DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proc...

By IsabeleGPedroso

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Dieciséis años, hermosa y con ciertas habilidades especiales, inexplicables para ella misma. Ella, la cual nu... More

Bilogía de Megana
L'inizio
Viaggio a Londra
Mia suocera e i suoi pensieri
I
II
III
Dieciseis primaveras
I
Decisioni sbagliate
I
II
III
IV
V
VI
Piacere...
I
II
III
IV
V
I
II
III
IV
Ciao
I
Il mio strambo
I
¡Bambina insolente!
I
II
¿Cosa rispondi?
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
Per te mi sposerò
I
II
III
IV
V
Ricordi del passato e piani futuri
I
II
III
IV
V
Inizia il conto alla rovescia
Dieci
I
II
III
IV
V
Nove
I
II
III
IV
V
Otto
I
II
III
Sette
I
II
III
Sei
Cinque
Quattro
Tre
Due
I
II
Uno
Uno e settantacinque
Uno e mezzo
0!! Mi sa che sei in anticipo
La forza dell'amore
I
II
III
IV
Philip è assente
I
II Jissella
III
IV
V
VI
Insieme per sempre
I
II
Per sempre

Benvenuta

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By IsabeleGPedroso

 Tras avanzar varios metros, dejé a Draco en el verde césped, sobre el cual echó a correr hacia la sombra de uno de los árboles para luego comenzar a escarbar y más tarde echarse. Sonreí. Seguramente tenía tanta calor que buscaba la humedad y frescura de la tierra.

-¿No quieres agua?- le pregunté levantando la voz para que me escuchara -Y luego dicen que no son listos- pensé en alto al verlo correr hacia la casa.

Las nubes ligeramente oscuras, comenzaban a cubrir los cielos, pero el calor seguía estando pesadamente presente. Por fortuna, ahí justo donde me encontraba, pisando las finas láminas de madera de la entrada, siempre corría una brisa suave y fresca.

-Sí, el niño Carlos es muy buena persona y respetuoso- dijo Lupe. 

Reí. Al parecer a Philip o bien le había picado la curiosidad o bien los celos.

-¡Megan!- me saludó alegremente Rosa, sentada en el regazo de mi chico que me dedicó una de esas miradas que ya me conocía de memoria y parecían decir, "Me alegro de verte". Estaba sentado en uno de los blancos sillones. Lupe y Lilian por otra parte estaban limpiando.

-Por favor, dejad de limpiar ya, ¿en serio pensáis que el polvo se acumula en un día?- pregunté señalando el paño que sostenía Lupe. Rosa y Philip rieron, en cambio las mujeres me miraban en silencio y sin saber qué decir -Aunque sea vuestro trabajo, yo soy algo así como vuestra jefa, ¿cierto?- asintieron aún en silencio -Pues os ordeno que os toméis el día libre- dije al ver que ambas pensaban lo mismo y con algo de vergüenza o incomodidad:

"Es… nuestro trabajo, Megan".

Ambas sonrieron.

-¿Sabes? Ojalá todos los cascarrabias de los alrededores fueran como tú- dijo Lilian sonriendo. Lupe rio dándole la razón.

-Uff mejor que no- les dije guiñándoles un ojo -No trabajáis, pero quedaros y haced como si la casa fuera vuestra. Os invitaría a que subierais al jacuzzy pero hace un calor de infarto- ambas me sonreían como a una pobre loca, lo que me divertía.

Philip y yo subimos a la habitación para cambiarnos. El crecimiento de mi vientre, nuevamente se había pausado.

Mientras me colocaba el tirante del bañador, unas manos fuertes pero que conservaban toda la inocencia de un niño, rodearon mi cuerpo hasta posarse en mi vientre. Cerré los ojos al sentir su pausada y cálida respiración en mi cuello.

-Te he echado de menos- dijo en un susurro acercando mi cuerpo al suyo y clavando aún más la barbilla en mi hombro para luego acunarme levemente.

-¿No te enseñaron a no mentir?- bromeé siendo consciente de que decía la verdad. Sintiéndose una tan querida, cómo no creer en el amor.

-Que va, mi educación es casi nula, por lo que me encanta mentir- reí entre dientes antes de girarme para darle un beso fugaz en los labios.

-Tonto- ahora rio él. 

Acaricié su mejilla con el dorso de la mano.

-¿Cómo lo haces?

-¿Hacer qué?- preguntó con voz aterciopelada y la típica dulzura de su mirada. 

Hacer que me sienta capaz de dejarlo todo por ti- pensé. 

-Mentir tan bien- respondí sin poder evitar la risa cuando vi que arqueaba la ceja al escuchar mi respuesta.

-Graciosa- dijo con sarcasmo.

Bajamos a la piscina entre bromas y risas.

-¿Y bien? Aún no me has dicho qué has hecho hoy- dije bajando las escaleras y sintiendo el frío del agua cubriendo cada vez a más altura mi cuerpo. 

-Pues, esta mañana me desperté pensando en la agencia, por lo que decidí quitarnos de en medio el asunto de los contratos. Ya estamos sin compromiso- dijo desde el otro extremo de la piscina antes de tirarse de cabeza al agua salpicando en todas direcciones. Caminé hacia la sombra que ofrecía la gran sombrilla de tela blanca colocada junto al bordillo.

Philip salió del agua tomando aire con necesidad y sacudiéndose el pelo con un rápido movimiento de cabeza, de lado a lado.

-Marcello me llamó más tarde casualmente, diciéndome que seguramente con lo del embarazo ahora necesitaríamos más dinero y que nos había conseguido varios castings- dijo acercándose a mí. Me encantaba quedarme mirándolo, su cuerpo perfectamente moldeado, a mi gusto, su rostro con cada uno de sus delicados rasgos, su mirada en la que sin necesidad de mojarme era capaz de sumergirme y nadar durante horas y horas...

Me encantaba como le quedaba el collar que llevaba, era sencillo. Una cuerda corta de cuero trenzado marrón oscuro, del cual una de las tiras atravesaba un fino y pequeño colmillo de huargo.

Ese collar había pertenecido a mi padre, al parecer él lo tenía desde pequeño cuando mi "abuelo", que viajaba mucho, se lo trajo de Groenlandia. Luego él me lo regaló a mí y bueno... ahí estaba ahora, en el cuello del ladrón de mi corazón.

Mi padre me había contado muchas historias sobre los huargos, al parecer eran similares a los lobos solo que de mayor tamaño, mucho mayores. De las tantas historias que escuché, la que más recuerdo y más me gustó, es la que me contó sobre Misha, una niña que se terminó enamorando de uno de ellos, pero la última vez que la escuché fue hace mucho, por lo que ya no la recuerdo demasiado bien.

Rodeó con sus manos, mi cintura.

-¿Qué miras?- preguntó bajando la mirada hasta su pecho antes de llevarse una mano al collar.

-No te lo quitas- dije con voz neutra pero con verdadera alegría en cada palabra.

-¿Para qué me lo iba a quitar?- dijo con el mismo tono -Es un regalo de mi fea favorita- dijo antes de acariciarme la mejilla, dejando un rastro húmedo sobre mi piel antes seca.

-No, si yo no me quejo. Me alegra que no te lo quites- dije rodeando su cuerpo con mis brazos y apoyando la cabeza sobre su pecho, para poco después sentir la presión de sus brazos sobre mi cintura. 

Observé como las gotas descendían lentamente por su pectoral desnudo. Su corazón, al igual que el mío, siempre había bombeado con mayor fuerza y rapidez de lo normal, por lo que aún estando apoyada sobre la parte derecha de su pecho, pude escuchar sus latidos, tan claros como si bajo aquel punto tuviese otro corazón. 

-Perdona- me disculpé cerrando los ojos al escuchar en su mente el eco de la conversación que habíamos tenido anterior a la del collar. 

Sí, ahora me preocupaba menos lo de no controlar el don en su presencia, supongo que cualquiera perdería el control intencionadamente, por tal de escuchar cosas como; bella, te quiero, si supieras que me haces feliz con cada sonrisa... 

Que pena que él no pudiera escuchar los míos. Bromeo, la verdad es que agradezco que sea yo la de los poderes. ¿Te imaginas que hubiese podido escuchar cosas tan cursis como lo que he escrito de su mirada?... Dios, sería un tomate en toda regla.

-¿Perdonarte por qué?- se preocupó por un instante durante el cual su mente se había disparado y por alguna razón, pensó en Carlos. Lo miré intentando tranquilizarlo.

-No desvaríes tan pronto, lo digo porque en lugar de comentar algo sobre lo de Marcello, he saltado con el collar- dije. Entonces me di cuenta de que le había hablado como si él fuera consciente de que le leía la mente. 

Suspiró aliviado, por lo que sonreí divertida.

-Espera. ¿Qué pensabas que estaba pensando para decirme que no desvaríe?

-Buen juego de palabras- dije haciendo tiempo para luego improvisar -No lo sé, pero por tu cara de susto...- sonrió.

-En ese caso, te perdono- dijo dándome un beso en la mejilla. Se apoyó en el bordillo imitándome.

-¿Y cómo es eso de que nos ha conseguido castings?- pregunté soltando mis cabellos y dejando la gomilla en el bordillo. Philip extendió una mano hacia mi pelo, siempre le había encantado tocármelo, decía que parecía seda.

-Pues eso, nuestro Tito Marcello- dijo en tono divertido -Nos ha buscado castings para agencias de modelo de marcas tanto italianas como inglesas- dijo mientras enrollaba un mechón de mis cabellos ondulados en sus dedos.

-¿Para cuándo?- pregunté rodeándolo nuevamente con los brazos y provocando pequeñas olas con el repentino movimiento.

-Para cuando queramos- dijo estrechándome cada vez más hasta aflojar la presión y dejar el gesto en una simple caricia por parte de sus brazos.

-¿Y para cuándo es eso?- dije sonriendo. Rio entre dientes.

-Supongo que me toca elegir día, ¿no?

-Ajá- dije alargando la palabra con énfasis.

-Meg, ¿me dejas un biquini?- me giré para ver a la pequeña que nos miraba con una bella sonrisa en los labios. 

-¿Un biquini?- le pregunté sonriendo -Dudo que te quede bien cariño, soy más grande.

-Pero eres delgada- reí. El mejor halago que me podían hacer, teniendo en cuenta que me veía un tanto más gorda que de costumbre.

-¿Por qué no te quedas en braguitas? No debes hacerlo en todas partes y menos si no conoces a nadie, pero ya conmigo hay confianza ¿no?- asintió enérgicamente.

-Pero...- dijo mirando a Philip, el cual rio por lo bajo.

-Él te respeta piccola. Ven- dije animándola, haciéndole señas con las manos para que se acercara. La pequeña se quitó el vestido con un poquito de trabajo pero finalmente lo logró y corrió hacia las escaleras.

-Piccola era pequeña ¿verdad?- preguntó con alegría mientras comenzaba a adentrarse en el agua. Philip y yo reímos mirándonos el uno al otro.

-Sí- respondí acercándome a ella para tomarla en brazos -¿Sabes nadar?- le pregunté.

-Un poquito. Mamá me enseña cada vez que vamos a casa de Lori, su mejor amiga. Tiene una casa parecida a esta solo que más fea y pequeña- reí. Es cierto que los niños no tienen pelos en la lengua y esta no se quedaba atrás.

-¿Entonces cómo es que se parecen?

-Por que es grande, pero no tanto, y blanca, pero sus paredes no brillan ni tampoco resbalan.

-Es que esta es de mármol- dijo Philip incorporándose a la conversación. La pequeña lo miró y le sonrió con timidez, luego me miró nuevamente.

-¿Y la otra de qué es?- me preguntó mirándome con sus oscuros ojos.

-Ni idea cariño, lo mío no es la arquitectura- le respondí sonriendo apenada por no tener una respuesta. Se encogió de hombros.

-¿Me enseñas a nadar?- le preguntó ahora a Philip, que nos observaba con mirada ausente.

-Claro- dijo despejando sus pensamientos. Decidí no fisgonear más por ese día en sus pensamientos, por lo que no supe en qué pensaba.

Una vez me quitó a la niña de los brazos, que por cierto, parecía un monito abrazada a mi chico con tanta fuerza que rio pidiéndole que aflojara, me acerqué al lugar en el que antes había estado, comenzando a nadar de lado a lado de la piscina.

La niña nadaba mejor que yo a su edad.

Ver a mi chico ayudándola a flotar, jugando con ella, riendo y bromeando, hacía que lo imaginara con nuestro pequeño, la imagen más hermosa posible.

¿Ves? ¿Imaginas ya cómo hubiese sido de vergonzoso que él hubiera podido leer mi mente?

-¡¿A que no me pillas?!- lo retó la pequeña echando a correr muy cerca del bordillo. Philip me miró sonriendo y guiñándome un ojo antes de salir del agua y correr tras ella.

Las risas de Lilian y Lupe salían de la casa dando un ambiente más cálido al entorno.

Poco después Rosa y Philip pasaron a mi espalda corriendo.

-Tened cuidado, no corráis por el bordillo- les dije antes de volverme quedando frente al ventanal de la entrada y colocar ambas manos en el bordillo, para luego impulsarme hacia arriba. El pelo que atrapé bajo la palma de la mano, lo resbaladizo de la superficie y la humedad de mis manos, hicieron que impactara contra el bordillo gimiendo de puro dolor al sentir un agudo pinchazo en el vientre.

-¡Megana!- exclamó Philip desde algún lugar y digo desde algún lugar porque no podía verlo, el golpe me había dejado sin aliento e intentaba recuperarme con la cabeza gacha y por lo tanto formando una cortina de pelo alrededor de mi rostro. Los rápidos pasos de Philip resonaban cada vez con más fuerza sobre la madera conforme se iba acercando, poco después sentí como me sacaba de la piscina sin esfuerzo. Yo seguía con la cabeza gacha y apoyando las palmas sobre mi vientre. Dolía realmente.

-¿Qué ha pasado?- oí las voces de Lilian y Lupe y la respuesta de la pequeña.

-Megan- solo hizo falta una fracción de segundo en la que Philip apartó sus manos de mí, para que me fallaran las rodillas y estuviera a punto de caer al suelo. Pocos segundos después, mi novio me tenía en brazos y me dejaba en la tumbona más cercana.

-Nena- sonaba realmente preocupado mientras me apartaba los cabellos húmedos del rostro.

-Duele demasiado- dije en un hilo de voz retorciéndome al sentir otro pinchazo en el vientre. 

-¿Se pondrá bien abuela?- preguntó Rosa con la voz quebrada. Oí como la mandaba a callar.

Dios que rabia, ¿por qué no puedo parar esto? Duele- pensé antes de gritar de dolor.

-¡Philip!- las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos al caer en lo que estaba ocurriendo -El niño- dije curvando el cuerpo por el dolor. 

-Joder- dijo asustado antes de tomarme nuevamente en brazos y correr hacia el garaje -¡Lupe llama a mi padre y dile que vaya al hospital!- le gritó, nervioso, a la mujer.

El dolor debía ser tal, que ya tan siquiera sentía mi cuerpo, algo que agradecí, puesto que ya tampoco sentí dolor.

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