regreso del señor tenebroso ⁴...

By hhoneyplnet

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Insatisfecha con lo qu... More

𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐒𝐄𝐍̃𝐎𝐑 𝐓𝐄𝐍𝐄𝐁𝐑𝐎𝐒𝐎
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒊𝒙
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏

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By hhoneyplnet

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚋𝚞𝚛𝚕𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚕 𝚌𝚊́𝚕𝚒𝚣.

Durante el fin de semana era costumbre que los estudiantes se levantarán más tarde para asistir al desayuno, sin embargo muchos querían estar presentes cuando alguien pusiera su nombre en el Cáliz, parecía ser el mejor itinerario del día.

Alaska llegó al vestíbulo y se encontró a unas veinte personas agrupadas allí, algunas comiendo tostadas, y todas contemplando el cáliz de fuego. Lo habían colocado en el centro del vestíbulo, encima del taburete sobre el que se ponía el Sombrero Seleccionador y en el suelo, a su alrededor, una fina línea de color dorado formaba un círculo de tres metros de radio.

—¿Ya ha dejado alguien su nombre? —Le preguntó Alaska a Archer, que estaba sentado junto a otros chicos de su casa.

—Aún no, pero dicen que vieron a los de Durmstrang salir de su barco hace unos minutos.

Los estudiantes de Durmstrang no aparecieron, en cambio los gemelos Weasley y su amigo Lee Jordan sí, parecían tener un plan para burlar la línea de edad.

—¿Crees que funcionará?

—Ni en sus sueños. —Respondió la rubia.

Todos en el vestíbulo observaron como Fred Weasley sacaba del bolsillo un pedazo de pergamino, avanzaba hasta el borde de la línea y se quedó allí, balanceándose sobre las puntas de los pies. Luego, observado por todos los que estaban en el vestíbulo, tomó aire y dio un paso para cruzar la línea.

Durante una fracción de segundo creyó que el truco había funcionado. Su hermano gemelo, desde luego, también lo creyó, porque profirió un grito de triunfo y avanzó tras Fred. Pero al momento siguiente se oyó un chisporroteo, y ambos hermanos se vieron expulsados del círculo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Cayeron al suelo de fría piedra a tres metros de distancia, haciéndose bastante daño, y para colmo a los dos les salió de repente la misma barba larga y blanca.

En el vestíbulo, todos prorrumpieron en carcajadas. Incluso Fred y George
se rieron al ponerse en pie y verse cada uno la barba del otro.

—Se los advertí —Dijo la voz profunda de alguien que parecía estar divirtiéndose, y todo el mundo se volvió para ver salir del Gran Comedor al profesor Dumbledore—. Les sugiero que vayan los dos a ver a la señora Pomfrey. Está atendiendo ya a la señorita Fawcett, de Ravenclaw, y al señor Summers, de Hufflepuff, que también decidieron envejecerse un poquito.

Fred y George salieron para la enfermería acompañados por Lee, que se partía de risa. Entonces Archer se movió, quedando justo frente a Alaska, se veía inquieto.

—Escuché que intentaras burlar la línea de edad también —Le comentó el chico—. ¿Estás segura de eso? Porque si lo logras...

—Tendré la oportunidad de ser la Campeona de Hogwarts —Terminó Alaska—. Mira Archer, entiendo que te preocupes pero ya lo decidí. No cambiaré de opinión.

Cabizbajo, asintió un par de veces—. ¿Y ya sabes cómo lo harás?

—Lo resolví anoche, sólo necesito la ayuda de alguien.

En ese momento llegaron los estudiantes de Durmstrang. Todos se quedaron en el vestíbulo, formando una fila para poner sus nombres en el cáliz, uno a uno fueron cruzando la raya de edad y depositando en las llamas de un blanco azulado sus pedazos de pergamino; cada vez que caía un nombre al fuego, éste se volvía momentáneamente rojo y arrojaba chispas.

Lukas le echó un vistazo a Alaska antes de dejar caer su nombre y le hizo un gesto, indicándole que lo acompañara. La rubia se despidió de Archer y siguió al extranjero por el vestíbulo, hasta llegar al pie de las escaleras, se detuvieron allí.

—¿Cómo te fue? —Le preguntó Lukas con interés—. ¿Ya pusiste tu nombrre en el cáliz?

La chica tuvo que reprimir la sonrisa que amenazaba con salir, sabía que él la había escuchado hablar de es tema con Blaise, de esa manera lo había querido.

Soltó un fuerte suspiro y habló con frustración—. Aún no. Tengo muchas ganas de participar, ¿sabes? Pero mi amigo, el que es mayor de edad, no aceptó ayudarme —Alaska miró al suelo por unos segundos en completo silencio—. Sólo debía poner mi pergamino en el cáliz, no es tanto esfuerzo...

—Yo puedo hacerrlo porr ti. —Le ofreció con una mirada franca.

—¿Lo dices en serio? —Quiso asegurarse Alaska, con una buena actuación de ilusión.

—Sólo tendrrías que aceptarr algo de mi —Dijo de manera tentativa, algo en su actitud le dio a entender a la chica que estaba jugando su mismo juego—. Dejarr que te enseñe un parr de cosas...

—¿Cómo qué?

Su expresión se convirtió en una sonrisa altanera—. Algunos asuntos que sé que te gustarrán.

Era ganar o perder. Alaska no sabía que era lo que Lukas Erikson tenía planeado, tampoco conocía al chico y conocía la reputación de su escuela, nada bueno podría salir de aquel trato. Sin embargo la rubia era una entusiasta a los nuevos retos y, aunque sabía que podría traerles problemas en algún momento, dijo:

—Acepto.

Lukas sonreía triunfante cuando la chica sacó del bolsillo de su túnica un pedazo de pergamino con su nombre y escuela escritos en ellos, sin embargo no se los entrego de inmediato.

—¿Estás seguro de querer hacer esto?

—Completamente —Le garantizó el escandinavo—. No te prreocupes demasiado, tengo unos trrucos bajo la manga que nos asegurrarran el éxito.

Sin esperar más le quitó el pergamino de las manos a Alaska y se volteó para volver al vestíbulo principal, caminaba confiado hacia el lugar mientras la rubia lo seguía por detrás, quedándose apoyada en la esquina de una muralla donde tenía una vista perfecta del cáliz.

Los nervios recorrían cada centímetro de su cuerpo; sus ojos estaban bien abiertos, se mordía el labio inferior con fuerza y su pierna izquierda había comenzado a temblar. Observó a Lukas acercarse al cáliz, se detuvo frente a la línea de edad para analizarla unos segundos y, después de murmurar unas palabras, la atravesó. Alaska estaba expectante, siguió cada movimiento hasta que dejó caer el pergamino entre las llamas del cáliz, nada fuera de lo normal ocurrió. El fuego tomó un color rojizo por unos cuantos segundos y entonces volvió a su color habitual.

Habia funcionado, el maldito plan había funcionado.

Los poros de Alaska desbordaban felicidad, quería gritar y demostrar lo emocionada que se sentía pero no podía hacerlo, no quería levantar sospechas. Deseaba que Lukas llegara nuevamente a su lado para saltar sobre él y abrazarlo, sin embargo algo hizo que desapareciera cada rastro de exaltación. Justo detrás de Lukas se encontraba Cedric, el castaño parecía confundido y miraba la escena con el entrecejo fruncido, y entonces su rostro se le ilumino.

Levantó el rostro para encontrarse con los ojos de Alaska, le dio una significativa mirada. Él sabía.

Cedric se indispuso, estar enterado de que Alaska encontró la manera de poner su nombre en el cáliz y se arriesgó a pesar de las palabras que le habia dicho lo hacía sentir dolorida, como si lo que el pensara no fuera lo suficientemente importante para Alaska. Ni siquiera se despidió de sus amigos, el chico escapó del vestíbulo pasando justo por el lado de Alaska, sin dirigirle la mirada se alejó con rapidez, a pesar de la insistencia de su amiga.

—Cedric, por favor...

Él no se detuvo y la rubia lo persiguió, a pesar de que sus instintos naturales le decían que lo dejará ir. Logró alcanzarle el paso justo frente a la puerta principal, donde agarró su muñeca para que se detuviera.

—Ced...

—Dime ¿por qué insistes tanto en ponerte en peligro? —Le dijo Cedric antes de que ella pudiera decir cualquier cosa—. Si el Ministerio impuso esa regla es por una razón, ¡esto no es un juego!

—No pienso disculparme por lo que hice, pero deseo que entiendas que la decisión fue mía, quiero hacer esto —Decía Alaska con impotencia—. Y aunque haya logrado poner mi nombre, las posibilidades de salir elegida son mínimas.

—Pero existe la posibilidad, y eso significa que puedes salir herida.

—Y al igual que tú, estoy de acuerdo con eso. ¿Y sabes por qué no me preocupa que tu salgas herido?

Cedric negó lentamente—. ¿Por qué?

—Primero que nada, porque estoy segura de que podrás superar cualquier prueba gracias a tu gran capacidad —Aseguró la chica para continuar—. Y segundo, tienes a una gran amiga que estará a tu lado, apoyándote y dándote la ayuda necesaria para cada prueba.

El efecto fue instantáneo, las palabras de Alaska consiguieron que la expresión de Cedric se suavizara finalmente. Parecía más tranquilo y algo apenado, cayó en cuenta de que tal vez había sido muy severo con la menor.

—Sabes que yo también estaré para apoyarte, no quiero que pienses lo contrario —Le hizo saber—. Ven aquí.

Cedric paso sus brazos por alrededor de sus hombros y la acercó a él, dándole un cariñoso abrazo el cual Alaska, a pesar de no ser gran admiradora de la demostración publica de cariño, se sintió cómoda.

Aquel intimo momento entre dos mejores amigos pronto fue interrumpido por un leve carraspeó tras ellos. Una estudiante de Beauxbatons había estado observando, con incomodidad, esperando que notaran su presencia, y cuando no lo hicieron tuvo que intervenir.

—Buenos días —Los saludó la rubia, arrugando la nariz.

Alaska la reconoció, era la misma chica que la había saludado a ella y al resto de sus amigos durante la cena de la noche anterior.

—¿Necesitas algo? —Le preguntó Alaska.

—Sí, me gustagía hablag contigo a solas si no es molestia. —Le solicitó la chica, con un sonrisa amable.

—No es problema —Le respondió Cedric, sin darle tiempo a Alaska para responder—. Nos vemos en la cena, Alaska.

El Hufflepuff desapareció por el vestíbulo y dejo a ambas chicas solas en el corredor, la menor esperando que la francesa comenzara a hablar.

—Entonces...

—Supe que pegteneces a la casa de Slythegin —Comenzó a decir, ganando confianza a medida que hablaba—. Quegía sabeg si conoces a Ann Wytte, tal vez ustedes son amigas...

—¿Ann Wytte? —Repitió Alaska en un murmullo. Estaba totalmente desorientada.

—... y segía ggandioso de tu pagte si me ayudagas a hablag con ella, lo he intentado pego no pagece quegeg ¿sabes?

—Disculpa, pero no conozco a nadie con ese apellido —Le informó Alaska, intrigada por toda esa situación—. Mi mejor amiga se llama Ann pero su apellido es Pudeator, no Wytte.

La francesa se asombró ante esa aclaración, le pareció extraño porque nadie le había contado que Ann cambio su apellido por el de su madre.

—Ann Pudeatog, ¿es la chica que estaba sentada junto a ti dugante la cena?

—Ella misma —Le confirmó, y entonces preguntó—: ¿Y quién eres tú?

—Me llamo Bella Wytte —Respondió, y sintiéndose incomoda decidió que era mejor irse—. Me igé pgimego, ggacias pog tu tiempo.

Alaska se quedó allí, en medio del corredor y con el rostro distorsionado por el desconcierto que la conversación le provocó. Miles de teorías llegaban a su mente y sabía que debía hablar con Ann lo antes posible.

. . .

Su cometido de hablar con Ann se vio interrumpido gracias a la llegada del correo, su nueva lechuza Astennu le traía una encomienda que había estado esperando por días, y ahora que la tenía en sus manos le dedico todo su tiempo y atención para leer la revista; eso hasta que la terminó. Se apresuró en salir de la sala común y buscar a uno de sus amigos.

Alaska pronto vio a Cedric en uno de los jardines interiores, charlando con uno de sus amigos sin parecer tener mucho interés en el tema. La chica sonrió y se acercó a él con rapidez, denotando emoción en todos sus movimientos.

—Adivina que. —Le dijo la rubia sentándose a su lado, interrumpiendo la conversación.

—Hola a ti también, estoy muy bien, gracias por preguntar. —Comentó Cedric de manera irónica, dándole toda su atención.

—Esto es importante, escucha —Le pidió la chica con exagerados movimientos de mano—. He estado investigando estos últimos días. ¿Sabes que hay otros colegios de magia, no?

—Si, estoy al tanto de eso. —Respondió el chico con una sonrisa.

—Pues bueno, encontré una revista escolar donde presentan todas las escuelas y lo que ofrecen para sus estudiantes, un poco costosa sí, pero es impresionante.

Alaska le entregó una revista académica que parecía estar bastante utilizada, tenía apuntes sobre las páginas, algunas hojas estaban destacadas con diversos colores y tenía varios marcadores en ella.

—Fue un poco decepcionante leer que Hogwarts es una de las pocas escuelas que no ofrece muchas propuestas a los estudiantes. Pero... —Pasó las hojas de la revista hasta encontrar la deseada— hay una escuela en Brasil llamada Castelobruxo, ofrece programas de intercambio para estudiantes de escuelas mágicas europeas.

Cedric agarró la revista para leer con atención el articulo que le había indicado. Al terminar habló con las cejas levantadas:

—Dice que la escuela se especializa en Herbología y Magizoología avanzada.

—Exacto —Comentó Alaska, como si ese detalle explicara toda su emoción—. Cedric, ¿no comprendes? Dime, ¿qué es lo que quieres hacer cuando te gradúes de Hogwarts? ¿A qué te quieres dedicar?

—Bueno, no estoy muy seguro... —No lo dejó terminar.

—Yo lo estoy. Me convertiré en la mejor Magizoologa del mundo mágico, quiero hacer muchas cosas y esto —Indico el artículo del intercambio—, puede ayudarme a lograrlo. Solo piénsalo: dos semana en la mejor escuela de Herbología y Magizoología, eso sin duda me dará una gran ventaja sobre otros, además de nuevos conocimientos. ¡Es perfecto!

—Me parece un buen plan —Declaró con aprobación—, ahora solo tienes que contactarte con un alumno de esa escuela.

—Dos alumnos. —Le corrigió Alaska.

—¿Por qué dos?

Ella le sostuvo la mirada con una sonrisa antes de explicarle.

—¡Deberíamos hacerlo juntos! Tal vez no estes seguro de lo que quieres hacer en un futuro, pero este intercambio te dará muchos créditos extra en cualquier camino que escojas, no importa que no te interesen estas asignaturas, puedes decir que lo hiciste para aprender de otras culturas ¡es perfecto para ambos!

Cedric la miraba fijamente, y parecía que la idea le agradaba. Volvió a tomar la revista y hojeo los requisitos.

—¿Entonces aceptas? —Pregunto con agitación.

—Sí, sí, acepto —Alaska se abalanzo para darle un fuerte abrazo—. Pero, no podemos hacer esto ahora. —Le recordó el castaño.

—Debemos esperar la decisión del cáliz —Dijo Alaska, sin haberlo olvidado—. Uno de los dos puede ser elegido.

—Aún no puedo creer que hayas hecho eso. —Dijo Cedric entonces.

—Fue la mejor idea que he tenido en mucho tiempo. —La expresión de Cedric no parecía estar de acuerdo con eso.

—Una idea peligrosa. —Declaro el castaño.

—¿Sigues creyendo que no soy lo suficientemente buena para lograrlo? —Le cuestiono, ahora ella tenía una fija mirada.

—Creo que tu ambición es demasiado fuerte, se está volviendo una amenaza para ti. —Se sinceró.

—Mi ambición —Le recalco Alaska—, me llevará más lejos de lo que nadie piensa que llegaré, me llevará al lugar donde pertenezco. —Concluyó.

Se comenzó a alejar, caminando de espaldas de vuelta al castillo, sin quitar la mirada de su amigo.

—Además —Quiso añadir—. Ya me he enfrentado a otras pruebas antes. Perros con tres cabezas, troles de montaña, basiliscos. Veamos qué más puedo agregar a esa lista.

Pero a pesar de que Alaska se sentía lista para todo, en realidad no lo estaba. Nunca lo hubiera estado.

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