Amarte en silencio (Completa)

By SarahyBV

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Te amo desde que tengo memoria.Te amo desde que éramos niños. Mientras yo te he amado tanto, tú no me ves.Yo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 44
Capítulo 45
Epílogo
Jardín de Niños.
Nota de la autora
Agradecimientos.
EXTRA #1
EXTRA #2

Capítulo 43

40 16 10
By SarahyBV


Frunce el ceño algo extrañado por mi pregunta.

— Sí. Para el personal. — eso lo supuse, todos los bancos deben tener una.

— ¿Podemos salir por ahí? Por la puerta principal no voy a poder evitar llamar demasiado la atención con estas bolsas y... no quiero que me roben, sabe usted que ya a la delincuencia no les interesa ni siquiera la edad.

— Como quiera, señorita Wood. Tiene toda la razón. Puedo poner a dos personas con sus bolsas y que los guardias de seguridad la acompañen para supervisarlo todo. Si es tan amable de seguirme.

— Quisiera pedirle otro favor, si no le parece mucho.

— Lo que necesite.

En menos de dos minutos los señores de traje y yo salimos a la calle y nos dirigimos al extraño coche que aparcó en el callejón de enfrente. Entonces veo otra bestia igual a la que yo me llevé.

¡Mierda, Neil está aquí!

Con suerte salgo sin que me vea. Las ventanillas tienen los cristales tintados y no puedo distinguir quién conduce, esto parece una película de agentes. Cuando nos acercamos, la puerta del conductor se abre y un joven sale vestido de negro con un abrigo al igual que yo, también negro, tiene capucha.

Sale ágilmente del vehículo. ¡Es Henry, el pelirrojo! Pero ¿qué demonios...? Rodea el auto y abre el maletero. Los dos hombres trajeados del banco que llevan el dinero meten las pesadas bolsas en la parte de atrás, uno de ellos sospechando. Joder. ¿Tan mal actúo que todos se dan cuenta?

Debí leer un poquito más.

— Vamos Alondra. — todavía tiene la desvergüenza de sonreír ampliamente como si estuviéramos jugando a las atrapadas.

— Henry. — trato de que mi saludo sea lo más gélido posible — Me alegro de que cumplas lo que la tía Charlotte te pidió tan al pie de la letra.

¡Hipócrita, falso, traidor!

El señor Shawn carraspea.

— Bueno, ha sido una visita muy interesante. Espero todo salga bien para usted y su pareja, señorita Wood — dice este mientras marca un número con su móvil.

Me veo obligada a realizar aquello con lo que nos programan por educación, alzo la mano y le dedico una sonrisa ciertamente falsa ¿Henry? ¿Por qué está él involucrado con Jaqueline y William?

Shawn y sus trajeados vuelven al banco y me dejan sola con el pelirrojo traidor, que es cómplice de secuestro, un posible asesinato y seguramente algún otro delito.

¿Por qué hace esto?

¿Por qué?

Henry abre la puerta del acompañante de la parte de atrás y me indica que entre de forma ¿cariñosa? Este es un bipolar.

— Su teléfono, señorita Wood — me pide mientras me mira con cautela.

Se lo doy y él lo mete dentro de su abrigo, ok, eso es extraño.

— Eso hará que no te comuniques con tu noviecito — dice con aire de cierta alegría.

¿Qué le pasa a este chico? Henry cierra la puerta y sube al asiento del conductor. Miro nerviosamente hacia atrás, para buscar indicios de Neil. Él se incorpora al tráfico y se dirige a yo no se donde debido a que me cubre los ojos con una extraña tela negra.

— Henry, ya tienes el dinero. Llama a tu madre. Dile que suelte a Casey, por favor.

— Creo que ella quiere verte con más ansias que al dinero.

— ¿Por qué estás haciendo esto, Henry? Creía que habías dicho que Jaqueline no sería nunca tu madre, pensé que te vengarías de lo que le hicieron a Jinny.

— Alondra, realmente eres demasiado estúpida, a mí esa mocosa no me preocupa en absoluto. Si fuera por mí, ya estaría de vuelta en ese manicomio.

— Pero no puedes hacer esto. Esto no está bien. ¿Por qué entonces nos ayudaste?

— Que te calles de una vez, zorra. Lo hice solo porque la perra aquella me lo pidió, era tenderles una trampa. — me dice, pero noto en su voz que está algo rabioso.

— ¿Te está presionando de algún modo? — le pregunto.

La justa pregunta de oro de Anastasia Steele. Ojalá pudiese verle la cara, mis conclusiones serían más acertadas.

— He dicho que te calles de una jodida vez —repite— Y te sugiero que te pongas el cinturón y dejes de creerte la señorita Steele, Wood eso son solo libros, baja de las nubes. No obstante, mira a Dakota y mírate en un espejo. Nada más por ese punto ya estas mal.

En ese momento entiendo que así es, puede que me haya equivocado y esto sea lo último que pueda sentir antes de que todo acabe para mi vida. Él tiene algo horrible contra ella, ¿pero por qué ayudarle? No la soporta y aún así la ayuda. Me pregunto qué podrá ser.

¿Le habrá prometido dinero?

¿Lo amenaza con algo de su vida?

¿Será que le ofreció alguna gratificación sexual?

Me estremezco al pensarlo, él también, no, no, por favor. Eso quiere decir que también él quiere follarme. La bilis se me sube a la garganta del asco. Todos son unos cerdos.

Henry se aleja del centro de Londres y enfila hacia otra dirección que desconozco puesto que lo único que me asegura la salida de Londres es la tranquilidad en la carretera.

Consigo bajar un poco la tela negra, para poder ver después que estamos conduciendo por calles que me imagino ya no se conduce por ellas, están algo viejas, así como la zona. Veo los alrededores, es un antiguo almacén en ruinas.

De repente hace un giro brusco a la derecha hacia una calle desierta con un puerto ya inutilizado. Lo digo porque se ve que no le proporcionan mantenimiento desde hace tiempo, años, muchos. Se acerca a lo que podría haber sido un edificio que hace poco debieron demoler, flanqueado al fondo por una hilera de más de ellos, de ladrillos, aparentemente vacíos.

Parece película de terror, lo digo y lo repito. Henry entra en el lugar y se detiene delante del último de los edificios, que mirando ya de cerca son las ruinas de otro almacén.

Él se vuelve hacia mí.

— Hemos llegado a tu destino — susurra.

Se me eriza el vello y el miedo y la adrenalina me recorren el cuerpo. Bajó del auto y a regañadientes me tomó del brazo para sacarme, sin querer hacerme daño. ¿Este chico que tiene?

— ¿Su móvil? — aquella voz me hizo temblar.

¡William!

— En estos momentos debe de estar en el estómago de algún perro registrador de basura. — espetó impasible.

— Perfecto...

Henry apretó los puños con rabia. Debía relajarse si no quería irse encima de ese idiota antes de tiempo. Yo estaba consciente de que cuando cogiera al rubio gilipollas, cito un fragmento del Libro de Jade, como pensaría Caleb –iba a arrancarle el corazón, las uñas, los ojos, no sin antes haberle despellejado vivo– Exactamente eso, para que luego Neil lo hiciera sushi a él.

El ambiente se espesó hasta tal punto que era difícil respirar. Podía palparse el odio a gran escala que emanaba de los dos cuerpos, uno enfrente del otro, más aún cuando el imbécil me miró mordiéndose los labios. Ya somos tres llenos de odio.

Esto es por Casey. Esto es por Casey, repito en mi mente como si fuese un mantra. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté bien.

Mierda. Cuando bajo del todo los pies me tiemblan tanto como las piernas. No sé si voy a poder mantenerme en pie, siento como si se fuesen a volver líquidas. La brisa fresca del inicio de mañana me trae el olor del gélido invierno que ya casi está aquí y el aroma polvoriento y terroso de los edificios y almacenes abandonados, del cemento y todo lo que le acompaña.

Bastian, que era ligeramente más alto que Henry, salió del almacén en busca de algo. Al llegar nuevamente veo tres cuerpos que este tira en el suelo. Con el ceño fruncido Henry se acercó a los bultos ocultos en sacos. Eran personas pero ¿quiénes? ¿Aparte de Casey hay más gente?

Se agachó a inspeccionarlos. No parecía que estuviesen heridos. Parecían... parecían agotados. ¿Cómo era posible que hubiese más gente? Lo que vieron sus ojos lo asustaron. Los rostros eran conocidos, ¿de quiénes son? ¿Por qué no les veo?

De repente oigo pasos tras de mí. Una presencia alta y delgada. Me giré con cuidado, temerosa de hacer movimientos bruscos. Enfrente de mí, una mujer de nariz aguileña, un poco más alta que yo, pero más delgada y con cabellos ciertamente decolorados anteriormente rojizos, me miraba con gesto frío y divertido.

— ¿Cómo estás zorra? — dijo Jaqueline.

Henry abrió los ojos con consternación mientras que la bruja se cruzaba de brazos y le sonreía.

— Bueno, bueno... mira lo que tenemos por allí. — Jaqueline se acerca a Henry y comienza a tirar de los sacos para dejar ver los rostros de las personas que ahí estaban, dejándome totalmente horrorizada.

Eran Casey, Alan y ¿la tía Charlotte? Eso justifica el miedo en los ojos del pelirrojo. ¿Qué le importa a él la tía? ¿Por qué sentirse culpable ahora?

Ella viene caminando hacia mí despidiendo arrogancia y odio por todos los poros. El corazón empieza a latirme más rápido.

— ¿Por qué están Alan y la tía también? — balbuceo con la boca tan seca que casi no puedo pronunciar las palabras. Esto no va bien, así no sé que hacer.

— Lo primero es lo primero, zorra — responde la bruja sin escoba parándose delante de mí.

Su desprecio es más que evidente, a tal punto que destila veneno por todos lados.

— ¿El dinero?

Henry está comprobando las bolsas del maletero en lo que se demora mucho. Aparte de traidor, tonto.

— Aquí hay buena cantidad de billetes señora — dice asombrado abriendo y cerrando las cremalleras de las bolsas.

— ¿Y su teléfono?

— Lo tiró a la basura. — añadió William.

— Bien, así se hace. — contesta y sin previo aviso el rubio se vuelve hacia mí y me da un bofetón muy fuerte en la cara.

El golpe, fuerte e injustificado, me hace caer al suelo, entonces escucho los gritos de Casey. Consigo volver a mantenerme en pie.

— ¡Alondra! — grita mientras el gilipollas me vuelve a pegar.

Él me cogió del abrigo y me alzó a medio metro del suelo.

— ¿A dónde crees que vas?

— Por... por favor... deja libre... a los demás...

Este miró hacia mí, temblorosa y pálida de lo que no hay manera, agarrando sus muñecas con fuerza... casi a punto de llorar.

— Muy bien — sonrió chasqueando la lengua. — Si eso es lo que desea la dama...

Con una fuerza que me tomó desprevenida, me lanzó contra la pared más cercana a los tres espectadores. Se oyó de mi parte en aquel lugar un golpe seco, un hueso roto quizás y seguidamente un gemido de dolor.

Alan miró hacia donde me habían lanzado.

— ¡Eres una bestia! ¡Gilipollas! ¡Si acaso eres machito ven a meterte con alguien de tu tamaño! — rugía mi padre como si de una fiera se tratase.

Mi cabeza golpea contra el cemento con un sonido aterrador. El dolor estalla dentro de mi mente, los ojos se me llenan de lágrimas y se me emborrona la visión. Trato de levantarme pero no lo consigo.

La impresión por el impacto resuena en mi interior y desata un dolor insoportable que me late dentro del cráneo. William se dirige en dirección al hombre de cabellos cobrizos y ojos grises.

— Callate de una vez viejo. — entonces miró hacia mí — ¿Te duele ver a tu hija así?

El rostro de Alan cambia proporcionalmente de color. Empalideció de tiro.

— Oh, espera. ¿No sabías que era tu hija? — por ello miró a Jaqueline — Eres toda una dama de respetar. No solo le matas a la mocosa, sino que le haces creer que perdió a la niña. Definitivamente usted es digna de respeto.

— Sí, la estúpida esta salió igualita a la metiche de su madre. Tan irritante.

— ¡De mi madre te limpias la boca antes de hablar, sucia arpía. Bruja sin escoba! — le grito volviendo a levantarme.

— ¿A sí? — susurró mirando conscientemente al rubio depravado. — ¿Quién eres tú para decirme que hacer? Dime mocosa...

En un abrir y cerrar de ojos, William se abalanzó sobre mí. Me agarró de los hombros y me aprisionó contra el frío cemento de la pared. El golpe fue duro y no pude evitar ahogar otro gemido de dolor. Me dolía mucho la espalda, pero eso era lo de menos...

¿Iban a hacerle daño de verdad a los demás?

¿Me iban a matar?

— ¿Qué es lo que quieres maldita bruja? — pregunté con voz temblorosa.

William solo me agarró del pelo y con un tirón violento me obligó a echar la cabeza hacia atrás, me dolía todo. Grité como una niña. Un fuerte dolor me subía por toda la zona de el cuello. Seguramente me había dado un tirón muscular como antes, en alguna cuerda o yo que sé. Me siento tan mal que no puedo pensar.

Era un salvaje y yo después de haber estado a solas con él ya lo sabía a la perfección.

— Ssh... — susurró el cabrón a un centímetro de mi boca sin soltarme el pelo.

Qué bonito era. Y qué malo también. Inclinó la cabeza hacia mi cuello. Inspiré hondo mientras me daban ciertas convulsiones. Sí. Estaba aterrada, rellena en miedo y pánico puros. Con las manos trataba de empujarlo pero este solo se reía de manera burlona.

— No me toques, salvo que sea para suplicarme una buena follada... Perra — dijo él bajando la mirada a mis manos y apartándolas de un manotazo que me dejó una marca considerablemente notable.

Volvió a tirar de mi cabello. Le golpeé el pecho con fuerza.

— Suéltame, maldito hijo de put*, ¡cabrón! ¡Neil los tiene mejor puestos que tú!

— Cállate zorra — pegó todo su cuerpo al mío y con una sola mano me tomó de las muñecas y las pegó a la pared por encima de mi cabeza. — ¿Tienes miedo maldita put*? — me preguntó mirándole fijamente a los ojos de Alan — No puedes ayudarla, menudo padre resultaste ser. Antes no la tenías, ahora la tienes y verás entonces como me la tiro enfrente de tus narices sin que puedas hacer absolutamente nada. Ramera, eso es lo que es... una ramera.

— ¿Ramera? ¿Ramera? Ramera tu madre hijo de la gran...

— Alan... — susurró la tía Charlotte, por lo que veo debieron de haberla sacado del hospital a patadas ya que aún lleva la bata puesta.

— ¿Qué quieres de mi nani? — sollozo Casey viendo aquel espectáculo.

— ¿Qué quiero de ella? Déjame pensar mocosa... Haber mejor te lo muestro... — con la mano libre me acarició la garganta, justo como la otra vez, la clavícula y el canalillo de los pechos que se dejaba ver debido a que el abrigo me quedaba algo ajustado.

Alan apretó los labios que casi formaban una línea perfecta y sentí como los ojos de Casey se le humedecían del todo. Aparté la cara para tomar algo de aire, no entendía porqué me costaba tanto el respirar, ciertamente tenía unas náuseas horribles, seguramente por todo lo sucedido.

¿Cómo podía pasarme esto?

— ¡Saca tus sucias manos de mi hermana! — las palabras de Casey me hicieron sollozar.

¿Hermana? Me ha llamado hermana.

— Hay que ver lo buena que estás — con descaro me agarró el abrigo de tela fina y la desgarró, con todo y sujetador, hasta dejar mis pechos desnudos enteramente.

Dios que vergüenza.

— Esta ropa creo que ya estaba pasada de moda. No seas tan egoísta y enseñame un poco de lo que le das todas las noches al perro de tu novio. — tiró la tela al suelo con una sonrisa más que cínica.

— Ese perro es mucho más hombre que tú. No, eso es poco, él sí es un hombre... tú, solo eres la mierda que Neil pisa. — le escupí en la cara mientras intentaba forcejear con él.

Quería liberar mis muñecas pero me las agarraba tan fuerte que no dudaba que podría llegar a triturar mis huesos, o como mínimo a dejar muy buenos moretones.

William me miró de arriba abajo y sonrió con malicia, una sonrisa en cierto grado encerrando una buena cantidad de desorden mental. Incluso semidesnuda, tenía mi jodido atrevimiento y orgullo. Y hablando de esto último, Neil estaría muy orgulloso de mí.

— Alguien debe enseñarte modales, zorra. Se ve que la otra zorra no te enseñó muy bien. — añadió dirigiéndose a la tía Charlotte.

Alan palideció al escucharle decir aquello.

— ¿Cómo te atreves a dirigirte así hacia ella? ¡Aquí la única plasta de mierda que hay eres tú!

— Tú no te dirigirás así a mi persona — me dijo él al oído — No te lo permitiré perra. —se acercó nuevamente a mí — Pobrecita... me das hasta pena... — entonces empezó a embestirme con la ingle.

Un calor fulminante recorría todo su cuerpo, podía sentirlo y él recorrió con la mirada todo el mío, de la cabeza a la punta de los pies.

Sentía que su mirada me devoraba entera. Me sentía acorralada, avergonzada, asustada... Forcejeó y colocó una pierna entre las de él, para luego ascender la rodilla en un golpe seco y duro. Buena clase señorita Steele, debería ver que tan buena alumna soy.

El muy cabrón gritó y cayó de rodillas poniendo las dos manos sobre su entrepierna. Como la otra vez en su casa. ¡Toma ya! ¡Chupate esa! Entonces recuperando el aire me vuelve a lanzar esta vez contra el coche.

Dejo escapar un grito silencioso por el sufrimiento y el terror. Después él se acerca a mí y me da una patada rápida y rabiosa en las costillas que me deja sin aire en los pulmones por la fuerza del impacto. Cierro los ojos con fuerza para evitar las náuseas y el dolor y para intentar conseguir un poco de aire.

— ¡Esto es por las dos patadas que me has dado, zorra! — me grita William.

Levanto las piernas para hacerme una bolita miniatura, anticipando que vendría el siguiente golpe. No. No. No.

— ¡William! — chilla Henry— No hagas eso. ¡Que podría pasar algún constructor por aquí!

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