Amarte en silencio (Completa)

By SarahyBV

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Te amo desde que tengo memoria.Te amo desde que éramos niños. Mientras yo te he amado tanto, tú no me ves.Yo... More

Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Epílogo
Jardín de Niños.
Nota de la autora
Agradecimientos.
EXTRA #1
EXTRA #2

Capítulo 1

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By SarahyBV

Me miro en el espejo y frunzo el ceño disgustada. Madre mía odio mi cabello. No hay manera de lidiar con él. Y en serio no es justo Alondra Wood, menudo lío te has armado tu solita.

Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son la semana entrante o mejor aún, caminando a la estación del metro, vamos Alondra hoy es jueves tan sólo te queda un día, pero no, estoy como loca hablándole al espejo y tratando de calmarme, mientras intento hacer algo con mi cabello, misión imposible, intento fallido.

Extiendo mi mano para mirar la hora en mi móvil , donde resonaba por todo el baño la melodiosa voz de Amaia Montero y La Oreja de Van Gogh, bueno el hecho de vivir en Inglaterra no cambia que pueda escuchar música en español y más cuando tengo la extraña manía de a cada día que me levanto, pongo una canción que concuerde con el día de la semana.

Entre tanto entablo una guerra donde termino con una derrota rotunda contra mi cabello rebelde y noto que son más de las 6:00am.

Me desespero al ver que esto no tiene solución, que no puedo controlarlo, decido mirar nuevamente al espejo y ver entonces a la joven morena, de cabellos castaños medios rojizos y ojos color caramelo que me observaba dándose por vencida.

Mi única elección sería recogerme mis mechones rebeldes en una coleta y hacerme la idea de que estoy más o menos aceptable... Dios... Amaia... ¿Cómo le haces?¿Cómo le haces para ser tan guapa aún estando despeinada? Lo más seguro es que ella incluso con un resfrío a de seguir viéndose hermosa. Yo, en cambio, no soy guapa, ni tan lista, no soy una modelo hermosa como las de revista y ni siquiera tengo un talento que me haga especial.

Me dirigí a la pequeña sala, tomé mi bolso, las llaves, fui a la puerta y de allí, camino a la estación. Por suerte apenas hay gente y cuando se acercaba el tren, pude percatarme de que no estaba tan lleno, qué bien.

Al subir camine por el vagón hasta llegar a sentarme donde mismo todos los días, me coloque mis auriculares y el viaje transcurrió tranquilo mientras escuchaba "In A World Like This" de mis queridos BackStreet Boys, mi banda favorita y leyendo los poemas de Beckett, ese dramaturgo y escritor irlandés y francés. Aquel pequeño libro que una amiga de la tía Charlotte me regalo al cumplir mis cinco años y que cada día me daba fuerzas para alistarme e ir hacia el colegio.

Se había convertido en un pedacito de mi vida. Nunca salía sin él, los viajes se hacían más gratos cuando podía leer esas palabras que me transportaban a otro mundo y su ideología tan fascinante de las cosas a nuestro alrededor.

De repente se detiene el tren en otra estación, algo habitualmente normal, sólo que me hallaba tan sumida en mis pensamientos que simplemente me hizo volver a la realidad, me hizo regresar al vagón del tren en el que me encontraba mientras observaba cuanta gente subía el día de hoy, era un día muy cargado, entonces como siempre, el puesto de en frente estaba desocupado.

Llegó un joven y se sentó, continuaba el viaje y ahí estaba él, elevo mi vista y lo observo detenidamente por un largo período de tiempo, ese cabello rubio oscuro, una simulación perfecta del color dorado del sol en un día sin nubes que lo cubran, esos ojos azules como zafiros, aunque para él yo sea invisible, mis ojos no pueden parar de mirarle, es un sueño de chico.

[ Pero nunca sabrá que existes Alondra, tienes que sacártelo de la cabeza ]

Mi mirada lo evaluaba, el movimiento de sus ojos, de su cabello, esos labios tan rojos como las manzanas. Por momentos esto me regresó a la canción que escuchaba esta mañana, dejé de escuchar a mis queridos BackStreet Boys para pensar en la escena que cantaba Amaia sobre la joven en la canción Jueves. Cada día que subo a este tren, a cada día le miro en silencio, pero, al final, él no me ve... no ve cuando me arreglo el cabello (aunque continúe siendo un desastre) no nota cuando me pinto los labios, ni se imagina que por él he traído puesta mi ropa más bonita, para captar su atención, pero esta, al igual que mi cabello, es otra guerra perdida, aunque se siente en frente... Nunca verá a una chica como yo.

Entonces lo evalúo en el justo momento en que mueve su cabeza, la acerca a la ventanilla, al mismo tiempo que deja escapar un bostezo hacia el cristal y comienza a hacer dibujitos, por lo cual mi mirada le sigue a cada movimiento, es tan perfecto, tan lindo, tan seguro de sí mismo.

De pronto lentamente se voltea y me mira, lo miro y suspira, fugazmente entre cierro mis ojos, él aparta la vista de nuevo al cristal, siento que apenas respiro, me revolotea el corazón, me hago pequeñita tal como si fuera un juguete y mis manos comienzan a temblar, no sé que me sucede, ¿por qué a cada día que pasa él causa más efectos en mí?

Así transcurrió el viaje de estación a estación, uno en frente del otro, predominando el silencio. Por fracciones de segundos pareciese que leyese mi mente o conociera mis gustos, sus gestos me recuerdan tanto a esa canción que me parece una muy linda casualidad. Llegamos al destino esperado, tomo mi bolso, me tiemblan aún las manos, me apresuro a bajarme del metro, cuando recién se abre la puerta me empujan, no siento el suelo hasta el justo momento en que caigo, dios mío ¿por qué soy tan torpe?

— Oye ... te encuentras bien?— una dulce voz me hace levantar la mirada y encontrar nuestros rostros — Soy William, mis amigos me llaman Will ...— ese cabello dorado, esos ojos zafiro, esos labios manzana, el chico del metro, ¡dios mío Alondra, que tonta eres!

— Yo...—tartamudeo, tomo rápidamente mi bolso y salgo corriendo de allí, Alondra eres una cobarde, era el mantra que me recitaba mi subconsciencia, corría cada vez con más fuerza a tal punto que ya no me sentía ni los pies, me escondí tras una pared de uno de los edificios del colegio y me desmoroné en llanto, ¿por qué soy tan tonta?

Continúo haciéndome la misma pregunta a cada segundo sin que saliera de mi mente esa interrogante, a de pensar que soy una tonta, una chica muy tonta, sólo una chica como yo haría una estupidez de esas, continúo llorando con las manos cubriendo mi rostro.

El corazón me late muy deprisa. Siento el timbre del colegio resonar por lo alto de todo el edificio. Comienzo a levantarme del suelo, me sacudo la falda, me vienen a la mente las clases, madre mía y yo acá tirada en el suelo como una boba.

Seguramente he de tener los ojos hinchados, las mejillas rojas, al igual que los labios, respiro hondo, me seco las lágrimas del rostro, tomo mi bolso y salgo para incorporarme a las clases.

Doy un traspié frente a las puertas del lugar cuando se abren pero por suerte no me doy de bruces contra el perfecto suelo de piedra color crema, voy acelerando el paso al caminar, no quiero llegar tarde al salón. Corro hacia las grandes puertas de cristal, salgo al tonificante y puro aire del hermoso jardín colegial intermedio entre los dos edificios de el colegio en Londres.

Maldigo cien veces en mi interior no recordar la ubicación de dónde estarían dando la primera clase, cuando de pronto alzo mi rostro y puedo sentir la refrescante llovizna momentánea que afirma la estancia de la mañana, ya debían ser las 8:35am, voy retrasada por 5 minutos o tal vez más.

Cierro los ojos y respiro hondo nuevamente, dejo que el viento y su humedad me devuelvan la poca serenidad y compostura que pueda quedarme después de lo ocurrido hace un rato. Ningún chico me había hecho sentir tan tonta como William, bueno, siendo sincera es que ningún chico me llamó la atención como él, no soy de las que a todo chico que ven lo encuentran guapo, tampoco es que yo sea una modelo, todo al contrario, pero él, él me hipnotizó.

Aún no comprendo el ¿por qué? ¿Por qué es guapo? Eso es obvio, pero no fue eso en lo que yo me fije ¿educado? Ni se diga más. ¿Por qué le amo como tonta desde niña? ¿Por qué aún le amo tanto? ¿Por qué simplemente no puedo olvidarle? No entiendo ¿por qué aún reacciono así de irracional ante él?

Suspiro profundamente, pese que todavía estoy debatiéndome tantos por qué. ¿De qué va toda ésta historia? Me apoyo en una de las columnatas del lugar y hago un intento enorme por auto tranquilizarme y ordenar mis ideas a la misma vez que observo a unos profesores dirigirse a los salones de clases y me escondo. ¡Dios mío! Las clases, ves lo que te pasa Alondra por ser tan despistada, por tener la cabeza ocupada con "William" vuelvo a entrar ligeramente en la otra zona del edificio.

Mi corazón un día de éstos se resignará a mi forma de vida y dejará de sobre saltarse tanto, así va recuperando su ritmo habitual en lo que alcanzo a divisar al profesor. Llego al salón y repaso mentalmente cada palabra que se encuentra pronunciando él para no olvidarla y anotarla en mi agenda de apuntes escolares de importancia, cuando me ve parada en la puerta como una total tonta, por no decirme otra cosa que igual sería auto referente y empiezo a sentirme avergonzada.

Seguro que estoy más roja que el tomate más grande en venta en la mayor subasta de toda la historia. Un escalofrío involuntario me recorrió la espina dorsal al subir la mirada y ver aquellos ojos, esos labios, aquel cabello...hablando del rey de Roma... ¡¿Desde cuándo William estaba estudiando en mi clase?! ¿Por qué se cambió de salón?

—Señorita Wood, no tiene de que preocuparse, yo se que usted no es una estudiante que acostumbre a llegar tarde. ¿Se siente bien?— sentía la voz del profesor resonar en mi cabeza pero me parecía estar ajena a todo a mi alrededor.

[¿Qué si estoy bien? Claro, estoy fantástica, resulta que el chico del que he pasado tantos años enamorada y que siempre he sido invisible para él, hoy, justamente hoy me ha visto y he hecho el ridículo enormemente en frente suyo. Si me pregunta. ¡Estoy perfecta!] Grita muy irónicamente mi subconsciente a los siete vientos con un megáfono en su mano derecha.

—Señorita Wood si no se siente bien se puede marchar a casa...— lo sentí decir en forma fría e hipócrita «¿qué le pasará al profesor Haggard hoy?»

—Mis disculpas nuevamente profesor Haggard, no volverá a suceder —añadí apenas en un susurro cuando veo que su mano me indica en dirección al chico de esos hermosos ojos azules que son mi perdición.

—Tome asiento...

¿Esto es en serio?. Que tome asiento al lado de él, peculiarmente de él. Hoy definitivamente no es mi día, pestañeo varias veces mientras me quedo paralizada por unos segundos, tal vez minutos, para luego respirar profundo, madre mía, mis pulmones deben de haber crecido considerablemente, desde que inició la mañana estoy respirando hondo.

Comienzo a dar unos torpes pasos mientras me dirijo hasta el asiento, la silla hace un ruido bastante alto al justo momento en que trato de moverla de su lugar.

Me continúo maldiciendo internamente ya que todos estaban siendo testigos de mi torpeza, dios que se abra la tierra y me succione... William pone su mano sobre el espaldar de la silla y la levanta sin el mínimo esfuerzo para que yo pueda sentarme sin ser tan patética y lamentable. Siento que a cada minuto que pasa soy más y más ridícula...

—Hoy se te ha caído la agenda de apuntes de tu bolso, me imagino que no te hallas percatado porque no volviste por ella, toma — siento esos hermosos ojos azules como me evalúan y me remuevo incómoda en el asiento e inconscientemente me muerdo el labio.

Claro que no me percate de que mi agenda se había caído sino antes de correr como una cobarde la hubiese tomado, pero si igual me hubiera dado cuenta de que se cayó y ya yo estuviera aquí pues, ni loca volvería para atrás a tomarla. Madre mía, creo que ya estoy roja de nuevo.

[Dime un sólo momento desde que has llegado al salón en el que, no sé, tu cara estuviera de una forma humanamente normal, si no eran expresiones sumamente raras e indescifrables eran dos tomates por mejillas]

Sentía como mi subconsciencia vestía su guerrera interna a la hora de pelearme y reprocharme cada uno de los sucesos que acabaron de ocurrir hace unos minutos «Muchas gracias si lo que querías era hacerme sentir peor» [¿Y eso se puede?] le hago caso omiso a sus palabras y me centro en la realidad.

William había dejado mi agenda en mis manos y cuando le miré pude darme cuenta de lo hipnotizado que estaba con la clase de el profesor Haggard y claro, lo hipnotizandor que es mirarle a él.

Mientras yo lucía mi mejor versión de lo tonta que puedo alcanzar a ser, quería agradecerle aquel gesto, realmente quería pero simplemente mis piernas y mis manos temblaban así como de seguro lo haría mi voz, sentía que si me atrevía siquiera a pronunciar su divino nombre terminaría llorando como una real idiota, a veces me pregunto si eso es normal.

[¿Qué? Tú estado terriblemente depresivo] me restregaba mi subconsciencia.

«No el querer llorar por sólo pronunciar su nombre»

[Bueno hija es que por mucho que quieras no eres normal, eres un alíen]

Así que tras escuchar lo "motivadora" que es mi subconsciencia particularmente me dediqué a tomar mi agenda, abrirla y comenzar a colocar las notas que recordaba de hace un rato y las que decía el profesor ahora acerca de una historia que debíamos analizar cada estudiante para un trabajo individual, ya que como esta claro de que el período de clases está por finalizarse entonces es en estos instantes cuando más se lucen los profesores en mandar deberes, por lo cual estaba bien claro que vendrían más cosas, como un trabajo por parejas.

«Odio los trabajos en parejas, en definitiva siempre lo termino haciendo yo sola y a elección de los estudiantes, menos que menos me elegirían a mí ¿para qué?»

Entonces Vanessa Smith se levanta de su asiento y alza un poco la voz para dejarnos escuchar ese chillido irremediable.

—Profesorcito Haggard, yo quiero hacer mi trabajo con William — añadió ella mientras movía su larga cabellera rubia de un lado a otro, eso estaba más que claro que ella iba a querer el trabajo con William, ¿quién no? Y nada mejor que hacerle la pelota al profesor para que la dejara, como niñita mimada que es, papi da dinero y ella se sale con la suya. Pero para desgracia de Vanessa el profesor Leonard Haggard es un hombre correctísimo que no se deja sermonear por dinero e incluso es conocido por su intachable personalidad a tal punto de expulsar a estudiantes por sermón y propuesta de dinero.

Es un hombre que ama su trabajo y le guarda mucha paciencia a sus estudiantes pero al parecer hoy esta pasando por una racha difícil, no luce igual que otros días e incluso me atrevo a decir que no se siente bien como para aguantar, hoy en específico, hoy no tiene cabeza para soportar nada, eso explicaría su actitud hace un rato con mi persona.

Aunque volviendo al tema y siendo sincera, Vanessa apartando de lo irritante que es, es tan guapa, segura de sí misma, dominante algo que no sé si puede ser bueno o malo a la sociedad a su alrededor sólo se que al mismo tiempo por otra parte es arrogante, engreída y por muy bien que su poderosa familia le halla pulido sus modales es una dictadora, fría y sin compasión.

Una persona horrible, sin escrúpulos dispuesta a pisotear a cualquiera como si fuesen hormiguitas, donde me identifico y me incluyo.

Aunque viéndole bien, puede que sea arrogante, pero tiene derecho a serlo, no es que la esté defendiendo pero con lo joven que es, desde niña no había quién le dijera que no en nada claro una de las ventajas de ser una mimada de papá, yo sé muy de sobra que eso está mal, mi tía Charlotte siempre me decía que es mejor alcanzar las cosas por tus propios medios y esa chica no sabe ni agarrar un plato, ah pero si de millones hablamos te haces bobo y te removió una carreta, por ello es que las personas ricas, muchas no piensan en otros y no les importa pasar por encima de los demás porque vienen con esa forma de pensar desde la cuna, algunos, no se puede cortar a todos y todas con la misma tijera.

Por ello yo, no me esfuerzo en darle pelea, ella siempre será mejor, tiene para serlo, le dieron la mejor educación, ha pasado por colegios y profesores de gran importancia tanto franceses como ingleses, yo, en cambio no he hecho nada más que escribir historias que nadie nunca leerá, dibujar en silencio para que nadie lo descubra, me conocen sólo en la sala de mi casa e incluso me ilusiono con que en algún momento William me pueda prestar atención ...

—Profesor Haggard, yo quiero trabajar con la señorita Wood. Si ella me lo permite...— añadió el rubio regalándome una sonrisa.

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