Ojos de gato Tentador [La ver...

By mhazunaca

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Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 4: Ellos quieren la toxina
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 24: Acoplándonos
Capítulo 25: Algo oculto
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 35: Sirio mío...
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 42: Asuntos pendientes
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Especial Enif: Parte 4 Final
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Capítulo 32: La noche apenas empieza

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By mhazunaca

Froté la piel de su mano con mi pulgar y lo miré a los ojos, esos ojos de depredador. Él me estaba sonriendo a labios cerrados, con ternura, eso me tomó por sorpresa. Los recuerdos de la noche me invadieron. Me ruboricé y respiré hondo.

—Así que... —Miré fugazmente mi mano que sostenía la suya y volví a sus ojos—. Mira, no estoy celosa, pero... ¿Quién es ella?

Sonrió de forma fugaz luciendo sus colmillos y mi mente se volvió a inundar de recuerdos, los rasguños en mis labios y el resto de mi cuerpo dieron una punzada como acto de presencia. Volví a respirar hondo mientras él empezaba a explicarme.

—Ella es una amiga que tuve cuando era más joven. —Se encogió de hombros—. Por ser menuda y temerosa los demás disfrutaban molestándola hasta que me enteré y les di su merecido. —Miró por la ventana hacia el campo de entrenamiento que se observaba desde ahí y volvió a verme—. A partir de ese momento anduve con ella a veces, acompañándola, le enseñé a defenderse de a pocos. Los profesores se enteraron y me tenían como el favorito en las peleas, además de ser entrenado por Orión.

Resoplé y arqueé una ceja.

—Y Ursa te apartó de ella —comenté.

Sonrió con vergüenza.

—Bueno, no sabía eso, pero sí sé que hay una regla entre las chicas, que las ancianas les enseñan, que si tienes una futura unión ya pactada, ellas deben alejarse. Lo cual creo que es algo exagerado. Además, nada es oficial hasta que los padres hacen el acuerdo, así que...

Reí entre dientes.

—Vaya, apartan y cuidan a su hombre como leonas.

—Hey, yo soy solo tuyo —aseguró tomando mi rostro y acariciando mi mejilla.

Me ruboricé. Era cierto, yo ya lo tenía todo para mí, ¿qué más quería?

—Perdón. Es que se me hizo muy obvio que ella te... Nada. —Pero recordé esas palabras no funcionaban con él, igual iba a insistir en que le dijera lo que estaba pensando. Suspiré.

—¿Ella qué? —preguntó confundido.

¿Acaso no se daba cuenta de que ella estaba enamorada de él?

—Te aprecia mucho, eras su amigo. —Me encogí de hombros, incómoda—. Y pues, no le agrada Ursa por haber tenido que alejarse por su causa.

Hizo un gesto aceptando lo que había dicho, considerándolo verdad.

—Sí, quizá... —Miró de reojo a la ventana, volvió a mirarme y me sonrió con dulzura—. Creí que estabas molesta porque no le dije que me uní a ti.

—Ah, no. Descuida, lo entiendo, debes tener tus razones —dije avergonzada.

—Por el estado en el que está, no creí conveniente que tuviera que asimilar el hecho de que un evolucionado se podía unir con una humana —explicó manteniendo esa leve y dulce sonrisa—. Pero todos van a tener que saberlo tarde o temprano.

Asentí. Vaya tonta que era yo, preocupándome por las personas que me juzgaban por estar en una relación con él, sin tomar en cuenta que él estaba en la misma situación. Él era el evolucionado que se había unido a una humana.

—Eres muy bueno —murmuré—, por eso te aprecian... Y yo también, mucho. —Solté un largo suspiro, deshaciéndome de mi ligera tensión—. Eres un protector nato, ¿eh? —agregué.

Se inclinó y juntó su frente a la mía.

—Quizá, pero ahora estoy para protegerte a ti, también para darte todo lo que esté a mi alcance. —Se separó.

—Por cierto —dije luego de sonreír como adolescente enamorada—. ¿Qué le pasa a Max?

—Er... —Se rascó la nuca—. Lo sé, está molesto, pero no le presto atención, es que ayer me escapé y lo amenacé.

—Solo le dijiste que no te interesaba salir con otras mujeres.

Me miró con algo de vergüenza.

—Sí, eso... y...

Arqueé una ceja, sonriendo con diversión. ¿Qué más había hecho este chico?

—¿Y?

—Yyyy... le di a entender que si se atrevía a invitarte a salir, le rompería todos los huesos...? —confesó y tensó los labios mirando hacia abajo. Rompí a reír. Ahora sabía por qué Max estaba tan molestoso, lo estaba poniendo a prueba, como si se tratara de un juego. Hombres. Puso una mirada seria unos segundos—. No te ha estado molestando, ¿o sí?

Negué en silencio.

—Eres un celoso —me burle de él, tomando el cuello de su camisa y trayéndolo a mí para darle un beso.

—No lo soy —susurró dándome otro beso—. Solo no quiero que te molesten.

—Estoy bien —susurré en respuesta—. Solo te amo a ti.

Asintió con la cabeza manteniendo su sonrisa.

—¿Vamos? —Se apartó tomando mi mano—. Quiero acabar pronto con esta jornada.

Sonreí más.

—Sí, yo también.

Bajamos y él continuó con lo que tenía que hacer. Quedaron en que llevarían a Sinfonía hacia la salida de la ciudad a la mañana siguiente, pero antes Sirio y los otros evolucionados me acompañarían a hablar con alguien cercano al gobernador. Tal vez que exageraban en cuanto a cuestiones de seguridad, pero era un plan que Max estaba armando para averiguar qué pasó con mis padres, así que por algo sería.


***

Rosy se despidió de Ácrux con una leve sonrisa que él correspondió. Era hora de volver y cenar, aunque yo por mi parte, recordé la noche anterior y la mañana, y mis mejillas empezaron a calentarse, indicando que me había ruborizado nuevamente.

—Hey jovencita —dijo una grave voz a Rosy, al mismo tiempo que la retenía con un leve toque en el hombro, ella volteó al reconocer que era Ácrux—. ¿Gustas cenar con nosotros?

Rosy me miró como pidiéndome una opinión y sonreí, no tenía nada de malo. Volteó enseguida.

—Claro —le contestó sonriente.

Se fueron.

Suspiré y continuamos caminando alrededor del campo cercado para llegar a la entrada posterior del hospital. El sol apenas iluminaba el cielo, pronto se haría oscuro, el silencio era tranquilizador. Miré de reojo a Sirio y parecía estar tranquilo, observaba el campo vacío, o más bien el enorme bosque que se extendía del otro lado. ¿Extrañaría el contacto con la naturaleza? ¿Extrañaría su ciudad?

Quizá hubiera sido bueno que acompañara a Sinfonía, así podría ver a sus padres... Quizá podía decirle que lo hiciera, era lo mínimo que podía hacer por él. No iba a estar solo, así que Orión no iba a poder atacarlo... Quizá. Era por mí que estaba aquí, comprendiéndome y cuidándome mientras que yo solo me ponía insegura tras cualquier pequeñez que ocurría.

No, no, Orión todavía estaba lanzando amenazas, significaba que quizá los ancianos líderes no habían anulado su castigo. Si le pasaba algo jamás iba a perdonármelo...

—¿Estás bien? —interrumpió su suave y grave voz.

—Sí —respondí con lentitud—. Bueno... no —confesé con débil voz—, solo estaba pensando —lo miré a los ojos—. Después de comer te lo digo, ¿sí?

Juntó las cejas, preocupado.

—¿Pasó algo? ¿Hice algo? ¿Es por lo que ocurrió más temprano?

Reí entre dientes.

—No, no, no es nada malo, tranquilo.

Me empiné y le di un fugaz beso en la comisura de sus labios. Su aliento se mezcló con el mío y su aroma amenazó con envolverme, mi cuerpo volvió a latir ante los recuerdos.

Nuevamente me encontraba caminando a su lado, con el molestoso rubor en mi rostro.


***

Sonreí al ver lo que había en la cafetería: pastel de chocolate. No dudé en coger una porción y darle a Sirio, por supuesto a él le encantó.

—Yo había pensado volver a intentar hablar con el gobernador —comenté—. Igual, pensaba pedirte que me acompañaras...

—Eso me alivia —me plantó su seria mirada—, me habría preocupado si no me lo decías y te volvía a pasar algo... —Miró fugazmente hacia su comida—. Me angustié, quizá no lo demostré mucho, pero me angustié muchísimo.

—Perdón —murmuré, sintiéndome culpable.

—¿Por qué pides perdón? —preguntó confundido—. No es tu culpa... Más bien, perdóname tú. —Ahora era yo la confundida. Me miraba fijamente, atrapándome con sus ojos que parecían mirar hasta lo más profundo de mi alma—. Quizá haya cosas que tú quieres que yo haga y no hago, quizá no te complazco en todo lo que te ha de gustar en una relación. Sí, quizá soy terco, no lo sé, quizá te he herido más de lo que creo. Quiero aprender más, hago lo que dicta mi sentimiento, pero tal vez tampoco soy muy expresivo y...

—No —interrumpí—, no necesitas cambiar, eres perfecto así. Te amo así —confesé al final, sintiendo mi rostro caliente.

¿Por qué me pasaba esto? Yo nunca había sido así, los hombres con los que estuve no me ponían tímida, eran relaciones normales, aunque no duraron, ni las recordaba ya. Pero él me desarmaba con esa mirada, vivía ruborizándome por él, y más ahora.

Qué rápido había pasado todo, desde que lo conocí, parecía incierto. Nuevamente me aterraba pensar que era muy bueno para ser cierto y que algo no tardaría en pasar. Yo no quería solo un instante con él, quería toda mi vida.

—Yo también —dijo casi susurrando, sus verdes ojos felinos destellaban algo más que dulzura, era amor. Me quedé hipnotizada—. Te amo con todas esas cosas que te hacen ser tú. No eres solo una humana para mí, eres mi humana, mía... —Un rubor apenas perceptible apareció en sus mejillas—. Más mía que de las formas que pude imaginar. —Recordaba la noche anterior, y por supuesto, la mañana—. Quizá hoy Max estaba molesto también porque estuve distraído, y es que no puedo... —cerró los ojos, suspiró, y sonrió más, volviendo a mirarme de forma profunda, robándome el aliento—. No puedo dejar de pensar en eso... —Me ruboricé más—. Y todavía puedo sentirte encima de mí —murmuró bajo, sonando casi como un ronroneo, sexy—. Lo he hecho todo el día.

Miré el tablero de la mesa, puse las manos en mis mejillas. Tenía que hablarle de eso.

—¿Vamos a nuestra habitación? —murmuré apenas, mi voz se escuchó diminuta.

—Ah, verdad que querías hablar sobre algo...

Asentí y me puse de pie, él me siguió. Le tomé la mano mientras íbamos de camino, palpé el anillo en su dedo y sonreí, sentí como si de pronto ese objeto me consolara y despejara mi nerviosismo.

Era el símbolo de nuestra unión, diciéndole a los curiosos que él era mío y yo suya. Que no había que pedirle permiso a nadie si quería recorrer su cuerpo una noche más, que estaba aquí, que lo tenía donde siempre debió estar: a mi lado.


Al entrar a la habitación, cerró la puerta y encendió la luz. Volteé, colgándome de su cuello y cubriendo sus labios con los míos. Mi cuerpo latió al contacto con el suyo. Su calor y su aliento me envolvieron, el aroma de sus labios húmedos por mis besos me empezó a embriagar. Me apoderé de su labio inferior, gozando de su suavidad y grosor para luego liberarlo lentamente y separarme de él unos centímetros.

—Te amo —susurré.

Pude ver cómo sonreía.

—Yo a ti también... —respondió, se separó un poco más—. Y bien, ¿qué ibas a decirme?

Bajé la mirada unos segundos y volví a perderme en sus penetrantes ojos.

—¿Cómo me ves ahora? —volví a sentirme nerviosa—. Quiero decir... después de lo que hicimos, ¿tu imagen de mí ha cambiado?

Me miró confundido, como si no entendiera por qué hacía esa pregunta.

—Claro que no —respondió—, ¿por qué te vería distinto?

—Eh, bueno... —Mis manos recorrieron el cuello de su camisa de forma inconsciente—. Lo... lo que hicimos... —murmuré—. Te pedí que me desnudaras y... me entregué a ti de esa forma...

Negó con la cabeza sonriéndome con ternura.

—Eres mi compañera eterna, puedes hacer lo que te plazca conmigo: reír, conversar, darme besos... —mostró una encantadora y traviesa sonrisa— ... o desnudarte. Todo lo que haces me encanta.

Me empiné y besé sus varoniles y tentadores labios otra vez. Mis dedos se enredaron en su sedoso cabello. Me estaba acostumbrando a quedar en la punta de mis pies como bailarina de ballet, él me rodeaba por la cintura con sus fuertes brazos y yo dejaba de lidiar con mi peso. Acostumbrándome también al suave roce de sus colmillos. Volví a separarme de forma lenta.

—Bueno... ¿No quieres saber qué fue lo que hicimos exactamente? —pregunté nerviosa.

Sonrió.

—Es que ya lo sé, ¿recuerdas que te dije? Es lo de los hijos, ¿verdad?

Lo abracé, y me sentí algo triste y avergonzada por lo que iba a decirle.

—Sí... es eso, pero... no los tendremos aún. Además... —Alcé la mirada para plantarla en la suya—, tampoco sé si podremos... por cuestiones de compatibilidad genética. —Juntó las cejas, pero no pude saber si era confusión o tristeza, igual, ninguna opción era buena—. Intenté decírtelo cuando me dijiste que querías unirte a mí —agregué con melancolía—, también quería hablarte de esto antes de hacerlo, pero... anoche no pude detenerme.

Me ruboricé avergonzada por haberme dejado llevar por mis instintos y haberlo arrastrado a él conmigo, ahora no sabía cómo se sentiría, si quizá se arrepentía o algo. Yo no me arrepentía de haberlo hecho, pero sí de no haberle explicado.

—¿No tendremos hijos entonces...? —murmuró como si se lo estuviera explicando a él mismo.

—No lo sé, es decir... —Respiré hondo—. Para empezar, las pastillas. —Tensé los labios unos segundos—. Una de las que he tomado, esas son para no concebir un niño por el momento. —Arqueó una ceja. Rayos, ¿cómo le explicaría sin que sonara o él pensara que solo había querido gozarme de su cuerpo y del momento? Qué complicado—. A lo que me refiero es... que a ustedes les dicen que lo hagan con fines exclusivamente reproductivos seguramente, pero yo me entregué a ti por otra razón. —Sus ojos seguían pidiéndome explicaciones—. Es que te amo. Llámalo instinto si gustas, quizá lo es, no lo sé, solo sé que quería entregarme a ti y recorrer tu cuerpo, hacerte sentir mi amor. —Un leve temblor recorrió mis labios.

Juntó un poco más las cejas.

—¿Por qué hablas como si tuvieras miedo? —preguntó preocupado.

—Miedo... a que pienses que solo quiero gozar el momento o algo así... sin tomar en cuenta la verdadera función de ese acto, no lo sé...

—A ver, según lo que me dices entiendo que los humanos no lo hacen solo con ese fin, ¿verdad? —Asentí—. Lo hacen por amor...

—Sí, bueno, a veces tampoco por eso —medité en voz alta, y reaccioné—. ¡Pero yo sí! —aclaré preocupada.

Sonrió, al fin una sonrisa.

—No seré humano del todo pero, créeme, también sentí lo mismo que tú —confesó, haciéndome sonreír también.

—¿Sí?

—Sí, descuida —dijo casi susurrando mientras volvía a abrazarme levantándome momentáneamente del suelo, y respiró hondo en mis cabellos—. Te amo y también siento esas ganas desmedidas de besarte y tocarte toda. —Mi corazón se aceleró, vaya forma directa de hablar, me hizo estremecer sin querer ante la idea. Sentí su sonrisa cerca de mi piel—. Me gusta cuando digo algo y tu pulso se acelera.

Oh vaya, también lograba detectarlo al estar tan cerca de mí.

—¿Qué puedo hacer? Eres todo un seductor, me derrites —ronroneé contra su oído.

—Así que seductor, ¿eh? —contestó divertido—. He escuchado esa palabra... Eso es nuevo, y tomando en cuenta que usted es la que me seduce.

Solté una corta y leve risa, lo miré con cara de inocencia.

—¿Yo, jovencito?

Sonrió aún más y sus ojos felinos brillaron juguetones. Era mi objeto de adoración, qué importaba si me decían que era un aterrador evolucionado, con ojos de depredador y colmillos, y que no podía estar con él por eso. Para mí era lo de menos.

—Sí, tú con tu forma de ser, de hablarme, besarme, tocarme. —Arqueó una ceja—. Con tu cuerpo hermoso, tu piel, tus labios que me hicieron ruborizar cuando tocaron mi mejilla por primera vez...

—No podía evitarlo, me gustaste desde que te vi. —Sonreía, pero recordé de pronto una cosa que tenía mucho que ver con el tema central—. Hum... ¿Me disculpas? Debo tomar una pastilla —dije sintiendo que volvía a ruborizarme.

—Claro —me liberó de su abrazo—, aprovecharé en darme una ducha rápida. —Se separó de mí, el calor de su cuerpo me empezó a abandonar—. Estoy lleno de polvo, perdón.

Negué con la cabeza, dándole a entender que no tenía que pedir perdón. Sonreí y le mandé un beso, él sonrió también.

—Por cierto —dijo mientras rebuscaba en el bolsillo de su pantalón, sacó un pequeño chocolate—, te guardé esto. —Lo recibí con entusiasmo—. Lo compré para ti en el camino de vuelta aquí, después de intervenir en el edificio de seguridad ese. El cacao me hace recordarte también, es del color de tu cabello.

—Gracias, me encanta... pero, ¿no se asustaron de ti?

—Entramos varios con casco, nos habrán creído soldados normales.

Reí. Entró a la ducha y suspiré feliz.

Debí haber entrado con él, pero esperar me daba cierta ventaja para arreglar mis cosas. Recorrí la habitación con la mirada y observé en el suelo, al lado de la cama, su camisa blanca del día anterior, con la prisa al volver del hotel, la había dejado ahí. La recogí y la puse en la silla del escritorio.

Tomé la pastilla y luego me senté a disfrutar del chocolate, dejé un poco en el velador para él. Otra idea corrió por mi mente, él había dicho que podía hacer lo que quisiera, incluso desnudarme frente a él. Reí con ese pensamiento.


***

Salió de la ducha, con el torso desnudo y el pantalón de tela suave con el que dormía. Sonreí al recordar esos días en los que lo veía venir así a recostarse a mi lado.

Me miró sonriente. Estaba sentada de costado en la silla, y el respaldo daba hacia él. Apoyé mi mentón en este, admirando su cuerpo. Él se sentó en la cama, quedando frente a mí.

—¿Qué? —preguntó arqueando una ceja.

—Recordaba —murmuré sin dejar de mirarlo—, cómo me gusta verte así. —Se estremeció con una corta risa silenciosa—. Tu cuerpo me dice: ven aquí, hazme tuyo...

Volvió a arquear una ceja y se inclinó un poco hacia atrás apoyando las manos en el colchón.

—Qué esperas entonces, ven aquí —ronroneó de forma seductora.

Mi corazón se aceleró y me puse de pie mientras mis mejillas se llenaban de color. Él se quedó viéndome con total sorpresa y fascinación, sus ojos me recorrieron de arriba abajo, también ruborizándose.

Me había desnudado y puesto su camisa. Nunca me imaginé siendo tan atrevida, pero era él, con él todo valía.

Sus felinos ojos ardieron en deseo, rogándome que lo llevara otra vez al cielo. Seguramente yo lo miraba de igual forma. Me acerqué subiendo al colchón y acomodándome a horcajadas sobre él. Su aliento ardiente se mezcló con el mío y nos besamos de forma intensa, ahogué un suave gemido contra su boca al sentir su caliente pero fresca piel contra la mía. Acaricié su cabello húmedo recién lavado, su tan bien formada espalda, su pecho. Nuestra respiración se había acelerado enseguida, su piel ardía más con cada caricia. Sus manos recorrieron mis muslos y subieron veloces por debajo de la camisa.

Me despojó de la prenda, me tomó y recostó en la cama con un rápido y ágil movimiento, haciéndome reír entre dientes. Bajó besándome, sus colmillos rozaban pero no hincaban, estaba siendo más cuidadoso con eso, tal y como lo había dicho. Recorrió mi cuerpo besando de forma tortuosamente lenta y deliciosa, haciéndome gemir corta de aliento, queriendo más.

Bajó despacio, lamiendo y besando, llegó a mis muslos y me dio una suave mordida en la parte interna haciéndome jadear de sorpresa y placer que se disparó por mi cuerpo. Me percaté de que miraba hacia mi centro y me ruboricé de golpe, contrayendo las piernas.

—Hey, travieso —reclamé riendo.

Sonrió de lado, robándome el aliento, y viniendo a mí a gatas, elegante como un depredador. Su brazo se coló por debajo de mí y me levantó sin problemas, apretándome contra su cuerpo y llevándome con él.

Cuando me di cuenta estaba sobre él mientras me besaba con pasión y sus manos se paseaban por todo mi cuerpo.

—Me fascinas, quiero explorarte más —susurró entre jadeos.

—Primero déjame hacerte mío —le pedí.

Mordí su labio inferior y me aparté, tomé el borde de sus pantalones y lo bajé con facilidad. Mi corazón palpitaba muy fuerte, verlo desnudo, esperando por mí, con ese cuerpo caliente como el inframundo, que prometía arrastrarme a la locura, que me tentaba de tantas formas.

—Eres tremendamente sexy —susurré apenas, con el poco aliento que tenía.

—¿Qué? —rió entre dientes—. Ven aquí.

Sonreí con emoción y me acomodé sobre él, su calor me envolvió y le dejé entrar, rígido, caliente, invasivo. Iba a hacerlo mío con pasión y ardor. Iba a dejarlo explorar y saciar su curiosidad.

Quería hacerle ver y sentir que lo amaba con locura, pero él no se quedó atrás. Todo era besos, caricias y dulces palabras de amor. Me sentía suya por completo, él jadeaba, suspiraba y ahogaba suaves gemidos y gruñidos de placer contra mi boca, recordándome, una vez más, que no era un hombre humano del todo. Sus colmillos y las puntas de sus uñas rozando mi piel también se sumaban a la lista, me encantaba, todo eso era parte de él.


***

Jadeaba debajo de él luego de haber tocado el cielo llena de placer, víctima de sus ondeantes movimientos, de esas caderas estrechas y afiladas que me habían hecho perderme. Era como si hubiera aprendido enseguida qué era lo que más me hacía gozar. Mordí mi labio inferior mientras él besaba mi cuello. Había sido incluso más intenso que antes.

—Uhm.. —ronroneó—. Sí, me encanta esto, me encanta escucharte disfrutar de esa manera. —Reí entre dientes—. Me encanta tu sabor, el olor, el sonido. Tu hermoso cuerpo haciéndome tuyo, tus hermosos senos, no puedo evitar derretirme en ti, y perderme. —Estaba siendo tan explícito e inocente al mismo tiempo—. Podría jurar que soy el hombre más poderoso del mundo cuando pierdo la cordura adentro de ti.

Reí una vez más mientras él besaba mi cuello.

—Me siento igual —dije—. Exploto alrededor de ti y mi mundo pende de un hilo que solo tú sostienes.

Acaricié su cabello, bajé a su espalda, giré un poco el rostro y besé su mejilla. Dio un suspiro, apoyó su frente en la mía y sonrió. Acaricié su rostro, nos mirábamos con amor, podía sentirlo.

—Te amo —susurró—, al hacer esto... siento realizado ese sentimiento, siento que es otra nueva forma de demostrártelo también... siento tantas cosas.

—Lo sé, yo también siento todo eso y más —respondí de la misma forma.

Me besó con suavidad y se removió con un suave gruñido de placer. Sonreí liberando sus labios. Giró y quedé encima, acomodé mi rostro en su pecho.

Antes no pensé que llegaría a tener algo así con alguien de forma tan fácil, siempre creí que tendría demasiado pudor, que no me atrevería a mucho y que luego hasta cambiaría de forma de ser o mi perspectiva del mundo. Pero pensaba en Sirio y todo desaparecía, con él quería intentarlo todo, quería darle todo. Además era mi esposo, aunque aún no terminaba de asimilarlo porque era algo demasiado hermoso.

—Uh, dame un segundo —le pedí—. Yo también quiero darme un baño rápido —me excusé—. No quiero incomodarte...

—¿Qué? Me fascina tu olor —aseguró—. Así como estás, te recorrería de nuevo, no importa.

Me ruboricé y reí entre dientes.

—Okey, bueno, yo también te besaría con sudor y todo, ¿recuerdas que te dije? Espérame aquí.

Me erguí sobre él, apoyando las manos en sus pectorales, pero él rodeó mi cintura con sus brazos y se sentó, apretándome contra su cuerpo y enterrando el rostro entre mis senos. Volví a reír mientras él se volvía a tumbar en el colchón, todavía conmigo contra su rostro.

—Sirio —reclamé entre risas.

Él solo ronroneó en respuesta. Me apoyé en la cama, separándome. Él me sonreía con picardía, tomó mi rostro y me atrajo para besarme suavemente.

—Me fascinas. Me fascina tu cuerpo —confesó en susurro contra mis labios.

—A mí me fascina el tuyo, lo sabes. Ya vuelvo.

Solo me enjuagué rápido para estar fresca, aunque me encantaba tener su aroma masculino en mí, pero así me era más rápido salir en la mañana al laboratorio.


Al salir, me quedé viéndole, me esperaba como un dios en la cama. Ese cuerpo, esos músculos. Apagué la luz y fui hacia él desnuda, sin pudor alguno, sabiendo que me veía a la perfección aunque estuviera oscuro. Me acunó contra su pecho y entrelacé mis piernas con las suyas. Iba a dormir desnuda con él siempre que pudiera, no tenía dudas.

Me acerqué a sus labios para seguir besándolo y llenándolo de mí, para que, de ser posible, mi aroma se quedara con él hasta el día siguiente y todos pudieran olerlo en él.

Pronto recordé que le había visto mirando hacia el bosque. Suspiré. El empezó a acariciar mis cabellos, relajándome, y haciéndome sonreír apenas.

—Tengamos otra cita —murmuré, lo miré—. Podemos ir al bosque que está cerca, y tener un picnic.

Sonrió un poco más.

—Sí, me gustaría.

—Hoy te vi observarlo. —No pude evitar sentirme culpable—. ¿Extrañas tu ciudad?

Tensó los labios.

—Está bien, sé que voy a volver, no te preocupes por mí, yo me preocupo por ti.

—Sabes que no puedo evitar preocuparme por ti, no quieras cargar con todo tú solo. —Le di un beso más.

—Estoy bien, como dije, voy a volver. —Sonrió—. Y contigo. Es decir, si todavía gustas...

—Sí, por supuesto. —Le di dos besos seguidos haciéndole sonreír ampliamente.

—Hoy recordé que se acerca el día de las abejas.

—¿Eh?

Apoyó el codo en el colchón para verme mejor, y continuó acariciándome.

—Es el día en el que algunos le bailamos a las abejas.

Sonreí ampliamente también.

—Oh vaya, ¿le bailan a las abejas? Quiero ver eso. ¿Cómo es?

—Bueno, los músicos tocan, por supuesto, y pues creo que todos los jóvenes se saben los pasos. Son simples, algo como mover los hombros, ir de aquí para allá dando brincos y cosas así. —Me encantaban él y su pintoresca cultura—. Los adultos ya no lo hacen sin embargo, lo hacen los chicos.

—Aw, me hubiera gustado verte.

Rió entre dientes.

—No estuve en algunos, por cuestiones de entrenamiento, pero... —encogió fugazmente su hombro—. Sí, era una de las pocas cosas que son consideradas como diversión, ya sabes, no nos divertimos a menudo. Hay trabajo que hacer. Te llevaré a mirar cuando estemos ahí, también al festival de la luna.

Suspiré. Me hacía muy feliz saber de él, quería que me contara anécdotas de su vida, quería saber las cosas que hacía, más de sus festividades que parecían ser muy distintas a las nuestras.

—Te amo demasiado —le susurré, volviendo a besarlo.

Mis besos lentos se fueron volviendo apasionados nuevamente, su piel volvió a encenderse bajo mi piel. Sus manos recorrían mi cuerpo mientras yo también me aventuraba a tocar todo lo que mis manos podían alcanzar.

Mi mano se dirigió a su parte baja, que nuevamente estaba deseando entrar en la dulce acción. Jadeó apenas ante mi tacto y sonrió algo avergonzado.

—Vaya —murmuré—, eres un joven vigoroso e insaciable...

—Lo siento, como dije, no es voluntario...

Sonreí y negué con la cabeza. Volví a besarlo de forma apasionada, más que dispuesta a hacerlo mío otra vez.


****

Nuevamente, esta escena está sin censura narrado por Sirio en su libro, en mi perfil :3 jejej

Copyright © 2014 Mhavel N.

Todos los derechos reservados.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia, cargo y/o multas.

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