Ahora, entonces y siempre

By Elza_Amador

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En la Ciudad de México el anticipado concierto de Muse está a punto de comenzar... Cuando Carolina es arrojad... More

{Book Trailer}
Capítulo 1 {Solo se vive una vez}
Capítulo 2 {La Fuerza Del Destino}
Capítulo 3 {A Fuego Lento}
Capítulo 4 {Han Caído los Dos}
Capítulo 5 {Sonrisa de Ganador}
Capítulo 6 {Aquí No Es Así}
Capítulo 7 {Nunca Nada}
Capítulo 8 {Dilema}
Capítulo 9 {Carretera}
Capítulo 10 {Esa Noche}
Capítulo 11 {Salir Corriendo}
Capítulo 12 {Tú}
Capítulo 13 {Cada Que...}
Capítulo 14 {3 a.m.}
Capítulo 15 {Pijamas}
Capítulo 16 {Indecente}
Capítulo 17 {Todas Las Mañanas}
Capítulo 18 {Bestia}
Capítulo 20 {Yo Solo Quiero Saber}
Capítulo 21 {Cosas Imposibles}
Capítulo 22 {Yo No Soy Una De Esas}
Capítulo 23 {Contradicción}
Capítulo 24 {Vamos a Dar Una Vuelta al Cielo} (Parte 1)
Capítulo 24 {Vamos a Dar Una Vuelta al Cielo} (Parte 2)
Capítulo 25 {Deja Que Salga La Luna}
Capítulo 26 {Andrómeda}
Capítulo 27 {Las flores}
Capítulo 28 {Amores Que Me Duelen}
Capítulo 29 {Bonita}
Capítulo 30 {Lluvia de Estrellas}
Capítulo 31 {Sólo Algo}
Capítulo 32 {Más Que Amigos}
Capítulo 33 {Mi Lugar Favorito}
Capítulo 34 {Tu Calor}
Capítulo 35 {Eres}
Capítulo 36 {Cuidado Conmigo}
Capítulo 37 {Altamar}
Capítulo 38 {Mi Burbuja}
Capítulo 39 {Ojos Tristes}
Capítulo 40 {Enamórate de Mí}
Capítulo 41 {Corazonada}
Capítulo 42 {Enfermedad en Casa}
Capítulo 43 {Al Día Siguiente}
Capítulo 44 {Showtime}
Capítulo 45 {Te Miro Para Ver Si Me Ves Mirarte}
Capítulo 46 {Un Año Quebrado}
Capítulo 47 {Día Cero}
Capítulo 48 {Planeando el tiempo}
Capítulo 49 {Tú sí sabes quererme}
Capítulo 50 {No creo}
Capítulo 51 {Luna}
Capítulo 52 {Para Dejarte}
Capítulo 53 {Cuando}
Capítulo 54 {Huracán}
Capítulo 55 {Adelante}
Capítulo 56 {Todo para ti}
Capítulo 57 {Dueles}
Capítulo 58 {Hasta la piel}
Capítulo 59 {Nada Que No Quieras Tú} parte 1
Capítulo 59 {Nada Que No Quieras Tú} parte 2
Capítulo 60 {No Te Puedo Olvidar}
Capítulo 61 {Cómo hablar}
Capítulo 62 {Arrullo de Estrellas}
{Epílogo}

Capítulo 19 {Negro Día}

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By Elza_Amador


     Parecía imposible desviar su atención de aquel palpitante punto. En cualquier momento saldría flotando por la pantalla y estallaría frente a sus ojos. ¿En qué momento Soni se convirtió en una de esas mujeres que se dedicaban a acechar a sus novios porque dudaban de ellos? De esas que revisaban cajones, cuentas de correo y el celular. Le recorrió un escalofrío nada más de imaginárselo. Se conocía y sabía que nunca llegaría a ese extremo porque ella confiaba plenamente en Leo. Jamás le había dado motivo alguno para desconfiar de él. Desde el primer momento supo que era demasiado serio y comprometido con su trabajo, sabía de su temperamento, sabía de sus obsesiones, sabía en lo que se estaba metiendo al mudarse con él. Sabía que era un negro día. Todo por escuchar a su amiga Cinthia. «Es muy fácil, y no tiene nada de malo hacerlo siempre y cuando sea con moderación, es únicamente para verificar que todo esté en orden», le aconsejó su amiga mientras le mostraba el funcionamiento de la aplicación Find My Phone en su celular.

Era la primera vez que Soni se atrevió a utilizarla estando sola. Le disgustó por completo la idea, pero Leo la había orillado a hacerlo al abandonar el restaurante sin explicación alguna. Estaba siendo razonable, además era solo para comprobar que no tenía nada por que preocuparse.

Desde el primer día desde que comenzó su relación se había comportado como una compañera —no-novia, un término que ya había aceptado con resignación— ejemplar; la más amorosa y paciente que podía existir. No lo hacía por obligación lo hacía porque estaba enamorada de él. Al menos eso quería creer. Por supuesto ellos tenían sus altas y sus bajas, era normal tener discusiones. Todas las parejas peleaban, se justificó Soni.

Al llegar a su departamento —vacío como lo presintió— lo esperó por horas como un perro fiel aguardaba la llegada de su amo. Fue patético. Un golpe bajo a su dignidad considerando el trato que Leo le había dado. Si existía un límite lo había sobrepasado. Se levantó de prisa de la cama, dirigiéndose decidida al estudio, abrió el cajón del pequeño escritorio y tomó la tableta de Leo. Por supuesto el aparato tampoco tenía contraseña. No podía hacerle más sencilla la tarea si quisiera. Soni comprimió sus párpados y la encendió. Le tomó unos cuantos segundos localizarlo. Un nudo en la garganta la estranguló al saber dónde apareció el diminuto círculo. El afamado Hotel Capital M. El predilecto para llevar a sus conquistas. El recordatorio de algo que ella había dejado atrás. Leo le había hecho una promesa, pero también le advirtió de su naturaleza. A pesar de todo él siempre regresaba a ella. Quizá era la primera vez, quizá era irremediable. La diferencia radicaba en que ahora tenía el conocimiento de sus andadas. La mataba saber su realidad, y mil veces preferiría flotar felizmente entre las nubes de la ignorancia. Trataba de extinguir el fuego que le recorría las venas, imaginando que quien se encontraba debajo de las sábanas de algodón egipcio era una mujer horrenda con la cara en desorden y el cuerpo en desgracia. Conociendo los peculiares gustos de Leo era poco probable. Una raquítica súper modelo se ajustaba mejor a la realidad.

De repente el puntito comenzó a moverse, acelerando su velocidad, y si su sentido de orientación no le fallaba éste se dirigía a casa. Una indignante sensación de alivio la invadió. Leo regresaba a ella. Como debía ser.

Ya nada le impedía irse a dormir.

Y así fue.

***

     El insomnio irracional le resultaba ajeno. Nunca antes se había enfrentado a una situación que lo privara del sueño por completo por más estresante y difícil que ésta fuese. Si algo valoraba Leo en esta vida eran sus horas de sueño. Su agudo funcionamiento dependía de éste.

Era de esperarse que Leo hubiera encontrado a Soni dormida. Contemplar las calmadas respiraciones lo afligía. Era como observar detenidamente la cuenta regresiva de una bomba que indudablemente explotaría.

Sin poder evitarlo, los primeros vestigios de la mañana lo alcanzaron, y la pesadez invadió su cuerpo.

—Buenos días, guapo —le ronroneó Soni mientras se acomodaba como una gatita insolente sobre su torso desnudo, tratando de encontrar un lugar en su cuerpo —y en su vida— que ya no existía. Leo se tensó y sus manos se convirtieron en puños.

—Soni, tenemos que hablar.

—No tenemos que hacerlo en este instante. Tengo una mejor idea de lo que podemos hacer —sugirió ella, mordisqueándole la oreja a Leo y salpicándolo con besos.

Sin darle tiempo a reaccionar, Soni, empleando una ágil maniobra que Leo no le conocía, se colocó sobre él. Se deshizo de su camisola dejando sus pechos al descubierto, dispuestos para él como un buffet del que estaba hastiado.

Leo la tomó por las muñecas con más fuerza de la necesaria, y con un decidido movimiento la volcó sobre su espalda. Soni le sonrió y luego le ronroneó. Él no pudo corresponderle. ¿Cómo podría hacerlo?

—Hazme el amor, Leo—trató ella de ordenarle en un suplicio. Pero lo que Leo vio en sus ojos fue un acto de desesperación que lo enfureció sin saber por qué. Odiaba tener sexo por lástima.

—No. —Leo la soltó, levantándose apresuradamente de la cama. Tomó una playera limpia de su closet—. Vístete. Te espero en la cocina para hablar —le arrojó antes de salir de la habitación y trató de controlarse.

Echó a andar la cafetera, más por distracción que por el deseo de una taza de café. Cinco minutos después apareció Soni vestida con una de sus camisas favoritas con toda la intención de distraerlo. Solo logró fastidiarlo. Se sentó en uno de los bancos altos, colocando los codos sobre la barra y una sonrisa retadora en su rostro. A pesar de todo, Soni era una buena mujer y en papel, era la mujer perfecta para él. Pero si era sincero con sí mismo, ella lo había aguantado más de la cuenta. Más de lo que pudo haberse imaginado.

La tensión y el silencio inundaban la cocina. Leo no sabía cómo empezar hasta que Soni le facilitó la tarea.

—Hay alguien más, ¿verdad? —Más que una pregunta era la constatación de una verdad innegable. Ella lo sabía. En su tono había una balanceada mezcla de contrariedad y resignación que confundió a Leo.

«¿Cómo lo sabe?», se preguntó afligido. ¿Leo había sido demasiado cínico o ella demasiado perceptiva? Negarlo sería lo peor que podía decir en este momento y sólo complicaría la situación. Pero admitirlo significaba lastimarla. Leo relajó los hombros en un intento por calmarse. No podría tener este conversación si no estaba tranquilo.

—Sí.

—¿Estuviste con ella anoche?

—Sí, pero...

—Tú me lo prometiste, Leo —le recordó Soni con lágrimas en los ojos que trataba de contener.

—Lo sé. Por eso necesito hablar contigo.

—Es un poco tarde ¿no crees? Tú me lo prometiste, yo confié en ti... —agregó Soni en un suspiro que hizo sentir a Leo como una basura—. Dijiste que jamás me lastimarías.

—Créeme que es lo último que querría hacerte.

—Sin embargo, lo hiciste. No te detuviste. No pensaste en mí. En nosotros.

—No lo planee, sólo sucedió.

—¿Cómo esperas que te crea? Leo, el hombre que planea cada minuto de su día resultó ser capaz de dar un paso sin un plan.

—Esperaría que me creyeras. Siempre te he dicho la verdad.

Soni frunció el ceño y agudizó su mirada. Un gesto que conocía muy bien. Estaba analizando la situación. A él. Observó cómo inhaló visiblemente y se quitó las lágrimas de sus ojos.

—Espera, ¿estabas tratando de romper conmigo? Anoche en el restaurante, ¿esa era tu intención?

—Yo...

—Leo, amor —lo interrumpió, aliviada. Leo creyó ver un brillo de entusiasmo en sus ojos. Detestaba ser él quien lo tuviera que apagar—. Si ayer no te atreviste es porque no pudiste. ¿Por qué otro motivo me dejarías sin dar explicaciones? Es obvio para mí que eso no es lo que quieres. Que no estás seguro de quererlo. Pudiste pasar la noche en ese hotel, pero no lo hiciste. Regresaste a mí como siempre. —¿Cómo supo ella que estaba en un hotel? ¿Sabrá con quién estuvo anoche? «Imposible», concluyó dudoso.

—Ayer cometí un error. Hoy no se repetirá. Soni, no podemos seguir con esta farsa. —Leo la tomó por las muñecas para evitar que se acercase a él—. Eres una mujer excepcional que necesita de alguien te entienda, que te ame. Ese alguien no soy yo porque no te puedo dar nada de eso y tampoco sería justo quitarte la oportunidad de encontrarlo. Me equivoqué al pedirte que te mudaras conmigo tan pronto. No estaba listo y quizá nunca lo estaré. —Fue la primera vez que Leo admitió aquel error en voz alta. En el fondo siempre lo supo, pero se negaba a admitirlo.

—Tú eres todo lo que quiero —declaró Soni. Las lágrimas aparecieron de nuevo—. No lo hagas, por favor —suplicó inútilmente.

—Una vez te dije que lo nuestro era temporal —le explicó.

—¿Qué voy a hacer sin ti? —Leo la abrazó por inercia y Soni le correspondió enredando sus brazos a su cintura y hundiendo su cara en su pecho—. ¿Dónde voy a irme a vivir? No puedo regresar a casa de mis padres. No quiero. ¿Qué voy a decirle a los demás?

—No te preocupes por eso ahora —la consoló mientras le acariciaba el cabello—. Puedes quedarte aquí en lo que encuentras un nuevo lugar —le ofreció sinceramente—. Los demás pueden irse a la fregada. No tienen por qué importarles lo que tú y yo hagamos.

Por primera vez en muchos meses Leo sentía que podía respirar. Realmente respirar. Y, para su sorpresa, sonreír sin motivo. El rompimiento con Soni salió mejor de lo que esperaba. En su mente se imaginó gritos y reproches o al menos una taza de café arrojada a su persona. Pero no. Simplemente ella lo aceptó sin exigirle más explicaciones de las que le había ofrecido. Definitivamente lo sorprendió. En dos semanas todo esto quedará atrás.

Leo se comprometió a contratar una mudanza y ayudarla con el depósito del nuevo departamento y con cualquier imprevisto. Era lo mínimo que podía hacer por ella, si consideraba la situación. Soni se comprometió a quedarse dos semanas y mientras tanto él se iría al departamento de Alix.

Una hora y media más tarde Leo estaba entrando al departamento de su hermana con una pequeña maleta en la mano y su porta trajes colgado al hombro. De camino le habló por teléfono para darle aviso de sus planes con la mera intención de no darle tiempo de reaccionar ni de negarse. Contaba con aquello. No tenía más opciones. No quería los otras opciones.

***

Para Alejandra Villanueva ayer fue un día muy largo. Estaba exhausta. Trabajar con modelos quisquillosas y quejumbrosas resultó ser agotador y frustrante. Un reto realmente difícil que, para estas alturas, ya debió haberse acostumbrado si consideraba que era una fotógrafa profesional. A pesar de que la sesión fotográfica terminó cerca de la una mañana, ella finalmente aterrizó en su cama hasta las cuatro. Estaba malhumorada por la falta de sueño y porque su hermano tuvo el tino de llamarle por teléfono a una hora verdaderamente inoportuna. Pudo dejar que la llamada se fuera a buzón de voz, pero Leo jamás le llamaba a esa hora. Salirse de la rutina era poco característico de él.

—¿De dónde sacaste la idea que mi departamento es hotel y te puedes quedar cuando se te antoje? —le recriminó Alejandra a su hermano al escucharlo entrar.

—Ver a tanto hombre entrar y salir me dio esa idea —contestó con sarcasmo. Alix apretó sus ojos y recordó lo burlón que se volvía Leo cuando estaba irritado. Sin embargo, lo notó sonriente.

—Sígueme ofendiendo y le digo a mi papá que perdiste el reloj que te regaló. Su más preciado tesoro.

—¡Alix, eres una traicionera endemoniada! Eso te lo conté en confidencia. —Ella notó cómo los ojos de Leo se encendieron y se esfumó el escaso buen humor que había traído consigo.

—Cálmate, cascarrabias. Andas muy sensible, fue solo una broma por pasarte de listo conmigo. Tú sabes de sobra que por más enojada que esté contigo jamás te delataría. Además no me conviene. ¿Quién me va a defender en la comida de los domingos? Tu madre es una loca, no se cansa de insistir que debo encontrar marido aun sabiendo que no quiero casarme ni ahora, ni nunca y ni aunque me paguen. —Leo la abrazó y por un segundo olvidó lo enojada que estaba con él por haberla despertado. Tenía que admitir que era un experto en conseguirlo.

—A lo mejor tiene razón y un marido es lo que necesitas para que te pongan en cintura. —Alejandra lo soltó indignada y encontró una sonrisa socarrona en sus labios. Y ahí estaba de regreso aquel inusual buen humor.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué hiciste ahora?

—¿Por qué asumes que hice algo y no fui yo el ofendido? —Alejandra puso los ojos en blanco.

—Porque te conozco y sé que no eres un angelito, Leo.

—No sé de qué hablas.

—Además, Soni es incapaz de matar a una mosca. No sé qué hace contigo la verdad. Puede conseguirse algo mejor que un pecoso malgeniudo «como tú» comprenderás. —Alejandra sonrió disimuladamente cuando Leo frunció el ceño al escuchar sus bien ganados adjetivos—. La pobre se merece un premio por aguantarte.

—¡Ey! ¿De qué lado estás?

—Por supuesto que del tuyo... no, y menos cuando llegas a invadirme a esta hora en Domingo. Ni creas que esto te va a salir gratis.

—¿Cuánto me va a costar?

—Para empezar me vas a tener que decir el motivo por el cual estás aquí.

Alejandra advirtió cómo su hermano crispó sus manos. Sabía que Leo detestaba no salirse con la suya y ella gozaba hacerlo rabiar. Además Leo evitaba a toda costa hablar de sus relaciones y esta era la oportunidad perfecta para inmiscuirse.

—Soni y yo rompimos —soltó sin más. La noticia la impactó, dejándola sin respiración. Y sin poder terminar de procesar la información él continuó —: Ella se va a quedar en mi departamento unos días en lo que encuentra otro lugar donde vivir. Fin de la historia. ¿Satisfecha?

—Ni por un segundo. ¿Qué fue lo pasó? ¿Quién rompió a quién?

—Qué importa quién haya sido, el hecho es el mismo. Nos separamos. Punto.

Alejandra seguía sin creerse la noticia. Tenía la certeza que esos dos terminarían casados. Sin embargo, al reflexionar sobre su comportamiento en los últimos meses concluyó que no era del todo una inesperada sorpresa. Su hosquedad excesiva, sus silencios prolongados y su falta de interés en las conversaciones se lo había atribuido a su trabajo. A veces pensaba que trabajaba demasiado. Se le había metido en la cabeza que necesitaba demostrarle a su padre que no lo necesitaba y que podría construir algo propio sin su ayuda. Y vaya que lo estaba logrando. Pero a qué precio. Leo estaba descuidando su vida personal. Aquí estaba la prueba.

—En casa de mis papás estarías más cómodo. A mi mamá le encantaría que su adorado bebé se quedara con ellos unos días—. Su hermano gruñó exasperado. Si debía amenazarlo para conseguir sacarle le verdad. Sin duda alguna lo haría.

—Fui yo quién rompió con ella porque me di cuenta que nuestra relación se estaba volviendo demasiado seria y no es lo que quiero.

—Leo, no tiene nada de malo querer algo serio —le explicó con paciencia. Ese tema era delicado tratarlo con él. Por alguna razón desconocida para ella, su hermano tenía la creencia que el amor no existía. Y si existiera sería algo que él no encontraría o peor todavía que era algo que él no merecía—. Quererlo no significa que te vayas a convertir en nuestros padres.

—Eso lo sé. No soy estúpido.

—¿Entonces? Tú y Soni hacen una pareja maravillosa. Ella es una buena mujer. Ha sido muy paciente y cariñosa contigo. ¿Por qué no haces el esfuerzo? Tienes que poner más de tu parte para que las cosas progresen. No es solo Soni, tú también puedes...

—Basta —la interrumpió de golpe—. No lo entiendes. Ella no es la mujer con quien lo quiero.

—¿De qué hablas? ¿Qué hiciste, Leo? —preguntó Alejandra, escandalizada.

—No hice nada. Sucedió hace meses, fue una vez y así era cómo debía quedarse. Pero regresó y no sé lo que estoy haciendo. —Lo observó pasarse ansiosamente los dedos por su cabello. Jamás lo había visto comportarse de esa manera. Estaba nervioso. Descontrolado.

—¿De quién estás hablando?

—De nadie. Olvida lo que dije. —Si Alejandra no vio mal, cierto brillo iluminó sus ojos verdes iguales a los suyos. Y al igual que los suyos se les dificultaba ocultar un secreto.

—¿Le pusiste el cuerno a Soni?

—¡No! No lo sé —lo escuchó bufar—. Ya te dije el motivo por el cual estaba aquí. Ese fue el acuerdo. Fin del asunto. No quiero volver a tocar el tema, ¿entendiste, Alejandra Elvira? —¡Uy! Cuando usaba sus dos nombres era mejor hacerle caso —. Me voy a desempacar.

Justo cuando su hermano se dio la media vuelta un magnífico ejemplar del sexo masculino se apareció delante de ellos con el cabello despeinado y usando solo unos entallados bóxers y exhibiendo su delineado abdomen. Leo alzó sus cejas que reflejaron su incredulidad ante tal visión.

—Me cansé de esperarte, Alix. ¿Ya vienes? —explicó el recién llegado con voz grave.

—Y luego dices que te ofenden mis comentarios —le reprochó Leo. Por un momento olvidó lo que había dejado en su recámara. Anoche, Alejandra además de empacar su equipo fotográfico se había traído consigo a su asistente a casa. No lo podía evitar. Armando era como el perfume, todas quieren echárselo antes de salir.

Lo tomó de la mano para llevarlo de regreso a su recámara cuando escuchó el azote de una puerta.

«Se avienen unos días difíciles», suspiró.

_______________________________

Estuvo un poco corto, pero espero que lo hayan disfrutado y no olviden dejar su comentarios, siempre es lindo saber de ustedes. 

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