regreso del señor tenebroso ⁴...

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Insatisfecha con lo qu... More

𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐒𝐄𝐍̃𝐎𝐑 𝐓𝐄𝐍𝐄𝐁𝐑𝐎𝐒𝐎
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒊𝒙
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 )

𝚞𝚗𝚊 𝚗𝚊𝚟𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚍𝚒𝚏𝚎𝚛𝚎𝚗𝚝𝚎.

Los sueños no se habían detenido desde la noche de Halloween, normalmente Alaska no los recordaba en su mayoría o no eran tan importantes como para pensar en ellos. Sin embargo el de la mañana de Navidad fue diferente. No se trataba de un vivido recuerdo de su infancia ni nada parecido, era extraño.

Se despertó de golpe, empapada una vez más de pies a cabeza en sudor frío. Ann se había levantado, era la única que se encontraba en la habitación, se veía preocupada.

Alaska recordaba con exactitud lo que vio mientras dormía. Aquel hombre otra vez, el que la había dejado, parecía estar arrepentido de su decisión y le cantaba de sus razones, la depresión por la que estaba pasando y cientos de otros problemas. Tuvo la sensación de que ese hombre se había metido dentro de su cabeza para dejar todas esas ideas.

—Está vivo. —Soltó la rubia sin pensarlo antes.

—¿Qué? ¿Alaska, de que hablas? —Su amiga hizo un ademán para acercarse, para tocarla pero ella no lo permitió.

—¡No! Por favor, Ann, te lo pido. No me toques, no ahora.

Se levantó de la cama mientras le prometía a Ann que estaba bien, que no ocurría nada malo con ella. Se dirigió directamente hacia el baño para ducharse en agua fría, necesitaba aclarar su mente y pensamientos. Ni por un segundo se creyó el discurso de aquel hombre, sabía que no existía ninguna razón entendible para intentar matar a alguien, a una niña. Alaska nunca perdonaría a ese hombre. Nunca.

Terminó de ducharse, ya estaba lista para fingir frente a Ann y decirle que todo estaba bien, que solo fue una pesadilla normal. La castaña estaba sentada a los pies de su cama y cuando la vio salir del baño se puso en pie, no le dijo nada. Le entrego un paquete envuelto en papel navideño y le dijo:

—Tu regalo de Navidad, espero te guste —Le dirigió una leve sonrisa al entregarle el paquete—. Te esperaremos con los chicos mientras abres tus regalos.

Alaska desvió su mirada a los cuantos paquetes que tenía sobre su cama, cuando regreso la mirada a Ann ya se había ido. Abrió el paquete y vio un libro que se titulaba Hechizos de Dificultad Máxima; el primer regalo que tomó se lo envió Blaise, se trataba de una pulsera y un anillo de plata a juego, realmente hermosos; Lukas por su parte le regalo un viejo libro sobre la magia oscura, le gusto pero lo guardo de inmediato. El último era de Draco, una diadema plateada junto con una nota, donde le pedía que la usara esa noche durante el baile.

El Baile de Navidad, había olvidado por completo que aquello se celebraría esa noche. Se había pasado los últimos días "discutiendo" con Cedric acerca del Torneo, ella quería ayudar con la Segunda Prueba pero el castaño se rehusaba a decirle de que trataba la pista, quería intentar resolverlo por su propia cuneta. Al menos hasta finales de año, le había dado ese tiempo hasta que le permitiría ayudar.

—¡Feliz navidad chicos! —Dijo Alaska al bajar la escalera, encontrándose con sus amigos—. Vamos a comer antes de que sea más tarde, tenemos un largo día por delante.

Era verdad. Aquella era la primera Navidad de Tim en Hogwarts, probablemente sería su oportunidad para tener una celebración agradable luego de la perdida de sus padres. Ella quería hacer eso por él. Normalmente no le importaría, pero Tim era diferente a los demás. Por alguna razón le tenía aprecio.

—El Castillo tiene un particular olor a muérdago y jengibre —Le dijo Tim mientras se dirigían al Gran Comedor—, me gusta.

Ese día Alaska se sentó en la mesa de Hufflepuff junto a Tim, quien era el único chico de primer año que se había quedado para las vacaciones. Cedric y unos cuantos amigos se habían cercado frente a ellos para hacerles compañía, tal parecía que el castaño ayudaba a Tim en todo lo que podía. Se pasaron largas horas disfrutando del magnífico almuerzo que se servía en el Castillo, junto con montones de petardos sorpresa.

Luego de la comida, y al igual que muchos otros estudiantes, salieron del castillo. Durante la mañana había nevado copiosamente en los alrededores, el carruaje de Beauxbatons parecía una calabaza enorme, helada y cubierta de escarcha y todos los terrenos eran de un blanco brillante gracias a la gruesa capa de nieve que había por todas partes.

Junto a sus amigos de Slytherin se dirigieron hacia una parte del castillo que estaba poco concurrida, perfecto para poder charlar sin ser molestados ni escuchados y para que Tim pudiera hacer un muñeco de nieve, junto a Ann quien se ofreció a ayudarlo.

—Anoche Daphne y Pansy se pelearon —Le comentó Alaska a Blaise y Draco, los tres estaban juntos sentados en una banca—. No me interesan sus dramas pero escuché que invitaste a Pansy al baile. —Esta vez la rubia se dirigió a Draco en específico.

—Sí, la invite anoche. —Le confirmó el chico, sin parecer particularmente interesado.

—Astoria no se lo tomó muy bien —Blaise mostró un severo gesto—. Fue a buscar a Daphne y se la pasó lloriqueando gran parte de la noche.

—No sabía que Astoria era de las chicas que lloraban por chicos —Alaska se vio sorprendida—. No parecía ser ese tipo de chica.

Draco no es como los otros tontos chicos —Dijo Blaise en una buena imitación de la voz de la menor—, no entiendo que es lo que le ven a este hurón. —Se burló, mirando a Draco de arriba abajo.

Alaska se limitó a soltar unas muy leves carcajadas, sin mirar directamente a los chicos.

—Alaska ¿me pasas una zanahoria? —Le pidió Tim desde su lugar.

Levantó la mirada y vio que habían terminado con el hombre de nieve, que no parecía tener una forma muy simétrica. No era el mejor de todos pero no dijo nada al respecto y se limitó a entregarle la zanahoria al menor.

—¿A eso le llaman un hombre de nieve? —Se burló Blaise—. Está un poco deforme, ¿no creen?

—Lo hicimos basándonos en tu rostro. —Le espetó Ann.

Tim rió y Blaise puso los ojos en blanco, mientras sus mejillas se coloraban.

Pronto comenzaron una guerra de bolas de nieve, inició debido a que Blaise seguía sintiéndose molesto por el comentario de Ann y la única forma de vengarse era con nieve en su cabello. Tampoco terminó de buena manera. El moreno se había tomado demasiado en serio la pelea y una de sus bolas de nieve le llegó justo en uno de los ojos de Tim, volcándolo hacia atrás.

—¡Por Merlín, Blaise! —Soltó Alaska, yendo de inmediato a ayudar al chico—. ¿Estás bien Tim?

El muchacho se quitó la nieve del rostro con dificultad debido a los gruesos guantes de lana que llevaba, su ojo parecía estar hinchándose pero aun así mostraba una gran sonrisa.

—¡Es la mejor Navidad de todas!

—¡Él está feliz! —Agregó el moreno, aliviado de no estar en problemas.

—Vamos a llevarlo a la Enfermería, de todas maneras ya teníamos que irnos para prepararnos para el Baile. —Les anunció Alaska, acercando con Tim a Ann.

—¿Y creen alcanzar en dos horas?

Alaska le dedico un gesto obsceno a su amigo mientras se alejaban del resto de sus amigos. No tardaron mas de veinte minutos en la Enfermería, se aseguraron de que Tim estuviera bien y luego separaron caminos en las mazmorras.

Su habitación no podía estar mas caótica. Vestidos, zapatos y maquillaje por todos lados, eso más Pansy, Daphne, Millicent y Tracey que iban de un lugar a otro buscando cosas o viéndose en los espejos de cuerpo completo. En realidad no quedaba mucho espacio por el cual moverse, por suerte Ann y Alaska no tenían nada que hacer allí aún.

Ambas fueron a ducharse, luego de la guerra de nieve era más que necesario. Cuando estuvieron listas ambas se ayudaron de manera mutua a secar sus cabellos y a peinarlos. Ann era mucho mejor que Alaska para eso, gracias a su madre le comentó. Usaron aceites y cremas para que el cabello se viera más brilloso, la castaña le hizo un semirrecogido con trenzas a Alaska las cuales adornó con unos pequeños diamantes falsos y la diadema que Draco le había regalado y, por su parte, se recogió el cabello en un extraño moño de trenzas que termino por verse estupendo.

Finalmente salieron del baño para colocarse sus vestidos, ya no les quedaba mucho tiempo y debían apresurarse si no querían llegar tarde. La rubia se dirigió hacia su baúl, del cual sacó el vestido que había guardado cuidadosamente. Era de un lindo color verde agua, hecho de un suave material que caía limpiamente hasta el piso y estaba decorado en la parte del torso con pedrería plateada que se esparcía hasta la zona del busto.

—Supongo que no esta mal. —Comentó Ann a un lado, observándose en el espejo.

—¡Estás hermosa Ann! —Le dijo Alaska en el momento en que la vio—. No piensen lo contrario.

Su vestido tenía las mangas caídas, dejando a la vista sus hombros y clavículas, de un color celeste con una vaporosa tela azul por encima y un fino corse que lo acompañaba.

—Y tú estás bellísima —Comentó la castaña, que pareció ponerse nerviosa de pronto—, Draco estará tan arrepentido, juró que no soportaré escuchar sus quejas...

—¿Arrepentido de qué? —Alaska frunció el ceño y Ann abrió los ojos, había estado hablando de más por los nervios—. ¿Ann?

—No debería decirte en realidad, Draco nos hizo prometer que...

—Ann.

—¡De acuerdo, de acuerdo! Pero si Draco pregunta, Blaise te contó —Ann se volteó y se acercó a Alaska, tenía una expresión de culpa en su rostro—. Él iba a invitarte al Baile. Al parecer lo tenía planeado desde que el profesor Snape nos contó pero espero hasta último minuto.

—Oh —Soltó la chica, digiriendo aquella nueva información—. Bueno, él se lo perdió. Vamos ya, nos atrasaremos.

No hablaron más del tema. Salieron de la habitación ya vacía, topándose con varías chicas en el pasillo que dirigía a la sala común. Estaban llegando al final cuando escucharon las voces de sus amigos protestando por su demora.

—No tenían porque esperarnos —Dijo Alaska cuando entraron a la sala—, ¿no tienen parejas a las que acompañar al Gran Comedor?

—A ellas no les molesta esperar unos minutos —Habló Theo—. Debo admitir, Ann, te ves mucho mejor de lo que pude imaginar Estás preciosa. —Alaska pensó que Theo estaba pensando muchas cosas más acerca del aspecto de Ann, solo que no las dijo en voz alta.

La rubia giró hacia Draco, podía sentir su mirada desde que aparecieron pero no decía nada.

—¿Y Blaise?

—Se fue con Daphne hace unos minutos, ella no quiso esperar.

—Merlín —Dijo Draco finalmente—. Te vez espléndida, Al.

—Gracias, tú te ves muy guapo también.

Tracey Davis se ofreció a sacarles un par de fotos, prometiendo que le daría copias a cada uno mas tarde. Las parejas de los chicos comenzaron a presionar para salir, Alaska y Ann las entendieron y todos salieron de la sala común.

El vestíbulo estaba abarrotado de estudiantes que se arremolinaban en espera de que dieran las ocho en punto, hora a la que se abrirían las puertas del Gran Comedor. Los que habían quedado con parejas pertenecientes a diferentes casas las buscaban entre la multitud.

—¡Wow! —Dijo Lukas detrás de Alaska, observándola con satisfacción—. Ese chico sí que se arrepentirrá de aceptarr venirr con esa otrra chica.

—Lo mismo va para ti, ese misterioso chico del que no me quieres hablar se morirá de celos.

En ese momento se abrieron las puertas del Gran Comedor, Lukas le ofreció su brazo a Alaska y se hicieron camino entre la multitud para entrar al lugar. Los campeones se encontraban a un lado de las grandes puertas y Alaska moduló unos cumplidos cuando paso junto a Cedric.

El lugar estaba reluciente, Habían recubierto los muros de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro lleno de estrellas. En lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para unas doce personas.

Ann, Alaska, Blaise, Theo y Draco se acomodaron en una sola mesa con sus respectivas parejas, un amigo de Lukas y su novia los acompañaron y sólo unos segundos antes de que las puertas se abrieran Bella Wytte y su pareja ocuparon los asientos restantes. Ann no se veía feliz al respecto.

Cuando todos se hubieron acomodado en el Gran Comedor, las puertas volvieron a abrirse y los Campeones comenzaron a entrar junto a sus parejas, uno tras otro. Todos les aplaudieron mientras cruzaban la entrada y se dirigían a una amplia mesa redonda situada en un extremo del salón, donde se hallaban sentados los miembros del tribunal.

Dumbledore sonrió contento cuando los campeones se acercaron a la mesa principal. Ludo Bagman aplaudía con tanto entusiasmo como cualquiera de los alumnos y Madame Maxime aplaudía cortésmente. Cuando los campeones y sus parejas llegaron a la mesa, todos dejaron de aplaudir al fin.

Volvieron a sentarse, Ann comenzó a hablar con la pareja de Durmstrang para así no tener que hablar con Bella, quien había saludado amablemente a Alaska. Aún no había comida en los brillantes platos de oro; sólo unas pequeñas minutas delante de cada uno de ellos. A su alrededor muchos decían en voz alta el plato que querían y entonces la comida aparecía en su plato.

La chica se pidió uno de los pocos platos que no contenían carne y comenzó a hablar con Ann, Lukas y sus amigos mientras comían su cena. Era interesante escuchar lo que los otros estudiantes de Durmstrang tenían para decir, eran honestos y divertidos.

—¿Conoces a la parreja de la chica de Beauxbatons? —Le preguntó Lukas, señalando con un gesto de cabeza a Bella y su pareja, un chico de último año de Hogwarts—. Ése es el chico que no acepto venirr conmigo.

Alaska casi se atraganto con su comida y miraba a su amigo con los ojos bien abiertos mientras se aclaraba la garganta con zumo de calabaza.

—¿Él? —Murmuró la chica, desconcertada—. Es un idiota, ¿te gusta en serio?

—Es guapo —Se encogió de hombros— y nos divertimos juntos, justo lo que quiero en estos momentos.

—Si es lo que quieres...

—Por favor, sólo quiero hablar. —La voz de Bella se había escuchado más alto de lo que hubiera deseado, ella y Ann bajaron más su tono.

—No es el momento.

—¿Y cuándo lo será? Has estado evitandome todas estas semanas Ann.

La castaña le hecho una rápida mirada a Alaska, sabía que ella estaba escuchando su discusión.

—No me importa lo que nuestras madres piensen, tu eres mi hermana y quiero conocerte. Quiero tener la oportunidad de tener una buena relación —Siguió diciéndole Bella—, sé que nuestro padre hubiera querido eso.

—Tú padre —Le corrigió Ann—. Es tu padre, no mío.

—No seas tan terca.

Las hermanas no tuvieron la oportunidad de seguir discutiendo. La cena acabó y Dumbledore se levantó, pidiendo a los alumnos que hicieran lo mismo. Entonces, a un movimiento de varita, las mesas se retiraron y alinearon junto a los muros, dejando el suelo despejado, hizo aparecer por encantamiento a lo largo del muro derecho un tablado sobre el cual aparecieron una serie de instrumentos y la banda: Las Brujas de Macbeth, subieron al escenario entre aplausos entusiastas.

Tomaron sus instrumentos y de repente los farolillos de todas las otras mesas se habían apagado. Las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una melodía lenta para que los Campeones y sus parejas iniciaran con el baile.

Otras parejas muy pronto empezaron a unirse al baile, de forma que los campeones y sus parejas dejaron de ser el centro de atención. Lukas de inmediato la llevó hasta la pista de baile y comenzaron a bailar, el chico guiaba a Alaska mientras charlaban entre susurros, haciendo más placentero si baile.

El extranjero era un buen chico, le agradaba bastante y Alaska no se arrepentía de haber asistido con él. Nadie era mejor compañía que un buen amigo.

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