El retrato de un joven lúcido...

Por AnnieTokee

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Christian intenta reprimir, sin mucho éxito, sus deseos por el nuevo profesor de arte. Además, lidia con los... Más

Antes de empezar
Capítulo 1: Caligrafía de primate
Capítulo 2: El extraño del espejo
Capítulo 3: El ave que caza el felino
Capítulo 4: Black Sunrise
Capítulo 5: De proporciones místicas
Capítulo 6: El retrato de la especie endémica
Capítulo 7: Luna rosada y agua fluorescente
Capítulo 8: Tratado de paz entre dos mundos
Capítulo 9: Role-Playing
Capítulo 10: A veces los fantasmas siguen aquí
Capítulo 11: Un viaje en máquina del tiempo al pasado
Capítulo 12: La lengua de la serpiente
Capítulo 13: Leche de almendras para el malestar
Capítulo 14: El amor no es inherente a lo eterno
Capítulo 15: Veganos conspiranoicos
Capítulo 16: Juguete contra el estrés
Capítulo 17: Los niveles existen para todo
Capítulo 18: Reglas para evitar el caos
Capítulo 19: Filtro en blanco y negro
Capítulo 20: Identidad incinerada
Capítulo 21: Vive, ríe y sueña
Capítulo 22: Efectos colaterales de la Navidad
Capítulo 23: La droga de fin de año
Capítulo 24: De primate a mosquito
Capítulo 25: La bodega de Mordor
Capítulo 26: Aquello que nadie dice en voz alta
Capítulo 27: El sollozo que apaga el fuego
Capítulo 28: Es más fácil delatarse de noche
Capítulo 29: El final
Capítulo 30: La punta de la colina
Capítulo 31: El colado de la familia
Capítulo 32: El compromiso irreversible
Capítulo 33: Gracias, pero adiós
Capítulo 34: En el puente de Brooklyn
Capítulo 35: Una decisión que cambia todo
Capítulo 36: Nunca pierdas el origen
Capítulo 38: La obra de un artista medio lúcido
Capítulo 39: Rosas blancas y lavandas
Capítulo 40: Desearía ver fantasmas
Capítulo 41: Nuestro lugar de fantasía
Capítulo 42: La ciudad de los recuerdos
Capítulo 43: Las amistades peligrosas
Capítulo 44: El tren que recorría el prado
Capítulo 45: Idílicos peces Koi
Capítulo 46: La piedra preciosa del fantasma
Capítulo 47: Solo en el arte
Epílogo: El retrato de un joven lúcido
Todavía no se vayan

Capítulo 37: El punto de nuestra fuga

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Por AnnieTokee

 Tragué saliva e hice un ejercicio rápido de respiración; tenía que tomar aire y sacarlo mientras cerraba los ojos, debía también concentrarme en el ahora y ser consciente de mis propias emociones. Miré a la puerta, se encontraba abierta, de ser un día normal estaría cerrada con seguro, pero mi padre fue tan cauto que se lo quitó antes de mi llegada.

Abrí el correo, tensé la mandíbula y leí la única línea. Suspiré largo cuando terminé. El director solo quería hablar conmigo porque deseaba ver qué sería de los exámenes y calificaciones pendientes. Imaginé que se trataba de un pretexto para hablar de otro asunto, y aquello sería Joshua.

Aventé el móvil a la cama y fui a la ventana, necesitaba abrirla para refrescarme. Me asomé hacia abajo y vi junto al coche de mi padre el de la abuela.

En el pueblo en el que vivía había solo dos preparatorias: una —la más decente—, era a la que asistía, y la otra —la de menos presupuesto—, donde Harry seguro se matriculó una vez pudo volver a estudiar.

¿Aguantaría a Harry hasta graduarme, soportaría el acoso hasta graduarme o aguantaría a Joshua hasta graduarme?

Un par de días antes de darme de alta, me recetaron otro medicamento, servía para trabajar en la disociación y, como efecto secundario, me causaba un mal nacido sueño. El cansancio que me provocaba era tan profundo que mis fantasías oníricas lúcidas habían desaparecido por completo, pero así me gustaba, porque al menos mi cabeza podía descansar por diez horas o más.

De modo que aquel día los efectos colaterales se combinaron con los de mi agotamiento, y me la pasé el resto de la tarde durmiendo. 

—¿A dónde vas? —me preguntó mi padre en cuanto me vio arribar al comedor. Él bajó el móvil y acomodó sus gafas de marco delgado.

—A la escuela —musité.

Alice solo me sonrió con timidez y continuó cargando a Heather, quien yacía en sus brazos.

—Chris, puede ser duro —resopló mi progenitor, se levantó de la silla—, después de estar internado debes hacer las cosas con calma. —Caminó hasta el mueble que teníamos detrás del comedor y abrió uno de los cajones—. Acostumbrarse de nuevo es difícil y ya te dije que yo solucionaría todo.

—No habría necesidad de arreglar algo si hubieras cuidado bien de Christian —espetó la abuela, le dio un sorbo a su taza de té.

La tensión recorrió mi cuerpo, como pequeñas y molestas hormigas. Mi padre solo suspiró y no dijo nada más, no podía argumentar contra eso. Él sacó mis medicamentos y caminó con ellos de regreso, dejó las tres cajas sobre la mesa y sirvió agua para mí en un vaso.

—Estaba esperando a que una enfermera voceara mi nombre —vacilé. Era mi forma de destensar el ambiente.

Mi madrastra fue la única que rio, la abuela hizo una mueca de desagrado y mi padre se quedó callado, esperando a que me tomara las tres pastillas diarias. De acuerdo con los doctores, debía seguir con el tratamiento por dos años y asistir con regularidad a terapia psicológica.

—Iré a darme de baja —mencioné una vez que terminé de tragar la última pastilla—, ya no estudiaré ahí.

Mi padre comenzó a jugar con la servilleta, noté como cortó un pedazo de esta y formó una bola. Alice me miró, entristecida, y la abuela sonrió.

—Tuve muchos problemas por aquí y aprendí la lección —continué, hice un ademán con las manos y alcé las comisuras de mis labios—, lamento haberles causado molestias.

—Chris, no fue para nada eso —replicó Alice con voz dulce—, fueron las circunstancias.

«No, fue culpa de Joshua y mi imbecilidad», pensé.

—Vendré en vacaciones o quizás en Navidad. —Sonreí con amargura, quería soltarme a llorar y contarles la razón de mi partida—. O mejor, en el cumpleaños de Heather.

—¿Nos vamos mañana, Christian? —me preguntó la abuela, jugueteaba con la cuchara de su té.

Asentí.

—Aaron, dile algo —le exigió Alice.

—Te llevaré a la escuela. —Mi padre tomó las medicinas de la mesa y pasó a mi lado—. Es lo menos que puedo hacer por ti.

Era curioso, sería la tercera vez que le aceptaba que me llevara, y también la última. Nos despediríamos y volveríamos a la rutina del padre ausente y del hijo al que se supone no le importa.

Durante el camino estuve hablando con Hannah por mensaje, aunque en realidad solo le avisé que iría de visita y que los vería en biblioteca para despedirme. Esperaba un reclamo suyo o que me insistiera, pero ella solo me mandó una cara sonriente.

Escogí biblioteca porque, a pesar de lo conservador que podría ser el director, decidió implementar un sistema escandinavo en el que ese sitio se dividía en zonas; había una especial para trabajo en equipo y otra para estar en silencio. La primera tenía aire acondicionado, sillones viejos y libreros atascados que nos darían privacidad para que pudiera despedirme sin hacer un escándalo e irme como el fantasma que era.

Una vez aparcamos, miré a todos los coches que se encontraba al lado. Me subí en algunos, fumé en ese aparcadero decenas de veces y también tenido charlas estúpidas con Jason.

—Chris, cualquier cosa, me llamas y yo iré por ti —indicó mi padre, se desabrochó el cinturón y miró, estático, al frente—, recuerda...

—Cerrar los ojos y concentrarme en el presente —interrumpí. De nuevo quería sonar como siempre, como lo que pretendía ser—. Calma, no es lo más duro que he hecho.

Dio un sobresalto y resopló.

—Por eso —expresó con molestia, sin embargo, la dirigió a sí mismo—. Puedes confiar en mí, aunque ya es tarde para ser el padre que necesitabas. —Hizo una pausa y se giró, buscaba tenerme de frente—. Me sorprende que Alice no me quiera alejar de Heather por miedo a que le haga lo mismo que a ti.

—De los errores se aprende. —Encogí los hombros—. Y nunca es tarde para ser lo que siempre quisiste ser.

—Bueno, al menos aprendiste bien de los doctores de Nueva York.

—En realidad, esa frase la dijo Diane en Bojack Horseman.

Soltó una leve risa que yo seguí con la misma debilidad. Por sorpresa tomó mis hombros y después me abrazó con fuerza, yo solo le di un par de palmadas en la espalda para sosegar el ambiente. .

—Es muy temprano todavía —comenté una vez que me soltó.

Se quedó callado y cerró los ojos, yo bajé del coche y metí las manos dentro de los bolsillos, no quería mirar atrás y arrepentirme.

Anduve flotando por el sitio, y cada que alguien pasaba a mi lado, creía que se daría cuenta de que algo estuvo mal conmigo, de que me internaron en un piso de psiquiatría y que necesitaba medicinas para funcionar.

En los pasillos mi ansiedad creció pensando que me encontraría a Joshua. Cuando alguien me saludaba sin querer daba un respingo creyendo que se trataba de él, sin embargo, nunca lo vi. Creo que necesitaba tener detrás a la enfermera para que me dijera qué hacer, cómo hacerlo, qué tipo de terapia tomaba ese día y si podía hablar con los encargados de los alimentos para que me hicieran algo sin carne.

Una vez frente a la oficina, me preparé antes de tocar la puerta. Era un simple golpeteo, pero creí que ahí daría una de las charlas más intensas de mi vida.

—Pasa —expresó el director del otro lado de la puerta.

Abrí esta con dificultad, cerré los ojos al creer que Joshua se encontraría ahí, pero no, ambos asientos frente al escritorio se hallaban vacíos. Ocupé el de la derecha, apoyé las dos manos en su mesa de cristal y desvié la mirada.

—¿Cómo sigues, Christian? —preguntó, interesado. Recargó la cabeza redonda en la palma de su mano—. No es fácil recuperarse de algo como lo que te pasó.

—Estoy bien —afirmé, no lo miré a los ojos y me concentré en las huellas grabadas en la mesa—, fue similar a estar durmiendo tres días y después tomarme vacaciones de más de una semana. —Sonreí, nervioso.

—¿Seguro?

Asentí.

—Beckett se preocupó por ti. —Al escuchar su nombre cerré los puños—. Y fue el primero en hablar conmigo para que no te metieras en líos por las faltas.

—Me sorprende que le diera tanta importancia, solo soy su exalumno. —Mis pies no dejaban de moverse, las manos me sudaban y volvieron las hormigas caminando por mi espina dorsal.

—Traía algo contigo —mencionó, dubitativo—, llegó a hablarte de Charles, ¿verdad?

Sentí sus ojos claros sobre mí, dándome un recorrido de pies a cabeza, tal vez buscando a Charly. Por suerte, no llevaba mis gafas.

—Algo, debió haber sido duro para él. —Lo que más odio de todo el asunto de Joshua es que aún soy capaz de justificarlo.

—Tal vez vio el estar contigo como una manera de volver a esos tiempos.

No supe a qué connotativo de la palabra «estar» se refería.

—A mí me pareció más un pasatiempo ahora que lo pienso —me atreví a comentar, el vómito verbal estaba por comenzar—. Y Joshua se va a casar con esa tal Lisa —susurré, me costó decirlo, de hecho, ardió por dentro.

Arthur negó.

—Es un idiota, prefirió seguir experimentando a sentar cabeza. —Noté el coraje en su hablar mientras, yo trataba de asimilar los hechos—. Es un niño, se dio a la fuga sin más.

—¿Cómo? —Mi corazón latía a tal velocidad que creí que se saldría de mi pecho y me dejaría desangrado en el escritorio.

—El muy inmaduro le pidió dinero a su madre, abandonó el departamento, renunció y pagó un vuelo.

—¿Se tomó unas vacaciones? —pregunté, incrédulo.

«¿Qué habías hecho, Joshua Beckett?».

—Ojalá —espetó—, renunció y se regresó a Inglaterra.

Me quedé boquiabierto y para evitar perderme, me pellizqué el dorso de la mano.

—Gracias —musité, me levanté de la silla y di media vuelta—, solo venía porque quería preguntarle sobre la reposición de los exámenes pendientes y eso.

—¿Todo bien?

—Volveré a clases la próxima semana, quiero ponerme al corriente. —Mis ojos se cristalizaron, pero no podía dejar de sonreír—. Tengo que irme, luego hablamos de lo otro, es que me están esperando en biblioteca —dije al mismo tiempo que señalaba a la puerta—, y ojalá al señor Beckett le vaya bien allá.

A pesar de todo, me sentía algo orgulloso de él.

Joshua no solo había renunciado a fingir ser quien no era, también se marchó a otro continente para evitar caer en lo mismo y poder reconciliarse con sus raíces, y de paso, con el recuerdo de Charly.

Lo insulté en mi cabeza un millar de veces, porque mientras estuve internado, quizá de llegar él a visitarme y proponérmelo, me habría ido, aun con todo mi odio. Había momentos en los que me sentía tan endeble y necesitado de sus brazos, que la idea de una fuga, de nuestra fuga, me hubiera parecido coherente.

Sin embargo, no habría escape para mí en esta historia, y tendría que lidiar con el peso de su recuerdo en la misma institución que lo vio nacer.

¿Cómo creen que sean las cosas para Chris ahora? ¿Le será fácil sanar?

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