Ahora, entonces y siempre

By Elza_Amador

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En la Ciudad de México el anticipado concierto de Muse está a punto de comenzar... Cuando Carolina es arrojad... More

{Book Trailer}
Capítulo 1 {Solo se vive una vez}
Capítulo 2 {La Fuerza Del Destino}
Capítulo 3 {A Fuego Lento}
Capítulo 4 {Han Caído los Dos}
Capítulo 5 {Sonrisa de Ganador}
Capítulo 6 {Aquí No Es Así}
Capítulo 7 {Nunca Nada}
Capítulo 8 {Dilema}
Capítulo 9 {Carretera}
Capítulo 10 {Esa Noche}
Capítulo 11 {Salir Corriendo}
Capítulo 12 {Tú}
Capítulo 13 {Cada Que...}
Capítulo 14 {3 a.m.}
Capítulo 15 {Pijamas}
Capítulo 16 {Indecente}
Capítulo 17 {Todas Las Mañanas}
Capítulo 18 {Bestia}
Capítulo 19 {Negro Día}
Capítulo 20 {Yo Solo Quiero Saber}
Capítulo 21 {Cosas Imposibles}
Capítulo 22 {Yo No Soy Una De Esas}
Capítulo 23 {Contradicción}
Capítulo 24 {Vamos a Dar Una Vuelta al Cielo} (Parte 1)
Capítulo 24 {Vamos a Dar Una Vuelta al Cielo} (Parte 2)
Capítulo 25 {Deja Que Salga La Luna}
Capítulo 26 {Andrómeda}
Capítulo 27 {Las flores}
Capítulo 28 {Amores Que Me Duelen}
Capítulo 29 {Bonita}
Capítulo 30 {Lluvia de Estrellas}
Capítulo 31 {Sólo Algo}
Capítulo 32 {Más Que Amigos}
Capítulo 33 {Mi Lugar Favorito}
Capítulo 34 {Tu Calor}
Capítulo 35 {Eres}
Capítulo 36 {Cuidado Conmigo}
Capítulo 37 {Altamar}
Capítulo 38 {Mi Burbuja}
Capítulo 39 {Ojos Tristes}
Capítulo 40 {Enamórate de Mí}
Capítulo 41 {Corazonada}
Capítulo 42 {Enfermedad en Casa}
Capítulo 43 {Al Día Siguiente}
Capítulo 44 {Showtime}
Capítulo 46 {Un Año Quebrado}
Capítulo 47 {Día Cero}
Capítulo 48 {Planeando el tiempo}
Capítulo 49 {Tú sí sabes quererme}
Capítulo 50 {No creo}
Capítulo 51 {Luna}
Capítulo 52 {Para Dejarte}
Capítulo 53 {Cuando}
Capítulo 54 {Huracán}
Capítulo 55 {Adelante}
Capítulo 56 {Todo para ti}
Capítulo 57 {Dueles}
Capítulo 58 {Hasta la piel}
Capítulo 59 {Nada Que No Quieras Tú} parte 1
Capítulo 59 {Nada Que No Quieras Tú} parte 2
Capítulo 60 {No Te Puedo Olvidar}
Capítulo 61 {Cómo hablar}
Capítulo 62 {Arrullo de Estrellas}
{Epílogo}

Capítulo 45 {Te Miro Para Ver Si Me Ves Mirarte}

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By Elza_Amador


"En el calor del tren, un día cualquiera

Cuando te vi entrar, subió la marea

Como un símbolo de paz, en la guerra"

-Surfistas del Sistema


—Después de dejarte en el trabajo, me veré con tu hermano —anunció Leo con una mueca.

Carolina estaba de pie del otro lado de la barra de la cocina. Se veía relajada a pesar de las circunstancias. Subía y bajaba la bolsita de té para enfriar el liquido ambarino y humeante. Unas cuantas gotas salpicaron alrededor de la taza y con uno de sus dedos las limpió. Era fascinante observar sus movimientos ligeros y las manías que formaban parte de su esencia.

Dios, esta mujer cada día lo volvía más loco. Las costumbres caprichosas que colmaban sus días resultaban incitantes. Lencería seductora, tatuajes con plumones indelebles y amarse a mitad de la noche coloreaban de espontaneidad la rutina. Si aún existía alguna.

Admitía que la había dejado entrar más de la cuenta, más de lo que se permitía mostrar, y que no sabía cómo detener el tren que había puesto en marcha. Se había saltado tantas estaciones, que ignoraba cuál era la siguiente parada. Tratándose de Carolina, el no tener un plan había dejado de agobiarlo. Tenerla a su lado era el plan que necesitaba.

Carolina levantó la mirada y le sonrió. Una punzada de emoción lo asaltó olvidándose de todo, excepto ellos dos.

—Leo. —Se acercó a él y le rodeó el cuello—. No tienes por que hacer esto, lo último que quisiera es que te buscaras un disgusto con tu familia por ayudarme.

—¿Bromeas? ¿Por llevarte al trabajo? Además dudo que a Alix le importe que me uses como tu chofer particular —dijo fingiendo solemnidad.

—Hablo en serio.

—Yo también. —Carolina subió los ojos al techo. Se suponía que era él quién ponía las inyecciones de seriedad. Últimamente, su propósito era hacerla sonreír y disminuir su desazón dándole rienda suelta a su recién descubierto humor simplón—. Yo sé que no me lo pediste, es algo que quiero hacer. En cuanto a mi padre, lo tengo bajo control. Tú no tienes por que preocuparte. Todo va a estar bien.

Era la verdad. Tal vez no era el modo que su papá aprobaría. Pero defender a Carolina y encontrar al culpable, beneficiaría a ambos por partes iguales. Antonio Villanueva se regía con resultados y los fracasos no tenían cabida, salvo como una simple palabra, entre miles, en el diccionario. Una lección de vida inculcada a lo largo de toda su existencia. Escuela, exámenes, deportes, trabajo. «Leonardo, tienes que esforzarte más si quieres ser el mejor. Tú no viniste a este mundo para ser un perdedor», le decía su padre por encima de su hombro cuando el resultado era inaceptable.

De ahí el origen de su obsesión por hacer planes. No podía dejar en absoluto algo en manos de la suerte. De otro modo, ¿cómo podía asegurar el éxito? Estar a la altura de lo que se esperaba de él. Siempre creyó que la urgencia por independizarse se debía a un acto de rebeldía que, hasta la fecha, continuaba siendo el principal motivo de reproche por parte de su padre. Pero estos últimos meses, se había dado cuenta que negarse a trabajar para él, fue para demostrarse a sí mismo de lo que era capaz. Jamás haría lo suficiente para complacerlo, y ese era problema de su papá, no suyo.

—Me preocupa que también estás descuidando tu negocio. Es tu orgullo y sé cuánto empeño que le has puesto para levantarlo. Y ¿para qué? Quizá mi problema no tenga remedio. Chino me ha dicho que han tenido pocos avances. El tiempo se acaba y ya me estoy haciendo la idea que mi caso se irá a juicio.

Leo no se atrevía a admitirlo en voz alta, pero lo que Manuel afirmaba era cierto. Los pocos hallazgos los habían conducido a callejones sin salida. Se agotaban los lugares donde buscar respuestas. Tenía la esperanza que revisando los números de Textiles Santillán podría notar enseguida alguna anomalía. La conocía al derecho y al revés, y nada pasaba desapercibido ante sus ojos expertos. Estaba tan seguro que ahí encontraría la clave, pero, al parecer, se había equivocado.

—Esto no se ha acabado aún y de ninguna manera quiero que te des por vencida. No sé lo que haré —dijo con convicción supurando en su pecho—. Pero te aseguro que no dejaré que algo te pase. Te prometo que pronto la angustia que ahora sientes se convertirá en un recuerdo lejano. Y de Óscar, te garantizo que está gozando mi ausencia.

Carolina lo miró poco convencida, sin embargo, en sus labios había una sonrisa de agradecimiento por intentarlo. Y para él era suficiente.

Se despidió de ella besándola y consumiendo su siguiente respiración. Una absurda proclamación que ella era suya. Sabía que le pertenecía y que Carolina jamás atentaría contra esa intensa conexión que los unía. Confiaba plenamente en ella. La siguió con la mirada hasta que desapareció, y reflexionó que jamás se acostumbraría al hecho que ella trabajaba para Daniel Silva.

Condujo con la mayor rapidez que le permitió la caótica ciudad hacia la empresa de su padre. Le había vuelto a llamar y no podía postergar más la verdad. Se estaba engañando a sí mismo si creía que podría seguir manteniéndolo a ciegas de su situación. Su padre merecía saber lo que planeaba hacer, lo cual implicaba admitir su relación con Carolina. Leo estaba dispuesto a afrontar las consecuencias de sus actos. Lo conocía y la confesión la sentiría como una puñalada trapera porque él, incomprensiblemente, aseguraba que ella estaba empeñada en arruinarlo. No le permitiría darle explicaciones, ni entendería que no estaba actuando con malicia; él solo estaba defendiendo lo que era suyo, lo que más le importaba. Antonio Villanueva solo sería capaz de ver la traición de su propio hijo.

Lo buscó en su oficina, pero la encontró vacía. Elisa, su asistente, le confirmó lo que temía. No se presentaría hasta más tarde, si lo llegase a hacer en algún momento del día.

—Lo noto muy decaído, joven Leonardo —le hizo saber la mujer dejando entrever su preocupación. No sabía qué había hecho su padre para ganarse su lealtad. Agradecía infinitamente que estuviera a su lado al pendiente de él a pesar de su carácter temperamental y terquedad de alejar a quienes le ofrecían ayuda—. Desde el robo, no ha sido el mismo. No duerme, no come y estos días se ha aparecido poco por la oficina. Los teléfonos no han dejado de sonar y a mí se me acabaron las explicaciones.

Podía entenderlo, él haría lo mismo si estuviera en sus zapatos. Detestaba hacer presuposiciones, pero su comportamiento indiferente hacia la situación indicaba que se preparaba para tirar la toalla. No era propio de él, mucho menos si se trataba de su empresa la que estaba en juego. Si había alguien con quien comparar su adicción al trabajo era él. Leo recapacitó y hablar con él tendría que esperar. Tenía que enfocarse y no perder de vista sus prioridades.

—Elisa, ¿podrías desviar las llamadas urgentes a mi celular? —Leo escribió en un papel su número y enseguida se marchó.

Nada compensaría sus decisiones, y él seguía siendo su padre y no lo dejaría de ayudar en lo que se pudiera.

Miró su reloj, todavía tenía tiempo de pasar a su oficina antes de reunirse a Manuel. Algo que no le entusiasmaba en absoluto.

Se dirigió a su oficina y notó que la mayoría de las sillas estaban vacías. La música que usualmente arropaba todos los rincones había desaparecido junto con el ambiente afanoso y alegre que caracterizaba al departamento de diseño. Todos parecían estar abandonando el barco. Los empleados sabían que se estaba hundiendo. Los maldijo entre dientes, su padre les había dado una oportunidad, había creído en ellos y ¿así le pagaban? Le causaba pesar ser testigo del curso que seguía la empresa. No quería ni imaginarse en qué condiciones estarían los demás departamentos.

Nunca creyó que se alegraría al ver a Claudia y a Álvaro. Los observó un momento discutir frente a un enorme monitor. Claramente no habían notado su presencia.

—Estás demente si piensas que voy a pedírselo —expresó la chica levantado la voz.

—No tienes otra alternativa. Tú misma escuchaste al jefe.

—No puedo hacerle eso a Caro, además ¿crees que aceptaría?

Leo se paró detrás del joven y carraspeó la garganta. Ambos se callaron y lo voltearon a ver al mismo tiempo.

—Hola, Leo —lo saludó Claudia con la voz temblorosa—. ¿Qué haces por acá?

—¿Qué le quieres pedir a Carolina? —dijo sin responder el saludo—. Sé que te perdonó, pero no pensé que tendrías el cinismo de pedirle algo después de cómo la trataste. —Su tono amenazante hizo que ella frunciera el ceño y lo mirara desafiante.

—¿Crees que por ser el hijo del dueño tienes el derecho de hablarme así?

Leo no cedió. La tensión y la frustración sacaban lo peor de él. No estaba de humor para reparar en susceptibilidades.

—Basta los dos —intervino Álvaro con firmeza—. Por más que quisiera ver esta pelea de gallos, no es el lugar ni el momento. Tendrán que posponerla para otro día. Claudia, es mejor que le digas lo que está pasando.

—¿Mejor para quién? —Leo pudo ver cómo las ganas que ella tenía de ahorcarlo se trasladaron hacia Álvaro. Pasaron unos segundos en silencio, luego Claudia dejó escapar un resoplido.

—Tu papá me mandó llamar a su oficina para pedirme más diseños. No me dio detalles de lo que planea hacer con ellos, pero me dijo que ayudaría mucho a la empresa.

—¿Se los diste? Cualquier ayuda que le puedas dar en este momento te lo agradecía.

Claudia negó con la cabeza y su melena rizada se agitó alrededor de su rostro. ¿Cómo podía esa mujer mostrarse indiferente?, se preguntó intentando apaciguar la rabia que le hervía la sangre. Si levantaba la voz sabía que sería contraproducente. Optó por cruzar brazos sobre su torso y cubrir su rostro de impaciencia. Claudia suspiró de forma audible al tiempo que enderezaba sus hombros.

—Aunque te cueste creerlo, tengo bien puesta la camiseta de esta empresa y haría lo que estuviera en mis manos para ayudar. No puedo darle más diseños, porque yo no los hice.

—¿Quién los hizo? —Su mirada lo dijo todo, fue innecesario pronunciar el nombre en voz alta, sabía perfectamente a quién se refería—. Mierda.

—Tú dime si te parece la mejor idea del mundo pedirle algo a Caro en este momento —ironizó—. Así que trágate tus acusaciones.

—¿Mi padre sabe que tú no fuiste quién los hizo?

—Caro intentó decírselo, pero fue el mismo día que la despidió. Por fortuna o desgracia son los únicos que no fueron robados.

!Carajo! ¿Por qué Carolina no se lo había mencionado? Estaba furioso, y al tener esa reacción pudo darse una idea del porqué ella decidió no hacerlo. Ciertamente complicaba la situación, sobre todo sin el debido contexto. Se preguntó si su hermano sabía acerca de esta pieza de información.

Leo no se imaginó, y seguramente ella tampoco, la extensión ni las consecuencias que su decisión acarrearía. Le pidió a Claudia, moderando su tono, por supuesto, sin reparar en detalles, lo que había pasado. Lo miró con recelo.

Accedió finalmente porque entre más información tuviera, las posibilidades de ayudarla se elevarían. Le recalcó que únicamente lo ayudaba porque se trataba de su amiga y si se atrevía a lastimarla de algún modo, cierta parte de su cuerpo sería removida de la forma más dolorosa posible. Irónico que tratándose de él su preocupación por ella aflorara.

Tras escuchar el relato, a Leo le pareció imposible encontrar las palabras para describir la admiración que sentía por Carolina. Ayudar a su amiga incondicionalmente no le dejó duda alguna que ella era la mujer más increíble que caminaba por la Tierra. No se merecía lo que le estaba sucediendo.

Hasta este punto, haría cualquier cosa por ella.


***


Carolina garabateaba en su pequeña libreta roja que llevaba consigo a todos lados. No lograba concentrarse, así como tampoco en los últimos días. La audiencia, su nuevo trabajo y Leo. Especialmente él. ¿De dónde sacaría las palabras para explicarle? ¿La perdonaría? ¿Lo que sentía por ella sería suficiente para superarlo? Tantas preguntas y ninguna respuesta.

No debía angustiarse, no de esa manera. Por más que lo deseara, no podía predecir el futuro y enfrascarse en suposiciones. Podía creer en el destino, incluso soñarlo o tratar de buscarlo entre las estrellas. Si había aprendido algo estos meses era que no estaba escrito del todo como siempre creyó. Cierto, contenía elementos inexplicables, pero había otros que podían moldearse con decisiones. Pero ella no siempre tomaba las mejores decisiones. Suspiró con desgano.

Soltó el lápiz y sacudió sus manos. Respiró hondo y repitió las palabras de Leo en su cabeza: «Todo va a estar bien.»

De pronto supo lo que necesitaba. Se colocó los audífonos, inclinó hacia atrás el respaldo de la silla y se dejó envolver por las notas optimistas de Be OK de Ingrid Michaelson. Primero movió sus pies arriba y abajo incesantemente y después, sin pensarlo se despegó de la silla y comenzó a dar saltitos al ritmo de la música. Si aquella canción no lograba levantarle el ánimo, nada lo haría.

Sumergida en sus movimientos y pensamientos que no supo cuánto tiempo llevaba recargado en el marco de la puerta sin atreverse a entrar. Se detuvo en seco en cuanto lo vio. Se sintió ridícula y las mejillas se le encendieron.

—Por mí no te detengas, primor —expresó Daniel con tono suave e intencionado, y ella se sacó de un tirón los audífonos—. Cada quien tiene su propia forma de distraerse y la tuya es fascinante.

—Hola —dijo en voz baja para esconder la falta de aliento.

Después de haber escuchado, al menos cinco veces, aquella canción, sus aprensiones se habían apaciguado. Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla a modo de saludo. Daniel le dio un abrazo que, por primera vez, lo sintió fraternal, protector. Sin expresarlo en voz alta, él se había rendido y aceptar lo que ella le podía dar.

—¿Cómo te has sentido? ¿Te gusta tu oficina? —En sus ojos afables había un brillo de entusiasmo. Había procurado que nada le hiciera falta.

—¡Me encanta! ¿No te diste cuenta? —Carolina, sin dejar de sonreír, carraspeó su garganta—. Por eso mismo me apena tener preguntarte si tendrías algún problema en que me tomara el viernes.

—¿Necesitas ir al médico? —Antes de su primer día de trabajo, lo había puesto al tanto de su estado de salud.

—No, no. Estoy bien. —Se mordió el labio inferior, dudosa si debía decirle la verdad. Un vago pretexto era lo que menos Daniel Silva se merecía. —Tengo que presentarme en mi audiencia y necesito pensar en solo eso. Lo repondría el sábado. —Se apresuró a ofrecer.

Daniel frunció el entrecejo, como si fuese incapaz de asociar la seriedad de tal evento con ella. Parecía querer hacerle un millón de preguntas, sin embargo se limitó a hacer una:

—Esta audiencia ¿tiene algo que ver con el estado vulnerable en el que se encuentra Textiles Santillán? —cuestionó sin tono de inflexión por lo que no supo cuál era su interés.

Carolina no solo se sorprendió que Daniel estuviera al tanto de los pormenores de dicha empresa, sino que Leo no le había advertido de la crisis por la que estaba atravesando. Presentía que se trataba de una de sus tantas costumbres que empleaba para protegerla. Entendía por qué lo había hecho, no deseaba preocuparla más de la cuenta. La situación ¿se habría derivado del robo?

—Si tú lo sabes es por que es grave, ¿verdad?

—Villanueva y yo seguimos teniendo negocios y es conveniente para mí estar al corriente en lo que sucede en ciertas industrias. Y sí, es preocupante su estado. Así que tómate los días necesarios —accedió sin dar pie a ahondar en explicaciones.

—Es la hora de la comida. ¿Tienes ganas de experimentar algo nuevo conmigo? —sugirió cambiando de inmediato el tema.

—Tengo planes con mi hermana de ir con ella.

—Invítala, seguro Julio se alegrará tener más comensales con quien experimentar. Sigue indeciso con el menú —dijo con aire alegre. Carolina se podía dar cuenta de cuánto lo entusiasmada la apertura del restaurante.

—Créeme cuando te digo que ninguno de los dos se alegrará de tener que compartir una misma mesa.

—Julio es un niño grande —se burló.

Claramente no conocía a Celina como ella y prefirió declinar su invitación. Carolina no tenía interés alguno de morir tan joven.


***


Manuel se hallaba solo en una de las salas de reuniones. Paseaba una y otra vez el bolígrafo entre sus dedos de modo ausente. Tenía frente a él, entre otros papeles, la copia de aquella identificación. Se trataba de una réplica bastante mal hecha, con un simple vistazo pudo darse cuenta. Un niño de preescolar habría podio hacer un mejor trabajo.

El grosor y tamaño de la tipografía usada evidenciaban su condición fraudulenta. Si se trataba de adivinar, diría que la credencial original le pertenecía a la mujer cuya fotografía estaba ahí plasmada.

Tenía que admitir que Dahlia superó sus expectativas a pesar de haber desobedecido ordenes directas. Ella defendió su postura con firmeza de haberse tratado de algo calculado y él alegó que en esta ocasión dio resultado su naturaleza impulsiva y tenaz, que siempre se apresuraba a condenar. Fue el único modo de cubrir la reacción que tuvo al verla llegar vestida así. Falda entallada a sus curvas como una segunda piel y unos altísimos tacones; podía jurar que, por un segundo, el corazón se le detuvo. Fue imposible no devorársela con la mirada; su cerebro le mandó la orden de mirar hacia otro lado, pero su cuerpo lo desobedeció como si fuese un adolescente dotado de hormonas burbujeantes. Dahlia lo atrapó enseguida al percibir una media sonrisa dibujada en su rostro.

Manuel carraspeó la garganta y se obligó a mirarse las manos.

—¿Por qué llegas a esta hora? ¿Qué te hace creer que puedes disponer de mi tiempo a tu antojo?

—Me vas a besar —respondió entusiasmada ignorando el reproche, y a Manuel se le cayó la mandíbula—. Quiero decir que me lo vas a agradecer, no te emociones, si le doy un beso a alguien, este llegará como un tornado, sin avisar y arrasando con todo.

Quería refutar que no era la manera de hablarle a su jefe, pero dedujo que era lo que Dahlia buscaba: provocarlo. Se quedaría con las ganas. No era el momento ni el lugar.

—Siéntate —le indicó Manuel con un gesto de la mano para urgirla a despegarse de la esquina de su escritorio y dejar de deslizar la mirada por sus largas piernas—. ¿Qué es lo que me quieres mostrar?

Ahorrándole detalles que Manuel no deseaba escuchar ni ella proveer, le describió cómo había conseguido la información.

—Si te lo preguntas, no lo conseguí de forma ilegal. Solo me salté trámites para agilizar el proceso. Este papel se puede usar como evidencia, no solo servirá para completar el caso, si tu hermana lo desea, podrá demandar a esa mujer por robo de identidad —dijo orgullosa.

—Veo que has puesto atención. —Manuel se inclinó hacia adelante y la miró directo a los ojos—. Pero sin verificar su origen, la tal Sonia, en su defensa podría alegar que están tratando de incriminarla. Hay que atar un motivo a este papel para que sea válido en el juzgado.

—Celos —acusó Dahlia apresuradamente—. Ahí está el motivo. ¿Qué otra razón podría alentar a una mujer despechada a cometer un crimen? Su novio la engañó y la dejó por otra mujer.

—Esto no es una telenovela, Dahlia. Esto es la vida real: existen procesos legales y las personas pueden ir a la cárcel. Los supuestos tienen que ser sustentados con pruebas. ¿Cómo me compruebas que fue ella la que planeó todo y no Leonardo Villanueva?

—¿Sospechas del novio de tu hermana? —cuestionó con cierto asombro.

—Ciertamente, las pruebas, o más bien la falta de estas que él acordó proveer, me ha hecho sospechar del tipo.

Su naturaleza desconfiada le dictaba mirar todos los ángulos posibles. Y aquello era una posibilidad que había estado rondándole en los últimos días.

—¿Qué ganaría él perjudicando a Caro?

—El crimen provino desde dentro de la empresa, casi te lo puedo garantizar. Por lo que investigaste, la compañía que contrataron para instalar el sistema de seguridad es una de prestigio, y el haber penetrado los servidores me habla de un empleado. Por alguna razón el perpetrador no ha sido atrapado. Eso es por un lado y por otro, Textiles Santillán está atravesando por problemas económicos, un dato más que Villanueva falló en informarme. No sería la primera vez que alguien trata de acercarse a mi hermana por motivos de dinero o conexiones. ¿Quién sería el más beneficiado si Caro resulta culpable? Mi padre estaría dispuesto a pagar lo que fuera para que este circo mal montado desapareciera.

—Tienes un pensamiento muy maquiavélico. Me abstendré de no hacerte enojar.

—Piensa mal y acertarás.

—Por eso me pediste investigar al hijo —asumió—. Sin embargo, sostengo que fue De la Vega, la exnovia. No sé bien cómo se las ingenió, pero mi intuición me dice que es ella. —Se quedó pensativa por un momento y después agregó—: ¿Apostamos?

—¿Así es cómo te manejas en tu línea de trabajo? ¿Con tu sexto sentido femenino y apuestas absurdas? —Él sacudió su cabeza y esbozó una sonrisa maliciosa, y ella arqueó una ceja antes de marcharse de la oficina contoneándose.

Un golpeteo en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Leonardo Villanueva entró enseguida a la sala de juntas. Miró atento su vestimenta casual y sintió un punzada de envidia. No había día que pudiera zafarse de los trajes sobrios que tenía que usar en el trabajo.

Miró su costoso reloj. Llegó más de una hora tarde. Este hombre perdía cada vez más su credibilidad. No obstante, se mantuvo quieto y en silencio y lo saludó con cordialidad.

—Aborrezco la impuntualidad, pero me fue imposible llegar a la hora acordada. Esta mañana conversé con los compañeros de Carolina y uno de ellos me dio una idea. Los números siguen sin darme las repuestas que busco. Y por primera vez siento que di con una pieza de utilidad.

Manuel lo miró con curiosidad.

—¿Se puede saber cuál es?

—La dirección IP del ladrón —reveló dejando sobre la mesa un papel.

—¿Cómo la conseguiste? —preguntó Manuel sorprendido

—No eres el único que posee habilidades.

Enseguida mandó llamar a Dahlia para verificar su autenticidad.

—¿Crees que es falsa? —preguntó Leo, su tono denotaba enfado. Manuel lamentó de inmediato las palabras que utilizó—. ¿Me estás acusando? Si tienes algo que preguntarme, hazlo de frente. No tengo nada que esconder.

—Tranquilízate, no fue lo que quise decir. Quien te la facilitó, bien pudo darte una sin validez alguna.

Tratar de calmarlo era inútil, Leo seguía con los puños crispados a sus costados.

Mientras tanto Dahlia los observaba divertida. Manuel la miró con gesto ceñudo y ella le respondió articulando sin emitir sonido la pregunta «¿Ves?». Por supuesto no lo admitiría, pero su teoría de la exnovia despechada podía se acertada y él se había apresurado en acusarlo. Y reconocerlo lo agrió.

Una hora sería suficiente para averiguar a quién pertenecía y toda la información relacionada con esa persona, se comprometió la joven antes de salir con una mueca burlona y triunfante.

A pesar del recelo que lo invadía, decidió compartirle a Leo lo que arrojaron las averiguaciones recientes. Tomó la copia de la credencial fraudulenta y deslizó el papel hacia Leo.

En silencio lo levantó y lo revisó. Alzó la cabeza y lo miró incrédulo.

—¿Qué demonios es esto? ¿Qué hace la foto de mi exnovia, el nombre de Carolina y mi dirección aquí?

Manuel le explicó pacientemente cómo había llegado hasta sus manos el día previo.

—No deseo sacar conclusiones anticipadamente. De modo que quisiera preguntarte algo primero: ¿existe algo que te indique que esta mujer tenga motivos para dañar a mi hermana?

—¿Me estás tratando de decir que Soni es quién está detrás de este embuste?

—Responde, ¿tiene siquiera los medios para lograrlo?

—¡No sé! ¡No sé! —Lo observó pasarse los dedos por la cabellera con frustración—. Terminamos de forma amistosa, al menos eso creía. ¿Cómo pudo ser capaz de hacer todo esto? —Le pareció que Leo pensaba en voz alta.

Entre más preguntas le hacía a Leonardo, la impaciencia e irritabilidad ganaban dominio. Tenía intenciones claras de querer marcharse e ir a exigirle algún tipo de explicación a la mujer en cuestión. No podía permitirlo, no hasta dejar sin duda alguna que ella era la culpable. Le pidió su palabra que bajo ningún motivo contactara a De la Vega; solo lograría ponerla sobre aviso. Manuel era capaz de ver la frustración y la ira que lo invadían ante la petición, podía entenderlo, él quería hacer lo mismo. Pero con una leve inclinación de su cabeza, él aceptó.

Al cabo de un largo rato Dahlia irrumpió de nueva cuenta la sala de reuniones.

—Lo tengo, la dirección IP pertenece a un tal Adrián Larios y aquí está la información que logré conseguir, es muy poca —informó colocando su laptop abierta frente a Manuel. No había una fotografía, solo algunos datos personales.

Leyó de prisa y no lograba captar algo que levantara sospecha acerca de ese tipo. Giró el aparato hacia Leo, y con movimiento de la cabeza le hizo saber que nunca antes había escuchado ese nombre.

A punto de cerrar la computadora Leo lo detuvo.

—Espera. —Leo entrecerró sus ojos pareciendo rebuscar en su memoria, luego dijo—: Acabo de recodar algo.

___________________________

¡Hola solecitos! Espero que estén teniendo un lindo domingo, por acá empieza a oler a primavera. Los días soleados con el viento helado soplando son mis favoritos.  Este capítulo fue un reto escribirlo, pero creo que salió como lo tenía visualizado. Por supuesto hubo música para acompañarme y una que otra vez repetía canciones, como lo hizo Caro. ¿Les ha pasado que se obsesionan con una canción y parecen disco rayado? A mí, miles de veces. Abajo les dejo el enlace de la canción que escucho Caro, y me dicen si al menos no les sacó una sonrisa. Regresando al capítulo, ¿tienen predicciones? ¿qué creen que haya recordado Leo? Uhuhu esto se está poniendo emocionante. Espero que hayan disfrutado este capítulo tanto como yo de escribirlo. Y si lo hicieron no olviden dejarme una estrellita o mejor aún un comentario que responderé encantada.

¡Nos vemos en el próximo capítulo!


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