Ojos de gato Tentador [La ver...

بواسطة mhazunaca

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Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... المزيد

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 4: Ellos quieren la toxina
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 24: Acoplándonos
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 32: La noche apenas empieza
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 35: Sirio mío...
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 42: Asuntos pendientes
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Especial Enif: Parte 4 Final
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Capítulo 25: Algo oculto

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بواسطة mhazunaca

Fuimos a una de las instalaciones de los de seguridad, pero por alguna razón le negaron el pase a Max, alegando que estaban en entrenamiento privado. Nosotros lo esperábamos al frente mientras él volvía a intentar.

Buena parte de la edificación casi formaba parte de la alta muralla de la ciudad. Sirio estaba con los lentes, por si acaso alguien le prestara atención, miró hacia un costado del edificio, y juntó las cejas en un gesto de duda y confusión.

—¿Qué sucede? —pregunté preocupada.

—Detecto el olor de algunos H.E. —murmuró.

Max cruzó la calle, bastante molesto.

—Bueno, será otro día —gruñó, nos miró y se dio cuenta de que algo pasaba—. ¿Qué?

—Sirio dice que olfatea a más evolucionados —dijo Marcos.

Max nos miró confundido.

—Serán cadáveres de algún ataque —luego de encogerse de hombros.

—No —respondió Sirio—. Sé cómo huele un cadáver.

Avanzó cruzando la calle y lo seguimos. Nos metimos por un estrecho callejón, había una vieja puerta oxidada semiabierta. Antonio me detuvo.

—Quédate atrás —pidió casi susurrando.

Max se interpuso entre los dos.

—De preferencia más atrás —completó.

Fruncí el ceño.

Nos adentramos por la puerta. Sirio nos guiaba, parecían ambientes en abandono, con algunos muebles metálicos olvidados. La poca luz de la noche hacía que todo se viera digno de una película de terror. Una rata pasó corriendo, me sorprendió, pero no grité, ya esperaba encontrarme algo así.

Al avanzar comencé a captar leves sonidos, parecían gritos, como de hombres entrenando o peleando. Conforme avanzamos más pude distinguir otros ruidos: disparos, explosiones cortas, golpes fuertes, el roce de los zapatos sobre el piso. Hasta que otro nuevo sonido me hizo estremecer: gruñidos de evolucionados y gritos.

Pasamos a un ambiente amplio. Del otro lado de una vieja puerta se podían escuchar claramente esos ruidos, por ahora solo eran órdenes de alguna voz masculina.

—Si esto pasa, señores, quiero que intenten esto... El soldado Ryan les demostrará —exclamaba la voz.

Nos acercamos de prisa a la puerta, tenía una ventanilla oxidada. Sirio y Max la acapararon, Marcos y yo nos tuvimos que conformar con algunos agujeros en la puerta causados por el óxido.

Me horroricé. Un H.E. con una mascarilla metálica, como para evitar que mordiera, sin garras, lleno de cortes, sangrando y agotado, a la espera. Frente a él había un soldado de seguridad, más atrás se encontraba el que yo suponía era el principal. Y frente a esa especie de anfiteatro, unos cuantos hombres que parecían ser alguna especie de élite en cuanto a esta organización.

—Soldado —ordenó el que había estado hablando.

El soldado tomó un arma, nunca fui buena para las armas, solo observé que era de esas que tenían una hoja metálica a modo de puñal en el extremo, una muy antigua. Me angustié cuando alguien que no estaba en mi campo de visión obligase al evolucionado a avanzar, hincándole con algo en la espalda.

Se lanzó al «ataque». ¿Qué ataque? Si estaba completamente privado de sus armas naturales.

El soldado hizo un movimiento para esquivarlo, agachándose y girando, moviendo el arma consigo, esta pasó cortándole el abdomen al evolucionado, que gritó y cayó al suelo.

—Muy bien —lo felicitó el jefe—. Como ven, estas armas tienen un metal especial... —El soldado respiraba agitado, observando al H.E. en el suelo—. Tranquilo soldado, se curará. Es solo una bestia —le increpó.

Estaba horrorizada, eran ciertas las historias. Me percaté de que Sirio estaba tenso. Tuve miedo, lo había traído a la boca del lobo. Qué tonta había sido.

—Vámonos —susurré.

Miré de reojo a Marcos, y podía ver que también estaba horrorizado. Se sorprendió así que volví a mirar por el agujero para ver por qué.

Estaban haciendo ingresar a dos evolucionados, estos parecían estar más sanos. Liberaron sus manos y uno de ellos se lanzó al ataque. Un choque eléctrico de parte de uno de los soldados lo tumbó al suelo y empujaron al otro al centro de la arena. Al rato lo siguió el que había sido electrocutado.

—Señores, qué gusto —dijo el jefe, ambos le gruñeron—. Tranquilos —los calmó—. Su sociedad no los quiso, los desterró, así que seremos generosos. Pelearán a muerte. El que gane se quedará aquí y nos servirá para entrenar. Dennos un buen espectáculo.

La multitud exclamó casi eufórica.

—Argh, todo esto es cruel hasta para mí —murmuró Max, asqueado.

Me di cuenta de que Sirio estaba emitiendo un muy bajo y grave gruñido, tenía los puños apretados. Puso su mano sobre la manija de la puerta y me aferré lo más fuerte que pude a su brazo.

—No, por favor, no —le rogué.

Me estremecí al escuchar los rugidos furiosos de los evolucionados que habían empezado a pelear, pero no iba a soltarlo aunque muriera. Max se dio cuenta y lo detuvo de los hombros.

—¡No te metas, nos matarán a todos! —exclamó en voz baja—. Piénsalo, contrólate.

Él respiró hondo, calmándose.

—Como ven —exclamó el principal—, son bestias salvajes, no controlan sus instintos, solo matar.

Rogaba poder salir de aquí pronto.

—He grabado —dijo Max, sacando una mini cámara de su bolsillo—. Los acusaremos con los de las sociedades protectoras y con el gobierno mismo si es necesario.

Salimos enseguida.


—Llamaré a un amigo que tengo en una de esas asociaciones —murmuraba Max mientras marcaba un número en su móvil.

Me acerqué a Sirio. Había apoyado la espalda en la pared y estaba con los brazos cruzados y mirando al suelo muy molesto. Quedé frente a él, Alzó la vista relajándose por unos segundos y luego volvió a mirar al suelo con la misma expresión de enojo.

¿Qué podía hacer? No había nada que pudiera hacer, me sentí inútil, era tal y como lo había dicho Ursa, otra vez.

Crucé los brazos también mirando al suelo con tristeza. «¿Qué es lo que hubiera hecho ella?». Apreté los labios convirtiendo mi boca en una línea recta en mi rostro, frustrada.

Max conversaba con su amigo por teléfono, Marcos se acercó a nosotros, suspiró y también se apoyó en la pared.

—Listo —anunció Max acercándose—, mañana temprano iré a verlo. Vuelvan ya al hospital, no tardan en salir todos de este lugar.

Asentí, Sirio aún seguía en la misma posición. Suspiró y apoyó la cabeza en la pared, mirando hacia el cielo unos segundos y luego nos miró. Ya no estaba furioso, pero seguía tenso.

—Sé cómo te sientes —dijo Max—. Estoy en una buena posición, tengo un ejército, podemos organizarnos con más gente y hacer algo, no sé... Alguna marcha. Las sociedades protectoras van a dar el grito al cielo, podríamos incluso iniciar una guerra civil.

—¿Qué hablas, Max? —repuso Marcos—. Estás hablando de algo muy grave, esto tiene sus inicios en algún tipo de corrupción, algo más grande que nosotros.

—Sí, pero no nos quedaremos callados, quiero que vengan conmigo mañana —sugirió—. Ya vamos.


Sirio caminó a mi lado pero no sentía que estuviera conmigo. Al llegar al hospital apenas cenamos.

—¿Qué sucede? —nos preguntó Rosy—. Traen cara de tragedia.

Marcos nos dio una ojeada.

—De aquí te cuento —le dijo.

Terminamos de cenar y fuimos a nuestra habitación.


Entré a ducharme, no quería enfrentarme al silencio de Sirio, no sabía qué hacer. Tontamente, deseaba tener alguna comunicación con Ursa para preguntarle qué es lo que haría.

Me di cuenta de que estaba bajo la ducha, inexpresiva, mientras el agua me caía sin parar. Terminé de bañarme y me puse pijama.

Al salir vi a Sirio apoyado en el marco de la ventana, como en la primera vez que fui a su cuarto, pero estaba bastante serio. Volteó a mirarme y sonrió apenas, una sonrisa que no impactó en su profunda mirada, luego volvió a ver hacia el cielo nocturno.

Me acerqué a él y lo abracé fuerte, enterrando mi rostro en su espalda.

—¿Todo bien? —preguntó.

Sacudí la cabeza contra su espalda en gesto de negación.

—No soporto verte triste —susurré, la voz me traicionó quebrándose un poco.

—No... no lo estoy —murmuró suavemente.

—¿Entonces? —la voz se me volvió a quebrar. «Rayos».

—Quizá me siento indignado, impotente, estas cosas pasan cuando hay guerras. Seguramente esos evolucionados también mataron humanos —suspiró—, pero aun así, también son víctimas de las cabezas detrás de esas batallas, incluyendo líderes como Orión.

—No hay excusa para lo que hacen esos hombres, están locos, es de enfermos, es... inhumano.

—Lo sé... siento que hayas tenido que ver eso, y siento haberte preocupado.

Volví a negar con la cabeza.

—Perdóname por no saber qué hacer para mejorar tu estado de ánimo.

—No digas eso —murmuró de forma dulce—. No tienes que disculparte, no es tu deber saber qué hacer para subirme el ánimo, o...

—Claro que sí —le interrumpí—. Soy tu esposa, debería saberlo y me siento inútil.

Hizo ademán de voltear a verme así que tuve que soltarlo para dejar que lo hiciera. Quedó mirándome.

—No eres inútil. —Tenía las cejas casi juntas en una expresión de preocupación y tristeza.

Bajé la mirada. Ahora le estaba complicando más las cosas, «genial».

—Perdón —dije casi en un susurro—, pero... —Me detuve, no sabía si era buena idea traer a colación lo que me había dicho Ursa, justo ahora. No, definitivamente no era buena idea, ya había sido hacía días y era estúpido e inmaduro de mi parte—. Nada, descuida, olvídalo.

Él tensó los labios acentuando más su expresión.

—No lo olvidaré. Al decir olvídalo no hará que se me borre de la cabeza automáticamente, dime qué ibas a decirme —habló.

Me sentí diminuta. ¿Estábamos discutiendo ahora? Se me hizo un nudo en la garganta, me la aclaré un poco para poder hablar.

—Ursa... —Alcé la vista fugazmente para ver su expresión, ahora estaba confundido—. Me dijo que yo no valía para ti, porque no sabía muchas cosas, y entre esas el hecho de no saber qué hacer si algo te enojaba... algo así —qué tonta era, ya ni recordaba bien—. Al parecer ella sí sabía mucho sobre ti. Yo ni siquiera sé cuándo es tu cumpleaños. Tu mamá estaría muy feliz si tú estuvieras con ella. —Una traicionera lágrima corrió por mi mejilla.

Me di cuenta y maldije por lo bajo limpiándomela enseguida. Me estaba comportando como una bebé. Tenía ganas de llorar más, ¡pero de cólera!

Retiró de forma delicada otra estúpida lágrima, sacudí la cabeza.

—Perdóname, soy una tonta. Ya estoy vieja para estas cosas... —Pegó sus labios contra los míos rodeándome con sus brazos y me atrajo hacia su cuerpo, levantándome del piso.

Rodeé su cuello y me sentí como en el primer beso que le di. Nos besamos de forma suave e intensa, disfruté otra vez del perfecto grosor de sus labios, su textura, su aroma.

—Au —exclamé en voz baja sin querer.

Mi labio inferior había sido atrapado fugazmente por sus colmillos del lado derecho, hincándome. Él se detuvo al instante.

—Discúlpame, no lo hago de forma intencional —dijo preocupado.

Sonreí.

—Lo sé, descuida, me gusta —susurré. Rocé mi nariz con la suya, luego rocé mis labios con los suyos y respiré su aliento embriagador—. Ni siquiera son tan largos, apenas sobresalen de los demás dientes, hasta a veces te ves súper lindo.

Frunció el ceño con diversión.

—Sí, eh, no sé por qué siento que no quiero que me veas como algo lindo.

Reí.

—¿Entonces cómo? ¿Varonil? ¿Sexy? —susurré al final volviendo a besarle.

—¿Qué se supone que significa eso?

Volví a reír y me volví a fundir en un nuevo e intenso beso.

—Perdóname —pedí en un suspiro contra sus labios.

—No hay nada que perdonar, sé tú misma y punto. Olvida lo que dijo Ursa, no hay nadie que yo quiera a mi lado más que a ti. Creo que soy fácil de descifrar, si aún no sabes algunas cosas sobre mí no te será difícil averiguarlo con el tiempo. Además, si quieres saber algo, solo pregúntame.

—Hum —murmuré, no había despegado mis labios de los suyos, seguía rozándolos con suavidad y lentitud—. Me pica la curiosidad, ¿cuándo es tu cumpleaños?

Sonrió y me dio un suave beso.

—El primero de mayo, creo.

—¿Crees? —reí—. ¿Acaso no estás seguro?

—Solo mis padres lo recuerdan y lo celebran solos, a nadie más le concierne, después de todo ellos me obtuvieron ese día, ¿sabes? No es como que yo me obtuve a mí mismo —dijo con diversión.

Oh, vaya... Okeyyy...

Reí y silencié mi risa dándole más besos.

—¿Qué es lo que te levanta el ánimo?

—Depende, si estoy estresado: corro, si estoy triste: corro —reí entre dientes—, si estoy angustiado por algo: corro. Y si hay obstáculos, mucho mejor. Creí que ya lo habías deducido.

Lo besé. Lo amaba, quería entregarme a él y a la pasión... Espera, ¡debía enseñarle...!

—Hum... —me separé a regañadientes—. Dame un segundo.

Me miró arqueando una ceja mientras me liberaba, le guiñé un ojo y sonrió.

—Bueno —murmuró—, mañana debemos ir a denunciar a esos corruptos, así que...

Suspiré con algo de tristeza de pronto. Él había pasado por tensión y estaba agotado, tal vez no era momento para adentrarlo a un nuevo tema. Guardé las pastillas.

—Sí, a dormir —dije. Sería al día siguiente entonces...—. Te haré un masaje en la espalda, ¿quieres?

—Uhmmm —pensó—. Bien, muéstrame, la verdad no sé bien en qué consiste, pero dame unos minutos...

Jaló sus cosas y entró a la ducha. Me recosté a esperarle con una sonrisa en el rostro y alivio en mi interior.


Sentí que me apretaba contra su caliente cuerpo, yo me encontraba ya semidormida, apenas fui consciente. Rocé su piel fresca y cálida con mi mejilla, sonriendo apenas. Enterré mi rostro en su pecho, le di un beso y volví a dormirme sin siquiera darme cuenta.

Caramba...


***

Desperté con sus suaves caricias como el día anterior. Si un día me faltaba todo esto, no sabía qué iba a hacer. Me estiré un poco y besé su mentón, me acomodé deslizándome sobre él y quedé encima. Me perdí en sus ojos de verde intenso y pupilas rasgadas. Rocé mi nariz con la suya.

—Buenos días —susurró.

—Ummm —ronroneé a mi modo mientras besaba sus labios.

Sonrió.


Me cepillaba el cabello, ya lista para salir y empezar el día, él salió de la ducha con una camisa azul marino en la mano y el pantalón cargo negro puesto. Quedé perpleja, había olvidado que le habían dado uniforme, pero también porque le vi demasiado sexy. Me ruboricé y sonreí apenas como adolescente.

Me atrapó mirándole y se acercó a mí, dejando la camisa a un lado de la cómoda, y me tomó por la cintura.

—¿Te quedarías un rato conmigo? —Retrocedió llevándome a la cama con él.

Reí entre dientes. Volví a quedar sobre él como más temprano y nos besamos. Él me gustaba mucho, me hacía volar como adolescente enamorada. Deslicé mi dedo por su pectoral, mordiendo apenas su labio inferior.

—Te gusta tenerme encima —murmuré con una divertida pero atrevida sonrisa, volviendo a tocarlo para provocarle esas nuevas sensaciones.

A él parecía encantarle.

—Eso... Y retozar en la cama contigo.

Reí.

—Perdóname, anoche no pude hacerte el masaje, más tarde lo haré, ¿sí? —susurré y volví a besarle, aprovechando en tocar más ese caliente y marcado pecho.

Él sonrió.

—Si sigues así siento que te haré algo, no sé qué, pero me provocas hacerte algo.

—¿Ah sí? —noté que mi voz había sonado seductora—. ¿Qué te provoca hacer? Podrías descifrarlo y hacérmelo... algún día de estos. —Arqueé una ceja sonriéndole de forma tentadora.

Me miraba fijamente, y me reí un poco ante el leve rubor que se había formado en sus mejillas, parecía haber entrado en una encrucijada.

—No sé si sea buena idea —dijo casi en susurro.

—Ah, entonces sí sabes qué quieres. —Se ruborizó un poco más y negó—. Dímelo, dímelo —le pedí mientras le daba besos.

—Quisiera... tocarte también —confesó en voz baja—. No... me muero por hacerlo. —Tensó los labios—. Perdóname, no puedo evitarlo. Y las ganas que tengo son tan fuertes que me asustan, y no quiero lastimarte.

Ahora yo era la que se había ruborizado.

—Puedes hacerlo, no me lastimarás —le susurré haciendo que se sorprendiera.

—Pero tú lo haces suave, en cambio yo no sé si...

Lo besé de nuevo.

—Confío en ti. Por favor, hazlo.

Sus ojos me recorrieron de forma rápida y una leve sonrisa apareció en sus labios, su mirada se mostro curiosa pero también traviesa. Tomó mi cintura y sus manos se colaron debajo de mi blusa, mientras me volvía a robar el aliento con otro beso, pero el fuerte sonido de mi teléfono nos hizo sobresaltar.

—Caramba —renegué mientras me separaba de mala gana para ir a contestar.

Estaba al lado de otro teléfono. Sirio también había recibido uno pero al parecer estaba apagado.

—Hola —saludó Max desde el otro lado de la línea—, después de almuerzo vamos a ver a mi amigo a la asociación de protectores esos.

—Ah, sí...

—Y avísale a tu mascota que tiene que venir ya, y que prenda ese teléfono.

Resoplé.

—¡No te refieras a Sirio de esa forma! —le advertí.

Escuché que se reía divertido.

—Claro, claro —respondió entre risas—. Nos vemos.

Colgué frustrada, miré a Sirio y él sonreía. Se puso de pie.

—Descuida, lo dejaré inconsciente en cuanto tenga oportunidad.

Debí suponer que iba a escuchar con facilidad él también. Reí entre dientes mientras le veía ir por la camisa y ponérsela, ruborizándome de nuevo. Se le tan veía guapo... Quería recorrer mis manos por todo ese escultural cuerpo...

Lo detuve en la puerta, tomando la pequeña placa con su nombre que colgaba de su cuello por medio de una cadena, se la había dado Max.

—Esta noche no te me escapas —le susurré.

Tiré suavemente del cuello de su camisa al mismo tiempo que me empinaba y devoré sus labios.

Alguien se aclaró la garganta haciendo que nos detuviéramos, era Marcos, me sentí avergonzada de que nos hubiera visto así. ¿Era que acaso hoy todo nos iba a interrumpir?

—¿Vamos? —preguntó.

—Sí —respondí, volteé a ver a Sirio—. Te veo más tarde —le sonreí de forma dulce.

Me devolvió la sonrisa y se fue. Marcos arqueó las cejas.


—Pareces adolescente enamorada —dijo en tono divertido mientras caminábamos, pero yo sabía que me lo estaba reprochando.

—No lo sé, no planeaba que me vieran —contesté.

Suspiró.

—Bueno, pero es que se hacía tarde y quise pasar viéndote.

Me percaté de que había algo raro en su expresión, quizá pasaba algo malo. Nos dirigimos a la morgue. Había una camilla, y sobre esta un cuerpo, estaba cubierto con una sábana blanca.

Marcos me miró y asintió con la cabeza. Me acerqué y retiré parcialmente la tela, era un H.E., quedé sorprendida.

—Me dijeron que lo han traído de otra ciudad en la que hubo un ataque pero...

—Es el de ayer —completé su frase.

—Tiene el cuello roto, eso solo lo puede hacer otro H.E. —Me estremecí y me alejé un poco—. Bueno... servirá para seguir investigando, ya saqué una muestra para ver bien el código genético y rastrearlo si fuera posible. —Lo observó unos segundos más—. Lo guardaré.


Luego de eso nos fuimos al laboratorio a seguir con las células. Me preguntaba cómo estaría Sirio, ¿cuánto tiempo más pasaría para tener una verdadera vida con él? O quizá esta sería mi vida, en tiempos de luchas.

Me había quedado pensando en la nada mientras observaba una célula del tejido óseo.

—Son salvajes, ¿verdad? —preguntó Marcos, su voz fue apenas audible.

—Sí, algo...

—Deberías tener cuidado —murmuró apenas.

—¿Por qué? —junté las cejas en señal de duda por su pregunta.

—Él también es un H.E. —Se aclaró la garganta algo nervioso—. Ya sabes... Son peligrosos.

—Sirio no es peligroso —dejé en evidencia mi leve molestia por lo que había dicho.

—Ya pero... seguro lo has visto pelear contra otros...

—Bueno, no es peligroso para mí —insistí de la misma forma.

Suspiró, cambió de muestra en el microscopio y lo observó, luego continuó.

—Me preocupa, solo eso. Es que... nadie puede controlar a un animal o un ser salvaje, siempre les gana el instinto...

Resoplé frustrada.

—¿Por qué todos los ven como animales? —pregunté impaciente.

—Solo con ver sus células deduzco que incluso podrían no ser humanos, Marien.

Lo miré con el ceño fruncido pero intrigada a la vez. También había pensado en eso, todas las cualidades que poseían eran muy distintas, eran en verdad como la versión mejorada de un ser humano. Pero tanto código genético indicando esos cambios también podía significar que no éramos compatibles en absoluto.

A veces solo parecía que tenían una apariencia similar al humano pero que no estaban emparentados con nosotros, eran algo más, una especie de nueva creación de alguien o algo. Había bajado la mirada al llegar a esa conclusión, Marcos tenía algo de razón.

—¿Ahora lo ves? —preguntó casi susurrando.

Alcé la vista, lo miré unos segundos y volví a mirar al microscopio.

—Sí... lo veo —murmuré apenas—, pero Sirio no me haría dañó.

—Bueno, eso no es todo —continuó—. ¿Qué clase de vida podrías llevar con él?

—¿A qué te refieres? —fingí duda, sabía a lo que se refería, yo misma me había preguntado lo mismo por Sirio cuando quiso unirse a mí.

—Estamos en malos tiempos. Él no puede estar en la ciudad sin que los de seguridad intenten matarlo, y tal vez usarlo en sus enfermizos espectáculos internos. Y ahora está entrenando con el ejército de Max, ¿no crees que eso podría sacarle su lado más salvaje como a los otros evolucionados, que están dominados por su instinto?

—No se hará salvaje —afirmé, pero sentí un leve y tonto miedo igual—. Él ya ha entrenado casi toda su vida en su ciudad, de forma salvaje como tú dices.

—Ese es otro punto, él pertenece a su mundo y tú a este. Tú no puedes abandonar tu vida e irte a vivir a su ciudad, y él no puede quedarse aquí para siempre... A la larga tendrá que ser así.

Sentí un nudo en la garganta, había pensado lo mismo alguna vez. La tristeza me invadió, no quería separarme de Sirio. Quizá no solo lo amaba sino que también estaba encaprichada, esos motivos eran suficientes como para no haberme enamorado de él, pero no lo había podido evitar.

Sentí que el corazón se me estrujaba cuando pensé que quizá llegaría ese día, en el que tuviésemos que separarnos por esas razones y que todo esto hubiera sido una simple locura y quede en el pasado para ser olvidado, mi fugaz romance con un evolucionado.

Si lo pensaba bien, ni siquiera llevábamos años de novios o algo así, apenas si le conocía.

—Lo amo —dije casi en un susurro con la voz algo quebrada, como si esa fuera la única verdad absoluta, el único motivo que justificaba todo lo demás, la única cosa que anulaba las razones por las cuales no deberíamos estar juntos.

—Sí, lo veo... —suspiró—. Tranquila, ya olvídalo, solo decía, perdón por decirte todo eso... Es que hay que pensar en todo, ya sabes, como científico que soy, tiendo a pensar mucho.

—Está bien —respiré hondo para mejorar mi voz—. También lo había pensado. Había tratado de hacerle entender, pero no sé si él tenga conciencia de esto.

Quizá al final sí iba a ser así, quizá hacerme a la idea de que todo iba a terminar un día sería mejor, para no morir de dolor.


*****

Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

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