Cántame al oído | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

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«Escribiría todas mis canciones sobre ti». Holland finge que tiene una vida perfecta. Alex sabe que la suya e... More

Introducción
01 | Mi rata es una superviviente.
02 | Conociendo a Holland Owen.
03 | Rumores que hieren.
04 | Somos unos cobardes.
05 | Un tratado de paz.
06 | La música no es lo mío.
07 | K. K. Splash Pro
08 | Rota en pedazos
9 | Con la música en las venas
10 | Nociones básicas de supervivencia
11 | Los archivos del despacho de dirección
12 | Indestructible
13 | Dedícate a lo que te haga feliz
14 | Nuestra primera canción
15 | Oportunidades
16 | Asumiendo la realidad
17 | Mi verdadero yo
18 | Arriésgate a que te rompan el corazón
20 | Recuerdos que no duelen
21 | Consecuencias
22 | Un corazón roto
23 | Una pareja para el baile
24 | Quien soy en realidad
25 | Primeras veces
26 | Siempre que me necesites
27 | Mil y una veces
28 | Artísticamente hablando
29 | Dibújame cantando
30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo
31 | El precio de soñar
32 | Lo que mereces
33 | Sigue latiendo
34 | Efectos colaterales
35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte
Epílogo

19 | Todas mis canciones suenan a ti

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By InmaaRv

19 | Todas mis canciones suenan a ti.

Holland

A los chicos les gusta tanto el nombre que Alex sugiere para la banda que no necesitan someterlo a votación. Orgullosos porque por fin tienen algo que los defina, 3 A. M. se pasa ensayando toda la semana.

Y, cuando queremos darnos cuenta, ha pasado una semana y ya estamos a sábado.

Junto mis labios pintados de rojo y le dedico una sonrisa al espejo. Hoy es un día especial para ellos, porque van a dar los primeros pasos hacia su sueño, y para mí, porque, por alguna razón que aun no entiendo, me siento bien. Más que eso: me veo bien. Parezco feliz. Han pasado dos días desde Año Nuevo y tengo buenos augurios para esta nueva etapa de mi vida. Además, mis padres se fueron anoche, no volverán hasta el domingo y Sam se ha pasado toda la mañana aquí, ayudándome a preparar el salón para esta noche.

Reviso mi teléfono, cuya pantalla se ilumina con la llegada de una nueva notificación. Elegancia sobrecargada tiene más de trescientos nuevos mensajes. Se nota que mis amigos están nerviosos, porque llevan todo el día intentando asegurarse de que todo va a salir perfectamente. Sin embargo, apenas he hablado con Blake; factor que me inquieta bastante.

Teniendo en cuenta que llevan semanas ensayando, hay muchas probabilidades de que su actuación sea un éxito. Pero necesitaríamos un milagro para que nuestro plan salga bien.

Alex va a odiarnos después de esto.

No me gusta pensar en eso. Sacudo la cabeza e intento convencerme de que, en realidad, estamos haciendo lo correcto. Estoy terminando de aplicarme máscara de pestañas cuando, de pronto, suena el timbre. Sonrío, cierro mi estuche de maquillaje y cojo mi chaqueta antes de bajar las escaleras que conducen al primer piso.

Me guardo las llaves en el bolsillo y abro la puerta. Antes de que pueda saludarle, Gale ya me ha agarrado la cintura y tiene sus labios sobre los míos.

Sonrío en su boca y le correspondo con ganas. Utilizo mi mano izquierda para cerrar la puerta a mis espaldas. No me gustaría que viera que mi salón está hecho un desastre; los chicos han venido a dejar sus cosas esta mañana y está todo amontonado. Haría muchas preguntas y no sé cómo darles respuestas sin sentir que soy una novia terrible.

Tampoco sabe que mis padres están fuera, de viaje.

Me mataría si supiera que he tenido la casa sola durante todo un fin de semana y no le he dicho nada.

—Gale —susurro. Me alejo un poco de él y me río con suavidad—. Hola.

—Hola —murmura él, y vuelve a besarme. Pongo las manos sobre sus hombros y noto la firmeza de sus músculos bajo mis dedos. Le empujo un poco para que se separe de mí.

—Deberíamos irnos. Vamos a llegar tarde. —Pero él niega y une nuestras bocas otra vez, en un beso corto.

—Siempre podemos quedarnos y no ir.

Con esto, nuestro momento se hace pedazos. Me zafo de su agarre, incómoda, cuando se acerca para volver a besarme, y empiezo a bajar las escaleras del porche. Ha estado toda la semana tratando de convencerme de que no vaya al concierto. Es muy insistente cuando se lo propone. Se le ocurría un argumento nuevo todos los días.

Parece que piensa seguir intentándolo hasta el final.

—Ya hemos hablado de esto —me limito a decir, una vez que estoy abajo. Me giro hacia él—. Voy a ir, Gale. Puedes venir conmigo o irte a casa. Tú eliges.

Salgo a la calle y le miro a través de la valla que rodea mi casa, de brazos cruzados. Intento que no note que una parte de mí quiere que se marche. Mis amigos no pusieron objeciones cuando les conté que Gale había decidido acompañarme a la batalla de bandas, pero sé que la idea no les entusiasma.

Por alguna razón, a mí tampoco.

«Terrible. Eres una novia terrible. Una persona terrible».

—Podrías ponerte en plan mandón más a menudo, nena —canturrea, tras unos minutos en silencio. Baja las escaleras, cierra la puerta a sus espaldas y acerca su boca a mi oído—. Me pone mucho —susurra.

Un escalofrío recorre toda mi columna vertebral y me fuerzo a sonreír. Está bien. Supongo. Gale entrelaza su mano con la mía y echamos a andar juntos en dirección al Brandom.

Solo tardamos veinte minutos en llegar. Queda media hora para que empiece el concurso y el local está lleno de gente. Gale se para a hablar con unos chicos que están fumando en la puerta y yo me pongo de puntillas e intento buscar a mis amigos, pero no hay ni rastro de ellos. Maldigo entre dientes. Necesito hablar con Blake y Finn para asegurarme de que tienen claro cuál es el plan.

Suspiro y saco el móvil para escribirle a Sam. Mi novio se acerca entonces y me abraza por la espalda.

—Parece que no están por aquí —susurra, burlón—. ¿Crees que se habrán rajado?

—Mis chicos no se rajan.

No le ha gustado mi respuesta. Bufa y se aleja de mí, notablemente molesto.

—3 A. M. —Lo saborea con sorna—. Es un nombre un poco ridículo, ¿no crees?

—Gale —me quejo, volviéndome hacia él—. Me prometiste que te comportarías.

—¿Y? ¿Qué he hecho ahora?

—Criticar a mis amigos no es comportarse.

Estoy empezando a enfadarme. Mi novio le resta importancia con un gesto.

—No seas dramática, muñeca. Prometo que, cuando estemos con ellos, seré bueno. —Mira dentro y esboza una sonrisa engreída—. Si es que se han dignado a aparecer, claro.

De pronto, mi móvil vibra. Sam acaba de contestarme. Menos mal.

—Están dentro. —Ni siquiera miro a Gale. Solo tiro de su brazo—. Vamos.

No obstante, no consigo que nos movamos. Mi novio me agarra para que vuelva a él.

—¿Puedes recordarme qué haces esta noche?

Me guardo el móvil en el bolsillo y me aguanto las ganas de rodar los ojos. No entiendo a qué viene esa pregunta, si ya lo sabe. Lo hemos hablado un montón de veces. ¿Acaso piensa que insistiendo me hará cambiar de opinión?

—Por décima vez, Gale, he quedado con los chicos.

—No me has dicho qué vais a hacer.

—Es que no lo sé —respondo, desesperada. Señalo el local—. ¿Podemos entrar ya, por favor?

—No lo entiendo —insiste—. No me habéis invitado.

—Sabes que yo quiero que vengas, pero...

—Tus amigos me odian.

Me muerdo el labio. Pues sí, básicamente.

—No te odian —miento—. Solo sois... diferentes.

Gale suspira.

—No entiendo por qué últimamente haces tantos planes sin mí, nena.

Enarco las cejas. Quiero replicar de malas maneras, pero me aguanto las ganas.

—Bueno, tú nunca me invitas a las fiestas que organizas para los chicos del equipo.

Mi novio parpadea y frunce el ceño. Eso no se lo esperaba.

—Eso es diferente, Hollie. Son noches de chicos. Nada de novias.

—Esta noche es la noche de 3 A. M. Nada de novios, Gale. Lo siento.

Puede que haya sonado un poco brusca, pero es porque estoy empezando a impacientarme. Las afueras del Brandom cada vez están más vacías porque la batalla empezará pronto y todos quieren coger un buen sitio. Me giro, dispuesta a entrar de una vez, pero enseguida vuelvo a escuchar su voz a mis espaldas.

—No eres una de ellos —dice—. No estás en esa estúpida banda, Holland. No te sorprendas si en cualquier momento deciden dejarte tirada.

Eso me sienta como una patada en el estómago. Todos mis miedos, todas mis inseguridades, salen a relucir cuando escucho sus palabras. Incluso me entran ganas de irme corriendo de aquí porque una parte de mí sabe que, en el fondo, Gale tiene razón. No soy una de ellos. No tengo talento. No sé tocar. Mis conocimientos sobre música son mínimos. No formo parte de 3 A. M. He faltado a sus ensayos y he tardado semanas en volver a sentarme con ellos en la cafetería.

Pero, a pesar de todo eso, siguen contando conmigo. Siempre. Para todo.

«La banda no existiría sin ti, Owen».

Me esfuerzo por dejar mis inseguridades a un lado. Sin inmutarme, miro a Gale.

—¿Vas a venir o qué?

Él levanta las manos y rueda los ojos, molesto, antes de seguirme al interior del local.

Dentro reina el caos. Aunque todas las mesas están ocupadas, también hay mucha gente de pie. En la barra, Bill sirve bebidas con una velocidad característica de alguien que lleva toda su vida dedicándose a esto. A su lado, hay un chico rubio y sudoroso que sigue sus indicaciones sin titubear. Debe ser Óscar, uno de los camareros del bar.

Sin embargo, no hay ni rastro de Alex. Bill debe haberle dado la tarde libre.

—Pero, bueno, si es mi pelirroja favorita. —Bill desatiende a sus clientes un momento para venir a saludarme cuando camino hasta la barra. Coloca las manos sobre ella, sonriendo—. ¿Qué te trae por aquí, Owen? ¿Has venido a ver a nuestros chicos triunfar?

A mí también se me escapa la sonrisa. En primer lugar, porque Bill encabeza conmigo el club de fans de 3 A. M., y también porque me gusta que me llame por mi apellido. Supongo que será cosa de Alex. Le habrá pegado esa costumbre.

Antes de que pueda contestar, Gale llega a mi lado y Bill le dice:

—Lo siento, chico, pero tienes que ponerte a la cola si quieres...

—Viene conmigo —le interrumpo, tras aclararme la garganta—. Gale, este es Bill, el dueño del Brandom. Bill, él es Gale, mi... bueno, mi novio.

Fuerzo una sonrisa para disimular que me siento incómoda. Gale asiente con petulancia y estrecha la mano del hombre, que frunce el ceño. Me mira con una expresión que no consigo descifrar. Después, suspira y señala el escenario con la cabeza.

—Son los terceros en actuar. Deben estar ahí detrás, gritándose unos a otros por culpa de los nervios. Dile a Jack que vas de mi parte y te dejará entrar. —Luego, su mirada recae sobre Gale—. Y tú... bueno, hazle caso a ella.

Mi novio junta las cejas. Me vuelvo hacia él enseguida, sonriendo con todas mis fuerzas.

—De hecho, creo que será mejor que vayas buscando sitio —propongo. Coloco mis manos cariñosamente sobre su pecho—. Intenta que sea en primera fila, ¿vale?

No parece muy convencido. Su mirada se oscurece.

—¿Seguro? Puedo entrar contigo, si quieres. —Pero no suena como una sugerencia.

—Seguro. No me gustaría ver la batalla de pie —insisto, sin borrar mi sonrisa. Me pongo de puntillas para darle un beso en los labios, pero ni siquiera se inmuta—. Nos vemos ahora. Estate pendiente del móvil. —Miro a Bill—. Hasta luego, Bill.

Él me sonríe y me despide con un gesto. Antes de que Gale intente detenerme, me giro y desaparezco entre la multitud. Normalmente me agobio cuando estoy rodeada de gente, pero mis pulmones acaban de llenarse de oxígeno; por alguna razón, estoy mucho más tranquila ahora que Gale no viene conmigo. Tardo varios minutos en llegar al escenario por culpa de la muchedumbre, que bloquea el camino.

Cuando finalmente encuentro la entrada que conduce a la parte trasera, me topo con un hombre fornido, de metro ochenta, casi tan alto como Alex, que me mira con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.

Pestañeo. ¿Bill tiene seguratas?

Esto tiene que ser una broma.

—¿Nombre? —dice, muy serio. Supongo que será Jack, así que me ciño al guion.

—Vengo de parte de Bill.

—Eso dicen todos. Fuera.

—Está con nosotros. —Escucho a mis espaldas y mi corazón salta de alegría. Me vuelvo para ver cómo Blake, Mason y Finn se acercan a nosotros. Menos mal.

Sin embargo, Jack es un hueso duro de roer. Enarca las cejas.

—¿Está en vuestra banda?

—Es mi novia —dicen Mason y Finn. Al mismo tiempo.

No puede ser. Blake contiene la risa y el segurata acentúa su expresión de incredulidad. Mason y Finn intercambian una mirada.

Nuestra novia —corrige Finn, nervioso—. Mi primo y yo creemos que la generosidad es un valor importante en la vida de los seres humanos y que estar dispuestos a compartirlo todo es la única forma que tenemos de alcanzar una vida próspera y llena de felicidad.

Dicho esto, esboza una sonrisa inocente. Jack pestañea, atónito, y Mason se apresura a intervenir.

—¿Algún problema? —inquiere, cruzando los brazos y poniendo voz grave. Jack nos mira, sube los brazos y nos deja pasar, aunque algo me dice que es porque está harto de nosotros.

—Como sea —dice. Mason me empuja para entre antes que él.

—Agradecemos mucho su tolerancia, señor segurata. Espero que el destino le recompense con una buena novia. O con un buen novio. ¡O con las dos cosas! —chilla Finn, y nos sigue felizmente hasta la parte trasera del escenario.

Aunque sea un lugar pequeño, se nota que hay mucha menos gente. Debe haber, en total, unas diez personas, sin contarnos a nosotros. Todos representan a las bandas que van a actuar esta noche. Busco a Alex con la mirada y, como no parece estar por aquí, decido que esta es la oportunidad perfecta para hablar con Finn y Blake y repasar el plan.

Pero, como siempre, las cosas no me salen bien.

Alex y Sam aparecen de pronto a mis espaldas.

—Llegáis tarde —se queja mi mejor amigo, acercándose rápidamente. Parece enfadado, pero su expresión se suaviza cuando Mason choca puños con él.

—Finn, menos mal que estás aquí. Necesito que repasemos una parte de la letra. He modificado un poco el estribillo. ¿Has calentado? Es importante que...

La voz de Alex se apaga cuando nota que Blake y yo intercambiamos miradas. Finn se balancea con los pies, nervioso. Maldigo interiormente más de tres veces seguidas. Deberíamos haber repasado el plan. Tendríamos que haberlo ensayado una vez, como mínimo.

Desde que lo escucharon cantar la semana pasada, cuando Bill nos hizo bailar con todas nuestras fuerzas al ritmo de una canción de rock, los chicos son conscientes de algo que yo sé desde hace mucho: Alex sabe cantar. Muy bien, además, y escribe sus propias canciones. No hay nadie mejor que él para ser el vocalista de la banda, y, sin embargo, sigue empeñado en que es Finn quien debe ocupar ese puesto.

Se negó todas las veces que Mason intentó que cambiase de idea.

Porque es inseguro.

Inseguro e imbécil, ya puestos.

Me muerdo el labio. Sam me mira, sus ojos me hacen una pregunta silenciosa y asiento. Cruzo los dedos tras la espalda. «Por favor, que funcione. Por favor, que funcione...»

—En realidad... —empieza a decir, pero Finn le interrumpe con un ataque de tos.

—No puedo cantar —dice, moviendo mucho las manos, y hablando en susurros. Parpadeo, atónita. Oyéndole hablar así, casi parece que está afónico de verdad; cuando hace un momento estaba gritándole a un guardia de seguridad.

Pero Alex no sabe eso. Frunce el ceño y retrocede con incredulidad.

—Tiene que ser una broma.

—Lo siento —murmura Finn, y se lleva una mano a la garganta. Mi corazón late a toda velocidad.

—¿Cómo? —demanda Alex. Nos mira a los demás, pero nadie sabe qué decir.

Pasados unos segundos, Blake se dispone a contestar.

—Ayer Mason tuvo partido. Finn se dejó la voz gritando con las animadoras.

Me vuelvo bruscamente hacia él.

—¿Estás en el equipo de las animadoras? —inquiero, saliéndome del plan.

—Soy la reina de las animadoras, guapa —me corrige, y olvida un momento que supuestamente está afónico. Por suerte, vuelve a toser enseguida y Alex está tan ocupado llevándose las manos a la cara, desesperado, que no se da cuenta de nada.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —dice, como para sí mismo. Verlo tan agobiado me parte en dos.

Va a odiarnos después de esto.

Los chicos se miran y Sam se encoje de hombros.

—Improvisar —dice.

Mason le arrebata a Finn el papel con la letra de las manos y se lo estampa a Alex en el pecho.

—Todo tuyo, hermano.

—No —responde él.

—Me parece que no nos estamos entendiendo —continúa Mason, sonriendo. Enseria su rostro bruscamente—. No era una sugerencia.

—No —repite Alex—. No puedo hacerlo. No puedo.

Se da la vuelta, nervioso, y se tapa la cara con las manos mientras camina lejos de nosotros. No me gusta verle así. Puede que esto haya sido una mala idea. En busca de apoyo, miro a Blake, que también me está observando. Pronto reparo en que no es la única. Mason, Finn y Sam también tienen sus ojos clavados en mí.

—¿Qué? —susurro con brusquedad al verles subir las cejas. Solo que no hace falta que digan nada, porque sus expresiones hablan por sí solas.

Quieren que vaya a hablar con él.

—No —sentencio de inmediato, pero no funciona.

—No podemos echarnos atrás ahora —me recuerda Sam, entre dientes. Trago saliva. Tiene razón.

—¿Por qué yo? —Al oírme, Mason y Finn intercambian una mirada. Siento que hay algo que no me están contando. Voy a insistir, cuando Blake se vuelve hacia mí.

—Porque esto ha sido idea tuya —dice. Me callo porque no tengo argumentos contra eso. Aunque todos estuvieron de acuerdo, fui yo quien propuso la idea. Nos he metido en un buen lío.

Dejo caer los hombros.

—Va a enfadarse conmigo.

Mason me agarra del brazo y me gira en dirección a Alex.

—Nos encargaremos de recordarle lo mucho que te aprecia.

—No puedo prometeros nada —insisto, haciendo fuerza con las piernas para que no siga empujándome. Finn me palmea la espalda.

—El futuro de nuestra banda está en tus manos, guapa, pero sin presiones —canturrea y, cuando quiero darme cuenta, todos se han marchado y estoy sola, con Alex caminando de un lado a otro, nervioso, a unos metros de mí.

Esto sigue pareciéndome una idea terrible. Miro a mis amigos, que están junto a la puerta que conduce al bar, y Finn me sonríe y levanta los pulgares. No me resisto a sacarle el dedo del medio. Después, tomo aire y me vuelvo hacia Alex. Camino hacia él antes de que, de tanto pensarlo, acabe echándome atrás.

En cuanto decae en mi presencia, se detiene y se destapa la cara. Veo en sus ojos que, en el fondo, está asustado y no quiere que nadie lo sepa.

—No puedo hacerlo —confiesa. La ansiedad es notoria en su voz. Miro a nuestro alrededor para cerciorarme de que estamos solos y después clavo mis ojos en los suyos.

—Sí que puedes. Vas a salir ahí y vas a...

—No —me interrumpe.

—No hay nadie que sepa hacerlo mejor que tú.

—No puedo —insiste, y no lo entiendo. Sabe que tiene talento. Es imposible que no se haya dado cuenta.

¿Por qué sigue luchando contra su futuro?

—Alex —continúo, reacia a rendirme. Me acerco a él—. Tienes que confiar en ti.

—¿Cómo se hace eso? —replica, y se pasa las manos por el pelo, exasperado. Aprieto los labios. Buena pregunta. No soy la mejor para dar consejos.

—Si no lo haces por ti, hazlo por ellos. Es vuestro sueño.

He dado en el clavo. Se queda callado durante un momento, mirándome, y después niega con la cabeza.

—No es tan fácil, Owen. Las cosas no funcionan así.

—Ellos confían en ti. Y yo también. —No responde, así que continúo—: Así que vas a salir ahí fuera y vas a conseguir que esa gente os recuerde. Deja que el mundo te descubra. Yo más que nadie sé lo bueno que eres.

Mi corazón late a toda velocidad. Nos quedamos en silencio y Alex me sostiene la mirada con cautela, como si estuviera buscando en mi rostro algo que pruebe que estoy mintiendo; pero ese algo no existe. Creo en él desde ese día, cuando coincidimos en el sótano y estuvo tocando el piano hasta que estuvo completamente seguro de que me sentía mejor. Sé lo mucho que vale incluso mejor que él mismo.

Estoy dispuesta a abrirle los ojos, si eso es lo que necesita para salir y arriesgarse a que el mundo descubra su talento.

De pronto, escuchamos ruido fuera. El público vitorea cuando la voz de Bill empieza a oírse por los altavoces. Cuando los chicos se acercan a nosotros, Alex y yo tardamos unos segundos en dejar de mirarnos.

Mason me aprieta el hombro.

—¿Y bien? —pregunta. Está mirando a Alex, así que imagino que se dirigirá a él.

—Somos los terceros en salir —nos recuerda Sam.

Aún sin decir nada, Alex vuelve a observarme e intento que mi rostro no exteriorice el caos que siento por dentro. Blake tiene razón. Esto ha sido idea mía. Si no funciona, lo habré estropeado todo. No quiero que la predicción de Gale se haga realidad y acaben dejándome tirada. No podría soportarlo.

No ahora que sé lo que es tener amigos de verdad.

De pronto, Alex suspira. Estoy tan ensimismada mirándole que pego un respingo.

—Esto es una mierda —dice, mirándonos a todos—. Va a salir fatal. Y no vamos a ganar.

Pero le arrebata a Finn el papel con la letra de las manos de todas formas.

Siento tanto alivio que solo me entran ganas de reír, y parece que a los demás les pasa lo mismo. Mason esboza una gran sonrisa y choca puños con Finn, mientras Blake le revuelve el pelo a su hermano. Alex quiere hacernos creer que está molesto con nuestra celebración, pero no puede contener la sonrisa.

Nos mira y nos señala con un dedo.

—Necesitamos que alguien se las arregle con el piano, y, Mason, quiero que repasemos los coros antes de salir, y...

—Está todo controlado —dice Blake. Cruza una mirada con los demás. A excepción de Alex, todos sabían, de antemano, que habría cambios en la actuación. Mason y Sam asienten, y Finn golpea la espalda de Alex con cariño.

—3 A. M., señoras y señores. Vamos a petarlo.

Se me escapa una sonrisa. Quiero decir algo más, pero entonces escuchamos aplausos porque Bill acaba de presentar a la primera banda concursante, y los chicos empiezan a ponerse nerviosos. Mason y Finn corren a desenfundar sus instrumentos y empezar a afinarlos, mientras oímos, de fondo, cómo la cantante del grupo se presenta a los espectadores.

—Debería irme ya —le digo a Sam, que asiente y se acerca para abrazarme rápidamente. Blake llega junto a nosotros y se une a nuestro abrazo. Cuando nos separamos, está sonriendo.

—Gracias —me susurra, y sé que se refiere a su hermano. Sonrío.

—Buena suerte —les deseo.

—Ni que la necesitáramos —bromea Finn, colgándose el bajo de Blake.

Me echo a reír. Cuando nos abrazamos, Finn me da un sonoro beso en la mejilla y Mason intenta despeinarme, pero lo esquivo y lo señalo con un dedo, amenazante. Me sonríen con burla antes de irse junto a los demás. De nuevo, y sin que me haya dado cuenta, Alex y yo hemos vuelto a quedarnos solos. Esta vez no dudo a la hora de actuar.

Me lanzo a sus brazos y lo rodeo con los míos con todas mis fuerzas. Él tarda unos segundos en reaccionar, durante los que llego a pensar que va a alejarse, incómodo; pero acaba correspondiéndome el gesto y rodeándome la cintura con los brazos. Mis pulmones se llenan de oxígeno y le ordeno a mi corazón que se tranquilice porque no me gustaría que nadie supiera que sus latidos van a toda velocidad.

Cuando nos separamos, nos miramos y volvemos a sonreír. Alex abre la boca, como si tuviera mucho que decir, pero acaba guardando silencio. Da unos pasos hacia atrás, nervioso, y se pasa una mano por el pelo.

—Owen —titubea entonces—, antes de... bueno, creo que deberías saber que...

Pero la música empieza a sonar por los altavoces y no puede acabar de hablar.

—Creo que tengo que irme ya —le digo, señalando la puerta con el pulgar—. Nos vemos después, ¿vale? Buena suerte.

Él cierra la boca y fuerza una sonrisa. Parece decepcionado.

—Sí, claro. Gracias.

—Demuéstrale a esa gente lo grandes que sois.

Sonrío y dejo que mis palabras nos sirvan como despedida. Alex se queda ahí, observándome, mientras camino hasta la puerta que me conducirá al bar. Veo a Blake y a los demás, pero están muy concentrados en sus instrumentos y no decaen en mi presencia. Cuando salgo, descubro que Jack, el segurata, ha desaparecido y que el Brandom está completamente a oscuras.

Las únicas luces que hay iluminan el escenario; son tres focos de color blanco que apuntan a la vocalista, una mujer joven, de unos treinta años, y a músicos, que se encuentran detrás de ella. Están tocando una canción que me resulta familiar porque es un éxito de los que suenan a todas horas en la radio. Aun así, el público no parece muy entusiasmado.

Sonrío ante eso, pues sé que beneficia a los chicos, y me pongo de puntillas para buscar a Gale entre la multitud.

No tardo mucho en verle acomodado en uno de los asientos más céntricos, en primera fila. La emoción se me cuela en el estómago. Parece que me ha hecho caso por una vez. Espero de pie, junto al escenario, hasta que la banda deja de tocar porque no quiero interrumpir su actuación. Después, cuando todo el mundo empieza a aplaudir, corro hasta mi asiento y Gale se vuelve hacia mí, aunque no sonríe.

—Eh —le saludo, y me acerco para darle un beso corto en los labios.

—¿Dónde estabas?

Me desabrocho la chaqueta, aunque no me la quito.

—Siento haber tardado tanto. Los chicos estaban un poco nerviosos.

—Ya —responde con sequedad.

Sonrío y señalo nuestros asientos.

—Has conseguido un buen sitio.

—Te lo habían reservado.

—¿Qué? ¿Quiénes?

—Tus amigos. —Parece molesto, como si odiase pensar en que, bueno, tengo amigos. Mi sonrisa casi decae, pero ha sido un gesto tan bonito por parte de Blake y los chicos que no permito que el comportamiento de Gale me afecte.

Está celoso. Como siempre. Ya estoy acostumbrada. Antes sus rabietas me preocupaban, por si repercutían negativamente sobre nuestra relación, pero ahora están dejando de importante. Ahora incluso me molestan.

No hay nada de malo en tener amigos.

—¿A qué hora dices que acaba esto? —inquiere, recostándose y cruzando los brazos. Bill, que está a punto de subir a presentar al siguiente grupo, me localiza y me dedica una sonrisa. Muevo la mano para decirle hola.

Luego, me vuelvo hacia Gale.

—No lo sé. No creo que se alargue mucho.

—Mejor. He quedado con Emma a las nueve y media.

No me lo esperaba y creo que por eso me duele tanto. Sin embargo, no dejo que se dé cuenta. Miro mi móvil, distraída, por si los chicos me han escrito; pero es evidente que no. Deben estar tirándose de los pelos ahí dentro.

—¿Con Emma? —inquiero. Gale se encoge de hombros.

—Vamos a la fiesta de James. Quería que tú vinieses conmigo, pero tienes otros planes.

No es justo. Se me forma un nudo en la garganta y me entran ganas de llorar. ¿Qué pretende con todo esto? ¿Hacer que me sienta culpable? ¿Que cambie de opinión y decida ir con él a esa fiesta? No tengo nada en contra de Emma, pero es perfecta, y salió con Gale antes que yo, y, siempre que la veía, antes, no podía dejar de pensar en que en cualquier momento me sustituiría. Ahora ese pensamiento ha desaparecido, pero eso no significa que esto me duela menos.

Gale sabe que siempre me he sentido insegura en lo que respecta a ella. Me ha repetido más de cien veces que solo son amigos. Pero esta vez es diferente.

Porque no está intentando hacerme sentir mejor. Al contrario.

Quiere hacerme daño.

—Está bien —me limito a responder, cruzando una pierna sobre la otra y volviéndome hacia el escenario. Mantengo mi rostro neutro para que no sepa que me ha afectado.

No pienso darle lo que busca.

—¿Celosa, nena? Te recuerdo que, si no vienes, es porque no quieres.

—Solo quiero ver el concierto, Gale.

He sido muy brusca. Mi novio enarca las cejas, irritado, y no se molesta en contestar. Cierro los ojos durante un momento y dejo que los aplausos del público corten nuestra conversación. Nightmare, la segunda banda que concursará esta noche, sale entonces al escenario y empieza a tocar.

Los chicos piensan que este grupo es su mayor competencia. Al parecer, han ganado la batalla de bandas los tres últimos meses. Los clientes de Bill ya se han acostumbrado tanto a ellos que ahora son los «favoritos» del público. Se trata de una banda formada por cuatro hombres que deben rondar los veinte años. Es evidente que la multitud los conoce, porque los acompaña cuando cantan el estribillo de la canción. Alex me dijo que solían tocar temas propios, pero esta vez han decidido versionar un éxito de los noventa.

Cuando terminan y se oyen aplausos, me hundo en mi asiento, cohibida. 3 A. M. puede haber ensayado mucho, pero tienen menos experiencia que esta banda; se nota que Nightmare lleva meses actuando en el Brandom porque tienen una soltura envidiable en el escenario. El cantante, un hombre rubio con barba llamado James S., derrocha autoconfianza.

Y, en lo que respecta a confiar en sí mismo, Alex aún tiene mucho que trabajar.

Agradeciendo el amor de su público, la banda abandona el escenario y Bill se prepara para subir de nuevo. Mi estómago da un vuelco. Ahora saldrán los chicos y seguro que estoy tan nerviosa como ellos, o incluso más. Me aprieto las manos, ansiosa, e incluso pienso en entrelazar mis dedos con los de Gale, en busca de apoyo; pero después recuerdo que hemos discutido porque es un imbécil integral y se me pasa.

Arrastro mi silla para alejarme un poco de él. Si mi novio se da cuenta, no dice nada. Justo entonces, Bill coge el micrófono y exclama:

—¡Guau! Una vez más, Nightmare ha hecho vibrar este escenario. Enhorabuena, chicos. No dejáis de superaros. —El cantante le dedica una sonrisa como agradecimiento. Después, Bill se vuelve hacia nosotros y, cuando me ve entre la muchedumbre, me guiña un ojo—. Ahora, señoras y señores, quiero presentaros a una banda muy especial; a una que tiene como líder a un niño que, cuando compré este bar, se pasaba las tardes tocando y cantando encima de este escenario, jugando a ser una estrella del rock. Esta noche su historia continúa. ¡Démosle la bienvenida, con un fuerte aplauso, a 3 A. M.!

Mi corazón se detiene.

Estallo en aplausos y chillo con todas mis fuerzas cuando los chicos salen al escenario. A mi lado, Gale bufa con molestia, pero no estoy prestándole atención. No puedo dejar de mirar a mis amigos. Alex, Mason y Finn salen primero, y noto cómo les ciegan las luces de los focos. Alex usa una mano como visera y sonríe mientras camina hacia el micrófono que hay delante de los instrumentos. Por detrás, vienen Sam y Blake. Todos ocupan sus respectivas posiciones.

El corazón se me va a salir del pecho. Dejo de aplaudir, junto las manos y las pongo junto a mi mejilla, nerviosa. Los chicos miran en todas las direcciones, intentando asimilar que este momento, su momento, ha llegado. Alex examina al público con rapidez, como si estuviera buscando a alguien y, cuando me ve, sus músculos se relajan. Le sonrío, aunque su cara de pánico me da mala espina.

A mi lado, Gale, que se ha dado cuenta, gruñe.

Todos guardamos silencio, esperando a que comiencen. Cruzan miradas entre ellos y, cuando Mason asiente, Sam golpea sus baquetas para marcar el ritmo. Los demás empiezan a tocar poco después; Blake al teclado, sustituyendo a su hermano, Mason con la guitarra y Finn con el bajo. Cuando escucho las primeras notas, me doy cuenta de que nunca he oído esta canción.

Sin embargo, no llego a confirmar mi teoría, porque, aunque sus compañeros siguen tocando, Alex no empieza a cantar. Se queda paralizado, mirando al público, mientras sujeta el micrófono; y sé, por las miradas que intercambian Blake y Sam, que su entrada ya ha pasado y que ya debería estar cantando.

Mierda. El público también se ha dado cuenta y escucho algunas risitas. Los chicos paran de tocar y Alex reacciona y pestañea. Cuando Mason se acerca para comprobar si está bien, Alex asiente y, una vez más, su mirada busca la mía. Vuelvo a sonreírle e intento transmitirle seguridad y confianza. Moviendo los labios, sin emitir ningún sonido, le digo: «puedes hacerlo».

Y espero con todas mis fuerzas que se lo crea.

Él asiente, mira a los chicos y les indica con un gesto que empiecen a tocar. La música vuelve a llenar el Brandom, y Alex cierra los ojos y se aferra con fuerza al micrófono. Mason y Finn se miran, dudosos, cuando terminan la introducción; solo que esta vez, a diferencia de la anterior, Alex sí que empieza a cantar.

De pronto, todas las risas y las burlas desaparecen.

Y solo queda la música.

He escuchado Mil y una veces en varias ocasiones y tenía entendido que esa sería la canción que tocarían esta noche, y, sin embargo, no consigo reconocer ni la letra ni la melodía de la que están tocando. Es algo nuevo, que no he escuchado nunca, algo que deben haber compuesto y practicado durante todas esas tardes de ensayo en las que yo no he estado presente. Ese pensamiento hace que me sienta arrepentida, pero no puedo pensar en ello durante mucho tiempo.

Al principio, durante los primeros versos, la inseguridad está presente en su forma de cantar; pero después la voz de Alex se vuelve más potente y hace que nos sumerjamos en música. Ni siquiera sé cómo reacciona el público, porque no puedo dejar de mirarlos. El ambiente crece con ellos y noto que la energía se me cuela en el pecho. Alex mantiene su mirada fija en la mía, y me aseguro de no apartarla, porque supongo que lo hace porque tener un rostro amigo entre el público le transmite seguridad.

Pero entonces comienza a cantar el estribillo y a mí se me corta la respiración.

Porque, aunque no conozco la letra, me resulta tremendamente familiar.

Porque habla sobre dos personas que se sientan juntas a contemplar cómo el mundo se hace pedazos, y sobre que no se puede romper un corazón que ya está roto, y sobre que hay alguien que ha estado reservando el suyo. «Y ahora es tuyo».

Se me forma un nudo en la garganta. Alex continúa cantando, mientras los demás se mueven y disfrutan sobre el escenario, ajenos a todo lo demás.

«Siempre me mira como si supiera

que soy un desastre

y no le importase.

Y a veces escucha mis canciones

y sonríe como si supiese

que todas suenan a ella».

La canción sigue, y Alex deja de cantar en una secuencia instrumental para mirar a Mason y sonreír, mientras mueve la cabeza al ritmo de la música. Después, regresa al micrófono para cantar el estribillo con energía. La gente se mueve a mi alrededor, porque está siendo una actuación alucinante; pero yo no puedo moverme. Tampoco puedo mirar a otro sitio. Sigo observando a Alex, y en mi mente aparecen tantas preguntas que parece que el cerebro me va a explotar.

Entonces, terminan de tocar y el público estalla en aplausos, pero no consigo reaccionar.

Esto no puede estar pasando.

Alex, que estaba sonriendo, me mira y su expresión cambia. El pánico inunda sus ojos y parece que quiera bajarse del escenario para darme explicaciones, pero Sam aparece de pronto y le rodea los hombros con un brazo antes de llevárselo con los demás. Trago saliva. No reacciono hasta que Gale se cuela en mi campo de visión y me agarra bruscamente para obligarme a ponerme de pie.

—Nos vamos de aquí —gruñe. Tira de mí y esquivamos al gentío mientras caminamos hacia la salida. Ni siquiera me resisto, sino que dejo que me lleve, mientras mi corazón sigue latiendo a toda velocidad.

«Si no disfrutases tanto llevándome la contraria, podrías ser mi musa».

Debería habérmelo imaginado. Joder, joder.

No puede ser, no puede ser.

—¿A dónde vamos? —le pregunto a mi novio, antes de que pueda sacarme del local. No me escucha, así que tiro de su brazo para que se detenga—. Gale —insisto.

—A casa.

—Pero los chicos...

—Cierra la jodida boca, Holland.

Su brusquedad hace que me asuste. Intenta que sigamos moviéndonos, pero me resisto. La ansiedad se acumula en mi estómago y casi me echo a llorar cuando escucho la voz de Sam a mis espaldas.

—¿Va todo bien? —Se acerca a nosotros. Con él vienen Mason y Blake. Mi novio abre la boca, dispuesto a contestarle de malas maneras, pero entonces su mirada recae sobre Alex, que acaba de llegar junto a los demás, y todo sucede muy rápido.

Me aparta bruscamente y se lanza hacia él.

—Maldito hijo de...

Por suerte, Sam y Mason reaccionan enseguida y se interponen entre ellos. El corazón se me sube a la garganta. Blake retrocede por instinto, llevándose a Alex con ella. Sin embargo, Gale sigue intentando pasar, furioso, y apenas puedo moverme. «Haz algo, haz algo, haz algo», me espeto. Corro hacia él y le sujeto el codo con una mano.

Sus movimientos son tan violentos que tengo que apartarme para que no me golpee sin querer. Sam se sobresalta y parece que esté a punto de decir algo, pero le pido sin hablar que guarde silencio.

—Gale —le susurro a mi novio, que no me está escuchando—. Gale —repito, con más fuerza, y ahora sí me mira—. Vámonos.

Ni siquiera me despido de los demás antes de arrastrarlo hasta la salida. Una vez que estamos fuera, donde no hay tanto ruido, me cercioro de que mi corazón late a toda velocidad. Gale se zafa de mi agarre y empieza a moverse de un lado a otro, atacado. Se lleva las manos a la cabeza. Yo me abrazo a mí misma, incómoda.

—Lo sabía —dice. Se detiene y me mira con reproche—. Lo sabía, joder, lo sabía. No deberías haber venido. Estás ciega, Holland. Estás jodidamente...

—Tranquilízate —le interrumpo. Enarca las cejas y se acerca rápidamente.

—Todo es culpa tuya —me espeta, señalando el interior del local—. Está loco por ti y tú lo sabes y le sigues el rollo. Por eso no querías que yo viniera, ¿verdad? ¿Cómo quieres que te crea cuando me dices que no me has engañado? Lo único que haces es demostrarme que no puedo confiar en ti.

Retrocedo ante eso. Llevo aguantando sus comentarios toda la semana. Ha criticado a mis amigos, ha intentado impedir que pase tiempo con ellos, me ha llamado egoísta y ahora, además, insinúa que soy una mentirosa. Quiere ir a la fiesta con Emma porque sabe que me así me hará daño. No puedo sopórtalo más, y creo que, aunque pudiera, no lo haría; no tengo razones para seguir tolerando a alguien que no tiene nada bueno que decir.

—Si eso es lo que piensas, vete —le digo.

Gale me mira, estupefacto.

—¿Estás de coña?

—No soy una mentirosa, Gale. No tienes ningún derecho a hablarme así —respondo, cortante. Trago saliva—. Ahora vete. Estoy cansada de esto.

Cansada y confundida. No sé qué ha pasado ahí dentro. No sé cómo voy a afrontarlo. No sé si Alex volverá a mirarme después de esto, o si se alejará e intentará no volver a hablar conmigo jamás. Tampoco sé qué quiero que haga. Tampoco sé cómo me siento al respecto. O cómo debería sentirme.

—¿Estás rompiendo conmigo? —dice Gale, pasados unos minutos. Aprieto los labios.

—No he dicho eso.

—Pues suena a eso, Holland.

—Solo quiero estar sola. Ve a la fiesta de James y pásatelo bien.

—Sola no —me corrige, apretando los puños—. Con él.

Trago saliva. No lo sé. No lo sé.

—Hablamos mañana —me limito a contestar, apretándome las manos con fuerza, antes de girarme—. Adiós, Gale.

Después, entro en el local. No espero que mi novio me siga, y una parte de mí se siente aliviada cuando no lo hace.

«Está loco por ti».

Los chicos no ganan esa noche, pero Bill disfruta tanto con su actuación que les concede el segundo premio y les da la oportunidad de actuar en el Brandom todos los viernes por la noche.


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Os recuerdo que Cántame al oído y Dímelo Cantando están disponibles en físico gracias a la editorial Wonderbooks <3

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