regreso del señor tenebroso ⁴...

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Insatisfecha con lo qu... More

𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐒𝐄𝐍̃𝐎𝐑 𝐓𝐄𝐍𝐄𝐁𝐑𝐎𝐒𝐎
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒊𝒙
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒕𝒆𝒏

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝐸𝑁 )
𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚎𝚗 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘𝚜 𝚒𝚗𝚎𝚜𝚝𝚊𝚋𝚕𝚎𝚜.

A la mañana siguiente la tormenta se había ido a otra parte, aunque el techo del Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Durante el desayuno, unas nubes enormes del color gris se arremolinaban sobre las cabezas de los alumnos, mientras Blaise y Alaska examinaban sus nuevos horarios Theo estaba durmiendo sobre la mesa.

-¿Dumio mal anoche? -Preguntó Alaska, hablando bajo para no despertar al chico.

-No dormimos mucho en realidad. -Le dijo Blaise, sirviéndose su segunda taza de café.

-¿Y eso por qué? Yo me dormí de inmediato.

-Bueno... -Comenzó a decir Blaise, pareciendo incomodo-. Nos quedamos hablando con Draco sobre lo que está pasando, ¿sabes? Si los rumores llegan a ser ciertos sus familias se verán muy afectadas. De nuestro grupo de amigos creo que yo seré el único que no saldrá afectado, incluso Ann estará en peligro. Estamos todos preocupados.

-Lo sé, si eso llega a suceder...

No era muy común que Alaska demostrara sus emociones, mucho menos cuando eran negativas por lo que era difícil que alguien supiera cuando se sentía mal. Ese era uno de los momentos. Sabía que debería decirles la verdad sobre su progenitor a Blaise, Ann y Theo, y también se sentía culpable de conocer la verdad sobre Voldemort; que se encontraba vivo en un pequeño pueblo, recobrando fuerzas.

Sin embargo no había mucho que ella pudiera hacer al respecto, ¿quién le creería? Incluso si lo hiciera, la situación se saldría de control y ella sería la única afectada. Le molestaba ver que Snape no estaba preocupado por el regreso de Voldemort, parecía incluso que no estaba haciendo nada al respecto.

-Draco se molestó con nosotros, por comentarte sobre el pasado de su padre -Añadió el moreno-, le dijimos porque creímos que ustedes habían hablado al respecto.

-Después de la mascarada no hemos hablado mucho, no de temas importantes al menos. -Le informó Alaska con un tono de disculpa.

-¿Y eso a qué se debe? ¿Están peleados otra vez?

-No, no es eso. No importa en realidad -Dijo la rubia quitándole importancia al asunto-. Hablare con él, no quiero que piense algo erróneo ni que este molesto con ustedes.

Sus preocupaciones le duraron todo el recorrido a través de los transcurridos pasillos que llevaban al aula de Runas Antiguas; pero, una vez allí, se distrajo al ver a Archer Tonks sentado en el lugar de siempre y esperándola con una extraña expresión, parecía nervioso arreglando su cabello.

¿Esta actuando de esa manera por los rumores? Fue lo primero que se le vino a la cabeza, y ese pensamiento la preocupo. Esperaba no estar en lo correcto. Se sentó en el asiento desocupado a su lado, intranquila, esperando que tal vez le dijera algo respecto a lo que estaba en la boca de todos, pero por sorpresa no fue así.

Recibió de su parte una de sus típicas sonrisas.

-Por un momento creí que me evitarías.

-Te estaba esperando.

Alaska y Archer habían hablado al mismo tiempo y, sintiéndose algo avergonzados al respecto, se mostraron unas torpes sonrisas, acabando por desviar las miradas.

-Es bueno verte de nuevo -Comentó Archer acabando con la incomodidad, preparado para entablar una conversación mientras llegaba la profesora-. ¿Cómo estuvo tu verano?

-Estuvo bastante bien hasta que sucedió la tragedia del campeonato, la diversión acabo desde entonces. -Respondió la chica y Archer abrió los ojos, parecía abochornado por olvidar aquel importante punto.

-¡Lo siento tanto! -Soltó-. Lo olvide por completo, no era algo que quería recordarte. Se que debe ser muy fastidioso para ti.

-No es nada, ya me acostumbré a ser siempre la receptora de rumores nefastos.

Luego de una larga clase con la profesora Vector, el insistente repicar de la campana resonó en toda el aula, señalando que la clase había finalizado, y el grupo de alumnos se dividió: Alaska estuvo unos largos minutos despidiéndose de Archer antes de partir, atrasada, hacia la cabaña de Hagrid.

Salió del Castillo corriendo a toda prisa para no llegar atrasada a su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, por la cual estaba muy emocionada. Ya cerca de la cabaña escuchó la voz de Hagrid.

-Recién nacidos -Decía con orgullo-, para que puedan criarlos ustedes mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!

-¿Y por qué tenemos que criarlos? -Había preguntado Draco.

Hagrid se quedó perplejo ante la pregunta.

Alaska llegó sin aliento a un lado de Blaise, quién la miraba con una sonrisa burlona.

-¿Por qué llegaste tarde? -Preguntó con una ceja alzada.

-Me quedé charlando con Archer, ¿me perdí de algo?

El moreno le señalo las cajas que estaban al lado de Hagrid, y mientras se acercaba para ver que había dentro sintió la mirada de Draco sobre ella. Había escuchado la breve charla que tuvo con Blaise y no se veía muy feliz al respecto.

Dentro de las cajas Alaska encontró unos extraños animales que parecían langostas deformes de unos quince centímetros de largo, sin caparazón, horriblemente pálidas y de aspecto viscoso, con patitas que les salían de sitios muy raros y sin cabeza visible. La rubia supuso que debía ser una criatura hibrida entre cangrejos de fuego y alguna otra criatura. Aquella fue la primera vez que dudó de las cualidades de Hagrid como profesor, incluso como amante de las criaturas puesto que el cruce de animales violaba la prohibición de la cría experimental y el no conocer la naturaleza del animal podría traer consecuencias fatales para los cuidadores y para la criatura misma.

-¿Y qué hacen? -Insistió Draco-. ¿Para qué sirven?

Hagrid abrió la boca, según parecía haciendo un considerable esfuerzo para pensar. Hubo una pausa que duró unos segundos, al cabo de la cual dijo bruscamente:

-Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Hoy sólo tienes que darles de comer. Pero tendrán que probar con diferentes cosas, nunca he tenido escregutos y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Prueben con un poco de cada.

Nada podría convencer a Alaska de agarrar puñados de hígados de rana o trozos de culebra, además la chica tenía la idea de que no serviría probar con ello puesto que ni siquiera parecían tener boca. Sería mejor probar con algún animal inofensivo y vivo, como los gusarajos, pero no tenían ninguno cerca.

-¡Ay! -Gritó Dean Thomas, unos diez minutos después-. ¡Me ha hecho daño!

Hagrid, nervioso, corrió hacia él.

-¡Le ha estallado la cola y me ha quemado! -Explicó Dean enfadado, mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.

-¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! -Dijo Hagrid, asintiendo con la cabeza.

-Hagrid, hay que llevarlo a la enfermería -Alaska le dijo, acercándose e inspeccionando desde una distancia apropiada la herida-. La quemadura no parece grave pero la señora Pomfrey debería echarle un vistazo.

-Por supuesto, claro...

-Alaska puede acompañarlo -Dijo Blaise de pronto. Inusual de su parte pues no solía participar en esa clase-. No debería ir solo y usted no puede dejarnos con estas criaturas.

-¿Qué...? -Alaska había intentado preguntar que tramaba, pero Hagrid interrumpió.

-Bueno, sí. Alaska, lleva a Dean a la enfermería.

La rubia no iba a mentir, no le molestaba en lo absoluto saltarse la clase con aquellas criaturas explosivas sin embargo no admitiría que le provocaron algo de temor o que prefería estar con Dean Thomas, no. Podía sentir su mirada mientras caminaban por el terreno hacía la Enfermería.

-Deja de hacer eso. -Le exigió la rubia, refiriéndose a su insistente mirada.

-Lo siento -Dijo de inmediato, mirando el suelo con los labios apretados-. Yo quería...

-Señorita Ryddle -Escucharon una voz tras ellos-, señor Thomas ¿qué hacen fuera de sus aulas? Ambos deberían estar en clases ahora mismo.

Ambos chicos se voltearon al mismo tiempo, encontrándose directamente con el profesor Snape con una actitud autoritaria y una extraña mueca en su rostro.

-Profesor, nosotros...

-¡Silencio, señor Thomas! -Lo interrumpió el hombre-. Dado a su desobediencia a las reglas tendré que bajarles puntos a ambos.

-Nos dirigíamos a la enfermería profesor -Le dijo entonces Alaska, con contrariedad-, como puede notar Dean tiene una quemadura en su mano y el profesor Hagrid nos permitió abandonar su clase para ir a la enfermería.

-Estoy seguro de que el señor Thomas es lo suficientemente capaz de llegar por su cuenta. -Les dijo Snape dándole una significativa mirada al chico, indicándole que siguiera con su camino.

Sin embargo él no se movió hasta que Alaska habló.

-Puedes irte, puedo encargarme de esto.

El moreno asiente con la cabeza para luego desaparecer por el pasillo. Entonces, sin esperar a que el profesor le diga algo, la chica comienza a caminar.

-¿A dónde crees que vas? -Le preguntó Snape mientras ella seguía alejándose.

-A tu oficina.

Severus no le hizo más preguntas y decidió seguirla. No tardaron mucho en llegar a las mazmorras y, al entrar en el despacho del profesor, Alaska se sentó en la silla del escritorio. Su seriedad era notable a simple vista, y no era común en ella verse de ese modo.

-¿Piensas decirme de que se trata todo esto? -Habló Snape, quitando su grasiento cabello del rostro-. Me convertí en tu tutor legal este año, sí. Eso no significa que puedes demostrar menos respeto hacia mi en Hogwarts o en cualquier otro lugar.

-Es simple. La situación se está saliendo de control, con todo los rumores... -Comenzó a decir- mis amigos empiezan a preocuparse por lo que puede llegar a pasar y no mentiré, me siento de la misma manera. Y mantener el secreto, seguir ocultándolo de ellos solo lo empeora. Es demasiado para mí y ellos son mis mejores amigos.

-Lo mantenemos en secreto por tu propia seguridad, y lo sabes.

-Nunca hemos discutido el tema -Puntualizó la chica-. Yo confío en ellos, si Draco pudo aceptarlo los demás igual...

-¿Le dijiste a Malfoy?

-El verano pasado le confirme mi identidad -Dijo sin inmutarse-, esto los involucra a ellos también. El regreso de Voldemort...

Severus le dirigió un gesto de advertencia. Con un rápido movimiento de varita cerró la puerta de su despacho y lanzo un hechizo no verbal.

-No puedes hablar de ello tan a la ligera Alaska, debes ser discreta -Luego añadió-. Se más inteligente.

-Hablar de esto no es fácil para mi pero no podemos quedarnos sin hacer nada. ¡Debemos actuar!

-Ya te lo dije -El hombre comentó con un gesto de cansancio-. Yo me encargaré de esto.

La rubia se mordió la lengua con fuerza, haciendo un intento de no hacer un comentario al respecto. Pero no se encontraba de buen humor, y dejo salir su lado venenoso.

-¿Eso es cierto? -Lo cuestionó-. ¿Te encargaras de evitar su regreso o de ayudarlo? -Le espetó con una dura mirada.

El profesor quedó impresionado, y a pesar de la acusación que estaba recibiendo no se defendió. Se limitó a cruzarse de brazos y apoyar su espalda contra el respaldo de la silla.

-Ya lo sé todo. Eres un mortífago, Snape -Siguió la chica-. Y uno muy leal por lo que he sabido.

-Eso fue en el pasado. -Le dijo, de manera poco convincente.

-¿Estás seguro? ¿Entonces porque no me lo dijiste? -Alaska estaba perdiendo el control de sus emociones, y eso quedó demostrando cuando su voz se quebró-. Me mentiste, traicionaste mi confianza y ocultaste ese tema que me involucra personalmente. ¿No crees que hubiera sido mejor escucharlo de ti? Sabias muy bien que me enteraría tarde o temprano.

No obstante, Snape no parecía interesado en lo más mínimo por escuchar sus quejas. Se le veía agotado y se levantó del asiento diciendo:

-No tengo tiempo para esto -Se había acercado a la puerta del despacho-. Prepárate una poción calmante y habla de tus ajustes emocionales con tus amigas.

-¡No salgas por esa puerta! -Le advirtió Alaska, levantándose de un salto-. ¡Tienes que aceptar que ya no soy una niña! Con todo lo que he pasad merezco saber toda la verdad, y si no me la dices tú la descubriré de otro modo.

Se detuvo unos segundos para calmar su respiración.

-Ya estoy harta de no poder controlar nada en mi vida. -Agregó.

-Estas escogiendo un camino difícil, Alaska -Le dijo Snape en tono de advertencia-. Sin importar lo que suceda de ahora en adelante, ya no podrás retractarte ¿lo sabes? El profesor Dumbledore está haciendo lo posible para ayudarnos, pero si nuestro plan no da frutos y el Señor Tenebroso vuelve, no sabremos que nos deparará el futuro, mucho menos para ti.

-Estoy dispuesta -Dijo con firmeza-. Ya no estoy segura de que ideales sigues tú, pero se cuáles son los míos y Voldemort no los representa.

Alaska aceptó irse sólo con la promesa de Snape de contarle todo lo que fuera necesario, no estaba muy feliz de no obtener respuestas pero confió, una vez más, en la palabra del hombre. Esperando que confiara más en ella, comenzando a hablar sobre los temas que él siempre evitaba.

El resto del día avanzo como un día normal, estuvieron metidos en clases hasta altas horas de la tarde, escuchando a los distintos profesores darle la bienvenida al nuevo curso y comenzar con los nuevos contenidos. La hora de la cena finalmente llegó y Alaska y Blaise se apresuraron a recoger sus cosas de la biblioteca para ir de regreso al Gran Comedor.

Llegaron al vestíbulo, abarrotado ya de gente que hacía cola para entrar a cenar, acababan de meterse en la cola cuando oyeron una voz estridente a sus a un lado de ellos:

-¡Weasley! ¡Eh, Weasley! -Draco, Crabbe y Goyle muy contentos por algún motivo y junto a ellos estaban Harry, Ron y Hermione.

-¿Qué? -Contestó Ron lacónicamente.

-¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! -Anunció Draco, mostrando en alto un ejemplar de El Profeta y hablando muy alto, para que todos cuantos abarrotaban el vestíbulo pudieran oírlo-. ¡Escucha esto!

-Esto no será bueno -Comentó Alaska a su amigo-, siempre actúa como un idiota cuando está molesto por algo.

-Tu lo dijiste -Respondió Blaise-. Deberías hablar con él si quieres que deje de actuar de esa manera.

Draco ya había comenzado a leer el artículo y a su alrededor todos escuchaban con atención.

-... los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.

Draco dejo de leer y levantó la vista.

-Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar tratándose de un don nadie, ¿verdad?

Con un floreo de la mano, Draco volvió a alzar el periódico y leyó:

-Arnold Weasley se vio ayer envuelto en una pelea con varios guardadores de la ley muggles. Parece que el señor Weasley acudió raudo en ayuda de Ojoloco Moody, el anciano ex auror que abandonó el Ministerio cuando dejó de distinguir entre un apretón de manos y un intento de asesinato. No es extraño que lo hubieran encontrado una vez más confundido por una falsa alarma. El señor Weasley no tuvo otro remedio que modificar varias memorias antes de escapar de la policía, pero rehusó explicar a El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar muy embarazoso.

-¡Y viene una foto, Weasley! -Añadió Draco, dándole la vuelta al periódico y levantándolo-. Una foto de tus padres a la puerta de su casa... ¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?

Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba y Alaska había hecho un ademán para acercarse a la escena principal, sin embargo Blaise la detuvo.

-Métetelo por donde te quepa, Malfoy -Dijo Harry-. Vamos, Ron...

-¡Ah, Potter! Tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad? -Dijo Draco con aire despectivo-. Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es sólo la foto?

-¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy? -Preguntó Harry. Tanto él como Hermione sujetaban a Ron por la túnica para impedir que se lanzara contra Draco-. Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o sólo cuando estás tú cerca?

El pálido rostro de Draco se puso sonrosado y a Alaska tampoco le había hecho gracia el comentario del Gryffindor, sin embargo llegó junto al rubio antes de que pudiera hacer algo; había empujado el cuerpo del chico con suavidad para sacarlo de allí.

-No te atrevas a insultar a mi madre, Potter. -Le espetó Draco.

-Pues mantén cerrada tu grasienta boca. -Le contestó Harry, dándose la vuelta.

Sucedió en unos segundos. Draco habia empujado a un lado a un lado a Alaska y le envió un hechizo a Harry, pero fallo a causa de la rabia. Antes de que Harry o alguien pudiera hacer algo se oyó una explosión y un grito que retumbó en todo el vestíbulo.

-¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!

El profesor Moody bajaba cojeando por la escalinata de mármol. Había sacado la varita y apuntaba con ella a un hurón blanco que tiritaba sobre el suelo de losas de piedra, había convertido a Draco Malfoy en un hurón.

Un aterrorizado silencio se apoderó del vestíbulo. Salvo Moody, nadie movía un músculo. La rubia estaba pasmada, nunca había visto actuar a un profesor de aquella manera, castigando a estudiantes con magia.

-¿Te ha dado? -Gruñó Moody con una voz baja y grave, dirigiéndose hacia Potter.

-No -Respondió Harry-, sólo me ha rozado.

-¡DÉJALO! -Gritó Moody.

-¿Que deje... qué? -Preguntó Harry, desconcertado.

-No te lo digo a ti... ¡se lo digo a ella! -Gruñó Moody, señalando con el pulgar a Alaska, que se había quedado paralizada a punto de tomar el hurón blanco. Según parecía, el ojo giratorio de Moody era mágico, y podía ver lo que ocurría detrás de él.

Moody se acercó cojeando a la chica y el hurón, que dio un chillido de terror y salió corriendo hacia las mazmorras.

-¡Me parece que no vas a ir a ningún lado! -Le gritó Moody, volviendo a apuntar al hurón con la varita.

El hurón se elevó tres metros en el aire, cayó al suelo dando un golpe y rebotó.

-No me gusta la gente que ataca por la espalda -Gruñó Moody, mientras el hurón botaba cada vez más alto, chillando de dolor-. Es algo innoble, cobarde, inmundo...

El hurón se agitaba en el aire, sacudiendo desesperado las patas y la cola.

-No... vuelvas... a hacer... eso... -Decía Moody, acompasando cada palabra a los botes del hurón. Todos en el vestíbulo reían.

-¡Profesor Moody! -Bramó Alaska, poniéndose de pie.

El vestíbulo seguía en silencio y parecía que todos los presentes habían quedado impresionados con el enfrentamiento que la chica estaba dando.

-Esta no es la forma de castigar a un estudiante.

El profesor giro hacia ella, pareció quedarse inmóvil por unos segundos, con una expresión que nadie podía descifrar-. ¿Ah, sí? Quieres que te convierta a ti también? Que te parece un...

-¡Profesor Moody! -Exclamó una voz horrorizada. La profesora McGonagall bajaba por la escalinata de mármol, cargada de libros.

-Hola, profesora McGonagall. -Respondió Moody con toda tranquilidad, haciendo botar aún más alto al hurón y sin apartar la mirada desafiante sobre Alaska.

-¿Qué... qué está usted haciendo? -Preguntó la profesora McGonagall, siguiendo con los ojos la trayectoria aérea del hurón.

-Enseñar. -Explicó Moody.

-Ens... Moody, ¿eso es un alumno? -Gritó la profesora McGonagall al tiempo que dejaba caer todos los libros.

-Sí.

-¡No! -Vociferó la profesora McGonagall, bajando a toda prisa la escalera y sacando la varita.

Al momento siguiente reapareció Draco con un ruido seco, hecho un ovillo en el suelo con el pelo lacio y rubio caído sobre la cara, que en ese momento tenía un color rosa muy vivo. Haciendo un gesto de dolor, se puso en pie.

-¡Moody, nosotros jamás usamos la transformación como castigo! -Dijo con voz débil la profesora McGonagall-. Supongo que el profesor Dumbledore se lo ha explicado.

-Puede que lo haya mencionado, sí -Respondió Moody, rascándose la barbilla muy tranquilo-, pero pensé que un buen susto...

-¡Lo que hacemos es dejarlos sin salir, Moody! ¡O hablamos con el jefe de la casa a la que pertenece el infractor...!

-Entonces haré eso -Contestó Moody, mirando a Draco con desagrado.

Draco, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas a causa del dolor y la humillación, miró a Moody con odio y murmuró una frase que no se logró escuchar.

-Bueno, supongo que el jefe de tu casa es Snape, ¿no?

-Sí. -Respondió Draco, con resentimiento.

-Otro viejo amigo -Gruñó Moody-. Hace mucho que tengo ganas de charlar con el viejo Snape... Vamos, adelante... -Y agarró a Draco del brazo para conducirlo de camino a las mazmorras.

La profesora McGonagall los siguió unos momentos con la vista; luego apuntó con la varita a los libros que se le habían caído, y, al moverla, éstos se levantaron de nuevo en el aire y regresaron a sus brazos.

-Eso fue muy irresponsable por parte del profesor -Se quejó Alaska, volviendo a un lado de Blaise-. Lo que hizo Draco no estuvo bien por supuesto, atacar a alguien por la espalda...

-Sí, pero fue divertido. -Se limitó a decir Blaise, sin ocultar la gracia que la escena le habia provocado.

En la mesa de Gryffindor los estudiantes comentaban muy animadamente lo que había sucedido, durante toda la cena no dejaron de reír a carcajadas entre ellos. Y a diferencia del resto de sus amigos, que también hablaban con gracia, Alaska se sentía mal. Estaba al tanto de que el ego era para Draco algo muy importante, y luego de aquella humillación frente a un grupo de estudiantes no menor, sabía que no se encontraría bien.

-¿A dónde vas? -Le preguntó Ann cuando se levantó de la mesa.

-A la sala común.

Alaska no dio más explicaciones y se alejó del comedor con un paso a prisa, atravesó los pasillos y vestíbulos hasta llegar a las frías mazmorras, donde busco con la mirada la entrada a la sala común, estaba por completa desierta.

Siguió caminando, entrando por el pasillo que llevaba a los dormitorios de los chicos y sólo se detuvo al llegar a la puerta de cuarto año, estaba cerrada.

-Draco. -Llamó la chica, llamando a la puerta e intentando abrir.

El seguro de la puerta no era un gran obstáculo para la chica. Sacó la varita del bolsillo de su túnica y con un simple hechizo desbloqueo la puerta.

-El seguro estaba puesto -Comentó el chico, que estaba sentado al borde de su cama con la cabeza gacha-. Significa que quiero estar solo.

-No me importa en realidad -Le dijo la rubia, sentándose junto a él-. ¿Estás herido?

-Estoy bien. -Respondió de manera brusca.

-No, no lo estás -Le aseguro Alaska-. El profesor no debió humillarte de esa manera, mucho menos transformarte...

-Gracias, eso me hace sentir mucho mejor. -Dijo con un tono sarcástico.

La rubia respondió con una suave carcajada que terminó por desaparecer en el silencio de la habitación, llevando a qué ambos chicos escucharan sus pensamientos y tuvieran que pensar en la posición en la que se encontraban.

No tenían dudas de qué ambos estaban dándole vueltas al mismo tema, creyendo que no tendrían un mejor momento para hablar a solas y sin interrupciones.

-Tenemos que hablar. -Comentó finalmente Alaska.

-No, no tenemos por qué hacer eso. -Se apresuró a decir el chico.

-Es importante Draco, lo que pasó...

-No quiero oírlo, ¿sí? -Dijo el rubio, más bruscamente de lo que tenía pensado-. Podemos seguir con nuestras vidas sin hablar de esos temas, dejemos todo como si nunca hubiera sucedido.

-No es lo correcto. -Intentó convencer a Draco.

-Pero tampoco te molesta.

Él tenía razón. Podía ser egoísta pero Alaska no deseaba hablar sobre aquellas situaciones que convertirían su relación en una incómoda, en algo diferente. Porqué Draco Malfoy parecía ser lo único constante en su vida además de sus amigos, con sus constantes discusiones y desacuerdos pero siempre volviendo a reconciliarse. Y la chica temía que eso se acabara.

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