Sumisa ©

By Nicolebrayden

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Libro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el ba... More

Sinopsis
Trigger Warning
Multimedia
Prefacio
Prólogo
1| Falso.
2| Encuentros a medianoche.
3| Normas.
4| Objetivo.
5| Hacia un lugar inesperado
6| Bajo tierra
7| La hija y el culpable.
|8| Mamá.
10| Elixir.
11| Un enemigo común.
12 | El nuevo órden.
13| Dvenadtsati.
14| Vuelta a casa.
15| Castigo.
16| Mentiras.
17| Salvado.
18| Esperanzas y miedos.
19|Prueba nueva.
20| Corazón, pobre corazón.
21| Cabos sueltos.
22| Sospechas.
23| Oral.
24|Fiesta.
25| Señuelo.
26| Escape.
27| La llave.
Nota
28| Centro de investigación
29| Regreso a casa.
30 | Confesiones.
31| Castigo.
32| Crimen.
33| Regalo.
34| Despedida
35 | Enemigos
36 | Adiós
37 | Infiel
38 | Nuevo líder.
39 | Disfraz
40 | Pastel
41 | Fiesta
42 | Olvido
43 | Entregada.
44 | Explicaciones
45 | Olvidada
46 | El hombre de ojos grises.
47 | Virginidad.
48 | Claridad.
49 | Fiesta del té.
50 | Intento de robo.
51 | Su regreso.
52 | División.
53 | Enfrentamiento.
54 | Corazones rotos.
55| Madre.
56 | Conexión.
57 | Compartir.
58 | Fresas con nata.
59 | Visitas inesperadas.
60 | Malentendido.
61 | Promesa.
62 | Heredero.
Extra: Pasado
63 | Ana.
64 | Pesadillas.
65| Falso pretendiente
66 | Nuevos problemas.
67 | Enemigos aliados.
68 | Anticonceptivas
69 | Violación.
70 | Tumba.
71 | Muere, pero hazlo.
72 | Vínculo de sangre.
73| Cobarde.
74| Liberación.
75 | Adiós
76 | Regreso.
77 | Reencuentros
78 | Mentiras hechas realidad.
79 | Veneno.
80 | Deseos prohibidos.
81| Secuestro.
82 | Nueva amenaza.
83| Novia políglota.
84| Compañero de baile
85| Callejón.
86| Corazón roto
87| Guardaespaldas
88| Regreso inesperado
89| Planes en acción.
90| Enfermera
91| Trampa
92| Adicción
93| Caprichos
94| Di Angelo
95 | Unidos por el pasado
96 | Desastre
97| Amores
98| Tablero de ajedrez
99| Juegos
100| Súplicas
101 | Preparaciones de guerra.
102 | Vendida.
103| La reina del veneno
104| Sobreviviendo
105 | Dos almas unidas
106 | La verdad.
107 | Mentira.
108 | Ahora y siempre
109| Un futuro juntos
110 | Procedencia
111| Encuentro
112| Catorce millones en la ciudad del amor
113| El ojo del huracán
|114| Secuestro y Abandono
115| La casa de verano
116 | Pérdida
117| Cuñada.
118| Nuevos senderos
119| Solo
120| Viejos amigos
121 | Liberada
122 | Rota
123| Sentimientos encontrados
124 | Una sonrisa
125| ¿Amor paternal?
126| Separados
127 | Unión
128| Adiós.
129 | Beso.
130| Solo esta noche.
131 | Venganza
132 | Ring
133| Árbol genealógico
Extra: Dia de la madre.
134 | El plan de Cole.
135| Sexo por teléfono.
136 | Ataque.
137| La luz al final del tunel.
138 | Pídele perdón por mi
139| 50 crucifijos.
Grupo de lectura.
140 | Rescate
Extra: Primer beso.
141 | Sacrificio.
142 | Rehén.
143 | Las sombras y el pequeño demonio.
144 | Amor
145 | Criatura
146 | Confesión.
147 | Despedida
148 | Rutina.
149 | Viva o muerta.
150 | Memoria.
151 | ¿Separación?
152 | Repartición.
153 | Secretos.
154 | Besos bajo las estrellas.
155 | Papá.
;

9| Desterradas.

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By Nicolebrayden

"Hay oscuridad dentro de todos nosotros; los más débiles sucumben a ella, los fuertes, la utilizan"

Ángel.

Abril, 2006.

Tres años antes.

— ¡Claro! No tengo nada mejor que hacer — gruño, realizando una pausa para chasquear la lengua — Ponerme a crear un... ¿como lo has llamado? — demando con el peine de oro de Ámber en alto y mirándola, llena de confusión.

Ámber juega con los deditos de sus pies mientras canturrea, esperando a que acabe de prepararla.

— Mi nombre es magnífico — gruñe Bellamy — y lo llamé: el suero del olvido — dice, realizando un énfasis innecesario en el nombre.

— Para empezar — digo, mirándola — yo no creo sueros, Bella, creo venenos.

— Bellamy — me recuerda.

Todo el tiempo me dice cómo debo llamarla, pero nunca voy a  hacerle caso. Debería rendirse. Una vez he arreglado todo el cabello de mi pequeño demonio, la dejo en su alfombra de juegos donde hay decenas de juguetes a los que no suele prestarle atención y tras dejar el peine en el tocador camino hasta pararme al lado de Bella.

— Eso no existe — intento explicarle pese a conocer qué tan bien es incapaz de aceptar un no por respuesta.

— Solo no quieres hacerlo, es imposible que la mejor bioquímica del mundo sea incapaz de algo. Creas venenos capaces de freír un cerebro en quince segundos.

Son diez, son diez segundos. Pero no se lo digo, solo alimentaría sus esperanzas.

— ¿Cómo tengo que explicártelo?

— Seríamos diosas, Ángel, con algo como eso podríamos simplemente borrar la memoria de las personas sin asesinarlas.

Ese lado de ella me parece dulce.

Suspiro y niego con la cabeza — lo único que gastaré es tiempo, probablemente volverían a recuperar los recuerdos y sería inútil.

— Lo dices por Carina, ¿verdad?

Ámber está tirando de mi vestido antes de que pueda responderle. Observo las dos colas que le he hecho, una  a cada lado de su cabeza.

— Camille — me pide.

Una opresión en mi pecho me obliga a volver a ese lugar, donde hace algunos años perdimos a su hermana; Camille, mi mejor amiga.

Con un largo suspiro, tomo a Ámber en brazos y le acaricio la punta de la nariz con mi dedo — ya mi vida, pronto volverá.

— Si es por ella...

— Carina debe aprender a vivir con lo que le ocurrió — digo, interrumpiendo su monólogo — todos lo hacemos.

— A ti no te utilizaron como una puta durante meses, Ángel.

Con el ceño fruncido tapo las orejas de mi pequeña y pego su cabecita a mi pecho.

— A ti tampoco — le recuerdo — y por lo menos no fue tu madre quien te metió en ese maldito agujero. Si nos ponemos a comparar el dolor que nos causó la R.R. soy quien peor ha salido.

Tras soltar el veneno que llevamos dentro, ambas nos quedamos en silencio — podrían utilizarlo en nuestra contra, un día podríamos ser nosotras las que estemos en algún lugar, sin recuerdos, sin memoria y sin poder recordar qué coño fuimos. ¿Te gustaría ser una simple muñequita humana arrastrada por aquello que te digan los demás?

— Lo que pasa es que eres una obsesa del control.

— Esa obsesión es la que me ha traído hasta aquí, yo no necesito un guardia como Aleksey. Todo el día pegado a mi trasero para asegurarse de que no voy a suicidarme.

— ¿Hablamos de la cantidad de drogas que te metes en el cuerpo cada vez que recuerdas una milésima parte de lo que te ocurrió en ese lugar?

Tengo que tragar saliva porque los recuerdos se agolpan en mi cabeza.

— Cada uno lidia con sus problemas como puede.

— Carina merece una nueva vida.

— Todos merecemos una nueva vida.

La tensión entre nosotras ya es demasiado alta. Bellamy ladea la cabeza y se niega a mirarme. De brazos cruzados, busca una forma de intentar convencerme.

— Alice merece tener a su hermana — dice, arrastrando las palabras.

— Me tiene a mi — manifiesto lo obvio.

— Mami, choolate — pide Ámber, ajena a nuestras peleas.

La meso un poco y acaricio su cabello — no crearé algo tan peligroso, Bellamy, olvídalo — gruño, empezando a caminar hacia la cocina común en busca de algo de comer para Ámber.

— ¿Qué hay de ti, no quisieras olvidarlo todo y ser normal por una vez en tu vida? Sin preocupaciones, sin miedos, sin cargas — grita, a medida que me alejo por el pasillo.

Sé cuales son mis problemas mejor que nadie, pero desvío mis ojos a la hermana pequeña de mi mejor amiga. Camille me dejó al cuidado de Ámber antes de morir, no podría darle la espalda a esta criatura aunque quisiera. Ya ha perdido demasiado y aunque no sea mi hija biológica realmente siento una conexión con ella cada vez que la miro.

— Chocolate — me pide con sus enormes ojos llenos de deseo.

— Ya vamos cariño, te daré mucho chocolate — le digo en un tono suave y calmado, acariciando su cabeza.

Ella asiente y besa mi mejilla. Mis ojos se inundan de lágrimas, llevándome nuevamente a preguntarme cómo si yo amo tanto a esta bebé sin ser mía, mi madre no fue capaz de amarme a mí.

Pero el dolor dura unos pocos segundos, porque no puedo permitirme sufrir por ello.

Actualidad

La niña cuyas manos se aferran a la tela de mi pantalón, me mira con unos ojos demasiado abiertos y llenos de lágrimas a punto de caer por su hermoso rostro redondeado. Mi pecho duele el momento en el que una imagen de esa misma criatura en una bañera con la cabeza llena de jabón y una sonrisa en los labios, cruza mi mente.

— Ámber — susurro.

— ¿Mamá? — demanda con una temblorosa voz.

Lágrimas amenazan con llenar mis ojos y sé que no puedo alejar el nudo alojado en mi garganta. Con cuidado, aparto sus manos de mí. Ella retrocede, sorbiendo por la nariz. Mi mirada hace contacto con la suya mientras me coloco de rodillas en el suelo para poder estar a su altura.

Puedo observar su cabello rojizo caer en una cascada hasta sus hombros, donde se crean algunos rizos poco definidos. Sus ojos son de un tono algo peculiar, un mezcla entre azul y verde dependiendo de la luz.

— ¿Como ha estado mi pequeño demonio?

Su expresión apagada se enciende con lentitud a medida que asimila mis palabras, aunque creo que ambas lo hacemos al mismo tiempo. Con un chillido cargado de la emoción propia de cualquier niña de su edad, Ámber salta hacia mis brazos y rompe a llorar.

La sostengo algunos segundos en un fuerte abrazo, envolviéndome en el olor a cerezas de su cabello, pero acabo alzándola en brazos y meciéndola contra mi pecho en un acto natural e innato.

¿Cuántos años tiene?

¿Quién es esta criatura?

Trato de encontrar alguna pista de forma desesperada en mi cabeza pero nada sale a la luz. Cruzo un par de miradas con Bjorn, que logra expresarme a través de sus gestos, cuan sorprendido se encuentra.

Ámber acaba sustituyendo su llanto por unos suaves gemidos capaces de hacerme temblar. Puede que mi mente no logre recordar más que pequeños fragmentos de esta niña, pero mi cuerpo actúa por voluntad propia y mis sentimientos salen a flote sin poder hacer nada para restringirlos.

— Ámber, ven aquí — pide Alice, extendiendo sus manos hacia ella, cuando ya ha pasado demasiado tiempo.

Mi reacción es alejarla en automático, girando mi cuerpo para interponerme entre el camino que sus manos recorrían hacia mi pequeña y ella. Ámber se aferra a mí con sus brazos y se niega a soltarme al notar el intento de Alice por alejarnos.

— Déjala — me escucho decir antes de siquiera reaccionar.

Dijiste que volverías, ¿porque no volviste antes? — exige entre lágrimas en un perfecto ruso.

Tendré que volver a estudiar ese idioma.

Estuve ocupada — murmuro, rogando para que ella no note que mi acento es más bien forzado.

En los siguientes minutos me dedico a caminar con la niña en brazos de un lado a otro para calmarla, es delgada, apenas pesa la mitad de lo que debería pesar.

— ¿Por qué está tan delgada? — exijo en dirección a Alice.

Hay un largo silencio antes de recibir una vaga respuesta por su parte.

— Ha habido escasez de alimentos... — se excusa.

Mis ojos viajan hacia todos los presentes. Aparte de ella, hay algunos guardias en la puerta y una chica que ha acabado aquí tras seguir a Ámber.

— A mi no me parece ver escasez en ninguna parte. Todos estáis bien — comento — excepto tu — digo, recayendo ahora en el triste aspecto de Alice — y esta... — detengo mis palabras, humedezco mis labios y me apoyo en la mesa del centro de este despacho — excepto tú y Ámber, todos me parecen estar bien. ¿Alguien puede decirme porqué?

— Ella dijo que estabas muerta mamá, y que por eso no podíamos comer.

Mis ojos chocan con los de la pequeña, no veo más que sinceridad en ella.

¿Quien?

— ¿Quién? — mi voz es fuerte, casi un gruñido escapando de mis labios.

Empiezo a notar una corriente eléctrica a través de mi cuerpo. Ahora mismo podría ser capaz de destruir la maldita mesa con mis propias manos solo de ver los ojitos aguados de esta bebé.

— Sheila y Alexis.

— ¿Ellas... dijeron que no podías comer? — apenas estoy comprendiendo esta situación.

— Sheila es... es la líder a cargo.

Alice tiembla en su lugar, igual que el resto. Uno a uno repaso la actitud de los presentes. Todos se tensan al sentir mi mirada sobre ellos.

— ¿La líder... dices? — demando, las palabras son escupidas por lo más profundo de mí. 

Son actos involuntarios ocasionados por mi estado de ánimo. Igual que la patada a una de las sillas cercanas.

— En su ausencia, Bellamy designó a Sheila como líder antes de marcharse...

Esa mujer otra vez. Bellamy. Quiero preguntar por el paradero de esa mujer pero hacerlo podría ponerme en un momento algo comprometido. 

— Sheila me dijo que ya no tenía mamá — se queja Ámber. 

Una sonrisa se cuela en mis labios al ver cómo hecha leña al fuego sin dudarlo. No por algo mi antigua yo solía llamarle pequeño demonio. 

— Tráeme a Sheila — le ordeno a Alice.

Ella presiona su mandíbula, pero obedece. Algo me mantiene atada a esta niña. Acaricio su cabeza, pasando mis dedos por su suave cabello.

— ¿Ya no vas a irte, verdad? ¿Ya no vas a abandonarme, mamá?

Al escuchar su voz llamándome «Mamá» por segunda vez, experimento la misma sensación de vértigo que la primera vez. 

Calculo su edad. Ella debe rondar los siete años, como mucho. Yo tengo 18, biológicamente hablando, podría ser mi hija pero por lo que han desvelado mis recuerdos, no lo es. Observo a Bjorn palidecer por un momento, seguramente debe estar calculando lo mismo que yo. Poco después lo veo suspirar con alivio. Sonrío por lo bajo, quiero ordenar algo de comida pero Sheila entra después de empujar ambas puertas, y sin llamar, interrumpiéndome.

— Señora, ha solicitado mi presencia.

Sheila apoya una de sus rodillas en el suelo frente a mí. Arqueo una de mis cejas. Pese a su falsa sumisión puedo ver el punto de esta niña con rapidez. Sheila está sin duda, fuera de lugar. Ni siquiera viste el uniforme negro. Su ropa blanca demuestra que no está dispuesta a seguir las normas impuestas al resto y su comportamiento altanero al abrir la puerta sin ser invitada me demuestra las ganas que tiene de mantener el mando de este lugar bajo sus pies. 

Se ha estado saliendo con la suya.

Lástima. 

Ya he llegado.

Sheila no me deja hablar, se adelanta a mí.

— Si es por las falsas acusaciones de Amber, yo la he tratado como al resto de las chicas, señora.

Ruedo los ojos al escucharla. Dando por sentado su delito antes de ser acusada, ella sola se está condenando. 

No digo una sola palabra. Tomo una larga respiración, aumentando los nervios en Sheila, disfrutando de su angustia.

— ¿Quién es la líder de este lugar, Sheila? — pregunto. Mis palabras logran hacerla saltar de su lugar, apenas se atreve a subir la cabeza cuando vuelvo a dirigirme a ella, interrumpiéndola — mírame cuando te estoy hablando — le ordeno. 

Sheila eleva la cabeza, sus ojos se clavan en los míos — usted es una de las líderes.

Mi ceño se frunce — ¿ves por aquí a Bellamy? 

— No, señora. 

— ¿A quién coño tienes delante?

— A la líder.

— Esa ropa, no es la que todos llevan aquí. ¿Por qué?

— Acababa de ducharme cuando me llamaron, señora, yo no... no supuse que me llamaría. 

— Pero supusiste exactamente el motivo por el que iba a llamarte, ¿no es así?

— No, señora... eso...

Acomodo a Ámber un poco mejor en mis brazos antes de interrumpirla — ve a cambiarte y vuelves. 

Sheila asiente, la veo salir a grandes zancadas de estas cuatro paredes. 

— Alice — la llamo, ella me mira enseguida — siéntate a comer. 

— Estoy bien, señora, gracias. 

— Come — le ordeno.

Ella me observa por un segundo, luego asiente y se sienta en la mesa en silencio mientras pongo a Ámber en otra de las sillas. 

— Come lo que quieras, cariño. 

— ¿Puedo comer eso de chocolate? — pregunta, señalando con sus dedos regordetes unas pastas cubiertas de chocolate.

— Lo que quieras — recalco, acariciando su cabeza. 

Sheila vuelve al cabo de algunos minutos, esta vez toca la puerta para entrar y espera hasta que decido responderle. 

— Pasa — musito. 

Sonrío al verla entrar vistiendo un atuendo negro igual que el de todas las demás integrantes. Ámber la mira con los ojos entrecerrados y gruñe, enseñando sus dientes. Parece un cachorro furioso. 

Por mi mente cruzan las innumerables ocasiones en las que mi madre me llamó «cachorrito», debo aclarar mi garganta y caminar hacia mi antigua posición, apoyando mi cuerpo en el centro de la mesa y observando a Sheila, quien vuelve a estar de rodillas en el suelo.

— Cuando dejé a Amber aquí — empiezo — ¿Cuáles fueron mis órdenes?

Alice observa a Sheila detenidamente y esta le devuelve el gesto.

— ¿Vas a responder tu, Alice?

— Cuidar de Amber — contesta.

Sheila sube y baja los hombros, empiezo a notar la tensión acumulándose en ella.

— Tráeme un diccionario, Sheila, hazme el favor. 

Ella vuelve a levantarse, se acerca hacia la estantería de este lugar y busca hasta dar con uno. Una vez lo tiene entre sus manos se acerca a entregármelo, al tomarlo, lo hago con la mayor rudeza posible. 

Por tercera vez espero a que esté arrodillada en el suelo. Una sonrisa cruza mis labios. Soy capaz de entender porqué a Alex le gustan las mujeres sumisas. 

Tomo una de las sillas cercanas a la mesa y la giro hacia Sheila para poder sentarme. Ámber, quien ha tomado mi gesto como una invitación y hasta el momento había permanecido comiendo dulces en la mesa, ahora camina hacia mí con petulancia. Una vez llega a mí, estira sus bracitos. Cuando la alzo, ella acomoda sus pies a un lado y empieza a moverlos mientras sigue comiendo la pasta que ha traído con ella desde la mesa. 

— Levántate — le ordeno.

Sheila obedece.

Arrojo el diccionario al suelo, a sus pies. Ella retrocede, algo asustada. 

— Busca la palabra cuidar — ordeno.

Sheila lo toma con cautela, abre el libro y pasa algunas páginas antes de encontrar lo que le pido.

— Asistir, guardar, conservar — lee.

— ¿Yo dije que fuera tratada como las demás?

Sheila niega.

— ¡¿Te pedí que le dijeras que había muerto?! — bramo.

Sheila vuelve a negar.

— Entonces quiero saber quién coño te dio esas putas ordenes.

— Nadie, señora — murmura.

— Nadie te dio esas órdenes. Dejé aquí a Amber para que la cuidaras. Doy una jodida orden. Y no se cumple.

Amber sonríe, enreda sus brazos en mi cuello y se apoya en mi hombro.

— Pero la hemos cuidado — protesta.

Un suspiro sale de mi boca, observo a Ámber y ella me mira. 

— Amber, ¿consideras que han cuidado bien de ti?

Ella niega, moviendo sus rizos de un lado a otro.

— Mira por donde, ella no piensa lo mismo.

— Con el debido respeto, señora, pero Amber es una niña caprichosa.

Sonrío — al suelo — ordeno.

No realmente porque quisiera. Si no porque se que es algo que he hecho con anterioridad.

Sheila se arrodilla y pega su frente en el suelo.

— Debería matarte — empiezo, recibiendo sus primeras súplicas — cállate mujer, no lo haré.

— Alice, prepara una habitación, voy a quedarme hoy. Y trae el informe que te pedí cuanto antes.

Sheila sigue en el suelo. Levanta la cabeza solo al notar mis pies a escasos centímetros de su cara.

— Sal de mi vista, y no vuelvas a aparecerte delante de mí.

Sheila asiente y sale casi corriendo.

Amber, colgada de mi hombro, le saca la lengua cuando se va. Bjorn se reúne conmigo en ese momento.

— Mañana va a haber un jodido ejército buscando... — el calla.

Yo lo miro. Alex va a estar hecho una furia. Pero siento la necesidad de quedarme con esta niña.

— Alex está acostumbrado a mis escapadas.

— Me cortará el cuello y colgará mi cabeza en alguna de las vallas. Estoy seguro. Y usted quiere quedarse aquí sabiendo eso.

— Qué exagerado eres. 

Amber es inquieta y curiosa pero también educada e inteligente. La dejo de pie en una de las sillas cerca de la mesa llena de comida, ella aprovecha mi conversación con Bjorn para tomar un dulce en cada mano y le pega un mordisco a ambos antes de que me de cuenta.

— ¿Mamá te has tomado el suero de la verdad? — demanda, sujetando en alto la caja de madera que dejé sobre la mesa.

— Dame eso, Ámber. Y no hables mientras comes — le pido, guardándome la caja en el bolsillo de mi pantalón y cargándola en brazos de nuevo para evitar que siga tomando dulces.

— Vale — acepta ella, aún con la boca llena.

Me siento en la silla del escritorio y la veo comer en silencio. Bjorn me sigue, repitiendo la misma cantaleta de siempre. Ámber canturrea una canción y sigue comiendo, ajena al resto del mundo. De tanto en tanto, se pone a criticar a una niña llamada Alexis, pero nada más.

— ¿Ya viste a Bellamy, mamá? — demanda tras mi ardua batalla con Bjorn sobre volver a casa.

Tanto Bjorn como yo nos quedamos mirándola.

— ¿Conoces a Bellamy?

— Sí, pero da miedo— asegura, moviendo la cabeza afirmativamente. 

— ¿Y yo, no te doy miedo?

Ella niega — no mamá, tú eres mi mamá. No puedes darme miedo.

Asiento. Tiene lógica.

Tampoco tenía miedo de mi madre a su edad pese a las locuras que le hacía a Jensen.

La puerta chirría y Alice entra con la cabeza agachada. Ámber salta de mis brazos aprovechando mi atención en Alice. La veo correr hasta la mesa pero pierdo mis ganas de seguir insistiendo acerca de no comer más dulces.

— Señora, la habitación está lista y el informe está en proceso.

— Bien. Vamos, Amber.

Ella toma un pastelito más y me sigue. Por el rabillo del ojo y mientras Alice se disculpa por la tardanza, la veo ofrecerle la mitad a Bjorn. El tiene que aceptar y comérselo pese a que lo único dulce que le gusta son las natillas.

Siempre ha sido débil a los niños.

🥀🥀🥀

— Mami, ¿Me das un baño en el estanque?

Esas palabras pudieron llevarnos a un momento relajante para volver a conocernos. Un baño hubiera sido un momento bonito. Sobretodo estando en un lugar lleno de estanques de agua cristalinos en medio de piscinas naturales de piedra formadas por el agua subterránea. El lugar es agradable. El agua mantiene una temperatura tibia y Alice ha sacado a todo el mundo de aquí solo para nosotras.

Pero al sacarle la ropa a Ámber lo único que he descubierto han sido marcas y moratones que no deberían estar marcados en una niña de siete años. 

Mis ojos van directamente a Alice, quien se ha mantenido cerca de nosotras todo el tiempo. La veo nerviosa, sus ojos están llenos de lágrimas que no se atreve a derramar. 

— ¿Mamá?

— Dónde te has hecho esto — inquiero, tomando de los hombros a Ámber. 

— Este fue Alexis — dice, señalando un par de moratones en sus piernas — aquí fue Sheila — sigue explicando, apuntando a un conjunto de moratones provocado por un fuerte agarre — fue cuando me llevo a la jaula de castigo. 

Jaula, la mención de esa palabra me pone nerviosa. Por un momento vislumbro un lugar oscuro, húmedo y lúgubre pero pronto soy arrastrada hacia la realidad gracias a la voz de Ámber.

— ¿Mamá? — pregunta Ámber, sus ojos están llenos de curiosidad, los míos cargados de rabia.

— Vas a contarle a mamá todo lo que ha pasado desde que me fui, ¿está claro?

— Está claro — acepta jugando con sus pies. 

Tras recibir su aceptación, pongo mi atención en Alice — tu también vas a contarme qué ha estado pasando aquí. 

🥀🥀🥀

La cruz, un látigo y sal.

Solo he pedido esos tres objetos. Dos hombres de aspecto fuerte han arrastrado hasta aquí a Sheila. 

— Atadla — ordeno. 

No soy yo en este momento quien espera pacientemente a tener a su merced a Sheila. Estamos en una de las jaulas de castigo que ha decidido imponer, jaulas que en su momento creé para la detención de futuros enemigos. 

— Hay algo que debiste tener en cuenta si querías sobrevivir a este día — explico. 

Sheila respira con fuerza al estar atada de brazos y piernas a una enorme cruz de madera clavada en este lugar. Nunca en mi vida creí que tendría miedo de mí misma. Al parecer mi antigua yo poseía un extraño placer por las torturas. 

— Señora... 

— Deberías haber evitado mi regreso. Así no tendrías que morir. 

Los hombres cierran la celda detrás de mí una vez aseguran las esposas de Sheila. 

No le doy tiempo a procesar lo sucedido. El primer golpe con el látigo cruza su abdomen, corta la tela de su camisón de dormir y le arranca un quejido. Se nota su participación como un miembro activo de esta organización. 

Vuelvo a golpearla, esta vez del otro lado, dejando una «X» gravada en su estómago. La sangre empieza a escurrir por su piel, pero eso no me detiene. Castigarlas sin comida, dobles turnos para Alice realizando un trabajo cuyas funciones no tienen nada que ver con sus responsabilidades aquí. Y los golpes, eso es lo peor. 

— Voy a enseñarte cómo tienes que torturar a alguien, Sheila. 

— Cuando Bellamy venga...

— Cuando Bella vuelva, le haré lo mismo si decide abrir la boca con respecto a ti. 

Chasqueo el látigo contra el suelo antes de golpearla con él, un par de veces. Sus gritos son música para mis oídos. El dolor que siente no es nada comparado a las lágrimas de Ámber al contarme el infierno transcurrido aquí en mi ausencia. 

Voy a matarla. 

Sigo tomando el látigo con mis manos, la cantidad de sangre cayendo en el piso no acaba de satisfacerme. Debo recurrir al siguiente juego. Tomo un cuchillo entre mis manos y camino hacia Sheila. Ella se mantiene llorando, en su cara han caído algunos golpes del látigo cuyos estragos se ven reflejados en un ojo hinchado y un labio partido. 

Tomo su mentón con una mano y dejo una línea desde su ojo hasta su labio, una gota densa de sangre cae hacia el suelo. 

— ¡Sheila! — la voz de una niña distrae mi atención. 

Al girarme puedo ver a la descripción exacta dada por Ámber de la niña molesta cuyos modales hace falta cambiar. 

— Tu hermana, imagino. 

— Señora — Alice aparece al lado de la mocosa, se ve algo apenada. 

— ¡Tú, ¿qué estás esperando? ¡Abre la celda! ¿Cómo te atreves a tocar a mi hermana?

Ruedo los ojos pero le indico a Alice que proceda. Una vez la jaula se abre ella corre hacia su hermana mayor e intenta desatarla. La mirada de pánico en el rostro de Sheila se hace notar, el chillido llega segundos más tarde, cuando golpeo la espalda de la cría con mi látigo. 

Ella se gira, lloriqueando, me mira llena de miedo y confusión. Llego a la mocosa bastante rápido, tomo su mentón entre mis manos y la obligo a mirarme. 

— No importa qué o quién seas, atrévete a pensar mal sobre Ámber. Cortaré tu lengua y le obligaré a tu hermana a comérsela, ¿queda claro?

La cría asiente aún con lágrimas en los ojos. Solo ha sido un golpe, pero le dejará una cicatriz. 

— Chicos, sacadlas de aquí a las dos ahora mismo. No quiero volver a verlas en mi vida. Ya no son parte del círculo, ninguna de las dos. 

— Sí, señora.

Camino fuera de la zona de jaulas y me quedo de pie en medio de algún pasillo. Todos me parecen iguales.

— Señora... — Alice me sigue de cerca. 

— Todo está bien, vete a dormir.

— Gracias — susurra a mis espaldas. 

Si Ámber me viera así, llena de sangre, furiosa y capaz de golpear a una cría... me pregunto si seguiría considerándome su madre. 

Observo mis manos manchadas de sangre. Mi ropa apesta a hierro reseco y tengo los brazos agarrotados tras varias horas de azotar a Sheila. Cierro mi mano en un puño y suspiro. Me creía una persona diferente, este lado nuevo en mí es demasiado oscuro.

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