regreso del señor tenebroso ⁴...

Por hhoneyplnet

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 4 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Insatisfecha con lo qu... Mais

𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐒𝐄𝐍̃𝐎𝐑 𝐓𝐄𝐍𝐄𝐁𝐑𝐎𝐒𝐎
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒊𝒙
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆

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Por hhoneyplnet

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝐻𝑅𝐸𝐸 )
𝚞𝚗 𝚌𝚞𝚖𝚙𝚕𝚎𝚊𝚗̃𝚘𝚜 𝚍𝚒𝚏𝚎𝚛𝚎𝚗𝚝𝚎.

Alaska no creyó que cuando Snape le dijo que la mayor parte de su tiempo la pasaba en Hogwarts era literal. Ya había transcurrido poco más de una semana desde que se mudó a la casa de Snape, y a pesar de que era agradable tener la casa para ella sola, donde podía leer todos los libros y practicar algunos hechizos que encontraba, comenzó a creer que el profesor evitaba pasar tiempo en la casa para no tener que responder a sus preguntas.

—¿Qué trabajo realizas durante las vacaciones que te ocupa tanto tiempo? —Le habia preguntado una noche.

—Además de la planificación de clases, el profesor Dumbledore me encarga otras obligaciones de las que no puedo hablar.

Alaska bufó ante la respuesta. Siempre le decía que no tenía permitido hablar de ciertos temas, librándose de las charlas que la chica quería mantener con él.

Sin embargo, la rubia no tenía mucho tiempo para pensar en todo lo que Snape le ocultaba. Cada una de las habitaciones de aquel lugar parecía estar cubierto por una capa de polvo y suciedad, y el ambiente era descuidado. Ella quería cambiar eso.

Dedicó sus primeros días a aprender hechizos domésticos que le ayudaron a limpiar cada rincón de la casa. Ventanas limpias, pisos brillantes, estantes y muebles relucientes y un nuevo orden que lograba un entorno más abierto y limpio. Sin duda no era el lugar más acomodado que había visitado, pero consiguió convertirlo en un espacio en el que se sentía cómoda.

Alaska despertó una mañana nublada con el cuello adolorido y se preparó para iniciar el día entre quejidos y murmullos a causa del dolor. Bajo con rapidez los escalones hasta el primer nivel y se sorprendió al ver a Severus en la cocina. El hombre estaba de pie leyendo El Profeta mientras terminaba de beberse una bebida caliente.

—Buenos días. —Lo saludó Alaska.

La chica iba a ir directamente a la despensa para prepararse el desayuno, sin embargo se detuvo cuando vio que, sobre la pequeña mesa que se encontraba fijada a una de las paredes justo debajo de una ventana, había un pequeño pastel de chocolate. El biscocho no tenía velas encendidas ni ningún tipo de felicitación escrita con glaseado, pero Alaska sabía que Snape lo habia comprado por su cumpleaños.

—Me compraste un pastel. —Señaló la chica.

—Ciertamente. —Le confirma Snape con un tosco tono de voz.

—Te estas tomando en serio tu papel como tutor, ¿eh? —Dijo Alaska, burlesca—. Estoy comenzando a creer que realmente te preocupas por mi Snape.

—Si te ibas a comportar de esta manera entonces no te hubiera comprado nada. —Se quejó el profesor, dejando el periódico y la taza vacía sobre la mesa, yéndose de la cocina.

Alaska se rio brevemente luego de quedar sola en la cocina y prosiguió con su rutina, se sirvió jugo y un trozo de pastel para luego sentarse y comenzar a comer mientras observaba por la ventana. El panorama en La Hilandera nunca era interesante, apenas veía a gente caminar por las calles y los días solían estar nublados gran parte del tiempo a pesar de ser verano.

Su atención volvió a concentrarse en la cocina, cuando Snape entro por la puerta pero esta vez trayendo una jaula con él. Dentro de ella Alaska pudo ver a una lechuza de color gris oscuro combinado con marrón oscuro que presentaba algunas áreas de blanco, dispersas por todo el cuerpo.

—Es un búho cornudo —Dijo Alaska con emoción, levantándose de su asiento—. Son mi especie favorita.

La rubia metió su mano entre los espacios de la jaula para acariciar al ave.

—En realidad estos búhos no tienen cuernos, como puedes notar —Comentaba la chica—, pero reciben el nombre porque sus orejas son lo suficientemente grandes como para dar esa impresión.

—Es tu regalo de cumpleaños —Le dice Snape—. Las lechuzas del colegio no son las mejores y no puedes utilizarlas en verano, así que es mejor tener una propia. Su nombre es Astennu.

—Es preciosa, muchas gracias Snape.

—Debes recordar cuidarla de manera apropiada. Tiene que salir todos los días al menos cuatro horas y alimentarla cuando sea necesario, la comida está en la despensa.

—Se cómo cuidar a una lechuza, no tendré problemas —Le aseguró la chica—. Por cierto, ¿hoy irás a Hogwarts?

—Me iré cuando termine una poción que estoy preparando. —Y sin agregar algo más, volvió a desaparecer.

La cocina no se mantuvo en silencio por mucho tiempo. Alaska se encontraba terminando su trozo de pastel cuando una lechuza apareció por la ventana que tenía justo a un lado y golpeo el vidrio un par de veces. Llevaba consigo un paquete de mediano tamaño junto a una carta. Abrió la ventana y el ave no tardó en entrar y posarse sobre la mesa, la rubia se apresuró en tomar los paquetes, viendo que ambos eran de Cedric.

Primero abrió la carta. Ella y Cedric habían estado hablando por semana sobre sus equipos favoritos de Quidditch y sus opiniones de cada uno, además de la esperada final de la Copa Mundial que se celebraría dentro de poco.

Querida Alaska:

Debo admitir que tus opiniones respecto al equipo de Bulgaria son ciertas por completo, al igual que tú, muchos fanáticos del Quidditch creen que lo único bueno que tiene este equipo es su buscador, Viktor Krum, y que sin él no hubieran llegado a las finales.

Sin embargo, a diferencia de ti, creo que Bulgaria si será capaz de derrotar a Irlanda, quienes a pesar de tener un excelente equipo, su buscador no supera las habilidades de Krum. Supongo que solo sabremos quien está en lo correcto en las finales, estoy emocionado por verte allí.

¡Y muy feliz cumpleaños! Disfruta de tu regalo.

Hasta las finales, Cedric.

El rostro de Alaska expresaba la inquietud que sentía. Pese a desear ir a las Mundiales de Quidditch y encontrarse con Cedric y el resto de sus amigos, las probabilidades de que asistiera eran muy bajas. Las entradas eran costosas, ella no tenía dinero y Snape no parecía tener intenciones de conseguirle una.

Sin embargo, no dejo que esa idea deprimiera su día. Agarró el paquete que había dejado a un lado y lo abrió con cuidado, dentro encontró un jersey de su equipo favorito de Quidditch, los Montrose Magpies.

—¡Por Merlín! —Soltó la chica, entusiasmada.

El jersey tenia una gran urraca en el pecho y otra mas pequeña en la espalda, esta ubicada en un aro de Quidditch. Era fabuloso.

Se apresuró en salir de la cocina e ir al pequeño cuarto donde Snape preparaba las pociones para enseñarle su nuevo jersey.

—¿Y ellos quienes son? —Le había preguntado.

Alaska parecía ofendida por la pregunta.

—¡Son el mejor equipo de Quidditch! Han ganado la Liga en 32 ocasiones y han sido dos veces campeones de la Copa de Europa. Sus cazadores tienen las mejores técnicas.

—Eso es estupendo —Le dijo Snape sin mucho interés—. ¿Qué tal si vas a la tienda que esta a unas cuadras? No tengo más lavando y la necesito para terminar la poción. También aprovecha de comprar jengibre y menta, no queda mucho.

Ella aceptó sin quejarse. Se guardo su copia de llaves en el bolsillo, sacó el dinero necesario y salió de la casa. La tienda no quedaba a más de cinco minutos de distancia y Alaska se sabia el camino de memoria tras haber ido allí múltiples veces los últimos días.

Una campanilla anunció su llegada y aquel extraño hombre mayor que siempre estaba tras el mostrador seguía allí, inmóvil por completo y con sus gafas resbalando lentamente por el puente de su nariz. Alaska ya estaba al tanto de que aquel hombre no estaba en sus cabales.

La mujer que se ocupaba de la tienda apareció a los pocos segundos, disculpándose por la tardanza. No tardó mucho comprando los encargos del profesor y volvió a la casa con tranquilidad.

Y, si bien Snape le dijo que no se iría a Hogwarts hasta terminar la poción, cuando entró en la sala de estar no había rastros de él por ninguna parte. Alaska se quejó, la hizo comprar aquellos ingredientes para nada.

Fue entonces, mientras la rubia se dirigía hacia el estante de libros que ocultaba la escalera, que Blaise, Ann, Theo y Draco aparecieron detrás de sus escondites. El moreno era el único que realmente se veía emocionado por hacer aquello. Había saltado de detrás del sofá con una gran sonrisa y gritó:

—¡Sorpresa!

Para luego mirar con mala cara al resto de los chicos, no lo habían seguido y parecían estar abochornados por la situación.

—¿Por qué no gritaron conmigo? —Les reclamaba el chico—. Arruinaron el factor sorpresa.

—Era una tontería. —Le dijo Draco.

—Te advertimos que no queríamos hacerlo. —Siguió Theo.

—Son unos aguafiestas —Opino Blaise, para luego acercarse a Alaska—. Es hora de cambiar a nuestros amigos, estos no me gustan.

—Dudo que tengamos más opciones —Le respondió la chica y luego se volteó a ver a los demás—. Me alegra que estén aquí, pero ¿cómo lo hicieron?

—El profesor Snape nos permitió venir, no quería que estuvieras sola durante tu cumpleaños. —Le informó Draco, acercándose a ellos.

—Fue extraño que el nos diera la idea —Reveló Theo—. No estaba al tanto de tu nueva situación.

—Olvidé comentarles al respecto —Se disculpó Alaska—. Yo aún lo estoy procesando.

—El profesor Snape como tu tutor legal —Dijo Blaise—. Es extraño decirlo en voz alta.

—¿Y cómo es todo aquí?

Alaska y los demás se sentaron en el sofá y la butaca, escuchando con atención lo que la rubia tenía para decirles. No había mucho que contar desde la perspectiva de Alaska, sólo les comentó que ahora tenía más libertades para estudiar y hacer sus deberes sin preocuparse de que alguien la viera, y que se sentía peculiar el hecho de ya no estar más en el sistema muggle y tener cosas propias por primera vez.

—¿Crees que ahora el profesor Snape te dará mas beneficios en Hogwarts? —Consultó Blaise—. Después de todo, ahora eres como si hija, ¿no?

Todos los presentes hicieron muecas de contrariedad al escuchar aquellas palabras.

—No vuelvas a decir eso, Zabini. —Le pidió Draco.

—Dudo que eso vaya a pasar, pero si tendré ciertas ventajas —Les reveló la chica—. Snape en su tiempo libre me ha estado enseñando a preparar pociones que estudiaremos este curso y los siguientes, por lo que estaré más avanzada que el resto en su asignatura.

—¿Ya te dije que eres mi mejor amiga, Alaska? Creo que eres un modelo que seguir para mí, tan talentosa y...

—Ni lo sueñes, ella es mía. —Espetó Draco, con tono autoritario.

—¿Ah sí? —Preguntó Blaise con las cejas alzadas, preparado para burlarse del rubio.

—En Pociones, ella es mi compañera en Pociones y siempre lo ha sido. —Se corrigió, ruborizado y fastidiado por la equivocación.

Blaise no dejó pasar la oportunidad para burlarse de Draco hasta el cansancio.

El resto de la tarde fue bastante divertida. Ann había llevado su juego de Snap Explosivo y estuvieron jugando por horas, agregando distintos tipos de retos y verdades. Luego, cuando gran parte de las cejas de Blaise desaparecieron al ser quemadas por el juego, hicieron una pequeña exploración a la casa de Snape, concentrándose en el sótano donde estaban las cosas viejas del profesor. Sin embargo, a pesar de sus suposiciones, no encontraron nada interesante allí.

Alaska había dejado a los chicos solos en la cocina, quienes estaban comiendo el resto del pastel de aquella mañana, para ir al baño en el segundo nivel. No esperaba al salir encontrar su habitación ocupada.

Se acercó a la puerta y se apoyó en el umbral, viendo a Draco examinar cada parte de su dormitorio.

—¿Qué haces?

Draco no se alarmó por la presencia de la chica, le echó un breve vistazo antes de continuar.

—Examino tu habitación —Le responde con naturalidad—. No tienen muchas cosas que lo personalicen.

Era cierto, alguien podía saber que ese cuarto estaba adueñado gracias a la única foto enmarcada de su segundo año en Hogwarts y el armario y cajones ocupados con ropa y libros viejos de escuela, pero aparte de eso y los casetes sobre un mueble, no habia nada más.

—Como dije más temprano, nunca he tenido cosas propias y llegue aquí hace poco más de una semana —Le recordó Alaska—. Hace unos días encontré esos cuadros desocupados en el sótano —Draco observó la pila de marcos en una esquina—, los traje pero aun no pongo las fotos. —Le apuntó una serie de fotografías en movimiento que tenía sobre su mesa de noche.

El chico se acercó para revisarlas. Habia un par con Ann y Blaise, otras con Blaise, Cedric y también había un par donde aparecía él.

—Son mis favoritas —Le señaló—. Tengo muchas más. Antes las tenía entre medio de libros pero aquí encontré un álbum de fotos, ahora están mejor guardadas.

Draco asintió y una sonrisa ladina apareció al ver una de las fotos—. Me gusta esta.

Se acercó para observar la foto que Draco tenia en su mano, y entonces vio que era una fotografía de ellos dos. Estaban en la sala común, Alaska estaba utilizando la boina que le haba regalado Draco el año anterior. La habían tomado durante el tiempo en el que no estaban peleados.

—El año anterior no pasamos mucho tiempo juntos —Dijo Alaska con tono de arrepentimiento—. Tuvimos muchas peleas.

—Si...

La habitación se sumergió en un profundo silencio. Tanto Alaska como Draco parecían estar envueltos en sus pensamientos, desarrollando ideas que les gustaría hablar con el otro. Temas importantes; Draco fue más rápido en hablar.

—Hay algo de lo que deberíamos hablar —Dijo el rubio, dejando las fotografías de lado y mirando a Alaska—. Es algo importante que he querido decirte desde hace un tiempo.

El chico se veía tranquilo pero comprometido con lo que fuera a decir, logrando provocar nervios en Alaska, quien pensó en mil cosas que el chico podría decirle.

—Tal vez no sea el momento...

—Lo es —Le aseguró el chico—. He estado reflexionando en esto por un tiempo y quiero saber que es lo que piensas al respecto.

—Alaska puede darte tu opinión después —Dictaminó Blaise, entrando a la habitación—. Es hora de los regalos, vamos.

—Zabini, esto es importante. —Gruñó Draco.

—¡Esto también! —Refutó el moreno—. ¿No quieres darle la gran sorpresa?

Y sin más Blaise agarró el brazo de Alaska y se la llevó por las escaleras, volviendo a la sala con Ann y Theo. Draco apareció unos momentos después.

El moreno presiono a Alaska para que se sentara y, de manera energética, fue a buscar un pequeño sobre que tenía guardado en su bolsillo. Volvió junto a la chica y la observaba con una sonrisa, ansioso por entregarle el sobre.

—El regalo es de parte de todos. —Le anuncio Blaise, finalmente entregándole el regalo.

—Blaise, tranquilízate. —Reclamó Ann.

Alaska abrió el paquete con cuidado y entonces vio la reluciente entrada de oro para las finales de Quidditch que se celebrarían en poco menos de un mes.

—¡Carajo! —Soltó Alaska, aún mirando la entrada y sin expresión de manera clara alguna expresión.

—¿Carajo? —Repitió Blaise confundido—. ¿Qué es eso? ¿Es una reacción buena, una mala?

—No lo sé... —Murmuró Ann.

Alaska levantó la mirada, dejando ver una gran sonrisa sin saber de que otra forma expresar su felicidad y agradecimiento.

—¡Este es el mejor regalo! —Y se lanzó para abrazar a Blaise, quien estaba más cerca.

—¡Sabía que te encantaría! —Le dijo el moreno.

—¡Podré ver a Irlanda patearles el trasero a Bulgaria!

—¿Qué? —Murmuró Blaise, disgustado con ese comentario y alejando a Alaska—. No, no, no. El equipo de Bulgaria es mucho mejor que el de Irlanda, los búlgaros ganaron los últimos doce Campeonatos de Europa del Este y tienen una sólida defensa.

—¡Pero no saben trabajar en equipo! —rebatió Alaska—. Irlanda también es defensivamente fuerte y sus cazadores tienen una química impecable.

—Impecable —Se burló Blaise—. Ganaron contra Perú por pura suerte.

—¡Eso no es cierto! Los aplastaron en las semifinales.

Los otros dos chicos no tardaron en involucrarse en la discusión de Alaska y Blaise,todos dando sus propias opiniones sobre los equipos. Y a pesar de que Blaise nosupiera "apreciar a los buenos equipos", Alaska estaba muy agradecida contodos. No veía la hora de asistir a las finales.

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