Ojos de gato Tentador [La ver...

By mhazunaca

5.8M 273K 76.4K

Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 4: Ellos quieren la toxina
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 25: Algo oculto
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 32: La noche apenas empieza
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 35: Sirio mío...
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 42: Asuntos pendientes
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Especial Enif: Parte 4 Final
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Capítulo 24: Acoplándonos

92.3K 4.3K 1.1K
By mhazunaca

Salimos del edificio de seguridad, tenía mi mano aferrada a la de Sirio.

—Sabes que no es necesario que hagas esto —le dije en voz baja procurando que solo él me escuchase—, el gobierno también me paga. Intentaremos detener la lucha, pero no quiero que te involucres. Compraré un departamento y nos iremos ahí.

—Marien —dijo con su suave voz grave—, has cuidado mucho de mí, siempre me inculcaron que debía cuidar de mi familia cuando la tuviera, y ahora quiero hacerlo, desde que te vi, quise cuidar de ti.

—Lo harás, pero no significa que yo no vaya a cuidarte también, no voy a dejar de protegerte, no aguantaría que te separaran de mí.

—Quiero sentirme útil, quiero estar listo en caso de que Orión llegue a encontrarme un día. No quiero que se atreva a tocarte.

—¡¿Y crees que yo estaría feliz si llega a tocarte a ti?! —pregunté intentando medir mi tono de voz.

Marcos se nos acercó y respiré hondo para calmarme.

—No le hagas caso a Max, Antonio. Aunque a mí me gustaría entrenar con ellos, en vez de estar ahí en el hospital. —Le lancé una mirada de advertencia para que se callara y me miró asustado—. Está bien, bien, lo siento —dijo—. Solo decía.

Suspiré.

—Sí bueno, lo siento también —murmuré con tristeza.

Caminamos en silencio unos minutos hasta que Rosy me jaló hacia un costado y me habló en voz baja mientras continuábamos caminando.

—Amiga, tranquila, todo está bien. Mira, he pensado que si te parecería bien ir a ver una película o algo y luego los dejamos a ustedes solos para que tengan una especie de luna de miel, ¿eh? —sonrió de forma picara.

No pude evitar reírme, Sirio me miró y sonrió con alivio. Me aclaré la garganta.

—Rosy, no... Ya te expliqué que ellos llevan la vida un poco diferente...

—¿Qué? Pero su anatomía es igual a la de los hombres humanos, y ya sabes a qué parte de su anatomía me refiero.

Volví a reír.

—No es eso —dije sonriente.

Decidí explicarle lo que sabía sobre las reglas de los evolucionados mientras caminábamos tranquilamente por la calle. Marcos le hacía preguntas a Sirio, seguramente sobre sus cualidades. Había oscurecido bastante pronto, así que ya no me preocupé mucho porque la gente viera sus pupilas.

Conforme le iba explicando a Rosy las cosas que sabía sobre los H.E., lucía más sorprendida.

—Vaya... ¿entonces es un milagro que Antonio se haya enamorado de ti?

Reí levemente.

—No lo sé, él no sabía lo que estaba sintiendo, solo sabía que yo «le encantaba» de alguna forma y ya.

—¡Aw! —exclamó—. ¿Y cómo fue que te lo dijo? Se han besado al menos, ¿verdad?

Sacudí suavemente la cabeza sonriente. Me sentí avergonzada.

—Fue por un loco impulso mío... —Escogí con cuidado lo que le podía contar. Alcé la vista y miré de reojo a Sirio, una leve sonrisa se asomó en mis labios—. Te conté que Antonio traicionó a uno de los suyos por salvarme, ¿verdad? —ella asintió feliz—. Bueno, estuve encerrada en una celda por unos pocos días, creyendo que no lo volvería a ver. Así que cuando lo vi aparecer, yo... No sé, creí que era algún otro sueño mío en los que él estaba conmigo... y lo besé.

Rosy sonrió emocionada.

—¿Y cómo reaccionó? ¿Qué dijo? —preguntó ansiosa.

—Asumo que lo sorprendí, al principio se congeló, pero luego empezó a tratar de corresponderme...

—Aw, su primer beso.

Reí, esta joven no dejaba de hacer preguntas.

—Oigan chicas —llamó Marcos—. ¿Vamos a cenar algo por ahí?

—Claro —respondimos las dos.

Sirio me sonrió de forma dulce al verme más tranquila. Rosy me miró de forma pícara.

—No importa lo que le hayan enseñado hasta ahora —dijo sonriente—. Ahora eres su esposa, y se nota que te ama, va a dejar hacerse lo que tu quieras. —Sacó de su bolsillo un paquete de pastillas—. Por eso me tomé la libertad de comprarte esto —me lo dio y quedé estupefacta, eran pastillas anticonceptivas. Me ruboricé por completo—. ¡Feliz luna de miel! —exclamó en voz baja.

Me reí completamente ruborizada y avergonzada.

Los métodos anticonceptivos habían evolucionado en los últimos siglos, ahora la gran mayoría eran cien por ciento efectivos y estas pastillas en particular hacían efecto el mismo día, pudiendo tomarlas cuando a una se le antojase.

Quizá las tomaría, pero aún no podía ir tan rápido, apenas estaba empezando recién. Lo amaba, pero no me sentía bien conmigo misma abusando de todo lo que me había dado y de su inocencia, tenía miedo, ¿qué pasaba si algo fallaba entre los dos y él se arrepentía? Sabía lo feo que era arrepentirse, y teniendo una mentalidad diferente como la suya... Agradecí avergonzada y guardé el paquete en mi bolsillo.

Entramos a un restaurante y nos quedamos en la terraza, así la oscuridad ayudaría a que la gente no notara los ojos de Sirio. Tuvimos una tranquila y amena cena; Sirio estaba nuevamente maravillado por la rara comida humana. Esta vez habíamos escogido un restaurante de pastas, una comida que había sido gestada en un lugar que alguna vez se llamó Italia, cuando este no estaba bajo el mar.


***

Volvimos al hospital, Sirio y yo pasamos viendo a su padre antes de ir a nuestra habitación. Estaba dormido en la camilla, había mejorado notablemente. Fuimos hacia la zona de investigaciones y por las habitaciones, los dos evolucionados estaban rondando por ahí.

—Mañana estará completamente recuperado, ¿verdad? —preguntó el H.E. del que no sabía su nombre.

—Sí, tendremos que revisar si sus huesos ya soldaron, eso es algo delicado —respondí.

—Gracias, tengan buenas noches.

Sirio tomó mi mano y fuimos a nuestra habitación.

Me quedé observando las pastillas.

—¿Estás enferma de algo? —preguntó preocupado, sacándome de mis cavilaciones.

—No, descuida, es por otra cosa. Algún día de estos lo sabrás —respondí suavemente.

Suspiró y sonrió.

—Me pregunto cuándo llegará ese famoso «algún día de estos».

Reí y lo abracé, buscó mis labios y se los di sin dudarlo. Lo besé sin apuro, gozando una vez más, acoplándome a él, otra nueva experiencia. Tiré suavemente de su labio inferior, él sonrió e hizo lo mismo, cuidando de que sus colmillos no me hincaran demasiado.

—Debes dormir —le dije con cariño.

Rozó su mejilla con la mía a modo de caricia, como un felino.

—No estés molesta conmigo —susurró.

—No lo estoy.

—No quieres dejar que cuide de ti...

Rodeé su cuello con mis brazos poniéndome de puntas y acaricié su cabello, pegando su frente a la mía.

—Solo estoy preocupada, puedes hacer otra cosa en vez de meterte a pelear y eso...

—¿Y qué más podría hacer? —preguntó con leve tristeza—. Soy un H.E., ¿qué más podría hacer en esta ciudad?

Entristecí, no había pensado en ese detalle. Suspiré. Eso pasaba por apresurar las cosas, pero nunca iba a arrepentirme de haberme unido a él, claro estaba. Ojalá el mundo fuera uno solo, mi mundo estaba dividido en dos.

Besé su mejilla.

—Bueno, por ahora si gustas, únete a ellos, pero veremos qué pasa después, ¿bien?

Me mostró una bella sonrisa.


Luego de alistarnos para dormir quedé viendo la cama. Dormiríamos juntos por primera vez como pareja, y de algún modo me sentí nerviosa. Él salió usando solo un pantalón suave, el pecho descubierto, provocándome tocarlo. Sacudí la cabeza, él apenas había dormido unas pocas horas, debía descansar, y yo debía recordar que iba a mostrarle las cosas poco a poco.

Él apagó la luz, se recostó a mi lado y quedó mirando al techo. Si ya le habían inculcado cosas como cuidar a la familia y así, ¿le habrían dicho algo de las parejas aparte de que ellos sí dormían juntos? No sabía si él sabía cómo ser romántico, aunque... lo era, a su modo, y me encantaba. ¿Si me lanzaba besarlo? ¿Y si solo lo abrazaba? ¿Y si...?

—¿Dormirías en mi brazos? —preguntó volteando a mirarme, acelerando mi corazón en felicidad.

Me deslicé hacia él, quien me recibió con los brazos abiertos y me apretó contra su cálido pecho desnudo. Enterré mi rostro en éste y le estampé un beso. Él rió en silencio y se separó un poco para ver mi rostro. Estaba feliz y me di cuenta de que sólo eso me importaba, hacerlo feliz.

Volvió a apretarme fuerte contra su cuerpo y soltó un bajo y grave ronroneo, digno de un gran felino. Reí entre dientes.

—Sabía que ronroneabas.

—Créeme que no lo hago desde que soy muy, muy pequeño.

Lo besé suave, no quería pensar en eso, en que habían sido duros con él desde niño para entrenarlo y hacerlo fuerte. Quería que tuviera paz y fuera muy feliz.

Me embriagué con su delicioso aroma y al parecer nos dormimos casi al instante por el agotador día.


***

Desperté con sus caricias en mi cabello y me sentí en un sueño. Despertar así todos los días, no quería perder eso, me sentí demasiado feliz. Mi rostro estaba acunado por su cuello, le di un suave beso ahí.

—Buenos días, señorita —murmuró bajo.

Vi la hora y reaccioné. Me aparté y le sonreí con algo de vergüenza, saliendo de la cama y corriendo al baño. Dejándole algo confundido.


Examiné el estado de su padre y fui a darles las noticias.

—Debe quedarse un día más, sus costillas están mejor, pero el brazo no; con un día más bastará —les dije.

—Está bien —comentó Sirio con una sonrisa de alivio.

—Esperaremos, no hay problema —agregó Phoenix.

Marcos vino a buscarme.

—Marien, vamos al laboratorio, necesito tu ayuda con unas cosas.

Tiró de mi brazo sin darme oportunidad de reaccionar, volteé a mirar a Sirio. Él y los dos compañeros de su padre quedaron viendo cómo me alejaba. Había olvidado lo que era trabajar y limitarme a verlo solo en las noches. Me entristecí de repente, me había acostumbrado a estar con él todo el día.

Me dejé arrastrar hasta el laboratorio. Al llegar Rosy me sonrió, se acercó y me apartó de Marcos.

—Oye —reclamó él.

—Enseguida te la devuelvo —le respondió. Me empezó a hablar en voz baja—. ¿Y, ya?

Reí avergonzada.

—No, ya te expliqué cómo son las cosas —le dije sonriente.

Hizo puchero.

—Bueno... ¿pero al menos me vas a contar como fue cuando lo hagan? —preguntó esperanzada.

—Quizá, si me acuerdo.

—Ok, me quedo con eso.

Me reí, ella volvió a lo que estaba haciendo y fui hacia Marcos.

—¿Y bien, qué necesitas?

Sonrió.

—Ayúdame a clasificar estas células, son de un H.E., estoy comparándolas con las humanas.

Me dio unas muestras y junté las cejas, confundida.

—¿De dónde sacaron estas muestras? ¿Han traído algún cadáver?

Me miró con intriga.

—Hum... no, solo nos las traen para que hagamos estudios sobre ellos —respondió.

Se me hizo un nudo en el estómago, en algún lugar había habido alguna otra pelea y habían conseguido más cadáveres de evolucionados, eso era muy probable.

—Siempre les traen muestras... —murmuré.

—Sí.

Resoplé y empecé a examinarlas.

—Esta sin duda es del sistema nervioso —comenté casi para mí misma.

—Genial, apúntalo.

Continuamos en silencio, hasta que él lo volvió a romper.

—Y dime... así que estás casada con él —sonreí—. Cómo cambian los tiempos.

—Es como una locura juvenil, pero igual... no me arrepiento.

—No creo que sea una locura juvenil, simplemente se dio, y está bien así, supongo.

Continuamos clasificando las muestras. Al rato volví a hablar.

—Quisiera conseguir una cita con el ejército o el gobierno, o quien sea, no pueden usar esa toxina.

—Sí, es como si hubiesen buscado la forma de que trabajásemos con ella hasta tal punto que la dejemos prácticamente lista para que ellos la tomen y la usen. Claro, no contaron con el ataque que hubo. Además el presidente no está de acuerdo, así que tenemos tiempo. De seguro el hombre no quiere arruinar su imagen para asegurarse con las siguientes elecciones. Esta mañana anunció que habrá una reunión con todos los gobernadores del mundo para debatir ese tema, será en un par de meses.

El alivio me recorrió, teníamos tiempo por ahora. Había olvidado que el estado no podía llevar a cabo algo tan radical sin que el gobierno mundial lo cuestionara.

—Es verdad... Sirio ha decidido unirse a Max, no me gusta la idea, pero si lo aceptan como evolucionado ahí podría ser un comienzo para que poco a poco vayan conociendo cómo son.

—Ah, genial. Entonces después de almorzar vamos a verlo.

Recordé que al menos vería a Sirio en las tardes y eso me alegró.

Terminamos de hacer las distintas investigaciones y pruebas.

Pude ver cómo una célula H.E. se curaba en tiempo récord, cómo un glóbulo blanco destrozaba al virus más fuerte. También comprobé que el esmalte de sus dientes era quizá más resistente que el de los humanos. Sus ojos podían captar más colores, significaba que Sirio veía el mundo más hermoso y diferente.


***

Fui a paso ligero buscando a Sirio. No estaba en nuestra habitación, no estaba en la cafetería, tampoco en donde su padre. Empecé a preocuparme por lo que había dicho antes, sobre ir a ver a su madre. Me angustié, sintiendo que quizá lo perdería así de pronto.

Marqué un número en el comunicador.

—¿Sí? —preguntó Marcos desde el otro lado de la línea.

—¿Tenemos jardín o biblioteca aquí?

Me dio las indicaciones. Fui hasta el jardín, era un lugar semi público, lleno de árboles y vegetación, muy bonito, pero Sirio no podría estar aquí quizá, ya habría venido a verme al olfatearme cerca.

Me dirigí hacia la biblioteca y suspiré con alivio al verlo sentado leyendo un libro, me miró y sonrió. Me acerqué y me senté a su lado.

—No te encontraba, me preocupé...

—¿Por qué? No voy a ir a ningún lado —respondió con dulce voz.

—Creí que... quizá te habías ido.

Acarició mi rostro al notarme preocupada.

—Hey, no me iría sin decírtelo.

Me recosté en su hombro. A veces sentía que se esfumaría o que me lo arrebatarían. El asunto de Orión buscando matarlo quizá me carcomía sin que me diera cuenta. Yo sin él, sabiendo que no volvería nunca, esa era mi mayor pesadilla.

—Eres tan especial que a veces no me pareces real, quizá este sea el sueño más hermoso que esté teniendo.

Sentí que se estremeció ligeramente en una corta risa silenciosa.

—Yo diría lo mismo.

Cerré los ojos volviendo a suspirar con alivio, respirando su aroma unos segundos. Di una ojeada a lo que leía y sonreí.

—¿Etiqueta social? —pregunté. Felizmente no había agarrado anatomía... O quién sabía si...

—Para hombres, dice —respondió sonriente y se encogió de hombros—. Aunque hay muchas cosas que ya sabía, y es obvio que debo hacer por respeto, ¿habrá alguien que no las haga?

—Oh sí.

—Es verdad, ¿me buscabas por algo?

—Ah —me había perdido con él nuevamente—, Marcos nos espera para almorzar y luego ir a ver al odioso de Max.

—Vamos entonces.


***

Max nos esperaba en la entrada del edificio, estaba con los brazos cruzados y recostado en el marco de la puerta. Sonrió satisfecho al vernos.

—Me honra, señor H.E. —dijo complacido—. Ya hablé con todos aquí —extendió los brazos como alguien que da la bienvenida—, ya no tendrás que ocultarte. Por lo menos en este edificio. —Sirio arqueó una ceja—. ¿Qué? —replicó—. Prometí que me portaría bien, ¿o no? Síganme.

Nos miramos y lo seguimos, el guardia se acercó.

—Lo registraré —le dijo a Sirio—, venga por favor.

Nos dirigimos al escritorio y tomamos asiento. El guardia acomodó unos papeles en la mesa, vinieron dos más y quedaron de pie a nuestro costado. Noté que estaban tensos, seguro se debía al hecho de que estaban tratando con un evolucionado, y este no estaba intentando matarlos.

—¿Me permite su identificación? —pidió el guardia, extendiendo la mano.

Sirio rebuscó en su bolsillo y se la dio, el guardia la observó unos segundos.

—Jonathan Antonio Ramos —murmuró arqueando una ceja. Sirio sonrió levemente, el guardia continuó—. Bueno, es obvio que es falsa, ¿cuál es su verdadero nombre?

—Sirio —respondió él sin vacilar.

El guardia lo apuntó en la hoja.

—¿Apellido?

—No usamos apellidos.

El guardia dejó de anotar y le miró con extrañeza.

—Bueno, te asignaremos uno. ¿Edad?

—Veinte.

—Vamos por aquí, vamos a medir tu estatura.

Se acercó a una máquina que empezó a tomarle medidas de su cuerpo mientras el principal revisaba la información.

Los evolucionados solían pesar algo más de lo normal. Eran macizos, pura fibra, y según lo que había observado, sus huesos también eran otra obra maestra. Yo no dejaba de observarle, él me atraía mucho. Sirio tenía el garbo de un elegante depredador, y era mucho más alto que varios de hombres presentes. Me di cuenta de que me miraba y le sonreí.

La máquina continuó con sus escaneos, esta vez sobre posibles enfermedades que pudiera tener, pero él estaba sano por completo. Vi que Marcos estaba cerca de ellos y los escuchaba con mucha atención, reí levemente.

Max se me acercó y se quedó de pie a mi costado.

—¿Y ese anillo, hermosa? —preguntó.

Resoplé impaciente.

—Es obvio, ¿no? —respondí.

—Bueno, ¿dónde está? —dijo en tono de burla—. Si no te cuida terminará perdiéndote.

—Eso no pasaría.

Volteó a mirar de forma fugaz hacia el grupo de hombres, luego volvió a mirarme.

—Yo puedo darte más emoción que cualquiera de esos médicos del hospital —sugirió de forma seductora.

La risa me venció. «Si supiera». El guardia volvió y Max se retiró.

—El H.E. insiste en que le pongamos su apellido ya que él no posee ninguno.

Lo miré incómoda por referirse a mi Sirio como «el H.E.». Respiré hondo para contenerme.

—Claro, inscríbalo como él desee.

El guardia asintió y continuó apuntando en el papel.

—Vamos a tomarle la foto y eso sería todo —le dijo otro guardia a Sirio.

Max y Marcos se acercaron a mí.

—Luego de esto quiero ver algunas de sus habilidades, podría enseñarles una de las instalaciones que tenemos en la muralla de la ciudad —comentó Max.

—Caramba —se quejó Marcos—, no traje nada para apuntar. Ah, mi teléfono...

—Sirio no será objeto de tu investigación —repliqué.

Marcos me lanzó una mirada de súplica.

—Él está de acuerdo —repuso.

—Veo que estás a cargo de vigilar a ese ser, ¿no? —comentó Max apoyando una de sus manos en el escritorio—. Un salvaje H.E. al lado de una humana... —meditó para sí mismo, algo sorprendido—. ¿No es algo peligroso para ti?

—Ellos son más de lo que tú crees —aclaré mirándolo de forma seria.

Max miró a Sirio que estaba ocupado aún con los guardias, los hombres estaban bajando la intensidad de la luz pues sus ojos la reflejaban toda y salían brillando en la foto como si fuera un felino, sonreí por eso.

Max volvió a mirarme.

—Es raro, el gobierno nunca nos ha dicho algo diferente sobre ellos, y la verdad nunca me detuve a pensarlo. Ya sabes, solo los he visto atacar y gruñir como salvajes. Más esas películas en las que los muestran así...

—Es cierto, a veces se sobrepasan, está en su naturaleza... —miré a Sirio—. Pero son solo los que han sido entrenados para eso, y desde jóvenes les han inculcado que los humanos somos de lo peor. Así que una vez que llevan a cabo un ataque se dejan llevar por su instinto. Sirio siempre tuvo dudas sobre nosotros, y conocí a otros que son igual a él, son completamente civilizados. Pero tienen sus extras: saben cazar, por ejemplo.

—Debiste tomar fotografías —se lamentó Marcos.

Reí. Sirio me miró y sonrió, los guardias lo dejaron libre. Max se reincorporó y se cruzó de brazos al ver que se nos acercaba.

—Bien, gato salvaje. Vamos a ver qué puedes hacer.

Fuimos al campo. Max se puso frente a Sirio y trotó en su mismo sitio para calentar, Sirio frunció el ceño con extrañeza.

—Bien —dijo el muchacho mientras se ponía en posición de pelea—, quiero ver si el entrenamiento que tomé es suficiente para un combate cuerpo a cuerpo.

Me sorprendí.

—Espera —intervine—, no dejaré que lo lastimes.

Sirio arqueó una ceja.

—Descuida —me dijo despreocupado, y pude ver que le divertía esto.

—No le hará nada —agregó Marcos—. ¿Alguna vez has pensado qué pasaría si golpeas a un león? Tú lo sabes, Marien. Sabes lo macizos que son, no podrá moverlo ni un centímetro.

Suspiré frustrada. Sí, lo sabía, pero de todos modos me molestaba.

—Oh, ¡claro que sí! —exclamó Max—. He entrenado, le daré un golpe y lo lamentará.

Hizo ademán de golpearlo moviendo el puño izquierdo, pero me sorprendió incluso a mí cuando disparó su golpe con el puño derecho. «Tramposo». Sirio lo esquivó con total calma, Max apretó los dientes y volvió a atacar. Lanzó un puñetazo que también fue esquivado y giró veloz para dar una patada, Sirio dio un leve brincó hacia atrás y derrapó en la tierra volviendo a esquivarlo.

—¡Rayos! —exclamó Max—. ¡Deja que te golpee!

Se lanzó para intentar volver a golpearlo, debía admitir que sabía pelear y usaba técnicas. A los hombres de seguridad nacional les enseñaban todo eso, las peleas cuerpo a cuerpo de las antiquísimas culturas asiáticas, que tampoco existían hoy en día, solo sus descendientes. Pero todo eso no servía de nada si intentaba pelear contra un ser que era el doble de rápido.

Max dio dos puñetazos avanzando lo más rápido que podía, dio un salto dando una doble patada. Sirio se agachó y giró dando una barrida, golpeándole la pierna y haciéndolo caer de espalda.

Se quedó ahí.

—Mierda, ya estaría muerto, ¿verdad? —murmuró cruzando los brazos.

—Sí —respondió Sirio—, después de que cayeras me habría abalanzado a tu cuello, y eso sería todo.

—¡Bien! —exclamó frustrado—. ¡Es por eso que usamos armas de fuego! —renegó, y se puso de pie—. Vamos a la otra instalación.

Salimos del lugar. Max estaba con el orgullo por los suelos, al parecer en verdad pensaba que tendría una oportunidad.

Quedaba en claro que si un H.E. quería escapar de un combate cuerpo a cuerpo, podría hacerlo sin problemas, y no había más opción que dejarlo ir. Pero si su intención era enfrentarte y matarte, tampoco tenías opciones. Salvo el pequeño secreto de Sirio, si tenías suerte y lograbas golpearlo con algo en la cabeza podrías salvarte, un golpe muy, muy fuerte.


****

Copyright © 2014 Mhavel N.

Registrado bajo derechos de propiedad intelectual, caso número 1-2261766092 United States Copyright office. Prohibida toda copia parcial o total, toma de ideas de la trama, personajes, adaptaciones. Bajo pena de denuncia.

página de Facebook www.facebook.com/ojosdegatotentador


Continue Reading

You'll Also Like

1.1M 81.5K 64
Separada de sus padres al nacer y obligada a comenzar a trabajar con tan solo dieciséis años para pagar sus estudios y mantener a la persona que más...
34.1K 4.8K 56
Todo inició con un beso robado y con la necesidad de venganza que nació después de ese acto. Manu y Karla tienen pocas cosas en común, ella es espon...
673 94 13
Dios a casa uno nos da formas de lidiar con lo qué pasa a nuestro al rededor y lo qué pasa dentro de nosotros. Escribir fue lo que me dio a mi. Como...
3.5M 292K 53
~> Segunda parte de "Pacto con un Vampiro" El drama en la vida de Abby parece no tener fin. El vampiro ha dejado de lado lo ególatra, y por fortuna...