La asíntota del mal [#1] - ✔

By Jos13JR

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¡FINALISTA WATTYS 2022! Miranda Roux está por cumplir tres años de noviazgo con Hunter Armentrout. Sin embarg... More

Epígrafe
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Glosario

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By Jos13JR

Tras despertar, había pasado un buen rato en mi habitación, ordenando el desastre de la tarde anterior y guardando mis cuadernos de apuntes, lápices y papel que serían de utilidad en caso de que nuestra investigación resultara más exhaustiva de lo previsto.

Recibí en el transcurso varios mensajes de Hunter, en los que me indicaba que pronto estaría en casa y nos iríamos.

Hanna y Cliff nos acompañarían, desde luego.

Pero ellos llegarían por separado.

—¿Tan pronto te vas? —preguntó mamá.

—Sí, Hunter quedó en pasar por mí después del desayuno —fue mi respuesta.

—Ah, claro.

—Recuérdame a qué vas a la biblioteca con Hunter —quiso saber mi padre, haciendo su aparición desde la cocina.

—Pues a quemar los libros —dije irónicamente.

Mamá soltó una risita.

Papá, en cambio, me señaló con su taza en señal de advertencia. A él no le gustaba que yo hiciera ese tipo de comentarios, y no lo podía evitar. Sostenía en sus manos una humeante taza de café y en la otra, su eventual periódico del domingo. Su cuerpo compacto se plantó ante mí, su cabello mostraba matices blancos por la edad, pero sus ojos color avellana, igual que los míos, seguían intactos.

Papá trabaja en las oficinas municipales de Hillertown, su ocupación básicamente consiste en mantener el control de los proyectos que se ejecutan y también del presupuesto que tienen a disposición.

Mamá, por otra parte, posee un cuerpo estrecho y delgado, su cabello rubio corto encaja con su rostro ovalado. Heredé pocos rasgos físicos de ella, sin embargo, ser una mujer seria, decidida, independiente, responsable y amorosa, me inspiró a buscar mi propio concepto del mundo. Mamá trabaja como repostera en un restaurante, que ha ganado prestigio gracias a sus ideas.

Ella admite que no requiere esfuerzo, pero sí pasión y sobre todo, creatividad e innovación para complacer a los clientes.

—Ya me tengo que ir —me apresuré en decir.

Me acerqué a mamá y le di un abrazo, luego hice lo mismo con mi padre pero él lo prolongó más de la cuenta y, antes de soltarme finalmente, me dio un beso en la coronilla, de la misma manera que cuando yo era niña de cinco años.

—Cuídense mucho. Y recuerda estar aquí para la hora del almuerzo —concluyó mamá.

—Llámanos si necesitas algo. Ten, seguro se divertirán —papá me dio algo de dinero y como modo de agradecimiento, lo abracé de nuevo y le di un beso en la mejilla.

—Gracias. Nos vemos.

Atravesé el resto de la sala, deseando estar fuera, sentir la calidez de los rayos del sol y sentirme más relajada una vez que esté con Hunter y mis amigos. Mis padres se quedaron de pie frente a la puerta, mientras yo me alejaba y dejaba escapar un largo suspiro que me tenía el pecho apretado y lleno de angustias.

Debido a que la Biblioteca Sky estaba a unas varios kilómetros, Hunter tomaríamos el bus en la intersección, luego tardaríamos alrededor de veinte minutos en arribar. Además, teníamos que caminar unas cuadras extras, cruzar el Cementerio Stone y el Centro Comercial Ridge.

Nuestro recorrido estuvo tranquilo; Hunter se esforzaba en olvidar lo de su ojo. Esa mañana en particular, parecía más animado, incluso advertí que su mirada tenía más vida. Sin embargo, al cruzar la calle, me detuve en seco observando una mujer y...

—Me parece que es muy grande para ser un perro —le dije a Hunter.

—¿Cuál perro?

—Ese de ahí —al pie de los escalones, me giré para señalar con la mirada a la mujer y su mascota robusta, de un color oscuro como la obsidiana, que nos miraban fijamente. Pero ya no estaban.

—¿Segura era un perro? —preguntó Hunter, viendo a los lados.

Mi boca se movió para formar una respuesta, sin embargo, no ocurrió.

—Será mejor que nos apuremos.

Más aturdida que confundida, le dije a Hunter:

—Está bien.

Cuando entramos, Hanna y Cliff  ya nos estaban esperando.

Ellos eran pareja mucho antes de que Hunter y yo lo fuéramos también. Aun así, Hanna se convirtió en mi mejor amiga, casi como mi hermana. Cliff, por otra parte, se convirtió en el mejor amigo de Hunter.

Los cuatro nos volvimos inseparables.

—Me estaba preocupando. Creí que no vendrían —se levantaron de sus sillas e intercambiamos un rápido saludo, como era habitual en nosotros. Nos sentamos y dejé sobre la mesa mi mochila, no pesaba, desde luego, pero en verdad quería liberarme de ella en cuanto antes.

—Tonterías. Más vale tarde que nunca —dijo Hunter, haciendo un gesto filosófico.

—Miranda nos contó lo de tu ojo. ¿Cómo te sientes? —preguntó Hanna. Su cabello rojizo estaba recogido en una coleta que descansaba sobre uno de sus hombros—. ¿Hay mejora, al menos?

Estiré el brazo y tomé una de las manos de Hunter y le di un ligero apretón, como diciendo que confiara en nosotros.

—Se podría decir que sí. ¿Ustedes todavía notan el dorado o solo es producto de mi imaginación? —repuso Hunter, sacándose los lentes.

Hanna y Cliff se inclinaron hacia adelante, yo no me moví de mi lugar.

—Se ve… normal —dijo mi amiga, pero su rostro no reflejaba ninguna emoción.

—¿Qué tal tu noche? —preguntó Cliff, enarcando una ceja. Su cabello castaño lo traía corto esa mañana. Sus ojos oscuros se mostraban preocupados.

Hunter se cruzó de brazos.

—Pasable. Las gotas ayudan, igual que las pastillas. Lo malo es cuando empieza el dolor de cabeza. Se vuelve imparable —comentó, torciendo el gesto.

—¿En serio?

Hunter asintió, colocándose de nuevo sus lentes. Advertí que su mirada se volvió triste y sus ojos bicolores ausentes.

Sentía la superficie del sillón muy fría, como si hubiese sido expuesta a las temperaturas bajas de la noche anterior y las volvieron a posicionaron previo al horario de apertura de la inmensa biblioteca.

Cada rincón del complejo era antiguo, algunas paredes habían sido reparadas debido a la humedad en temporadas de fuertes lluvias, una parte del techo había sido arrancado y en su lugar dejaron una enorme cúpula de cristal que dejaba entrar luz natural.

Lo demás mantenía su estado original, casi como la fecha en la que las primeras familias se instalaron en Hillertown.

—¿Empezamos? —Hunter llenó sus pulmones de aire.

—¿Cómo vamos a trabajar? —inquirió Hanna, sacando sus cosas. Yo traté de imitarla, pero mis manos eran torpes y me costó mantener una coordinación más o menos decente.

—La investigación es en parejas —aclaró Cliff, como si tuviéramos problemas con la memoria.

—Lo sabemos, Albert Einstein. Pero, nos dividiremos los temas para redactar lo más pronto posible los ensayos —explicó Hunter.

—De acuerdo. Entonces tú y yo buscaremos en qué consistió la Época Colonial —dijo Cliff, haciendo gestos con sus manos—. Miranda, tú y Hanna se encargarán de buscar todo lo que tenga que ver con ciencia y tecnología durante la Época Colonial —asintió en nuestra dirección—. Un par de libros nos serán de ayuda. Lean todo lo que crean necesario y, cuando terminen, escriban las ideas más rescatables.

—Está bien. Hagámoslo.

Los chicos se internaron en los distintos estantes que estaban dispuestos en aquella sección.

La cantidad de libros en ellos era impresionante, incluso había tomos gruesos y otros delgados. Hanna y yo seguimos nuestra ruta, de acuerdo al orden alfabético, leyendo en voz baja los títulos de cada libro, en busca de una que tenga Época Colonial impresa en la portada.

Luego de media hora sin tener éxito, Hanna dejó escapar un suspiro.

—¿Por qué no buscamos en internet? Sería más fácil —masculló entre dientes—. Me rindo, en serio. Y lo peor es que apenas hemos encontrado un libro.

—Dos libros, de hecho —respondí, mostrándole mi flamante y tan esperado hallazgo. Lo que sostenía era una edición reciente de tapa dura.

—¡Bravo! ¿Crees que bastará con eso?

—Los chicos lo entenderán, supongo.

—¿Nos podemos ir ya? No soporto este lugar —colocó un ejemplar antiguo de nuevo en su sitio, haciendo un gesto de disgusto—. Tiene un olor feo. ¿No lo percibes?

Me giré hacia ella.

—A mí me agrada, en realidad. Su olor es una peculiaridad que tiene el poder de relajarme.

—Es normal, dado que a ti te agrada cualquier cosa —bromeó ella.

—Deberías hacer lo mismo —mustié.

Ella rio entre dientes.

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