Cántame al oído | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

2M 227K 344K

«Escribiría todas mis canciones sobre ti». Holland finge que tiene una vida perfecta. Alex sabe que la suya e... More

Introducción
01 | Mi rata es una superviviente.
02 | Conociendo a Holland Owen.
03 | Rumores que hieren.
04 | Somos unos cobardes.
05 | Un tratado de paz.
06 | La música no es lo mío.
07 | K. K. Splash Pro
08 | Rota en pedazos
9 | Con la música en las venas
10 | Nociones básicas de supervivencia
11 | Los archivos del despacho de dirección
12 | Indestructible
13 | Dedícate a lo que te haga feliz
14 | Nuestra primera canción
15 | Oportunidades
16 | Asumiendo la realidad
18 | Arriésgate a que te rompan el corazón
19 | Todas mis canciones suenan a ti
20 | Recuerdos que no duelen
21 | Consecuencias
22 | Un corazón roto
23 | Una pareja para el baile
24 | Quien soy en realidad
25 | Primeras veces
26 | Siempre que me necesites
27 | Mil y una veces
28 | Artísticamente hablando
29 | Dibújame cantando
30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo
31 | El precio de soñar
32 | Lo que mereces
33 | Sigue latiendo
34 | Efectos colaterales
35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte
Epílogo

17 | Mi verdadero yo

38.6K 5.3K 10.4K
By InmaaRv

17 | Mi verdadero yo

Holland

Holland Owen me devuelve la mirada a través del espejo y me obligo a dedicarle una sonrisa.

Han pasado dos semanas desde que volví con Gale y mi vida ha cambiado tanto desde entonces que parece que soy una persona distinta. Ahora que he vuelto a sentarme con ellos para almorzar, mi relación con mis antiguos amigos está volviendo a la normalidad. Incluso Stacey, que había escrito mi nombre encabezando su lista negra, parece estar dispuesta a que volvamos a llevarnos bien. Hace un tiempo me preguntó si podíamos quedar para estudiar para los exámenes de Navidad, que terminamos hace unos días, y tuve que inventarme una buena excusa para rechazarla.

Que haya vuelto con Gale no significa que el rencor que siento hacia ella haya desaparecido. Quiero a mi novio, pero Stacey ya no es, ni será nunca más, mi mejor amiga.

Sobre todo ahora que sé lo que es tener amigos de verdad.

O, al menos, eso creo.

Suspiro y desbloqueo mi teléfono cuando se pone a vibrar. Elegancia sobrecargada, el chat que comparto con Blake y los chicos, tiene casi cien mensajes nuevos. La mayoría son GIFs y memes, todo cortesía de Finn; así que me limito a leer la conversación por encima. Están hablando sobre quedar esta tarde para practicar. No me sorprende, porque solo queda una semana para la batalla de bandas y últimamente están muy volcados en los ensayos.

Todos parecen estar de acuerdo y, una vez más, la única que no responde soy yo.

Compaginar mi nueva mi vida con ellos está resultándome difícil. En estas últimas semanas, solo he podido ir a verles ensayar en un par de ocasiones. Ni siquiera sé cómo suena la canción que compuso Alex y que, según Sam, ya está preparada para salir a conocer el mundo. Supongo que tendré que esperar a la batalla para escucharla.

Se me está haciendo tarde. Me suelto el pelo para que me caiga sobre los hombros y doy vueltas frente al espejo para asegurarme de que mi atuendo está perfecto. A la hora de coger mi estuche de maquillaje, dudo. Me tomo un minuto para inspeccionar mi rostro al natural, con todas sus imperfecciones; miro mi nariz, cubierta de pecas, y las marcas apenas visibles que tengo bajo los ojos.

«Estás mucho más guapa cuando no intentas esconder a tu verdadero yo».

Dejo el neceser sobre el escritorio y cojo mi mochila antes de salir de mi habitación. He decidido no echarme maquillaje. Si Gale me quiere de verdad, tendré que gustarle así también.

Cuando bajo a la cocina, mamá está sentada en la mesa, hojeando el periódico mientras se toma un café. A su lado, mi padre termina de enfundarse la chaqueta. Últimamente siempre me espera para que vayamos juntos al instituto. Les doy un beso en la mejilla a cada uno y abro el armario para sacar la caja de los cereales. A diferencia de hace semanas, el ambiente es tranquilo, para nada incómodo. Ahora mi vida es más estable. Es un alivio que todo se haya solucionado.

Antes era una tortura saber que, fuera a donde fuera, todos estarían juzgándome.

Pero ahora vuelvo a ser la Holland de siempre y eso me facilita las cosas.

—Parece que alguien se ha levantado de buen humor —comenta papá, cuando me ve danzar por la cocina. Me río y me siento a desayunar.

—He decidido que, a partir de ahora, quererme a mí misma es mi prioridad.

Sonrío mientras pronuncio esas palabras, y me prometo que, por encima de todas las cosas, cumpliré la promesa. Mis padres cruzan miradas y mamá enarca las cejas.

—Es una filosofía un poco... egoísta, ¿no crees? —opina. Mi sonrisa amenaza con decaer, pero no permito que me afecten sus comentarios. Niego.

—En absoluto.

Me lleno la boca de cereales para refirmar mi respuesta. Ante esto, mis padres vuelven a mirarme, pero no siguen insistiendo porque saben que será inútil. Seguro que piensan que no tengo remedio. E imagino que tienen razón.

Mamá se termina el café y se levanta para dejar la taza vacía en el fregadero. Después, se coloca, aún de pie, frente a mí. Levanto la cabeza mientras mastico mi desayuno.

—Tu padre y yo habíamos planeado pasar el último fin de semana de las vacaciones en Londres. Nos iríamos el viernes y volveríamos el domingo. En un principio, pensábamos ir solos...Pero creo que podría serte de ayuda para cambiar de aires y despejarte. Puedes invitar a Gale, si quieres. Es una buena oportunidad para que recuperéis el tiempo perdido.

Trago con dificultad. Por supuesto, el plan incluye a Gale. Mamá no lo ha dicho, pero puedo olerme sus intenciones. «Si lo convences de que venga, sabremos que no mientes cuando dices que todo va bien entre vosotros». Se me forma un nudo en la garganta y, como siempre, actúo como si no existiera. Por eso también me ha pedido que lo invite a cenar con nosotros en Nochebuena. Me fuerzo a buscarle puntos negativos a su propuesta para que rechazarla me duela menos.

Mis padres normalmente no conviven como tal, porque siempre están trabajando o fuera de casa, y lo único que hacen cuando se ven es discutir. No puedo imaginarme cómo van a sobrevivir tres días en compañía del otro. No quiero ni pensar en cómo sería pasarme setenta y dos horas encerrada con ellos en un hotel, oyendo cómo se echan cosas en cara. Cuando estamos en casa, al menos, puedo encerrarme en mi habitación y fingir que no los escucho.

Con esto debería bastarme. Sacudo la cabeza a intento olvidar que, en realidad, me encantaría viajar con ellos y que pudiéramos pasar más tiempo juntos, como una familia normal.

—Tendremos exámenes en cuanto volvamos a clase. Si quiero entrar en derecho, necesito sacar buenas notas —pronuncio, sin mirarlos—. Lo siento.

«Además, ese sábado es la primera actuación de Blake y los chicos y me odiarán aún más si no voy».

Aunque mamá insiste, no consigue hacerme ceder y finalmente entiende que no hay forma de que cambie de opinión. Papá se acerca para darme un beso en la cabeza.

—Como siempre, mi niña, siendo responsable —dice con orgullo. Asiento, pese a que me arden los ojos—. Vamos, no querrás llegar tarde a clase.

Fuera, nos montamos en su coche. Hace un mes, a esta misma hora, estaría esperando a Sam para ir juntos al instituto. Me tomo un minuto para mirar su casa, que está contigua a la mía, mientras papá termina de abrocharse el cinturón. Sam baja las escaleras del porche justo en ese momento. Nos ve, y sé que reconoce mi coche y que sabe que yo voy dentro, ocupando el asiento del copiloto, y, aun así, no se molesta en saludar.

El estómago se me revuelve mientras papá conduce hasta que salimos de la calle.

No he hablado con Sam desde hace semanas. No es porque hayamos discutido, sino porque, simplemente, nos estamos evitando. Le molestó que no le contase que había vuelto con Gale en su momento, y lo entiendo. También sé que está esperando a que sea yo quien dé el primer paso e intente solucionar lo que sea que nos pasa. Pero soy una cobarde.

Le echo de menos. Mucho. No quiero dejar correr al tiempo y que acabemos distanciándonos sin querer. Con las vacaciones todo será aún peor. He intentado armarme de valor para enfrentarme a la conversación que tenemos pendiente en numerosas ocasiones, pero siempre acabo echándome atrás. Estoy harta de mí misma. Si nuestra amistad se acaba por una tontería como esta, será culpa mía. No puedo permitirlo.

De manera que, a la hora del almuerzo, aprovechando que Gale no está esperándome cuando salgo de clase de matemáticas, camino apresuradamente por los pasillos, en su busca. No tardo mucho en encontrármelo parado frente a su taquilla.

Me detengo a tomar aire, me armo de valor y me acerco. Mis palabras son tan mecánicas que parece que lo tenía todo fríamente calculado.

—Creo que tenemos que hablar.

Cierra su taquilla con un portazo y sus ojos se encuentran con los míos. La ansiedad crece en mi estómago. Sin embargo, Sam no responde, sino que enarca las cejas para animarme a continuar. Resisto las ganas de empujarlo para hacerlo reaccionar. Detesto que sea capaz de mantener tan bien la calma en las discusiones.

—Sé que debería habértelo contado, ¿vale? Pero...

—También sabes perfectamente por qué no me lo has contado.

Dicho esto, se gira y empieza a alejarse por el pasillo. El coraje me hace seguirlo sin pensármelo dos veces. Si piensa seguir comportándose así, puede irse a la mierda.

—No he cometido un error, si eso es lo que estás insinuando —le espeto. Quiero agarrarle para que se dé la vuelta, pero no es necesario. Se detiene y me mira.

—Te darás cuenta tarde o temprano.

—Se supone que eres mi mejor amigo —ataco—. Deberías apoyar y respaldar mis decisiones, en vez de juzgarme como hace todo el mundo.

He elegido meticulosamente mis palabras para darle en donde duele. Sin embargo, Sam ni siquiera se inmuta.

—Exacto. Soy tu mejor amigo, y por eso voy a apoyarte siempre, Holland, hagas lo que hagas. Pero no me pidas que te felicite por tomar decisiones de mierda.

Siento frustración y me entran ganas de llorar. Ya me torturo bastante a mí misma, cuestionándome todo lo que hago, por si me equivoco; como para que ahora venga Sam a darme lecciones de vida. Aun así, agarro su brazo para impedir que vuelva a irse. Debe notar que estoy desesperada, porque no se mueve.

—No pude evitarlo, ¿vale? Se presentó en mi casa de pronto y se disculpó por no haberme escuchado, Sam. Me creyó cuando le conté que no había nada entre Alex y yo. Nunca antes me había pedido perdón por nada y, sin embargo, esta vez lo ha hecho. Porque me quiere y me echaba de menos. —Rueda los ojos, pero lo ignoro y me apresuro a proseguir—: No podía soportarlo más. Mis padres estaban decepcionados conmigo. Me presionaban constantemente para que volviese con él, para que me alejase de vosotros y para que señalase al culpable que se peleó con Gale en el pasillo. Ahora ya no hablamos de nada de eso. Tampoco siento que me juzgan por los pasillos. Se ha solucionado todo. Mi vida es mejor con Gale. Es más... normal. Ahora mismo, Sam, solo quiero eso. Estabilidad. No te pido que lo entiendas, pero...

No me deja continuar.

—Estás haciendo todo esto, aunque no le quieres —aventura. Se me cierra la garganta.

—No. Le quiero.

—Holland —me presiona. Su insistencia me saca de mis casillas.

—¿Crees que sabes lo que siento mejor que yo? —le espeto, apretando los dientes, lo que le hace recular. Me mira un momento, en silencio, antes de suspirar.

—Sabes que no lo soporto.

—Tendrás que aprender a lidiar con ello.

—Te mereces algo mejor. Ojalá abrieses los ojos y te quisieras más a ti misma. Si supieras lo mucho que vales, no te conformarías con alguien como él.

Mi estómago cae en picado. No ha sonado como un reproche. Al contrario. Sus palabras están llenas de cariño. Trago saliva.

—Estoy enamorada de él, Sam. —Y casi me creo que estoy siendo convincente. Pero no es así. O quizá sí. No sé. Cada vez tengo más ganas de llorar y mi vista está volviéndose borrosa. Aun así, no cedo, y sigo mirándole a los ojos. Me pregunto si mi mirada exteriorizará todo lo que siento por dentro. Una parte de mí quiere que sea así, porque eso me facilitaría las cosas.

Y la otra solo quiere que siga escondiéndome.

—No dejes que te aparte de nosotros —me pide, bajando la voz, tras unos minutos en silencio.

Escuchar eso me duele. Niego, y siento el impulso de hacer otro juramento y prometerle que nunca, jamás, me alejaría de Blake, de los chicos o de él; pero entonces recuerdo que Sam siempre mide muy bien sus palabras. Pienso en cuánto tiempo he pasado con ellos estas últimas semanas y se me cae el alma a los pies.

No recuerdo cuándo fue la última vez que almorcé con mis amigos.

Mi mente debe estar haciendo ruido, porque Sam suspira y dice:

—Estás invitada a todos nuestros ensayos, Holland. Y los chicos siguen guardándote un sitio en nuestra mesa. No tienes por qué elegir entre Gale y nosotros. Puedes tener ambas cosas.

Tiene razón. No debería elegir entre ellos. Blake, Mason, Finn, Alex y Sam estuvieron ahí para mí cuando las cosas se complicaron. Ni siquiera me conocían y aun así fueron los únicos que se pusieron de mi parte. Me hicieron sentir que pertenecía a un grupo. Que no estaba sola. Me aceptaron, me animaron y me hicieron reír con todas mis fuerzas. Y me demostraron que mi opinión sí es importante.

No puedo dejar fuera de mi vida a gente así.

—¿Qué estoy haciendo? —susurro. Me doy cuenta demasiado tarde de que he hablado en voz alta. Él suspira. Veo en su mirada que quiere abrazarme y no puedo evitar preguntarme por qué no se atreve a hacerlo.

—No quiero que pienses que estás sola. Si ese inútil vuelve a meter la pata, llámame. Voy a ahí para ti, ¿vale?

Mi corazón se desboca, trago saliva y asiento.

—Vale.

Sam amplía su sonrisa.

—Ahora, creo que deberíamos dirigirnos al comedor e intentar ingerir la sustancia tóxica que nos sirven para almorzar. ¿Me daría el honor de acompañarla, señorita?

No puedo evitar reírme. Acepto su oferta y entrelazo su brazo con el mío.

—Será todo un placer.

Caminamos juntos hasta la cafetería. Busco a Gale por los pasillos, porque me gustaría hablar con él cuanto antes; no obstante, no lo encuentro hasta que llegamos a nuestro destino y veo que está sentado en la misma mesa que siempre, charlando con los chicos del equipo y con Stacey y sus amigas.

Sam tira de mí en dirección a la fila que se ha formado frente a los cocineros, pero me libro de su agarre y le pido que vaya adelantándose. Sigue mi mirada, que continúa fija en mi novio, y, aunque seguro que tiene un millón de preguntas que hacerme, se limita a asentir y se marcha sin decir nada más.

Cojo una bocanada de aire. Es posible que esta conversación salga mal. Debería ir mentalizándome. Conozco a Gale y sé que lo que estoy a punto de hacer no va a gustarle nada.

Me encamino hacia su mesa, con lentitud, e intento que nadie se dé cuenta de que estoy nerviosa. Cuando me detengo a su lado, Gale está riéndose con sus amigos sobre algo que ha ocurrido en el entrenamiento de hoy. Sonríe al decaer en mi presencia.

—Mi novia, un día más, me parece la chica más guapa de todo el instituto —proclama. Se me escapa una sonrisa. En momentos como este, entiendo por qué me gusta tanto. Lleva el pelo revuelto y una camiseta que se ajusta a sus músculos. Me rodea la cintura con los brazos, aun estando sentado, y me inclino para darle un beso en la boca.

Gale besa muy bien. Me acerco más y espero que se me acelere el corazón o que los nervios recorran mis extremidades, pero no ocurre. Casi parece algo mecánico, y me siento culpable y mal conmigo misma porque no entiendo qué me pasa. Aun así, sonrío cuando nos separamos, como si todo siguiera igual.

Como si todo fuera bien.

—Siéntate, muñeca. Durante las vacaciones, tendremos fiesta en casa de James.

—Beneficios de que a tus padres les importes una mierda —bromea el susodicho y todos se ríen.

Me obligo a sonreír. Gale tira de mí con suavidad para que me acomode a su lado, pero me mantengo en pie. Enredo los dedos en su flequillo para peinárselo hacia atrás y dejarle la frente al descubierto.

—En realidad, solo venía a saludar. Tenía pensado almorzar con Sam y los chicos.

Pero Gale no me está escuchando. Vuelve a tirar de mi brazo.

—Vamos, nena. Siéntate.

—Pero quería... —intento decir, mas no me deja continuar.

—Tenemos que planear lo de la fiesta. Vamos.

Dudo. Esto parece importante para él. Pero, ¿qué pasa con lo que es importante para mí?

Muevo el brazo para que me suelte y me inclino para besarle la mejilla.

—Nos vemos luego —me despido. Gale se vuelve a mirarme.

—Qué tonta eres —se queja, en un tono de broma—. Anda, ven.

—¿Por qué tienes tanto interés en ellos, de todas formas? —interviene Stacey. Mira a mis amigos con desprecio—. No es por nada, pero son unos frikis.

Su comentario me saca de mis casillas. Soy una persona educada y por eso siempre intento ser relativamente amable con ella, aunque su mera presencia me enerve. No quiero rebajarme a su nivel. Pero eso no significa que vaya a tolerar que critique a mis amigos.

—En primer lugar, voy a almorzar con ellos porque me apetece y, según tengo entendido, puedo hacer lo que me dé la gana —le espeto, con seriedad. Si las miradas mataran, ya estaría enterrada bajo tierra—. Y no te atrevas a llamar frikis a mis amigos.

Nunca le había hablado así. Stacey se sorprende ante mi actitud y enarca las cejas con incredulidad.

—¿Esos son tus amigos? —inquiere, con maldad, y las chicas se ríen con ella. En su tono, se oculta un «¿cómo has podido caer tan bajo?».

Se me revuelve el estómago. Son malas personas. Todas ellas. No entiendo cómo he tardado tanto en darme cuenta. Quiero irme de aquí cuanto antes, porque no tiene sentido seguir con esta discusión. Tomo aire, intento guardar la calma y le aprieto el hombro a Gale.

—Te veo luego —pronuncio, dirigiéndome solo a él.

—Parece que habrá problemas en el paraíso... —canturrea Stacey, pero se calla cuando mi novio la mira con desdén. Después, Gale se vuelve hacia mí.

—No pasa nada, muñeca. Stacey solo está bromeando. Siéntate y...

—He dicho que no.

Mi interrupción le toma por sorpresa. Pestañea, aturdido, y es entonces cuando pienso que quizá he sido muy brusca. No debería haberle hablado así. Ahora todas las miradas de la mesa están clavadas en mí. Me aclaro la garganta.

—Te quiero —digo como despedida.

Salgo prácticamente corriendo de allí y no me molesto en mirar atrás. Supongo que Stacey estará criticándome durante el resto del almuerzo, y que Gale se callará, como siempre, y fingirá que no la escucha. Cuando vuelva con ellos mañana, tendré que soportar sus miradas burlonas y sus cuchilleos. Pero, a pesar de todo eso, no estoy preocupada. Ni tampoco me siento mal conmigo misma.

Al contrario.

Me siento bien.

Por desgracia, no me dura mucho. La euforia desaparece en cuanto me paro frente a la mesa de Blake y los chicos, y su conversación se extingue repentinamente. Un segundo después, todos están mirándome en silencio. Los nervios me asaltan el estómago.

Trago saliva. En busca de apoyo, miro a Sam y veo que está reprimiendo una sonrisa.

—Stacey cree que sois unos frikis —suelto, sin pensar. Mi corazón se acelera. Como no quieran que me quede aquí, con ellos, y me haya enfrentado a los otros para nada, estaré perdida.

Al oírme, Mason intercambia una mirada con su primo y se encoge de hombros.

—No me sorprende.

—Y pensar que estuve enamorado de ella durante quince minutos enteros —suspira Finn.

Vale, eso me lo he perdido. Pero no es un buen momento. Mis ojos buscan a Alex sin haber pedido permiso. Cuando nuestras miradas se encuentran, dice:

—Y, sin embargo, estás aquí.

Asiento con cautela.

—Le he prohibido que vuelva a llamar frikis a mis amigos.

Ante mi comentario, Blake y Sam sonríen. La tensión se hace pedazos cuando Mason da una palmada, lleno de orgullo, y señala el banco vacío.

—En ese caso, querida desertora, creo que has vuelto a ganarte un sitio en la mesa.

Siento tanto alivio que me resulta imposible no echarme a reír. Me dispongo a rodear la mesa para acomodarme junto a Sam, cuando Alex, que está sentado justo delante de mí, me agarra del brazo para impedirlo.

—Tu sitio en la mesa está aquí —me recuerda y me pide en silencio que me quede a su lado. Un cosquilleo me crece en el estómago. Estaba esperando a que lo dijera.

Le hago caso y nuestra mesa no tarda en llenarse de ruido. A diferencia de con los amigos de Gale, aquí siento que puedo ser yo, sin más, y que no tengo que preocuparme por ser perfecta ni esforzarme por encajar. Han pasado semanas desde que me senté con ellos por última vez, pero todo sigue exactamente igual. Sam y Mason discuten sobre música, como siempre, mientras Blake presiona a Finn para que se coma todo lo que tiene en el plato. Y Alex se dedica a escribir en su cuaderno, ajeno al mundo que le rodea, como si los demás no estuviéramos aquí.

No me resisto a chocar mi hombro con el suyo.

—¿Trabajando en nuevas canciones? —le pregunto.

Él me sonríe.

—Es posible.

—¿Es posible? —repito, frunciendo el ceño. ¿Así que ahora intenta parecer misterioso? —. ¿Me dejarás oírlas?

—Solo cuando tú me dejes ver tus dibujos.

—Apenas dibujo últimamente —respondo. Alex chasquea la lengua y niega.

—Siempre que te miro en clase, estás dibujando. No seas mentirosa.

Me atraganto con las palabras. «¿Así que me miras en clase?».

No me gusta este tema de conversación. No solo porque esté poniéndome nerviosa, sino porque todavía no he conseguido encontrar el retrato que hice de Alex. Prefiero no arriesgarme a seguir hablando y que esto derive en él diciéndome que lo ha visto. Sería terrible. No podría volver a mirarle sin morirme de la vergüenza. Además, tendría que darle muchas explicaciones. Y ya tengo bastantes problemas ahora mismo como para sumar uno más.

Actuando como si la ansiedad no me revolviera el estómago, me aclaro la garganta y pienso en un nuevo tema de conversación.

Pero no me da tiempo a abrir la boca.

Cuando quiero darme cuenta, la mesa ha vuelto a quedarse en silencio. La mirada de Mason se endurece y Finn pone cara de susto. De pronto, noto cosquillas en el cuello porque los labios de Gale acaban de posarse en mi garganta. Doy un respingo y él se aparta entre risas.

Coloca las manos sobre mis hombros.

—¿Os importa que me una, chicos? —nos dice.

Mierda. Mierda, mierda, mierda. La mesa continúa sumida en silencio y eso es una muy mala señal, porque normalmente somos sinónimo de caos. Mi corazón se acelera tanto que parece que se me va a salir del pecho. Miro a mis amigos, uno por uno, e intento disculparme en silencio. No soportan a Gale. Es un hecho. Esto no derivará en nada bueno y parece que todos, excepto mi novio, somos conscientes de ello.

Mason enarca las cejas y rompe el silencio.

—Me parece que te has equivocado de mesa, guaperas.

—Es una reunión súper secreta —añade Finn y hace un puchero—. Lo siento.

Me siento idiota. Sé que debería intervenir, intentar decir algo, cualquier cosa, pero no me salen las palabras. Gale se tensa a mis espaldas y empiezo a temerme que las cosas se pongan feas. Por supuesto que tengo que elegir. No debería haber venido a comer aquí. Esto ha sido una estupidez. Tendría que haber sabido que esto iba a pasar. Gale es así. Y es mi novio. Le quiero y se supone que...

Sucumbo ante el pánico y noto que se me acelera la respiración. Me encantaría desaparecer ahora mismo. Sin embargo, todo cambia cuando, de pronto, siento el calor de una mano que cubre la mía, y mi estómago cae en picado. Miro a Alex, que actúa como si no estuviera pendiente de mí, mientras sus dedos acarician los míos por debajo de la mesa. Mi corazón se desboca.

Pero la presión que empezaba a sentir en el pecho ha desaparecido.

—Creo que nuestra reunión secreta puede esperar —les dice a Mason y a Finn. A continuación, se dirige hacia Gale—: Puedes sentarte. Pero compórtate como un gilipollas durante un solo segundo y no haré nada para evitar que te echen de aquí.

—Me presento voluntaria para eso —gruñe Blake.

La tensión podría cortarse con un cuchillo. Gale aprieta los puños. No parece muy contento con esas condiciones y, durante un momento, casi creo que va a marcharse. Sin embargo, su actitud cambia cuando repara en que Alex y yo estamos sentados muy juntos. Fuerza una sonrisa exagerada y lo empuja para apartarlo de mí y sentarse entre nosotros.

Mi mano queda a la intemperie y me apresuro a retirarla. Los movimientos de Gale son tan brutos que casi tira a Alex al suelo. Él se incorpora, molesto, y rodea la mesa para ir junto a los demás. En cualquier otra ocasión, me habría hecho gracia verlos a los cinco apretados en un mismo banco; pero lo último que me apetece ahora mismo es reírme.

—Para mí, eso es comportarse como un gilipollas —le susurra Blake a Alex, pero todos lo escuchamos. Su hermano responde apretando los dientes.

—Cállate.

Trago saliva. Por más que intento encontrar una manera de iniciar una conversación, mi cerebro parece haberse quedado en shock. Me aprieto las manos bajo la mesa, y un escalofrío me recorre toda la columna cuando me acuerdo de lo que ha pasado antes. Miro a Alex con disimulo e intento buscar respuestas para todas las preguntas que se me pasan por la cabeza. Pero es imposible.

De pronto, Sam se vuelve hacia Finn y le dice:

—Prométeme que tú también vas a suspender física.

Finn asiente con solemnidad.

—Por supuesto, hermano. Unidos en las buenas y en las malas.

Blake y Sam se echan a reír, y mis pulmones se vacían. Una parte de mí siente alivio, pero es mínima. La otra solo quiere que Gale se marche de aquí. Me fuerzo a sonreír e intento no apartarme cuando mi novio me rodea la cintura con un brazo.

Me repito más de cien veces lo mucho que le quiero e intento no olvidarlo.

—Nunca me ha gustado ese profesor —se queja Alex, suspirando. Su mirada recae en la mía, mi estómago salta y disimulo encogiéndome de hombros.

—A mí me cae bien —opino. Alex bufa.

—A ti te cae bien todo el mundo.

—Menos tú.

Alex me mira y enarco las cejas con desafío. Solo era una broma, pero entonces Gale empieza a reírse con fuerza y la connotación de mis palabras cambia drásticamente. Un silencio sepulcral se instaura en la mesa y, cuando mi novio consigue calmarse, me da un beso en la mejilla, como si quisiera felicitarme. Visto así, parece que he intentado humillar a Alex, cuando mi intención no era esa. Solo estaba tomándole el pelo. Como siempre.

Pero entonces aparta la mirada, incómodo, y sé que he metido la pata.

Mierda, mierda, mierda.

Aprieto la rodilla de Gale para que se calle de una vez.

—Para —le espeto entre dientes. Ha dejado de reírse, pero en sus labios se ha formado una sonrisa burlona.

Quiero que Alex me mire para disculparme en silencio, pero no levanta la vista. Maldigo para mis adentros. Ahora mismo, solo quiero levantarme y sentarme a su lado. Sin embargo, Gale afianza su agarre en torno a mi cintura y entiendo que mi sitio está aquí, con él; que hace mi vida más estable, que estamos enamorados y que debería empezar a comportarme como tal.

Aunque me muera de ganas de estar con otra persona.

Me aclaro la garganta. Necesito acabar con el silencio.

—¿Cómo lleváis vuestra canción? —pregunto. Estoy dirigiéndome sobre todo a él, porque es quien la ha compuesto, pero Alex no se atreve a mirarme.

Joder. Joder. Joder.

—No es por presumir... —comienza Mason.

—Pero es una putísima pasada —continúa Finn.

Sonrío sin querer. En cuanto veo que abre la boca, vuelvo a apretar la rodilla de Gale para evitar que suelte uno de sus comentarios. Así consigo que se calle.

—Vendrás a vernos, ¿verdad? —me pregunta Sam.

—Sábado tres de enero, a las ocho en punto —recuerda Finn, señalándome—. Trae a todas tus amigas, Hollie. Ganar es aburrido si no tienes un público que te aplauda.

Hollie. Oír ese apodo en su boca me hace sonreír. Vuelvo a la realidad demasiado tarde, por desgracia. Gale se gira bruscamente hacia mí.

—Ese sábado es la fiesta de James. ¿Se te ha olvidado o qué? —me espeta, antes de dirigirse hacia los chicos—. Lo siento, pero no va a poder ir a vuestro... bueno, lo que sea.

La decepción se hace presente en los rostros de mis amigos. Cuando Alex me mira por fin, veo en sus ojos algo que me cuesta descifrar. Mi corazón se acelera. Se supone que esta decisión es mía. Nunca he dicho que quiera asistir a esa fiesta. Porque no quiero. Mi sitio no está allí.

No puedo más.

Sin pensarlo, me levanto y agarro a Gale para que me siga. Él sonríe y camina detrás de mí con fanfarronería. Continúo alejándome hasta que estoy segura de que nadie nos escucha, y entonces me giro para enfrentarme a él.

No dudo a la hora de hablar. Estoy cansada de callarme lo que pienso.

—No voy a ir a esa fiesta —sentencio.

A Gale se le borra la sonrisa.

—¿Qué?

—Les prometí a Blake y a los chicos que iría a verlos, y eso es justo lo que voy a hacer.

—¿Estás de coña? —El enfado se hace presente en su voz. Los señala con un dedo, dolido—. ¿Desde cuándo ellos son más importantes que yo?

Eso me hace recular. Suavizo mi tono, por si acaso.

—No son más importantes que tú, pero son mis amigos, Gale. Necesitan que los apoye.

—Lo que necesitan es madurar. ¿Una banda, Holland? Joder, es la cosa más estúpida que he oído nunca.

No me gusta que desprecie así los sueños de mis amigos. Su comentario me duele e intento ignorarlo con todas mis fuerzas.

—Podemos quedar el viernes, si quieres. Iremos a cenar.

—El viernes ya tengo planes —dice, cortante.

—Buscaremos otro día —insisto—. Gale, por favor. Es importante para mí.

—Y lo que es importante para mí, ¡¿qué?! —exclama. Su agresividad me hace retroceder y enseguida se arrepiente por haberme hablado así—. Lo siento, nena. Es que... No lo entiendo, yo... creía que me querías.

Trago saliva.

—Y te quiero —susurro, acercándome. Le sujeto el mentón con los dedos—. Pero necesito tener amigos, Gale. Necesito tener mi propio espacio. Necesito pasar tiempo sola y no sentir que esperas que esté contigo todo el rato.

—Lo sé, lo sé, y lo siento... Pero es que... Es que yo... —Se pasa las manos por el pelo, frustrado. Mi corazón va a toda velocidad, porque es la primera vez que me atrevo a decirle algo así, a sincerarme así; pero no cedo.

—Dime que lo entiendes —le pido.

—Lo entiendo, nena, joder, pero...

—Entonces, no hay peros. Ahora deja que me vaya a comer con mis amigos. Los chicos del equipo te están esperando. —Me acerco a darle un beso en la mejilla y él se limita a mirarme, incapaz de decir nada—. Te quiero, Gale. Nos vemos después, ¿vale?

Pero ni siquiera espero a que responda. Me vuelvo y echo a andar hacia los chicos, dejándolo atrás, y sabiendo con certeza, por una vez en mi vida, que he hecho lo correcto.

━━━━━━━━・♬・━━━━━━━━

Os recuerdo que Cántame al oído y Dímelo Cantando están disponibles en físico gracias a la editorial Wonderbooks <3

Twitter @InmaaRv

Instagram @InmaaRv 


Continue Reading

You'll Also Like

292 19 3
Ela Slog es secuestrada durante dos años, en una cabaña en medio del bosque. Tras intentos fallidos de escapar de ese lugar logra hacerlo. De inmedi...
502K 84.3K 69
Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuenta de que una de sus más grandes inversio...
183K 13.8K 26
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
411K 35.6K 34
Amber y Nelly. Personajes conocidos de "La hija de mi primer amor" y de "La amante", cuentan su larga historia de amor. Ambas resumirán sus recuerdos...