Ojos de gato Tentador [La ver...

By mhazunaca

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Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 4: Ellos quieren la toxina
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 24: Acoplándonos
Capítulo 25: Algo oculto
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 32: La noche apenas empieza
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 35: Sirio mío...
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Especial Enif: Parte 4 Final
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Capítulo 42: Asuntos pendientes

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By mhazunaca

Desperté adolorida pero completamente feliz al tener su cuerpo ardoroso enredado con el mío. Mi brazo estaba un poco más afectado en la zona donde se me habían incrustado los colmillos de ese H.E; eso tardaría en sanar a pesar de que ya había cicatrizado. Pero había algo más, me ardía la garganta y me sentía extrañamente más caliente, me dolía la cabeza también.

Chasqueé los dientes. «Me enfermé, ¡genial!»

Me quejé bajo mientras me cubría más con la sábana. Sirio abrió sus ojos felinos y quedó mirándome fijamente, ese verde vivo y destellante me envolvió. Me sonrió con ternura, pero pronto puso cara de preocupación y me palpó la frente.

—Oh no...

—Perdón... quizá debí vestirme con algo —murmuré con débil voz.

Besó mi frente y salió de la cama dándome una buena vista de su perfecto cuerpo. Me ruboricé más de lo que ya estaba por la fiebre. Se puso el pantalón.

—Ya vuelvo —dijo con prisa y salió de la habitación.

Me envolví bien con la sábana. Qué vergüenza por no haber traído ropa, ¿en qué estaba pensando? Sí... en nada realmente. Sirio entró con algo de ropa, se sentó a mi lado y tomó una camiseta suave.

—Ven —dijo mientras tiraba suavemente de mi mano, ayudándome a sentarme.

Para mi sorpresa me ayudó a ponerme la camiseta como si fuera una niña pequeña, haciéndome sonreír. Cuán amoroso y atento podía ser. Me ayudó también a ponerme un pantalón de la misma tela suave, y finalmente sacó una colcha de un cajón de su clóset y me cubrió.

Acarició mi cabello.

—Te prepararé algo para que te sientas mejor —susurró.

—No te incomodes por mí, creo que tengo una pastilla en mi mochila...

Frunció levemente el ceño.

—Esas cosas no son buenas, te mejoran algo y te empeoran otra —acarició mi mejilla—, y tú nunca me incomodas. —Me dio un beso en la mejilla y volvió a salir.

Suspiré. Era el colmo, ahora él me estaba atendiendo. Vi el reloj en el estante de libros y me sorprendí, eran las once de la mañana. ¿Tanto habíamos dormido? Miré espantada hacia el jardín. ¿Nos habría visto durmiendo su mamá?

Jalé la frazada cubriéndome más, hasta la mitad del rostro. Sentía vergüenza, ¿qué pasaba si su mamá nos había visto? ¿Habría salido a regar el jardín como aquella vez? Habíamos estado durmiendo desnudos, aunque con la sábana encima, igual me preocupaba. «Qué barbaridad, era una desvergonzada».

A pesar de todo, la felicidad no cabía en mi cuerpo. No podía ser más feliz, mi Sirio estaba de vuelta, no sabía de dónde había sacado tanta suerte. Esta vez no quería que se me escapara, si lo hacía me iría con él. Cerré los ojos.

Al poco rato, Sirio volvió. Traía una taza con un líquido caliente, parecía un té. Me reincorporé y me apoyé en el respaldo, se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo por los hombros. Me dio la taza y me acomodé recostándome en él.

—¿Qué es? —pregunté. Podía ver algunas hierbas en el fondo de la taza, estaba bien caliente.

—Remedio natural —respondió acariciando mi brazo—, es mejor que una pastilla. Tómalo de a poco, te hará bien. Solo tienes un resfriado, pero si te pones peor ahí si tendríamos que conseguir medicina humana.

Reí entre dientes. Soplé un poco y tomé un sorbo.

—Hum... es agridulce...

—Sí.

Apoyó su mejilla en mi cabeza. Seguí tomando de sorbo en sorbo, no era mucho.

—¿Y tu mamá?

—Salió.

Tomé otro sorbo.

—¿Nos habrá visto? —pregunté con algo de vergüenza—. Digo... desde tu jardín, aquí durmiendo...

Sentí su sonrisa por mi cabello.

—No lo sé... por cuestiones de respeto, no ha de haber venido por aquí. Su habitación da al primer jardín además.

Tomé otro sorbo para ahogar la vergüenza y suspiré.

—Bueno... me alivia. —Sostuve la taza con una mano y con la otra libre deslicé mi dedo índice por su pecho—. Cómo añoraba tenerte.

Volví a sentir su sonrisa, ladeó el rostro y me dio un beso en la frente. Continué tomando de sorbo en sorbo mientras las puntas de mis dedos recorrían su piel. Las marcas de sus heridas ya estaban por desaparecer. Sin embargo, la herida de mi brazo tardaría más, el tiempo normal y mediocre de los humanos.

Ya estaba por terminar el líquido, me había dado calor. Acaricié su vientre bajo, tomó mi mano y la subió a sus labios, rozándolos en ella.

—Debes dormir —susurró contra el dorso de mi mano.

—Tú también.

Terminé el líquido y me hizo recostar de nuevo, se echó de costado a mi lado. Me envolvió con la colcha y me rodeó, apretándome contra su pecho. Me sentía como un capullo de mariposa, también sentía calor, pero estaba inmensamente feliz de poder dormir deleitándome con su glorioso aroma. Pronto me perdí en el sueño.


***

Cuando desperté me sentí completamente caliente, había transpirado en cantidad y estaba casi empapada. No me gustaba esa sensación pero había algo más, ya no me sentía mal, podría jurar que estaba sana. Algo debían haber tenido esas hierbas aparte de calentar mi cuerpo con la temperatura del líquido.

Sirio aún me tenía abrazada contra su pecho y estaba profundamente dormido. Me sentí mal al haber sido tan desconsiderada, no le había preguntado cuántos días lo habían tenido así. Aunque, pensándolo bien, quizá no lo sabría.

No quería despertarlo. Me separé unos centímetros y quedé observando su rostro, tan apacible y joven, infinitamente mío.

Pasé unos veinte minutos observándolo, dejando que la tarde empezara a acabar, pensando en muchas cosas. Sobre todo en qué es lo que quería hacer de ahora en adelante, quería poder vivir tranquila con él, olvidándome de los problemas.

Ahora que los evolucionados estaban siendo vistos con otros ojos en las ciudades, la esperanza de lograr eso crecía en mí. Solo quedaba asegurarnos de que Orión no lo buscara más y terminar de arreglar las cosas con su sociedad para quedar en una especie de tregua.

Sirio frunció el ceño, haciéndome salir de mis pensamientos. Se tensó y empezó a gruñir bajo en su garganta. Otra pesadilla. Se me contrajo el corazón. ¿Era que de ahora en adelante ya no volvería a dormir tranquilo?

Logré sacar mi brazo de mi envoltura y acaricié su rostro, pero seguía gruñendo y empezaba a respirar agitado. Saqué mi otro brazo y rodeé su cuello, abrazándolo.

—Amor, estoy aquí —le murmuré a su oído.

Paró de gruñir y me apretó contra su cuerpo, haciéndome saber que había despertado. Suspiré y acaricié su cabello. Era oficial, éramos dos traumados. Besé su frente y sus penetrantes ojos de depredador se plantaron en los míos.

—Perdón, te desperté...

Negué con la cabeza sonriéndole con ternura y empecé a acariciar su rostro.

—Ya me había despertado, estaba observándote dormir —le dije con suave voz.

Me ofreció su hermosa sonrisa de ensueño y acunó su rostro por mi cuello.

—¿Ya estás mejor? —quiso saber.

—Sí, gracias... aunque he transpirado bastante.

Se separó casi de golpe.

—Traeré ropa, antes de que esa humedad vuelva a enfermarte —dijo mientras salía de la cama—. Ve sacándote esa ropa —agregó antes de salir de la habitación.

Suspiré de nuevo. Había estado todo el día en la cama, vaya manera de recuperar el tiempo que había perdido de estar con él.

Me reincorporé. En verdad ya me sentía muy bien. Me saqué la ropa y la dejé a un costado para volverme a meter bajo la colcha, era tan suave. Moverme libremente debajo de esta, se sentía extrañamente acogedor.

Observé el jardín, al parecer su mamá no había vuelto aún. Quizá estaba trabajando, ni siquiera sabía qué hacía la madre de mi esposo. O tal vez había decidido dejarnos en privacidad. Me ruboricé. Tal vez nos había escuchado anoche y por eso salió.

Sacudí la cabeza. No tenía nada de malo, era mi esposo. Además debía recordar lo del material de las paredes. Sirio volvió con nueva ropa.

Mi amoroso, único y deseable esposo.

Me sonrió al ver que me había quedado observándolo de forma intensa.

—¿Sucede algo? —preguntó mientras se acercaba.

Sonreí, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, me liberé de la colcha, envolví su cuello y lo besé. Pegué mi cuerpo al suyo y lo jalé a la cama, haciéndolo caer sobre mí.

—Woah —rió y se apoyó en los antebrazos—, no quiero lastimar tu brazo.

Negué y me apoderé de su deliciosa boca.

Un teléfono sonó, sorprendiéndonos. El sonido venía de mi mochila. El teléfono que tenía no captaba señal, así que se me hizo raro. Sirio salió de la cama antes de que pudiera reaccionar y la trajo, se sentó a mi lado mientras yo buscaba el teléfono y me rodeó con sus brazos. Saqué el aparato, que seguro Max lo había metido ahí.

—Hola —respondí de mala gana—. Creí que las señales no llegaban bien aquí...

—Sí, bueno —habló Max—, dile hola a la tecnología de la armada. ¿Y cómo va todo?

—Excelente —dije sonriendo a causa de que Sirio empezó a recorrer mi cuello con su nariz y uno que otro beso.

—Uf, sí, ya veo...

Sirio ronroneó un par de segundos mientras repartía besos por mi hombro y me aclaré la garganta para que Max no escuchara.

—Tengo algo que avisarte —continuó él—, me pasaron el dato de que saben dónde puede estar el gobernador. Estoy pensando en ir en su búsqueda. Aún podemos convencerlo de que, de una vez por todas, permita la vida en paz con los H.E.

Fruncí el ceño.

—Bueno, ve.

—Ya, pero necesito a Sirio, es parte de mi equipo, no me lo puedes negar —dijo apresuradamente para que no tuviera tiempo a reclamarle.

Igual reclamé.

—Eso solo si él quiere.

—¿Querer qué? —preguntó mi amante contra mi oído, haciéndome vibrar con su hermosa voz.

—Bueno, dile o volveré a llamar —insistió el espeso de Max—, además le ayudaremos a deshacernos de ese tal Orión.

Eso me hizo pensar por un milisegundo antes de que Sirio me distrajera mordiendo suavemente mi oreja.

—Está bien —respondí de forma apresurada y colgué.

Dejé el celular y me abalancé contra mi juguetón esposo, besándolo nuevamente. La noche ya estaba empezando, estaba dispuesta a dejar ese asunto del gobernador y Orión para luego. Por ahora solo quería estar con Sirio y olvidar a los demás.

Nuestros besos se tornaron más suaves y apasionados, acompañados del infaltable y divino roce de sus colmillos, mientras mis manos recorrían su pecho y él acariciaba mi espalda y muslos.

Sonreí.

—Hazme tuya —pedí.

Sonrió y no esperé a que respondiera para volver a besarlo.

Enloquecí con sus labios, acariciaba su cuerpo con brazos y piernas, sus manos recorrieron mi pecho, su piel empezaba a arder sobre la mía. Lo amaba y deseaba con locura, la gente hablaba sobre esta clase de amor en algunos libros y poemas antiguos pero nunca creí que existiera, o al menos para mí.

Sus labios suaves y calientes recorrieron mi cuerpo. Mordió mi mentón, hincándome de forma suave esos bonitos colmillos en la piel. Mis dedos se enredaron en su cabello mientras él bajaba por mi cuerpo, besando, lamiendo y mordiendo, estaba insaciable y yo también.

Bajó ronroneando desde mi rodilla y por la parte interna de mi muslo, donde terminó dándome una suave mordida, haciéndome jadear su nombre. Sonrió satisfecho ante mi reacción, era una sonrisa candente. «Travieso».

—Me encanta cuando dices mi nombre de esa forma —dijo, estremeciéndome con su voz.

Le sonreí también y mordí mi labio inferior mientras se deslizaba sobre mí para volver a mis labios, quemándome con la mirada. Nos besamos con intensidad, mis manos se paseaban por su espalda perfecta mientras él besaba mi cuello y mis labios. Introdujo su lengua en mi boca y jugueteamos un poco, lo oí y sentí gruñir unos segundos. Su dulce aliento me llenaba, pronto nos hicimos uno solo. Sentir cómo me tomaba y se acoplaba a mí era celestial.


***

Respiraba algo agitada mirando al techo mientras acariciaba su cabello. Sonrió y rozó su nariz por mi mejilla, ronroneando. Se dirigió a mis labios y me dio un beso suave y lleno de dulzura.

—Te amo —le susurré.

—Te amo —me respondió y volvió a besarme.

Qué diferente era tener la libertad de desfogar tu placer sin el temor de que alguien te escuchara. Lo empujé gentilmente y giramos quedando yo encima, volví a besarlo.

Estar sin él había sido lo peor, quería recuperar el tiempo perdido. Mi mano recorría tentativamente su esculpido pecho.

—Eres tan... caliente —murmuró contra mis labios.

Sonreí.

—No, tú lo eres —volví a besarlo, no me cansaba de él. Nunca lo haría.

Juntó las cejas un poco confundido.

—Me refiero a... por dentro —aclaró con timidez haciéndome reír un poco—. Okey, tienes que explicarme a qué te refieres tú cuando me dices caliente, o sexy. —Volví a reír y asentí.

Caí rendida a su costado, me rodeó en sus brazos y me apretó contra su cuerpo.

—Eres mi elixir de vida —susurré.

Me había tomado el tiempo y la calma de besar su cuerpo, recorrerlo con mis labios y mis manos, él había hecho lo mismo conmigo. Había experimentando un poco, le había susurrado piropos como solía hacerlo, había dicho su nombre en suspiros y gemidos, le había dejado en claro muchas veces cuánto lo amaba y cuánto lo deseaba.

Besé su pecho.

—Mi Marien —murmuró—, me haces olvidar todo...

—Tú también.

—¿Quieres comer algo? —Asentí y besó mi frente—. Vamos...

Finalmente me puse la ropa que me había llevado más temprano y él se puso el pantalón. Recordé que tenía que ducharme, aunque detestaba tener que deshacerme de los rastros de sus besos. Me encogí de hombros. Ya me ducharía después, no había apuro.

Lo primero que tomé fue agua, estaba sedienta. Me preguntaba si era a causa de haber cubierto su piel de besos. Seguro sí, se requería agua para la saliva, era algo lógico. Él también tomó agua. Reí por lo bajo y me sonrió levemente arqueando una ceja, negué con la cabeza.

—No es nada, estoy feliz... Demasiado.

—Yo también —contestó sonriente.

Calentamos carne y algo de lentejas y nos sentamos juntos a comer, hombro con hombro.

—Así que... ¿Max quiere ir por el gobernador? —preguntó sorprendiéndome.

—Uh... —rodé los ojos—. Claro, debí suponer que podías oírlo hablar. —Sonreí mirando mi plato y le dirigí la vista—. Creí que no estabas prestando atención.

Sonrió y dirigió sus penetrantes ojos a los míos.

—Bueno, no solo presto constante atención a mi alrededor, mi olfato, mi tacto y mi vista están en ti. Mi oído está concentrado en lo que dices, y por consecuencia, en lo que te dicen también.

Reí un poco.

—Vaya, me haces sentir halagada.

—Me fascinas —murmuró con esa voz que me hacía vibrar.

Volví a mi plato y me aclaré la garganta.

—Come antes de que termine haciéndote algo aquí en tu comedor —le advertí con timidez, ruborizada.

Lo miré y se había ruborizado también, arqueó una ceja.

—No me incomodaría —dijo de forma tentadora—, me encantó todo lo que hicimos hace un rato.

Ya que éramos infinitamente íntimos y quería serlo muchísimo más, le había mostrado el sexo oral. Parecía haber perdido más de su inocencia, y al mismo tiempo seguía conservándola, tal y como la tenía cuando lo conocí, era algo extraño pero especial en él.

Quizá el tener sexo no le quitaba la pureza, lo que le quitaba la inocencia a las personas en realidad era la malicia y no el sexo en sí. La sociedad llena de perversión ensuciaban el corazón y la mente de los humanos.

Por supuesto las miradas que nos dábamos mientras me hacía suya, los gemidos, la forma en la que nos tocábamos el uno al otro, sus jadeos, gruñidos, y sonrisas calientes, no eran del todo inocentes ya, pero no existía perversión o malas intenciones, al final, eran cosas diferentes. Él podía ser muy sexual, era todo un hombre, y al mismo tiempo un chico dulce.

Se emocionaba al saber que me hacía disfrutar y enloquecer de placer, había aprendido rápido el arte de amar, parecía haber tomado nota mental de todo lo que me hacía perder la cordura por él. Era un chico muy listo y usaba esa brillantez para aprender todo. Mi esposo, mi confidente y mejor amigo.

Sonreí y me acerqué para darle un beso. Me aliviaba saber que seguía siendo puro a pesar de todo, que yo no lo había alejado de su verdadera esencia, que Orión y sus entrenamientos y maltratos tampoco lo habían cambiado. Sí, era salvaje peleando, pero seguía siendo él cuando se encontraba con sus seres queridos, su mente no había sido perturbada, a pesar de haber sufrido. Era fuerte, era muy fuerte.

—Eres insaciable —le susurré y mordí su labio inferior—. Vas a dejarme seca.

Soltó una hermosa y corta risa.

—Te salvas de que no te ataque ahora porque mi mamá está por llegar.

Enseguida la vergüenza volvió a mí, su mamá estaba por llegar y yo estaba vestida así. Muy tarde, la puerta se abrió y pronto su mamá ya había entrado. 


******

Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

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