Ojos de gato Tentador [La ver...

By mhazunaca

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Él es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a quere... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1: Ojos verdes
Capítulo 2: Investigaciones
Capítulo 3: Fuera de la realidad
Capítulo 5: Leyendas y sospechas
Capítulo 6: Lo que realmente era
Capítulo 7: Conociéndote otra vez
Capítulo 8: Hacia la capital
Capítulo 9: Lecciones
Capitulo 10: Aventuras en la ciudad
Capítulo 11: Un lugar perdido
Capítulo 12: Debo ser fuerte
Capítulo 13: Cediendo a los impulsos
Capítulo 14: Confío en ti
Capítulo 15: Desolación
Capítulo 16: La luz
Capítulo 17: Confesiones
Capítulo 18: Compañía no grata
Capítulo 19: Lo que somos
Capítulo 20: Para siempre
Capítulo 21: Situaciones frágiles
Capítulo 22: Juego sucio
Capítulo 23: Rigor en la capital
Capítulo 24: Acoplándonos
Capítulo 25: Algo oculto
Capítulo 26: Nueva compañía
Capítulo 27: Sueños y promesas
Capítulo 28: Desafortunada intervención
Capítulo 29: Cita oficial
Capítulo 30: Amor ardiente
Capítulo 31: Mensaje encargado
Capítulo 32: La noche apenas empieza
Capítulo 33: Más problemas
Capítulo 34: Plan en marcha
Capítulo 35: Sirio mío...
Capítulo 36: Muerte interna
Capítulo 37: A entrenar
Capítulo 38: En su búsqueda
Capítulo 39: Fin del viaje
Capítulo 40: Los milagros existen
Capítulo 41: Revivir
Capítulo 42: Asuntos pendientes
Capítulo 43: Regreso
Capítulo 44: La batalla y la verdad
Capítulo 45: Nueva era
Epílogo
Capítulo especial 1: Un raro beso
Capítulo especial 2: Una noche única
Capítulo especial 3: Bienvenido
Mini extra: Un encuentro inesperado
Ojos de gato Saga
Especial Enif, madre de Sirio: Parte 1
Especial Enif: Parte 2
Especial Enif: Parte 3
Especial Enif: Parte 4 Final
Fan Arts
Ilustraciones
Videos
Ojos de gato en inglés

Capítulo 4: Ellos quieren la toxina

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By mhazunaca

Ya en mi habitación, empecé a alistar mi pijama, y al cabo de unos minutos ya estaba lista para dormir. Alguien tocó mi puerta y fui a abrir, Rosy estaba ahí cruzada de brazos.

—Vine a verte tres veces, ¿por dónde andabas? —estaba impasible.

—¿Y por qué la urgencia? —respondí.

Me miraba de forma suspicaz.

—Solo curiosidad, no es la primera noche que no te encuentro.

Resoplé y empecé a arreglar mi cama.

—No es nada.

—¿Te estás viendo con alguien? —sonreía sintiéndose cerca de la respuesta.

—Claro que no —el tono de voz no me ayudó.

Abrió los ojos como platos.

—Antoni —susurró, poniéndome nerviosa. Lo había arruinado.

—No... —salió disparada de mi habitación y la seguí enseguida.

La encontré tocando la puerta de él. Me acerqué y la tomé del brazo para sacarla de ahí, pero la puerta se abrió antes de poder desaparecerme.

Ahí estaba él frente a nosotras, con el torso desnudo, usando solo pantalón. Me ruboricé de vergüenza y seguro Rosy estaba igual. En verdad era alto y de contextura normal, pero sus músculos estaban bien marcados. Quedé sorprendida, estaba en muy buena forma. Los hombros anchos, caderas estrechas. «Vaya hombre». Nos habíamos quedado embobadas como dos completas idiotas por un par de segundos.

Nuestra carrera implicaba haber visto cuerpos desnudos casi seguido, pero no había estado frente a... Bueno, uno vivo, por la especialidad que había tomado.

—¿Sucedió algo? —nos preguntó haciéndonos reaccionar.

—Perdón —dijo Rosy, sonriéndole—, puerta equivocada.

Me empujó y echamos a correr de vuelta a mi habitación como dos locas.


Entramos, ella cerró la puerta y quedó mirándome sorprendida.

—¿Te estás acostando con él? —preguntó casi horrorizada.

—¡Por Dios, claro que no! —exclamé.

—¿Te gusta?

Negué. No me sentía bien al verla preocupada por esas cosas. No tenía cabida en la situación actual y yo no podía permitirme sentir nada, la humanidad se enfrentaba a algo grave. No había tiempo para amores sin sentido, ni para empezar a actuar de maneras infantiles.

—Quizá a él le gustas.

—¿Qué? No, en serio, todo está normal.

—Lo veo mirarte sin parar todos los días —insistió—, como si acechara.

—Rosy... ya, no lo creo. Además es casi de tu edad, no de la mía —aclaré, como si ese dato fuera trascendente. Miró al suelo y yo suspiré y sonreí apenas, tratando de olvidar la incomodidad, total, ya bastantes problemas teníamos—. Escucha... Okey, sí, no niego que es atractivo...

Ella sonrió con travesura.

—¡Lo sabía! —Dio un brinquito.

—¡Peeero...! Nada más —me apresuré a explicar—. Estamos en el trabajo, por Dios. —Sentí que me reprochaba a mí misma por haber lagrimeado en frente de él esa vez.

—No en horas del trabajo. Solo en el edificio.

Reí.

—Bueno, a ver qué pasa. A descansar.

Nos abrazamos y se fue.


***

La luna estaba en lo alto del cielo. Me encontraba caminando por una calle oscura, unos ojos brillantes me cuidaban las espaldas y de algún modo me sentía segura. Me detuve de pronto al oír un bajo gruñido más adelante...

Abrí los ojos, estaba en mi habitación. Los gruñidos aún retumbaban en mi cabeza, los había escuchado tanto que mi cerebro los reproducía a la perfección en mis pesadillas. Suspiré y miré al techo, solo soñaba tonterías.

Estaba volviendo a cerrar los ojos cuando un fuerte ruido me hizo brincar de la sorpresa, eran las alarmas del edificio. Me horroricé, habían logrado infiltrarse en las instalaciones, sabía que podían ser los humanos evolucionados.

Salí corriendo de mi habitación. Al pasar por el pasillo principal escuché que Marcos me llamó pero seguí de largo, mi objetivo se centraba en proteger la toxina, debía sacarla de ahí. No sabía dónde se encontraba lo que había activado la alarma pero todo el personal se estaba reuniendo en el hall principal dejando el laboratorio y las toxinas a dispensas de lo que fuera que hubiera entrado.

Giré por el último pasillo hasta entrar al laboratorio y me arrepentí enseguida por haber llegado yo sola sin ningún miembro de seguridad armado.

El H.E volteó a verme con sus ojos brillando bajo la tenue luz de emergencia. De nada me serviría correr ahora, me alcanzaría en cuestión de segundos. Podría gritar y entonces vendrían, pero hasta el momento en el que pasaran por la puerta yo ya habría muerto.

Ya era tarde, el ser se acercó.

—¿Qué tenemos aquí? —ronroneó. No pude responder—. Entonces en verdad guardan esa toxina en este lugar... —dijo mientras me mostraba unos papeles que tenía en la mano, era mis notas sobre la toxina.

—No la conseguirás —le respondí con mi último aliento de valentía.

El H.E sacó de su bolsillo un pequeño frasco y me lo lanzó con tal fuerza que se reventó en mi antebrazo y parte de mi rostro. Fue muy veloz, no había podido cubrirme bien.

—Ahora veremos si esa era la toxina —se mofó de mí.

Me observó durante unos segundos, sin parpadear, acechando. Empezó a picarme la garganta. No era la toxina mortal pero era otra muy potente también. Sentí que me desvanecía. El hombre me mostró los colmillos en una cruel sonrisa y se me lanzó.

—¡NO! —gritó una voz masculina.

Antonio apareció y me rodeó con los brazos, cubriéndome y recibiendo la fuerte mordida del H.E justo en el hombro, eso le arrancó un corto grito de dolor. Yo grité también.

Él retrocedió y golpeó al ser con un fuerte codazo lográndolo mover unos centímetros y haciendo que lo soltara. Este, en respuesta, le mordió el brazo. Me tapé la boca, horrorizada, estaba loco como para pensar que podría contra uno de esos humanos evolucionados.

—¡Infeliz! —le gritó al hombre, y le dio un puñetazo lanzándolo a un costado.

Su fuerza debía ser tremenda para lograrlo, estaba casi segura de que se había roto la mano al hacer eso. Ellos eran más pesados y macizos. En segundos cogió una de las pesadas sillas de madera que había y golpeó al ser que ya casi estaba en pie. La silla se rompió en muchos pedazos. Caí de rodillas, sintiéndome muy mal a causa de la toxina. El H.E se lanzó contra Antonio, y yo ya no tenía fuerzas para advertirle, solo podía rogar que no le hiciera daño.

El H.E lo agarró del cuello de su camisa y lo golpeó contra una mesa, rompiendo las probetas y demás cosas de vidrio y cristal que se hallaban ahí. Volvió a golpearlo contra la superficie, y pude escuchar cómo se le escapó el aire de los pulmones con el golpe.

Continuó, y yo me retorcía con cada golpe que le daba, rogando que parara aunque sabía que no me escucharía.

Luché por ponerme de pie. En segundos, Antonio había logrado agarrar el microscopio y lo usó para golpear al hombre en la cabeza, su tambaleo fue suficiente para que lo pateara lejos de él. Agarró la mesa de las patas y volvió a golpear al H.E con toda su fuerza, quedé conmocionada de rodillas aún en el suelo, había que ver cuánta fuerza tenía ese muchacho.

—¡Por qué la defiendes! —gritó el H.E en el suelo, intentando ponerse de pie—. ¡Estás loco!

Antonio lo pateó en la cara antes de que pudiera seguir hablando y el ser cayó inconsciente. Mi vista se nubló y caí al suelo apretándome el estómago. Escuchaba su respiración agitada, me miró y corrió hacia mí.


***

Me sentía casi en las nubes, empecé a recobrar conciencia. Mi mano apretaba una porción de tela y había un aroma que se me hacía muy familiar, ladeé el rostro para enterrar mi nariz en aquella suave superficie tibia y aspirarlo.

Tiré de la tela que tenía agarrada para cubrirme pero esta no cedió. Entreabrí los ojos lentamente y vi que mi mano estaba agarrando el cuello de la camisa de alguien, ese alguien me tenía acunada en sus brazos mientras reposaba en su regazo.

Abrí los ojos de golpe. Fui divisando la pequeña sala en donde estábamos todos, sentados en sillas. Un equipo médico y de seguridad pasaba revisando a los que estaban ahí presentes, logré reconocer a los médicos que trabajaban conmigo. Recorrí el lugar con la mirada, Marcos estaba cruzado de brazos apoyado en el respaldar de la silla, me miró de reojo con el ceño fruncido. Rosy estaba a su lado, su semblante era de preocupación y también de tristeza.

Reaccioné y solté la camisa, Antonio ladeó el rostro para poder mirarme a los ojos.

—¿Ya te encuentras mejor? —me preguntó.

Parecía estar muy bien a pesar de haberse enfrentado a ese H.E, él era el que me tenía en brazos. Quise enderezarme y me ayudó. Me senté en la silla de al lado como pude, le tomé el brazo recordando la mordida que recibió y vi que lo tenía vendado. Giré a ver su hombro pero solo aprecié la mancha de sangre en la tela.

—También está vendado —me dijo él, respondiendo a mi pregunta no hecha.

—¿No tienes ningún hueso roto? —le pregunté asustada.

Los del equipo médico aparecieron frente a nosotros.

—Muy bien, señorita, el antídoto ya empezó a hacer efecto, estará mejor en unas horas. En cuanto al joven, apenas tiene unos cortes...

¿Cortes? ¿Cómo era posible que tuviera solo cortes? Debería tener la mano y las costillas rotas por lo menos, salvo que el H.E tal vez no se hubiera desmedido con su fuerza, lo cual era muy poco probable.

—Puede ponerse de pie —dijo el médico.

Lo hice, Antonio me sostenía el brazo por si acaso. Me tambaleé un poco pero lo logré. Rosy se puso de pie y casi corrió hacia mí, me abrazó.

—Tonta, ¿cómo se te ocurre ir por la toxina tú sola? Si se la llevaban no hubiera importado con tal de no poner tu vida en riesgo —me dijo con lágrimas en los ojos.

—Perdóname, lo sé. Cometí un error —respondí. Era verdad, la toxina estaba segura pero me había preocupado que lograran apoderarse de ella de algún modo.

—Y vaya error —interpuso Marcos, que ya estaba a nuestro lado.

Unos de seguridad entraron a la sala.

—Ya nos encargamos del problema y también hemos mejorado la seguridad. Ya está todo en orden, señores. Pueden volver a sus asuntos.

—Gracias —les respondió Carlos.

Todos empezaron a retirarse, sentía que había vuelto a la realidad. Esta era la verdadera situación, una guerra inminente entre humanos y H.E, situación que se podía salir de control.

Sentí que Antonio me soltó el brazo, volteé y me di cuenta de que se había separado de nosotros y se dirigía a su habitación. Rosy me estaba llevando a la mía, estaba hablando algunas cosas así que empecé a prestarle atención.

—... Así que me asusté mucho porque tú sabes que esa toxina causa alucinaciones en el peor de los casos, o un malestar general, sobre todo en el sistema digestivo. Si no hubieras recibido el antídoto rápido hubieras caído con las alucinaciones y el dolor peor en el estómago y habría daños irreversibles además y... —dejé de escucharla.

Era un misterio para mí, ¿cómo Antonio estaba vivo? Ese ser tenía la fuerza para destrozarle el cuerpo. Pero si era verdad lo que me decía Rosy, entonces todo pudo haber sido una especie de alucinación exagerada de lo que en verdad ocurría.

Ahora que estaba recuperada sentía como si lo que había pasado formara parte de alguna otra realidad o de un sueño que no podía recordar bien y lo veía nublado. Llegamos a la puerta de mi habitación.

—En fin, fue un alivio verte aparecer en los brazos de él... —se detuvo, tenía una expresión de ligera tristeza.

«Oh no», pensé. Nuevamente entraría a colación el tema de los gustos, esto me ponía incómoda. El problema allá afuera era grave, pero no era eso lo que me incomodaba ni tampoco el hecho de que ella se incomodara con la supuesta inclinación de Antonio hacia mí, me incomodaba sentir que él también me gustaba.

Ese era un problema mayor, porque no tenía tiempo para pensar en esas cosas y no había intentado parar ese sentimiento cuando caí en la cuenta de que era su aroma el que disfruté cuando estuve en sus brazos. Aparte, ahora me sentía una terrible amiga.

—Cuando llegó a donde estábamos todos y vio que no estabas salió corriendo, nosotros no sabíamos a dónde te habías ido pero él te encontró.

—Sí, bueno. Habíamos hablado sobre algo acerca de qué pasaría si los H.E quisieran hacerse con la toxina —le dije, era lógico.

Ella asintió y estiró los brazos con cansancio.

—Bueno, ahora sí a dormir. Ojalá nos dieran el día libre mañana —se quejó mientras se alejaba.

—Ya quisiera yo también —respondí.

Permanecí en el umbral de mi puerta después de que ella desapareciera de mi vista tras entrar a su habitación. Me quedé pensando. Él se había preocupado por ir a verme, quizá era porque desde que llegó fui la única que se mostró comprensiva y ahora me cuidaba. Yo, que ya no tenía a casi nadie, salvo por una tía en la ciudad, Rosy y Marcos que eran mis amigos, ahora sentía que tenía a Antonio también.

De algún modo quería meterse bajo mi piel, y yo lo temía, pues no quería que me rompiera el corazón, no él, que me agradaba tanto, a pesar de ser todavía alguien nuevo en mi vida. Dolor, ese era el inevitable fin del amor. Medité unos segundos más acerca de lo ocurrido y me dirigí hacia la otra ala de la edificación. Tenía que cerciorarme de que todo había sido una alucinación.

Toqué muy bajito la puerta para no despertarlo en caso de que ya estuviera dormido. Me sentí una molestia, quizá estaba exagerando, ¿quién querría que le interrumpieran su sueño a estas horas de la madrugada para hacer preguntas tontas? Pensé en dar media vuelta para retirarme de ahí lo más rápido que podía pero la puerta se abrió.

—¿Todo en orden? —preguntó en tono amable con esa suave voz.

Me quedé muda. Se retiró abriendo más la puerta y tendiendo el brazo, señalándome que pasara, así lo hice, la cerró y se recostó en esta. De pronto un escalofrío me recorrió, esa extraña sensación de estar con alguien peligroso. Sacudí la cabeza. No, solo seguía con el susto por lo que había pasado...

—No vuelvas a hacer eso —me dijo con un tono levemente severo.

Lo miré.

—¿Hacer qué? —mi voz se escuchó diminuta, esa era una pregunta tonta.

—Sé que te fuiste al laboratorio pensando en lo que te había dicho, no lo vuelvas a hacer —me respondió con el mismo tono.

Me sentía como una niña a la que su padre le estaba reprendiendo por su mal comportamiento.

—Lo sé —dije avergonzada—, por mi culpa pudiste haber muerto.

—Y tú también. Entiende que morirte no sería una buena solución, así sea por andar experimentando con esas cosas.

—Lo sé... —murmuré apenas—. Me cuidaré más.

—Bien —respondió con un tono de aprobación, sus ojos de verde intenso no se desprendían de mí.

—Eh... ¿Cómo...? —dudé—. ¿Cómo es que ese ser no te destrozó el cuerpo? —le conté lo que recordaba.

Frunció el ceño, era como si le hubiera hecho una pregunta que quizá no esperaba escuchar. Dirigió la vista hacia otro lado, buscando una respuesta.

—Eso no pasó así. No lo sé —dijo al fin—, asumo que no quiso matarme sin un motivo real. Y de algún modo recuerdo que sé pelear contra ellos. Si les das en la cabeza los atontas y son un poco más vulnerables. Quizá eso ayudó.

—¡Wow! —exclamé impresionada—. Ese es un buen dato.

Me mostró una leve sonrisa.

—No se aprende mucho si solo te dedicas a estudiar sus cuerpos, creo que hay muchas más cosas para aprender de ellos.

—Es verdad, no sé cómo se comportan en sociedad o a qué edad maduran. En fin, tantas cosas.

Una idea apareció en mi mente. Él estaba en buena forma y sabía pelear contra H.E, quizá había pertenecido a los de seguridad. Pero no estaba del todo segura. Solo los de seguridad ciudadana aprendían a lidiar con ellos pero se centraban más en el uso de armas.

No podías enfrentarte así no más a un combate cuerpo a cuerpo con uno de esos seres, sin duda esos conocimientos venían de personas más antiguas, personas que habían vivido en la época en la que los H.E empezaron a aparecer y a causar estragos. Debía ser un conocimiento que alguien había ido pasando de generación en generación. Muy interesante.

—Quizá pueda ir recordando y diciéndote más cosas —me dijo mientras se acercaba.

—Oh, sería genial si me hicieras ese favor —exclamé.

Se detuvo a centímetros de mí y me sonrió de forma dulce, su rostro me cubrió de la luz del bombillo de la habitación. Me quedé con la vista hacia arriba, plantada en su mirada, en esos ojos de color verde intenso, como el verde vivo de las hojas de los árboles vistas a contra luz. Mis pupilas bajaron unos centímetros quedándose en sus labios masculinos y tentadores. Mi corazón se había acelerado.

Sacudí la cabeza.

—¡Vaya, qué sueño tengo! Debería irme ya —me excusé mientras daba un paso atrás.

Él también dio un paso atrás y se retiró a un costado para dejarme pasar, mantenía una media sonrisa.

—Descansa —dijo amablemente mientras pasaba por su lado.

—Tú también. —Lo miré y le sonreí.

Me dirigí a paso apresurado a mi habitación. Lo primero que hice al entrar fue verme en mi espejo solo para confirmar que estaba ruborizada. Me sentía avergonzada, era apenas un chico. Me sacaba de esta realidad cruel en la que se encontraba el mundo. 

«Ojalá no haya notado mi rubor», pensé. Eso sería más vergonzoso aún, que supiera el efecto que causaba en mí, y peor si yo estaba malinterpretando sus intenciones. Para colmo ahora parecía mi protector y me gustaba, qué patética era.



*******

Copyright © 2014 Mhavel N.

Todos los derechos reservados.

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