123| Sentimientos encontrados

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"A veces solo estamos enamoradas de una ilusión, de lo que fue y ya no está. Darse cuenta de esa verdad, duele el doble"

2004

Mis pasos resuenan en el suelo mientras avanzo hacia el almacén de armas con un guardia delante de mí

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Mis pasos resuenan en el suelo mientras avanzo hacia el almacén de armas con un guardia delante de mí. Después de que nos enfrentáramos a esos tipos junto a Camille, no han vuelto a sacar a dos contrincantes al mismo tiempo.

La muerte de Camille todavía quema en mi pecho, muchísimo más que las heridas en mi espalda. Apenas me dieron algunas semanas para recuperarme después de la tortura y desde entonces no me han dejado parar. De ese incidente hace meses ya.

Encadenada, paso cerca de una de las jaulas pero soy detenida por una pequeña mano que se sujeta a mi muñeca con fuerza. De manera brusca, dejo de caminar y mi rostro se queda a escasos centímetros de unos ojos verdes apagados pero enormes.

— Por favor — suplica — no mates a mi hermana, déjala vivir — llora con grandes lágrimas descendiendo por su rostro — déjala vivir.

Bell, en su celda, desde el otro lado, la regaña.

— ¡Alice, es suficiente!

Al escuchar su nombre, comprendo que se debe tratar de la hermana de mi contrincante.

— Te lo suplico, te pagaré con mi vida, por favor no la mates, deja que se rinda.

Tengo que tirar de mi brazo con más fuerza de la que quería para que ella me suelte. Cualquier niña de su edad entraría en pánico al saber que su hermana va a enfrentarse a mí. Me consideran una loca asesina, pero no lo hago porque matar me resulte divertido. Lo hago para sobrevivir, como el resto.

Entro al lugar donde nos dejan quince minutos para escoger armas. Estoy sola. Eso es algo que cambiaron también. Ahora hay dos salas de armas. Me concentro en coger algunos cuchillos, un látigo y a estirar mis músculos para no tener ningún percance en mi cuerpo a la hora de ponerme en movimiento.

El pitido ensordecedor suena, la luz se enciende junto a las puertas de metal automatizadas, que se abren. Observo al contador digital en lo alto de la puerta de mi contrincante. Hay una razón por la que ambos participantes no pueden rendirse, si el enemigo no cae antes de que suene el límite de tiempo o se rinde, nos matan sin pestañear.

Nadie está dispuesto a rendirse debido a nuestros hermanos, así que normalmente intentamos matar a nuestro contrincante sin perder demasiado tiempo.

La chica frente a mi tiene el cabello negro y posee los mismos ojos verdes que su hermana. Es más alta, pero hay algo que comparten, la debilidad que emiten a través de sus movimientos.

Tomo con fuerza el cuchillo en mi mano. La lucha empieza, ella se abalanza sobre mí. Dejo que se acerque lo suficiente y la tomo por su chaleco para tirarla hacia el suelo por encima de mi cabeza. No les doy demasiado tiempo a mis víctimas. Siempre sigo el mismo procedimiento, inmovilizarlas en el suelo y cortarles la yugular es la forma más eficaz de acabar con ellas. La chica me mira, a mi mente viene la imagen suplicante de su hermana.

Sumisa ©Where stories live. Discover now