Cántame al oído | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

2M 227K 344K

«Escribiría todas mis canciones sobre ti». Holland finge que tiene una vida perfecta. Alex sabe que la suya e... More

Introducción
01 | Mi rata es una superviviente.
02 | Conociendo a Holland Owen.
03 | Rumores que hieren.
04 | Somos unos cobardes.
05 | Un tratado de paz.
06 | La música no es lo mío.
07 | K. K. Splash Pro
08 | Rota en pedazos
9 | Con la música en las venas
10 | Nociones básicas de supervivencia
11 | Los archivos del despacho de dirección
12 | Indestructible
13 | Dedícate a lo que te haga feliz
14 | Nuestra primera canción
15 | Oportunidades
16 | Asumiendo la realidad
17 | Mi verdadero yo
18 | Arriésgate a que te rompan el corazón
19 | Todas mis canciones suenan a ti
20 | Recuerdos que no duelen
21 | Consecuencias
22 | Un corazón roto
24 | Quien soy en realidad
25 | Primeras veces
26 | Siempre que me necesites
27 | Mil y una veces
28 | Artísticamente hablando
29 | Dibújame cantando
30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo
31 | El precio de soñar
32 | Lo que mereces
33 | Sigue latiendo
34 | Efectos colaterales
35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte
Epílogo

23 | Una pareja para el baile

36.5K 5.4K 6.4K
By InmaaRv

23 | Una pareja para el baile

Holland

Que esté aquí, en mi casa, sentado en mi salón con sus padres, mirándome y sonriendo como si no hubiese pasado nada, me provoca una fuerte opresión en el pecho. De pronto, no puedo moverme. Aunque recuerdo a la perfección las palabras que siempre me repite mamá, que me recuerdan que debo ser amable y sonreír, sin importar que hacerlo me rompa en pedazos, ahora mismo no me veo capaz de fingir.

Apenas puedo respirar. Necesito salir de aquí cuanto antes. Esquivo el abrazo que intenta darme mi madre y, intentando que no note lo que me pasa, me disculpo apresuradamente antes de precipitarme escaleras arriba. Me encierro en mi habitación, apoyo la espalda contra la puerta y me siento en el suelo. Mi corazón late con todas sus fuerzas, pero, aunque he subido aquí porque no quería que me vieran llorar, pronto descubro que ya no me quedan lágrimas.

Al menos, no para Gale.

Me tiemblan las manos. Las coloco bajo mis rodillas y las atrapo con mis piernas para que se queden quietas. Echo la cabeza hacia atrás y me esfuerzo por respirar. Sin embargo, la situación me supera porque no encuentro ninguna salida. Apenas he pensado en Gale este fin de semana porque tenía clara mi decisión. Rompería con él la próxima vez que nos viésemos.

No contaba con que fuera a presentarse en mi casa con sus padres para ponerme las cosas difíciles.

No puedo quedarme quieta. Me levanto y doy vueltas por el dormitorio, exasperada. Mi móvil vibra en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Seguramente mamá estará escribiéndome para que baje de una vez. Los padres de Gale no suelen venir mucho, de manera que, si están aquí, es por algo importante. Puede que estén pensando en volver a contratar a mamá. Sea como sea, como me han repetido toda mi vida, debería estar presentable para la ocasión.

Cojo mi estuche de maquillaje, me planto frente al espejo y trago saliva. Llevo unos vaqueros anchos que se ajustan a mis caderas y un jersey corinto. Es un conjunto informal, sobre todo porque voy con zapatillas. Mis manos siguen temblando cuando saco mi base líquida del neceser. Estoy a punto de empezar a aplicármela, cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo.

Gale siempre ha odiado mis pecas. Cuando salíamos juntos, me daba vergüenza salir a la calle sin maquillaje.

Pero ya no soy esa persona.

Cierro el estuche, retrocedo y me miro al espejo. A principios de curso, habría dado lo que fuera por ser alguien diferente. Ahora sé que eso es imposible. Esta soy yo. Holland. Sin más. He estado escondiéndome durante mucho tiempo, pero eso se ha terminado. Como me dijo Blake esta mañana, no puedo dejarme ganar.

Sin pensármelo, salgo de mi habitación y bajo al primer piso.

Conozco a los padres de Gale desde que empezamos a salir y por eso sé que pueden llegar a ser tan retorcidos como su hijo. Están obsesionados con guardar las apariencias; en ese sentido, se parecen mucho a los míos. Con razón son tan buenos amigos. Cuando entro en el salón, su conversación cesa y Eva, la madre de Gale, se levanta para saludarme.

Sus uñas alargadas me rozan los brazos cuando me abraza.

—Holland, cariño, qué guapa estás.

—Casi tanto como usted —respondo automáticamente y fuerzo mi mejor sonrisa. La mujer imita mi gesto antes de volver con su marido, que me saluda con un movimiento de cabeza.

Nadie sabe lo rápido que me late el corazón. Al fondo, mi madre me mira con reproche. Está claro que después tendremos una conversación acerca del numerito que he montado al encerrarme en mi habitación. Trago saliva. Mis ojos se cruzan con los de Gale, que sigue sonriendo con arrogancia. Aparto la vista enseguida.

Soy más inteligente que él y me conozco todos sus trucos. Si cree que, viniendo aquí, a mi terreno, puede vencerme, está muy equivocado.

—¿Cómo van los estudios, Holland? —me pregunta el señor Fullman, observándome por encima de sus gafas metálicas.

Lo único que hay sobre la mesa del comedor es un jarrón con flores que juraría que no estaba ahí esta mañana.

—Seguro que estas esforzándote mucho para entrar en la universidad de derecho —añade Eva, sonriendo—. ¿A dónde querías irte a estudiar? ¿Oxford?

Se me forma un nudo en la garganta. Niego.

—Manchester.

Ella asiente con aprobación.

—Es una buena universidad. Seguro que tus notas están a la altura.

—Eso creo, señora Fullman. De hecho, mamá, estaba a punto de contártelo. —Me vuelvo hacia ella—. He vuelto a tener sobresaliente en todas las asignaturas.

Sería ingenua si esperara una sonrisa de su parte, siquiera; de manera que miro a nuestros invitados. Con certeza, cuando se marchen mamá mirará mis calificaciones y me reprochará que, para complacerla, todos esos nueves deberían ser dieces.

—Tan estudiosa como siempre —me adula el señor Fullman.

—Ojalá nuestro Gale se pareciera más a ti. Es vergonzoso que su boletín esté lleno de suficientes.

—Mamá —se queja Gale. Me sobresalto al oír su voz.

—Imagino que será por los entrenamientos —hablo a conciencia—. Últimamente está tan centrado en el fútbol que no le dedica suficiente tiempo a estudiar.

Eureka. Gale tensa los hombros y me lanza una mirada de advertencia. Me parece maravilloso que ya esté enfadado, porque solo acabo de empezar.

La mujer enarca sus perfiladas cejas.

—¿Es eso verdad? —dice, mirando a su hijo.

—Mamá, sabes lo exigente que es el entrenador...

—No olvidemos las fiestas —continúo, antes de que pueda excusarte—. No es sano ir a tantas. Hemos hablado sobre esto un montón de veces, señora Fullman, pero él nunca me hace caso. Además, tampoco quiere que lo acompañe y así no puedo asegurarme de que tiene cierto autocontrol. Estudiar con resaca es muy complicado. Estoy preocupada por ti, cariño, lo sabes, ¿verdad? —añado, girándome hacia Gale.

Nuestras miradas se encuentran y veo que está furioso. Aun así, mi expresión no cambia; me imagino que es uno de mis amigos, que está cometiendo un error tremendo y no puedo evitar preocuparme por él. Mi actuación resulta convincente y la señora Fullman suelta una exclamación ahogada.

—¡Gale! —se indigna, llevándose una mano a la boca.

Hago esfuerzos por no sonreír.

—No pienso tolerar que el director vuelva a llamarme porque mi hijo se ha presentado borracho a entrenar —sentencia su padre, con frialdad.

Golpe bajo. En defensa de Gale, diré que eso pasó hace más de un año y que fue a raíz de una apuesta perdida contra sus amigos. Podría haber quedado como una anécdota más, pero es evidente que el tema le molesta especialmente, porque aprieta los puños.

Seguro que sus padres han estado echándoselo en cara durante todo este tiempo.

—Es horrible —me compadezco. Apoyo las manos en el respaldo de la silla que hay junto a la de Gale—. Todo esto me preocupa casi tanto como que haya suspendido los tres últimos exámenes de física.

—Holland —me corta mi madre inmediatamente, y levanto la mirada hacia ella. Al notar que ha sido brusca, fuerza una sonrisa—. ¿Por qué no vas poniendo la mesa? Tu padre debe estar a punto de llegar.

Utiliza un tono cordial, pero me lanza una mirada cargada de reproche. De acuerdo, punto para ella: no ha tardado en averiguar cuáles son mis intenciones. Aun así, no se atreverá a reprocharme nada hasta que no estemos solas. Forzando, una vez más, mi sonrisa más convincente, me despido de nuestros invitados y voy a la cocina.

—Será mejor que la ayude. —Escucho la voz de Gale seguida del arrastre de una silla.

Entro en tensión. Cierro los ojos, tomo aire y me preparo para lo que está a punto de ocurrir. Gale solo tarda un momento en llegar a la cocina y cerrar la puerta a sus espaldas.

—¡¿Qué diablos crees que estás haciendo?!

Me vuelvo y, una vez más, presencio la furia en su mirada. Camina rápidamente hacia mí y mi primer impulso es retroceder hasta que me choco contra el frigorífico. Gale sigue acercándose, pero no me dejo intimidar.

Lo miro a los ojos, seria.

—No me grites —le advierto.

—¡¿Crees que puedes ridiculizarme delante de mi familia?!

—He dicho —repito, despacio— que no me grites.

Coge aire sonoramente. Es una suerte que guarde las distancias. Si se hubiera atrevido a acorralarme, como ya ha hecho durante muchas de nuestras discusiones, no habría respondido ante mis actos. Ahora que estoy a solas con él, veo las cosas de otra manera. Toda mi rabia contenida sale a la luz y por fin entiendo que el verdadero culpable de todo es, nada más y nada menos, que él.

Gale. Todo ha sido culpa de Gale.

—Me vas a joder la vida —me espeta. Se lleva las manos a la cara, desesperado.

—Es curioso que se te acabe la valentía cuando están tus padres delante, Gale.

—Cállate —me ordena con rabia.

—¿Cómo crees que reaccionarán cuando se enteren de que me has engañado? Oh, y cuando vean el vídeo.

Cuando vuelve a mirarme, espero sentir algo, cualquier cosa: pero, una vez más, mi pecho está vacío. Ni siquiera siento dolor. Gale me sostiene la mirada, esperando a que me eche atrás. Como guardo silencio, suelta una risa amarga.

—¿Me estás tomando el pelo?

Enarco las cejas.

—Por desgracia para ti, no.

—Bien. Estoy con Emma, ¿y qué? Como si no lo supieras desde hace tiempo —me suelta, como si fuera un hecho innegable. Esta vez sí, sus palabras me duelen porque me siento humillada—. Caso cerrado. Ahora estamos en paz.

—¿Disculpa? —demando, sin contenerme.

—Vamos, Holland, no me digas que no te has enrollado con ese tío. Te tiene comiendo de la palma de su mano. Harías cualquier cosa por él. —Pone los ojos en blanco y resopla—. Patética.

Se refiere a Alex. Sé que no se merece mis explicaciones, pero no soporto que insinúe que ambos hemos cometido el mismo error.

—No me he enrollado con nadie, Gale. No por respeto a ti, porque no te lo mereces, sino por respeto hacia mí misma. Ahora que hemos terminado, puedo hacer lo que me dé la jodida gana.

De pronto, algo cambia en su expresión. Levanta la mirada y enarca las cejas. Lo conozco lo suficiente como para saber que trama algo.

—¿Ahora que hemos terminado? —repite. Asiento y sonríe—. Me parece que no.

Ahora soy yo quien junta las cejas. Tiene que ser una broma.

—Asúmelo, Gale. Se acabó.

—¿Quieres que te diga a cuántas chicas he besado mientras salía contigo?

El corazón me da un vuelco.

—Me trae sin cuidado.

—Emma, por supuesto, y mucho, además. Después estuve con Jessica, de tercero, y con Amy, su mejor amiga. Eso fue en un solo fin de semana. Lo considero uno de mis mayores logros. Stacey también lo intentó, pero, sinceramente, no me interesa. Oh, y luego está Chöe, de nuestro curso. Joder, está loca. Tuve que...

Escuchar eso me llena el estómago de náuseas. Puede que ya no esté enamorada de Gale, pero la humillación que siento ahora mismo hace que olvide todo lo demás. Retrocedo y trago saliva.

—Para —le ordeno, aunque parece una súplica.

—La lista continúa y continúa, Holland. Siempre que me decías que no querías venir de fiesta conmigo, me dabas una alegría.

Porque así podía montárselo con otras. Estoy tan mareada que todo me da vueltas. Apoyo las manos en la encimera, por si acaso.

—Y, ¿sabes qué es lo mejor? —continúa. Da unos pasos hacia mí—. Que, a pesar de todo eso, vendrás al baile conmigo. Porque eres así de patética.

He usado ese término para atacarme a mí misma en numerosas ocasiones. Por eso, oírlo en su boca duele más. Me esfuerzo por mirarlo a los ojos. No dejo de preguntarme cómo un día pude hacer esto mismo y pensar en lo mucho que lo quería.

—Por si no lo has entendido, ya no te quiero, Gale —digo, tragando saliva.

Una voz en mi interior le suplica que, si alguna vez sintió algo por mí, por mínimo que fuera, se marche y me deje en paz. Pero es mucho pedir.

Al fin y al cabo, se trata de Gale.

—Al instituto le interesa que mis padres estén contentos. El dinero mueve montañas, Holland. Cuando volviste conmigo, les dije que el incidente del pasillo estaba olvidado, pero, dado que pareces decidida a joderme la vida y no acompañarme al baile... Bueno, quizá deba darles el nombre de quien casi consiguió que me echasen del equipo. Mi padre le pedirá al instituto que tome medidas y ya puedes imaginarte qué pasará después.

Está hablando de Alex. Mi estómago cae en picado y me quedo sin respiración. Es una amenaza en toda regla. Sobre todo porque ambos sabemos que, aunque Alex sea inocente, no tiene nada que hacer contra personas tan influyentes como los padres de Gale.

—Él no tiene nada que ver aquí. No le metas en esto —pronuncio. Me tiembla la voz.

—Exactamente, y no tiene por qué sufrir las consecuencias de tus actos, siempre y cuando tomes la decisión adecuada. —Esboza una sonrisa maliciosa y perfila el borde de la encimera con un dedo—. Así que vas a salir ahí, vas a ser amable con mis padres y, la semana que viene, te pondrás guapa y vendrás al baile conmigo. Sin rechistar, nena, ya sabes que no soporto que hables sin parar.

La furia corre por mis venas y me hace apretar los puños. No puedo moverme. Me entran ganas de llorar de rabia, pero actúo como si no existieran.

—¿Por qué? —le pregunto—. ¿Por qué quieres seguir alargando todo esto?

Debe notar la desesperación en mi voz, porque su mirada se suaviza. Sin embargo, solo dura un momento. Su lado humano se esfuma enseguida y se encoge de hombros.

—Tu padre ha concretado una cita con el rector de la universidad a la que mis padres quieren que vaya. Necesito conseguir una plaza. Mis notas no van nada bien y mi única posibilidad es camelármelo y que acepte nuestro dinero. Sin la ayuda de tu padre, eso será imposible. —Me mira de arriba abajo—. No creo que quiera acompañarme después de ver cómo he destrozado a su querida hija.

Se me forma un nudo en la garganta.

—Te sorprendería.

Parece que no conoce a mis padres. Una vez más, su mirada se suaviza y casi parece que siente compasión. Se aclara la garganta.

—Ese es el plan. Serás feliz hasta el domingo y el lunes ya podrás ponerte a lloriquear porque te he roto el corazón, ¿entendido? —continúa, cruzándose de brazos.

Aprieto los dientes. No soporto que piense que me ha hecho tanto daño.

Debería negarme. Sería lo más conveniente, si tuviera esa alternativa; pero no la tengo, porque Alex tendría que pagar entonces las consecuencias. Gale cumplirá sus amenazas, eso está claro, y sus padres tienen suficiente poder para hacer que lo expulsen solo chasqueando los dedos. Mi ex novio sabe lo mucho que me preocupo por Alex. Es consciente de que no soportaría que le pasara nada por mi culpa.

Conoce mis sentimientos y está usándolos en mi contra.

No quiero pensar en cómo reaccionarán mis amigos cuando les cuente que iré al baile con Gale. Esta mañana, cuando les he dicho que pensaba romper con él, parecían orgullosos de mí. Me da vértigo pensar en lo mucho que voy a decepcionarlos y en las sonrisas falsas que me dedicarán para disimularlo. Me encantaría llamar a Sam para contárselo todo, pero no es una buena idea.

No aprobaría mi decisión, es evidente, y después le contaría a Alex lo que está pasando. Si él se entera, todo se irá a pique. Lo conozco y sé que sería capaz de ir a hablar con el director para confesar con tal de evitar que me sacrifique por él. Tampoco puedo contárselo a mis padres, claro. Seguro que encontrarían una forma de echarme toda la culpa a mí.

No me queda otra alternativa. Soy astuta, pero me falta maldad y Gale es un experto en eso. Sigue mirándome con esa asquerosa sonrisa en los labios.

Aprieto los puños.

—Capullo —le repito, por si no le había quedado claro.

Amplía su sonrisa.

—No le hables así a tu novio, nena.

—Como se te ocurra acercarte a mis amigos...

—No necesitas mi ayuda para que la gente te deje tirada, Holland, eso lo consigues tú solita.

De pronto, tengo un nudo insoportable en la garganta. Sabe ir a donde duele.

—Me mentiste —mascullo, con la voz ahogada—. Me dejaste en ridículo delante de todo el instituto. Pusiste a todos mis amigos en mi contra y dejaste que todos me criticasen, aunque sabías que no había hecho nada. Después te presentaste en mi casa, aunque seguías con Emma, para suplicarme que volviese contigo. No tenías razones para engañarme, Gale. Podrías haberme dejado, pero preferiste reírte de mí y utilizarme como si no tuviera ningún valor. —Se me rompe la voz. Me clavo las uñas en las palmas de las manos—. No sé cómo terminará todo esto. No sé qué pasará con mis amigos o con mi futuro, pero tengo una cosa clara: es una suerte que hayas decidido mostrarte como verdaderamente eres. Contigo he aprendido que hay personas que, mientras más lejos mantengas de ti, mejor.

En cuanto termino, vacío mis pulmones y se me escapa un sollozo. No quería llorar delante de él, pero no he podido evitarlo. Y, de todas formas, ¿qué más da? Ha estado dos años saliendo con una versión de mí que no es la real. Una que nunca se quejaba, que siempre cedía ante sus mandatos, que nunca lloraba y que fingía no tener sentimientos. Ahora estoy aquí: esta es mi verdadera yo y no pienso volver a esconderme.

Mi expresión deja claro que mis lágrimas son de rabia, no de tristeza. Gale traga saliva. Quiere parecer impasible, pero sé que mis palabras le han hecho daño.

—Asegúrate de ir guapa al baile —se limita a contestar—. Tengo una reputación que mantener.

No puedo seguir escuchándolo ni un minuto más. Angustiada, decepcionada y, sobre todo, enfadada, tanto con él como conmigo misma, paso por su lado y subo las escaleras para volver a encerrarme en mi habitación.

Alex

—¿Qué te pareció lo de la chica del Brandom? Fue ingenioso, ¿verdad?

Es lunes por la tarde y, una vez más, como casi todos los días, mis amigos se han adueñado de mi habitación. Miro a Mason, que está tumbado en mi cama, lanzando una pelota contra el techo y atrapándola al vuelo. Si papá estuviera en casa, ya lo habría echado a patadas. En cambio, yo me conformo con que respete la pared en la que dibujó mamá.

Finn da una vuelta en mi silla giratoria, cruzando las piernas, y me señala con un dedo, sin apartar la mirada de su teléfono móvil.

—No le gustó —asume, dirigiéndose a Mason, que pestañea con incredulidad.

—Pero si fue buenísimo.

—No creo que hacerle pensar a la chica que me gusta que estoy colado por otra sea muy útil, la verdad —respondo, con molestia.

Es humillante que estemos en mi dormitorio y sea yo quien ha acabado sentado en la alfombra. Me recuesto en el suelo y miro hacia arriba. Mason sigue lanzando su pelota y oírlo me está poniendo de los nervios.

—No le hicimos creer que estabas colado por nadie —replica Finn.

Imagino que Mason estará asintiendo.

—Solo le recordamos que sigues en el mercado, colega.

—Exactamente. Es bueno que sepa que hay más chicas interesadas en ti.

Pongo los ojos en blanco.

—Por décima vez, esa chica no estaba interesada en mí.

A veces tienen tan buena coordinación que dan mal rollo. Intercambian una mirada rápida, Mason le lanza la pelota a Finn y él me la tira a la cabeza con todas sus fuerzas.

La atrapo al vuelo, pero por los pelos.

—¡Eh! —chillo, mandando el balón de vuelta con más agresividad.

—No te enteras de nada —se queja Finn.

—¿No viste cómo te miraba?

—Si hubierais estado en un restaurante, te habría pedido a ti como postre, amigo mío —canturrea Finn.

La vergüenza me hace resoplar con molestia. Estoy considerando la idea de echarlos a patadas de mi casa, cuando Mason añade:

—De todas formas, ¿desde cuándo eres un experto en chicas?

—Exacto —coincide Finn—. Recuérdanos, Alex, ¿con cuántas chicas dices que has salido?

En definitiva, no los soporto.

Ruedo los ojos. Conocen muy bien la respuesta. Siempre que pueden, aprovechan para reírse del tema porque saben lo mucho que me incomoda.

—Con ninguna —contesto en un susurro, y eso hace que sonrían.

—¿Con cuántas he salido yo? —pregunta Mason.

Finn hace un gesto con las manos, como si desenvolviese una gran lista.

Vuelvo a resoplar, malhumorado, y me levanto del suelo. Estoy harto de esta conversación.

—Lo pillo. Vosotros sois los expertos. Muy bien.

Noto sus miradas en la nuca cuando camino hacia el escritorio y me pongo a organizar papeles para mantenerme ocupado. Casi me parece oír cómo se ríen en silencio.

—Estás muy jodido. —Escucho decir a Mason. Lo miro con desdén, pero mi rostro se suaviza porque no está burlándose de mí. Más bien, parece que me comprende.

—Pelirrojas. ¡Quién las entiende! —exclama Finn dramáticamente.

—Estáis perdiendo el tiempo. A Holland no le gusto. No pasa nada, ya lo he asumido. De aquí a unas semanas, ya lo habré superado.

No sueno muy convincente. Me encuentro con el borrador de la primera canción que escribí y, sin pensarlo, lo arrugo y lo tiro a la basura. Finn mira a Mason, que ha vuelto a lanzar su balón contra el techo. Me vuelvo hacia ellos en cuanto cesa ese estúpido ruido y apunto a Finn con un dedo.

—Ni se te ocurra —le advierto, pero me lo tira de todas mañanas.

Gruño, atrapo la pelota y la coloco a mis pies, lejos de sus sucias manos.

—Estás cegato —se queja.

—Holland no va a admitirlo, pero está colada por ti —añade Mason.

—¿Por eso lleva días ignorándome? —inquiero, con mala cara.

Finn salta en su silla.

—¡Evidentemente! —chilla. A continuación, se deja caer contra el respaldo con dramatismo—. ¡Mason, agárrame porque lo voy a matar!

Finn se mete muy bien en su papel y hace ademanes de querer lanzarse hacia mí, y Mason y él estallan en carcajadas. Mientras tanto, a mí la conversación cada vez me molesta más. Aprecio mucho a mis amigos, pero no percibimos las cosas de la misma manera. No entiendo qué les ha llevado a pensar que Owen siente algo por mí.

Si por mí hubiera sido, nunca habría sacado este tema en primer lugar. Últimamente muestran mucho interés por mi inexistente vida amorosa. Deben estar aburridos. Sin embargo, están consiguiendo que me haga ilusiones y eso no me gusta nada. Nos guste o no, Owen todavía está saliendo con Gale y, aunque su relación esté, según ella, a punto de terminarse, no creo que quiera salir con nadie ahora mismo.

Mucho menos conmigo.

—Deberías invitarla al baile —me aconseja Finn.

—No le des vueltas. Mira qué fácil ha sido convencer a Blake —dice Mason.

—Tú estabas acojonado con Blake —le recuerdo.

Hablo a conciencia: me pasé dos horas animándole para que tuviera coraje y se atreviera a pedírselo de una vez. Conozco a mi hermana y sé que nunca habría dado el primer paso. Es muy orgullosa, sobre todo cuando se trata de Mason. A fin de cuentas, siempre están compitiendo por todo.

—Pero funcionó. Y ¿con quién irá Blake al baile? Exacto, con este chaval —canturrea, señalándose a sí mismo con orgulloso.

Hago una mueca.

—Es raro que mi mejor amigo vaya a liarse con mi hermana —comento.

—Muy bien, Alexander. O tu hermana planea liarse conmigo y no me lo ha contado, o voy a sentirme muy ofendido —me suelta Finn.

Se me escapa una sonrisa.

—Con uno de mis mejores amigos —rectifico.

—Eso está mejor.

Me entran ganas de reír. Por desgracia, mi humor decae cuando recuerdo el episodio de esta mañana.

He asumido que el sábado metí la pata y que no debería haberle dicho todo eso a Owen, por mucho que crea que es verdad. No era un buen momento. He reconocido mis errores y he intentado disculparme, pero parece estar decidida a ignorarme durante el resto del curso.

Le cuesta mirarme cuando nos cruzamos por los pasillos. Por algún motivo, ahora se siente incómoda en mi presencia. Mi parte más optimista está convencida de que sigue molesta por nuestra discusión, pero la otra, que es mucho más realista, sabe que todo esto va más allá. Owen ha estado rara conmigo desde que dormimos juntos en su jardín, poco después de que escuchase mi canción.

Una canción que había escrito expresamente para ella.

Desde entonces, no puedo dejar de formular preguntas sin respuesta. ¿Y si se ha dado cuenta de lo que siento por ella y por eso quiere alejarse de mí? ¿Y si debería tomarme esto como una señal? Quizá esté intentando pedirme indirectamente que no le confiese mis sentimientos para no tener que rechazarme.

No puedo invitarla al baile. Tampoco puedo permitir que sepa lo que siento por ella. No quiero arriesgarme a que termine distanciándose y a perderla por completo. Si no quiere que estemos juntos, está bien, pero no soportaría que dejásemos de ser amigos.

—Si no vas a ir con ella —dice Mason, cuando pasan unos minutos—, podrías invitar a Rebecca. Te dio su número cuando os conocisteis en el Brandom, ¿no? Llevas semanas rayándote por Holland y creo que te mereces ir y pasártelo bien. No tienes nada que perder.

Niego porque, en un primer momento, ni siquiera me lo planteo. De hecho, no es hasta la mañana siguiente, en la cafetería, cuando Owen llega a nuestra mesa y nos dice que irá al baile con Gale, cuando me doy cuenta de que voy a pedírselo a Rebecca.



━━━━━━━━・♬・━━━━━━━━

Os recuerdo que Cántame al oído y Dímelo Cantando están disponibles en físico gracias a la editorial Wonderbooks <3

Twitter @InmaaRv

Instagram @InmaaRv 

Continue Reading

You'll Also Like

7.4K 543 8
𝗦𝗜𝗡𝗚𝗟𝗘𝗦 𝗜𝗡𝗙𝗘𝗥𝗡𝗢 | Lee hoseok llega a la isla del infierno buscando a su alma gemela, sin pensar que debía luchar consigo mismo para pod...
189K 14.2K 26
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
1.3K 282 50
Jaden sabe que está roto; su padre los abandonó a él y a su madre cuando apenas tenía cinco años. Desde entonces, la mujer que lo crio no ha dejado d...
956K 155K 151
4 volúmenes + 1 extra (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso justo...