Capítulo Cuatro
“¿Alucinaciones o fantasmas?”
—¿Cuánto tiempo llevas estudiando aquí? —Intento sacar la conversación.
—Desde siempre. Antes también se enseñaban las materias básicas aquí. —Subimos las enormes escaleras. —Desde hace unos años comenzaron a aceptar solo chicos desde los quince en adelante, por eso solo verás adolescente aquí —Me cuenta.
Llegamos a la habitación. Sobre la cama encontré mi uniforme nuevo y los libros que necesitaría en las próximas clases.
—Debo irme a Química. ¿Quieres que te acompañe a tu próxima clase?— Pregunta amable.
—No, está bien. Me pondré el uniforme y luego buscaré mi salón. No te preocupes — No quería abusar de la amabilidad de mi compañero.
—Okay. Te veo más tarde, búscame si necesitas algo —Toma una chaqueta y se dirige a la puerta.
—¡William! —Llamé, voltea a verme. —Gracias por todo. —Él me sonríe. —Gracias por tu bufanda y tu abrigo —Intento quitarlos.
—Está bien. No te los quites —Lo miro dudosa. —Afuera hace mucho frío. Puedes quedarte con ellos, una ofrenda de paz. —Agrega se vuelve.
Toma uno de mis cuadernos que hay sobre mi cama y escribe algo.
—Ese es mi número. — Dice mirándome fijo, Sus ojos son tan azules y brillantes. — Escríbeme si necesitas algo. — Me da una media sonrisa, asiento y se marcha.
Me había perdido intentando encontrar el salón de literatura, pero llegué antes del timbre de retraso.
Encontré el salón y algo más, mejor dicho alguien más.
A la Bestia.
El chico caminó hacia mí, rodó sus ojos al verme, dio un bufido molesto y tomó asiento a mi lado.
Él era demasiado guapo y eso era intimidante, su aspecto de ser un rebelde incomprendido me gustó aunque también no me dio buena vibra.
—¿Estás siguiéndome acosadora? —Me pregunta acomodándose junto a mí. Suspiro pesadamente.
—Yo llegué primero, así que creo que tú me estás siguiendo a mí — digo con timidez.
—Por supuesto, se ha hecho imposible sacarte de mi mente —Me mira con asco. —Este es mi lugar, y me gusta sentarme solo— Agrega.
Lo miró sintiéndome molesta.
¿Qué se estaba creyendo?
— Aquí me gusta… Búscate otro sitio— digo sonriendo falsamente.
No soy la clase de chicas que se dejan intimidar fácilmente.
—Eres la criatura más insoportable del colegio— Saca tu cuaderno. — Y… — Se acerca y me olfatea como un perro. —¿A quien hueles?— Me pregunta haciéndome sentir incómoda.
—Ni siquiera me conoces, así que no me jodas, y no huelo idiota. — Me defiendo.
Una sonrisa burlona atravesó su rostro al ver mi cartuchera llena de lapiceros.
—Al parecer también eres la molesta niña de los plumones —Dice burlón. Lo ignoro.
— Déjame ver… Tú debes ser la niñita de papá, patética y arrogante. La que espera que el mundo le resuelva sus problemas. La típica protagonista boba e insulsa — Me dice.
Lo miré sorprendida.
¿Esas eran mis vibras?
—Y tú Seguramente eres el despreocupado rebelde que intenta intimidar a todo. — Lo miro a los ojos. —No me intimidas —Miento, por supuesto que lo hacía, era enorme y se veía rudo y malo.
— Y no soy la tonta protagonista, yo soy la antagonista la que se jode a los estúpidos como tú —digo susurrando. Él me mira y sonríe, una aterradora sonrisa debo aclarar, está por contra atacar, pero la profesora llega así que queda con su respuesta atragantada en los labios.
Unos minutos más de clases y yo necesitaba salir huyendo.
No era solo por el chico raro a mi lado, sino también por los demás.
No era tonta, ellos me miraban de una forma intimidante, sé que ser la nueva da miedo, pero este miedo era real.
Ellos me odiaban.
La mayoría de los chicos a esta edad son estúpidos, pero aquí parecen mini engendros.
—¿Puedes dejar tu maldito pie quieto? —Me pregunta enojado.
—¡¿Cómo no se me ocurrió antes!? — Pregunto sarcástica. —Es un reflejo involuntario, no puedo dejar de hacerlo. —
—Ser molesta también parece ser otro de tus reflejos involuntarios. —Dice mirándome a los ojos.
—Eres horrible, no me molestes. — Le digo.
—¡Wow! Eso sí que me ha herido el ego, la pequeña tonta cree que soy horrible. ¡Ya madura niñita!— Susurra. Sonrío y niego lentamente.
—Eres tan patético. ¿Crees que siendo un idiota conmigo los demás no notarán lo jodido que estás? Solo eres un niño inseguro. ¿Nadie te abrazo de pequeño? ¿Tu mami no te dio la suficiente atención? —Le digo con malicia. Su sonrisa aterradora vuelve a aparecer.
—De hecho, así es. Jamás he dejado a nadie que me abrace, y no, no tengo madre, así que supongo que tienes razón — Responde mirándome fijo.
Mi estómago se anuda.
Me siento fatal.
¿Por qué tuve que decir esas cosas?
Cuando el timbre sonó tome mis cosas de prisa y salgo tan rápido como puedo.
Ni siquiera puedo mirar la cara del idiota, me sentí culpable por ser tan bocona.
Busqué refugio en uno de los lugares más retirados del colegio, pasando los pasillos exteriores me acomodé en una de las barandas de piedra, mis pies colgaban y frente a mí el enorme bosque se alzaba majestuoso.
Me abracé a mí misma, sintiéndome pequeñita e inútil.
Aunque fingía que era fuerte y que nada me afectaba, el dolor en mi pecho era cada vez peor.
Era como si un enorme peso se apretara en mi pecho, quizás eran las lágrimas que me rehusaba a dejar ir.
No pude aguantarlo y lloré, pero casi de inmediato me forcé a no hacerlo.
Cuando levanto mi vista hacia el patio,
Mi corazón se detiene, el miedo me inunda y contengo la respiración.
Algo parecido a una chica está frente a mí flotando en el aire.
Ella lleva el uniforme de la academia, se ve pálida y traslúcida, su cabello flota aunque no hay viento.
Mis oídos zumbaban y aunque sabía que lo que estaba pasando no podía ser real, el miedo me había petrificado.
Estoy aterrada viendo la sangre que emana de su cuello.
Ella luce joven, quizás de mi edad, pero sus facciones muertas me hacen dudar.
Cierro los ojos con fuerza.
—Tranquila, solo respira— Me digo a mí misma.
Intentando normalizar mi respiración.
Creo que estaba a punto de tener un pequeño ataque de pánico.
—No es real, no es real. — Susurro.
—Cuando pensé que no te podías volver más rara, te encuentro hablando sola mientras estás escondiéndote de todos. — Abrí mis ojos, y encontré a la bestia parada junto a mí.
Se ve tan alto y oscuro como un árbol petrificado, o quizás un vampiro de esos que sí dan miedo.
Mire a mi alrededor, solo estábamos nosotros dos.
No había rastros de aquella chica.
—¿O tienes amiguitos imaginarios? — Pregunta burlón tomando asiento a mi lado.
Aprieto con fuerza mis puños, mientras que mi respiración se normaliza de a poco.
—¿Qué quieres?— Mi voz sale rota. Me siento agitada e incapaz de seguir hablando.
—Si crees que vine a verte, vas a tener que seguir soñando niña de los plumones, Te traje esto —Me entrega mi cuaderno de notas.
—Te has llevado el mío — Dice. Miro mi mochila y ahí estaba el suyo.
Eran del mismo color, ambos negros y gastados, aunque el de él tenía unas letras escritas en la tapa.
—Para que veas que soy un gran compañero —Me da una sonrisa falsa de lado.
¿Alguna vez vieron a Damon Salvatore, cuando está a punto de hacer algo muy malo?
Pues así.
Guardo mi cuaderno rápidamente y le devuelvo el suyo.
—Gracias —Digo. Me vuelvo parándome de mi asiento, solo quería huir de aquel chico raro. Después de hacer unos pasos me vuelvo —No quise ser una idiota contigo antes, no intentaba hacerte sentir… Mal. —Digo tratando de disculparme.
—Sí. Si quisiste hacerlo. — Responde mirándome fijo.
—Sí, pero… No con ese tema—
—No me hiciste sentir mal, no me puede importar menos — Asiento y me marcho.
—¡Te veré más tarde acosadora! —grita a mis espaldas.
Me volteo y le enseñó el dedo medio, lo que solo ocasiona una sonrisa malévola en sus labios.
¡Cielos ya tenía al raro del colegio en mi contra!
La próxima clase era Biología, iba rogando al cielo encontrarme a William.
Me sentí aliviada de verlo en la primera fila.
—¿Puedo trabajar contigo? —Pregunté parándome junto a su mesa, sonó como casi una súplica.
Este sonríe y asiente.
—¡Qué se joda James!— Dice divertido, al parecer ese es su lugar.
La clase pasó normal, de vez en cuando miraba por la ventana con miedo de ver aquel espectro otra vez, pero por suerte no estaba allí.
Me sentí aliviada de no tener que enfrentar las últimas clases sola, me gustaba William era fácil estar con él.
Ni siquiera tenía que hablar o intentar ser agradable, él solo me brindaba su compañía y en estos momentos eso era lo que más anhelaba.
*
Después terminar de desempacar las últimas cosas, me acosté un momento, aprovechando que estaba sola en la habitación.
Antes de que me diera cuenta estaba llorando. Tapé mi cabeza con las mantas intentando desaparecer.
Liam llegó después de ducharse, yo me sorprendí al verlo solo con una toalla que le tapaba la parte baja.
—Lo siento, no recordé que ya no estábamos solos —Dijo algo avergonzado. Limpié mis lágrimas rápidamente —¿Te sientes Bien?— Preguntó.
—Sí, Gracias. —Volví a esconderme bajo las cobijas para que el chico pueda vestirse tranquilo.
No pude evitar ver el cuerpo de Liam, tenía su torso bien marcado y varios tatuajes, una frase en algún idioma que no conocía, en su antebrazo y espalda había un gran tatuaje de alas que se extendían por sus brazos, eso tenía que haber dolido bastante.
Me puse los auriculares e intenté olvidarme del mundo por un momento.
—¿Crees que pueda ir a ducharme?— preguntó a William al ver que eran pasadas las siete de la tarde y aún estaba sin bañarme.
El chico está acostado leyendo un libro.
—Claro, Te acompañaré— Dice Will quitando sus gafas, dejándolas sobre la mesa de noche.
—No, no te molestes. Solo dime dónde están las duchas— Digo.
—Considéralo, querrás que alguien vaya contigo— Dice Liam mientras dobla la ropa.
—¿Por qué no puedo ir sola?— Ya tenía mi toalla y mi cartera con mis productos de ducha en la mano.
—Si quieres ir al lado de las chicas tienes que cruzar todo el pasillo y enfrentarte a ellas, lo cual no recomiendo. Y si quieres ir a nuestro baño deberías dejar que te acompañemos, aunque sea esta vez hasta que los demás sepan que eres una de nosotros y que no pueden molestarte. —Asiento, sabiendo que tenía razón.
— ¿Quién me acompaña entonces?— Pregunto parada en la puerta, ambos intercambiaron miradas, el pequeño hombrecillo de ojos azules saltó de la cama.
—Vamos, yo iré contigo—.
Los baños estaban un piso abajo justo al final del pasillo.
Los sanitarios, por un lado, y en la otra ala las duchas. Algunos cubículos cerrados, pero la mayoría se estaban bañando en las regaderas descubiertas, los vestidores estaban justo del otro lado.
—¡¡Escuchen hombres!! —William llamó la atención cuando llegamos. Todos voltearon a vernos.
La mayoría estaban desnudos a medio bañar.
Tragué saliva.
—Ella es Elena; nuestra amiga y nueva en la manada. Deberán acostumbrarse a verla aquí. Les advierto que al primero que le falte el respeto le parto su madre. —Me siento tan incómoda.
—No quiero que se le acerquen, que le respiren cerca o que la incomoden de alguna forma y si me entero de que la molestan… Les sacaré los intestinos y se los daré a los lobos. —William sonrió de una forma espeluznante —Pueden seguir. — Finalizó.
A estas alturas estoy de color carmesí.
William no debió decir esas cosas, ellos ahora me odian.
Aunque no podía negar que la forma en que William dijo que era parte de su manada me hacía sentir emocionada.
Quizás exageró un poco en amenazar a todos de esa forma, pero fue un gesto lindo saber que me cuidaba.
Me duché lo más rápido que pude, intentando no pensar en la cantidad de chicos que había alrededor, un alivio, ver qué había duchas cerradas y no tenía que bañarme frente a todos.
Intenté vestirme aún dentro del cubículo, pero mi remera cayó al piso húmedo y mi pelo me mojó entera.
Respiro profundo intentando no echarse a llorar.
Estaba completamente sobrepasada con mis emociones y justo en este momento podría llorar simplemente porque acabo de tirar mi ropa.
— Tengo una bata extra en mi casillero. Te puedes cambiar en la habitación. — Susurra William tras la puerta.
Tomó aire.
—Está bien. — Murmuró. Gracias al cielo por este chico.
Me pasa la bata, cuando salgo todos me miran.
—¿Se les perdió una igual o qué?— pregunta William molesto. Los demás vuelven a lo suyo. — Vamos Elena. — Me sonríe y me acompaña hasta la habitación.
—Termina de vestirte, te esperaré para ir a cenar— Dice William saliendo de la habitación, Liam ya no estaba.
Busqué ropa extra, hacía demasiado frío.
Mis huesos dolían y no sentía los dedos, jamás había estado tan helada.
Miré con nostalgia la cama. Realmente deseaba acostarme y ya no despertar.
Tomó un abrigo extra y bajo.
William me esperaba sentado en las escaleras.
—¿Está bien si me siento con ustedes?— Pregunté con vergüenza. William sonríe.
—Claro. Por eso estoy esperándote—Me dice, asiento y lo sigo hasta la mesa.
James y Liam están charlando, pero al instante que me ven llegar se quedan en silencio.
James se mueve incómodo, puedo sentir el esfuerzo que hace para soportarme.
—¿Alguien ha visto a Jac? No vino a almorzar, y parece que tampoco vendrá a cenar —James comentó cuando comíamos las horrendas pastas que habían servido en la cena.
—Lo vi en clase de educación física y dijo que lo castigaron por romperle la nariz a Lewis en la mañana —William nos contó.
Yo moría por conocer al famoso Jac, Esperen
¿Dijo que le rompió la nariz a alguien?
—Desearía que dejase de meterse en tantos líos— Dice Liam
—Lewis seguramente se lo merecía, es un imbécil.—Comenta William.
—Cuéntanos de ti Elena, ¿Qué dice tu familia que has ingresado a Archer Ross? —Me preguntó James sonriendo, casi me atraganto con la pasta.
¿Qué le podría contestar? Apenas los conocía. No quería contarles la trágica historia de mi vida.
Decidí que si ellos serían mis amigos debían saber mi verdad.
—No tengo familia. —Respondo bajo
—Oh. —Murmuró James. Hubo un silencio
—Mi madre murió cuando yo nací y papá —Hice una pausa. —Hace unas semanas. Mi abuela me metió aquí para no hacerse cargo de mí así que… supongo que está contenta con que haya quedado —Dije rápidamente casi sin respirar.
Fue como si no pudiera controlar mi boca Tal vez había dicho demasiada información
Hubo silencio.
—Lo lamento Elena. Desearía no haber preguntado si hablar de ese tema te hace sentir mal. —James se veía avergonzado.
—Siento mucho tu pérdida, no sabíamos lo de tu padre —Se disculpa Liam
—Ya sabes… si quieres …— Intenta William
—Aja, sí. Estoy bien. Gracias —Digo rápidamente. Me arrepentí al instante de haber hablado, Ahora ellos sentían lástima de mí.
Mientras comíamos sentía la mirada de casi todo el comedor sobre nosotros. Las chicas no me miraban muy amistosamente y los chicos no lo sé, no creo agradarle a alguien que no sean mis compañeros de habitación.
Busqué a la bestia bruta con la mirada, pero por suerte no la vi.
Excelente, no estaba cerca.
Di otro vistazo más detenidamente a mi alrededor.
Yo no entendía por qué todos aquí eran tan guapos.
En verdad no es normal, parecía una escuela de modelos o algo así y yo sobresalía obviamente y no exactamente por mi belleza.
Yo era normal a comparación con las niñas de aquí.
Todas eran de labios carnosos y lindas cabelleras rubias o morenas, hasta vi una pelirroja con el pelo hasta el trasero. Sus ojos eran verdes o azules y se veían delicados y finos.
Eran altas; Muy altas para ser honesta, con piernas largas, que el uniforme les quedaba sexi y luego estaba yo.
Media 1,55 Cm, piernas cortas y un poco regordetas, con una melena desprolija y sin brillo de comercial, tenía ojeras y estaba consciente que tenia unos kilos más que cualquier chica de aquí.
No tenía ningún problema con mi cuerpo, yo sabía quenera bastante linda, pero eso no bastaba, las chicas de Archer Ross no eran solo “Bonitas” ellas eran;
H E R M O S A S.
Y yo venía de una escuela pública donde todos éramos diferentes, ordinarios, chicos comunes y luego llegué aquí donde todos son muñecos perfectos de revistas y entonces comprendí que yo no era especial, aquí solo era la nueva y sin brillo.