DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proc...

By IsabeleGPedroso

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Dieciséis años, hermosa y con ciertas habilidades especiales, inexplicables para ella misma. Ella, la cual nu... More

Bilogía de Megana
L'inizio
Viaggio a Londra
Mia suocera e i suoi pensieri
I
II
III
Dieciseis primaveras
I
Decisioni sbagliate
I
II
III
IV
V
VI
Piacere...
I
II
III
IV
V
Benvenuta
I
II
III
IV
Ciao
I
Il mio strambo
I
¡Bambina insolente!
I
II
¿Cosa rispondi?
I
II
IV
V
VI
VII
VIII
Per te mi sposerò
I
II
III
IV
V
Ricordi del passato e piani futuri
I
II
III
IV
V
Inizia il conto alla rovescia
Dieci
I
II
III
IV
V
Nove
I
II
III
IV
V
Otto
I
II
III
Sette
I
II
III
Sei
Cinque
Quattro
Tre
Due
I
II
Uno
Uno e settantacinque
Uno e mezzo
0!! Mi sa che sei in anticipo
La forza dell'amore
I
II
III
IV
Philip è assente
I
II Jissella
III
IV
V
VI
Insieme per sempre
I
II
Per sempre

III

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By IsabeleGPedroso

Pasamos un buen rato todos juntos. Los tortolitos se besaban cada vez que dejaban de hablar, que suertudamente y teniendo en cuenta que no callaban, eran pocas las veces. De mientras y cada vez que nos lo permitían, John y yo seguíamos hablando de mi vida, cosa que me incomodaba, pero él insistía sin ninguna malicia, por lo que decidí responder a preguntas como: ¿estudias? ¿Y quieres al padre del bebé?... preguntas tontas con respuestas para mí más que obvias, sobre todo la segunda.

Mi móvil sonó.

-Hola- atendí la llamada con alegría.

-Hola pequeña- me saludó esa voz que me aceleraba el corazón.

-¿Qué tal lo estáis pasando?

-Genial, hemos recorrido esto de arriba a abajo, es precioso.

-Me alegro cariño- dijo dulcemente -Nosotros estamos aquí en un bar picoteando. Tenemos que venir otro día tú y yo, hacen unas sardinas...- dejó la frase en el aire. Al oír aquella palabra e imaginarme su olor, el estómago se me revolvió por completo, tanto que comencé a sentir los sudores fríos recorriendo mi frente.

-Philip...- dije algo angustiada porque las náuseas acudieron sin previo aviso. Tuve que tragar saliva.

-Oh perdona cariño, se me olvida.

-¿Estás bien?- me preguntó John, al ver que me detenía colocándome las manos en el estómago.

Quise tener a mi hijo delante para darle unas cuantas voces dejándole claro que "¡No se le provocan nauseas a mamá!". Sonreí con mi propia idea.

-Sí, estoy bien. El pescado y yo... Que no nos llevamos...- dije tragando saliva una vez más. John me miró sin entender mis palabras, pero no tenía ni ánimos ni ganas de explicarle por corta que fuera la explicación... tampoco tenía estómago, por lo que simplemente negué con la cabeza.
Había olvidado que Philip seguía al otro lado de la línea, por lo que rápidamente arrimé el móvil a mi oído.

-Megana Perseo...- su tono de voz y el hecho de que dijera mi nombre al completo, dejaba claro que no era la primera vez que me llamaba y comenzaba a preocuparse.

-Perdona- hablé ya sintiéndome un poco mejor.

-¿Quién está con vosotras?- preguntó Philip y su voz, extrañamente, no era la que ponía cuando hablaba de Carlos.

-Unos amigos- me sentí violenta intentando explicarle quiénes eran. ¿Qué le iba a decir, que uno me acompañaba mientras su amigo intercambiaba fluidos con Sophie? -Unos chicos muy simpáticos que hemos conocido aquí.

-Mm... Bueno... Al final quedamos para comer los cuatro o prefieres quedarte allí con ellos- por su tono divertido al referirse a los chicos, o se lo había tomado demasiado bien o además de modelo iba perfecto como actor.

-No se Sophie, pero yo por lo menos quiero comer con vosotros.

-Uuf- bromeó fingiendo estar aliviado. Reí -Pues dime dónde te recojo.

-¿Cerca de la entrada? Así paseamos un poco...- quise decirle que tenía ganas de pasear por el parque con él, pero los pensamientos de John me interrumpieron dándome a entender que le incomodaba escuchar lo melosa que me estaba poniendo con Philip.

-Como quieras princesa, espera- se escuchó un murmullo nada claro -Pues iros acercando a la entrada, ¿vale? Así os encontramos antes.

-Sin problemas.

-Te quiero fea- sonreí tontamente antes de despedirme y enviarle un beso.

Caminamos de vuelta a la entrada mientras hablábamos y reíamos.

-¡Eeh chico! ¡Pásalo!- le gritó John con simpatía a un niño que jugaba al disco con otro más pequeño. El chico de no más de trece años, hizo un pase perfecto -A ver cómo de buena eres- me retó antes de alejarse corriendo sobre la verde hierba.

Estábamos a menos de doscientos metros de la entrada, miré hacia ella asegurándome de no ver a Philip antes de pisar la hierba y comenzar a andar hacia el grupo de cinco que jugaban divertidos lanzándose el disco.

*

Llevábamos un buen rato jugando y riendo cuando Sophie con un gesto de la cabeza me indicó que mirase hacia atrás.
Sonreí levemente y aquella sonrisa fue a más cuando los pensamientos de aquel chico bello que se acercaba con leve seriedad en el rostro, las manos en los bolsillos de sus pantalones y caminar tranquilo, me revelaron que se sentía feliz con tan solo verme.

Me parecía increíble y maravilloso que nada hubiese cambiado en todos aquellos meses.

Caminé con falsa tranquilidad hacia él, queriendo imitarlo, antes de hundir mi rostro contra su cálido pecho y sentir sus brazos rodeando mi cuerpo.

-Te he echado de menos- susurró acercando sus labios a mi oído. Sonreí.

-Sí, ya...- rio entre dientes, haciéndome oír una vez más el nacimiento de la risa en su pecho. Sus dedos acariciaron mis cabellos haciéndome cerrar los ojos, allí, aún apoyada contra él.

-Siento lo de la llamada- se disculpó. Me aparté para poder mirarlo. Me sumergí durante breves segundos en aquellos mares diminutos de dulce chocolate.

-¿Y si no te perdono?- entrecerró los ojos mientras intentaba suprimir una sonrisa inútilmente.

-Ven aquí anda- me besó con ternura.

-Philip, está feo no saludar- dijo Sophie con total confianza. Él sonrió sin dejar de besarme.

-Hola- la saludó una vez apartó su rostro del mío, aún con mi cintura rodeada por sus brazos. Ella se acercó obligándolo a liberarme para poder corresponderla con el saludo.

-¿Ya te la vienes a robar?- preguntó ella cruzándose de brazos.

-Y si te apetece, a ti también- ella sonrió de oreja a oreja.

-Hola- saludó Philip a ambos chicos, quienes nos miraban en silencio.

-Hola- se acercó Braian para estrecharle la mano -Braian- se presentó.

-Philip.

-¿Eres su novio no?- Philip asintió antes de dedicarme una rápida mirada. El chico miró a su amigo, que dio un paso al frente para presentarse él también.

-John- dijo con voz neutra. Philip le estrechó la mano.

Distraída, me dio por mirar a Sophie que apartó el brazo de Brian, quien al colocarse a su lado, quiso rodear su cintura con él.

¿Por qué le preocupa lo que piense Philip?- pensé leyendo su mente.

-Bueno, creo que será mejor que nos vayamos- dijo John acercándose a mí -Encantado de conocerte Meg- me besó en la mejilla.

-Igualmente- Philip nos miró con atención cuando él inesperadamente me abrazó, pero cambió la mirada al ver que yo lo observaba por encima del hombro de mi nuevo amigo.

Nos despedimos y sin oportunidad de cumplir mi deseo de pasear por aquel precioso lugar con mi chico, fuimos a comer.

-Braian me ha dado esto para ti- le dije a Sophie mientras le tendía una tarjeta en la que estaba anunciada una guardería. Ambas íbamos en el asiento trasero del coche. Al ver la tarjeta, se puso nerviosa y una vez más, le preocupó lo que podría pensar Philip. Fruncí el ceño.

-Gracias, el chico es majo ¿no crees?

-Ajá- arrastré la última vocal.

Pasé parte del viaje mirando por la ventanilla, me dolía la cabeza de intentar indagar más en la mente de Sophie, que también miraba por su ventanilla, pero no se molestaba en dedicarle un segundo de sus pensamientos a aquello en lo que al parecer Philip también estaba implicado.

El cielo había pasado de estar cubierto de nubes por retazos, a estar completamente cubierto, pero sin llegar a tornarse oscuro. Veranos en Londres.

Philip me ayudó a salir del coche.

-Señorita- me ofreció su mano.

-Señorito- bromeé con él mientras salía.

Las calles eran bonitas, suelos adoquinados, fachadas de colores rojizos, grises, blancos...

-Megan, ¿podrías acompañarme? Es que el bolso se me ha quedado en el coche.

-Claro- dije soltando la mano de mi chico, que se metió la misma en el bolsillo para poco después entregarme las llaves del coche. Una vez tuvimos el bolso y nos aseguramos de cerrar el coche, caminamos de vuelta con los chicos.

Una de las veces que miré a Sophie pude ver el gesto de dolor que hacía.

"Dios estos tacones me están matando"- pensó angustiada por su dolor de pies.

-Si te incomodan, ¿por qué te los pones?

-¿Mm...?- me miró extrañada. Señalé sus tacones haciendo que abriera los ojos como platos -¿Cómo sabes...?

-Tus gestos de dolor- dije una verdad a medias. Se ruborizó.

-Es que... No sé, la última vez te vi vestida tan... sencilla pero elegante al mismo tiempo, que me imaginé que vendrías así de bien- señaló mi ropa.

-¿Y qué con mi modo de vestir? Yo soy modelo y me he acostumbrado a los tacones y esas cosas, pero por mí tú no tienes por qué vestirte distinto a como acostumbras- se encogió de hombros.

De camino al restaurante tuvimos que atravesar una llamativa y estrecha calle. Todas las casas o locales tenían la fachada pintada con algún color llamativo; rosas, naranjas, azules... Era increíble ver algo parecido en un lugar tan aburrido, superficialmente hablando, como lo era Londres, típico por sus colores grises y apagados con la única excepción del vistoso rojo, también característico.

*

-Philip me ha contado que viajaréis a Italia- me dijo Marcello antes de llevarse a la boca un trozo de su calzone.

-Sí, quiero ver a mis padres y que lo conozcan- le respondí mirando a Philip sentado en frente mía y junto a Marcello. Esbozó una sonrisa casi imperceptible.

-¿Y cómo crees que lo tiene ante los ojos paternos?

-Pues no sé... Mi padre es muy estricto- reí a carcajadas al ver la cara de sorpresa que se le quedó a Philip.

-¿Pero no dijiste...?- me levanté de la silla rodeando la mesa para poco después abrazar y besar en la mejilla a mi chico.

-Es broma cariño, mi padre es súper simpático y mi madre... Bueno ella... Ella... No es tan mala- dije finalmente, provocando nuestras risas.

La tarde estuvo bastante bien, nos divertimos mucho. Marcello resultó ser más bromista de lo esperado y cada poco contaba un chiste.

Al llegar la noche las nubes seguían tapando los oscuros cielos, pero en contados lugares habían grandes claros por los cuales era posible ver el abundante mar de estrellas.

-Es precioso- dije apoyada en el marco de la ventanilla y sin dejar de mirar el cielo. Estábamos pasando bajo uno de esos claros y aquello era tan extraño y bonito que hipnotizaba. Vi de soslayo como Philip me dedicaba una rápida mirada, por lo que lo miré y cuando volvió a clavar aquellos oscuros ojos en mí sonrió con tanta calidez que creí que me derretiría allí mismo. Sentí mis mejillas arder, por lo que me las tapé con las manos rápidamente antes de volver a la postura anterior. Oí como Philip hacía nacer desde su pecho otra de sus risas guturales, pero no lo miré, tan solo sonreí sin dejar de mirar aquella hermosa imagen, antes de que el manto nuboso volviera a taparlo como el pintor que pretende esconder su obra más bella.

-Ooh ya no se ve, ya podrías haber ido un poquito más lento- se quejó Sophie.

-Quiero llegar ya a la casa. ¿Sabéis lo que duele el trasero de tener que ser el que conduzca?- reí por lo bajo antes de apartarme de la ventanilla y extender el brazo hacia su sedoso cabello, para rozarlo con mis dedos y hundirlos en él. Como respuesta me miró sonriendo antes de guiñarme un ojo haciéndome reír.

*

-Bajaros aquí si queréis- dijo Philip una vez el coche estuvo a pocos metros de las escaleras de la entrada.

-Vale- Marcello y Sophie bajaron del coche.

-¿No bajas?

-Quiero acompañarte- le respondí. Sonrió tontamente.

-Mi niña Megana, niño Philip- nos saludó Lupe.

-Buenas noches Lupe- la saludé con simpatía -Ellos son nuestros invitados esta noche, Marcello y...

-Sophie, la del número en la lavadora- se adelantó ella. Las tres reímos.

-Sí esa- se presentó ella misma. Los tres se saludaron con dos besos. Me daba gracia cuando a Lupe se le olvidaba dar el segundo beso y la otra persona se quedaba con el suyo en el aire, que fue exactamente lo que le pasó con Sophie, a la primera que saludó. Al parecer en Latinoamérica es más común que se saluden sólo con un beso.

-Te los encargo en el rato que tardemos en guardar el coche en el garaje- asintió con una sonrisa.

-Vengan por aquí- los guió al interior de la casa.

Philip aceleró con extremo cuidado, pero aún así, el motor del coche que no se había detenido en ningún momento, hizo acto de presencia con su característico rugido.
Una vez en el garaje y el motor apagado, Philip se bajó mientras yo buscaba mi móvil. Poco antes de que lo encontrara la puerta se abrió.

-Señorita- reí entre dientes mientras me ayudaba de su mano para salir.

-Tontorrón mío- lo abracé. Cerró la puerta antes de empujarme ligeramente y aún entre mis brazos, consiguiendo que me apoyara en ella. Me besó... Y lo hizo mezclando tantos sentimientos, que me olvidé de respirar intentando asimilarlos todos al mismo tiempo. Una vez pude tomar aire, rodeé su cuello con mis brazos y él mi cintura con los suyos.

-¿Sabías que te quiero?- dije acercando nuestros rostros. Frunció el ceño.

-Pues yo a ti no- abrí los ojos como platos mientras él se apartaba entre risas y se apresuraba a llegar a la puerta.

-Tú señorito, más te vale que eso sea...- me callé al ver a Carlos sentado en uno de los taburetes -¡Hola!- lo saludé con alegría, al parecer y por la mirada extrañada que me echó Philip, más de la que debía.

-Hola- me sonrió.

-Lleva aquí toda la tarde y estaba a punto de irse cuando habéis llegado, así que le he suplicado que se quedara a cenar con nosotros- explicó Lupe.

-Me parece genial, siempre y cuando él haya aceptado- lo miré entre interrogante y amenazadora, lo que le hizo gracia.

-Sí, he aceptado- dijo con una de sus dulces sonrisas.

-Perdonad- se disculpó Philip antes de salir de la cocina.

-¿Has conocido a nuestros invitados?- negó con la cabeza.

-Quería esperaros- le sonreí antes de comenzar a andar indicándole que me siguiera.

Marcello una vez más, estaba contando uno de los chistes de su lista inagotable, o eso o a Sophie le había dado uno de esos repentinos ataques de pavo. Carlos me miró suprimiendo una sonrisa, lo cierto es que la risa de Sophie además de aguda, era bastante contagiosa.

-Chicos, os presento a Carlos, nuestro vecino y amigo- dije intentando no reír. Sophie dejó de reír en cuanto lo vio. Incluso Carlos notó que a ella le gustaba. Lo cierto es que ya ella lo había visto en el hospital, pero al parecer ahora la atracción fue mayor -Voy a ver si Philip necesita algo, si queréis cualquier cosa decídselo a Lupe o Lilian, ¿vale?- los tres asintieron.

-Tranquila, ahora acabaré con la nevera- bromeó Marcello. Sonreí antes de dirigirme a las escaleras.

A medio camino de las escaleras, las notas musicales se podían oír perfectamente.
Empujé la puerta ya entornada pudiendo así escuchar con toda claridad la letra de la canción.

Don't judge me de Chris Brown

Philip se estaba quitando la camiseta, de espaldas a mí, por lo que no me vio entrar.

-Espero que fuera broma- me miró por encima de su hombro mientras terminaba de quitarse la camiseta y la dejaba doblada sobre la cama.

-¿El qué?- se acercó a mí. Su semblante estaba serio.

-Lo de que no me quieres- dije cogiendo su mano, tirando luego de él, aunque finalmente terminó tirando él de mí antes de rodear mi cintura con sus brazos para darme un beso fugaz en los labios.

-Claro que era broma- su mirada... era de preocupación.

-¿Qué te pasa?- hice caso omiso a su anterior respuesta, esta me urgía más. Negó con una débil sonrisa antes de abrazarme.

"Me jode no parar de pensar en que la puedo perder por Carlos y no quiero pensarlo... Pero no lo puedo evitar cada vez que veo cómo él la mira y con la alegría que ella le corresponde"- pensó.

-Philip...- mi voz salió en forma de queja angustiada, a pesar de que siquiera quería hablar.

-¿Qué te ocurre?- me apartó con cuidado. Negué levemente.

-Eso te pregunto yo y tú no me respondes- suspiró.

-Tonterías que me rondan la cabeza.

-Pues comparte conmigo tus tonterías- sonrió antes de negar con la cabeza.

-La misma tontería- me abrazó.

-Please...- susurré, ya que siempre que estábamos a solas hablábamos en italiano.

Está claro que yo ya sabía lo que le ocurría, pero yo quería que él me lo dijese, no tener que saber cosas como esas por medio de mi maldito don. Apoyó su cabeza sobre la mía antes de suspirar. Realmente se sentía mal teniendo que revelarme esos pensamientos.

-Es otra vez Carlos- dijo. Me aparté.

-Te lo dije una vez y te lo repito... Dime qué necesitas para convencerte al cien por cien, de que el único al que quiero, el único que se ha adueñado de mi corazón... Mi único todo... Eres tú- la expresión de su rostro no lo reflejó, pero aquellas palabras ya habían mejorado su ánimo en un cincuenta por ciento, quizás un ses... setenta.

-Que sigas siendo tú- me abrazó primero con fuerza y luego con ternura -Pero siempre a mi lado- el corazón se me encogió. Lo besé.

-Acabo de firmar nuestro contrato. Y espero que en la letra pequeña que no me ha dado por leer, me estafaras poniendo que un "siempre", va más allá, incluso después de la muerte... Algo así como un infinito por infinito- rio por lo bajo. Acercó sus labios una vez más a mi oído.

-Considérame el rey de la trampa- reí enganchándome a su cuello.

-Pues bendito seas estafador de mi corazón- rio conmigo.

Lo sé, lo sé... Pero prometo que lo empalagoso nos salía de forma natural.

Bajamos al encuentro de nuestros invitados.

-Tú y el tomate no os lleváis bien, ¿no?- bromeó Marcello. En el restaurante, Philip se había manchado, por eso el cambio de camiseta. Philip negó con una sonrisa.

-Ten- le dije a Sophie, entregándole unas sandalias.

-¿Y esto?

-Para que te libres de tus torturas- sonrió. No se lo pensó mucho, tan sólo le hizo falta tirar los tacones al aire de lo rápido que se los cambió.

-Que gloria- dijo poniéndose en pie y dando varios pasos. Todos reímos.

La noche fue perfecta. Sophie y Carlos habían pasado un buen rato hablando y ella se había prendado de él, por desgracia para la misma, el caso no tuvo un "y viceversa". Marcello seguía con sus chistes, Lupe y Lilian se unieron a nosotros durante la cena, Philip y yo no dejábamos de fastidiarnos el uno al otro y Draco fue el mimado de la noche, pasando de mano en mano y recibiendo caricias y besos a cada rato.

-Mañana preparamos todo para el viaje- me dijo Philip echándome el brazo por encima. Asentí con la cabeza sin dejar de mirar al cielo una vez más. Sobre la casa había otro de esos claros, solo que más pequeño y desde la terraza, en donde nos encontrábamos, se veía mucho mejor. Yo estaba apoyada en los paneles de cristal.

-¿En qué piensas?- me preguntó. De fondo teníamos la risa de nuestros amigos.

-En todo y en nada- respondí.

-Buena respuesta, pero no me sirve- reí volviéndome hacia él.

-En que quiero que conozcas a mi padre, en que estoy esperando a un pequeñajo, en que volveremos a pisar tierra italiana...- rio -Aah... Y en que te amo- acarició mi mejilla.

-No te faltará más nada, ¿no?- reí.

Pasamos un rato hablando a cerca del viaje, de mis padres... Quedamos en que al día siguiente iríamos al hospital para que me hicieran una revisión antes de viajar y en que teníamos que hacer una pequeña fiesta de despedida, aunque fuésemos a estar fuera por poco tiempo.
Le comentamos a los chicos lo de la fiesta o más bien reunión. Invitaríamos también a Alexandro y Alice, además de Lola y Rosa. Le dije a Lilian que invitara también a su novio y le pareció una idea maravillosa.

El resto de la noche lo pasamos hablando de distintos temas de conversación, pero el que más dio que hablar, fue el hecho de que Sophie besara a Carlos y él, a pesar de que ella tan solo le parecía mona y simpática, no hiciera nada para apartarla.

¿Cómo le saco a Philip eso que él sabe de Sophie y yo no?- pensé mientras cerraba la puerta del lavavajillas. Hacía no mucho, Philip había ido a llevar a Marcello y Sophie a sus casas.

-Mi niña, no ha puesto la pastilla- me dijo Lupe entregándome la diminuta bolsita cuadrada -¿Qué le preocupa?- me preguntó.

-Ooum... Nada. Me ronda un poco de todo por la cabeza- dije colocando la pastilla en donde corresponde.

-Siéntese, nosotras terminamos de recogerlo todo. Sobre la mesa tiene su tila- me senté en uno de los taburetes y le di el primer sorbo al líquido transparente de temperatura media.

-¡Espera, no cierres!- le dijo Lilian a Lupe que se disponía a poner el lavavajillas, antes de tenderle unos cuantos vasos.

No sé si fue la tila en sí, el limón que Lupe le había añadido... Pero sí sé que los párpados comenzaron a pesarme como plomo.

-Chicas lo siento, pero se me están cerrando los ojos- dije poniéndome en pie.

-Ve a dormir- me dijo Lilian -Nosotras terminamos aquí y nos marchamos.

Me despedí de ellas y casi trastabillando por las escaleras, logré llegar a la habitación y quedarme en ropa interior, para luego meterme entre las sedosas sábanas. Cerré los ojos y aún consciente, el sueño comenzó a tirar de mí, pero sin llegar a arrastrarme por completo. Era consciente del sonido del agua proveniente de la planta baja, el murmullo que suponían las voces de las chicas, la suave melodía... Cuando mi sueño estuvo por nublarme la consciencia, di uno de esos pequeños brincos típicos antes de caer rendidos, consiguiendo así despejarme. Cerré los ojos una vez más, nuevamente sin conseguir dormirme del todo. Aquello era raro en mí, de hecho nunca antes me había pasado. Pude estar así, aproximadamente una hora, solo hasta que el sonido del motor del deportivo se acercó a la casa. Tras eso, perdí lo poco de racional que le quedaba a mi mente y me sumí en la oscuridad.
Unas caricias y un beso cálido en mi frente me hicieron abrir los ojos con pesadez. Cuando logré ver, vi a Philip acercándose al iPod que descansaba sobre la cómoda para quitar la canción que había estado repitiéndose desde que él la había puesto. Me estiré antes de sentarme, apoyándome en el cabecero de la cama. Me miró alertado por el sonido sordo tanto del colchón como del roce de las sábanas. Se acercó nuevamente, antes de sentarse mirándome de frente. Me sonrió.

-Estás dormida pequeña, túmbate- dijo acariciando mi mejilla. Froté mis ojos mientras sonreía.

-Sí, será mejor- me tumbé. Ya cogiendo el sueño una vez más, sentí el descenso del colchón a mi espalda.

-Buenas noches- me besó en la mejilla antes de envolverme en un cálido abrazo.

-Buenas noches pequeño- dije con pie y medio en el mundo de los sueños -Te quiero- logré decir.

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