74| Liberación.

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"El poder no está en la corona, está en las sombras"

5 años antes.
Rusia, zona norte.

Ángel.

Debe ser invierno, lo intuyo por el vaho escapando de mis labios cada vez que respiro. Acompañando los débiles latidos de mi corazón, en una esquina de la celda en la que he estado por al menos dos años, según la cantidad de pequeños arañazos que he ido rayando en la pared día a día con ayuda de una piedra, suenan gotas de agua cayendo al suelo.

Es un compás bastante rítmico, si nos ponemos a pensar, parece una melodía contando los segundos de mi vida. ¿Hasta cuando...? Probablemente hasta que ya no pueda luchar, hasta que surja alguien más fuerte que yo y sea mi cabeza la que corten.

Hasta que me enfrente a esa chica. La que está encerrada a varias celdas de distancia junto a sus dos hermanos, esa que camina con tanto orgullo y un tétrica sonrisa en sus labios.

Si me enfrentara a ella podría morir en paz, descansar por fin y olvidar la cara de todos aquellos que me atormentan las pocas horas que logro conciliar el sueño. Eso sería un regalo del cielo.

— ¿Estás despierta?

Una voz me llama. Sonrío. Ya no logro diferenciar mis alucinaciones de la realidad.

— Puede — me atrevo a contestar.

— ¿Ángel?

Abro los ojos y tenso mi espalda. Nadie llama por mi nombre en este lugar. Porque ellos no saben quién soy. Sentada en el suelo, giro mi cabeza para mirar hacia el oscuro pasillo.

— ¿Quién eres?

La muerte podría haber venido a por mí. Observo a la persona frente a la cárcel considerada mi lugar de refugio. Su cabello rojizo cae en mechones rebeldes fuera de la capa con la que ha cubierto su cabeza y cuerpo. Viste de negro hasta los pies, lo único que logro reconocer lejos del opaco color es el tono blanquecino de sus finas manos.

Las mías en cambio se han llenado de cicatrices y magulladuras entre otras tantas heridas producidas en las peleas.

— Soy... mi nombre no importa — susurra, veo cómo saca una llave de su bolsillo y empieza a abrir mi celda — yo... solo vengo a liberarte.

No puedo procesar sus palabras pero sí el temblor en ella.

— ¿Otro combate?

— No — niega — sal de aquí, eres libre, Ángel. Están haciendo el cambio de turno, puedes huir por los conductos de ventilación. Tienes diez minutos.

Sonrío ante sus apresuradas palabras. Nadie puede salir de este infierno.

— Márchate — gruño, volviendo a sentarme en el suelo, un poco más lejos de la puerta que ella está abriendo.

— Tienes que salir de aquí, por favor — suplica, alzando la vista.

Sus ojos color verde brillan en busca de los míos. Usa una máscara negra de cuero. Desde su nariz hasta su mentón, nada es visible, excepto sus ojos.

— Podría ser una trampa, ha pasado antes — gruño.

A veces, se llevan a algunas chicas de mayor edad que jamás regresan.

— Ángel Deberaux, hazme caso, por favor. Tienes toda una vida por delante, solo por tu sangre... solo por tu sangre, no debes estar aquí... — llora, provocando que sus hombros tiemblen.

Sumisa ©Where stories live. Discover now