Oculto

By Katstaystrong

1.6M 107K 12.5K

Tan curiosa e ingenua que el irse de casa para buscar sus origenes suena increíblemente sencillo. Inmersa en... More

Sinopsis:
Prologo:
Capitulo uno:
Capitulo dos:
Capitulo tres:
Capitulo cuatro:
Capitulo cinco:
Capitulo seis:
Capitulo siete:
Book trailer!
capitulo ocho:
Capitulo nueve:
Capitulo diez:
Capitulo once:
Capitulo doce:
Grupo en Facebook!
Capitulo trece:
Capitulo catorce:
Capitulo quince:
Capitulo dieciséis:
Capitulo diecisiete:
Capitulo dieciocho:
Capitulo diecinueve:
Capitulo veinte:
capitulo veitiuno:
Capitulo veintidós:
Capitulo veintitrés:
Capitulo veinticuatro:
Capitulo veinticinco:
Capitulo veintiséis:
Capitulo veintisiete:
Capitulo veintiocho:
Capitulo veintinueve:
Capitulo treinta:
Capitulo treinta y uno:
Capitulo treinta y dos:
Capitulo treinta y tres :
Capitulo treinta y cuatro:
Capitulo treinta y cinco:
Capitulo treinta y seis:
Capitulo treinta y siete :
Capitulo treinta y ocho :
Capitulo treinta y nueve :
Capitulo cuarenta:
Capitulo cuarenta y uno:
Capitulo cuarenta y dos:
Capitulo cuarenta y tres:
Capitulo cuarenta y cuatro:
Capitulo cuarenta y cinco:
Capitulo cuarenta y seis:
Capitulo cuarenta y siete:
Capitulo cuarenta y ocho:
Capitulo final:
Epilogo:
Sinopsis: Incierto -Segunda Temp.
Incierto: prologo
Incierto: Capitulo uno
Incierto: Capitulo dos
Incierto: capitulo tres
Incierto: capitulo cuatro
Incierto: capitulo cinco
Incierto: capitulo seis
Incierto: capitulo siete
Incierto: capitulo ocho
Incierto: capitulo nueve
Incierto: capitulo diez
Incierto: Capitulo once
Incierto: capítulo doce
Incierto: capítulo trece
Incierto: capitulo catorce
Incierto: capitulo quince.
Incierto: capitulo dieciséis.
Incierto: capitulo diecisiete
Incierto: capitulo dieciocho
Incierto: Capitulo diecinueve
Incierto: capitulo veinte
Incierto: Capitulo veintiuno
Incierto: Capitulo veintidos
Incierto: capitulo veintitrés.
Incierto: capitulo veinticuatro.
Venezuela nos necesita!
Incierto: capitulo veinticinco
Incierto: capitulo veintiséis.
Incierto: capitulo veintisiete.
Incierto: capitulo veintiocho.
Incierto: capitulo veintinueve.
Incierto: capitulo treinta.
Incierto: capitulo treinta y uno.
Incierto: capitulo treinta y dos.
Incierto: capitulo treinta y tres.
Incierto: capitulo final.
Incierto: Epílogo.
Manifiesto: prologo.
Manifiesto: capitulo uno.
Venezuela!
Manifiesto: capitulo dos
Manifiesto: capitulo tres.
Manifiesto: capitulo cuatro
Manifiesto: capitulo cinco.
Manifiesto: capitulo seis
Manifiesto: capitulo siete
Manifiesto: capitulo ocho
Manifiesto: capitulo nueve
Manifiesto: Capítulo diez
Manifiesto: Capitulo once.
Manifiesto: capitulo doce
Manifiesto: capitulo trece.
Manifiesto: capitulo catorce.
Manifiesto: capitulo quince.
Manifiesto: capitulo dieciséis.
Manifiesto: capitulo diecisiete.
Manifiesto: capitulo dieciocho.
Manifiesto: Capitulo veinte.
Manifiesto: Capitulo veintiuno.
Manifiesto: capitulo veintidós.
Manifiesto: capitulo veintitrés
Manifiesto: Capitulo veinticuatro
Manifiesto: capitulo veinticinco.
Manifiesto: capitulo veintiséis.
Manifiesto: capitulo veintisiete.
Manifiesto: Capitulo final
Manifiesto: epilogo
Agradecimientos:
Entrevista a personajes

Manifiesto: capitulo diecinueve

7.6K 540 97
By Katstaystrong

Narrado por Agramon:

Nunca jamás pensé que un hombre como yo, un soldado, un hijo de puta en su mayoría, aceptaría cenar con sus suegros a horas de conocerlos. Aria era mi debilidad y lo sabía, el verla aferrarse a sus padres cada pocos minutos como si necesitara sentirlos para confirmar que estaban con ella conseguía que dentro de mi las emociones se alteraran y corrieran en todas las direcciones oscuramente posibles. 

Cuando su madre le había propuesto quedarse a cenar y ella había mirado en mi dirección fui capaz de ver la suplica en sus ojos. No me importó las indirectas jodidamente directas que su madre lanzaba en mi dirección pensando que yo le había robado a su hija (cuando si había una culpable era total y absolutamente Jazzlyn) y tampoco me importó que su padre lamentara cada pocos segundos no haber llevado municiones para su escopeta.

Me importó Aria y la necesidad que ella tenía de tenerlos cerca. Así que en contra de todas las alertas que mi mente generaba, asentí con mi cabeza en su dirección y confirmé que me quedaría con ella sin importar donde. Si ella quería quedarse, me iba a quedar. Si ella decidía irse y huir lejos, huiría con ella al fin del mundo. Era tan sencillo como eso, aunque mi mente cuestionaba cada uno de mis sentimientos yo sabía que estaba haciendo lo correcto porque por primera vez me sentía a gusto con mis decisiones.

El amor me volvía un marica, no podía negarlo.

—No sabes cuanto me alegra que decidas quedarte a cenar. Aunque claro, me gustaría más que en primer lugar no te hubieras ido... —Allí otra indirecta de la señora Andrade. Le sonreí con la mejor sonrisa que pude formular y sentí como Aria se tensaba a mi lado. No tuve reservas a la hora de tomar su mano y pasar mi pulgar sobre sus nudillos para que se relajara, al final, era su novio—. ¿Quieres ayudarme a cocinar pastéis de bacalhau? Apuesto mis manos a que en California no has comido un buen plato portugués.

¿Ese era el momento donde me sentía culpable por no llevar a Aria a comer? Porque definitivamente no me sentía así. Había estado más ocupado en cuidar nuestros traseros y sin saberlo, esa mujer me tenía que agradecer porque su hija aún seguía entera gracias a mi.

Suspiré lentamente y controlé mis emociones. No me gustaban los padres, jamás me habían gustado. Apenas toleraba a los de Jazzlyn porque el señor Stevenson era un hijo de puta que me agradaba malditamente mucho y Tessa Stevenson era una mujer con suficiente carácter como para merecer mi respeto. Hasta ese momento, los señores Andrade solo me caían peor con el correr de los minutos.

Aunque nunca le diría eso a Aria o no sabía si al lanzarme algo me dejaría en el hospital.

—Claro, mamá. —Aria miró desde su padre a mi, y al notar la mirada asesina que él me mandaba se acercó a mi para susurrar en mi oído—. ¿Crees que estarás bien?

¿Estaría bien de un humano? Me resultó una pregunta ofensiva.

—¿No deberías pedirme que él esté en una sola pieza para cuando regreses? No lastimes mi orgullo, bebé. Tu padre no podría hacerme daño ni aunque lo intentara. —Palmee su pierna levemente y le sonreí—. Anda, ve a pasar tiempo de calidad con tu mamá. 

—Gracias por hacerme venir. —No se me pasó por alto que el tono de voz de Aria se había elevado queriendo que ellos escucharan eso, pero no protesté, si eso la hacía sentirse más segura sobre que su padre no arremetería contra mi, estaba bien—. Volveré enseguida.

—Toma todo el tiempo del mundo, no tengo prisa. —Aria se levantó aún con un poco de resistencia, ni siquiera dudaba que temiera las cosas que se podrían decir en esa sala en cuanto estuviera fuera—. Si necesitas algo llámame y estaré ahí en un parpadeo.

No se me pasó por alto la sonrisa tímida que lanzó en mi dirección. Parecía que mi pequeña chica de carácter rebelde se había vuelto inexistente en cuanto los ojos de sus padres cayeron sobre ella. Lo irónico era que no sabía quien me enloquecía más, si la rebelde o la tímida.

Diablos, ella podía ser lo que quisiera, y yo estaba seguro que la seguiría viendo de la misma manera.

Había caído tan rápido que me asustaba, pero no deseaba revertir aquel sentimiento.

—Tranquilo, lo más peligroso será quemarme con la cocina. —Tomó el brazo de su madre y vi como lo enlazó con el suyo—. ¿Vamos? Los pastéis necesitan que alguien los haga.

Vi como Aria desaparecía de la sala principal con su madre y no me intimidé, sino todo lo contrario. Estiré mi brazo sobre el respaldo del sofá y apoyé mi tobillo izquierdo en mi rodilla derecha. Me permití recorrer la sala con la mirada captando tales detalles como las cenizas de la estufa a leña, o la forma en la que el cuadro de las gemelas estaba levemente torcido.

No pude seguir observando nada más porque el señor Andrade habló y captó toda mi atención.

—No me importa que seas un hijo de puta protector con ella, te llevaste a mi hija en primer lugar así que evita la comodidad, no vas a estar aquí por mucho tiempo. —El hombre frente a mi no  tenía un tamaño intimidante, incluso a duras penas sobrepasaba mi hombro, pero mentiría si dijera que tenía una postura relajada—. Tienes tres años más que mi hija, no tuviste las pelotas de blanquear su relación en cuanto comenzó y aparte te la llevaste sin permitirle despedirse.

—Entre nosotros, señor Andrade, no planeaba quedarme por mucho tiempo pero estaré aquí tanto tiempo como su hija quiera. —No pareció agradarle la respuesta porque sus manos se cerraron en firmes puños—. Tengo tres años más pero eso no significa que no la respete o que altere los tiempos que ella desee tomar en la relación. No seré el hombre que usted considere ideal para su hija, pero jamás le faltaría el respeto, y aún menos la obligaría a algo, así que no se atreva siquiera a insinuar que yo la llevé en contra de su voluntad.

El aire era tenso incluso cuando yo intentaba ignorar por completo el ambiente que nos rodeaba. Yo sabía que en mi declaración había una gran mentira porque le llevaba seis años a Aria y no tres, pero también sabía que jamás había sido más sincero con alguien. Aria manejaba nuestra relación a la velocidad que considerara conveniente y yo no planificaba obligarla a hacer algo que no quisiera. Ciertamente no había respetado sus tiempos cuando había propuesto el compromiso, pero no la obligué, y aunque me estuviera muriendo por escuchar salir un "si" de sus labios, yo sabía que podía seguir haciendo esa propuesta por muchos años sin cansarme porque estaría esperando por ella el resto de mi existencia si así lo pedía.

Conocía los limites de Aria y sabía que esos mismos limites se habían vuelto míos. No estaba dispuesto a atravesarlos, no estaba dispuesto a presionarla hasta que correr de mi fuera la única sensación de libertad que tuviera. 

—¡Tú la llevaste! ¡Aria tiene su hogar aquí! —La voz del hombre frente a mi se quebró por un momento y cuando habló, noté que su voz había descendido para no volver a mostrar vulnerabilidad—. ¿Sabes lo que es perder a tus dos hijas por una noche de mierda?

Mi brazo abandonó el respaldo del sofá de la misma forma en que mi tobillo abandonó el lugar cómodo sobre mi pierna. Me incliné hacía delante descansando mis codos sobre mis rodillas y me puse en su lugar por un momento. Era un hombre importante para Aria, y no importaba las ganas que tuviera de lanzarlo contra la pared, podía ver que era un padre consternado. 

Tenía que comportarme como cualquier otro hombre que quiere demostrarle a su suegro que es el correcto para su hija, no como el hijo de puta que quería ser.

—Sus hijas siguen siendo las mismas que antes de esa noche, solo que mucho más fuertes. No pretendo mentirle o llenarle la cabeza de mierdas, solo quiero que comprenda que ninguna de ellas murió esa noche. Tiene la oportunidad de darles el apoyo que necesitan para salir a la superficie, no se engañe a si mismo —Mi voz se volvió más baja, porque no sabía si tenía que admitir lo siguiente para él o para mi mismo—. Creo que ambos somos conscientes de que Aria hubiera caído inevitablemente si no se hubiera ido. La culpa que siente por esa noche es demasiado grande, y no se que hubiera pasado si hubiera tenido que ver a Angela peleando tantos meses por una noche que ella considera su culpa.

—Aria no fue quien abusó de mi hija.

Me golpeó la manera tan cruda en que lo dijo.

—Yo lo sé, y ella lo sabe, pero eso no significa que la culpa deje de invadirla. —Solté un suspiro y fui el hombre más coherente que pude—. Soy el novio de su hija y estoy destinado a ser un hijo de puta frente a sus ojos. No me quejo, ni me molesta que me vea de esa forma. Lo único que le voy a pedir es que cuando su hija este presente evite ponerla incomoda y deje que las amenazas y los insultos para cuando estemos solos. 

—Eres un hijo de puta con suerte porque justo ahora me estoy aguantando las ganas de golpearte para sacarte esa mirada de suficiencia que traes. 

Podía decirse que sentíamos lo mismo porque incluso cuando comprendía su actitud, el que fuera el padre de Aria y me mirara como si se sintiera capaz de hacerme daño provocaba un irrevocable instinto de desagrado hacía su persona.

—Lo sé, señor.

—Donde lastimes a mi hija te juro por Dios que no quedará ni un solo hueso sano en tu cuerpo.

Quise reírme pero junté mis labios en una fina línea y asentí con mi cabeza.

—Mensaje captado.

—Más vale que lo captes y mantén tus sucias manos fuera de mi hija. —Tuve que reunir mucha voluntad para no decirle lo mucho que su hija amaba mis manos sobre ella—. Donde me entere que le has puesto un solo dedo encima sin su voluntad iré directo a California para patear su estúpido culo americano, ¿queda claro?

Sonreí levemente y esa vez no me preocupé, nunca había hecho nada fuera de la voluntad de Aria.

—Queda claro.

—Quiero la dirección de tu casa en California y también quiero que sepas que estas obligado a llevar a mi hija a casa cada cumpleaños, navidad y año nuevo para festejar en familia. —Nunca había festejado algo de eso en mis veinticinco años pero si tenía que hacerlo por ella, lo haría—. No me divierte tenerte en mi casa pero algo me dice que ella no vendrá si tú no traes tu trasero.

—Es una mujer terca.

—Ella sigue siendo una niña —replicó entre dientes y se colocó de pie. Pude captar los espasmos nerviosos que recorrían su cuerpo por la tensión que estaba experimentando, sus puños apretados parecían temblar a sus costados—. Necesito un trago si no quiero asesinarte.

Cuando miró en dirección a la puerta de la sala, supe que el trago no justamente quería tomarlo ahí.

—Descuide, estaré en el mismo lugar cuando regrese.

Aquel comentario pareció ser la gota que rebasó el vaso porque me miró con sus dientes apretados y puedo asegurar que solo le faltaba gruñir. Tomó el móvil que había dejado sobre la mesilla frente a él y caminó en dirección a la puerta.

—Es justo eso lo que me molesta.

En cuanto salió de la sala no pude soportarlo más y dejé escapar una risa cargada de alivio y diversión. No había nada en el mundo que me diera más gracia que ver a un simple humano enfadado. Ellos tenían tan poca tolerancia que algo pequeño parecía disparar su temperamento y después, creían que podrían llevarse el mundo por delante cuando la única realidad, es que eran unos seres estúpidos que destruían más cosas de forma inconsciente, que enfadados. Solo hacía falta ver el mundo para darse cuenta que ellos podían ser unos destructores masivos que subestimaban cada uno de sus actos. 

Lucifer debería haber visto que era estúpido crear destructores, cuando la raza humana tenía la capacidad suficiente para reducirse entre ellos. No podía negar que tenían un potencial enorme para avanzar, pero ese potencial mal usado los volvía una decepción.

—No me creo la historia de la relación secreta. —Levanté la mirada de la estufa frente a mi en cuanto un débil susurro llegó de manera muy poco clara, pero que pude comprender a la perfección—. ¿No crees que siendo su gemela sabría de eso?

Angela parecía tan pequeña detrás de un saco holgado y unos pantalones deportivos que me pregunté si esa era realmente la hermana de mi chica. Tenía el pelo castaño enmarañado cayendo alrededor de sus hombros y unas ojeras tan visibles que dejaban en clara evidencia que no descansaba con frecuencia. Por la manera en la que sus brazos rodeaban su cintura como si buscara protección supe que sentía intimidación por mi, aunque mejor dicho, miedo puro cubría su complexión. Estaba pálida, su labio inferior temblaba levemente y sus dedos no dejaban de jugar con los hilos de su saco.

Ella se veía rota y no parecía ser ni una sombra de la chica que los pensamientos de Aria me mostraban. Siempre que ella pensaba en su hermana podía ver a una chica de pelo lacio, con unos ojos que brillaban ilusionados y una sonrisa que podía cautivar a cualquier persona con al menos un ojo en su cabeza. Sin embargo, la chica frente a mi parecía alguien completamente opuesto a la vieja Angela.

Quise conectar mi mirada con la suya mientras escondía cuanto me inquietaba verla así pero sus ojos claros, los cuales parecían retener lágrimas permanentes, se apartaron de mi con temor. Podía ver el miedo rodeándola, la anticipación de el daño que podía causarle.

Me permití ver sus pensamientos por un segundo, y noté que estudiaba disimuladamente un plan de escape por si decía arremeter contra ella. Había notado que era un hombre de complexión grande, y que la única salida si atacaba, era correr.

Era imposible que arremetiera contra ella, no sentía satisfacción por verla destrozada como tal vez años atrás lo hubiera hecho. Esperaba realmente que se recuperara, no había ninguna maldad en su corazón. No existía razón para que tal daño hubiera llegado a su vida.

Solo esperaba que el karma se estuviera encargando de devolverle al desgraciado el daño que le había causado porque el instinto protector que nació en mi me dijo que si el karma no lo hacía, yo podía ocuparme.

—Aria jamás quiso ocultarte algo, yo se lo pedí. —Mentí con tanta naturalidad que me felicité a mi mismo—. Tu hermana te ama con locura y confía en ti, pero yo no puedo decir lo mismo. Peligraba mi carrera por salir con una menor de edad, no iba a arriesgarme.

Por un segundo, pude visualizar a la vieja Angela frente a mi. Ladeó su cabeza lentamente y soltó el labio inferior que retenía entre sus dientes.

—Eres malo mintiendo, solo para que lo sepas. —Cuando dejó caer los brazos a sus costados las mangas del saco ocultaron sus manos, dejando en evidencia que era al menos dos tallas más que la de ella—. ¿Cómo está?

—Esta bien —respondí en modo automático, de ninguna manera dejando en evidencia la culpa que Aria sentía.

Levantó su mano izquierda y con la punta de sus dedos pude ver como escondía un mechón de cabello detrás de su oreja. Ese corto momento me permitió ver como su mano temblaba descontrolada incluso cuando ella intentaba bajo todos los medios esconderlo. Estaba aterrada de mi, y aunque sabía que no era el culpable, mi cuerpo entero se llenó de impotencia.

—Te estoy haciendo la única pregunta que quiero que respondas con sinceridad sin sentirte culpable de que la respuesta pueda herirme —contestó con sencillez—. ¿No crees que es algo tarde para eso? No hay forma de que algo me lastime aún más. 

Di un paso al frente queriendo acercarme para reconfortarla pero al hacerlo ella retrocedió dos pasos. Vi el pánico en sus ojos, la fuerza de voluntad que reunía para no salir corriendo de la sala en ese mismo momento. Levanté mis manos indicando que no me acercaría más y me miró con vergüenza ante su movimiento a la defensiva. No podía siquiera decir algo, porque sabía que era su instinto de supervivencia saliendo a la superficie.

Cuando quise retroceder un paso no noté la forma en la que mi pie chocó con la mesilla de donde el señor Andrade había tomado su teléfono con anterioridad. El marco de una foto se tambaleó y aunque quise evitar que cayera, fue inevitable.

No se rompió, pero si lo hizo algo dentro de mi cuando el ruido provocaba que Angela retrocediera tan aterrada que no reconociera que una pared estaba detrás de ella. En cuanto su espalda tocó la sólida pared su cuerpo se sobresaltó y ella dio un pequeño salto antes de dejarse caer al suelo para esconder su rostro entre sus manos y largarse a llorar. Quise reconfortarla, quise acercarme a ella y decirle que todo estaría bien pero supe que acercarme solo la hubiera alterado aún más. 

Arreglé el marco de la fotografía y me arrodillé en el suelo, aún a unos metros de ella, para poder hablar en voz baja.

—Aria siempre se sentirá culpable pero créeme que estaré ahí para recordarle todo el tiempo que nada de eso fue su culpa. Solo aquel infeliz tiene la culpa de lo que sucedió.—Retiró una de sus manos y clavó sus ojos heridos en mi—. Ella estaría feliz de verte pelear con esto. Cree en ti, sabe que puedes hacerlo.

—Eso no se deja de reproducir aquí dentro. —Su dedo indice tocó el costado de su cabeza y pude ver como la uña estaba destrozada a causa de sus nervios—. No tengo más opción que revivirlo todo el tiempo, cada minuto, cada segundo.

—Siempre hay otra opción Angela, confía en mi. 

—Necesito que la cuides, y que no la dejes verme. —La vi levantarse con dificultad, su cuerpo seguía tembloroso y ella no parecía capaz de soportar su cuerpo con facilidad—. La lastimaría.

Me levanté yo también, deseando poder estar a la altura de la situación.

—Cielo, ¿estas bien? —El señor Andrade entró en la sala y caminó con prisa hasta su hija. Se detuvo en cuanto ella levantó su mano, pude ver su rostro contraerse por el dolor en cuanto ella le negó que se acercara—. ¿Qué pasó?

—Absolutamente nada, solo hablaba con Athan. —Se apoyó en la pared para dirigir su mirada otra vez a mi y aunque por primera vez me costó sostener la mirada de alguien, conseguí hacerlo—. Si la quieres tanto como parece tienes que ocultarle esta conversación. Ella no puede saber como estoy, en ningún momento puedes insinuar que me conociste.

—Ella está muy preocupada.

—Y estará peor si ve esto. —Miré al señor Andrade y la dureza en su rostro me dijo que no había opción a replicar—. Aria no se irá si ve a Angela en este estado y necesitamos que ambas estén bien. No lo vamos a lograr si se queda.

—No le mentí nunca, y no creo comenzar hoy.

—No lo harías. —Angela pareció reunir la fuerza suficiente como para pasar por nuestro lado, aunque la cabeza gacha delataba que no podía siquiera vernos—. Tu no viste a su gemela esta noche, así que mantén tu boca cerrada y aprende que la ignorancia puede ser un privilegio.

Solté un suspiro en cuanto Angela salió de la sala porque jamás había tenido que lidiar con algo así. El señor Andrade pareció apiadarse de mi, porque estiró en mi dirección la botella de cerveza que tenía en su mano y no dudé en tomarla para darle un buen trago.

Necesitaba Vodka, jodidamente que lo necesitaba.

—Supongo que si nos ayudas con esto, no me quedará más opción que aceptarte. —Devolví la botella sin siquiera mirarlo y escuché como soltaba un suspiro cargado de cansancio—. Bienvenido a la familia Andrade, Athan.

Narrado por Jazzlyn:

Sentí como unos largos y fuertes dedos rodeaban mi brazo antes de sacudirlo levemente. Comprendí que me había quedado dormida en el jet donde viajaba con mi familia y protesté en bajos murmullos. Era una idiota por dejar a Bastian en una situación tan incomoda para darme una pequeña siesta.

—Vamos, soñadora, no tenemos mucho tiempo. —Mis ojos se abrieron en cuanto reconocí la voz que me hablaba y pelee con el sueño para despejar mi mente—. Vaya, te hubiera hablado desde un principio. No pensé que mi voz podría despertar a un ángel.

Ese día mi guardián se había vuelto un hombre coqueto.

Miré a mi alrededor para notar que aún en el plano no terrenal, yo seguía sentada en el asiento del Jet que había elegido y él estaba sentado donde recordaba que estaba Bastian. Solo nosotros estábamos allí, y fue bueno saber que mi guardián había vuelto a buscarme.

Ese día llevaba un traje de gala negro, con moño y todo incluido. Parecía un traje hecho a su medida porque la tela abrazaba los lugares correctos para hacer babear a cualquier mujer, e incluso a algún que otro hombre. Mi guardián me miró con una sonrisa enorme y después de eso me guiñó un ojo en complicidad. Dudaba mucho que él hiciera algo al azar.

—Me alegra verte otra vez, guardián sin nombre.

Se rió levemente.

—Me llamo Angelo, y no, no tiene nada que ver con los ángeles. —Cerré mi boca en cuanto dijo aquello, parecía leer mi mente, incluso cuando yo sabía que no podía—. Me encantaría hablar contigo sobre trivialidades, pero como dije, no tenemos mucho tiempo.

—¿Por qué me has buscado otra vez? No digo que no me guste verte porque claramente, eres agradable a la vista. —Sentí mi rostro calentarse en cuanto notaba lo que había dicho—. Perdón, no quise decir eso. Lo que quería saber era si pasó algo.

—Tú también eres agradable a la vista, Jazzlyn Stevenson. —Creí que la tierra me tragaría en cuanto sus ojos verdes recorrieron mi cuerpo a propósito. Quería ponerme incomoda, y estaba funcionando—. El final está cada vez más cerca y quiero asegurarme de que harás lo correcto. Te lo dije la vez anterior, el corazón de Bastian será él que tome la decisión de quien gana esta guerra.

Cualquier rastro de diversión se fue en ese momento. 

—Su corazón está conmigo, nosotros ganaremos.

—No ganarás hasta que él abandone todo el odio que carga. —Lo vi sentarse más cómodo y tomar una de mis manos. La calidez me tomó por sorpresa, pero no me sentí capaz de apartarme—. Los tres corazones de la profecía deben estar libres de odio. Corban no era totalmente puro cuando lo conociste, aún albergaba emociones negativas. Tenía rencor hacía los mortiferis, los señalaba como los culpables de la muerte de su madre. Has logrado que su corazón se purifique en cuanto conoció la esperanza de que no todos los pertenecientes a la raza poseen odio en sus corazones. Tú, Agramon y Bastian le han demostrado que no siempre hay que señalar a todos como los culpables por los errores de un par de individuos y que tampoco podemos albergar prejuicios. 

—Así que su corazón es totalmente puro ahora. —No sabía si quería conocer la respuesta, pero de todas maneras formulé la pregunta—. ¿Y que hay con mi corazón?

—Cuando comenzaste este viaje no albergabas ningún sentimiento que fuera cercano al odio. Tenías interrogantes, incertidumbres y no puedo negar que dudé de ti en cuanto comenzaste a dudar de ti misma. La inseguridad puede ser algo perjudicial en nuestras circunstancias porque tú no eres normal, y no puedes negar lo que eres. Al comienzo incluso había momentos donde tu corazón deseaba ser una persona normal.  En la actualidad aceptas lo que eres, aceptas la normalidad que existe en tu mundo. —Le dio un apretón a mi mano, queriendo asegurar mi atención en él—. Has tenido muchas pruebas a lo largo del camino que podrían haber tambaleado la voluntad de cualquiera pero eso no pasó contigo. Al comienzo deseabas esto por respuestas y ahora lo único que tú corazón anhela es un mundo mejor. ¿Comprendes lo que digo? Al principio tenías la pureza necesaria, pero no enfocada en las cosas correctas. Ahora que has dejado que tu corazón ame la vida, eres la encargada de transmitir ese amor.

—Solo falta Bastian para que esto acabe.

—El corazón de Bastian aprenderá a perdonar pero eso depende en gran parte de él —respondió—. Tiene que ver que existe tanta bondad como maldad, y tiene que elegir una. Igual que Corban y tú lo hicieron.

—No creo que haya la misma cantidad de ambas.

—La hay —dijo con una pequeña sonrisa—. Mira a tu compañero, soñadora. Has visto que hizo cosas horribles, lograste conocer que roba vidas inocentes para sobrevivir, que tiene sus manos manchadas de sangre por pelear en guerras incorrectas pero también has visto la bondad de su corazón. Has visto los valores que su alma ha formado cuando nadie se los enseñó. Has visto la capacidad que tiene para pelear por quienes cree que merecen otra oportunidad. Tu elegiste que ver en él.

—Él no escogió ser quien es.

—No tienes que defenderlo de mi, solo estoy diciéndote la realidad tal cual es. Nosotros elegimos que ver en una persona, e incluso cuando tienes razones para amar a alguien, también puedes escoger odiarlo. —Soltó mi mano y lo vi contornear sus labios con su dedo índice. Se veía pensativo, y me pregunté que haría—. Quiero mostrarte algo que tal vez te haga ver mi punto.

—¿Qué cosa? ¿No puedes solo contármelo?

—No, quiero mostrarte mis recuerdos sobre mi anterior elegida. —Lo vi mirar hacía la cabina de pilotaje y regresó su mirada a mi—. No hay mucho tiempo. ¿Estas preparada?

¿Estaba preparada para sus recuerdos invadiendo mi mente? Desde luego que no.

—¿Es seguro? —pregunté desconfiada—. Generalmente yo elijo ver los recuerdos, no los insertan en mi mente.

—Pues tienes que estar dispuesta a tomar las nuevas experiencias. —Tomó mi mano nuevamente pero en esa oportunidad la rodeó con las suyas—. Espero que esto sea suficiente para que abandones tu terquedad.

—Vamos a intentarlo.

En cuanto las palabras salieron de mi boca las imágenes invadieron mi mente. El aire escapó de mis pulmones ante la sensación tan inesperada. Los recuerdos parecían míos, llegaban a toda velocidad y no podía detenerlos. Mi mente los abrazaba, los hacía propios y mandaba las sensaciones que creía adecuadas a mi cuerpo. Sentí la tristeza, la rabia, el odio. Sentí todo lo que Lucinda Gale había sentido en su momento.

Había sido la elegida del siglo diecisiete y su propósito había llegado a ella cuando tenía diecinueve años, retrasándose un poco más de lo normal. En cuanto se habían conocido algo había surgido entre ellos, algo más hermoso de lo que ella había leer en los libros que su padre le regalaba queriendo nutrir la mentalidad de su hija menor. Era de una buena familia e incluso cuando Jeremías, su propósito, no lo era, sus padres lograron aceptarlo de todas maneras sabiendo que la conexión entre ellos era totalmente indestructible. 

Tenían un romance que cualquiera podía envidiar, y lo hicieron.

Se enteró que era la elegida de Dios cuando el elegido de Lucifer intentó asesinarla. Había sido algo muy repentino en su vida, y la había tomado con la guardia baja pero no había evitado que ella se adaptara sobre la marcha. Sabía que era lo correcto para hacer si quería seguir con Jeremías, si deseaba construir un mundo mejor, y nada parecía hacerla cambiar de opinión.

Nada lo hizo, hasta que el elegido de Lucifer asesinó a Jeremías frente a ella. La destrozó por completo, rompió su corazón y pisoteo cada pieza hasta volverla polvo. No había nada más por lo que ella quisiera pelear y pude sentirlo en cuanto su dolor se convirtió en el mío. El odio que sintió fue tan intenso como el amor que la había hecho vivir como si no hubiera un mañana. Sus sentimientos se oscurecieron, no quiso salir al mundo y usar su fuerza para pelear. Eligió el bando incorrecto, dejó que el dolor la consumiera y olvidó que aunque Jeremías era su mundo, habían incluso razones más grandes para pelear.

Había una guerra necesitándola, y ella no recordó las razones correctas para pelear.

—Regresa, soñadora. —Abrí mis ojos y noté que no recordaba haberlos cerrado. Me aferré al asiento del jet y tomé una bocanada de aire queriendo separar mis emociones de las de Lucinda—. No dejes que sus emociones te consuman, son sólo recuerdos.

—Jamás pensé que alguien pudiera odiar con tanta intensidad.

Un vaso de agua estaba en la mano de mi guardián para cuando miré en su dirección. Lo inclinó hacía mi indicando silenciosamente que debía tomarlo y no protesté ni fui capaz de preguntarle como demonios había hecho algo así. Me importaba un comino si esa era agua real o solo una fantasía que él creaba en mi mente para reconfortarme, yo solo sabía que lo necesitaba, fuera real o no.

—Lucinda jamás comprendió las razones reales de esta batalla. Creyó que tenía que pelear únicamente por Jeremías, y la verdad es que debía pelear por el mundo que la rodeaba. —El agua se sintió real en cuanto bajó por mi garganta así que seguí dando pequeños sorbos mientras lo escuchaba—. Eligió odiar el mundo sin él en vez de notar que aún había un universo repleto de oportunidades. Comprendo la intensidad con la que una soñadora necesita a su propósito, pero también entiendo el corazón que tiene que tener una elegida. Ella no eligió amar la vida que aún tenía, sino que eligió llevar al odio a todo ser que viviera cuando Jeremías no podía hacerlo.

—Podía odiar o amar —susurré sobre el borde del brazo y el asintió, podía ver un poco de tristeza en sus ojos verdes—. Supongo que hizo su elección.

—La hizo, y perdimos esa batalla. —No me gustaba notar que esa siempre era una posibilidad—. No voy a mentirte, ella me hizo perder la fe en cualquier otra elegida que naciera hasta que por alguna casualidad, naciste tú y me tocó ser tu guardián.

—¿Por qué crees en mi?

—Porque la relación que tienes con Bastian es indestructible, pero no hay palabra que describa la necesidad que tienes de proteger a todo aquel que te rodee. Tú me hiciste recuperar la confianza en esta batalla. Me hiciste recordar que una vez que tu corazón encuentre el camino es imposible que falles. —Miró sobre su hombro y luego sonrió en mi dirección—. Se nos acaba el tiempo, soñadora. Haz que Bastian escoja la bondad, y esto terminará antes de lo que crees. 

Vi sus intenciones de colocarse de pie cuando me estiré y tomé su mano.

—No, espera. Tengo algo que preguntarte. —Me miró con indecisión pero cuando vio que no iba a ceder terminó regresando al asiento—. Algo me dice que no solo me has mostrado la historia de Lucinda por esto.

El brillo de sus ojos mientras los entornaba en mi dirección me hizo saber que tenía razón.

—Eres una mujer inteligente.

—¿Alguien morirá? ¿Tendré que superar algo como lo que Lucinda vivió? —No formuló palabras pero no fue necesario porque mi mente trabajaba tan rápido que seguí hablando—. En el acantilado ese día mi propósito era Aria, pero terminé ayudando a ambos, por lo que Bastian también podría también...

—No —interrumpió—. No te confundas. Tu propósito ese día fue Aria, pero no siempre el propósito tiene que ser alguien de significado amoroso. Aria será tu mejor amiga toda tu vida, e incluso podría decirte que su lazo contigo aunque es diferente, será más fuerte de lo que tú puedes tener con Bastian. La amistad es un tipo de amor increíble, y tu mejor amiga era tu propósito esa noche.

—¿Ella estará bien?

—Tu propósito no corre ningún peligro, Jazzlyn. Pero no puedo engañarte, una perdida te hará tambalearte tan fuerte que me alegra que la decisión de esta batalla no esté en tus manos en este momento porque tus emociones confusas podrían hacernos perder. —Mi guardián se estiró y dejó un beso en mi mejilla—. Has hecho lo que tenías que hacer y tu protagonismo ya no altera nuestro futuro. Bastian decidirá, solo tienes que contarle la verdad.

Eso no me tranquilizaba.

—¿Estaré bien cuando termine esto? ¿Superaré la perdida a la que te refieres? —Ladee la cabeza—. No quiero más muertes por mi culpa.

—Puedo asegurarte que no será tu culpa y el estar bien solo dependerá de ti. Has visto el error de Lucinda, no cometas el mismo. —Esa vez si se colocó de pie y con una sonrisa aplaudió emocionado. Me sobresaltó lo rápido que podía salir de su estado serio—. Tienes que volver. Bastian se está poniendo inquieto porque no despiertas.

—¿Esta es la última vez que te veré, Angelo?

Mi guardián inclinó mi asiento de manera que quedara casi acostado por completo y se inclinó para besar mi frente. El que él no estuviera aparentemente preocupado me dio la paz suficiente para acurrucarme en el asiento y soltar un suspiro. Había perdido la fe antes por la decisión que Lucinda había tomado pero creía en mi lo suficiente como para no solo romper un par de reglas por mi, sino también para mantenerse tranquilo de que las cosas terminarían bien. Sentía tanta confianza de su parte, que mi propia confianza había aumentado.

La decisión dependía de Bastian, y sabía que haría hasta lo imposible para que tomara la decisión correcta.

—Me encargaré de que nos volvamos a ver, quien sabe, tal vez en el plano terrenal. Saluda a Bastian de mi parte, por lo que he sabido ya comentaste mi existencia y por suerte nuestro creador no se ha enfadado. Aunque parece algo...entretenido contigo.

—Lo siento.

—Descuida,  sé que mi existencia es lo suficientemente alucinante como para que necesites compartirla. —Mis párpados comenzaron a pesar y una sonrisa tiró de mis labios. No comprendía el cansancio repentino pero sabía que mi guardián era probablemente el culpable—. Cuídate, rayito de luz.

—Tú también cuídate, Angelo.

(...)

—¿Realmente tenemos que cargarla? —Sentí que un dedo entrometido picaba uno de mis párpados y no tardé en presionar los mismos, asombrada de aquella acción—. Upss, parece que está despertando.

—Te dije que está mal descansada y solo necesitaba algo de tiempo.

—Pasé la noche con ella, ¿no crees que sé eso? —Abrí los ojos lentamente y noté que el jet se encontraba en penumbras, aún así reconocí la silueta de Jaden junto a la de Bastian—. Olvídalo, eso sonó espantoso y soy su hermano.

—Si no fueras su hermano ya estarías con el culo fuera de este jet, por no decir fuera del continente. —Bastian pareció terminar la batalla de miradas con mi hermano porque dirigió sus ojos en mi dirección y sonrió—. Hey, cariño. ¿Descansaste?

—¿Creerías que descansé si te digo que tuve una conversación para nada normal con uno de los guardianes del mundo? —Su ceja se arqueó mientras un hoyuelo se formaba en su mejilla—. No bromeo, Abaddon.

La sonrisa se fue.

—¿Hablas en serio? —Jaden comenzó a reír y volteo para salir del jet. Ninguno le dijo nada porque parecía que un momento a solas no nos vendría mal—. ¿Segura que no fue un sueño?

—No fue la primera vez, confía en mi. —Retiré el cinturón de seguridad que tenía puesto y me coloqué de pie para estirar ambos brazos sobre mi cabeza. Sentí como varios huesos sonaban y solté un suspiro a gusto cuando mi cuerpo se sintió mejor—. ¿Llegamos a una casa en...?

—California. Tus padres dijeron que toda la familia está por acá, incluso tu mamá ya organizó una comida. —Vivíamos en California cuando me fui de la casa, así que claramente toda mi familia estaba ahí de una manera muy literal—. ¿Crees estar en pie para cenar o caerás dormida en cuanto toques una cama?

—Estaré bien, deberías preocuparte por ti y no por mi. No fui la que voló por una bomba. —Me acerqué a él y cuando estuve lo suficientemente cerca me permití rodear su cintura con mis brazos. Vi la sonrisa que tenía antes de sentir sus labios sobre los míos por un momento tan corto que lo detesté—. ¿Eso es un beso, señor Bernard?

—Es lo mejor que puedo darte si tenemos que detenernos en algún momento. —Su brazo apretó la muleta contra su costado mientras su mano buscaba la mía y entrelazaba nuestros dedos—. Tal vez cuando tengamos un momento a solas pueda demostrarte realmente lo que es un beso.

—¿Acaso la falta de actividad te tiene tan mal?

En cuando me pegó a un más a él fui consciente de cuan mal estaba. No había manera de pasar aquello desapercibido, no cuando me tenía pegada a él de tal forma que solo la ropa separaba su piel de la mía.

—¿Esto te demuestra que tan mal me tiene? —No había manera en que hablara sin que mi voz seguramente ronca me delatara así que como pude, aún un poco fuera de mi misma, me las arreglé para asentir—. No me sentía capaz de sentir algo así.

Me vi obligada a hablar cuando mi curiosidad fue más fuerte que mi repentina vergüenza.

—¿De sentir que cosa?

Bastian era más alto que yo y aunque me encontraba con botas de tacón él me seguía sacando unos cuantos centímetros. No pude evitar que mi corazón se llenara de ternura cuando aún con su mano sosteniendo la mía inclinó su cabeza en mi dirección hasta que su frente se presionó contra la mía. Sus rasgos parecían aún más perfectos gracias a la cercanía y mis ojos querían estudiar su rostro para memorizarlo una vez más, sin embargo sus ojos me habían atrapado por completo.

Él no era mi propósito, pero era mi elección. Lo amaba porque yo lo elegía. Lo amaba porque aunque podía vivir sin él, no quería hacerlo. Lo amaba porque no había nada más hermoso que ver su corazón brillar por mi en medio de la oscuridad.

—Nunca creí que podía necesitar tanto a alguien como para encontrarle un sentido a mi vida. —Sentí que mi corazón podía estallar—. Por primera vez quise volver a tener una oportunidad, y quise que esa oportunidad fuera contigo. Necesito hacer las cosas bien, necesito que sepas que lo estoy intentando.

—Sé que lo estas intentando y es lo que más valoro. —En cuanto hablé sus labios rozándose con los míos provocaron que una pequeña risa se me escapara—. ¿Realmente querías esa oportunidad?

—La quiero.

Dejé que mis manos subieran por su pecho hasta llegar a su cuello. Sentí su rápido pulso cuando mis dedos rozaron aquel punto clave, y les permití que siguieran curioseando sobre su piel hasta que se enredaron en el cabello de su nuca. Me permití acariciar su cabello y arrastrar mis uñas levemente sobre su cuero cabelludo para ver como sus ojos intensos se mantenían en mi rostro. Él quería una respuesta, y esa respuesta siempre había sido la misma.

—Te ganaste tu oportunidad desde que tu culo de infarto me cautivo en aquel coche. 

Esperé unos segundos y una pequeña sonrisa comenzó a crecer en sus labios. Supe que se estaba conteniendo pero falló horriblemente cuando rompió a reír.

—Siempre supe que estabas conmigo por mi culo —bromeó.

—¿Es que has visto lo que es? ¡Es imposible no admirarlo! 

—¿Alguien dijo culo? —Me sobresalté en cuanto la voz de Sophia llegó a nosotros. El apartarme de Bastian fue reflejo rápido, no creía que el que nos viera mirarnos como si nos quisiéramos arrancarnos la ropa ahí mismo fuera algo bueno—. ¿Bastian? ¿Qué te paso?

Soph se encontraba al final del pasillo con un vestido floreado que no combinaba para nada con las medias negras que parecía llevar debajo. De todas formas su vestuario me hizo sonreír, ella siempre había insistido en elegir su propia ropa y el ver que aún cuando la vida que la hacía llevar por mi culpa no era buena ella seguía usando flores me hizo sentirme feliz. 

Abrí los brazos en su dirección y la vi correr hasta mi. Tuve que apartarme de Bastian un poco para que al cargarla no lo golpeáramos sin querer pero en cuanto tuve a Sophia apoyada sobre mi cadera con sus brazos rodeando mi cuello supe que incluso él soportaría eso por la forma en la cual le sonreía.

Estaba encantado con Sophia, y no quería siquiera pensar como estaría el día que aceptara tener un hijo con él.

Lo que claramente no sería pronto, bajo ningún medio.

—Tuve un pequeño accidente en mi pierna pero estoy muy bien, princesa. —Bastian enredó un mechón de pelo en su dedo antes de soltarlo para ver como aquel pequeño rulo volvía a su lugar—. ¿Tú como has estado, cielo?

—Me sentí mal durante unos días pero Rosi me cuidó y me enseñó muchas cosas sobre los bebés. Tiene un pequeño muy adorable pero entre nosotros... —Colocó su mano sobre sus labios como si quisiera mantener aquel secreto en voz baja—. Cada vez que le cambia el pañal siento que una bomba apestosa ha caído sobre la casa.

No aguanté la risa en cuanto la escuché. Tenía una forma tan adorable de decir las cosas que incluso su pequeña nariz se había fruncido con desagrado.

—Apuesto que cuando eras pequeña tus pañales tenían el mismo olor. —Bastian le sonrió y ladeó la cabeza en dirección a la salida del jet—. ¿Vamos? De seguro nos están esperando y yo quiero conocer al pequeño Theo.

No voy a negar que se me dificultó bajar aquellas pequeñas escaleras con una niña de casi nueve años enredada en mi como si fuera un koala pero fue aún más difícil ver el esfuerzo que Bastian tuvo que hacer para bajar con aquellas muletas. Incluso si hubiera tenido los brazos vacíos él era tan terco que ayudarlo no hubiera sido una opción.

Lo bueno es que bajó sin fracturarse otra pierna así que tuve que morder mi lengua y aguantarme las protestas que quería soltar.

—¿Qué más has hecho con Rosi, cariño?

—Hicimos unas galletas de avena y chocolate. —Repentinamente Sophia comenzó a aplaudir emocionada—. ¿Creen que pueden cocinar conmigo galletas para el desayuno de mañana?

Miré a Bastian divertida por el aprieto en el que seguramente nos estábamos metiendo.

—Cuenta conmigo pero creo que deberías preguntarle a Bastian. —Él me miró con los ojos entornados—. No sabemos si incendiará la cocina.

—Soy el mejor cocinero del mundo —afirmó divertido—. La cocina me ama tanto que algunas veces puede encenderse solo ante mi humilde presencia.

Me reí captando el doble sentido de aquello pero aún más me reí cuando Sophia habló.

—¡Woow! ¿Eres un encantador de cocinas?

Estábamos entrando a la casa cuando aquel comentario tan inocente hizo que mi abdomen comenzara a doler por reírme tanto. Bastian estaba sonrojado de una manera en que jamás lo había visto y estaba segura que no era por subir los pequeños escalones hasta la sala, incluso sus ojos amenazaban con soltar pequeñas lágrimas debido a la diversión.

La inocencia de Sophia podía alumbrarnos la vida.

—¡Mira quienes han llegado! —Jamás me preparé para ver a mi hermana con un pequeño bebé en brazos pero la imagen era adorable. Se notaba que estaba mal descansada y que había ganado un poco de peso extra gracias al embarazo pero sus ojos estaban tan felices, tan llenos de vida, que supe que ese momento seria siempre el más importante de su vida—. ¡Mira, Theo! ¡Han llegado tus tíos desaparecidos en acción!

—¡Estas hermosa! —No bajé a Sophia cuando me acerqué a Rosi, ni siquiera cuando con cuidado envolví mi brazo libre alrededor de su cuello para abrazarla—. Te extrañé mucho, Rosi.

—Igual yo, chiqui. —Corrió la pequeña manta que cubría al bebé y me sonrió—. Ahora, conoce a tu pequeño sobrino.

Nunca creí que podía sentir tanto en un mismo instante por un ser que ni siquiera había conocido pero en cuanto mis ojos cayeron sobre él todo estaba ahí. Theo era una pequeña criatura que no podía medir más de cincuenta centímetros y por la forma en la que la pequeña ropita le quedaba suelta supe que era aún más pequeño de lo que parecía. Tenía sus ojos cerrados y las pestañas rubias acariciaban sus mejillas las cuales parecían bastante sonrojadas.

Había sacado el color de pelo de mi hermana, porque ni el rubio de Austin era tan claro como el suyo. 

Estaba enamorada de él, y en cuanto sus labios con forma de corazón se entreabrieron para soltar un suspiro supe que tenía mi corazón por completo.

Quería un mundo mejor para él.

—¡Awww, estas llorando! —Salí de mi estado de enamoramiento en cuanto los dedos de Sophia recorrieron el contorno de mis ojos. Sorbí mi nariz con una sonrisa y miré emocionada a mi hermana—. ¿Verdad que es como un pequeño muñequito hermoso?

—Sin lugar a dudas es lo más perfecto que has hecho en tu vida. —Sophia quiso bajar de mis brazos y la solté para ver como salía corriendo. No sentí su falta cuando el brazo de Bastian rodeó mi cintura—. Estoy muy feliz por ti, Rosi. Tú y Austin se lo merecen.

—Al igual que merece la siesta que está tomando antes de la cena. Esta noche le toca levantarse a él. —Mi hermana miró a Bastian y le sonrió—. Pareces algo emocionado también, cuñado. ¿Quieres sostener a esta bolita de ternura?

Cuando lo vi pude ver que estaba indeciso pero nada de eso le importó cuando se sentó sobre un posabrazos del sofá y estiró sus brazos en dirección a Rosi.

—Vas a tener que enseñarme como se sostiene algo tan pequeño.

Me reí emocionada y tuve que cubrir mi boca con mi mano para no dejar que vieran la forma en la que mi labio inferior temblaba. No entendía como un pequeño bebé provocaba aquella sensación tan plena en mi corazón pero dudaba que algo se sintiera igual a eso. Nada parecía siquiera tener un punto de comparación.

Rosi caminó hasta Bastian y antes de pasarle a Theo se encargó de mostrarle como tenía que posicionar los brazos. Le pidió que siempre inclinara un poco el brazo donde iba a apoyar la cabeza de Theo porque debía estar atento a que siendo tan pequeño tenía vómitos frecuentes. Vi a Bastian atento a cada palabra que salía de la boca de Rosi como si fuera una clase de entrenamiento. Su ceño se mantenía fruncido en concentración y posicionaba sus brazos mientras le preguntaba si así estaba bien. Parecía todo un alumno, y por como se comportaba supe que jamás había sostenido a un bebé.

—¿Estas segura que así? ¿No será muy apretado? —Sus brazos estaban en perfecta posición pero él continuaba preocupado y yo estaba muriendo de ternura por verlo así—. No quiero hacerle daño.

—Vas a sostener un bebé de tres kilos y medio, Bastian. No a una bolsa de papas. —Rosi lo tomó por sorpresa cuando sin decirle, y con un movimiento suave pero seguro, dejó a Theo sobre sus brazos—. ¿Ves? No se va a caer, sé que no lo dejarías.

Los ojos de Bastian mostraban que estaba asustado mientras lo sostenía. Vi como dudó a la hora de mecerlo en sus brazos y en cuanto el pequeño Theo se acomodó contra su pecho una sonrisa que no vi antes se adueñó de él. Sus colores jamás se vieron tan claros como en ese instante en cuanto vio que él era capaz de tocar algo sin dañarlo porque puedo afirmar que ese era su mayor temor.

—Pensé que se iba a escurrir entre mis brazos. Es muy pequeño, no creí que fueran así. —Rosi no dijo nada ante el comentario de Bastian, ambas sabíamos que era algo nuevo para él, incluso cuando conocer bebés era algo habitual para la mayoría—. Diablos, su corazón late muy fuerte.

—¿Su corazón o el tuyo? —Bastian no despegó la vista de Theo cuando sonrió por la pregunta de mi hermana—. Se te ve increíble con él.

—Es un niño hermoso. —Bastian rozó su pulgar sobre la mano de Theo y él no demoró en buscar aún dormido su pulgar para rodearlo con sus dedos—. No... —carraspeó—, no puede ser que sea así.

Bastian estaba demasiado emocionado y yo también lo estaba. No podía manejar lo que sentía con ver a Theo pero tengo que mentir si digo que ver a Bastian con un bebé se me hizo fácil. Se veía tan feliz, tan completo, que algo en mi pecho estalló. 

No pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas mientras me acercaba a él y lo abrazaba por la espalda. Mi mentón se apoyó en su hombro mientras mis brazos rodeaban su cuello. Estampé un beso en su mejilla y rocé mi nariz sobre la leve barba de su mandíbula.

—Eres el hombre más hermoso que existe. Cuando creo que he visto suficiente de ti apareces con una nueva sorpresa.

Volteó su rostro en mi dirección y me robó un beso.

—Esto es una sorpresa incluso para mi, nunca creí que esto me haría tan feliz. —Miró a Theo y le sonrió—. Quiero algo así, Jazz. Algún día necesito algo así.

Comprendí lo que decía porque en ese momento estuve de acuerdo aunque mi idea de no bebés pronto se mantenía.

—Lo tendremos algún día cuando este mundo sea un mejor sitio. —Asintió conforme con mi respuesta pero su ceño seguía fruncido—. Lo prometo.

—Lo sé, aunque por ahora me puedo centrar en él así que olvida las presiones. Primero debemos aprender a caminar si queremos presentarnos en las olimpiadas de atletismo. —Me reí para ver como se inclinaba y dejaba un beso sobre la frente de Theo, no se me pasó por alto que incluso cuidó que su leve barba no lo tocara—. Eres el sobrino más hermoso del planeta, Theo.

Algo en mi corazón me dijo que el primer paso para el final de aquella batalla había sido dado en el mismo momento que los ojos de él cayeron sobre Theo. No supe que era exactamente, pero mi guardián tenía razón: él podía elegir y sabía que lo haría bien. Confiaba en él.

**************************

Estoy de vuelta! Me pasé una temporada fuera por temas personales pero estoy de vuelta y esta semana los voy a sorprender un montón de veces, lo prometo!

Los amo mucho guerreros, y espero que disfruten de una dosis de estos primos oscuros ya no tan oscuros xD

Con un amor inmensamente inmenso, Kat <3


Continue Reading

You'll Also Like

135M 8.7M 65
Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiestas, los chismes, los ligues y sobre todo...
31M 2.4M 43
Emily Malhore es hija de los perfumistas más famosos del reino de Mishnock. Su vida era relativamente sencilla, pero el destino le tenia otros planes...
482K 24.9K 40
Jason Ellerking era una persona difícil de amar. No cualquier mujer podía lidiar con su carácter destructivo, y él se había hecho a la idea de que n...
14.2M 1.3M 26
"Sempiterno: una vez empezado, no tiene fin." Este libro es la segunda parte de Etéreo, que está disponible en mi perfil :)