DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proc...

By IsabeleGPedroso

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Dieciséis años, hermosa y con ciertas habilidades especiales, inexplicables para ella misma. Ella, la cual nu... More

Bilogía de Megana
L'inizio
Viaggio a Londra
Mia suocera e i suoi pensieri
I
II
III
Dieciseis primaveras
I
Decisioni sbagliate
I
II
III
IV
V
VI
Piacere...
I
II
III
IV
V
Benvenuta
I
II
III
IV
Ciao
I
Il mio strambo
I
¡Bambina insolente!
I
II
¿Cosa rispondi?
I
II
III
IV
V
VI
VIII
Per te mi sposerò
I
II
III
IV
V
Ricordi del passato e piani futuri
I
II
III
IV
V
Inizia il conto alla rovescia
Dieci
I
II
III
IV
V
Nove
I
II
III
IV
V
Otto
I
II
III
Sette
I
II
III
Sei
Cinque
Quattro
Tre
Due
I
II
Uno
Uno e settantacinque
Uno e mezzo
0!! Mi sa che sei in anticipo
La forza dell'amore
I
II
III
IV
Philip è assente
I
II Jissella
III
IV
V
VI
Insieme per sempre
I
II
Per sempre

VII

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By IsabeleGPedroso

Llevábamos poco más de tres minutos esperando a que el avión despegara. El camino al aeropuerto se me había hecho más corto de lo que recordaba y al llevar tan solo una maleta cada uno, no hubo problemas al facturarlas.
Fuera se veían los camiones que transportaban las maletas, los trabajadores con petos amarillos fluorescente, las enormes cristaleras del aeropuerto, otros aviones despegando, alguno aterrizando...
Miré por encima de los asientos lo lejos que quedaba el baño. Mi estómago se revolucionaba tan solo con saber que estaba en un avión. El olor, la sensación de claustrofobia por estar encerrada con tantas personas en un tubo de tal tamaño...

-Qué ocurre?- me preguntó Philip tomando mi mano. Lo miré algo incómoda.

-Creo que a nuestro pequeño tampoco le gustan los aviones- rio por lo bajo.

-Te pediré una botella de agua- dijo haciendo el intento de levantarse, pero lo detuve sosteniéndolo del brazo antes de apuntar con el dedo hacia la señal luminosa que indicaba que debíamos abrocharnos los cinturones de seguridad. A los pocos segundos, se escuchó hablar a una de las azafatas por megafonía dándonos la bienvenida.

-En breve ejecutaremos el despegue, por lo que le rogamos por favor, se mantengan sentados en todo momento y se abrochen los cinturones de seguridad...- hay que reconocer que la chica se lo tenía bien aprendido. Veinte minutos, lo que para ella era "en breve", fue lo que tardó en despegar el avión. Bien, pues tan sólo le sobraron cinco minutos para agradecer nuestra atención, después de darnos indicaciones y repetir lo mismo en dos o tres idiomas.

-Me vas a cortar la circulación- bromeó Philip. Estrechaba su mano entre mis dedos, con cada vez más fuerza conforme ascendíamos.

-No bromees, pensé que cada vez lo llevaría mejor- el avión se sacudió haciendo que me aferrarse a su brazo haciéndolo reír suavemente, entonces, por fin, nos estabilizamos. Las señales luminosas parpadeaban indicándonos que podíamos desabrochar nuestros cinturones -¿Sigue en pie esa botella?- pregunté suavizando la presión de mi agarre. Rio con dulzura antes de atraerme hacia él y besar mi cabeza.

-Si el avión cae, yo haré de paracaídas- reí. Cositas como aquella me ayudaban a distraerme.

-Ya me siento más segura- bromeé, provocando su risa. Desabrochó su cinturón.

-Ahora vengo- pellizcó mi mejilla con cuidado. Asentí con la cabeza. Vi como se alejaba por el pasillo y no pude evitar reír mientras giraba la cabeza hacia la pequeña ventanilla, al ver como las pasajeras más y menos jóvenes se le quedaban mirando.

Pegué la nariz al frío cristal. Debajo nuestra el paisaje se dividía. Comenzábamos a salir de Londres, por lo que las carreteras pasaban de estar entre edificios, para adentrarse entre los hermosos campos con distintos tonalidades de verdes y amarillos. Por otro lado, los rayos de sol comenzaban a pintar de ámbar el cielo, consiguiendo un cuadro precioso gracias a las cientos de nubes que nos rodeaban.

-¿Ha pedido una botella de agua?- sonreí sin necesidad de apartar la mirada del cristal.

-Buena memoria, retiro lo de que quiero hablar con su jefe- bromeé volviendo el rostro hacia él mientras se sentaba.

-Ten- desenroscó el tapón antes de darme la sudorosa botella.

-Gracias peque- besé su mejilla pero cuando estuve por retirarme para beber, rodeó con sus dedos mi mentón antes de robarme un beso, convirtiéndome en cómplice de robo.

-¿Cómo te encuentras?- me preguntó mientras tomaba varios tragos de agua.

-Mejor- dejé la botella a un lado antes de apoyarme en su hombro.

-Nos hemos levantado muy temprano, ¿por qué no duermes?

-No estoy cansada, además, no me atrevo a bajar la guardia con tantas por aquí- reí internamente mientras me acomodaba.

-¿Tantas qué?- preguntó extrañado, haciéndome sonreír divertida.

-Rivales- aclaré -Que haya podido ver mientras te alejabas, a toda mayor de quince se le iban los ojos por mirarte y bueno...- saludé a una rubia de ojos azules que se sentaba en la fila contigua, dos asientos más adelante. Su asiento daba justo al pasillo y no le quitaba la mirada de encima a Philip -La rubita no te quita ojo.

Philip la miró antes de volver a mirarme y reírse.

-¿Y la saludas?- dijo divertido.

-Es ella la que debería estar avergonzada… Ya podría cortarse un poco.

"¿Qué le ha dicho esta, que se ha reído de mí? Lo que no sabe es que como baje la guardia se lo robo"- pensó la chica riendo internamente.

Era guapa, bastante la verdad, pero perdía todo en personalidad.

-¿Celosilla?- se burló Philip.

-Uuy... ¿Yo? ¿Celosa? Al loro lo celosa que estoy- dije antes de besarlo, provocando su risa, la que no me impidió que siguiera deleitándome con la suavidad de sus labios. Si en principio aquel beso había sido algo así como un pequeño castigo para la rubia, terminé por olvidarme de ella... Siempre terminaba olvidándome del mundo cada vez que aquellos labios me besaban.

"Otro tonto enamorado"- pensó la rubia una vez más con la misma arrogancia.

Philip apoyaba su mano en mi mejilla con delicadeza mientras me miraba. Supongo que eso era lo que le fastidiaba a la chica.

-Sabes que tan solo tengo ojos para ti, niña celosa- besó mi nariz. Reí una vez más. Definitivamente mis motes eran cada vez mejores.

-Más te vale, chico imán- frunció el ceño con gesto divertido.

No se me dan bien los motes- pensé mientras reía por la expresión de mi chico.

-¿Y ahora de qué te ríes, loca?- rio conmigo.

-Nada- besé ahora yo su nariz.

-Aah... Tengo algo para ti- sacó del bolsillo de su sudadera un pequeño sobre de textura estriada en color plateado.

-¿Y esto?- lo tomé antes de agitarlo junto a mi oreja para adivinar su contenido. Una cadenita rozó con el grueso papel desde el interior. Lo abrí con cuidado de no romper el sobre.

-Ouh bebé- dije dejando el sobre sobre mis piernas, para sostener con ambas manos la doble cadena. Era una esclava de dos cadenas de un brillo plateresco pulcro, tan finas que daba miedo hacer un mal gesto con ella entre mis dedos. Una de las dos pequeñas plaquitas, tenía una inscripción. En la primera no ponía nada mientras en la segunda rezaba "Philip". Rocé la primera con el pulgar.

-Ahí irá el nombre del o la peque- dijo leyendo mi mente.

-Es preciosa- dije acariciando una vez más la pequeña plaquita lisa.

-Cuando lleguemos a tu casa recuérdame enseñarte la que tengo pa...- lo interrumpí con un beso.

-Que quede claro algo, peque, mi casa también es tu casa- sonrió. Por un momento caí en algo que me borró la sonrisa.

-Eey, ¿qué ocurre?- acarició mi mejilla.

-Mientras te decía eso, no se por qué me hacía a la idea de que mis padres seguían juntos y vivíamos en la casa en la que yo me había criado- besó mi frente -Pero bueno... Nos quedaremos con mi padre.

-¿Quieren algo?- preguntó una de las azafatas, que empujaba un carrito. Philip me miró esperando mi respuesta. Negué con la cabeza.

-No gracias- la mujer sonrió con amabilidad antes de seguir su camino.

-Aah... No me has dejado enseñarte la mía- dijo Philip remangándose para enseñarme su pulsera. Era similar a la mía, sólo que las cadenas no eran tan finas, más bien eran de cadena gruesa. Le quedaba muy bien.

-¿Qué pone?- dije cogiendo su mano, antes de acercarla a mí rostro -Megana- leí en voz baja. La otra no tenía nada inscrito.

-También pondré el nombre del peque en la otra- le sonreí una vez más.

-Se me olvidaba... Antes te interrumpí. ¿Qué tenía que recordarte?- sonrió mientras se colocaba bien la manga de la sudadera, consiguiendo tapar nuevamente la bonita pulsera.

-Enseñarte la pulsera del pequeño, la tengo en la maleta junto con otros regalos- reí.

-Si que te debe hacer ilusión lo de ser padre como para que empieces a comprarle regalos desde ya- me miró entrecerrando los ojos.

-Son para ti, tonta- reí avergonzada.

-Aah vale... Espera, ¿regalos por qué?

-Uno es porque dentro de poco hacemos ocho meses y otro simplemente porque cada día te quiero más- noté el leve calor subiendo a mis mejillas -Por cierto- tomó mi mentón entre sus dedos una vez más -Que sepas que si que me hace mucha ilusión lo de ser padre y más siendo tú la madre de nuestro pequeño- el calor ahora era desértico, me sentía los latidos del corazón en las mejillas... Rio.

-Esto de que me tengas hecha un tomate no cada mucho, se tiene que acabar- dije mirándolo con los ojos entrecerrados. Su risa me alegró. Me encantaba el toque infantil que escondía.

Fuera ya como único paisaje tenía tanto un mar de nubes, por el cual nos movíamos sin necesidad de bracear, como el propio mar bajo nosotros, reflejando la luz del sol cada vez más cercano al horizonte. Mi mente comenzó a dar más y más vueltas. Inconscientemente suspiré.

-¿Qué te preocupa?- lo miré. Era increíble que nunca se cansase de estar pendiente a mí.

-Mis padres... O más bien mi padre...

-Cuéntame- cogió mi mano haciéndome sonreír -Seré tu psicólogo- tuve que reír.

-Me vale con esto que haces- le dije antes de besar su mejilla con total delicadeza, consiguiendo sacarle una de sus más bellas sonrisas. Me dio un beso fugaz en los labios.

-Aún así me gustaría que sueltes todo lo que te preocupe- mi sonrisa ahora contenía un punto triste o preocupado. No sabría decir. Frotó mis manos entre las suyas.

-Seguro que mis padres te aceptan sin problemas, lo que me da más miedo es el embarazo... Estoy indecisa entre si decírselo o no a los dos...- su frente se pobló de arrugas.

-¿Se lo vas a ocultar?

-No sé... Mi madre es tan cerrada de mente que es capaz de intentar obligarme a abortar, al fin y al cabo sigo siendo menor… Y mi padre... Me da tristeza más que todo...

-¿Tristeza por qué?

-Él me ha apoyado siempre con todo, siempre me ha mimado con la única condición de que llegue hasta el final, de que cumpla mis sueños... "Sé que no me decepcionarás", esa era su frase favorita- dije clavando la mirada en mis rodillas. A Philip le invadió el sentimiento de culpa al pensar que yo estaba en aquella situación por él, cosa que no era del todo cierto, yo había dicho la última palabra -Pero pensándolo bien- dije tomando su rostro entre mis manos encontrándome con aquellos hermosos discos achocolatados -Por lo mismo me lo tendría que perdonar- frunció el ceño una vez más -Ahora tengo dos grandes sueños que llevaré a cabo. Uno se llama Philip y el otro todavía está por llegar- sonrió con ternura.

-Tú llevas siendo mi proyecto desde hace mucho y ahora estás creando otro al que le dedicaré todo el tiempo que me sea posible- dijo acariciando mi vientre. Lo besé una vez más.

Hay que decir que el viaje estuvo entretenido. La rubia seguía sin quitarle el ojo a Philip y sus ridículos intentos de arrebatármelo me hicieron más ameno el paso del tiempo. Philip se reía cada poco, diciéndome que era mala persona por divertirme a costa de la chica, pero era normal. Si Philip se levantaba ella iba detrás, chocaba con él, le pedía ayuda para bajar el equipaje de mano...

Las luces comenzaron a atenuarse conforme la noche iba rodeando el avión en el exterior. Las pequeñas pantallas colocadas en los espaldares de los asientos, era lo que más destacaba en la ligera penumbra.

-¿Podría traerme una manta?- oí que decía Philip una de las veces que cabeceé y que más tiempo duré con los ojos cerrados. Habíamos madrugado para ocuparnos de los últimos preparativos a pesar de que el vuelo era por la tarde y estaba que no me tenía en pie.

-Enseguida. ¿Le traigo otra para usted?- sentí el movimiento de su negación.

-Parezco una viejita- froté mis ojos. Sonó otra de sus hermosas risas guturales.

-Nos hemos levantado muy temprano- justificó acariciando mi mejilla, antes de besar mi cabeza aún apoyada sobre su hombro.

-Aquí tiene señor- susurró la azafata. La miré costosamente sin querer moverme, a lo que ella me sonrió con amabilidad -¿Se les ofrece algo más?

-No, gracias- dijo Philip antes de que la mujer nos sonriera una última vez y se marchara -Descansa sin preocuparte de nada- me dijo mientras me tapaba con la fina manta -Yo te cuido- sonreí con aquello último.

-Sé que lo harás- dije con los ojos prácticamente cerrados.

Tuve una pesadilla horrorosa. El sueño que había tenido uno o dos días atrás, se repetía. Yo desde la distancia, mirándome a mi misma con mi pequeño en brazos, bajo un árbol, "yo" comenzaba a llorar sin saber por qué y le pedía perdón a mi pequeño cuando él me tocaba la mejilla con su manita. La última vez Lilian al tirar algo al suelo, me despertó, pero esta vez sí hubo una continuación y la odié.
De repente, por fin yo ocupaba mi lugar original con mi hijo en brazos, aún así seguía sin poder ver su rostro. Todo a nuestro alrededor cambiaba para transportarnos al interior de un avión. Mi hijo y yo seguíamos solos, no había nadie. De repente el avión hizo un movimiento brusco. Lo peor llegó a continuación. El avión caía en picado, yo no podía sujetarme bien al tener a mi hijo en brazos y por nada lo soltaría. El avión se partió en dos y nosotros estuvimos a punto de caer de no ser por un hombre, también sin rostro.

-Eei nena, estoy aquí, tranquila- las caricias de Philip me ayudaron a volver al mundo real. Sus dedos resbalaban sobre mis mejillas, por lo que supe que estaba llorando.

-Dios, que angustia, quiero bajarme ya- le estreché la cintura con fuerza en un abrazo, provocando su risa y que la manta que aún me tapaba cayera al suelo.

-Pero quiero bajar vivo, así que afloja- dijo riendo. Reí mientras suavizaba mi agarre, pero sin separarme de él. Besó mi cabeza.

- Ya no faltará más de un cuarto de hora- dijo limpiando mis mejillas aún húmedas y acariciándolas una y otra vez con el pulgar -De mientras, ¿por qué no me cuentas qué te preocupa? Llevas dos días teniendo pesadillas y según tú y por lo que he podido ver, yo formo parte de ellas.

-¿Cómo que por lo que has podido ver?- dije apartándome y limpiándome las mejillas una vez más para asegurarme de que no quedase rastro de mis lágrimas.

-Me estabas llamando en sueños- cogió la manta y me la puso sobre las rodillas.

-Pues es al contrario, tengo la necesidad de tenerte pero nunca estás... Creo que esa es la verdadera pesadilla- rio por lo bajo antes de tomar mi rostro entre sus dedos.

-Pues aún no he preparado mi fuga, así que puedes estar tranquila- dijo sonriendo antes de acercar su rostro al mío.

-Tonto- dije riendo al ponerle la manta en frente para que sus labios la besaran a ella y no a mí.

-A sus servicios- dijo apartando la manta, para luego con un rápido movimiento robarme un beso. Adoraba cada vez que se esforzaba en hacerme sonreír.
Cada vez que me ocurría algo, le daba lo mismo hacer el tonto con tal de sacarme una sonrisa.

-Te quiero- dije acariciando su mejilla cuando aún no nos separaban ni dos centímetros.

-Te guardo el secreto pero solo si tú me guardas otro- dijo acercándose a mi oído para luego susurrarme -Te amo- lo abracé.

-Señores pasajeros, en breve ejecutaremos el aterrizaje. Rogamos vuelvan a sus asientos y abrochen sus cinturones de seguridad. Gracias- la mujer lo repitió en varios idiomas.

-Bendito seas Dios, si existes- Philip rio por mi comentario. Ambos nos abrochamos los cinturones.

-¿Cómo se ha portado la chica?- pregunté mientras doblaba la manta, para luego dejarla en el reposabrazos del asiento.

-¿Qué? Ah- dijo cayendo en la cuenta entre risas -Regular, se acercó mientras dormías y me pidió el número de teléfono- entrecerré los ojos antes de mirarla y encontrarme con su mirada. Por una vez hizo lo más sensato y miró hacia delante esquivando mi mirada. Oí la risa de Philip.

-¿Y tú de qué te ríes?- dije, riendo yo también. No lo dejé responder -Perdone, ¿podría dejarme una hoja y un papel?- le dije al chico que pasaba por nuestro lado empujando el carrito en el que iba colocando los platos y vasos que iba retirando a los pasajeros antes del aterrizaje.

-¿Perdone?- me dijo el joven, deteniéndose para mirarme.

-¿Que si me podría dejar un bolígrafo y una servilleta- le sonreí con amabilidad.

-¡Oh, claro!- dijo sonriendo alegremente, antes de sacar del bolsillo de su camisa un boli y antes de coger una servilleta de la parte baja del carro y entregarme ambas cosas -Luego estaré junto a la puerta tras el aterrizaje- asentí.

-Gracias.

Pronto la azafata nos agradecía haber viajado con ellos y nos deseaba una buena estancia en Roma.

-¿No irás a hacerlo de verdad no?- preguntaba Philip con voz divertida mientras caminábamos por el largo pasillo del avión.

-Si tan solo le hago un favor- dije con voz de niña inocente, a lo que él me dio un pequeño empujón que terminó en desastre. Tanto yo como el hombre al que empujé por la pérdida de equilibrio, a punto estuvimos de caernos en uno de los asientos de la otra fila. Tuvimos suerte de que el hombre, además de tener reflejos, fuese simpático y se riese con nosotros.

-Ten y muchas gracias- le dije al chico que me había dejado el bolígrafo, el cual me sonrió con total sinceridad mientras se despedía de nosotros. Mientras que sus compañeros también colocados en dos filas formando un pasillo, sonreían más bien por poderse librar de todos nosotros.

-Meg no seas mala- estábamos esperando en la puerta ya dentro del aeropuerto a que saliera nuestra vecina de viaje.

-Tan solo quiero ver su cara y ver si será capaz de utilizarlo.

-Chalada- ambos reímos.

-¡A mira! ¡Ahí viene!- dije alzando el volumen de voz para que me escuchara. Al verme y oírme se extrañó completamente y miró a su amiga.

-¿Por qué me esperas?- preguntó, por segunda vez intimidada.

-Nada, es que un pajarito me ha dicho que querías el número de teléfono de mi chico y bueno, yo como buena samaritana te lo doy- dije entregándole la servilleta -¡Que no se te pierda eeh!- le guiñé un ojo antes de volverme hacia Philip que estaba entre avergonzado y divertido -Ya nos podemos ir- dije divertida.

Fuera la noche era cálida, cientos de coches pasaban de un lado a otro, taxis, personas, personas ofreciendo sus taxis...

-¿Le apetece llegar al hotel y luego salir a cenar algo, bella dama?- me preguntó Philip echándome el brazo por encima de los hombros.

-Todo con tal de disfrutar de Roma contigo, pero tengo que localizar a mis padres- sonrió antes de darme un beso en la mejilla.

-Esta noche es de nosotros tres, ya mañana seremos cinco- dijo sacándome con maestría otra sonrisa.

Ambos mirábamos por la ventana del taxi. Llevábamos poco fuera, pero aquello ya se comenzaba a echar en falta.

-No la recordaba tan bonita- dijo Philip tomando mi mano, lo que por algún motivo provocó un mariposeo en mi vientre. Lo miré. La luz de las farolas iluminaba parte de su rostro por momentos, haciendo posible que viese su hermosa mirada.

-La echaba de menos- dije recordando aquellos siete meses a su lado, casi ocho y de los que, de la mayoría, Roma había sido testigo.

-Ven aquí- me dijo tirando de mí con cuidado. Me acerqué a él hasta apoyarme en su hombro y él rodearme con el brazo -Me gustaría que naciera aquí, donde sus padres se conocieron- dijo apoyando su mejilla en mi cabeza. Sonreí.

-Y a mí, pero para eso tendríamos que quedarnos aquí desde ya, más tarde no podré coger un avión, ya escuchaste al doctor- dije acomodándome entre sus brazos y pudiendo así y con el movimiento, oler su dulce aroma.

-Bueno, ¿y qué problema hay?- preguntó estrechando su abrazo alrededor de mi cuerpo. Me encogí de hombros.

-Creí que querrías seguir allí con tu familia.

-Ya los visitaremos cuando el pequeño nazca y crezca un poco- sus palabras eran incapaces de no sacarme una sonrisa.

-Lo que quieras peque.

-Los dos formaremos la familia, ¿no? Así que tú también tienes que decidir.

-Una familia- repetí mientras me apartaba un poco para mirarlo a los ojos.

-Sí, una familia- dijo sonriendo antes de besar mi nariz.

-Me encanta la idea.

-Pues a mí que tú y nuestro peque forméis parte de ella- no tardé en besarlo. ¿Qué mínimo?

-Ya hemos llegado- dijo el taxista mientras aminoraba la velocidad, antes de detenerse frente al gran hotel.

-Te quejas de que tu madre tiene gustos caros, pero tú...- dije mirando la gran y luminosa construcción. Rio.

-Sabes que aquí todo es así- dijo abriendo la puerta. Me deslicé para salir por la misma.

-Menuda excusa- dije mientras salía. Philip le pagó al hombre que dejó nuestras maletas sobre la acera antes de despedirse y marcharse.

-No son excusas- dijo con voz divertida mientras guardaba la cartera en el bolsillo de su sudadera.

-Ah, ¿no? Y qué pasa con la parte menos céntrica de Roma, ahí todo es más humilde y barato- dije rodeando su cadera con mis brazos.

-Ahí me has pillado- dijo riendo mientras rodeaba mi cintura.

-Ya lo sé- me puse de puntillas para robarle un rápido beso, a lo que él sonrió tontamente.

-Además de robarme el corazón, ¿también me robas los besos? Eres una ladrona de cuidado- reí.

-Pues chi- bromeé rodeando ahora su cuello, para luego besarlo nuevamente. Me encantaba el cosquilleo que invadía cada rincón de mi cuerpo cada vez que... Cada vez que tan solo me rozaba. Era como una demostración de que lo tenía a él, de que quería a alguien, me hacía sentirme un bichito minúsculo, por lo grande que él me quedaba, pero viva.

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