Guerra y pasión || Romanogers

By aroii_

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La Guerra Civil rompió a los Vengadores. Cada uno tomó un camino diferente, volviéndose fugitivos a ojos de... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
Outtake I, Steve Rogers
Outtake II, Steve Rogers
Outtake III, Steve Rogers
El día que besé a Tony Stark

Capítulo 34

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By aroii_

Los diálogos en cursiva están en ruso

Anteriormente...

—Tenemos tu traje, Natasha —dijo Melinda.

—Bien, os vemos en el punto de extracción.

No me dio tiempo a decir nada más. Un grupo de tres clones de Wanda nos cortó el paso.

—Mierda. 



—¿Cómo de agresiva es Wanda? —murmuró Yelena, agarrando con fuerza su arma y colocando el cuerpo en posición de ataque.

—Digamos que si le haces madrugar podría arrancarte los ojos de cuajo... —despacio me coloqué delante de Yelena, haciendo de escudo humano entre ella y nuestras enemigas. Los clones se miraron entre ellos y sonrieron antes de empezar a avanzar hacia nosotras.

—¿Qué haces? Quítate de ahí —gruñó Yelena.

—¿Quieres que te maten? No estás en condiciones de pelear contra clones de la Gema del Poder —disparé al Wandiclon central en ambos ojos, dejándola ciega momentáneamente. Sabía que no tenía mucho que hacer con la metralleta, sobre todo teniendo en cuenta que ellas estaban hechas de material antibalas, pero necesitaba ganar todo el tiempo posible para sacar a Yelena de la ecuación.

—¿Y qué hay de ti? ¡Prácticamente no puedes caminar? —nos empujó a ambas tras una esquina justo un momento antes de que los clones convirtiesen sus brazos en armas y empezasen a disparar.

—Yo no cargo con una vida en mi vientre —gruñí, girándome a mirarla.

—Cargas con la tuya, que ya es más que suficiente.

Los clones dejaron de disparar y me atreví a sacar la cabeza para observar. Se acercaban por el pasillo, cerrando la distancia más y más. La Wandiclon a la que había dejado ciega parecía avanzar dejándose guiar por el oído. Bien, ese sería el clon del que primero debería de deshacerme.

Sin traje, semidesnuda, con la espalda abierta a latigazos y con tan solo una ametralladora. Perfecto, iba a salir todo de maravilla.

—¿Cómo van los refuerzos? —pregunté por el intercomunicador?

—Dos minutos —contestó Clint.

No tenemos dos minutos.

Miré a Yelena y le arranqué de las manos el arma.

—Ni se te ocurra sacar un solo pelo de detrás de esta columna —no le di tiempo a que articulase palabra alguna—. En cuanto las tenga distraídas quiero que salgas de aquí.

—Estás loca.

—No te lo estoy ofreciendo. Es una orden.

La miré por última vez antes de salir al desamparo del pasillo. Comencé a disparar con ambas armas, hasta llegar a un armario que se encontraba en la pared contraria. Era de metal, por lo que no aguantaría mucho, pero sí lo suficiente para lanzar un segundo ataque.

Me agaché y recé por que las balas no atravesasen el armario.

Justo cuando comenzaron a disparar me lancé por el suelo y aterricé en sus pies. Disparé a la cabeza del clon ciego, dejándolo lo suficiente desorientado como para que no me causase problemas y le hice la zancadilla a otra de las Wandas, desestabilizándola lo suficiente como para alzarme y saltar sobre su espalda.

Evité así que el clon restante pudiese herirme con sus balas, obligándole a volver a convertir sus extremidades en brazos y manos. Lo que no me dio tiempo a prever fue que la Wandiclon sobre la que estaba subida me empujase contra la pared, chocando mi espalda contra ella y haciéndome gritar de dolor. Del golpe solté ambas ametralladoras y los ojos se me llenaron de lágrimas.

—¡Natalia! —gritó Yelena, saliendo de su escondite.

El clon que quedaba libre observó a la rubia y cambió su objetivo, empezando a caminar hacia ella.

—¡No! —grité, cuando vi como sus brazos volvían a convertirse en armas y le apuntaban.

Un escudo voló justo en ese momento hacia la cabeza del clon y la rebanó, cayendo instantáneamente el cuerpo y la cabeza al suelo. Un escudo rojo y azul.

Suspiré aliviada, hasta que el clon volvió a golpearme contra la pared y mi suspiro se convirtió en un gruñido. Agarré su cabeza y se la retorcí, haciendo que el clon intentase quitarme de encima. James entró en ese momento en acción y arrancó los brazos del clon. Bajé de un salto de su espalda y observé como Sam y Steve se unían al Soldado de Invierno y terminaban con los dos clones restante.

Clint y Yelena corrieron hasta donde nos encontrábamos, el primero lanzándose a mí.

—¡Estaba tan preocupado! —me envolvió entre sus brazos y me apretó contra su pecho. Pero no pude disfrutar de su gesto de cariño, no cuando estaba presionando sus manos contra mi espalda. Solté un pequeño grito de dolor que hizo que el arquero se separase instantáneamente de mí.

—Estás herida.

Un segundo después de que Clint pronunciase esas palabras y empezase a escanear mi cuerpo de arriba abajo Steve ya estaba a mi lado, acunándome la cara entre sus manos.

—¿Estás bien? ¿Qué te han hecho?

Intenté contestar, pero me perdí en los miles de sentimientos que inundaron mi pecho al ver que él continuaba con vida, sano y salvo a excepción de unos rasguños en la mejilla. Tenía el rostro marcado por la angustia y la preocupación.

—Estoy bien —susurré solo para él, acariciando sus manos con las mías—. Estoy aquí —giré la cara para besar su palma. Mi gesto le hizo estremecer y mirarme con más intensidad. Y supe en ese mismo momento que no volveríamos a separarnos en lo que quedaba de misión.

—Su espalda —murmuró Yelena al ver que yo no contestaba.

Steve abrió mucho los ojos y me obligó a girarme. Supuse que tendría la sudadera empapada de sangre.

—Son latigazos, pero estoy bien.

—Te chorrea la sangre por las piernas —dijo Sam.

—Puedo con ello —me aparté cuando sentí las manos de mi pareja intentando alzar la prenda. No creo que estuviese preparada para despegar la tela de mi sensible espalda. Así que me di la vuelta y me puse a hacer lo que mejor se me daba últimamente: dar órdenes—. Necesito que me curéis la espalda y volver a ponerme el traje, no dudo en que Victor y Madame B están tramando algo en estos momentos —miré a Sam—. Y tú tienes que sacar a Yelena de aquí y llevarla con Leo, ya.

—¿Por qué Leo? —preguntó Clint.

—Porque tiene un dispositivo en el estómago que podría provocarle una hemorragia interna y matar a ambas —mis palabras hicieron que James dejase de mirarme a mí para concentrarse en ella. Ambos se observaron unos instantes y el soldado bajo su mirada hasta el prominente vientre de Yelena.

Hasta que Sam se acercó a ella.

—Os acompañaremos hasta la puerta y después buscaremos una sala de suministros para curar a Natasha —dijo Steve.

—¿Chicos? —la voz de Bobbi nos llegó desde el pinganillo— Necesitamos un punto de encuentro para entregarle a Natasha el traje.

—Hay una enfermería cerca de la zona de las celdas —hablé—. Podemos vernos ahí en quince minutos.

—Tienes demasiada fe en que no haya contratiempos —murmuró Bobbi.

—A mí ya no me da la vida para más sorpresas —contesté.

Como saliese viva de esta pensaba comprar una cabaña en medio de la selva amazónica y no salir de ahí en lo que me quedaba de vida.



Me despedí de Yelena y observé como Falcon volaba con ella hasta perderse en el bosque. Después volvimos a entrar en la base y recorrimos el camino hasta la enfermería sin incidentes, ellos contándome lo que me había perdido y yo poniéndoles al día sobre mi encuentro con los líderes rusos. Para cuando llegamos al punto de encuentro ya estaban Bobbi, Melinda, Hope y Scott ahí.

La rubia me entregó el traje y observó mi aspecto.

—Estás hecha una mierda.

—Gracias, es la moda rusa primavera/verano 2018.

Scott miró el pasillo por el que habían venido, desde el cual se escuchan golpes y gritos.

—Tenemos que volver ahí.

—Necesitamos reunir al equipo y reorganizarnos —dijo Steve, tocándose el pinganillo de la oreja—. Hay que trazar un nuevo plan.

Miré a Hope.

—¿Creéis que podéis rastrear a Victor y descubrir qué están haciendo?

—Sin problema.

—¿Cuántos tardaríais? —preguntó Clint.

Lang y Hope compartieron una significativa mirada antes de que él contestase.

—Probablemente necesitemos unos veinte minutos.

—¿Veinte minutos para controlar la situación en esa zona? —pregunté a las agentes de S.H.I.E.L.D, señalando con la cabeza el pasillo que tenían detrás.

—Hecho —dijo Melinda.



Steve dio la orden por el pinganillo de replegarse y quedamos en vernos todos en la entrada al núcleo en un máximo de media hora. Ese era el tiempo que teníamos todos para poner nuestro culo a salvo y despistar lo suficiente a los clones y soldados como para que pudiésemos mantener una corta charla sin necesidad de gritos y peleas de por medio.

Clint se unió a Melinda y Bobbie mientras que James, Steve y yo entramos en la enfermería. El Capitán América me hizo sentarme en la camilla mientras él y Barnes preparaban todo lo necesario para curar y vendar mi espalda.

—Necesitaréis unas tijeras para cortar la sudadera —murmuré.

Sentarme había sido una mala decisión. Mi cuerpo acababa de soltar toda la adrenalina almacenada durante las últimas horas, dejándome vacía y fría. Empecé a sentir realmente el destrozo que me habían hecho en la espalda, así como el dolor en el resto de las extremidades y el frío debido a mi falta de ropa. Con un suspiro empecé a mover la tela de la sudadera, comprobando que efectivamente se había pegado en algunos puntos.

—Cuidado, te vas a hacer daño —murmuró James desde detrás de mí. Llevó las manos hasta la sudadera y empezó a cortarla con unas tijeras, primero por los costados de la prenda, haciendo que pudiese desprenderme de la parte delantera.

Otra vez desnuda.

Al menos los dos hombres que estaban conmigo eran de confianza. Mucha confianza.

—¿Quién ha sido? —preguntó.

—No le conocemos, es nuevo —observé como Steve volvía a mi lado con un puñado de gasas, vendas, cajas de esparadrapo y desinfectantes.

—¿Necesitas algo para el dolor? Hay antiinflamatorios en el armario —me ofreció, mientras dejaban el material médico junto a mí.

—No, gracias.

Apreté los dientes cuando James retiró un trozo de tela pegada a mi piel, haciendo que Steve pusiese una mueca de preocupación.

—Estoy bien —murmuré, perdiendo toda la credibilidad al inclinarme hacia su pecho para apoyar la cabeza y gemir cuando el Soldado de Invierno procedió a despegar otro trozo de tela.

—Lo siento.

—Termina de una vez —gruñí.

Steve me frotó los brazos desnudos y besó el tope de mi cabeza. Era reconfortante sentir su calor y sus cuidados, pero eso no hacía que la sensación de que James me estuviese arrancando la piel a tiras doliese menos. Para cuando se deshizo por completo de la prenda estaba sudorosa y yo apretaba con fuerza los bíceps del Capitán.

—Dios mío, Natalia... —murmuró, llamando la atención de Steve.

El susodicho me soltó con cuidado y dio la vuelta a la camilla, soltando un jadeo ahogado al observar mi espalda.

—¿Tan mal está? —pregunté.

Unos dedos me acariciaron la piel con cuidado en las zonas donde no había recibido latigazos.

—Se te ve el hueso de la columna —dijo Steve. Sin verle podía saber cómo apretaba la mandíbula y los puños.

—¿Cuántos latigazos has recibido? —preguntó James.

—No lo sé, perdí la cuenta al llegar a treinta. Posiblemente unos diez más...

Sentí un beso en el nombro.

—Lo siento mucho, Nat —susurró Steve contra mi piel, haciéndome estremecer.

—Está bien, solo tenéis que curarme y ayudarme a ponerme el traje.

El silencio se hizo a mi espalda durante unos instantes.

—Deberías de abandonar la misión y volver al jet, no estás en condiciones de pelear —dijo el Soldado de Invierno, ocasionando que me volviese a mirarle.

—Eso no va a pasar.

Tal y como esperaba, Steve apretaba la mandíbula con fuerza, mientras que James se agarraba con tanto coraje al borde de la camilla que tenía los nudillos blancos.

—Romanoff... —murmuró el rubio.

—No vamos a perder el tiempo peleando. Y no tengo que recordarte que tú estás aquí gracias a mí —gruñí—. Así que, haced lo que tengáis que hacer con mi espalda y ayudarme con el traje.

Los dos amores de mi vida volvieron a intercambiar miradas y terminaron claudicando. No fue bonito de presenciar cuando tuvieron que limpiar mi herida, colocando gasas y vendando posteriormente todo mi torso y espalda. Ningún entrenamiento te preparaba para el dolor que causaba el desinfectante al entrar en contacto con la piel en carne viva, así que no pude contener los gritos y algunas lágrimas que resbalaron por mis mejillas.

James encontró un poco de anestesia local y me adormeció la zona antes de ayudarme, junto con Steve, a ponerme nuevamente el traje. Por un instante, mientras tenía el rostro escondido en el pecho de Steve a la vez que Barnes colocaba las gasas en mi espalda, se me pasó por la cabeza la opción de abandonar la base y esperar a que todo terminase en la nave, tumbada en una de las camas supletorias con una buena manta tapándome del frío. Pero ese pensamiento solo consiguió vivir durante tres segundos en mi cabeza. Después acabó en el cubo de la basura.

No pensaba abandonar.



En cuanto estuve lista nuevamente, enfundada en hilo de vibranium, emprendimos el camino hasta la zona en la que se encontraba el núcleo con la Gema del Poder. Por el camino nos deshicimos de un puñado de guardias y cuatro clones, pero no fue tarea sencilla. Los hijos de puta de los androides eran complicados de matar, pudiendo considerarlos igual de cualificados que nosotros en el combate cuerpo a cuerpo. Tuvimos que pelear los tres codo con codo para poder terminar con la vida de los clones, no sin recibir un buen repertorio de golpes.

Para cuando llegamos al punto acordado, un largo pasillo circular que rodeaba la sala del núcleo y daba paso a su interior por cuatro puertas reforzadas, Sam ya se encontraba nuevamente entre nosotros y todos los demás estaban prácticamente esperando. Wanda me dio un rápido abrazo y los demás se interesaron por mi estado y el de Yelena.

—Victor Bosh y Madame B se encuentran dentro —dijo Hope—, acompañados de diez guardias y cuatro miembros de la junta del KGB.

—Bien, ¿y qué nos impide pasar? —preguntó Iron Man.

—Cientos de clones... o miles —explicó Scott—. Están todos ahí dentro, esperando por nuestra llegada.

Era de suponer que debían de estar en algún lado.

—¿Qué está haciendo Victor?

—Quieren sacar la gema de aquí —respondió Hope.

—Bien, ¿cuál es el plan? —Thor se frotó las manos y nos observó.

Estábamos magullados, teníamos cortes y heridas y algunos de mis compañeros tenían los trajes hechos trizas, por no hablar de que Jemma tenía un feo corto en la frente y Banner estaba fuera de control en algún punto de la base, destrozando las instalaciones. Wanda y Visión estaban al límite tras horas desactivando clones y aún así todavía quedaban cientos de ellos tras esas puertas. Clint se había quedado sin flechas, T'Challa cojeaba debido a una herida en el gemelo izquierdo y Skye había agotado su poder.

No estábamos en las mejores condiciones, sinceramente.

Esperé a que Steve empezase a trazar el plan de ataque, pero cuando le miré me di cuenta de que su atención estaba fija en mí, igual que el resto del equipo. Estaban esperando a que yo diese las órdenes finales.

—Los clones son demasiado fuertes para hacerles frente por separado, pero creo que podríamos encargarnos de ellos si trabajamos en equipo —dije—. Necesitamos abrir una brecha en el anillo que están formando para poder acceder al núcleo y que Thor, Carol, Wanda, Visión, Steve o Bucky puedan arrebatarles en control de la gema y terminar con los clones. Solo entonces podremos acabar con la amenaza.

—Haces que parezca fácil, Romanoff —murmuró Grant— Y ni siquiera nos quedan clones a nuestro favor.

—Pero estamos nosotros. Llevamos meses preparándonos para esto, no es que lo vea fácil, es que creo en nuestras capacidades como equipo, en nuestra fortaleza —me encogí de hombros—. No podemos permitirnos perder, no podemos dar ni un solo paso en falso y poner en peligro a la humanidad. Así que, habrá que pensar con optimismo y creer que no está todo perdido.

Tony fue el primero en dar un paso hacia las puertas de metal.

—Tenemos un dios, una súper humana, una bruja, un androide portador de una gema y una pelirroja enfadada. No veo por qué no deberíamos de ganar este enfrentamiento.



No teníamos más de dos o tres minutos para conseguir acceder al centro del núcleo. Parecía que la máquina que chupaba energía de la gema necesitaba ser desconectada mediante diversos procesos que tardaban su tiempo, por lo que Madame B, Bosh y sus secuaces seguían en el centro de la sala. Pero no sabía por cuanto tiempo.

Tan solo había luchado cara a cara contra un clon con energía de la gema y había sido en la batalla de Nueva York. El clon de Clint había estado a punto de matarme, así que podría decirse que no había ido bien la cosa. Ahora estaba rodeada de cientos de clones, todos ellos furiosos y capaces. Y ni siquiera sabía de dónde sacaba la fuerza para levantarme y continuar peleando cada vez que golpeaba el suelo.

Los peores eran los clones de Hulk. Y por eso eran nuestro principal objetivo. De los cuarenta androides verdes de casi tres metros de altura que habíamos encontrado al entrar en el núcleo tan solo quedaban doce. Carol y Thor habían concentrado toda su energía en eliminarlos y estaban acabando con ellos, aunque el tiempo que tardaban en derribar un gigante verde era tres veces más del que tardábamos los demás con el resto de clones.

Por eso, los clones caían muy lentamente, demasiado lento. Nos agotaríamos antes de haber podido cumplir con la misión como no encontrásemos una forma de deshacernos de ellos. Ni Thor lanzando rayos a diestro y siniestro, ni Wanda rompiendo sus mentes en miles de pedacitos, ni Carol destrozando con sus propias manos a los clones sin necesidad de ayuda extra era suficiente para conseguir abrir una grieta en sus murallas.

Lo habíamos intentado por aire también, pero los clones volaban y tenían a Tony, Sam y Rhodey muy ocupados. Prácticamente eran máquinas indestructibles. Parecía como si en los pocos días que habían pasado desde la batalla de Nueva York hubiesen sido capaces de mejorar aún más sus habilidades y fortalezas.

Me colgué del cuello de un clon de Steve que estaba causándole problemas a Bobbi y lo electrocuté con mis muñequeras, dándole a la rubia la oportunidad de clavarle un cuchillo en la frente, lo suficientemente profundo como para llegar a su sistema centrar y matarlo.

Salté a tiempo para evitar que cayese sobre mí y sonreí a mi amiga antes de girarme y buscar un nuevo objetivo. Estaba tan concentrada electrocutando clones y lanzando cuchillos que no fui consciente de los temblores hasta que desestabilizaron a mi clon.

—¡¿Pero qué coño...?!

Caí al suelo antes de poder terminar la frase, golpeándome la espalda y viendo las estrellas.

—¡Natalia! ¡Cuidado!

Un brazo de metal tiró de mí y me encontré siendo protegida por su cuerpo. Un segundo después cayó el techo de la zona en la que había estado tirada escasos momentos antes. Y el verdadero Hulk cayó también.

—Oh, joder, ¡Banner! —chillé furiosa— ¡Concéntrate! ¡Necesitamos tu ayuda y tu te entretienes destrozando la base!

El gigante verde me miró unos instantes y sus ojos resplandecieron, como si mi presencia aún le mantuviese bajo control. No me dio tiempo a observar qué pasaba con él, ya que James tiró de mí.

—Ahí —murmuró, señalándome un punto en concentro. Un camino, una abertura en el muro que habían formado los clones—. Banner ha creado una brecha.

Nos miramos unos instantes y echamos a correr.

Antes siquiera de que alguien se hubiese dado cuenta de lo que estaba pasando James y yo saltamos al núcleo, atravesando la barrera de clones. No desaproveché el factor sorpresa y aterricé con dos pistolas en las manos, matando en el acto a dos de los guardias. James mató a un tercero con su pistola y saltó sobre otro de ellos.

—¡Matadles! —gritó Madame B.

Otro guardia se acercó a James mientras tres de ellos venían hacia mí. Dispararon a matar, sin saber que mi traje me protegía de cualquier tipo de bala.

Gilipollas —con una sonrisa corrí hacia ellos mientras continuaban intentando derribarme de un tiro. Maté al primero de un balazo, le lancé la pistola al segundo a la cabeza, haciéndole caer y salté sobre el tercero.

—¡Natasha y James están dentro! —escuché decir a Tony a mis espaldas.

Le clavé los dedos en los ojos a mi víctima, haciéndole gritar y le golpeé en la tráquea, desestabilizándolo. Un movimiento más y cayó inerte al suelo.

—¡A la cabeza idiotas! —gritó Sergei— ¡No veis que lleva un traje antibalas!

Me giré a mirar al estúpido ruso justo a tiempo para ver como un bulto volaba sobre él y lo derribaba. No cualquier bulto, sino Clint.

—Esto por todo lo que le habéis hecho a Natasha, desgraciado —chilló el arquero, antes de empezar a golpear a Sergei.

Tuve el tiempo suficiente de ver como caían rodando fuera del núcleo antes de ayudar a James con los dos guardias que quedaban vivos.

Activa los escudos —dijo Victor.

¿Qué escudos?

Cuatro de mis clones saltaron al núcleo por orden de Madame B y se colocaron entre la gema, los líderes y James y yo.

—Dos para cada uno —dijo James con gracia.

No pude devolverle la sonrisa.

Una luz azul me deslumbró, obligándome a taparme los ojos. Y al momento tenía a las cuatro Natashas encima de mí.


Un maldito escudo de luz azul rodeaba el núcleo, impidiendo que saliésemos o entrase ayuda. James me quitó a una de las Clontashas de encima, pero las otras tres se quedaron agarrándome, dos de ellas las piernas y brazos y una tercera sentada sobre mí. La presión que ejercía sobre mi pecho hacía que me ardiese la espalda, pero no grité.

Mi alter ego me agarró del cuello pero no hizo presión alguna, como si estuviese esperando una orden. Por el rabillo del ojo observé como James peleaba con mi clon y esquivaba las balas que le lanzaban dos de los hombres de Victor. El tercero se encontraba desactivando la gema.

—¡Natasha!—la voz de Steve se escuchó más cerca de lo que esperaba. Giré el cuello lo suficiente para verle intentar atravesar el escudo y salir volando hasta desaparecer de mi campo de visión.

Estúpido —murmuró la Clontasha que tenía encima.

—Cuatro minutos, señor, y podremos extraer la gema —escuché.

Mierda, mierda, mierda.

—¡Wanda! —grité con todas mis fuerzas— ¡Entra en sus cabezas! ¡Se nos acaba el tiempo! —el clon que tenía encima me tapó la boca con la mano y aunque la mordí no me soltó, riéndose de mis esfuerzos por quitármela de encima. Ni siquiera podía saber si Wanda me había escuchado o si le quedaba la fuerza suficiente para quitarme a las tres Natashas de encima. Pero era la única opción de liberarme.

Escuché a Madame B acercarse, gracias a sus zapatos de tacón, y pronto entró en mi capo de visión.

—Una pena que las cosas vayan a terminar así para ti, Natasha.

—No cantes victoria todavía —murmuré.

La hija de puta sonrió.

—Matadla.

El clon que tenía encima empezó a hacer presión sobre mi garganta, cortándome el paso del aire. Me revolví, intentando que mis otros clones soltasen mis extremidades, pero me sujetaban con fuerza. Wanda no me escuchaba, James estaba haciendo todo lo posible para llegar a mí, pero él si que no era inmune a las balas y los demás no podían atravesar el escudo.

Aposté mi vida a una última carta y activé con un giro de muñeca mis mordiscos de viuda a la máxima potencia, quemándome a mí misma las muñecas, pero electrocutando a ambos androides. Liberaron mis manos al momento y yo agarré a la Clontasha que tenía encima, haciéndonos girar por el suelo y colocándome yo sobre ella. Sus manos seguían apretando mi cuerpo, pero habían bajado de intensidad.

A mi lado, James se había deshecho de su clon e iba directo a los dos hombres que le apuntaban temblorosos con grandes armas. A tientas saqué la pistola que mi clon llevaba en la cadera.

—¡James! —grité de forma estrangulada a causa de las manos de Clontasha sobre mi garganta. El soldado me miró y yo le lancé el arma. No seguí observando, porque unas manos tiraron de mi con fuerza y me soltaron del agarre del clon. Pero no pude suspirar aliviada, porque una de las Clontasha a la que había electrocutado golpeó mi cara contra el suelo con fuerza y después me pisoteó la espalda, haciéndome gritar. El clon que me había tenido agarrada por el cuello se levantó de un salto y corrió hacia mí mientras que el tercer clon se acercó a James por la espalda.

—James! —grité.

Me volví para intentar quitarme de encima a los clones que nuevamente volvían a acorralarme en el suelo, justo cuando ambas cayeron encima de mí con los ojos en blanco, muertas. La tercera Natasha también cayó, justo antes de que le asestase a Barnes un golpe mortal.

—Gracias, Wanda —murmuré por el pinganillo.

En algún punto de la sala la sokoviana gritó un 'de nada'.


—Levántate —por segunda vez en el mismo día la misma puta persona colocó una pistola sobre mi cabeza.

Con un gruñido me quité de encima a los clones y me incorporé, quedando de cara a Madame B y pegando ella el cañón de la pistola a mi frente. Por su parte, Victor Bosh apuntaba a James, con la única diferencia que el soldado le daba la espalda al director del KGB.

—¡Natasha! —gritó Clint desde fuera del escudo— ¡Wanda, Visión! ¡Derribad el escudo!

Madame B me volvió de golpe, pegando mi espalda a su pecho y colocó un cuchillo sobre mi cuello, mientras que apartaba la pistola de mi cabeza y disparaba.

—¡Nooo! —las rodillas se me doblaron al ver como Clint recibía el disparo en el pecho y caía entre la multitud de clones, que lo deboraron en el acto. La bala había atravesado el escudo y había acertado en su objetivo.

Dios mío, Clint. 

Los ojos se me llenaron de lágrimas contenidas, mientras que mis manos se cerraron en puños. No iba a permitir que hiciesen daño a mi familia.

—Diles a tus amigos que dejen de luchar o morirán todos.

Para hacer más hincapié en sus palabras comenzó a disparar a la zona cercana al núcleo donde se encontraban Nakia, Scott y Spider-man peleando con un grupo de clones. Scott se convirtió en miniatura mientras que Nakia se escudaba tras un clon de Tony, pero Peter Parker gritó cuando una bala acertó en su hombro.

—Diles que paren o el siguiente será Barnes —nos giró para quedar de cara a Bosh y James y volvió a colocar la pistola en mi frente.

James negó con la cabeza.

—Ni se te ocurra, Natalia.

Suspiré.

No iba a dejar que matasen a mis amigos.

—Está bien, lo haré.

—¡No! —gritó James.

Su grito me dio el valor necesario. Metí una de mis piernas entre las de Madame B, agarré el brazo con el que sujetaba la pistola con una mano y con fuerza golpeé mi cabeza con la suya. Todavía recordaba la herida que Yelena le había causado a mi instructora en la cabeza. Madame B gritó y apretó el gatillo de la pistola.

Pero yo ya había desviado la trayectoria del arma, por lo que la bala solo me rozó la mejilla. James también contraatacó y se enzarzó en una pelea contra Victor.

—¡Destruye la gema! —le ordenó el ruso a su científico— Vuela este lugar por los aires.

Golpeé con el codo la cara de Madame B y me giré, encarándola. En cuestión de segundos la había desarmado y las dos peleábamos cuerpo a cuerpo, ella lanzándome puños furiosos y yo esquivando sus golpes. Retrocedí un par de pasos hasta chocar con uno de los guardias muertos que había en el suelo. Eso me hizo perder momentáneamente el equilibrio y Madame B aprovechó pata empujarme y caer sobre mí.

Me arañó la cara con las manos y trató de clavarme los dedos en los ojos, pero yo fui más rápida agarré la pistola que el guardia aún conservaba en su cinturón y le golpeé la sien herida con la culata. Mi instructora gritó y yo tomé la delantera, girándonos y terminando encima. Llevé las manos hasta su cuello y empecé a apretar, mientras ella clavaba sus manos en mi espalda, haciéndome soltar un quejido lastimero. Pero no la solté. No iba a ganar.

Sus manos apretaban mi adolorida piel, pero las mías le cortaban el aire, haciendo que poco a poco su cuerpo perdiese fuerza.

—Llevaba años pensando como iba a ser este momento —murmuré, presionando aún más su garganta—. Y tengo que reconocer que es más satisfactorio de lo que esperaba ver como tus ojos se llenan de lágrimas y tu rostro empieza a amoratarse. ¿Unas últimas palabras?

A mi espalda escuché un disparo, pero no quise girarme a mirar. No sin terminar mi trabajo.

—Trai...dora... —consiguió articular.

—Fui tu mayor orgullo, tu asesina, tu espía, tu conejillo de indias, tu muñeca rusa... pero nuca pensaste en que fuese a convertirme en tu verdugo —sus ojos empezaron a cerrarse y el aire de sus pulmones se terminó—. Tus días de terror se han acabado, Madame. Espero que nunca encuentres la paz, no la mereces —sus ojos se cerraron definitivamente y sus manos soltaron mi espalda, cayendo inertes a ambos lados de su cuerpo.

Se había ido. Estaba muerta.



—¡Natalia!

La voz de James me hizo recordar que todavía no habíamos terminado. De un salto me alcé y miré a mi alrededor. La batalla con los clones parecía más encarnizada que minutos atrás. No conseguía encontrar por ningún lado a Wanda o Skye, mientras que Tony parecía en serios problemas. Unos metros más allá de donde yacía Madame B se encontraba Victor Bosh, con un disparo en la frente.

Corrí hacia James, en el centro del núcleo junto a la máquina que contenía la gema.

—¿Qué pasa?

—El gilipollas del científico, ha iniciado una cuenta atrás de autodestrucción y después se ha pegado un tiro —señaló el suelo, donde el ruso yacía muerto con la cabeza reventada. Después observé la pantalla del gran ordenador, donde no quedaban más de cuarenta segundos.

—¿Qué coño hacemos? —empecé a teclear, buscando la forma de frenar la cuenta atrás, pero parecía imposible.

—¿Protegerá el escudo a los demás?

—No. Parece ser que solo impide que entren, no que salgamos —intenté en introducirme en la base central del ordenador, pero la máquina se reescribía constantemente anulando mis órdenes— Es imposible pararlo. Hará explotar a la gema y nosotros con ella.

—Tiene que haber alguna forma —James rodeó la máquina en busca de botones o cables, pero nada.

—Quince segundos —solté un grito cargado de frustración y rabia y golpeé el control de la máquina— ¡No podemos acabar así!

—No, por supuesto que no —murmuró James, observando la gema—. Apártate.

—¿Qué vas a hacer?

—Que te apartes, Natalia.

Ignoré su orden y me acerqué a él, provocando que me diese un empujón y me mandase al borde del núcleo, rozando el campo de fuerza. Entonces rompió el cristal que protegía la gema con su brazo de metal y la arrancó del núcleo.

—¡JAMES!

Una ola expansiva cargada de poder estalló en toda la sala, impidiéndome alzarme del suelo. James cayó ante mis ojos, colisionando contra el suelo y la gema se resbaló de su mano. A mi alrededor tanto clones como Vengadores fueron lanzados por los aires, chocando contra las paredes y cayendo posteriormente.

—¡James! —volví a gritar. Pero el Soldado yacía inmóvil boca abajo.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano me puse de rodillas y gateé hasta él. Su corazón latía con debilidad y su respiración era lenta e irregular.

—Pero qué has hecho, idiota —murmuré, agarrándole la cabeza e intentando hacerle reaccionar con pequeñas caricias. Mis ojos se inundaron de lágrimas y mis manos comenzaron a temblar—. No puedo perderte. Despierta, James.

Pero el soldado no despertó.

—¡Ayuda! —el grito desgarrado de Wanda me hizo alzar la cabeza. Enfoqué la vista y busqué entre la multitud.

La sokoviana había sido alzada por un clon de Steve y estaba a punto de ser travesada por una vara de hierro que se había desprendido de la pared a causa de la onda expansiva.

Nadie estaba cerca de ella, nadie podía ir en su ayuda. Mi equipo se encontraba desorientado, tratando de recuperarse tras la onda expansiva. Pero, los clones no parecían haber sido afectado por ella y volvían a la carga, justo en el momento de mayor debilidad de los Vengadores.

—No.

Me fijé una última vez en James, quien respiraban cada vez más débil y me lancé a por la gema.

Me mataría. Intentar controlar su poder me haría pedazos. Pero iban a masacrarlos a todos como no hiciese algo. Una vida no era nada en comparación con todas las que iban a perderse... A mi alrededor morirían todos mis seres queridos si no hacía algo. Clint. Si el arquero aún continuaba respirando merecía ver a su familia, merecía ser feliz junto a Laura y los niños. Y Scott tenía otra niña, una pequeña que necesitaba a su padre su lado. T'Challa tenía un reino que gobernar y Tony una boda que celebrar. Peter tan solo era un crío que no había vivido los suficiente todavía y Wanda merecía poder descubrir qué era una vida normal.

Y Steve... el mundo necesitaba a Steve, necesitaban su carisma, su capacidad de hacer el bien, su protección. Este planeta era un lugar mejor desde que él había despertado casi nueve años atrás. Yo era una persona mejor. Y por eso mismo no podía permitir que nadie más muriese hoy. No después de todo lo que habíamos luchado. Solo me correspondía a mí terminar con esto.

La Sala Roja me había visto crecer, había sido mi casa durante años, me habían formado como mujer, como espía, como asesina. Mi primer amor se había dado entre estos muros y también mi única oportunidad de ser madre. Aquí había conocido a mi única amiga y hermana. Había recibido palizas y lecciones que me habían formado como persona, que me habían convertido en quien era hoy en día. También había cometido algunos de los mayores errores de mi vida, con los que a día de hoy seguía cargando. Este había sido mi hogar, mi comienzo, y ahora se iba a convertir en mi final.

Un ciclo que se cerraba, para siempre.

Agarré la gema del suelo y me alcé. Se sentía pesada contra mi mano, cálida y fría a la vez. Cerré los ojos y me concentré en ese poder que empezaba a emanar de ella y me llamaba. Era cautivador, me hacía querer sumergirme en él de cabeza y dejarme llevar. Pero no podía hacer eso. Solo debía de desactivar todos los clones. Dejé que la gema entrase en mí, que su poder se enroscase en mis entrañas.

Caí de rodillas al primer latigazo de poder, pero no abrí la mano, no solté la gema. Busqué en el orbe el camino hasta los clones, lenta y dolorosamente, hasta que encontré un hilo brillante que me condujo a su propio núcleo.

Ahí estaba, el pequeño corazón latiente de todos ellos, el mecanismo que les mantenía con vida. Solo un pensamiento y se desmoronaría, llevándose a todos ellos de vuelta a la oscuridad. Yelena me había dado la clave horas atrás, ella lo había descubierto, la forma de entrar en su sistema, de ponerles fin.

Tan solo esperaba que Steve supiese perdonarme y continuar su vida sin mí.

Abrí los ojos y observé la gema antes de pronunciar la palabra que una y otra vez Yelena había escrito contra mi espalda horas atrás.

— Matryoshka*.



A mi alrededor todos los clones cayeron a la vez. Se desmoronaron y colapsaron en el suelo. Ni uno solo quedó en pie. Los Vengadores observaron impresionados como sus enemigos dejaban de presionarle; Wanda gritó aliviada al caer al suelo junto con el Steve que estaba a punto de matarla, mientras que Tony pudo quitarse de encima a los cuatro clones que amenazaban con quitarle la vida.

Todos ellos respiraron una vez, dos, tres, tratando de procesar el final de la batalla y después fueron alzando la cabeza para observar quién les había salvado la vida.

—¡Natasha! —gritó Steve, empezando a quitar cuerpos robóticos de su camino para poder llegar hasta mí. Pero yo estaba demasiado cansada como para seguir mirando. Toda la fuerza me había abandonado.

Caí al suelo junto a James y abrí la mano, dejando que la gema brillase sobre mi palma.

—¡Romanoff! —gritó alguien más.

Me di el lujo de volver la cara para poder mirar a James y me estiré para agarra su mano. Ese pequeño gesto se llevó los últimos resquicios de vida que quedaban en mí. Mi respiración se volvió superficial y noté como poco a poco iba perdiendo la consciencia.

Reuní los restos de fuerza que me quedaban para articular mi última frase, aunque sabía que el destinatario nunca la escucharía.

—Lo hicimos, James. 



Madre mía, no me puedo creer que acabe de escribir el último capítulo de esta historia. Me parece tan irreal... Espero que haya estado a la altura de las expectativas y de la historia en general. Es muy complicado escribir batallas y que queden bien visualmente y narrativamente.

Voy a dejar los agradecimientos y las palabras ñoñas para el epílogo de esta historia.Quiero hacer de esa última parte algo especial, por lo que tardaré tres o cuatro días en publicarlo. Solo puedo dar las gracias por el maravilloso apoyo que me habéis dado en los últimos cuatro meses y por esas 42.000 visitas con las que ya cuenta esta historia. 

¡Nos leemos!

Aroa

29 de septiembre de 2019

*Matryoshka: también llamada en español muñeca rusa, matrioska, mamushka o babushka, es un conjunto de muñecas tradicionales creadas en Rusia. Su originalidad consiste en que se encuentran huecas y en su interior albergan una nueva muñeca, y esta a su vez a otra en un número variable que puede ir desde cinco hasta el número que se desee, siempre y cuando sea un número impar.

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