DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proc...

By IsabeleGPedroso

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Dieciséis años, hermosa y con ciertas habilidades especiales, inexplicables para ella misma. Ella, la cual nu... More

Bilogía de Megana
L'inizio
Viaggio a Londra
Mia suocera e i suoi pensieri
I
II
III
Dieciseis primaveras
I
Decisioni sbagliate
I
II
III
IV
V
VI
Piacere...
I
II
III
IV
V
Benvenuta
I
II
III
IV
I
Il mio strambo
I
¡Bambina insolente!
I
II
¿Cosa rispondi?
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
Per te mi sposerò
I
II
III
IV
V
Ricordi del passato e piani futuri
I
II
III
IV
V
Inizia il conto alla rovescia
Dieci
I
II
III
IV
V
Nove
I
II
III
IV
V
Otto
I
II
III
Sette
I
II
III
Sei
Cinque
Quattro
Tre
Due
I
II
Uno
Uno e settantacinque
Uno e mezzo
0!! Mi sa che sei in anticipo
La forza dell'amore
I
II
III
IV
Philip è assente
I
II Jissella
III
IV
V
VI
Insieme per sempre
I
II
Per sempre

Ciao

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By IsabeleGPedroso

🔺

El llanto de un niño hizo que buscara con la mirada en la penumbra. No se veía nada, pero los llantos del pequeño seguían siendo los protagonistas de tan fría y vacía oscuridad.
De repente, el mismo sonido que se escucha en un teatro solitario antes de que el cegador foco cree la irónica metáfora de convertirse en la sombra del protagonista de la obra.
Un niño sentado en el suelo, abrazaba sus rodillas sin dejar de llorar y decir algo entre sollozos. Me acerqué a él para poder ayudarlo, siendo así posible también el poder escuchar la única palabra que decía.

-Mamá...

Extendí la mano hacia su hombro en busca de su tacto, pero antes de poder rozarlo siquiera, clavó su oscura mirada en mi. Sus mejillas estaban empapadas por las mismas lágrimas que se habían encargado de enrojecer los ojos del pequeño.
Ver su rostro dolido me desgarró. Era como ver a Philip rejuvenecido once años aproximadamente.

-Mamá- sentí como el alma se me venía abajo cuando el pequeño me llamó por aquel nombre -Yo no he hecho nada para merecerlo. No tengo la culpa de ser diferente... ¿Por qué a mi mamá?...- su voz se quebraba por segundos. Se abrazó nuevamente las rodillas dejándose llevar por su llanto. Sentí el impulso de abrazarlo, yo era la culpable de sus lágrimas, de su angustia...
Al abrazarlo y acunarlo entre mis brazos, al principio sentí su tristeza, pero auto seguido la furia que sentía contra mí fue lo único que desprendían tanto su mente como su cuerpo.
Aún entre mis brazos me miró. Sus ojos eran rojos como la sangre, tan solo sus pupilas conservaban el color verdadero, el rojo escarlata bañaba el resto por completo. Los clavaba en mí provocando mi miedo. Se aferró a mi en un abrazo asfixiante, antes de arder en llamas haciendo que sus brazos sobre mi piel fueran tenazas de fuego.

🔺

Gemí de dolor antes de abrir los ojos y llenar mis pulmones, convirtiéndolos en ebrios expertos de oxígeno, siendo consciente de que las lágrimas bañaban mis mejillas.

-Tranquila...- Philip llevó su mano a mi rostro, pero la retiró al instante. Sentía la sangre corriendo por mis venas como magma, por lo que salté de la cama queriendo evitar el poderle hacer daño.

-¿Qué...? Estás ardiendo- dijo extendiendo su mano hacia mí nuevamente, pero retrocedí aún más. Pareció dolido con mi reacción. No sabía lo que me ocurría y estaba preocupado.

-Deja que me calme- dije entre dientes y aún aterrada. No me había dado cuenta de que seguía llorando, hasta oír mi voz.

-Megan...- la suya temblaba.

No te imaginas lo doloroso que es ver el miedo en la cara del chico al que amas y tú ser la causa.

Me acurruqué en el rincón que formaban la pared y la cómoda más cercana. Me deslicé hacia abajo con el rostro tapado tanto por mis manos como por la oscura cortina que formaban mis cabellos y sin poder dejar de llorar, quedando sentada en el suelo.
Sentí su mano sobre mi cabeza, pero no hice nada para apartarlo, mi temperatura ya había bajado.

-Nena- susurró antes de abarcar mi cuerpo en un abrazo. Aquello hizo que mi cuerpo se envarara al recordar la escena de mi sueño. Quise retroceder pero la pared ya no me lo permitía -¡Meg! ¡Ha sido una pesadilla!- parecía alterado por mi repetida reacción. Lo miré en silencio y sin ser capaz de gesticular palabra alguna. Su mirada era cristalina por las lágrimas que amenazaban con caer. Quería matarme a mí misma por aquello. Yo temblaba como un flan.
Acarició mis mejillas haciendo que sus dedos se deslizaran por ellas con extrema facilidad por el líquido salino que las cubría. Me tomó en brazos y sin dejar de mirarme, me acercó a la cama para luego dejarme sobre ella con la espalda apoyada al cabecero, sentándose él a mi lado. Acarició mi cabeza intentando tranquilizarme -¿Cómo te encuentras?- ya había dejado de temblar.

¿Qué debía hacer? Quería contarle todo, mis poderes, mis dudas sobre nuestro hijo... Es cierto que tenía miedo pero... Necesitaba acabar con aquello... Pero... ¿Cómo hacerlo?

Lo abracé.

-Pequeña, ¿qué pasa? ¿Qué te preocupa?- negué con la cabeza. Tirando de mí y con un rápido movimiento me sentó sobre sus piernas.
Quería preguntarme lo que había soñado, saber qué me tenía tan nerviosa, insistirme con que por favor se lo contara... Pero tan solo me observaba en silencio, sin cambiar el gesto y la expresión preocupada, con una mano rodeando mi cintura y otra sujetándome el mentón.

Quiero responderte, pero...- pensé realmente angustiada, sintiendo como las lágrimas insistían en volver a caer. Al ver mi mirada, quiso decir algo, pero optó por callar.

-Intenta dormir- me pidió. Asentí con una sonrisa brutalmente forzada.

Una vez estuvimos tumbados en la cama, yo dándole la espalda, me abrazó haciendo que me acurrucara contra su cuerpo. Presioné su mano contra el mío, antes de notar sus labios contra mi hombro.

🔺

Aún entre mis brazos me miró. Sus ojos eran rojos como la sangre, tan solo sus pupilas conservaban el color verdadero, el rojo escarlata bañaba el resto por completo. Los clavaba en mí provocando mi miedo. Se aferró a mi en un abrazo asfixiante, antes de arder en llamas haciendo que sus brazos sobre mi piel fueran tenazas de fuego.

🔺

Abrí los ojos respirando entrecortadamente. Esta vez mi cuerpo estaba en sobreaviso, por lo que lo llevé mejor. Aprovechando que el brazo de Philip seguía sobre mi vientre, lo abracé contra mi cuerpo esperando un rápido alivio y sintiendo su movimiento tras de mí al ayudarme y acercarse más. Cerré los ojos nuevamente, con la esperanza de por fin conciliar el sueño, pero era un intento inútil, aquellos ojos color escarlata se habían adueñado de él, apropiándose también de mi serenidad y regalándome como colofón y aunque fuese por breve, momentos en los que mi ser se veía invadido por el miedo, que a su vez se manifestaba en espasmos temblorosos, hasta que por fin lograba dominar nuevamente el completo control de mi cuerpo.
Me rendí ante la idea de poder dormir.
Pasé... no sé cuántas horas, hasta que la luz logró pasar a través de la persiana.
Lo único que se veía con claridad era el espejo de pie que había frente a una de las puertas del vestidor. En él se reflejaban tanto la luz que se colaba por la ventana, como mi figura, que al poco tiempo dejó de ser tan solo una sombra negra. También pude distinguir mi rostro.
Quería, necesitaba hablar seriamente con la chica del reflejo, necesitaba saber qué diablos haría... Temía por el dueño del brazo que descansaba sobre su cintura, por el niño que llevaba en su vientre... Pero más temía porque tenía la certeza de que lo perdería, no, rectifico... Los perdería. Una vez no tuviera a Philip a mi lado, no tendría ni motivos ni fuerzas para seguir adelante con aquel embarazo.

-¿Qué hago? Dímelo tú...- dije en un susurro que a duras penas logré escuchar yo misma.
Esperé la respuesta de aquella chica, que me miraba con igual o mayor necesidad de respuestas. Obviamente, no la obtuve.
Sentí la necesidad de volverme y hacer a Philip mío en un abrazo, pero no tuve... lo que fuera que necesitara para hacerlo.
Miré la hora digital en el fino reloj de cristal que descansaba sobre mi mesita de noche.

06:30

Aparté su brazo y me levanté de la cama con cuidado de no despertarlo. Cogí un short vaquero, una camiseta oversize en color gris, un conjunto de ropa interior y las mismas sandalias del día anterior.
Antes de salir de la habitación, dispuesta a darme una ducha en el baño de fuera para no despertarlo, no pude evitar dedicarle una mirada a mi pequeño, que dormía imperturbable sobre la cama.

*

La mañana era triste, los cielos estaban moteados con enormes nubes grises que se deslizaban por ellos movidas por la fría brisa. Y mi ánimo la acompañaba.
Me introduje en el llano junto a la carretera. Draco se perdió entre la alta hierba que crecía salvaje ante nosotros, al poco, aquella bola de pelo negra, corría libremente y destacando, sobre los desnudos campos que habían a continuación.
Me quedé allí, observándolo a él, las montañas a lo lejos, las imponentes nubes... Sintiendo el cosquilleo que provocaba la hierba húmeda sobre mi piel y escuchando el tranquilizador sonido que provocaba esta con cada roce del viento. Cerré los ojos haciendo un rápido recopilatorio de todo lo que había pasado junto a Philip en aquellos meses que había permanecido a su lado, sintiendo ahora también, el cosquilleo que provocaban sobre mi rostro, los cabellos que habían quedado sueltos tras recogerlos en una cola, acompañado del cosquilleo de mi vientre y la repentina angustia.
Aspiré todo el aire que mis pulmones permitieron antes de volver a expulsarlo al tiempo que abría nuevamente los ojos.
Tenía aquella repetida y triste certeza de que lo perdería, pero debía hacerlo, lo que pasara luego sería decisión suya y aunque me doliera, tendría que aceptarlo. Lo que no podía hacer era seguir con aquel secreto, y ya no tanto por el secreto en sí, en realidad necesitaba aquello para sentirme mejor conmigo misma, pero sobre todo para poder decidir justamente, el destino de mi hijo. También y no menos importante, lo hacía por el chico al que amaba.

¿Y si alguna vez pierdo el control, ardo en llamas y le hago daño? No me lo perdonaría jamás- pensé oprimiéndome el pecho.

La primera gota cayó sobre mi mejilla.

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