Desde que no estás | Álvaro G...

By VocalsAlvaroG

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¿Qué pasaría si de la noche a la mañana vuelve a tu vida aquella persona con la que pasaste los mejores años... More

Sinopsis
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By VocalsAlvaroG

Narra Álvaro

"Acabo de ir al teatro después de la reunión con las revistas. Espero que todo salga bien. Deséame suerte, Dani."

"No la cagues y no necesitarás suerte. Yo solo espero que os arregléis de una vez. Suerte esta noche."

"Gracias, oye. Con mi suerte igual piensa que la fiesta de despedida se la hace su querido Samuel"

"¿Y tú eras el positivo del grupo?"

Dejo de hablar con Dani y me empiezo a preparar. No de atuendo, sino de mentalidad. La música, a parte del teatro, siempre ha sabido cómo relajarme en los momentos más complicados de mi vida. Entro en mi Spotify y pongo el modo aleatorio.

—Esta canción no. —Me quejo en voz alta, como si con eso la letra de la canción me doliese menos.

Dejo que la canción avance y, sin querer, canturreo esas frases que me describen tan bien.

Y ahora estoy solo, solo en este mundo sin ti

Por pensar como un idiota lo perdí todo, todo

Tanto me arrepentí; sin tu boca ya no sé cómo vivir

No, no.... idiota

Me vengo abajo enseguida y cambio de canción. Al menos esta vez he tenido un poco más de suerte. Consigo levantarme el ánimo poco a poco, justo a tiempo para cuando suena el timbre. Me extraño. No espero a nadie. Me levanto del sofá y miro a través de la mirilla de la puerta.

—Dani, ¿qué haces aquí? —Pregunto abriendo la puerta y encontrándome de pleno al resto de los chicos.

—A mí no me mires, solo vengo a robarte chocolate. —Habla Carlos con una sonrisa. —Como en los viejos tiempos. —Suelto una carcajada y dejo que pasen.

—¿Has pensado en cómo vas a conseguir que te perdone, dandy? Lo tienes jodido.

—¡David! —Lo regaña Blas. —Tenemos que animarlo, no hundirlo.

—Pero si tiene razón. —Afirmo. —De todos modos, gracias por venir, aunque en el fondo me odiéis por desaparecer sin más.

—Creo que hablo en nombre de todos. —Empieza Blas. —Nos ha dolido como al que más, pero no podemos estar enfadados contigo toda la vida.

—Eso sí, como te vuelvas a ir sin avisar. —Carlos hace el gesto de unas tijeras.

—Y no habrá chocolate en el mundo que lo pueda parar. —Apunta David entre risas.

—Yo no me reiría tanto, que el rubio va en serio. —Apostilla Dani. —Los rubios nos entendemos sin palabras. Tenemos rubipatía.

—Por lo que veo la tontería también se pega. —Me llevo una colleja de Carlos.

Me ayudan a olvidar por un par de horas mi vida hasta que llega el momento de la verdad. Salimos todos de mi casa en amor y compañía y se despiden de mí.

—Suerte, imbécil. —Dice Dani por todos. Ellos solo se ríen de mi desgracia.

—Si todo sale bien, os llamo mañana.

—Te tomamos la palabra. —Hablan a la vez.

Voy andando al teatro, al fin de cuentas, no vivo tan lejos, aunque la pereza me ganase la mayoría de días años atrás. Llego y ayudo a colocar algunos platos y comida en las mesas. Alguien pone una mano en mi hombro y me giro.

—Hola, soy Samuel. —Por fin te tengo delante idiota. Álvaro relájate, me digo.

—Yo soy Álvaro. —Ni encantado ni nada.

—Te diría que estoy encantado de conocerte, pero sería mentirte.

—¿De qué vas? —Me encaro hacia su persona como él está haciendo conmigo.

—Mira, te conozco por Lucía. —¿Lucía le ha hablado de mí? —No la mereces.

—¿Y tú sí? —Responde un "sí" con un tono de voz bastante alto. —Todavía no te he agradecido que me hayas aclarado la duda de que no sois nada. Cuando consigas algo más que yo, me llamas campeón. —Como se entere Lucía de que he dicho eso me va a dejar sin descendencia, no obstante, ha merecido la pena.

Las dos horas restantes pasan y Lucía tiene que estar a punto de entrar. El director va en su búsqueda. Supuestamente se han quedado las luces encendidas y se ha bloqueado el programa para apagarlas. La puerta principal se abre y aparece ella.

—Pero si están las luces apagadas. —El director le tapa los ojos rápidamente y la lleva hasta la parte de atrás del teatro. —¿Qué haces?

La deja en posición y le suelta la venda de los ojos. Todos gritamos un "sorpresa" haciendo que se emocione a lágrima viva. Se forma un abrazo en grupo y yo me quedo atrás. No quiero que se sienta incómoda. Se separan de ella y algunos viejos actores y actrices la abrazan individualmente. Toda la gente con la que ha trabajado a lo largo de los años está aquí, o casi toda. Es lo que tiene avisar con tan poca antelación.

Levanto la mirada y veo como Samuel la abraza y le susurra algo al oído que la hace reír.

Capullo.

—Muchísimas gracias por todo. —Habla para todos aun con lágrimas en los ojos.

—Si hubiésemos sabido que ibas a llorar tanto le hubiésemos dicho a Álvaro que no hiciera nada de todo esto. —Clava su mirada en mí.

—¿Lo has planeado tú solo?

—Es lo menos que te mereces. Este teatro te ha dado tanto que pensé que sería bonito. Mañana te vas y bueno... —Dejo la frase en el aire.

—¡Qué empiece la fiesta! —Grita alguien. Le sonrío a Lucía y la dejo a su aire. Es su día.

Me pongo a hablar con viejos conocidos y compañeros y recordamos viejos tiempos. La noche va avanzando y el alcohol en mis venas aumenta exponencialmente. Miro hacia la pista de baile improvisada y veo como Samuel está bailando con Lucía. La sangre me hierve y ya no solo por el alcohol. La canción cambia y me acerco a ellos.

—¿Me dejas bailar ahora con ella?

—No. —Responde borde.

—Vamos Samu, no me va a hacer nada. —Samuel 0 Álvaro 1.

Me pego a ella al ritmo de Una en un millón. Esta canción me recuerda a ella. Tan única, tan ella. Lucía se acerca a mí y empieza a perrear. Yo no me quedo atrás y le intento seguir el ritmo. Se mueve mejor de lo que recordaba.

Pego mi frente contra la suya y, antes de que acabe la canción, le susurro una de sus frases.

—Como tú no hay dos. —Ante mi asombro, pega sus labios a los míos y me besa sin cesar.

—No te aproveches de ella. —Grita Samuel cuando se encuentra entre los dos, separándonos.

—Yo no me estoy aprovechando de nadie, imbécil.

—Chicos, ya vale. —Se va dejándonos solos, como si no le importara nada.

Minutos después salgo de la fiesta con mi cubata en la mano. Ya no me apetece estar ahí. Pensaba que después de bailar tan pegado a Lucía y besarnos las cosas cambiarían, pero como no, tenía que aparecer Samuel metiendo mierda. Veo aparecer a Lucía diez minutos más tarde.

—Organizas tú la fiesta y ni siquiera estás. —Me deja caer divertida. Se nota que ha bebido y no la culpo porque yo estoy igual, lo único que a mí el alcohol me deprime.

—Me duele verte tan pegada a Samuel. —Digo aun sabiendo que acabaré arrepintiéndome de esta conversación, aunque, igual con suerte, ni me acuerdo.

—No me apetece seguir aquí. —Dice como si no le importara lo que estoy diciendo. —Vamos a tu casa. —Comenzamos a andar en silencio hasta que ella lo rompe. Ni siquiera nos hemos despedido de nadie.

—¿Te confieso algo? —Pregunta.

—Dime. —Respondo intrigado.

—Antes, cuando nos hemos besado, me he quedado con ganas de más. —Me para en mitad de la calle y se acerca a mí.

Esta vez soy yo el que me lanzo y la beso. Cuando nos empieza a faltar el aire nos separamos y seguimos andando cogidos de la mano como si nada hubiera pasado en estos últimos años. Llegamos a mi edificio y aunque me cuesta, al final consigo abrir el portal a pesar de la distracción que provocan las carcajadas de Lucía en mí. Me pasa lo mismo con la puerta de mi casa y Lucía no para de reírse.

—¿Te parece muy gracioso? —Digo mientras entramos en mi casa y cierro la puerta de un portazo. Apoyo a Lucía sobre ella y junto mi cuerpo al suyo.

Se lanza a mis labios ignorando la pregunta y de un salto se sube a mi cintura rodeándome con las piernas y dejando caer sus sandalias. Se ahorra desabrocharme la camisa y directamente tira del cuello arrancándome algunos de los botones. Me la termino de quitar y la tiro al suelo.

—Vamos a la habitación. —Le digo mientras la dejo en el suelo.

Me adelanta mientras se va quitando el vestido por el camino, dejándome ver su espalda desnuda; yo hago lo mismo con mis pantalones. Al llegar a la habitación la veo ya tumbada en la cama sonriente.

—¿No vienes, Gango?

Me acerco a ella poniéndome de rodillas en la cama y ella se incorpora para morderme el labio y, sin saber cómo, conseguir sentarse encima de mí. Me besa y subo mis manos desde su cintura hasta el cierre del sujetador. Intento desabrochárselo sin ningún resultado.

—¿Tanta práctica has perdido? —Me dice mientras se lo desabrocha a la primera. Yo solo lo aparto y lo tiro al suelo.

—Tenía tantas ganas de esto.

Atrapo un pezón con mis dientes y lo mordisqueo, para dar paso, segundos después, al otro. Mi líbido cada vez sube más y más.

Libero sus pezones y continúo recorriendo su cuerpo sin descanso. Me paro nada más llegar a sus bragas y levanto la mirada para buscar la suya. La miro pícaramente y veo como me suplica con la mirada. Vuelvo a enterrar mi cara entre sus muslos y beso la cara interior de estos mientras bajo, poco a poco, sus bragas. Me paro y oigo cómo se queja. Le abro las piernas todo lo posible y me dirijo directamente a su entrepierna haciéndola gemir al notar mis labios con los suyos inferiores. Sin cortarme, juego con mi lengua dentro de su húmedo sexo mientras ella rasga las sábanas con sus uñas por el placer que la produce el contacto. Saco mi lengua de su interior y muerdo su clítoris a la par que introduzco dos dedos en ella moviéndolos con vehemencia.

—Álvaro, creo que...

Saco los dedos y vuelvo a usar mi lengua haciendo que se corra en mi boca. Levanto mi cabeza y la beso para que pruebe su propio sabor.

Se reincorpora y mete, sin prejuicios, sus manos en el interior de mis calzoncillos. Los baja y me los quita, lanzándolos a una esquina de la habitación.

—Hazme tuya. —Me dice jadeante.

Devoro sus labios de nuevo y me levanto de la cama. Busco con desesperación algún condón en mi cartera, rezando para que, los que pusieron mis otros amigos, no estén caducados. Afortunadamente, tengo suerte. Vuelvo a la cama y velozmente se sienta encima de mí. Desgarro el paquete del condón con los dientes y me lo pongo.

—¿Estás segura de esto? —Susurro en su oído. Ella asiente, espero que no se arrepienta por la mañana.

Levanto su cuerpo de mis piernas y la vuelvo a sentar entrando en ella de una sola estocada. Hacía tanto tiempo que no hacíamos esto que ambos gemimos a causa del contacto. El ritmo es lento, aunque los dos queramos más. Nos besamos, nos acariciamos y nos movemos al mismo ritmo, el cual se vuelve cada vez más intenso. Me paro unos minutos en su cuello consiguiendo hacerle un chupetón, al igual que se lo hice en nuestra primera vez. Aunque claro, aquel día no fue queriendo.

Aumento el ritmo. Entro y salgo de ella varias veces seguidas y los gemidos por ambas partes cada vez suenan más alto. Ella hace fuerza hacia abajo, haciendo que penetre aún más en su interior, llevándonos a los a la vez a un intenso orgasmo.

Habremos acabado, pero no me aparto, ni dejo que se aparte todavía. Nos quedamos mirándonos fijamente y sin decir nada, salgo de su interior, ato el condón e intento encestar en la papelera mientras ella se ríe. Nos volvemos a mirar y nos tumbamos en la cama abrazados.

—Llevo días sufriendo porque te echo de menos y no quiero sentirme así. —Me vuelve a besar para evitar que le responda, esta vez más suave.

Una sábana fina es lo único que nos abriga esa noche. El alcohol sigue ahí y el cansancio puede con nosotros. Nos dormimos abrazados el uno frente al otro.

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