Una semana después.
A pocas semanas de terminar las clases no he podido dormir. Desde que tengo ese tapiz noche tras noche he tenido sueños, pesadillas.
No puedo cerrar los ojos aún. Me niego a dormir esta noche también. Es sábado, todos duermen, mi madre, mi hermana menor, todos... Menos yo.
La pastilla para no dormir empieza a hacer efecto y siento como mi cuerpo se activa, aunque dolorosamente. Sé que dejara daños colaterales por no descansar, pero es algo que no puedo evitar hacer.
Una de la madrugada. El oxígeno se escapa de mis pulmones por el miedo a cerrar mis ojos.
Decido dar un paseo. Me levanto lentamente de la cama. coloco mis botas en mis pies y salgo como si estuvieran persiguiendome y quizás así sea.
Camino por las calles maldiciendo en voz baja por no traer un abrigo. El frío se instala en mis huesos y al respirar se puede ver el vapor. La noche es oscura y tenebrosa a pesar de estar alumbrado por las farolas de la calle. Un sentimiento extraño se aferra a mi pecho y algo me hace sentir observada. En cada rincón puedo mirar unos ojos rojos en lo más oscuro. Niego con la cabeza espantando las alucinaciones causadas por no dormir.
Avanzo lentamente, paseando la vista por los árboles y notando algo... Realmente alguien me persigue.
¿Quién puede ser? ¿Qué quiere?
Con miedo y el corazón en la garganta Camino un poco más rápido ¿A dónde puedo ir? Tan tarde ningún establecimiento esta abierto. Me siento paranoica pero no me dejo vencer por el temor, observo algo brillante unos cuantos pasos delante de mi y noto que es un fragmento de vidrio roto... Es la mejor opción que tengo para usar de arma, debo defenderme.
Mi plan improvisado es simple, me agacharé y me ataré los cordones, mientras cojo el vidrio sin que mi perseguidor lo note, cuando se acerque lo confrontaré y huiré. Al llegar junto al vidrio me agacho y llevo acabo mi plan. Tomo el vidrio con cuidado de no cortarme.
El intruso se apresura a detenerse a mi lado, me levanto para no darle la oportunidad de verme vulnerable. Antes que me giré a ver de quién se trata, habla:
—¿Por qué tomaste el vidrio? —Noah me observa como si estuviera loca.
Suelto el aire que no había notado tenía retenido en mis pulmones.
—Eres tú... Eres Noah ¿No? -—Aún no suelto el vidrio, que sepa quién es no significa que no sea peligroso.
—Si... Oye tranquila, te vi salir de tu casa y pensé que no debías estar sola en la calle a esta hora.
Levanta las manos para mostrarse inofensivo.
—¿Cómo supiste donde vivo?
—No lo sé, solo caminaba hacia mi casa y te vi saliendo de la tuya, tranquila ¿Sí? —suspira—. Te ves helada, ten, toma mi chaqueta.
Sin darme cuenta estoy temblando, es verdad, estoy helada. Coloca su chaqueta a mi al rededor.
—Gracias, lo siento... Por desconfiar de ti. —Acomodo la chaqueta acurrucandome—. ¿No la necesitas?
Niega con la cabeza a pesar de que el frío debe empezar a colarse por su pie.
—Ven, vamos a sentarnos en aquella banca y me cuentas el porqué estás acá.
Noah el mesonero de mi lugar de dulces favorito, empuja mi espalda casi imperceptiblemente guiándome a la banca, sus manos están impresionantemente calientes a pesar del frío. Aunque el solo lleva un fino suéter.
Llegamos a una banca junto a un bosque que está en el vecindario. Es una especie de pequeño parque. La farola más cercana alumbra tenuemente y puedo ver unos ojos de un color tan extraño que me hace preguntar.
—¿Son de verdad tus ojos?
Se ríe sonoramente. Mi comentario tonto parece que le causa gracia, sus ojos se iluminan al devolverme la mirada para volver a hablar.
—Pues sí. mis ojos son de verdad de este color, no son lentes de contacto ni nada más. solo míos, pero no sé porque tienen ese Tono tan peculiar.
Juguetea incómodo con sus manos.
—Oh... Wao.
—¿Qué haces aquí? —Sonríe débilmente. Sus cabellos negros intensos caen en bucles en su frente.
—No puedo dormir.
Me encojo de hombros, un suspiro sale de mis labios y el vapor de mi respiración puede verse.
—¿Has probado tomar algo para hacerlo?
—¡No! —niego bastante brusco—. No es que no pueda conciliar el sueño, es que no quiero —suspiro.
Me observa extrañado.
—¿Por qué?
—Tengo sueños raros que me asustan.
No entiendo porque me confieso así con un extraño, pero es cierto lo que dicen algunas personas, cuando no conoces a alguien, es más fácil hablar de lo que te molesta.
—Te daré un truco que me enseñó mi padre cuando tenía miedo por una pesadilla —susurra—. Pero es un secreto. Cuando estés soñando solo relajate y piensa, “esto no es real”. Si no te funciona, te paras delante de lo que sea que te asusta y dile, ya no te temo.
Lo miro mal, es obvio que es una tontería.
—Eso no va a funcionar.
Su cara es de ofendido.
—Con que no me crees, ya veo... Bueno, si no funciona me escribes un texto, a la hora que sea y sabré que mi padre miente.
—No tengo tu número. —Le saco la lengua en un gesto infantil que luego me reprocho a mi misma.
—Es cierto. —busca su celular en el bolsillo—. Anota el tuyo, te marcaré para que lo guardés. Necesito saber de verdad si mi padre miente.
Le marcó mi número en su móvil y él llama. Corta en seguida. Se levanta y yo hago lo mismo.
—Te acompañaré a casa, ya es tarde.
—Bien... —suspiro y camino lentamente a su lado.
No es como si quisiera volver a casa, pero no tengo opción.
—¿Seguro no necesitas la chaqueta? Está haciendo frío...
Me observa detenidamente y niega con la cabeza, el frío no parece afectarlo en nada.
—No vuelvas a salir sola ¿si?¿Qué te parece si te acompaño de ahora en adelante a tus paseos nocturnos?
—No lo se. No me gustaría molestarte, ¿No interfiere con tu trabajo?
—Mi trabajo termina a las ocho, ya está hora no tengo más nada que hacer. —Sonríe.
—¿Y no duermes?
—No tanto, te cuento un secreto... Yo también tengo pesadillas.
Miente para caerme bien o realmente tiene pesadillas, eso explicaría el porque está aquí y no durmiendo como debería estar haciéndolo yo.
—Oh... Eso explica tus horrorosas ojeras —bromeo.
—¡Oh! ¿estas? —Se toca debajo de los ojos—. Ya tendrás las tuyas pequeña.
—No soy pequeña.
Mi padre solía decirme así, es una palabra que ahora me causa repulsión. Esa expresión, ese simple y común apodo cariñoso, puede agriarme. Una sensación de amargura se instala en mi pecho. Aunque sea, estos sentimientos me distraen de pensar en las absurdas pesadillas.
—Mides como metro y medio.
Ahora que lo noto mira hacia abajo. Es bastante más alto, cosa que me molesta más aún.
Además ¿Por qué las personas altas tienen que recordarnos a los pequeños, lo que somos?
—Ya me caías bien, mataste el sentimiento.
Me doy vuelta y camino, ya casi llego a casa.
Me saco la chaqueta y se la entregó.
—Buenas noches.
—Buenas noches. —Escucho su voz. Sé que tiene una sonrisa plasmada en el rostro.
Idiota, me estaba cayendo bien. Estaba obteniendo puntos conmigo para alejar a Camille, pero que mal. Ahora no obtendrá mi apoyo cuando ella quiera conquistarlo a como dé lugar. No sabe quien es mi amiga, lo insistente que puede llegar a ser.
Entro a casa y subo las escaleras lentamente hasta llegar a mi habitación. Me acuesto en la cama con el miedo a dormir que se instala nuevamente en mi pecho. Así dejo que continúe la noche, fría, oscura y llena de sombras a mi al rededor, que acechan esperando el momento en que cierre los ojos, para atormentarme en sueños.