Cántame al oído | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

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«Escribiría todas mis canciones sobre ti». Holland finge que tiene una vida perfecta. Alex sabe que la suya e... More

Introducción
01 | Mi rata es una superviviente.
02 | Conociendo a Holland Owen.
03 | Rumores que hieren.
04 | Somos unos cobardes.
05 | Un tratado de paz.
06 | La música no es lo mío.
07 | K. K. Splash Pro
08 | Rota en pedazos
9 | Con la música en las venas
10 | Nociones básicas de supervivencia
11 | Los archivos del despacho de dirección
12 | Indestructible
13 | Dedícate a lo que te haga feliz
14 | Nuestra primera canción
15 | Oportunidades
16 | Asumiendo la realidad
17 | Mi verdadero yo
18 | Arriésgate a que te rompan el corazón
19 | Todas mis canciones suenan a ti
20 | Recuerdos que no duelen
22 | Un corazón roto
23 | Una pareja para el baile
24 | Quien soy en realidad
25 | Primeras veces
26 | Siempre que me necesites
27 | Mil y una veces
28 | Artísticamente hablando
29 | Dibújame cantando
30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo
31 | El precio de soñar
32 | Lo que mereces
33 | Sigue latiendo
34 | Efectos colaterales
35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte
Epílogo

21 | Consecuencias

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By InmaaRv

21 | Consecuencias

Alex

A la mañana siguiente, cuando abro los ojos, Owen se ha marchado y mi hermana está frente a mí, mirándome de brazos cruzados.

—¿Qué haces durmiendo en el jardín?

No respondo. En su lugar, bostezo, cansado, y miro a mi alrededor. El sofá sigue caliente y Owen ha dejado su manta aquí para asegurarse de que no pasara frío. En cuanto recuerdo la noche de ayer, una sonrisa se me forma en los labios. Se durmió mucho antes que yo y estuve mirándola hasta que me entró sueño. Es aún más guapa de cerca. A una parte de mí le molesta que se haya ido, pero la otra sabe que, si nos hubiéramos despertado abrazados, que es como hemos estado durante toda la noche, habríamos tenido que enfrentarnos a una conversación para la que todavía no estoy preparado.

—Buenos días a ti también, hermanita —respondo y me desperezo. Por mucho que intento esconder mi felicidad, es inútil porque me conoce muy bien. Alza las cejas.

—Qué raro eres.

Pongo los ojos en blanco. Después, doblo la manta y sigo a mi hermana hasta el salón. Dentro, la casa se ha llenado de vida; Mason y Sam están recogiendo sus sacos de dormir, mientras Finn persigue a Owen, que entra y sale velozmente de la habitación, y le repite una y otra vez que tiene hambre. Me acerco al sofá para dejar la manta allí, sin dejar de mirar a la pelirroja.

Mason no tarda en notarlo y me golpea el hombro con burla. Cuando me vuelvo hacia él, su mirada me deja claro que tendré que contarle después lo que ha pasado. Si es que ha pasado algo en realidad.

Parece querer comentar algo, pero justo en ese momento Owen se acerca a nosotros y él cierra inmediatamente la boca. Se distrae con su saco para no mirarnos, como si quisiera darnos intimidad. Sin embargo, ella ni siquiera me mira. Intenta coger la manta, pero pesa mucho y, cuando la ayudo, nuestros brazos se tocan y pega un respingo. Me lanza una mirada furtiva antes de marcharse, nerviosa, escaleras arriba.

Mis cejas se juntan por sí solas. Estoy sacando mis propias conclusiones y puede que esté precipitándome, pero la situación es cada vez más evidente.

Puedo ser un idiota, pero tampoco soy tan idiota.

Ahora más que nunca, siento la necesidad de estar cerca de ella. Recogemos el salón entre todos hasta que nos aseguramos de que está igual que como llegamos, y después seguimos a Owen a la cocina. Saquea su propia despensa para servirnos el desayuno y, aunque hay muchos sitios libres en la mesa, decide sentarse a mi lado. No sé cómo sacar conversación, así que me limito a guardar silencio y escuchar hablar a Mason y a Finn.

Mi oportunidad llega más tarde, cuando terminamos y Owen empieza a recoger la mesa. Apilo todos los platos y voy pasándoselos hasta que los ha metido todos en el lavavajillas. Los demás están pendientes de sus asuntos y ni siquiera nos miran.

—¿Y bien? ¿Qué te ha parecido? —inquiere, sin mirarme. Se agacha para toquetear los botones del electrodoméstico y programarlo.

Durante un segundo, creo que está preguntándome si me gustó dormir con ella anoche, y mi corazón se desboca porque no sé exactamente cuál debería ser mi respuesta.

—¿Qué? —demando, por si acaso. Me mira de reojo.

—Mi fiesta de pijamas. Ha sido genial, ¿a que sí?

Sonrío, aliviado, y levanto las cejas.

—Pareces muy segura.

—Lo estoy. Según tú, soy buena en todo.

—Cada vez eres más egocéntrica.

—Es culpa tuya.

—Me parece bien.

Nos miramos y, por mucho que quiere permanecer seria, acaba sonriendo. Mis músculos se relajan. Solo era una broma. No creo que sea una chica engreída, ni mucho menos. Es más insegura de lo que parece. No se tiene a sí misma en alta estima, y por eso, siempre que puedo, le recuerdo lo alucinante que es. Parece que mi técnica está funcionando y no podría sentirme más orgulloso.

Aparta la mirada y me inclino para encender el lavavajillas porque se ha distraído y ha olvidado hacerlo. Owen traga saliva ante mi cercanía. No quiero estar lejos de ella, pero me obligo a retirarme de todas maneras. Me dedica una mirada furtiva antes de volverse y buscar un trapo para secarse las manos. Una vez más, actúa como si mi presencia le pusiera nerviosa.

Continúo observándola, en silencio, con los brazos cruzados y apoyando la cadera contra la encimera. Ella me sonríe cuando lo nota. En momentos como este, cuando me mira así, casi me permito desconectar de la realidad y creer, solo durante un segundo, que siente algo por mí. Que anoche, cuando me pregunto indirectamente si mis canciones eran para ella, en el fondo quería que dijese que sí.

Pero descarto esa teoría en cuanto recuerdo que tiene novio, y que es Gale.

No puedo competir contra alguien como él.

Media hora después, hemos cogido nuestras cosas y vamos camino del Brandom. Ayer quedamos con Bill en que iríamos a ensayar esta mañana, aprovechando que estaría cerrado. Su molestia en los riñones cada vez va a peor y por fin ha accedido a quedarse en casa descansando. No soporta que me preocupe por él. Dice que puede cuidarse solo. Tampoco ha querido ir al médico, por mucho que Blake y yo hayamos insistido en que debería pasarse para asegurarse de que todo va correctamente.

Esta noche hablaré con papá para que me ayude a convencerlo.

O a arrastrarlo hasta la consulta, a las muy malas.

Ahora que 3 A. M. dará conciertos semanalmente, los chicos creen que tenemos que estar preparados. Si a los clientes de Bill les gusta nuestra música, querrán escucharla en casa y necesitarán una forma de hacerlo. Para mí, pensar que alguien podría querer oírme cantar fuera del Brandom ya me parece ambicioso. Aun así, no me opongo cuando mis amigos proponen que dediquemos la mañana a grabar nuestras canciones para subirlas a Internet.

Owen, a quien ya hemos nombrado nuestra manager, se ofrece a llevar nuestra cuenta en YouTube. Resulta que sí que es buena en todo, porque sabe editar vídeos y, cuando Mason y Finn entran en el bar cargando su mesa de mezclas, solo necesita un par de explicaciones para aprender lo básico y poder manejarla. Entre los tres conectan los cables a los instrumentos y la mesa al portátil que nos ha prestado Bill.

Esto puede salir bien o tremendamente mal. Finn agarra el micrófono y se pasa diez minutos diciendo tonterías para que los demás se aseguren de que no hay problemas con el sonido. Mientras tanto, Owen ha montado un trípode improvisado frente al escenario para grabarnos sin que le tiemble el pulso. Mason le hará unos arreglos a la canción cuando la tengamos y después ella se encargará de unir el audio al vídeo.

Sam y yo seguimos viviendo en la Prehistoria en cuanto a tecnologías se refiere, así que nos quedamos sentados en el escenario, mirándoles como si fueran seres de otro planeta.

—No te preocupes —me dice, sonriendo y palmeándome el hombro—. Cuando seamos famosos, tendremos a alguien que haga esto por nosotros.

Resoplo, riéndome, y pienso en lo mucho que me gustaría que eso se hiciera realidad y que algún día lleguemos tan alto como nos proponemos.

Cuando todo está listo, Mason y Finn se ponen a afinar sus instrumentos y Blake se encierra en el baño para peinarse porque quiere «conquistar» a todo el que vea el vídeo. Yo llevo unos vaqueros y una camiseta de manga corta; no es demasiado espectacular, pero tampoco creo que vayamos a tener muchas visualizaciones, así que no le doy importancia.

En su lugar, camino hacia Owen, que está sentada junto al ordenador, tecleando en su teléfono móvil. Prefiero no mirar la mesa de mezclas. Seguro que ver tantos cables, botones y puertos de conexión juntos hacen que acabe mareándome.

—¿Todo bien? —le pregunto, por si acaso. Está seria y solo se me ocurre que sea porque esté hablando con Gale. No obstante, me sonríe y me enseña el teléfono. Estaba creando una nueva cuenta en YouTube.

—Quién diría que acabaría convirtiéndome en la representante de una futura banda de éxito —responde. Esbozo una sonrisa.

—Confías demasiado en nosotros.

—Dame tiempo y os fundaré vuestro propio club de fans.

Me río. Esta chica me gusta mucho y no puedo evitar sentirme así, aunque sé que me traerá muchos problemas. Me sostiene la mirada un segundo y después bloquea su teléfono para guardárselo en el bolsillo.

—Había pensado en que podría haceros el logo —dice entonces—. Solo si queréis, claro. Tengo algunas ideas y...

—Por favor —la interrumpo. Ella sonríe, emocionada.

—¿De verdad?

—A todos nos gustaría que una futura ilustradora de renombre hiciese el logo de nuestra banda.

Su sonrisa crece. Me golpea juguetonamente el hombro, fingiendo que está molesta. Vuelvo a reírme y ella se muerde el labio.

Solo espero que mi predicción se cumpla y que, en un futuro, Owen alcance sus verdaderos objetivos. Anoche no quise darle mi opinión acerca de que vaya a estudiar derecho solo porque es lo que quieren sus padres. Asumí que no le apetecía volver a escuchar los mismos reproches de siempre. Sam suele ser pesado con ese tema.

Pero no me la imagino encerrada en una oficina, carente de creatividad. Ha nacido para dedicarse al arte.

De pronto, mi hermana sube al escenario y eso significa que vamos a empezar a grabar. Me aliso la camiseta, nervioso. Voy a despedirme de Owen, pero entonces se acerca y me enreda los dedos en el pelo para echarme el flequillo hacia atrás. Tiene que ponerse de puntillas para alcanzarme. Mi corazón se desboca y, por mucho que intento decir algo, no me salen las palabras.

Se aleja, no sin antes lanzarme una larga mirada. Sonríe.

—Estás más guapo así —opina, como si nada, y enreda un último mechón en su dedo índice para colocarlo correctamente. Acto seguido, se mueve para verme de lado—. Tienes un perfil muy bonito, ¿sabes?

La única manera de disimular que estoy nervioso que se me ocurre es ponerla nerviosa a ella.

—¿Tanto como para dibujarlo? —inquiero, con intención. Todavía me acuerdo de cuándo me dijo que, en lo que respecta a retratar a la gente, todo el mundo le llamaba la atención.

Le tiembla la sonrisa.

—Dibujarte sería una pérdida de tiempo.

—Muy graciosa.

Pongo los ojos en blanco y ella se ríe mientras me empuja hasta el escenario.

—Algún día, Alex, cuando escribas una canción sobre mí.

«Pues vamos bien», pienso.

Es una suerte que vayamos a grabar Mil y una veces primero, porque no estoy preparado para cantar It's yours delante de Owen otra vez. Al menos, no hasta que recapacite largo y tendido sobre lo que sucedió ayer y sobre cómo debería comportarme a partir de ahora. No creo que ella sienta nada por mí, pero está claro que yo siento muchas cosas por ella y que tarde o temprano se dará cuenta.

Quizá debería decírselo de una vez por todas, y dejarlo todo en manos del destino.

Quizá que escuche mis canciones no sea tan malo después de todo.

Aun así, cuando mis amigos hacen sonar sus instrumentos y la música nos rodea, interpreto mi canción como si no la hubiera escrito expresamente para ella. No tener público me hace entrar en confianza y dejo que la melodía fluya a nuestro alrededor sin pararme a pensar en ello. Cuando miro a mis amigos, Mason y Finn están saltando y bailando al ritmo de nuestra canción.

Frente a nosotros, Owen sonríe. Veo en su mirada lo mucho que disfruta viéndonos felices. Termino de cantar con la mirada clavada en la cámara e, inmediatamente, ella estalla en aplausos. Sam baja a por su teléfono, que hemos usado para grabar, y Mason me pasa un brazo cariñosamente sobre los hombros.

—Qué calladito te lo tenías, Alexander. Ahora que sé que sabes cantar, no voy a dejar que mi primo vuelva a coger un jodido micrófono en su vida.

Me río con nerviosismo. Finn llega junto a nosotros y se encoge de hombros.

—Me indignaría, pero tiene razón. Eres bueno, Sirenita

Sirenita —repite Mason, riéndose. Hago una mueca—. Me gusta.

—No, no os gusta —sentencio, librándome bruscamente de su agarre. Ambos estallan en carcajadas y Finn me palmea el hombro

—Y pensar que cuando llegaste decías que sería de manera provisional.

Y ahora, sin embargo, no me imagino cómo sería mi vida sin 3 A. M.

No es solo porque este sea mi sueño, sino por ellos. Por Mason y Finn, que nunca pensé que acabarían siendo mis amigos, y que siempre saben qué decir y tienen facilidad para sacarte una sonrisa en los momentos más inesperados; por Sam, que da los mejores consejos, y por mi hermana, que sigue cuidándome tanto como siempre. La música me gusta aún más ahora que nos ha unido a los cinco.

Todo esto, sumado a lo que ocurrió ayer, me saca una sonrisa. Por desgracia, mi felicidad se esfuma en un instante. De pronto, un tintineo colectivo resuena por el bar. Los móviles de mis amigos han sonado al mismo tiempo, igual que como pasó hace meses en la cafetería, antes de que todo empezara.

Solo por eso, ya sé que algo va mal.

Owen es la primera en ver de qué se trata. Mira su teléfono y algo cambia en su expresión. La veo tragar saliva. Ya no sonríe, sino que su mirada transmite algo que me rompe en pedazos. Sin dar explicaciones, coge sus cosas y sale del Brandom a toda prisa.

No entiendo nada. Quiero seguirla, pero Blake me agarra el hombro y me pone su móvil frente a la nariz.

—Es un capullo —dice, apretando los dientes. Entonces, lo veo.

La dama rosa acaba de subir una nueva publicación a Instagram.

Una vez más, el titular, escrito en letras mayúsculas y fosforitas, salta a la vista. Acompaña a un vídeo que se reproduce automáticamente. Una canción latina con ritmo empieza a sonar por el altavoz del móvil. En las imágenes, aparece un chico fornido, que sin duda alguna es Gale, bailando con una chica entre luces de neón. Se me revuelve el estómago cuando veo que se acercan y se besan.

«Parece que nuestra Reina de la secundaria ha sido sustituida. Holland, querida, si estás leyendo esto: tú misma te lo has buscado».

—Voy a ver si está bien —digo, de manera automática, y Blake me mira y asiente. Ni siquiera espero a ver si Sam quiere acompañarme. Salgo del Brandom a toda prisa para buscar a Owen.

No tardo en encontrarla en los aparcamientos. Corro hasta ella, con el corazón yéndome a mil por hora. No sé bien cómo reaccionar o qué debería decirle. La falta de experiencia tendría que haberme bloqueado; sin embargo, cuando me detengo frente a ella y veo que tiene los ojos llorosos, no me lo pienso dos veces y me acerco para abrazarla.

Esconde la cara en mi pecho, solloza y empieza a llorar con más fuerza. Que esté así me rompe el corazón. Guardo silencio y me limito a chistar suavemente mientras le acaricio el pelo. Una vez más, dejo que desahogue conmigo, sabiendo que, si tuviera que quedarme aquí de pie durante horas, haciéndole compañía hasta que se sienta mejor, lo haría.

Supongo que esto es lo que hacen los amigos. Soy quien se encarga de consolarla cuando él le rompe el corazón.

—Se acabó —murmura, con odio. Su voz sale aguda y se entrecorta por sus sollozos—. Lo odio, lo odio, lo odio... No pienso volver a...

—Está bien —respondo, susurrando, y la abrazo con más fuerza.

Oírla decir eso me llena de alivio. No sé mucho sobre el amor, pero sé que, si una persona te quiere, definitivamente no te tratará así. Puede que Owen solo necesitara algo que la llevase hasta el límite para no le quedara otro remedio que abrir los ojos. Eso no quita que Gale sea un capullo y que ella vaya a sufrir por su culpa. Pero todo esto será bueno, a la larga, si decide dejarlo de una vez por todas.

Apoyo la barbilla en su cabeza y sigo enredando los dedos en su pelo.

—Te mereces a alguien mejor, Owen —le digo, con total sinceridad.

Se aparta suavemente para mirarme a los ojos.

—¿Tú crees?

—Sí. Sobre todo sabiendo que esta no ha sido la primera vez.

Y es así como, en un segundo, puede estallar el caos.

—Ha sido la primera vez —rebate, con el ceño fruncido. Mi corazón se desboca. Por mucho que intento hablar, no lo consigo—. Alex... —musita, y su tono de voz no me gusta nada.

Abro la boca, nervioso, pero no puedo mediar palabra. Owen comprende enseguida qué ocurre y retrocede para poner distancia entre nosotros. Intuyo el dolor en su mirada. Para mis adentros, me maldigo más de diez veces seguidas. Acabo de meter la pata. Hasta el fondo.

—¿Por qué no ha sido la primera vez? —musita, con un nudo en la garganta, preparándose para lo peor. Todavía tiene los ojos llorosos.

Debería habérselo contado cuando estaba a tiempo. Me he comportado como un egoísta. Quiero mentirle, decirle que solo ha sido un error tonto, pero no quiero empeorar las cosas. Se merece que sea sincero. Tiene que conocer toda la historia.

—Hace tiempo, vi a Gale con otra chica en el cuarto del conserje. Entró de repente y pensé que estaba contigo, pero no era así. Iba a contártelo, Owen, de veras, pero entonces volviste con él y yo... creí que...

Vuelve a retroceder y su mirada se llena de decepción. Me observa, como si no pudiera creer lo que oye.

—¿Has sabido que Gale me engaña durante todo este tiempo y no me has dicho nada?

Trago saliva. Viéndolo así, suena a que soy una persona terrible.

—Quería hacerlo, en serio, pero...

—Pero has dejado que siga jugando conmigo y tratándome como una imbécil que se hace ilusiones y que estaba convencida de que, en el fondo, estaba dispuesto a cambiar.

Su actitud ha cambiado drásticamente. Ahora no parece triste, sino enfadada, o más que eso: decepcionada. Traicionada.

—Owen... —repongo, intentando acercarme, pero no me lo permite.

—Creía que eras mi amigo.

Soy tu amigo —respondo, pero ella niega.

—Los amigos no se portan así.

Eso me hace pedazos. Está conteniendo las lágrimas porque no quiere llorar delante de mí. Ha vuelto a esconderse tras su coraza y algo me dice que me va a costar mucho que vuelva a mostrarse conmigo tal y como es. Quiere que su rostro parezca inexpresivo, pero la conozco, y eso hace que todo esto sea peor.

Porque sé que está dolida.

—No quiero seguir hablando contigo —dice entonces, sorbiendo por la nariz. Entro en pánico. No puede ser.

—Owen —rebato inmediatamente. Me acerco, una vez más, pero retrocede y levanta las manos.

—Déjame en paz.

—No quería hacerte daño, ¿vale? Sé que estás enamorada de él y supuse que no me creerías. No quería que pensaras que estaba mintiendo solo porque Gale no me cae bien. No habría soportado que te alejases de mí. Si no te lo dije fue por miedo a...

No termino la frase, porque no es un buen momento para decirle cómo me siento respecto a ella. No cuando está mirándome así, dolida, como si acabase de traicionar su confianza. Owen niega.

—No me sirve esa excusa —dice, con un hilo de voz—. Te habría creído.

Miente y ambos lo sabemos. Nunca habríamos llegado a ser amigos si le hubiese dicho la verdad en su momento. ¿Por qué no puede entenderlo?

—Estás de coña —asumo, pero no responde y eso me hace subir las cejas—. Gale te menospreció y te ridiculizó delante de todo el instituto y, aun así, volviste a sus brazos en cuanto...

—No eres nadie para cuestionar mis decisiones —me espeta, tajante.

—No estoy cuestionando tus decisiones, Owen, joder. Solo quiero que entiendas que siempre, pase lo que pase, te pones de su parte y...

No soporta mi sinceridad. Seguro que quiere echarse a llorar, pero alza la barbilla.

—No sabes nada. —Es lo único que dice, y casi me echo a reír.

—Lo sé porque lo he visto con mis propios ojos.

—Eso no es verdad.

—Me enfrenté a él para defenderte y ni siquiera fuiste capaz de decirle a tu padre que la culpa había sido suya.

Una patada en el estómago le hubiera dolido menos.

—¿Estás echándomelo en cara?

—¿Qué? No, Owen, no estoy...

—Porque te recuerdo que no te pedí que me defendieras —me interrumpe—. No te he pedido que hagas nada por mí. Nunca. Te empeñaste en que fuéramos amigos cuando yo ni siquiera te soportaba.

Ha hablado de más y enseguida lo noto en su expresión. No obstante, ya está dicho y sigue doliendo. «Me gustas, Owen. Si he hecho todo esto por ti, es porque me gustas». Pero no me atrevo a pronunciarlo en voz alta y ella, como si me hubiera leído la mente, se acerca y me espeta:

—Eres un cobarde, Alexander. Por eso no me lo contaste en tu momento. Tienes la mala costumbre de guardártelo todo para ti y eso te convierte en...

—No soy un cobarde —intervengo, aunque no es verdad.

—Lo eres. Ten el valor de decir las cosas a tiempo de una jodida vez.

—¿Quieres que lo haga? ¿Quieres que diga lo que pienso?

Se queda callada, respirando entrecortadamente, y me mira con dureza.

—Solo si crees que no es demasiado tarde.

—Creo que hace tiempo desde que te diste cuenta de que no estás enamorada de Gale. Estás harta de él y de cómo se comporta contigo y con todo el mundo. Pero, aun así, aunque sabes que te mereces algo mejor, no te atreves a renunciar a él porque es algo seguro. La cobarde eres tú. Tienes tanto miedo a estar sola que te quedas con cualquiera que te demuestre un poco de cariño. Estás con él solo porque necesitas que te quieran y permíteme decirte que eso es muy triste.

Sé, en cuanto termino, que he traspasado un límite. A Owen se le llenan los ojos de lágrimas, pero no se permite llorar. Solo me mira con odio y me espeta:

—Vete a la mierda.

He vuelto a meter la pata. Echo a correr tras ella, por un impulso, y la agarro para detenerla. Sus ojos encuentran los míos y veo la furia que arde en ellos.

—Owen... —empiezo a decir, pero no me deja continuar.

Sacude el brazo para librarse de mi agarre.

—Escribir canciones no es suficiente —dice.

Entonces, cuando ya es demasiado tarde, entiendo que todo esto no gira en torno a Gale. Al menos, todo no. Ella misma parece recaer en el significado de sus palabras, pero no añade nada más. Supongo que tenía razón, que he sido demasiado evidente y que he acabado desencadenando el caos. Owen se gira y se marcha en silencio.

Me quedo viendo como se aleja, parado en medio del aparcamiento, y me pregunto por cuántas razones me habrá gritado que soy un cobarde.


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