"Tarde o temprano todo regresa"
Ángel
Todo mi cuerpo está adolorido.
Ayer sucedió algo que no debí dejar que sucediera.
Y de alguna forma hoy mi cerebro está más claro.
Observo el techo pintado de color marfil blanco y la lámpara de cristales Swarovsky que Alex compró hace un año porque le dije que no tenía suficiente luz en mi habitación.
El sonido de sus gemidos mientras entraba y salía de mi interior ayer por la noche crean un pequeño remolino en mi estómago. No sé si estoy orgullosa de haber hecho que pierda los estribos o temerosa ahora que está fuera de control. El alcohol también debió ayudar.
Apoyo mi codo contra mi rodilla y descanso mi mano en ella. Sonrío. Alex Deberaux me hizo su mujer.
Ah... mamá estaría orgullosa de mí.
Papá querría asesinar a Alex más todavía.
Y Sebastian... el se sentiría decepcionado conmigo.
Observo la mano en la que me besó. Expiro una sonrisa seca. Ayer era una chica normal que confundió el nombre de Alice con una marca de natillas. Hoy, soy Ángel Deberaux.
Me río de mí misma. Ahora entiendo porqué no me resistí a Alex. Esto era parte de mi plan. No en vano eliminé a Anna. Alex es un escudo seguro. Lo estudié durante meses. Sus manías y sus debilidades me abrieron camino hasta él.
Y su odio por Jensen no es más que falta de cariño paternal. Entonces conoció a la persona más amada por su padre y decidió que la tendría.
Tan simple.
Recuerdo lo escrito en el diario y niego con la cabeza. Debí suponer que nadie escribiría toda su vida en un diario y se lo entregaría a alguien, incluso si era Jade. En ese diario no había ni siquiera la mitad de mi vida, solo cosas básicas que no pondrían mi vida en riesgo.
Recorro los claros recuerdos que inundan mi mente.
La Ruleta Rusa. Mis días de entrenamiento también fueron mis días de tortura. La organización secreta llamada Círculo. Dividida hace poco en cuatro fases por Cole, el hermano Bellamy. Y esa zorra desapareciendo sin dejar rastro después de que su hermano nos ha jodido.
Tantos años luchando a su lado para ser traicionada de esta manera tan rastrera.
Recuerdo haber asesinado chicas de mi edad con solo mis manos. El sudor frío convertido en placer al acabar con la vida de otra persona. La forma en la que sostengo un cuchillo.
Cierro los ojos.
Mi yo normal, sin recuerdos. Sufrió un shock y no pudo superar su temor a las armas provocado por los hombres que la persiguieron el día del accidente y acabaron con la vida de mi madre.
Los recuerdos de esa noche se abultan en mi cabeza. Me salí de los planes establecidos por Jensen y acabé en manos de Alex, donde seguramente me dejó al ver que era más seguro permanecer.
Cuando tracé el plan a toda prisa, supe que habría inconvenientes, pero debí calcular mejor los tiempos. Fui una estúpida al confiarme. Ya sabría que introducirme en la boca del lobo disfrazada de oveja me traería problemas, aunque esta oveja ha conseguido muchas cosas.
No está mal.
Alex se remueve y se gira hacia el otro lado. La tela de las sábanas se desliza por su piel, gracias a eso puedo ver su espalda llena de cicatrices, parecidas a las marcas de latigazos que solía tener antes. Seguramente han quedado algunas marcadas en mí tras el secuestro de Martin. Ahora entiendo porqué lo torturé de esa manera.
Muerdo mis labios pero tengo ganas de tirar todo a mi alrededor. Todo está hecho un caos.
Joder.
Repaso cada detalle desde que llegué al Círculo y agradezco no haber cometido ninguna estupidez, aunque tendría que haber castigado a las que golpearon a Bjorn.
Bjorn.
Se convirtió en mi aliado desde que llegué a esta mansión pese a ser la mano derecha de Alex.
Las razones son evidentes. Todavía recuerdo a ese niño asustadizo. Ruedo los ojos. Me demostró su lealtad y lo alejé de mí solo por desconfianza.
El Círculo. La Ruleta Rusa. El Dragón Rojo. Y... la organización secreta de asesinos silenciosos, Twelve. Un grupo de asesinos experimentados que recluté a medida que iba exterminando a la ruleta junto a Bellamy. Recuerdo que ella hizo algo parecido, aunque no estoy segura.
Sebastian.
Abro los ojos.
Mi novio. A estas alturas, mi ex novio.
Me acerco a Alex y beso sus labios con suavidad, sus besos son calientes y dulces al mismo tiempo.
— Uno más — suplica en cuanto me aparto.
Todavía tiene los ojos cerrados, pero está despierto. Cuando no respondo, el abre un ojo y eleva un poco la cabeza.
— ¿Ángel? — Alex se levanta y me envuelve entre sus brazos — ¿Estás bien?
Niego y el suspira ante mi respuesta.
— ¿Qué tienes?
Tomas mi cuerpo como una bestia sedienta y te atreves a preguntar qué me ocurre.
— Me duele todo... Alex — jadeo escondiéndome en su pecho.
Estoy tensa y mis uñas se clavan en su piel algo más fuerte de lo necesario. No puedo controlar mis ganas de asesinarle. Y tampoco es fácil fingir ser una niña tonta. Hice bien en beberme el elixir. No hubiera podido llegar tan lejos siendo yo misma.
— Está bien, es normal, vamos a la bañera — susurra.
El me alza en brazos y me conduce, desnuda, hasta la gran bañera de oro que hay en nuestra habitación.
Bañera de oro.
¿Porqué esto no me parecía excesivo antes?
— ¿Qué haces? — demando cuando enciende el agua pero no se marcha.
— Bañarte — responde, seco.
Su tono no me gusta en absoluto.
— Puedo hacerlo sola... — empiezo, pero no puedo acabar mi frase cuando me besa a la fuerza y no se detiene hasta que cedo.
— ¿Te has levantado con ganas de pelear hoy? — gruñe.
Niego, y el toma una esponja redonda y suave para llenarla de jabón y empezar a restregarla por mi cuerpo.
— Alex... — murmuro.
— Qué — gruñe.
¿Como podía soportar antes ese tono y no sentirme ofendida si quiera?
Ahora es como una patada en mi estómago. No estoy acostumbrada a esto. No es fácil ser la muñeca de un tipo repugnante.
— Me haces daño — jadeo, no es cierto, pero logro hacer que se detenga.
Alex me cede la esponja tras un suspiro y apoya sus brazos en el borde de la bañera. Está de cuclillas, observándome.
¿Qué se supone que puedo decir? Antes me salía de forma natural y de repente he perdido todas mis dotes como niña consentida de Alex.
— Qué pasa ahora — gruñe cuando me quedo con la esponja entre mis manos, tapando mis pechos como puedo sin que él sospecho — ¿de verdad quieres discutir ahora? — gruñe, más fuerte que antes.
— Tengo hambre — murmuro.
Mi respiración agitada se detiene cuando Alex acaricia mi mejilla — ¿por eso haces tanto lío? Cuando acabes con el baño bajaremos a desayunar.
— ¿No vas a dejarme encerrada? — pregunto fingiendo ese tono que he hecho tantas veces antes.
— ¿Tengo que hacerlo? — tantea el.
— No — niego con rapidez — voy a bañarme — murmuro, pasando la esponja por los dedos de mis pies.
— Eso pensé — gruñe.
Por ahora voy a tener que seguir siendo la esposa tonta de Alex. Hasta que consiga aclarar mis ideas y contactar con Alice.
No creo que haya venido hasta aquí sin un plan.