Ojos de gato Tentador [La ver...

Von mhazunaca

5.8M 273K 76.4K

Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... Mehr

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 4: Ellos quieren la toxina
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 24: Acoplándonos
Capítulo 25: Algo oculto
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 32: La noche apenas empieza
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 35: Sirio mío...
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 42: Asuntos pendientes
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Especial Enif: Parte 4 Final

57.7K 2.3K 815
Von mhazunaca

Busqué a Orión y no paré hasta encontrarlo.

—Sé que uno de los ancianos líderes es tu abuelo, y ha de estar tan amargado, que imagino que ha de ser el que esté pensando en mi castigo. Necesito que abogues por mí —le dije, a lo que él me miró con molestia—. Pídele a los ancianos que no me destierren.

—¿Por qué haría eso? —se burló cruzando los brazos—. Tú y esa cosa que llevas en el vientre se merecen desaparecer y dejar a tu familia con esa mancha. No puedo creer que, sabiendo que era prohibido, fueras a hacerlo.

Apreté los puños.

—¿Y tú qué? Para que sepas, no me iré sin antes gritar a los cuatro vientos que fuiste tú el que me llevó a escuchar esa charla. —Frunció más el ceño, preocupándose—. Qué vergüenza que un honorable guerrero haya escuchado algo prohibido.

—No te van a creer.

—Tengo un testigo. Creo que sabes que tu pequeño pupilo Altair nos estaba escuchando bien escondido, ese día que discutimos.

Apretó los labios y resopló dando un par de pasos de un lado a otro.

—Como quieras, pero te aseguro que la mancha del deshonor no se va a ir.

—No me interesa, solo quiero que mi bebé no muera en el bosque.

Gruñó.

—No puedo creer que arruinaras tu vida y tu honor por un capricho. Eres una irresponsable.

—Arturo no es un capricho —refuté—. Siempre sentí algo muy fuerte por él, y él siempre me trató muy bien. —Sus cejas tensas se soltaron apenas, pareciendo que había entristecido, pero al segundo volvió a su expresión de enojo—. Y me disculpo por no haber sido capaz de decirlo antes, pero me sentía atrapada. Lo siento...

Bajó la vista.

—Pues no te perdono. Acepté mi unión contigo porque... —Resopló—. No importa. Me has dejado en vergüenza.

Tragué saliva con dificultad.

—Orión, ¿acaso tú...?

—Más te vale que no menciones que yo te llevé, o no tenemos trato. —Y se alejó.

Quedé en silencio. No entendía ahora, si él sentía algo por mí, ¿por qué no se preocupó por hacérmelo saber? Aunque fuese con acciones. Por otro lado, odiaba tener que ser presa de un chantaje así, pero ya no debía ver por mi bien, sino por el de mi hijo.


***

Arturo había querido verme, pero al parecer sus padres no le habían dejado. Se había escapado de su casa, pero mis padres tampoco lo dejaron entrar.

—No puedo creer que tenga la desfachatez de venir —renegaba mamá—. Después de haberle hecho ese daño a mi hija.

—Madre, silencio —gruñí, a lo que ella se sorprendió—. Este bebé también tiene tu sangre. Tiene la mía, y no entiendo por qué ves eso con tan malos ojos. No entiendo por qué se refieren a él como un error, un daño, o una "cosa".

Ella bajó la vista un segundo y volvió a verme.

—Disfrazar tu error con esas palabras no te sirve de nada. Es lo que es. Un error.

—Bien. Es un error, como sea, pero lo quiero. Siempre he hecho todo lo que ustedes pidieron, acepté mi unión con alguien a quien no quería al lado por ustedes. Ahora que tengo algo que resultó de una acción que yo misma decidí hacer, es especial. Lo quiero, y si ustedes no, pues lástima.

—Hija —murmuró papá—. Entiende a tu madre, está angustiada.

—Angustiada por su honor, pero no por su familia.

Él suspiró.

—Nosotros no queremos que sufras, eso es todo. No sabíamos que te sentías atrapada con Orión, creímos que era un honor también para ti.

Negué y me fui a mi habitación.


***

Ahora esperábamos a ver qué decidían los ancianos. Arturo me miraba desde su lugar con cierta preocupación, pero no me importaba ya. Confiaba en que al menos no iba a ser desterrada o algo, y que él tampoco.

Los ancianos vinieron usando sus vestiduras blancas, porque les gustaba alardear de su sabiduría. No podía entender por qué todita esta gente había tenido que enterarse de mi asunto, de mi bebé. No entendía por qué tenían que ser ellos los que decidieran.

—Iniciamos la audiencia —dijo uno.

El abuelo de Orión me miraba con desaprobación.

—Queremos pedirle —habló la madre de Arturo, pero fue interrumpida.

—No, madre —respondió él—. Solo escucha.

Uno de los ancianos levantó la mano pidiendo silencio y continuaron.

—El joven Arturo va a unirse de forma inmediata a la señorita Enif. —Me sorprendí y lo vi con preocupación—. Luego de eso, va a seguir los consejos de la matrona para los cuidados de esa criatura, pero su nombre no va unirlo a ustedes, sino a quien debió ser su progenitor.

Apreté los labios.

—No —refuté—. ¿Por qué? Va a dar pie a que algunos hablen.

—Ya van a hablar de todas formas —dijo otro—. Y no estamos admitiendo que usted diga una sola palabra. Quedas deshonrada, pero no desterrada, deberías estar agradecida y callar.

Apreté los puños y bajé la vista. Era verdad, tenía una mancha en el honor de mi familia.

—Vivirán en la casa del joven Arturo hasta que este termine de construir una para ustedes. No deberás salir cuando ese bebé crezca y tu vientre se haga más abultado. Los jóvenes no deben enterarse de nada de esto, y ahora ves las razones. No hay que causar más desorden.

Los padres de Arturo estaban enfadados, y no me importó cómo estuvieran los míos.

Apenas los viejos se retiraron, fui a alcanzar a Arturo. Vi que sus padres se adelantaron sin él y fui a tomarlo del brazo.

—¿Qué haces? —renegué y el frunció el ceño—. ¿Por qué aceptaste tan fácil el quedar atado a mí? Estoy deshonrada, has manchado a tu familia.

Negó.

—¿Crees que es un castigo para mí el unirme a ti? Es lo que siempre quise. —Me sorprendí. Mi corazón dio un leve brinco luego de haber estado moribundo por tanta angustia durante semanas—. ¿Crees que todo lo que te dije mientras acariciaba tu cabello luego de nuestra intimidad era mentira? —Bajé la vista y él tomó mis manos, haciéndome verle a los ojos de nuevo—. Enif... Apenas supe que llevas parte de mí, quise correr a decirte que voy a hacerme cargo. Por supuesto que quiero cuidar a esa criatura contigo. Es la materialización de nuestro sentimiento.

—Arturo —susurré.

Lo abracé fuerte, sintiendo que un par de lágrimas de alivio corrían por mis mejillas.

—No importa si dicen que es un error, para mí no lo ha sido. —Empezó a acariciar mi cabello—. Yo vine a decirles que me uniría a ti, que no te mandaran al bosque, ya que justo escuché que discutían sobre eso al llegar. Siempre dicen que las mujeres son muy importantes y los niños también, pues que respeten sus dichos.

Sonreí levemente y cerré los ojos.

—Gracias.

—No. No tienes que agradecer. —Apretó su abrazo a mi alrededor—. No puedo creer que, a pesar de que tuvimos intimidad, hayas creído que te odiaría. En ningún momento te detuve, yo también lo quise, a pesar de que sabía que estaba rompiendo todas las reglas habidas y por haber y que me esperaba una paliza por parte de papá si se enteraban.

Reí en silencio.

—Es cierto...

Pero entristecí, arrugando la tela de su camisa con mis manos. Mis padres no me habían golpeado, solo mamá había llorado un poco, y papá la había consolado diciendo que en realidad no era para tanto, que estaban todos haciendo un problema enorme de donde no había.

¿Cómo algo considerado bueno para nuestra especie, como un bebé, podía causar tanto revuelo?


***

Pero, claro, los viejos tenían razón. Quizá los jóvenes no se preguntaban ni les interesaba el porqué de pronto me había unido a otro y no al que se suponía, pero los adultos sí, y sus miradas llenas de prejuicios no se hicieron esperar.

—Cometió deshonra —susurraban.

—Qué desvergonzada.

—Debieron desterrarla.

—Es una mancha.

Resoplé y di un leve respingo al sentir que Arturo me tomaba la mano. Alcé la vista y él les dedicaba miradas de reproche a quienes hablaban.

Entramos a casa y me senté, agotada. Su madre no quería tenerme ahí, pero él se había puesto fuerte y les había pedido que no hicieran tanto lío, si al final, el bebé también era su sangre.

—¿Cómo vas a estar tan seguro? —tuve que soportar que le preguntara.

—¡Madre! Silencio, eso ni siquiera importa. Además sabes bien que incluso huele a mí.

—No —murmuré—. Arturo, no discutas con tu madre, por favor.

Rebelarte contra tus padres era también una falta al honor, y él siempre había sido muy buen hijo.

—Me apresuraré a terminar mi casa y no molestaré más aquí, mamá —dijo él con determinación.

A mí me dolía ver que había arruinado su relación con ellos. Pero papá tenía razón, al final, no era para tanto alboroto. No entendía.


***

—Si los humanos no fueran problemáticos, me iría contigo —murmuré como lo había hecho hacía ya mucho—. Ojalá este bebé pueda salir un día de este lugar. Creo que lo dejaría ir.

Arturo estaba recostado conmigo, estábamos en cama, desnudos, ya en nuestra casa. A pesar de todo, se sintió muy bien el finalmente salir de su familia, y él me ayudaba estar animada. Me sentí tan libre, que lo arrastré a la cama y lo hicimos con mucha libertad al estar ya unidos.

Además, la anciana consejera había dicho que podía, y que mi cuerpo lo iba a pedir por alguna cosa que tenía que ver con las hormonas o algo así.

—Entonces... Las hormonas nos hicieron hacer esto —dijo él con diversión.

Reí entre dientes.

—Bueno. La vieja dijo que nos amamos. Ella ha sido una de los pocos que no me han juzgado por todo, me ha dado las charlas correspondientes sobre el bebé y me ha dado algunos consejos sobre nosotros. —Moví las cejas de arriba abajo.

Él sonrió.

—¿Consejos? ¿Qué consejos?

—Ya los sabrás... —Me acerqué para darle un beso.

Suspiró y continuó acariciándome.

—Quizá cuando sea un viejo, como les dices tú, me haga líder. Entonces cambiaré muchas cosas por aquí.

Asentí.

—Bueno, hasta que eso pase, mejor no hacerse ilusiones —me burlé—. Capaz el muerto ya se enterró hasta ese entonces.

Rió. Había pasado mucho tiempo desde que no sonreía y hablaba con ese ánimo que me caracterizaba. Me hacía muy feliz hacerlo feliz.


Aunque los viejos no tardaron en dar más noticias luego de uno de mis últimos exámenes con la anciana.

—La matrona ha determinado que será un niño, por lo tanto, tu hijo se va a llamar Sirio —decretaron—. Cercano a la constelación Orión.

Apreté los labios y acaricié mi vientre, que ya estaba bastante abultado. Al enterarse del significado de los nombres en un futuro, estaba segura de que mi hijo iba a querer saber por qué su nombre era tan distante al de nosotros y nuestra familia, pero no me quedaba más opción que aceptar, si así querían castigarme, no podía hacer más.


Pronto mi bebé vino, luego de algunos meses de solo estar en casa, que no me era problema, aunque extrañaba salir de cacería con mi padre. Arturo me llevó a donde las ancianas y recibieron a mi pequeño. Sí dolió, pero gracias a que sanábamos y éramos fuertes, pasó pronto, y pude sostener a mi bebé Sirio en mis brazos.

No me importaba su nombre, ni que todos dijeran que era un error. Cuando plantó sus enormes ojos, verdes como los nuestros, en mí, lo amé. Aunque era consciente de que lo había amado desde que supe que estaba en mi vientre, solo me arrepentía de tanto miedo intenso que sentí.


Pasaba las tardes arrullándolo. Mis padres y los de Arturo habían venido a verlo, a conocerlo, quienes al inicio pareció que nunca iban a quererlo, ahora parecían no querer soltarlo. Él sonreía y quería tocarle el rostro a todos. Claro que no tardaron en decirme que no lo cargara mucho en brazos, quisieron bañarlo en agua helada para "hacerlo extra fuerte", y que no lo consintiera.

Pero es que era un bebé tan feliz, que no quería arruinarle eso. Apenas tenía dos colmillitos superiores sobresaliendo, pero nada lo detenía cuando levantaba los bracitos sentado en su cama pidiendo que lo levantara, con esa gran sonrisa sin dientes y sus ojazos verdes.

Cuando empezó a caminar, que fue bastante pronto, ya que la anciana había dicho que nuestros bebés se desarrollaban rápido para ser autosuficientes, fue toda una aventura.

Me seguía a todas partes en la casa, observaba cada animalito e insecto que pasaba cerca e intentaba decir sus nombres, que Arturo y yo le íbamos enseñando cuando él señalaba queriendo decirnos que había descubierto algo nuevo.


—Sirio —lo llamé, yendo tras él.

Él iba muy feliz a querer trepar un árbol, persiguiendo a un ave que había visto volar desde un jardín.

—Ese es el niño problema —escuché que susurraban—. Hace un rato tumbó algunos troncos en el mercadillo. —Suspiré y las miré con enojo—. Esa curiosidad que tiene no es buena, va a terminar perdiéndose en el bosque. ¿Recuerdas lo que pasó esa vez...? —se alejaron hablando.

Mi bebé cayó tras su intento fallido de trepar y fui de prisa a consolarlo. Miré a las que habían pasado hablando y ellas retiraron la vista al notar que Sirio ya se había calmado. Era muy fuerte.

Así que, antes de que algo le pasara, llevé a mi hijo al bosque. Le enseñé a cazar, a elegir un buen árbol para trepar y estar a salvo, le enseñé a armar fuego, a no tocar ciertas plantas, y mucho más.


A veces suspiraba profundo mientras dormía...

—Es la angustia que tuviste cuando lo llevabas en tu vientre —reprochó su abuela dándole palmaditas en la espalda—. Pero se le pasará. Debe ser un niño fuerte.

Lo levanté de su cama para mecerlo, sin importar que me dijeran que no hiciera eso. Ver cómo se acurrucaba contra mí, valía todo.


Le enseñé a respetar las reglas, para que no hablaran de él. Le enseñé sobre el honor. No quería que sufriera. No pacté ninguna unión para él, para que no se sintiera preso, como me había pasado a mí. Dejaría que eligiera, o que, por lo menos, fuera ya mayor y consciente de lo que significaba.


—Mami —murmuró—. ¿Por qué dicen que soy un error?

Lo llevaba de la manito por las calles. Entristecí al no haberlo podido proteger de las habladurías, sabía que iba a escuchar un día. Ya lo habían olvidado, pero algunos no.

—Porque sus cerebros están mal —respondí.

Rió en silencio cubriéndose la boca. De todas formas, sabía que un día ya no creería en mis respuestas.

Llegamos a donde los viejos, que habían pedido verme, y entré. Como era puntual, uno de los ancianos, que me estaba esperando, se acercó.

—Gracias por venir. Aunque no debió traer al niño.

—No iba a dejarlo solo. Mi compañero está trabajando en una casa. —Me preocupé—. ¿Acaso es acerca de él?

—Verá, ese niño carga su deshonor, así que ahora que tiene la edad, va a ser entrenado por Orión.

—¿Qué? —Se me enfrió la sangre—. No. Ya suficiente con lo de su nombre, ¿por qué...?

—Nosotros los líderes lo ordenamos. ¿Acaso quiere asumir las consecuencias de desobedecer? Ya bastante piedad le hemos demostrado.

Mi labio inferior tembló al pensar en mi pequeño bebé recibiendo esos entrenamientos. Eran horribles, yo lo sabía porque había visto a los niños hacer toda clase de rutinas. Se me formó un nudo en la garganta.

No nos dejarían en paz al parecer. Debía ser fuerte. Me puse de cuclillas y tomé a mi pequeño Sirio para abrazarlo.

—Mami...

—Vas a entrenar con un señor de ahora en adelante —le expliqué acariciando su cabello. Traté de sonreír apenas para calmarlo, ya que se había preocupado al sentir mi angustia—. Puede que sea duro, pero te va a dar mucho honor. Ya sabes lo que decimos sobre el honor...

—¿Qué hace? —reclamó el viejo—. No tiene por qué explicarle nada. Los mayores ordenan y los niños obedecen.

—Mi pequeño merece explicaciones.

El hombre resopló y negó con desaprobación.

—Su niño es un problema. Ojalá y no le manche más la vida.

—No lo hace.

—Ya se arreglará con Orión. Ahora déjelo. No se consiente así a los niños.

Entonces mi hijo le gruñó, sorprendiéndolo para mal, y a mí, para bien. El anciano finalmente se retiró y volví a abrazar a mi hijo, soltando un largo suspiro.

—Tranquilo, no eres un problema...

—Le estaba hablando feo ese hombre. Perdón, madre.

Le sonreí con ternura y junté mi frente a la suya.

—Gracias por defenderme. Vas a ser alguien grande, Sirio —aseguré.

Él sonrió contento consigo mismo y me abrazó.


Al llegar a casa, Sirio se puso feliz al ver a Arturo, quien dejó lo que hacía en la cocina para venir a alzarlo.

—Hey —le tapó los ojos a Sirio y me dio un rápido beso—. ¿Todo bien? —quiso saber al notar mi angustia.

Respiré hondo y asentí.

—Bueno... Los ancianos decretaron que Orión entrenará a Sirio.

—¿Qué? —Su gran enojo fue bastante palpable—. No. Es mi hijo y va a ser lo que nosotros somos.

—Arturo, por favor...

—¿Por qué tengo que dárselo a ese hombre? —gruñó.

—Si no aceptamos, sabes que nos vamos a meter en problemas.

Negó y resopló, dando un par de pasos, meciendo a Sirio que estaba sentado en su antebrazo.

—Papi, puedo hacerlo, es por el honor de mami —dijo mi pequeño.

Eso lo detuvo para quedar viéndolo con sorpresa. Apreté los labios y lo tomé de sus brazos para rodearlo en los míos y besar su frente. Arturo finalmente suspiró y vino a abrazarnos a ambos.

—Voy a enseñarle mi oficio también, y cuidaré que ese hombre no le llene tanto la mente de ideas.

—Lo sé, yo también —respondí en susurro.

—Ya lo hemos criado bien los primeros años de su vida, y sé que ese es el mejor periodo para moldear sus ideales, pero cuidaré que no pierda su camino.

—Ambos. Juntos...

Iba a cuidar a mi hijo para que no cometiera errores y lo tacharan como a mí, pero también iba a dejar que tuviera un pensamiento más libre. Traté siempre de ser estricta, como mis padres, pero no demasiado como para llegar al mal extremo.

Sirio hizo que me enojara más de una vez, pero nunca dejé de amarlo. Tuve que ser dura a veces, otras, blanda y comprensiva. Si él era feliz, yo también. Era un gran, gran chico, el reflejo de Arturo y yo. Lo mejor de ambos, aunque también con la terquedad y rebeldía. Cosas que, a pesar de todo, no eran del todo malas.

Todo lo que él era lo llevaría lejos, no solo en lo personal, sino también en lo físico. Él iba a ser capaz de romper ataduras y vivir con más libertad. Él era capaz de amar con todo su corazón como nosotros, esperaba que tuviera una vida llena de satisfacciones.


******

Nota: Gracias por haberme acompañado en este mini especial de Enif. Espero les haya gustado :3 un poco de cómo apareció Sirio xD


Weiterlesen

Das wird dir gefallen

4.9M 25.1K 2
-¡Mierda, Michelle! ¿Podrías dejarme en paz? Lo miro con lágrimas en mis ojos y apunto de confesarle lo prohibido. -¡No puedo! ¿Entiendes? No puedo...
190K 24.1K 26
Acércate al mundo de las risas y los planes.
11.5K 946 7
Dios, no sabía lo de ragnarok, pero tampoco quería ir a ver, pero quería salvar su creación, a sus nietos o hijos. . así que decidió, que enviaría a...
Elliot Von Aru

Jugendliteratur

2.5K 272 56
Supongo que debo presentarme, seré lo mas breve posible: lo que explico es solo para entreteneros, fin. ¿No tenéis nada mejor que hacer? ¿en serio...