powerful | harry potter (P...

By -otbstark

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P | ๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ธ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ง๐˜ถ๐˜ญ ๐˜ช๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ต ๐˜ด๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ต๐˜ฉ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ต๐˜ฉ๐˜ข๐˜ต ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ฆ EL MUNDO DE... More

โ–ฌโ–ฌ POWERFUL
โ–ฌโ–ฌ CAST
โ–ฌโ–ฌ PROLOGUE
โ–ฌโ–ฌ ACT I
โ”โ”โ” harry's letter
โ”โ”โ” diagon alley
โ”โ”โ” hogwarts
โ”โ”โ” divination classes
โ”โ”โ” the hippogriff
โ”โ”โ” the coward of malfoy
โ”โ”โ” dumbledore's office
โ”โ”โ” hogsmeade and sirius black.
โ”โ”โ” werewolfs
โ”โ”โ” the game of quidditch
โ”โ”โ”atenea and the tickles in her stomach
โ”โ”โ”hagrid.
โ”โ”โ”crystal ball
โ”โ”โ”fear and anguish
โ”โ”โ” sirius black, remus lupin and peter pettigrew
โ”โ”โ”atenea black
โ”โ”โ”strong hugs
questions and answers <3
โ–ฌโ–ฌ ๐€๐‚๐“ ๐Ÿ
โ”โ”โ”dad
โ”โ”โ”the quidditch world cup
โ”โ”โ”Death Eaters
โ”โ”โ” you scare me, potter
โ”โ”โ” the tournament of the three wizards
โ”โ”โ” unforgivable curses and a faint
โ”โ”โ” friends
โ”โ”โ” imperio
โ”โ”โ” beauxbatons and durmstrang
โ”โ”โ” never trust in slytherins.
โ”โ”โ” you're beautiful
โ”โ”โ” in love?
โ”โ”โ” fear
โ”โ”โ” when green met blue
โ”โ”โ” safety
โ”โ”โ” your eyes
โ”โ”โ” butterbeers relax me
โ”โ”โ” the day before
โ”โ”โ”the first test
โ”โ”โ”the golden egg
โ”โ”โ”blast-tailed skrewts and skeeter
โ”โ”โ” dobby
โ”โ”โ” would you go with me?
โ”โ”โ” dress
โ”โ”โ” oh, ronnie
โ”โ”โ” my little girl
โ”โ”โ” divine
โ”โ”โ” the dance
โ”โ”โ” it was time
โ”โ”โ” pansy being a nightmare
โ”โ”โ”moody and harry's name
โ”โ”โ” looking for some solution
โ”โ”โ” the second test
โ”โ”โ” rita skeeter's article
โ”โ”โ” sirius and crouch
โ”โ”โ” inexplicable feeling
โ”โ”โ” calypso aura
โ”โ”โ”the power of the rogers
โ”โ”โ” a letter for sirius
โ”โ”โ” jealousy
โ”โ”โ” telekinesis?
โ”โ”โ” before the last test
โ”โ”โ” slight bad feeling
โ”โ”โ” when i woke up
โ”โ”โ” mom?
โ”โ”โ” our love...
โ”โ”โ” she was alive
โ”โ”โ” remember cedric diggory
โ”โ”โ” i'll see you soon
โ”โ”โ” ๐‘จ๐‘ช๐‘ป ๐Ÿ‘
โ”โ”โ” this summer felt different.
โ”โ”โ”โ”โ” no, harry.
โ”โ”โ” too selfish, too cruel.
โ”โ”โ” a little, little jealous of him
โ”โ”โ” when father figures argue.
โ”โ”โ” the pink-eyed girl
โ”โ”โ” love him the right way
โ”โ”โ” peace and death
โ”โ”โ” late to the train
โ”โ”โ” back to hogwarts
โ”โ”โ” umbrigde.
โ”โ”โ” new friend
โ”โ”โ” broken heart
โ”โ”โ” memories.
โ”โ”โ”โ” hard decisions
โ”โ”โ” new start.
โ”โ”โ” ACT 4

โ”โ”โ” louis smith

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❝LOUIS SMITH❞

                            A la mañana siguiente la tormenta se había ido a otra parte, aunque el techo
del Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Durante el
desayuno, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre
las cabezas de los alumnos, mientras Harry, Atenea, Ron y Hermione examinaban sus
nuevos horarios.

Unos asientos más allá, Fred, George y Lee Jordan discurrían
métodos mágicos de envejecerse y engañar al juez para poder participar en el
Torneo de los tres magos.

—Hoy no está mal: fuera toda la mañana —dijo Ron pasando el dedo por
la columna del lunes de su horario—. Herbología con los de Hufflepuff y
Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de
Slytherin...

—Y esta tarde dos horas de Adivinación —gruñó Harry, observando el
horario. Adivinación era su materia menos apreciada, aparte de Pociones.

La
profesora Trelawney siempre estaba prediciendo la muerte de Harry, cosa que
a él no le hacía ni pizca de gracia.

—Tendrian que haber abandonado esa asignatura como hicimos yo y Atenea—dijo
Hermione con énfasis, untando mantequilla en la tostada—. De esa manera
estudiarían algo sensato como Aritmancia.

── Estás en lo cierto, Herms. — acotó atenea tomando una tostada con la mirada fija en Cho Chang. — Trelawney es rara, y siempre halla la manera de tu muerte.

—Estás volviendo a comer, según veo —dijo Ron, mirando a Hermione y
las generosas cantidades de mermelada que añadía a su tostada, encima de la
mantequilla.

—He llegado a la conclusión de que hay mejores medios de hacer
campaña por los derechos de los elfos —repuso Hermione con altivez.

—Sí... y además tenías hambre —comentó Ron, sonriendo.

De repente oyeron sobre ellos un batir de alas, y un centenar de lechuzas
entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino.
Instintivamente, Harry alzó la vista, pero no vio ni una mancha blanca entre la
masa parda y gris. Las lechuzas volaron alrededor de las mesas, buscando a
las personas a las que iban dirigidas las cartas y paquetes que transportaban.

Un cárabo grande se acercó a Neville Longbottom y dejó caer un paquete
sobre su regazo. A Neville casi siempre se le olvidaba algo.

Al otro lado del
Gran Comedor, el búho de Draco Malfoy se posó sobre su hombro, llevándole
lo que parecía su acostumbrado suplemento de dulces y pasteles procedentes
de su casa. Tratando de olvidar el nudo en el estómago provocado por la
desilusión, Harry volvió a sus gachas de avena. ¿Era posible que le hubiera
sucedido algo a Hedwig y que Sirius no hubiera llegado a recibir la carta?


Sus preocupaciones le duraron todo el recorrido a través del embarrado camino que llevaba al Invernadero 3; pero, una vez en él, la profesora Sprout lo distrajo de ellas al mostrar a la clase las plantas más feas que Atenea había visto
nunca, ni en uno de los tantos libros que algunas veces leía. Desde luego, no parecían tanto plantas como gruesas y negras
babosas gigantes que salieran verticalmente de la tierra.

Todas estaban algo
retorcidas, y tenían una serie de bultos grandes y brillantes que parecían llenos
de líquido.

—Son bubotubérculos —les dijo con énfasis la profesora Sprout—. Hay
que exprimirlas, para recoger el pus...

—¿El qué? —preguntó Seamus Finnigan, con asco.

— Pus, Seamus —indicó atenea viendo a las extrañas plantas.

—El pus, Finnigan, el pus —dijo la profesora Sprout—. Es extremadamente
útil, así que espero que no se pierda nada. Como decía, recogeréis el pus en
estas botellas. Tenéis que poneros los guantes de piel de dragón, porque el
pus de un bubotubérculo puede tener efectos bastante molestos en la piel
cuando no está diluido.

Exprimir los bubotubérculos resultaba desagradable, pero curiosamente
satisfactorio. Cada vez que se reventaba uno de los bultos, salía de golpe un
líquido espeso de color amarillo verdoso que olía intensamente a petróleo.

Lo
fueron introduciendo en las botellas, tal como les había indicado la profesora
Sprout, y al final de la clase habían recogido varios litros.

—La señora Pomfrey se pondrá muy contenta —comentó la profesora
Sprout, tapando con un corcho la última botella—. El pus de bubotubérculo es
un remedio excelente para las formas más persistentes de acné. Les evitaría a
los estudiantes tener que recurrir a ciertas medidas desesperadas para librarse
de los granos.

—Como la pobre Eloise Migden —dijo Hannah Abbott, alumna de
Hufflepuff, en voz muy baja—. Intentó quitárselos mediante una maldición.

—Una chica bastante tonta —afirmó la profesora Sprout, moviendo la
cabeza—. Pero al final la señora Pomfrey consiguió ponerle la nariz donde la
tenía.

El insistente repicar de una campana procedente del castillo resonó en los
húmedos terrenos del colegio, señalando que la clase había finalizado, y el
grupo de alumnos se dividió: los de Hufflepuff subieron al aula de Transformaciones, y los de Gryffindor se encaminaron en sentido contrario, bajando por
la explanada, hacia la pequeña cabaña de madera de Hagrid, que se alzaba en
el mismo borde del bosque prohibido.

Hagrid los estaba esperando de pie, fuera de la cabaña, con una mano
puesta en el collar de Fang, su enorme perro jabalinero de color negro.

En el
suelo, a sus pies, había varias cajas de madera abiertas, y Fang gimoteaba y
tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo
llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos.

—¡Buenas! —saludó Hagrid, sonriendo a Harry, Atenea, Ron y Hermione—. Será
mejor que esperemos a los de Slytherin, que no querrán perderse esto:
¡escregutos de cola explosiva!

—¿Cómo? —preguntó Ron.
Hagrid señaló las cajas.

— Fascinante — murmuró atenea.

—¡Ay! —chilló Lavender Brown, dando un salto hacia atrás.

En opinión de Atenea, la interjección «ay» daba cabal idea de lo que eran los
escregutos de cola explosiva. Parecían langostas deformes de unos quince
centímetros de largo, sin caparazón, horriblemente pálidas y de aspecto
viscoso, con patitas que les salían de sitios muy raros y sin cabeza visible.

En
cada caja debía de haber cien, que se movían unos encima de otros y
chocaban a ciegas contra las paredes.

Despedían un intenso olor a pescado
podrido. De vez en cuando saltaban chispas de la cola de un escreguto que,
haciendo un suave «¡fut!», salía despedido a un palmo de distancia.

—Recién nacidos —dijo con orgullo Hagrid—, para que podáis criarlos
vosotros mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!

—¿Y por qué tenemos que criarlos? —preguntó una voz fría.

Acababan de llegar los de Slytherin. El que había hablado era Draco
Malfoy. Crabbe y Goyle le reían la gracia.
Hagrid se quedó perplejo ante la pregunta.
—Sí, ¿qué hacen? —insistió Malfoy—. ¿Para qué sirven?

— Lo triste, Draco, es que no sirven para tomarte del cabello brillante y asqueroso que tienes, y tirarte hacia el Lago Negro para que mueras. — comentó atenea, con una sonrisa y una mueca de superioridad. Si, a Black le gustaba burlarse y ser mala algunas veces.

Hagrid abrió la boca, según parecía haciendo un considerable esfuerzo
para pensar. Hubo una pausa que duró unos segundos, al cabo de la cual dijo
bruscamente:

—Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Atenea . . . yo . . .  — la castaña miró a el hombre — Nada. Hoy sólo tienes que darles de
comer. Pero tendréis que probar con diferentes cosas. Nunca he tenido
escregutos, y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga,
hígado de rana y trozos de culebra. Probad con un poco de cada.

—Primero el pus y ahora esto —murmuró Seamus.

Nada salvo el profundo afecto que le tenían a Hagrid podría haber
convencido a Harry, Atenea, Ron y Hermione de coger puñados de hígado
despachurrado de rana y tratar de tentar con él a los escregutos de cola
explosiva. A Harry no se le iba de la cabeza la idea de que aquello era
completamente absurdo, porque los escregutos ni siquiera parecían tener boca.

—¡Ay! —gritó Dean Thomas, unos diez minutos después—. ¡Me ha hecho
daño!

Hagrid, nervioso, corrió hacia él.
—¡Le ha estallado la cola y me ha quemado! —explicó Dean enfadado,
mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.

—¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! —dijo Hagrid, asintiendo con
la cabeza.

—¡Ay! —exclamó de nuevo Lavender Brown—. Hagrid, ¿para qué
hacemos esto?

—Bueno, algunos tienen aguijón —repuso con entusiasmo Hagrid
(Lavender se apresuró a retirar la mano de la caja). Probablemente son los
machos... Las hembras tienen en la barriga una especie de cosa
succionadora... creo que es para chupar sangre.

—Ahora ya comprendo por qué estamos intentando criarlos —dijo Malfoy
sarcásticamente—. ¿Quién no querría tener una mascota capaz de quemarlo,
aguijonearlo y chuparle la sangre al mismo tiempo?

—El que no sean muy agradables no quiere decir que no sean útiles —
replicó Hermione con brusquedad—. La sangre de dragón es increíblemente
útil por sus propiedades mágicas, aunque nadie querría tener un dragón como
mascota, ¿no?

— Yo sí — susurró atenea, ganandose las miradas de sus tres amigos

Harry, Atenea y Ron sonrieron mirando a Hagrid, quien también les dirigió
disimuladamente una sonrisa tras su poblada barba. Nada le hubiera gustado
más a Hagrid que tener como mascota un dragón, como sabían muy bien
Harry, Atenea, Ron y Hermione: cuando ellos estaban en primer curso, Hagrid había
poseído durante un breve período un fiero ridgeback noruego al que llamaba
Norberto. Sencillamente, Hagrid tenía debilidad por las criaturas monstruosas:
cuanto más peligrosas, mejor.

—Bueno, al menos los escregutos son pequeños —comentó Ron una hora
más tarde, mientras regresaban al castillo para comer.

—Lo son ahora —repuso Hermione, exasperada—. Cuando Hagrid haya
averiguado lo que comen, me temo que pueden hacerse de dos metros.

—Bueno, no importará mucho si resulta que curan el mareo o algo, ¿no?
—dijo Ron con una sonrisa pícara.

—Sabes bien que eso sólo lo dije para que Malfoy se callara —contestó
Hermione—. Pero la verdad es que sospecho que tiene razón. Lo mejor que se
podría hacer con ellos es pisarlos antes de que nos empiecen a atacar.

Se sentaron a la mesa de Gryffindor y se sirvieron patatas y chuletas de
cordero. Hermione empezó a comer tan rápido que Harry y Ron se quedaron
mirándola. Atenea sabía con claridad que cuando eso sucedía, es que Hermione quería ir a su lugar favorito; la biblioteca.

—Eh... ¿se trata de la nueva estrategia de campaña por los derechos de
los elfos? —le preguntó Ron—. ¿Intentas vomitar?

—No —respondió Hermione con toda la elegancia que le fue posible
teniendo la boca llena de coles de Bruselas—. Sólo quiero ir a la biblioteca.

—¿Qué? —exclamó Ron sin dar crédito a sus oídos—. Hermione, ¡hoy es el primer día del curso! ¡Todavía no nos han puesto deberes!

Hermione se encogió de hombros y siguió engullendo la comida como si no
hubiera probado bocado en varios días. Luego se puso en pie de un salto, les
dijo «¡Los veré en la cena!» y salió a toda velocidad.

Cuando sonó la campana para anunciar el comienzo de las clases de la
tarde, Harry y Ron se encaminaron hacia la torre norte, en la que, al final de
una estrecha escalera de caracol, una escala plateada ascendía hasta una
trampilla circular que había en el techo, por la que se entraba en el aula donde
vivía la profesora Trelawney.

Atenea por otro lado se encaminaba a las clases de Aritmancia, dudando si Hermione asistiría.

🪐


























—¡Rata vieja! —se quejó Ron con amargura mientras descendían la
escalera con todos los dem ás de regreso al Gran Comedor, para la cena—.
Eso nos llevará todo el fin de semana, ya veras.

—¿Muchos deberes? —les preguntó muy alegre Hermione, al
alcanzarlos—. ¡La profesora Vector no nos ha puesto nada!

—Bien, ¡bravo por la profesora Vector! —dijo Ron, de mal humor.

— Ronnie, si te sigues enojando por todo te juro que te tiro por la ventana. — espetó atenea

Llegaron al vestíbulo, abarrotado ya de gente que hacía cola para entrar a
cenar. Acababan de ponerse en la cola cuando oyeron una voz estridente a sus
espaldas:

—¡Weasley! ¡Eh, Weasley!
Harry, Atenea, Ron y Hermione se volvieron. Malfoy, Crabbe y Goyle estaban ante
ellos, muy contentos por algún motivo.

—¿Qué? —contestó Ron lacónicamente.

—¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! —anunció Malfoy,
blandiendo un ejemplar de El Profeta y hablando muy alto, para que todos
cuantos abarrotaban el vestíbulo pudieran oírlo—. ¡Escucha esto!
MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial. Muy cuestionados
últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de
quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus
brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra
situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del
Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.

Malfoy levantó la vista.

—Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar
tratándose de un don nadie, ¿verdad? —dijo exultante.

Todo el mundo escuchaba en el vestíbulo. Con un floreo de la mano,
Malfoy volvió a alzar el periódico y leyó: —Arnold Weasley, que hace dos años fue castigado por la posesión
de un coche volador, se vio ayer envuelto en una pelea con varios
guardadores de la ley muggles (llamados «policías») a propósito de
ciertos contenedores de basura muy agresivos. Parece que el señor
Weasley acudió raudo en ayuda de Ojoloco Moody, el anciano ex
auror que abandonó el Ministerio cuando dejó de distinguir entre un
apretón de manos y un intento de asesinato. No es extraño que,
habiéndose personado en la muy protegida casa del señor Moody, el
señor Weasley hallara que su dueño, una vez más, había hecho saltar
una falsa alarma. El señor Weasley no tuvo otro remedio que modificar
varias memorias antes de escapar de la policía, pero rehusó explicar a
El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente
tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar muy embarazoso.

—¡Y viene una foto, Weasley! —añadió Malfoy, dándole la vuelta al
periódico y levantándolo—. Una foto de tus padres a la puerta de su casa...
¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de
peso, ¿no crees?

Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba.

—Métetelo por donde te quepa, Malfoy —dijo Harry—. Vamos, Ron...

— Vete a la mierda, Malfoy — insultó atenea

—¡Ah, Potter, Granger! Tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad? —dijo Malfoy
con aire despectivo—. Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito,
o es sólo la foto?

—¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy? —preguntó Harry. Tanto él como
Hermione y Atenea sujetaban a Ron por la túnica para impedir que se lanzara contra
Malfoy—. Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene
siempre, o sólo cuando estás tú cerca? — Atenea rió sonoramente

El pálido rostro de Malfoy se puso sonrosado.

—No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.

—Pues mantén cerrada tu grasienta bocaza —le contestó Harry, dándose
la vuelta.

¡BUM!

Hubo gritos. Harry notó que algo candente le arañaba un lado de la cara, y a Atenea cubrirlo con su cuerpo.
metió la mano en la túnica para coger la varita. Pero, antes de que hubiera
llegado a tocarla, oyó un segundo ¡BUM! y un grito que retumbó en todo el
vestíbulo.

—¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!

Harry se volvió completamente. El profesor Moody bajaba cojeando por la
escalinata de mármol. Había sacado la varita y apuntaba con ella a un hurón
blanco que tiritaba sobre el suelo de losas de piedra, en el mismo lugar en que
había estado Malfoy.

Un aterrorizado silencio se apoderó del vestíbulo. Salvo Moody, nadie
movía un músculo. Moody se volvió para mirar a Harry. O, al menos, lo miraba
con su ojo normal. El otro estaba en blanco, como dirigido hacia el interior de
su cabeza.

—¿Te ha dado? —gruñó Moody. Tenía una voz baja y grave.

—No —respondió Harry—, sólo me ha rozado.

—¡DÉJALO! —gritó Moody.
—¿Que deje... qué? —preguntó Harry, desconcertado. Atenea pensó que se dirigía a ella ya que estaba, literalmente, abrazando a harry.

—No te lo digo a ti... ¡se lo digo a él! —gruñó Moody, señalando con el
pulgar, por encima del hombro, a Crabbe, que se había quedado paralizado a
punto de coger el hurón blanco. Según parecía, el ojo giratorio de Moody era
mágico, y podía ver lo que ocurría detrás de él.

Moody se acercó cojeando a Crabbe, Goyle y el hurón, que dio un chillido
de terror y salió corriendo hacia las mazmorras.

—¡Me parece que no vas a ir a ningún lado! —le gritó Moody, volviendo a
apuntar al hurón con la varita.
El hurón se elevó tres metros en el aire, cayó al suelo dando un golpe y
rebotó.

—No me gusta la gente que ataca por la espalda —gruñó Moody, mientras
el hurón botaba cada vez más alto, chillando de dolor—. Es algo innoble,
cobarde, inmundo...

El hurón se agitaba en el aire, sacudiendo desesperado las patas y la cola.

—No... vuelvas... a hacer... eso... —dijo Moody, acompasando cada
palabra a los botes del hurón.

—¡Profesor Moody! —exclamó una voz horrorizada.
La profesora McGonagall bajaba por la escalinata de mármol, cargada de
libros.

—Hola, profesora McGonagall —respondió Moody con toda tranquilidad,
haciendo botar aún más alto al hurón.

—¿Qué... qué está usted haciendo? —preguntó la profesora McGonagall,
siguiendo con los ojos la trayectoria aérea del hurón.

—Enseñar —explicó Moody.
—Ens... Moody, ¿eso es un alumno? —gritó la profesora McGonagall al
tiempo que dejaba caer todos los libros.

—Sí —contestó Moody.

—¡No! —vociferó la profesora McGonagall, bajando a toda prisa la
escalera y sacando la varita. Al momento siguiente reapareció Malfoy con un
ruido seco, hecho un ovillo en el suelo con el pelo lacio y rubio caído sobre la
cara, que en ese momento tenía un color rosa muy vivo. Haciendo un gesto de
dolor, se puso en pie.

—¡Moody, nosotros jamás usamos la transformación como castigo! —dijo
con voz débil la profesora McGonagall—. Supongo que el profesor Dumbledore
se lo ha explicado.

—Puede que lo haya mencionado, sí —respondió Moody, rascándose la
barbilla muy tranquilo—, pero pensé que un buen susto...

—¡Lo que hacemos es dejarlos sin salir, Moody! ¡O hablamos con el jefe
de la casa a la que pertenece el infractor...!
—Entonces haré eso —contestó Moody, mirando a Malfoy con desagrado.

Malfoy, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas a causa del dolor y la
humillación, miró a Moody con odio y murmuró una frase de la que se pudieron
entender claramente las palabras «mi padre».

—¿Ah, sí? —dijo Moody en voz baja, acercándose con su cojera unos
pocos pasos. Los golpes de su pata de palo contra el suelo retumbaron en todo
el vestíbulo—. Bien, conozco a tu padre desde hace mucho, chaval. Dile que
Moody vigilará a su hijo muy de cerca... Dile eso de mi parte... Bueno, supongo
que el jefe de tu casa es Snape, ¿no?

—Sí —respondió Malfoy, con resentimiento.

—Otro viejo amigo —gruñó Moody—. Hace mucho que tengo ganas de
charlar con el viejo Snape... Vamos, adelante... —Y agarró a Malfoy del brazo
para conducirlo de camino a las mazmorras.

La profesora McGonagall los siguió unos momentos con la vista; luego
apuntó con la varita a los libros que se le habían caído, y, al moverla, éstos se
levantaron de nuevo en el aire y regresaron a sus brazos.

—No me hablen —les dijo Ron a Harry, Atenea y Hermione en voz baja cuando
unos minutos más tarde se sentaban a la mesa de Gryffindor, rodeados de
gente que comentaba muy animadamente lo que había sucedido.

—¿Por qué no? —preguntó Hermione sorprendida.

—Porque quiero fijar esto en mi memoria para siempre —contestó Ron,
con los ojos cerrados y una expresión de inmenso bienestar en la cara—:
Draco Malfoy, el increíble hurón botador...

Harry, Atene y Hermione se rieron, y Hermione sirvió estofado de buey en los
platos.

—Sin embargo, Malfoy podría haber quedado herido de verdad —dijo
ella—. La profesora McGonagall hizo bien en detenerlo.

—¡Hermione! —dijo Ron como una furia, volviendo a abrir los ojos—. ¡No
me estropees el mejor momento de mi vida!

Hermione hizo un ruido de reprobación y volvió a comer lo más aprisa que
podía.

—¡No me digas que vas a volver ahora, por la noche, a la biblioteca! —dijo
Harry, observándola.

—No tengo más remedio —repuso Hermione—. Tengo mucho que hacer.

—Pero has dicho que la profesora Vector...

—No son deberes —lo cortó ella.
Cinco minutos después, Hermione ya había dejado limpio el plato y había
salido. Su sitio fue inmediatamente ocupado por Fred Weasley.

—¿Qué me dicen de Moody? —exclamó—. ¿No es genial?

—Más que genial—dijo George, sentándose enfrente de Fred.

—Supergenial —afirmó Lee Jordan, el mejor amigo de los gemelos,
ocupando el asiento que había al lado del de George—. Esta tarde hemos
tenido clase con él —les dijo a Harry, Atenea y Ron.

—¿Qué tal fue? —preguntó Harry con interés. Fred, George y Lee
intercambiaron miradas muy expresivas. —Nunca hemos tenido una clase como ésa —aseguró Fred.

—Ése sabe, chicos —añadió Lee.

—¿Qué es lo que sabe? —preguntó Ron, inclinándose hacia delante.

—Sabe de verdad cómo hacerlo —dijo George con mucho énfasis.
—¿Hacer qué? —preguntó Harry.

—Luchar contra las Artes Oscuras —repuso Fred.

— ¡Fantástico! — exclamó atenea

—Lo ha visto todo —explicó George.

—Sorprendente —dijo Lee.

Ron se abalanzó sobre su mochila en busca del horario.

—¡No tenemos clase con él hasta el jueves! —concluyó desilusionado.

Luego de la cena, Atenea se desvío del camino de sus amigos, y se dirigío a la biblioteca en busca de Hermione, para luego ir a la Sala Común.

Mientras caminaba con su mochila colgada en uno de sus hombros, mantenía la mirada fija en en suelo.

Sin darse cuenta, chocó fuertemente con un guapi chico rubio, Slytherin, y cayó de bruces, golpeándose en uno de sus ojos

— ¡Disculpa! — exclamó el chico, con una mueca preocupada extendiendo su mano la cuál Black tomó, jadeando por el dolor que sentía. — ¿estás bien?

— Sí, gracias.

— Ven, te llevaré a la Enfermería — mencionó el rubio, y Atenea asintió con el dorso de su mano sobre su ojo, ya que sus manos estaban extraña y extremadamente frías.

— Soy Louis Smith — se presentó el chico ojiverde

— Atenea Gran .  .  .

— Oh, si se quién eres. La mejor amiga de Potter, la chica más hermosa de todo Hogwarts— después de que Louis dijera estás palabras, atenea rió y llegaron a la Enfermería — Bueno, debo ir a mi Sala Común. Adiós, Atenea.

— Adiós  . . .  — la ojiazul mantuvo su mirada en el misterioso chico hasta perderlo de vista para luego adentrarse a la Enfermería con una pequeña sonrisa.






jeje apareció









bohemianpotter, 2020

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