Ojos de gato Tentador [La ver...

By mhazunaca

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Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 4: Ellos quieren la toxina
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 24: Acoplándonos
Capítulo 25: Algo oculto
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 32: La noche apenas empieza
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 42: Asuntos pendientes
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Especial Enif: Parte 4 Final
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Capítulo 35: Sirio mío...

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By mhazunaca

Me sorprendí por lo que había dicho, pero luego recordé.

—Sí, debe ser —respondí—. Fui la última en aceptar formar parte del equipo de investigación de la toxina.

—Sí, esa misma —interrumpió—. La señorita Ramos, su tesis sobre toxinas ganó varios premios. Incluso salió en la sección de ciencia en las noticias.

—Sí, bueno, no lo esperaba, nadie ve esa sección.

—Pues nosotros sí, usted dijo que solo requería de la toxina correcta, y se la dimos, pero ha estado ocasionando algunos problemas con base en eso... —Se empezaron a acercar a nosotros. Sirio se puso parcialmente delante de mí. Los hombres quedaron a unos pies de distancia—. Quiero pedirle personalmente que deje de causar problemas —continuó—. Créame que tener a un evolucionado de tu lado no le va a ayudar —agregó, mirando de lado a Sirio.

—No, quiero que por favor usted entienda. No debe usar la toxina, nos matará a todos, además, los H.E. no son el problema.

—Oh, lo son.

—No, el problema lo causamos nosotros al atacarlos.

Los hombres rieron.

—Está loca la pobre —dijo uno de ellos, ganándose el gruñido de Sirio en respuesta.

El gobernador les hizo callar y me miró de forma seria.

—Si mal no recuerdo, sus padres murieron por culpa de unos evolucionados.

—Lo sé. —Tragué saliva con dificultad—. Eso también quería preguntar...

Frunció el ceño.

—Me intriga, jovencita.

—Quiero saber dónde están sus cuerpos, sé que no están en donde deberían.

—¿Y yo cómo iba a saberlo?

—Usted debe saberlo —insistí de forma tosca.

—Ustedes quedan bajo arresto por irrumpir ilegalmente en las instalaciones del gobierno y por promover caos —empezó a decir uno de los hombres—. Ahora, por favor, los evolucionados se deben entregar por las buenas o por las malas.

Sirio se tensó al instante, una puerta se abrió e ingresaron muchos evolucionados, quizá serían unos veinte.

—Jovencita, usted no quería aceptar ingresar a la investigación. Su presencia era primordial por sus conocimientos, como ya ve, nos había fascinado su perfecta tesis. Por otro lado, sus padres amenazaron con divulgar lo que pasaba, por eso ocurrió ese accidente, así usted aceptó, y ellos estaban fuera del camino. Dos pájaros de un tiro —explicó.

—¡¿Qué?! —gruñí.

—Sí, tal y como lo supone, nuestros evolucionados iniciaron el ataque... Ah, espere. —Se acercó más, quedando a un pie de distancia—. ¿Usted creía que podrían haber estado vivos? No fantasee.

La rabia y la desilusión me golpearon e inundaron. ¿Cuántos ataques de evolucionados habían sido reales y cuántos de parte de nuestro propio gobierno? ¿Mis padres fueron víctimas de su trampa solo porque querían crear su estúpida arma y no ser delatados?

—¡Cómo se atreve! —grité con lágrimas en los ojos, queriendo darle un empujón, pero el hombre intentó darme un golpe en respuesta y todo fue caos.

Sirio se le había abalanzado y los otros evolucionados habían reaccionado y lanzado al ataque en respuesta.

—¡Sirio! —grité desesperada, buscándolo con la mirada.

Las cosas se calmaron en pocos segundos, los evolucionados habían logrado separarlo del gobernador antes de que lo dejara inconsciente y lo mantenían sujeto.

—¡No se atreva a tocarla! ¡¿Escuchó?! —amenazó Sirio.

El gobernador se levantó del suelo y se sacudió el traje, pude ver que temblaba, pero simuló estar bien.

—Arréstenlos —ordenó— y maten a los H.E.

Los evolucionados se nos acercaron, uno de ellos me agarró del brazo y el caos volvió a empezar. Sirio le había dado un codazo a uno de los que lo tenían sujeto y de un puñetazo contra el otro se había liberado y lanzado contra el que me había agarrado el brazo. Ácrux y los hermanos también se lanzaron al ataque.

Sinfonía se acercó a mí, completamente asustada. Max y sus hombres también se habían lanzado a la pelea. Ambas soltamos un grito al ver a dos H.E. que se venían a nosotras. Sirio lanzó a uno de ellos con una embestida y al otro lo recibió con un puñetazo. Corrió hacia otro más y dio un brinco, le cayó y lo aplastó contra el suelo, lo levantó y lo lanzó a otro más que venía.

—¿Están bien? —preguntó.

Ambas asentimos y se lanzó al ataque contra otro más, gruñéndole y mostrándole los colmillos, le mordió el brazo. El otro le respondió con un puñetazo y la angustia vino a mí cuando otro más vino por detrás y le mordió el hombro. Me estremecí. Ahogó el grito apretando los dientes y volteando para asestarle un fuerte golpe a su atacante. Volvió a voltear y le dio un zarpazo al que estaba en su enfrente tirándolo al suelo también.

Miré a mí alrededor y los evolucionados del gobernador habían sido abatidos rápidamente por los hombres de Max; sabían pelear y habían cargado sedantes. Aunque al parecer no con suficientes municiones ya que quedaban unos cuantos en pie, los cuales estaban siendo golpeados por varios de los soldados en una especie de carga montón, usando las armas descargadas a modo de bastón.

Escuché una leve explosión que vino de afuera. Miré confundida hacia la puerta que daba al exterior, pero no parecía haber nada.

El gobernador y sus hombres quedaron estupefactos, mirándonos; pronto empezaron a realizar llamadas, pero por sus rostros de confusión al ver sus teléfonos asumí que las líneas no funcionaban.

Max se acercó satisfecho.

—Bien señores, ahora negociemos —pidió—. Desistan de usar el arma, lo tengo todo grabado, esto podría ir al presidente —amenazó.

Los hombres fruncieron el ceño mientras trataban de seguir insistiendo en realizar llamadas. Era raro, las líneas muy rara vez fallaban.

—Señor, al parecer ha habido un corte de luz general —murmuró uno.

El gobernador nos miró con el ceño fruncido.

—¿Qué han hecho con las líneas? —preguntó—. ¿Acaso poseen un arma de shock magnético?

Max juntó las cejas, confundido.

—Deje de cambiar el tema.

El gobernador alzó parcialmente las manos.

—Debemos ver qué sucede.

—Usted no irá a ninguna parte.

Me acerqué.

—Por favor... ¿Dónde están los cuerpos de mis padres? —pregunté.

Sabía que mi pregunta era fuera de lugar, pero quería saber. Frunció más el ceño.

—No lo sabemos.

—No mienta —le gruñó Sirio.

El hombre suspiró con pesadez.

—Los evolucionados que mandamos debían destrozar todos los cuerpos que hubiesen para que no pudieran ser reconocidos y luego se dio orden de incendiar todo para que nadie pudiera investigar. Justo unos minutos antes de que llegase la policía. Ya le dije, tener evolucionados de tu lado no sirve.

Apreté los puños. Lágrimas empezaron a querer salir, estaba llena de amargura. Sirio me rodeó y contuvo entre sus brazos. No podía creerlo, mis padres también habían llegado a hacer amistad con evolucionados, y aun así, no pudieron salvarse. Al menos me aliviaba saber que yo había continuado con su labor de detener a esta gente.

—Sinfonía —murmuró Sirio—, ve ya...

La chica titubeó un momento, pero finalmente caminó hacia la salida. Yo ya quería volver a aquella habitación, refugiarme y consolar mi dolor en los brazos de mi esposo, mi mundo.

Max les hizo señas a sus hombres y estos se acercaron a esposar al gobernador y a sus acompañantes.

—¡No pueden hacer esto! ¡Soy el gobernador!

—No después de que el presidente y las personas vean esto.

—¿Tú crees que a alguien le va a importar? —dijo de forma burlona mientras lo esposaban.

—¡Sirio! —gritó una aguda voz femenina desde afuera.

Era sinfonía. Sirio y los otros corrieron veloces hacia la salida. Max y sus hombres los siguieron y yo también.

Salimos todos y quedé horrorizada, era un enorme ejército de evolucionados, habría como cien de ellos, pero me aterré aún más al ver a uno de los motivos de mis peores pesadillas: Orión.

Me bajó la presión arterial.

—Cuánto tiempo —dijo sonriente. Tenía a Sinfonía, la estaba aprisionando del cuello con el antebrazo. Ella pataleaba y le rasguñaba el enorme brazo que tenía, pero era inútil—. Qué fácil fue seguir a esta niña... —Miró a su costado—. Altair... —Este se abrió paso y salió al frente—. Tenías razón, aquí estaba, era de suponer que no se iba a ir más lejos. Debía quedarse con su humana, no era capaz de dejarla —se burló—. Perdón por desconfiar, pero debía cerciorarme de que aun me fueras leal.

Sirio empezó a gruñirle.

—Suéltala —dijo entre dientes.

—¡Oh Dios! —gritó el gobernador—. ¡Los trajeron aquí, traidores!

Los evolucionados corrieron hacia nosotros en una veloz estampida. Sirio me cubrió con su cuerpo.

—¡No! —pude gritar antes de que los evolucionados nos rodearan y empujaran.

Tomaron al gobernador y lo levantaron del suelo mientras gritaba aterrado. Lo llevaron hacia Orión.

—¡Pagarán por esto!

—Calla o te descuartizamos ahora mismo —le respondió Altair.

—Bueno, es hora, Sirio. Entrégate y no mataremos a nadie —ofreció Orión.

Me aferré a su brazo. El pánico me invadía, no íbamos a salir de esta, no había señal como para conseguir refuerzos. Apreté los dientes.

Mi Sirio, mi Sirio, no podían llevárselo. Maldito Orión. ¿Por qué simplemente no podía dejarlo en paz?

—¿Acaso los ancianos líderes continúan diciendo que debo morir? —retó mi chico.

—Tú ya cargas con una deshonra, la de tu madre, así que se te ha negado una segunda oportunidad.

—No. Si eso es cierto, muéstrame la carta de permiso.

—¿Estás negando tu deshonor? Qué vergüenza.

Asintió en dirección de Altair y los H.E. se lanzaron a nuestro ataque. Recibí empujones por todos lados mientras me separaban de Sirio. Él los atacaba y ellos a él sin piedad, usando colmillos y garras.

Me angustié al pensar que todos moriríamos, y lo que les harían a los hombres de Max sería aún más insoportable, éramos más frágiles que ellos y ellos lo sabían. Me estremecí al escuchar algunos gritos; Sirio se debatía en una sangrienta lucha con dos H.E., no muy lejos de mí.

Corrió hacia el gobernador y fui tras él. Altair había golpeado al hombre, Sirio lo embistió, pero enseguida fue apartado por otros dos salvajes H.E. Le dio un golpe a uno pero dos más aparecieron y lo mordieron sin piedad.

—¡NOOO! —grité con todas mis fuerzas.

El sonido de un disparo me hizo brincar, Altair le había disparado al gobernador con una extraña arma, y ahora le apuntaba a Sirio.

Me lancé a detenerlo.

—¡NO, POR FAVOR! —grité entre lágrimas, empujando su brazo para desviar el disparo.

Altair gruñó y me golpeó, alejándome de él con fuerza, y me disparó.

No...

Me desplomé en el suelo, pero...

...No estaba muerta. ¿Qué?.

Oí el grito de Sirio, venía corriendo y derrapó en el suelo, cayendo de rodillas junto a mí.

—¡Marien! —gritó y me sacudió.

Pude ver la desesperación en su rostro.

¿Qué estaba pasando? No estaba muerta, pero no podía moverme ni un milímetro, mi cuerpo pesaba como el plomo. Empecé a desesperarme, no podía ni parpadear.

—No... ¡NO, NO! —gritó de nuevo.

Me abrazó fuerte aguantando un sollozo y se me rompió el corazón. El creía que estaba muerta. ¡Cómo salía de esta pesadilla!

—Eso fue muy fácil —escuché que decía Altair.

Sirio empezó a gruñir con la furia de un perro lleno de rabia. Alzó la vista hacia él y sentí que el corazón se me quebró más al ver el rastro de las lágrimas en su rostro.

No, ¡quería gritar que estaba viva!

Pero él no lo notaba. Me recostó en el suelo y salió disparado a atacar a Altair. No... ¡Dios no! ¡Lo mataría!

Escuché los rugidos furiosos de ambos. Orión apareció en mi campo de visión, estaba sonriente, sabía que yo no estaba muerta, maldito, lo sabía, ¿qué clase de juego enfermo estaba llevando a cabo?

Sentí el dolor en mi pecho al escuchar el grito de Sirio, cayó al suelo con fuerza y me estremecí en mis adentros. Lo mataría, lo mataría frente a mí. Quería llorar, ¡quería gritar y no podía!

Altair se lanzó a atacarlo de nuevo pero al parecer fue esquivado y chocó contra la tierra. Escuché el gruñido de Sirio de vuelta al ataque, luego un fuerte ruido, ese ruido desgarrador seguido de un grito, al parecer le acaba de romper un hueso o algo a Altair.

Estaba lleno de ira, no podía describir el odio que transmitía. Si tan solo pudiera decirle...

—¡Marien! —gritó Max a lo lejos.

Sirio y Altair entraron en mi campo de visión también, ambos estaban sangrando. Sirio tenía fija su mandíbula en las costillas de Altair, tiró con fuerza y le arrancó la carne haciéndolo gritar, le dio un fuerte puñetazo estrellándolo contra el suelo. Este intentó ponerse de pie, pero soltó un grito de dolor otra vez, al parecer tenía la pierna rota.

No Sirio, detente.

Aprisionó a Altair del cuello dispuesto a acabar con él mientras le gruñía con furia. Los ojos de Orión brillan con maldad.

—Vamos... —le incentivó casi susurrando—. Mátalo...

Sirio dejó de gruñir, pude ver cómo respiraba agotado. Sangraba en abundancia por el hombro, por su costado derecho, por sus brazos. Soltó a Altair y este se desplomó en el suelo, agotado también.

—No...

A Orión se le borró la sonrisa por un momento. Sirio alzó la vista hacia él, lo miraba con mucho odio.

—¿No pensarás enfrentarte a mí, o sí? —le preguntó el hombre volviendo a sonreír de forma siniestra.

—Lo haré, créeme que lo haré —le gruñó Sirio.

—¿Vengarás a tu humana? Estás rodeado —dijo Orión con sonrisa de satisfacción.

Sirio les gruñó con furia, pero pronto se calmó y la tristeza inundó su rostro. Bajó la mirada.

—¿Qué esperas entonces? Mátame... —murmuró.

No, ¡no Sirio, ¡no!

Orión sonrió más.

—No es así de fácil, voy a hacer que me ruegues, que desees no haber nacido. Que tu irresponsable madre no te hubiera tenido.

Sirio apretó los dientes. Me desgarré por dentro, lo mataría frente a mí. Pude ver que estábamos empezando a ser rodeados por los evolucionados. Él enseguida sacó la navaja de su pantalón y se la acercó peligrosamente a la yugular.

¡NO! ¡Alguien haga algo! ¡Dónde rayos estaban todos!

—¿No me matarás? Lo haré yo mismo —amenazó.

Orión sonrió en forma de burla.

—Te ofrezco un trato. —Sirio le gruñó de nuevo en respuesta—. Si haces lo que yo digo no mataremos a tus amigos... Echa un vistazo, todos y cada uno de ellos está rodeado ahora mismo. —Sirio miró de reojo a sus costados y volvió a dirigir la vista a Orión, quien alzó las cejas—. ¿Ves? —Bajó lentamente la navaja con frustración—. Nadie vendrá a ayudarlos, hemos desactivado sus teléfonos con nuestra arma de shock magnético —continuó—. Si no vienes conmigo te mataremos aquí y ahora, y no solo eso, les haremos a tus amigos lo que planeábamos hacerte a ti. Incluyendo a tu adorada humana. —Sirio abrió los ojos ampliamente y dirigió la vista hacia mí—. Así es —dijo con regocijo—. Qué débil te has vuelto al encapricharte con ella, te enseñé siempre a actuar con la cabeza fría, pero mírate ahora. Está viva, inconsciente pero viva, y tu estás tan alterado que no te diste cuenta. Así que... Tú decides.

La mirada de mi amado volvía a romperme el corazón una y otra vez.

No, ¡no quería que se fuera, no, por favor...!

Arrojó la navaja.

—Iré... pero no vuelvas a aparecerte en la vida de ella —respondió—. Júralo.

—Por supuesto. Lo juro, ella no tiene por que seguir metida en nuestro asunto.

Traté sacar un grito desde lo más hondo de mi garganta y no pude, traté de mover mis dedos aunque sea un milímetro y no pude, ¡no podía! Debía detenerlo. ¡Debía hacer algo!

Sirio se acercó a mí y cerró mis ojos.

Sentí su frente junto a la mía y me exasperé, sollocé en mi mente, grité incluso, y no salía nada de mi garganta.

—Perdóname... —susurró—. Te fallé. De ahora en adelante vivirás tranquila. Y por favor, no te preocupes por mí, no llores por mí, no lo merezco. Perdón por lastimarte así, perdón por romper mis promesas. Perdón por haberte metido en todo esto. —Sentí que una lágrima suya cayó en mi mejilla. Era una pesadilla—. Gracias por hacerme conocer tantas cosas. Tú siempre estarás en mi mente hasta mi ultimo aliento. Adiós, mi amada.

Se alejó de mí, rompiéndome el corazón en miles de pedazos, arrancándome el alma y la esencia de mi cuerpo. El mundo se empezó a derrumbar a mi alrededor, moría en vida, estaba muriendo en vida, lenta y dolorosa muerte.

—Así me gusta —ronroneó Orión.


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Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

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