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ÁLBUM :Pick Up
CANCIÓN: Tears Dry on theid own- Amy Winehouse
Una semana antes...
— ¿Estás segura de que este trasto funciona? —preguntó Katz tocando el capó rojo del Pick Up.
Recé para que así fuera, con mi suerte uno nunca sabe.
—Perfectamente.
Ella sonrió y me tendió la mano.
—¿Qué? — pregunté golpeando la palma de mi mano con la suya.
—Las llaves, mongola.
—¡Ah!
Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y se la tendí. Inmediatamente cogió las llaves y se subió al coche.
—¡Venga, vamos a probar esta máquina!
A regaña dientes me subí al coche.
Katz era un auténtico peligro al volante, pensé no salir con vida de camino a la exposición de Wesley.
Me santigüé disimuladamente subiéndome al coche e inmediatamente me puse el cinturón.
—¿Dónde está el ticket del parking? — preguntó ella cuando llegamos a la barrera de seguridad.
Le entregué el ticket que hacía dos minutos habíamos pagado y lo metió en la máquina. En cuanto la barrera se levantó ella apretó el acelerador.
Mi espalda se pegó al asiento. Crucé los brazos sobre el pecho, como si eso me fuera a proteger.
Ingenua de mí.
Salimos por una calle desierta a todo gas.
—¿No vas un poco rápido? —pregunté temblando internamente.
Era demasiado joven para morir. Ni siquiera había hecho un trio, por Dios.
—No seas princesita. — Apretó más el acelerador y se metió a la siguiente calle derrapando.
Cerré los ojos con fuerza mientras el estómago se me encogía.
Después de algunos minutos sin que el coche se zarandeara los volví a abrir y me arrepentí al instante.
Katz iba a ciento cuarenta por hora directamente a un semáforo en rojo.
—Oh mierda...
—¡Yeah!
Consiguió pasar entre todos los coches sin chocar contra ninguno mientras maniobraba el coche en zigzag.
Dios, mío. Me voy a morir.
Mi corazón latía desbocado y mis ojos se mantenían abiertos de par en par. Decir que estaba en estado de shock era poco.
Katz no era un peligro al volante, era una potencial suicida.
—¡Estás loca! — le grité a todo pulmón una vez que aparcó el coche —. ¡Casi nos matas!
Ella empezó a reírse y puso los ojos en blanco.
Se bajó del Pick Up, yo permanecí dentro unos minutos más. Tenía las piernas como un flan, sudaba como un pollo y estaba segura de que no podía dar un solo paso sin que me fallaran las piernas y me precipitara al suelo.
—¿Te vienes o no? — inquirió Katz abriendo la puerta al ver que no me movía. Tenía una ceja alzada y me miraba con detenimiento. Seguramente tendría una pinta horrible, al menos así me sentía—. Venga, tampoco fue para tanto.
Achiné los ojos y con la mano buena me deshice del cinturón.
—¿Qué no fue para tanto? Podríamos haber muerto.
Se volvió a reír.
—No es la primera vez que lo hago, además, si te mueres... te mueres y ya.
¿Cómo que te mueres y ya? ¿Dónde estaba el sentido de la prudencia y la responsabilidad?
—¡Uh! No pienso volver a subir contigo en un coche.
Ella resopló.
—No sé yo si quedarme con el coche...
Abrí los ojos de par en par mientras subíamos al ascensor. El enfado se me disipó en cero coma, dejando paso a la preocupación. Si Katz no me compraba el coche no sé quién diablos lo haría.
—¿Por qué no? —chillé sin entender el motivo. Parecía haberlo pasado muy bien con el coche.
—No huele bien.
Suspiré.
—¿Cómo que no huele bien?
Se encogió de hombros.
—Huele a viejo...
—Es viejo, a nuevo que no va a oler— Golpeé la mano buena contra mi muslo indignada.
—Necesitaré ambientadores...
—Te regalaré uno si compras el coche.
Volvió a encogerse de hombros.
—No sé yo... los asientos se ven incómodos... ¿Qué pasa si voy de viaje? Muchas horas en ese asiento.
—¿Va a hacer daño a tu culito de bebé? —En ese momento fui yo quien puso los ojos en blanco—. ¿Ahora quién es la princesita?
Me sacó la lengua.
—Además el coche está sucio.
Respiré hondo.
La iba acabar lanzando una «cariñosa» bofetada como siquiera sacando pegas a mi coche.
—Te lo lavo.
—Hm, no sé.
Cerré los ojos durante unos segundos. La iba a matar, y esta vez de verdad. No se me conocía precisamente por mi magnifica paciencia.
—Quiero un ambientador con forma de piña, de esos tan chulos que se vende en la tienda esa... ¿Cómo se llama?
Me miró esperando que le diera una respuesta.
—Y yo qué sé, una tienda y ya.
Puso los ojos en blanco.
—Me lavaras el coche, aspiraras los asientos y el suelo del coche...
Se quedó pensativa durante unos segundos.
—Y me harás un batido de plátano con mantequilla de cacahuete de esos que te encanta tirar en mi prima.
—Vale— musité alargando todas las letras—. ¿Entonces compras el coche?
Ella sonrió enseñando todos los dientes. Ese gesto daba miedo, parecía un tiburón a punto de atacar a su presa.
—Dame el número de tu cuenta y en cuanto hable con mis padres te lo ingresan ellos.
No pude evitar. Solté un grito de victoria tan alto que Katz se vio obligada a taparse los oídos.
Hice una especie de baile de la victoria meneando el culo y la cadera mientras movía la cabeza de un lado a otro lanzando mi cabello rubio por todos los lados.