Despierto al oír un aullido demasiado cerca.
Abro mis ojos y no reconozco donde estoy.
Los recuerdos llegan a mi y no puedo evitar emocionarme al pensar en Jacob.
Me quedo allí tendida, solo existiendo.
Me sentía terrible, y aunque sonara exagerada; no me importaba a quedarme aquí mismo para siempre.
Me abrazo intentando detener el dolor, mí pecho pesaba demasiado y deseaba llorar todas las lágrimas que tenía inundandome.
Sentía un nudo en mi garganta apretándome fuertemente, el cual me dificulta respirar con normalidad.
Me habían roto el corazón, y dolía terriblemente.
Otro aullido.
Me pongo alerta.
Me siento, y observo mi alrededor.
Estoy en un lugar oscuro y húmedo, parece ser una cueva.
Me encuentro descansando sobre unas mantas que huelen a menta.
Se oye agua corriendo cerca y muchas voces a lo lejos.
No recuerdo cómo llegué aquí, pero sé que Ezra tiene algo que ver.
Puedo sentir su aroma a lobo por todo el sitio.
Un pequeño lamento en la oscuridad llama mi atención.
Me giro rápidamente, a unos metros hay una fogata y tras de esta hay un enorme bulto de pelo gris.
Me sobresalgo al notar que es un lobo.
Quizás esté herido o enfermo ya que no se mueve.
Puedo oir sus lamentos y su respiración cada vez más lenta.
Me acerco sigilosa, y con cuidado para no asustarlo, no quiero que tenga una reacción violenta hacia mí pero al notar que realmente no se encuentra bien camino rápidamente para auxiliarlo.
Acaricio la cabeza del animal y puedo ver cómo me mira con sus ojos tristes y compasivos.
Puedo sentir su dolor, está muriendo. Camino hacia la gotera que hay a unos metros y con mis propias manos hago un cuenco para el agua, vuelvo hacia el lobo y le doy de beber agua fresca, este primero se niega pero luego accede y toma de mi mano.
—Tranquilo amigo estarás bien— susurro consolando al animal
—Gracias, pero no soy un amigo. Mi nombre es Mae— escucho decir en mi cabeza la voz del animal se oía cansada, y llena de dolor.
—Lo siento Mae— Me disculpo mientras estoy arrodillada frente a ella acariciándole su pelaje
—Puedes oírme —Se sorprende al saber que puedo entenderle, me mira curiosa apenas puede levantar su cabeza, le tranquilizo sonriéndole.
—Eres la chica...—hace una pausa para recuperar el aliento —La chica de la que Ezra nos habló.
No puedo responderle ya que un gruñido me sorprende tras de mí.
—Aléjate de ella —escucho decir, al voltearme encuentro un enorme lobo color negro mirándome desde una entrada de lo que parecía la cueva, su pelaje era largo y se veía bastante feroz
Retrocedo lentamente hasta que estoy a unos a una distancia prudente de Mae.
El lobo da pasos lentos hacia mí mientras gruñe y me enseña sus dientes creo que me atacaría pero entonces puedo ver entrar de Ezra, quien con solo mirarlo lo hace retroceder lejos de mí.
—Maldita humana —Gruñe lobo negro por lo bajo.
—Elena, ¿Cómo te encuentras?—pregunta Ezra llegando hasta mí.
Toma mis manos y apoya su frente con la mía. —Cuando te encontré, te veías tan... Rota.
—Estoy bien, tranquilo —Me olfatea, intentado corroborar que lo que decía era cierto.
—Tu corazón... —Intenta preocupado.
—Estoy bien— Repito en seco —Gracias por traerme aquí — Lo miro a los ojos. —Necesitamos hablar de algo muy importante Ez, pero antes ella necesita ayuda— digo lo más bajo posible mirando a Mae.
Me acerco a su oído.
—Esta muriendo —susurro, y me alejo un poco.
—Lo sabemos Elena, hace un par de días que está aquí. Creemos que está sus últimos días— Ezra la mira con compasión, se inclina y acaricia la cabeza del animal.
—La humana la estaba tocando, la ha contaminando con su maldad— grita el lobo tras de nosotros.
No es como que si hablara pero puedo entender, puedo escuchar sus pensamientos, puedo oír como se comunican entre ellos.
—Silencio Ash, y no le levantes la voz a tu alfa— Le regaña Mae con su voz cansada.
—Es una sucia humana que corre con vampiros —comenta.
Ezra se levanta y camina hacia el imponente lobo, y con calma le Advierte.
—Si te escucho nuevamente referirte a ella de forma despectiva te sacaré de mí manada, y te desterraré de mi territorio —El chico vuelve con Mae.
Lo miro fijamente a Ash
—Maldita cria humana —murmura casi inaudible.
—No solo soy una humana también soy una jodida bruja oscura —Mis ojos se inyectan de rojo fuego, y mis cabellos levitan.
—Y puedo convertirte en un hurón, si no dejas de insultarme pequeño sabueso del infierno— Amenazo.
Ezra sonríe de mí insolencia.
El lobo, Ash se sorprende. No cree que puedo estar escuchando sus pensamientos.
¿Cómo una pequeña humana de un metro sesenta con cara de idiota, podría escuchar lo que un enorme lobo habla con su manada?
Pero, así es.
Aquí estoy metida en medio de este maldito mundo.
—Ezra, puedo ayudar— le digo acercándome a él —Confía en mí, se que puedo curarla.
—Ni se te ocurra acercarte a ella —me amenaza Ash y esta vez avanza hacia mí.
Mis garras salen instintivamente sin que las puedas detener, colmillos enormes salen dolorosamente y mis ojos vuelven a ponerse rojos, lo sé porque solo así puedo ver el aura de los demás.
Puedo ver al chico atrás del lobo.
—No te me acerques porque, no te tengo miedo y la verdad es que no quisiera hacerte daño— Advierto.
—Ash, ya vete de aquí déjanos solo— Ordena Ezra.
El lobo no está seguro.
No confía en mí y está bien no tendría que por qué hacerlo no soy confiable.
—Ash espérame afuera — Ordena Ezra, con un tono de voz fuerte aunque no está en su forma de lycan y solo tengan frente a un adolescente se hace respetar y se nota quien es el Alfa.
Después que se marchase, Ezra se acerca a mí y toma mi mano.
Lentamente mi cuerpo vuelve a la normalidad.
—¿Puedes ayudarla Elena? Ella nuestra anciana. Es la que nos ha cuidado y enseñado lo que sabemos.
Ella nos ha inculcado nuestras costumbres e historias que se trasmiten de generación en generación, ella ha sido como una madre para todos aquí, y si pudieras hacer algo para salvarla estaría eternamente agradecido —Me dice rápidamente.
—Sí, sé que puedo hacer algo, tranquilo —
Yo había estado leyendo mucho sobre como sanar mediante la magia y las posiciones, pero que lo puede hacer era otra cosa, aún así lo intentaría.
Camino hasta Mae nuevamente y me arrodillo junto a ella.
—Tranquila, intentaré ayudarte— Digo.
—Esta bien. No te preocupes —Su voz se siente cada vez más cansada.
Pongo mis manos sobre su cuerpo y cierro los ojos, llamo a mí poder.
—Ven a mi —
La electricidad de mí magia me recorre el cuerpo, y duele cuando la siento bajar por mis manos y entrar en el cuerpo de Mae.
Ella da un pequeño quejido de dolor cuando una luz verde la recorre desde dentro.
Estoy buscando el problema, quiero ayudarla, quiero salvarla.
Una pequeña brisa empieza a soplar, transformándose en una ráfaga sobre nuestras cabezas.
Aún sigo buscando, y cuando encuentro el problema hundo mis garras en su carne.
Ella aulla adolorida, e intento hacerlo lo más rápido posible.
Mí mano derecha extrae su dolor, y mí mano izquierda la recarga de mí poder, para que su herida se sane lo más rápido posible.
Abro mis ojos, y me alejo un poco, agotada y casi sin poder respirar.
En mí mano una pequeña masa de carne negra cubierta de sangre, y pelos ha sido extraído de ella.
Intento pararme pero no logro hacerlo, antes que pueda reaccionar caigo desmayada.
Recupero la conciencia nuevamente, y escucho a Ezra intentando que reaccione.
—¿Elena? ¡Elena, Despierta! —
—¿Mae? ¿Mae? ¿Cómo está Mae? - Pregunto aun desorientada.
Ezra ayuda a sentarme.
—Ella está bien, se ha levantado ya. Lo lograste —Me dice con una enorme sonrisa. Quiero levantarme pero no tengo fuerzas.
—Estas agotada, descansa —Me Ordena.
—Tengo que decirte algo— Susurro con mis ojos aún cerrados.
—Por su puesto, pero ahora debes descansar un poco— Me aconseja.
Lo tomo de la mano obligando a qué se acerque.
—Mi sangre, es tu sangre— Susurro. Me acomodo mejor.
—Por su puesto Elena—
—No, tu no entiendes — Digo, tomo aire —Mi padre era un Alexander.
—¿Qué?— Pregunta confundido.
—La directora, me ha dicho que mí padre era miembro de la manada Alecxander — Ezra me mira confuso, no está seguro si ha oído bien.
—Pero, tu no eres un lobo. ¿Cómo sería posible ?— Se sienta mejor, creo que sigue aturdido.
—No lo sé. Apenas estoy entendiendo este mundo tan loco al que ahora pertenezco — Suspiro.
—La verdad, es que no tenía ni idea que mí querido padre era un lobo, y al parecer me daba una especie de inhibidor para que no madurara mí parte Lycan —Le cuento de prisa. Teniendo miedo de olvidarme información valiosa.
—La directora cree que por eso tardé tanto en revelar mí magia.
—Dejame ver si entiendo. Hay una posiblidad que seas un lobo y no solo eso, si no que una hija de un miembro. Lo que te volvería parte de la manada— La cara de Ezra se ilumina y puedo ver cómo la felicidad le inunda.
—Elena, eso es un milagro— Comenta maravillado.
—No estamos seguros Ezra. Hasta ahora no hay indicios que sea un lobo.
—¿No hay indicios? Es por eso es que puedes entendernos, tu eres parte de nosotros. Además, Esas garras que te salen, ¿Crees que las brujas hacen eso? — Pregunta.
—¡No lo sé! No tengo idea que es normal para una bruja. ¡Mírame! Estoy intentando aprender lo más rápido posible y en cualquier momento colapsaré! —
—Escucha Elena. Si eres hija de un miembro, tu también lo serías. Está también es tu manada —Toma mí mano y me mira a los ojos —Nosotros seremos tu familia. Te cuidaremos, y podrás ser tu misma aquí —Se siente como una promesa.
—Ezra... Yo, ya tengo una manada — informo.
—No entiendes lo que significa esa palabra, ellos son tus amigos, son niños. Tu necesitas una manada de verdad.
—Los elegí el día de mi iniciación — Confieso. Él me observa perplejo. —Rechacé los aquelarres de brujas por ellos— Cuento.
—Entonces creo que ya elegiste — Me da una media sonrisa —Sé que ellos cuidarán bien de ti, pero si en algún momento tú lobo despierta, y necesitas aprender o solo quieres alejarte de ese lugar. Nuestra manada siempre estará aquí para ti.
— Me dice.
—Te lo agradezco Ezra — Le doy un pequeño abrazo —Significa mucho para mi — Nos separamos un poco.
—Elena si eres de nuestro linaje, debes tener la marca del lobo cazador— El chico se levanta la manga de su camisa vieja y me enseña un lunar color carmesí, con forma de luna creciente.
—Todos los Alecxander la tienen, y los que se unen a la manada en su primera luna aquí, son marcados como bienvenida — Me explica.
—Entonces si tengo una luna marcada quiere decir que soy una de los suyos— Razono.
—Asi es, Busca tu luna Elena — Me aconseja. Asiento rápidamente.
—Escucha, anoche cuando me encontraste. ¿No viste a uno de mis amigos? Él se metió al bosque y no logré encontrarlo — Se que lo que me contaba Ezra era muy importante, pero saber de Jacob también lo era.
—Asi que por eso te metiste al bosque de las bestias — Él piensa un momento — No lo vi, pero pude sentirlo. Seguimos su aroma hasta la frontera sur, luego desapareció en la ciudad. No lo hemos vuelto a sentir— Me cuenta.
Asiento resignada.
—Ya Debo volver—
— Uno de ellos está aquí esperándote.
—Me cuenta.
Me levanto se prisa, y salgo fuera.
Liam se encuentra apoyado a un árbol con su mejor cara de molestia. En cuanto me vé camina hacia mí.
—¡Por la santa Orden, Ángel! ¡Qué afición tienes con este maldito bosque! —Liam se acerca a mí, y me da un pequeño abrazo.
Varios lobos nos observan, Mae no está cerca.
—Probablemente sea porque aquí pertenezco— Susurro casi sin darme cuenta.
—¿A qué te refieres? — Pregunta mi amigo.
—Nada. Vamos que es tarde — Me vuelvo y miro a Ezra.
—Vendré a ver cómo sigue Mae.
—Te estaremos esperando —No está muy convencido en dejarme ir pero tampoco quiere obligarme a quedar
Caminamos un poco más por el claro hasta una cabaña a solo unos metros de la cueva donde había estado.
Había un par más de lobos mirandonos, ellos solo nos observaban mientras nos alejabamos lentamente.
Me vuelvo y corro hacia Ezra, lo abrazo tan fuerte como puedo.
—Protego dilectum meum a malo et a tenebris. Non eris solus, anima mea tecum ambulat. Frater mi, curet te luna, et custodiat te —Le susurro al oído. —Cuidate mucho —Agrego. Le sonrió y vuelvo con Liam.
Después de caminar unos metros veo a Ezra aún parado frente a la cabaña observandonos.
Cuatro lobos enormes a su lado, el chico levantó su brazo, enseñándome su marca de luna.
Inhalé con fuerza, le sonreí y levanté mi brazo.
Todos los lobos presentes aullaron.