre somos presos cuando nos tocamos.

Hace un año que no recibo el toque de este hombre.

Hace ya un año que anhelaba esto.

Alex se pone en el suelo, de rodillas, con mi mano todavía siendo sujetada por las suyas — te quiero, Ángel. Y quiero tener a mi esposa de vuelta. No importa si eres una asesina o si jugabas a esconderme la verdad. Porque desde hace demasiado tiempo sé quién eres y no me importa. ¿Tus mentiras? Las conozco todas y ha sido un simple juego de niños para mí.

Mis ojos se abren — ¿qué...?

— ¿Crees que puedo olvidar ese culo? ¿O ese par de tetas? O tu maldito sabor a fresas por mucho que te metas un par de chicles en la boca.

No sé cómo reaccionar ahora mismo, solo le veo sacar el anillo que compró para mí hace un año y ponerlo en mi dedo de nuevo. Pensé que lo había perdido, de hecho, pensé que nunca lo recuperaría.

— Pero tu dijiste que querías a Ana — jadeo, cayendo al suelo — se lo dijiste a Massimo.

— No — niega Alex — el imbécil estaba hablando de ti en un susurro y de repente nombro a esa mala perra. ¿Como iba a saber que me estaba preparando una trampa?

— ¿Sabías que yo estaba escuchando? — demando.

— No, te vi luego por las cámaras. Debiste esperarme, mujer, joder, debiste explicarme — maldice, encerrándome entre sus brazos.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora