100| Súplicas

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"La curiosidad, mató al gato"

"La curiosidad, mató al gato"

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El decidió besarme.

Así que empecé una guerra.

E iba ganando.

Mientras él salió corriendo al verme en mi diminuto bañador blanco, yo estoy bañándome en la nueva piscina. Estamos a principios de septiembre pero ya empieza a hacer frío.

Hace casi ya un año que me casé con Alex, el tiempo pasa muy deprisa si tienes mil problemas a los que enfrentarte.

Jackson y Beau me observan, uno a cada lado de la piscina. Ninguno de ellos me saca los ojos de encima, hasta que en un momento dado, se inclinan en una referencia y desaparecen sin decirme nada. Me doy cuenta cuando escucho el golpe del agua y a Alex nadando hacia mí.

Intento salir del agua, pero él tira de mí. Cuando tiene aferrada mi cintura, me pega contra el borde de la piscina. Presionando su entrepierna contra mi trasero, lame la piel de mi cuello para luego succionarla y dejar una marca rojiza.

— Alex... — jadeo — dije que...

— Shhh — chista — vamos a jugar un poco, lo único que escribiste en ese papelito es que yo no puedo tocarte sexualmente. Pero vamos a permitir los besos, ¿a que si?

Muerdo mis labios, está jugando con su lengua en mi oreja mientras lo dice — su... supongo — jadeo.

Mis uñas ya están clavadas a su brazo, él me hace notar lo que siente presionándose más contra mí — bien, ahora cierra los ojos — me ordena.

— ¿Qué? No — jadeo.

— Obedece mi amor — ordena en una voz ronca.

Y lo hago.

Mis labios están presionados, el agua se siente caliente en contacto con su cuerpo semi desnudo. Alex entonces acerca sus dedos por mi pierna. Un metal frío roza la parte interna de mis muslos.

Alex aparta la tela de mi bañador con sus dedos, rozando mis labios en el proceso. Entonces siento el metal justo en mi clítoris. Ahogo un gemido mordiendo mis labios. Alex besa la piel de mi cuello, haciéndome enloquecer un poco más.

— No grites — me advierte.

En cuanto lo siento suelto un grito, cierro mis piernas y me giro. Alex tiene que sacar su mano de entre mis piernas para sostenernos en el exterior. Mi cara está roja. Mi respiración agitada y el sonríe, triunfante.

— Te dije que no gritaras — me recuerda.

— ¿Qué planeas hacer con eso? — exijo.

Alex me enseña el pequeño objeto de metal. Es largo, como una bala y tiene un pequeño botón que, cuando lo presiona, vibra. Trago saliva para calmarme.

Sumisa ©Where stories live. Discover now