Cántame al oído | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

2M 227K 344K

«Escribiría todas mis canciones sobre ti». Holland finge que tiene una vida perfecta. Alex sabe que la suya e... More

Introducción
01 | Mi rata es una superviviente.
02 | Conociendo a Holland Owen.
03 | Rumores que hieren.
04 | Somos unos cobardes.
05 | Un tratado de paz.
06 | La música no es lo mío.
08 | Rota en pedazos
9 | Con la música en las venas
10 | Nociones básicas de supervivencia
11 | Los archivos del despacho de dirección
12 | Indestructible
13 | Dedícate a lo que te haga feliz
14 | Nuestra primera canción
15 | Oportunidades
16 | Asumiendo la realidad
17 | Mi verdadero yo
18 | Arriésgate a que te rompan el corazón
19 | Todas mis canciones suenan a ti
20 | Recuerdos que no duelen
21 | Consecuencias
22 | Un corazón roto
23 | Una pareja para el baile
24 | Quien soy en realidad
25 | Primeras veces
26 | Siempre que me necesites
27 | Mil y una veces
28 | Artísticamente hablando
29 | Dibújame cantando
30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo
31 | El precio de soñar
32 | Lo que mereces
33 | Sigue latiendo
34 | Efectos colaterales
35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte
Epílogo

07 | K. K. Splash Pro

43.4K 6K 4K
By InmaaRv

Maratón 2/2

07 | K. K. Splash Pro


ALEX


Solo he sentido miedo irracional una vez en mi vida. Fue durante un verano de hace unos años. Mi hermana invitó a sus amigas a casa sin avisar y, como hacía mucho calor, yo no llevaba nada aparte de los calzoncillos. Terminé escondido debajo de la mesa del salón mientras ellas me buscaban por toda la casa, armadas con una cámara de fotos y un perfil de Instagram con casi dos mil seguidores.

Creía que nunca volvería a sentirme de esa manera.

Como era de esperarse, estaba equivocado.

—¡Blake!

Me sobresalto cuando el nombre de mi hermana resuena en el pasillo. Por instinto, retrocedo para esconderme detrás de ella y la empujo para que salga a dar la cara por mí. Cualquiera pensaría que soy un cobarde, pero no me importa. No es momento de pensar en mi reputación. Ahora mismo, solo tengo una prioridad, y es sobrevivir.

Aunque parece molesta, Blake no se aparta. Lleva la mirada al frente, donde se encuentra el dueño de la voz: un chico fornido, de piel tostada y pelo oscuro, que se separa del grupo de jugadores para acercarse a nosotros. Debe haber estudiado en una escuela secreta de ninjas, porque se detiene junto a mi hermana antes de que yo pueda idear un plan de escape.

Entonces, sonríe y su mirada se ilumina.

—Sinceramente, debo darte la enhorabuena. Me sorprende que no hayas salido corriendo —anuncia. Observa a Blake con tanta atención que dudo que haya recaído en mi presencia—. Creía que no volvería a verte. Estuviste casi una hora hablando con mi primo y conmigo, y Finn es un experto en traumatizar a las chicas. Es un alivio que no nos estés evitando. Lo harás, por supuesto, pero me alegro de que todavía creas que somos normales.

Lo siguiente que escucho es la risa de mi hermana. Pone los ojos en blanco y empuja descuidadamente al chico, que agranda su sonrisa. Pestañeo. Actúan como si fueran amigos. Creo que me he perdido algo. ¿Desde cuándo soporta Blake a los deportistas?

Lleva criticándolos desde que entramos en secundaria.

—No digas estupideces, Mase. —A continuación, estira el cuello para mirar hacia la multitud—. ¿Dónde está Finn?

Entonces, ese chico, que debe haberse pasado toda su vida metido en el gimnasio, se gira para llamar a sus amigos. Mi corazón se desboca cuando todos se vuelven a mirarnos. Deben ser, como mínimo, diez, y todos ellos tienen unos brazos musculosos que son el triple de ancho que los míos.

Mi hermana acaba de firmar mi sentencia de muerte. De pronto, me falta el aire. Retrocedo con disimulo. Si Gale está entre esos chicos, necesitaré ventaja para ganar la persecución que se avecina.

Sin embargo, él no es quién responde a Mason. Ni por asomo.

—¡Blake, no te lo vas a creer!

Se me destensan los hombros. En ese momento, un individuo bastante peculiar echa a correr hacia nosotros. De primeras, mi cerebro lo cataloga como una no-amenaza. Se trata de un adolescente de mediana estatura (lo que se traduce en que le saco, como mínimo, una cabeza), cuya delgadez es notoria incluso debajo de su ropa holgada. Tiene el rostro lleno de acné y el flequillo le cae descuidadamente sobre los ojos.

Se detiene junto a nosotros, sonriendo, como si trajera buenas noticias. Da un pequeño saltito y toca el hombro de mi hermana como diez veces seguidas.

—¡Adivina lo que he conseguido! —exclama.

Ella levanta las cejas.

—Sorpréndeme, Finn.

—Vas a alucinar. Mira esto.

Se saca el móvil del bolsillo, lo desbloquea y se lo enseña a mi hermana. No me resisto a mirar a nuestro alrededor. Ni siquiera se ha molestado en comprobar que no haya profesores cerca.

—¡Eso es, señorita! —añade ese tal Finn, emocionado—. ¡Por fin he conseguido superar el duodécimo nivel del K. K. Splash Pro! Tardé tres horas y seis minutos en lograr que este dichoso señor escapara del laberinto, saltara todos los obstáculos y venciera a todos los enemigos que se interponían entre él y su preciado váter, pero mereció la pena. El único problema —continúa, haciendo una mueca— es que estoy atascado de nuevo, pero en el nivel trece. Esto es un no parar. Me pregunto si seré el único jugador que ha notado el grave problema que tiene el protagonista con los apretones. ¿Comerá muchos kiwis? Mi abuela siempre dice que son buenos para el estreñimiento... ¡Oh, hola! ¿Quién eres tú? ¿Juegas al K. K. Splash Pro?

Tardo un segundo en comprender que está hablando conmigo. Entonces, me quedo paralizado. Ignoro cuando ha recaído en mi presencia, pero, por su culpa, ahora Mason, miembro VIP del gimnasio, también me está mirando. Tiene el ceño muy fruncido.

Se me seca la garganta.

—¿Y bien? —insiste Finn, que ansía una respuesta.

Abro la boca, aunque no consigo decir nada. Blake me dedica una sonrisa nerviosa.

—Me llamo Alex —digo, pero no parece satisfecho. Aburrido, me hace un gesto para que vayamos al grano.

—¿Juegas o no al K. K. Splash Pro?

Esta conversación es surrealista. Sacudo la cabeza y Finn resopla, como si le pareciese insólito que no sea tan fan de ese videojuego como él. Aunque la situación me hace gracia, no me río; básicamente porque no soy capaz. Todavía siento la potente mirada de Mason taladrándome el cráneo y, a juzgar por su expresión, no le caigo demasiado bien.

—¿Es amigo tuyo? —le pregunta a Blake, sin dejar de observarme.

Trago saliva. En definitiva, parece que desconfía de mí. Me pregunto si conocerá a Gale. Puede que sean amigos. Quizá se ha dado cuenta de que yo fui quien estuvo con Owen ayer, en el cuarto del conserje, y está a punto de ir a decírselo al capitán. Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo.

Perfecto. Solo llevo dos días de instituto y ya me he ganado enemigos. ¿Quién había dicho nada de tener un año tranquilo?

Ojalá hubiera sido Barney quien abrió la puerta del conserje.

—Somos hermanos —dice Blake, lo que me devuelve a la realidad. Después, procede a presentarnos—: Chicos, este es Alex. Y, Alex, ellos son Finn y Mason, los primos más jodidamente raros que conocerás jamás. Vamos juntos a educación física. Solo me caen bien porque no se indignaron, como los demás, cuando les pateé el culo jugando al tira y afloja.

—En realidad, hizo trampas —protesta Finn, tendiéndome una mano. Tiene los brazos tan largos que parecen espaguetis. Se la estrecho, de todas formas—. Ganó siempre que competimos uno contra uno; claro que después descubrimos que había atado la cuerda a la espaldera. Eso no le quita mérito, por supuesto. La inteligencia siempre es superior a la fuerza; sino, que se lo digan a Mason. Todos sabemos que solo está en el equipo porque saca buenas notas en todo. ¡Pero, míralo, si no podría darle una patada a un balón sin caerse de culo! —Ante esto, Mason gruñe e intenta pegarle una colleja, pero Finn es más rápido y consigue esquivarla. Se acerca a mí, riéndose entre dientes, para añadir—: Además, tampoco podemos atribuírselo a su cara bonita, porque está claro que no es el primo guapo.

No lo pienso y, de pronto, me estoy riendo. Sin embargo, mis carcajadas cesan cuando recaigo en que Mason sigue mirándome con mala cara. Durante un segundo, temo que se le crucen los cables y me dé una patada en la cara. Bueno, una patada no, porque tendría que subirse a una silla para llegar hasta mi cabeza; pero podría pegarme un puñetazo o algo así.

Por suerte, se limita a rodar los ojos y chocar puños conmigo.

—Si eres hermano de Blake, estoy seguro de que nos llevaremos bien.

Mi alivio es inmediato. Eso espero, porque, ahora mismo, necesito tantos aliados como sea posible. Parece que Mason ha guardado su artillería y eso provoca que se me relajen los músculos. Mientras Finn revolotea a nuestro alrededor, su primo se mete las manos en los bolsillos y mira a mi hermana.

—Quiero presentarte a los chicos —le dice, señalando a sus amigos con la cabeza—. ¿Vienes? Tu hermano puede acompañarnos, si quiere.

Para mí, esa frase es sinónimo de peligro. Blake me dedica una mirada furtiva y me pregunta, sin hablar, qué opino al respecto; aunque mi respuesta está muy clara. Por el bien de mi salud, tanto física como mental, no. No puedo ir allí. Acercándome, estaría arriesgándome a que me reconozcan y me aplasten la cabeza. ¡Son los puñeteros amigos de Gale! Y ahora todo el instituto piensa que estoy detrás de ella.

Empieza a costarme respirar. Necesito salir de aquí.

Intentando disimular —tanto como me permiten los nervios—, me apresuro a negar con la cabeza. Blake se muerde el labio.

—No podemos —responde rápidamente.

Mason levanta las cejas.

—¿No podéis?

—Los chicos son unos imbéciles, pero también son majos —opina Finn—. Os caerán bien. Bueno, al menos, sé que no os caerán mal. Dejémoslo en que os caerán neutrales.

Eso me habría hecho gracia, de no ser porque sigo temiendo por mi vida.

Blake duda. Sé que, si lo dejo todo en sus manos, acabaré saliendo mal parado, así que doy un paso adelante y me apresuro a intervenir.

—En realidad, creo que debería irme a clase. Mi profesora de francés me odia y seguro que me suspende si llego tarde. Lo siento, chicos. Otro día será. —Fuerzo una sonrisa para parecer más creíble. Mentir se me da tremendamente bien. Ni siquiera curso francés este año—. Tú puedes quedarte, si quieres —añado, dirigiéndome a Blake.

Ella me sonríe y asiente con timidez. Sus ojos me transmiten alivio. Se despide de mí mientras sus nuevos amigos, Mason y Finn, contemplan la escena. Este último me dedica me señala con un dedo antes de marcharse.

—Tienes que probar el K. K. Splash Pro.

Me echo a reír y asiento, aunque ya no puede verme porque se ha dado la vuelta. Precavido, decido esperar hasta que salen del pasillo junto al resto de jugadores para echar prácticamente a correr en dirección contraria.

Los nervios aumentan conforme avanzo por el corredor. Debería irme a clase, pero mi instinto de supervivencia me guía lejos de allí. Necesito esconderme de Gale y de todos sus amigos. He estado intentando ignorar todo lo que supone esta situación, pero mi cerebro es un capullo y no deja de recordarme cuál es la realidad.

El novio de Owen estudia aquí y seguirá haciéndolo durante todo el curso. Por mucho que me esfuerce, llegará un momento en el que me resulte imposible evitarlo. Nueve meses dan para mucho. Cualquier día aparecerá de la nada, frente a mí, y me desfigurará la nariz de un puñetazo. O algo peor. Es inevitable. Al final, pasará, y todo será por culpa de esa dichosa fotografía.

Joder, esto es un desastre. Un auténtico desastre.

Llegaré a la universidad hecho papilla.

Mi corazón, que ya late rápido de por sí, se acelera cuando diviso a lo lejos la puerta del cuarto del conserje. Es curioso que haya acabado aquí, frente al origen de todos mis problemas; pero no he podido evitarlo. He utilizado este lugar como refugio durante los últimos cinco años. Y es por eso, porque vuelvo a necesitar huir del mundo real, que cruzo a toda prisa la distancia que nos separa y entro en la habitación.

Si no me preocupo en mirar a mi alrededor antes de hacerlo, es porque sé que, a estas horas, ya no queda nadie por aquí. La campana ha sonado hace mucho rato y ahora todo el mundo debe estar en clase. La soledad me acoge como a un amigo y hace que me sienta un poco mejor conmigo mismo.

Tomo aire. A oscuras, tanteo las paredes hasta que encuentro mi pequeño escondite: ese acogedor hueco que hay tras las estanterías. Me acomodo sobre una caja de madera y escondo la cabeza entre los brazos. Quiero estar bien, pero no puedo, porque la ansiedad sigue revolviéndome el estómago. He estado callándomelo durante demasiado tiempo. Ya no lo soporto más. Necesito encontrar una solución.

Odio ser tan débil. Detesto no poder resistirme.

Porque ya no estoy hablando sobre Owen, su novio y esa dichosa fotografía.

Sino sobre Bill y la propuesta que me ha hecho hace unas horas.

Estoy mordiéndome el labio. Con fuerza. Mucha. De hecho, no me detengo hasta que noto cómo el dolor me recorre la mandíbula. Debería sacar el móvil ahora mismo y llamarle para decirle que no, que lo siento, pero que no pienso ir. Que es inútil que me presente a esas pruebas, porque no quiero ser pianista. Ni formar una banda. Ni dedicarme a la música. Porque, en realdad, mi sueño es quedarme aquí, en esta ciudad tan agobiante, hasta que me gradúe y encuentre un trabajo que me dé dinero y me ayude a mantener a mi padre y a mis hermanos.

Ansío llamarle para decirle todo eso y suplicarle que no me anime a luchar por un sueño que se hizo pedazos hace tiempo. Porque me duele.

Me duele saber que nunca podré conseguirlo. Que estoy atado a este lugar.

—Mierda, Alex —me susurro, limpiándome las lágrimas con el brazo—. Deja de comportarte como un crío.

Madura de una vez. Eres patético.

Sorbo por la nariz e intento, con todas mis fuerzas, acallar mis sollozos. Llorar no sirve de nada. No solucionará ninguno de mis problemas. A todos, en algún momento de nuestras vidas, nos llega el momento de asumir la realidad; y es una mierda tremenda, pero no tenemos alternativas. Al menos, no si eres como yo.

Debería volver a clase. Sin embargo, justo cuando estoy empezando a levantarme, escucho pasos que provienen del pasillo. De pronto, la puerta se abre, y yo pego un respingo y me escondo tras las cajas, con el corazón en la boca.

No sé quién diablos acaba de entrar; pero, a diferencia de ayer, hoy deseo con todas mis fuerzas que sean Barney y su fregona.

Por desgracia, no son ellos.

—Gale, eres maravilloso. Jodidamente maravilloso.

De pronto, mi cerebro entra en un estado de alerta ante una muerte inminente. Mis pulmones se congelan y tengo que agarrarme a la estantería para no perder el equilibro. Mierda. Mierda, mierda, mierda. Nunca debería haber confiado en Owen. Tendría que haberme imaginado que no tomaría en serio nuestro contrato. Lo escribí claramente, en el punto número uno: los miércoles, de once a doce, este lugar me pertenece y, aunque hoy es miércoles, ella está aquí. Y no ha venido sola.

Las cosas no podrían ir peor. Cierro los ojos con fuerza porque prefiero no presenciar la escena. Esta vez, no siento ningún interés en conocer los detalles. Me quedo quieto, como una estatua, y me imagino que estoy solo y que ellos no existen. Están teniendo una reconciliación muy apasionada que no pienso interrumpir. Con algo de suerte, quizá, si Owen le demuestra que sigue estando loca por él, a Gale se le pasarán sus instintos asesinos y me dejará en paz.

Esperemos que así sea.

Por suerte, esta vehemente escena de pasión dura menos que la anterior. De pronto, el timbre de las 9:10h resuena por todo el instituto. Suelto aire, silencioso, aunque lleno de alivio. Después, abro los ojos para contemplar la escena.

Como ayer, debido a la falta de luz, no veo nada más allá de sus siluetas. Gale y Owen siguen besándose hasta que él decide romper el contacto. Junta sus frentes y suelta un silbido.

—Tú sí que eres maravillosa —susurra, lo suficientemente alto como para que yo pueda escucharlo—. Tengo que irme, preciosa. Mi novia me está esperando.

Espera, ¿qué?

Pestañeo y me acerco a la estantería para verlos mejor. Ignorando mi presencia, ambos caminan juntos hasta la puerta, tomados de la mano. Cuando la habitación se ilumina, distingo la poderosa figura de Gale junto a otra bastante más pequeña, y mi corazón da un vuelco.

Porque esa chica no es Owen.


━━━━━━━━・♬・━━━━━━━━ 

REDES SOCIALES DE LA AUTORA

Continue Reading

You'll Also Like

1.3K 282 50
Jaden sabe que está roto; su padre los abandonó a él y a su madre cuando apenas tenía cinco años. Desde entonces, la mujer que lo crio no ha dejado d...
465 55 18
Desde hace mucho tiempo dejé de creer en el amor, aunque aún creo que un día llegara mi media naranja, pero deje de buscarlo. Para mí, es solo una ex...
101M 6.3M 35
• YA A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE LATAM Y ESPAÑA • ADAPTACIÓN AUDIOVISUAL POR WATTPAD WEBTOON STUDIOS «Es como si cada uno fuera un cielo. Un...