bounded spirit ⋄ stiles stili...

By eternitear

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Terminado. En edición. [Teen wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes. Obviamente exceptuando al q... More

Playlist
Prólogo.
Capítulo 1. "Beacon Hills"
Capítulo 2. "¿Esteroides?"
Capítulo 3. "Insolente"
Capítulo 4. "Animadora"
Capítulo 5. "Frustración"
Capítulo 6. "Buena acción"
Capítulo 7. "La bête"
Capítulo 8. "Inesperada confusión."
Capítulo 9. "Desastre"
Capítulo 10. "Whiskey"
Capítulo 11. "Anticipación"
Capítulo 12. "Incertidumbre"
Capítulo 13. "Luna Llena"
Capítulo 14. "Métodos."
Capítulo 15. "Drama"
Capítulo 17. "Temor"
Capítulo 18. "Egoísta"
Capítulo 19. "Acto irracional"
Capítulo 20. "Espera lo inesperado"
Nota de la autora y próximo libro.
Personaje: Ariel Rowe

Capítulo 16. "Suerte"

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By eternitear


-Tengo un mal presentimiento sobre esto. –Anuncié. Mi pierna temblaba, y me removí en el asiento trasero del Jeep, ansiosa. –Tengo un muy mal presentimiento sobre esto.

Stiles hablaba con Scott por el móvil. Había conseguido el collar de Allison –finalmente- pero parecía que no servía de mucho. La cosa sólo era un dije con el mismo dibujo que nos había mostrado Derek antes, según Scott, y no tenía nada más. Por lo que habíamos estado planeando mil maneras de conseguir ese collar, para que al final fuese inútil. Y, gracias a eso, ninguno de los tres estaba de un muy buen humor. Sí, Derek también estaba allí, usurpando el que debería ser mi lugar en asiento del co-conductor.

-...lo sé. –Le dijo Stiles a Scott por el celular. –Mira, si ves a mi papá, puedes decirle—dile que estaré allí, sólo que llegaré un poco tarde, ¿Okey?... Bien, gracias.

-No vas a llegar. –Bramó Derek, observando a Stiles de reojo medio segundo.

Solté un bufido, cruzándome de brazos. -Bueno, no con esa actitud, Miguel.

-Y no le dijiste sobre su madre, tampoco. –Agregó, girándose para echarme veneno con la mirada. Ya podía decir que era inmune a su expresión de constante enfado.

Stiles simplemente suspiró. -No hasta que descubramos la verdad.

-Estoy comenzando a pensar que la verdad no va a gustarnos mucho. –Me quejé, dejándome caer sobre el respaldo del asiento.

Y yo que creía que hoy sólo iría a ver un partido de Lacrosse, y pasar una tranquila noche. Tal vez debería comenzar a esperar lo contrario, a ver si la psicología inversa funcionaba con la suerte.

Nos encontrábamos frente al hospital de Beacon Hills, frente al ala de cuidado a largo plazo. ¿Dije antes que odiaba los hospitales? Porque lo hacía. Y en especial en aquél momento.

-Por cierto, una cosa más. –Comentó Derek casualmente.

Stiles y yo le observamos. -¿Sí?

El brazo de Derek voló al cuello de Stiles, y procedió a estampar su cabeza contra el volante del Jeep. Solté un grito, saltando del asiento.

-Oh, Dios, Qué demonios fue—

-¡Tú sabes por qué fue eso! –Exclamó Derek, señalándole.

Ahora era mi turno de lanzarle una mirada envenenada. Stiles se sostenía el rostro con una mano, masajeándose la nariz.

-Eres un jodido hijo de—

-Váyanse. –Me interrumpió, y yo contemplé la idea de golpear a una segunda persona en el día. -¡Váyanse!

Stiles salió del Jeep tambaleándose, y terminé siguiéndole, decidiendo que tal vez no era la mejor idea golpear a Derek. Al menos no en un lugar donde no pudiese salir corriendo después.

-Odio los hospitales. Odio los hospitales. –repetí una y otra vez, escondiendo mis manos en mi chaqueta abierta, a mis costados.

-No creo que esto tome mucho tiempo. –Murmuró Stiles, observando la fachada del hospital, antes de dirigirse a la entrada. Todavía tenía una mueca de dolor en el rostro, pero esta era exagerada, y no pude evitar sonreír.

-¿Estás bien?

-Seh. No me dio tan fuerte. O al menos no tan fuerte como pudo haberme dado.

Suspiré, mordisqueando la esquina de mi labio. -¿Sólo yo noto lo mucho que esto se parece a la típica escena de película de terror?

Stiles me dirigió una mirada condescendiente. -Creo que deberíamos intentar no pensar en ese detalle.

-Bueno, dile eso a mí inconsciente. Creo que esta es la parte donde aparece el doctor psicópata y nos quiere utilizar para sus horribles experimentos.

-Ariel.

-Lo siento.

El hospital no se veía exactamente tétrico, pero de cualquier manera me daba escalofríos. Entramos por las enormes puertas de vidrio sin mucha convicción, y transcurridos unos minutos, ya habíamos recorrido algunos pasillos. El lugar se encontraba vacío –demasiado vacío- para ser semejante hospital, y más en un día de semana.

Giramos hacia un pasillo medianamente largo, dónde –qué sorpresa- tampoco había nadie. Volví sobre mis pasos, para ver si alguien había regresado al escritorio por el que habíamos pasado, pero seguía desierto. Y silencioso.

-¿Estás seguro que ella trabaja en esta parte del hospital? –Murmuré, intranquila. Cuando nadie me respondió, alcé la vista inmediatamente, para ver que Stiles había desaparecido.

¿Oh, en serio? ¡Me había dado la vuelta sólo unos segundos! Me quedé muy quieta, para ver si llegaba a oír algún ruido, pero nada sucedió.

-Demonios. –Susurré. -¿Stiles?

Otra vez silencio. Di unos pasos vacilantes hacia el pasillo, asomándome por las ventanas de las habitaciones, pero nadie estaba allí tampoco. Una vez llegué al extremo abrí la puerta que daba a un pequeño hall, pensando que tal vez se había ido por allí.

-¿Stiles? Oh, Dios, dime que el doctor psicópata no te ha llevado. –Volví a llamar, pero el silencio siguió siendo la única respuesta. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y sentí cómo mis manos comenzaban a temblar, al igual que mi respiración. Aquello no era bueno.

-¡Stiles! –Repetí, alzando la voz. El eco repitió mi grito, volviendo la situación diez veces más espeluznante. –Oh Dios.

Saqué mi móvil para marcar su número, y como debí haber supuesto con mi increíblemente escasa suerte, no tenía señal. Nada. Ni siquiera una miserable rayita. Me acerqué a una ventana, extendiendo mi mano con el móvil, a ver si conseguía algo de recepción. Noté cómo la ventana estaba enrejada. Santa mierda, ¿Seguía en la sección de cuidado a largo plazo? ¿Me había metido en algún lugar de cuidado mental, o algo? No sabía si había una sección así en aquél hospital, y comencé a rezar para que no fuese así.

Caminé unos pasos de puntillas, observando esperanzadamente la pantalla de mi móvil, cuando una de las luces parpadeó. Un extraño siseo eléctrico le siguió, y volvió a parpadear antes de apagarse.

Oh, santa mierda. Nop. Nope. Me lancé fuera de aquélla sala lo más rápido que mis pies me permitieron, y no paré hasta que volví al pasillo. Hubiera seguido hasta estar totalmente fuera de allí, pero me estampé contra alguien, y lancé un grito agudo.

-¡Ariel!

Abrí mis ojos, encontrándome con un Stiles muy desconcertado frente a mí. Mi nerviosismo disminuyó un tres por ciento, pero aquello no me detuvo de comenzar a despotricar.

-¿Dónde demonios te habías metido? ¡Creí que el doctor psicópata te había llevado!

Él sostuvo mis hombros repentinamente, sacudiéndome un poco. –Hey. No hay ningún doctor psicópata. ¿Okey? Y la que desapareció fuiste tú. Entré a una habitación para ver si encontraba algo, y en cuanto volví, habías desaparecido.

Paré mi lluvia de insultos, observándole. –Oh. Lo siento. Estoy—estoy nerviosa. No estoy siendo de ayuda. Y este lugar tampoco. Llama a Derek. Dile que traiga su culo aquí.

El asintió, sacando su móvil de su chaqueta. Al menos él sí tenía señal. Se adelantó unos pasos y fui detrás de él de inmediato, enganchando mi brazo con el suyo. Él me observó con las cejas enarcadas.

-¿Qué? No vamos a separarnos otra vez. Con o sin doctor psicópata.

Stiles soltó algo entre un suspiro y una risa, antes de que se oyese el murmullo de la voz de Derek respondiéndole.

-Escucha, no hay nadie aquí. No podemos encontrar a la madre de Scott.

No llegué a entender lo que Derek le respondió, pero no pareció ser bueno, porque el rostro de Stiles se crispó. –Sí, dije que no podemos encontrarla.

Me asomé hacia la habitación que teníamos enfrente, y Stiles comenzó a caminar hacia la esquina de otro pasillo. Dejé de prestar atención a su conversación, intentando ver si encontraba alguna maldita persona allí, pero el lugar continuaba completamente vacío. Tal vez había comenzado un apocalipsis zombie y no nos habíamos enterado.

-Bueno, él tampoco está aquí. –Dijo Stiles, mientras observaba una habitación con la puerta abierta. Había una cama hecha a la perfección, y una silla de ruedas vacía.

-¿¡Qué!? –El grito de Derek del otro lado de la línea fue tan fuerte que fui capaz de oírle.

Observé el pasillo, suspirando, y mi respiración se quedó atascada en mi garganta.

Allí, a menos de dos metros nuestro, había un hombre. Tenía su mirada clavada en mí, observándome directo a los ojos. La mitad de su rostro lucía extraño, y mi mente aturdida tardó en comprender que su piel estaba quemada. Tiré del brazo de Stiles, horrorizada, en el mismo momento que el notó al hombre.

-Tú debes ser Stiles. –Dijo el hombre con una voz fría y calculada. Luego su mirada volvió a mí, y retrocedí un paso, llevando a Stiles conmigo. –Y tú. Otra Rowe.

¿Otra Rowe?

La mano de Stiles se cerró sobre mi brazo y me alejó, dejándome detrás de él antes de girarse.

-¿Qué están haciendo aquí? El horario de visitas se ha terminado.

Detrás de nosotros había una mujer vestida de enfermera. Nos observaba con una expresión parecida a la del hombre, aunque no era ni la mitad de intimidante.

-Tú... -La señaló Stiles, y su rostro se giró hacia hombre. –Y él. Tú eres—tú eres la que—Oh Dios, y él es—Oh Dios mío, vamos a morir.

Un instante después, Derek se materializó y noqueó a la enfermera dándole un golpe con su codo de lleno en el rostro. La mujer cayó inconsciente al suelo, con sangre saliendo de su nariz a chorros.

-Eso no es amable. –Dijo el hombre. Ya no descansaba contra la pared, si no que estaba parado en la mitad del pasillo. Todo mi cuerpo me gritaba que comenzase a correr. –Ella es mi enfermera.

-Ella es una perra psicótica que te ayuda a matar gente. Quítense del camino. –Nos ordenó Derek, con un movimiento de cabeza.

-Oh, Demonios. –Tartamudeó Stiles. Me agaché y tiré de él con fuerza para que hiciera lo mismo.

-Tiempo de desaparecer. –Musité entre dientes, pero antes de que pudiésemos movernos, el hombre comenzó a avanzar hacia Derek.

-¿Crees que maté a Laura a propósito? ¿Una de mi propia familia?

El rostro de Derek se contorsionó y unos colmillos aparecieron en su boca. Sus ojos se volvieron de un azul refulgente, al tiempo que un gruñido ensordecedor salió de su garganta. Se lanzó contra el hombre, quién apenas hizo un movimiento para agarrarle, y estamparle contra la pared, que crujió, rompiéndose. Luego lo lanzó en vilo hacia la pared a nuestro lado, y nos alejamos a tiempo para que Derek no cayera sobre nosotros. Stiles se arrastró sobre el suelo, sin soltar su agarre de mi brazo. El cuerpo de la enfermera inconsciente nos cortó el paso, y me levanté del suelo para arrastrar a Stiles a la primera habitación que vi. Nos escondimos detrás de una especie de escritorio de metal que parecía clavado al suelo con rapidez.

-Ese es el alfa. El jodido alfa. Vamos a morir. –Balbuceé, pasándome mis manos por el pelo.

El sonido de golpes y una clara lucha ocurriendo llegó desde el pasillo. Antes de pensarlo dos veces me paré y cerré la puerta con las manos temblándome como locas. Desafortunadamente, la puerta no tenía cerrojo.

-Stiles. Busca algo para cerrar la puerta.

Me apoyé contra ella, sosteniendo el picaporte con fuerza. Aquello no iba a servir de nada, pero al menos podría intentar.

Stiles observaba la habitación, y descubrimos que allí no había mucho que podía servir de traba. Sólo estaba el escritorio, una camilla, y un mueble demasiado grande como para poder moverlo. También había unas cuántas estanterías, pero sólo estaban llenas de frascos con pastillas que eran igual de inútiles.

-Vamos a—sólo vamos a poner la camilla. –Exclamó Stiles en un susurro, lanzándose a ella y comenzando a arrastrarla hacia la puerta. Comencé a tirar del otro extremo, notando que era mucho más pesada de lo que parecía.

Nos costó un triunfo dejarla finalmente contra la puerta, y ésta quedaba justo debajo del picaporte, haciendo imposible poder moverlo y abrir la puerta.

-¿Tienes alguna idea... de lo que fue para mí durante estos años? –La voz del alfa se oyó desde fuera. –Sanando lentamente, célula por célula. Incluso más lento volviendo a la consciencia.

Stiles se subió a la camilla y observó hacia afuera un momento antes de agacharse.

-¿Qué?

Él negó con la cabeza sin decir nada, y me volvió a tomar del brazo para llevarnos hacia detrás del escritorio.

-Sí, transformarme en el alfa, quitar eso de Laura, me empujó en el proceso de curación. No puedo evitar eso.

Más ruidos de golpes, y unos quejidos de Derek casi inaudibles se produjeron antes de que siguiera hablando. –Intenté decirte qué estaba pasando. Intenté advertirte.

El ruido de vidrio estallando en pedazos nos sobresaltó. –Oh, Dios. Stiles tenemos que hacer algo. Aquello—aquello no suena para nada bien.

Stiles me lanzó una mirada consternada. -¿Estás loca? ¡No podemos salir allí! ¡No tenemos con qué defendernos! ¡Aquél es el jodido alfa!

Me pasé ambas manos por el rostro, exasperadamente. –Ugh, demonios, lo sé. Debe haber algo que podamos hacer. –Farfullé, volviendo a observar la habitación.

-¿Qué, lanzarle aquellos frascos de pastillas esperando que hagan algo mágico?

-¡No lo sé! Stiles, si no hacemos algo, vamos a morir. Y no voy a morir en un hospital. Mucho menos asesinada por el alfa.

Él le lanzó un golpe a la pared, con su rostro lleno de frustración. –Podemos—no lo sé, podemos salir allí y simplemente correr.

-Ellos bloquean el pasillo que va hacia la salida, y no creo que debamos ir hacia el otro lado. Este lugar es un jodido laberinto.

-Okey, vamos... vamos a-

Se quedó a la mitad de la frase, y se asomó hacia la habitación, observando hacia la puerta.

-¿Qué?

-Escucha.

Intenté no moverme, prestando atención a lo que sea que se refería Stiles, pero no oí nada. Ya no se escuchaban signos de pelea, ni siquiera de pasos. –No están allí. –Murmuré, observándole.

-Exacto.

Se paró de un salto y fue hacia la camilla, comenzando a empujarla fuera de la puerta. No la quitó del todo, dejándola lo suficientemente a un lado para entreabrir la puerta. –Espera aquí.

-Oh, no, de ninguna manera. Si vamos a morir, mejor que lo hagamos juntos.

Me paré para ir detrás de él, pero me detuvo. –Ariel-

-Ariel, nada. No soy ninguna inútil.

Stiles comenzó a murmurar algo que no entendí, probablemente maldiciendo, y salió de la habitación. Le seguí de cerca, y nos encontramos con el pasillo vacío. La pelea de Derek y el alfa había dejado todo destrozado.

Noté un gran pedazo de madera cortada que no tenía idea de dónde había salido, y la golpeé con mi rodilla para partirla. No lo logré a la primera vez, pero al tercer intento tenía dos pedazos con unas puntas que lucían bastante decentes.

-¿Qué pretendes hacer con eso?

-Pues clavárselo al alfa si se me acerca lo suficiente. Podrá haber sobrevivido un incendio, ¿Pero una estaca en el corazón? No lo creo.

-Ariel, él es un hombre lobo, no un vampiro.

Le lancé uno de los pedazos. –Las estacas no discriminan.

-Estás demente.

Comenzó a caminar hacia el pasillo y le seguí, agudizando mi oído lo más posible. Unos murmullos se oían no muy lejos, y Stiles comenzó a ir hacia la fuente del sonido.

-¿¡Qué haces?!

-Ayudar a Derek.

-¿Y yo soy la demente?

-¡Tú dijiste que debíamos ayudarle!

-¡Eso fue antes de que saliéramos de aquella habitación y tuviésemos la salida enfrente!

-Sólo echaremos un vistazo. Luego saldremos corriendo, nos subiremos al Jeep, y cuando haya al menos diez kilómetros de distancia, decidiremos que hacer.

Estuve a punto de negarme, pero cerré mi boca con fuerza, y comencé a caminar hacia donde se oían las voces. Sostenía el pedazo de madera que había roto como si mi vida se basara en ello, y probablemente así era. Las voces venían de un pasillo que estaba a oscuras.

-... ¿Para qué esperar? –La voz del alfa se oyó claramente, igual de fría y calculada que antes. –Derek, tienes que darme una chance para que te explique. Después de todo, somos familia.

Observé a Stiles, mis ojos abriéndose como platos. Aquello era todo lo que necesitábamos escuchar.

Salimos corriendo de allí, y tal como había dicho Stiles, no nos detuvimos hasta que no subimos al Jeep, y él arrancó antes de que siquiera hubiese cerrado la puerta. Condujo mucho más rápido que el límite de velocidad permitía, pero no me estaba quejando. Para nada.

Demonios.

-¿Estamos—estamos realmente vivos? –Pregunté entre jadeos, todavía sin recuperarme de la carrera que nos había tomado llegar hasta el Jeep.

-No lo digas. Puedes tentar el destino. Y suerte es lo que menos tenemos. –farfulló Stiles tan rápido que no sabía cómo le había entendido.

-El alfa... el alfa es de la familia de Derek.

-Derek dijo que es su tío.

-Veo que lo de psicópatas corre en la familia. ¿Qué demonios vamos a hacer? Aquél tipo debe estar lavándole el cerebro a Derek en estos momentos, y ni siquiera estaba totalmente de nuestro lado para comenzar.

-Hay que... -Comenzó Stiles, observando la carretera. –Scott. Hay que decirle a Scott.

Solté un gruñido, recordando dónde se suponía que debíamos estar en esos momentos. -Oh, Rayos, Stiles. El juego de Lacrosse.

-Lo sé.

La expresión de Stiles no decía mucho, pero notaba que lamentaba no estar allí.

-Volvería a clavarle esta cosa al Alfa sólo por hacerte perder tu primer partido. –Murmuré, sosteniendo el pedazo de madera frente a mí.

-Habrá otros partidos. –Contestó él, soltando un suspiro. Supuse que estábamos lo suficientemente lejos del hospital, porque ya no manejaba como un lunático.

-Claro que habrá. Y te prometo que obligaré a Alison y a Lydia para que hagamos un cartel. Es más, hasta iré vestida de animadora. Podría convencer al entrenador para que hagamos un equipo de animadoras, pensándolo bien. Haremos una rutina gritando Biles Bilinski.

Stiles dejó de prestarle atención a la carretera para observarme directamente. Sus cejas casi se tocaban de tanto que fruncía el ceño, y parecía creer en serio que había perdido un tornillo.

Una risita salió de mi boca, y una vez que comencé a reírme, no pude parar. Stiles terminó contagiándose de mi risa, y estaba segura de que lucíamos como dos idiotas. Probablemente era a causa del nerviosismo. Mi estómago había comenzado a doler por aquélla risa histérica, y tuve que intentar controlarme para no causar que tuviéramos un accidente.

-Creo que necesitaremos ayuda médica cuando sobrevivamos a todo esto. –Murmuré con la voz ronca, luego de lograr calmarme.

-Sí es que sobrevivimos.

Me estiré para golpear su hombro. -¿Dónde está tu optimismo? Deberíamos...

Mi voz se apagó. Sin previo aviso, una sensación de que algo no estaba bien me inundó en sólo un segundo. Sentí un hormigueo extraño en mi pierna, como si hubiese estado mucho tiempo en una posición. Subí mi pierna y la doblé lo más que pude sobre la otra, bajando mi media. El hormigueo se transformó en un dolor... raro. Como si agua muy caliente se me hubiese caído encima.

-¿Qué demonios...? –La voz de Stiles me sobresaltó.

El dolor no se fue. Al contrario, seguía sintiendo lo mismo, pero ahora era como si agua hirviendo me estuviera escociendo cada una de las pequeñas marcas de mi pierna. –Stiles, algo está mal. –Murmuré, entre dientes. –Duele.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Qué te sucedió allí?

-¿Recuerdas cuando fue luna llena? ¿En la casa de Scott?

Los labios de Stiles se presionaron hasta formar una línea recta. -¿Fue él?

-Sí. Pero no creo que haya sido su intención. Lo que me preocupa es por qué demonios me está ardiendo.

Mi frase terminó en un quejido agudo que no pude reprimir. Presioné las heridas en un intento de calmar el dolor, pero no fue de mucha ayuda, y realmente comencé a alarmarme. –Stiles, creo... creo que puede estar en peligro.

-¿Quién?

-Scott.


* * *


Unos minutos después, llegamos al instituto. Mi pierna dejó de doler en cuanto Stiles detuvo el Jeep. El estacionamiento sólo tenía un par de autos estacionados, y no se veían muchas luces en el edificio. Corrimos hacia el campo de Lacrosse, y al ver que nadie quedaba allí, nos lanzamos hacia el instituto.

-En los vestuarios. ¡Vamos, vamos! –Exclamó Stiles, corriendo tan rápido que me costaba seguirle el paso. Gracias a Dios que los pasillos todavía estaban iluminados.

Stiles abrió la puerta del vestuario de hombres, y tropezó hacia dentro. Me detuve justo a tiempo antes de estamparme contra él, sosteniéndome de la puerta. Scott estaba sentado en una banca, observando sus manos. Sólo tenía puesto una toalla alrededor de su cintura, y tuve el impulso de girarme y mirar hacia otro lado.

-Hombre, tenemos un gran problema.

El rostro de Scott siguió impasible. -Créeme. Lo sé.

-¿Lo sabes? ¿Qué sabes?

-Derek estuvo aquí. Y el alfa.

Sentí un leve mareo, y me dejé caer sobre el frío suelo del vestuario, sentándome. -¿Qué demonios... quieres decir con eso? ¿Estuvieron aquí? ¿Te hicieron algo?

-Él... el alfa hizo algo. Clavó sus uñas en mi cuello, y... -Scott se llevó su mano a la parte trasera de su cuello, con la mirada perdida. –Sólo sé que fue él. Casi murió en un incendio, y...

-Sí, sabemos esa parte. ¿Así que Derek se pasó al lado oscuro? –Se preguntó Stiles, apoyándose sobre los casilleros más próximos.

-Eso creo.

-Chicos, ¿Podemos discutir esto en otro lado? Si el alfa estuvo aquí, tal vez su retorcida mente piensa en volver, y no estoy de humor para que nos vuelva a perseguir en el instituto.

-Peter.

-¿Qué?

-Su nombre es Peter.

Scott se levantó, probablemente para cambiarse o algo, y yo enterré mi rostro en mis manos. Aquél había sido un día demasiado, demasiado largo. Sabía que debía estar preocupada por lo que había sucedido con el alfa, por mis heridas ardiendo sin razón alguna, y por todo lo demás, pero ya no tenía energías.

-Muéstrame.

Levanté la vista hacia Stiles. Estaba a mi lado, observándome con una expresión extraña.

-¿Huh?

Su mano se dirigió a mi pierna, señalándola. Suspiré, acomodándome, e hice lo que me pedía. Él no dijo nada, sólo observó unos momentos, para luego desviar la vista. No tenía idea de qué podía estar pensando.

-¿Esto no significa nada, verdad? No quiere decir que vaya a convertirme ni nada parecido.

-No lo creo.

-¿¡No lo crees!?

-¿Qué no crees? –Preguntó Scott, apareciéndose otra vez. Ya tenía ropa encima, por suerte. Su mirada se dirigió en mi pierna, y apenas la vio, supe que no se había olvidado de lo que había ocurrido.

Por un momento, nadie dijo nada. No sabía en qué pensar, ni me gustaba aquella situación. Así que, como siempre hacía en esas situaciones, comencé a hablar.

-¿Cómo... cómo fue el juego?

Ambos me miraron como si hubiera hablado en ruso. Scott dejó salir aire de su boca, como si hubiese estado conteniendo la respiración. –Ganamos.

-Dios. Finalmente buenas noticias. –Dijo finalmente Stiles, con el rostro cansado, pero sonriendo. –Salgamos de aquí.

Supe que ya era tarde cuando dejamos a Scott en su casa, porque no había ni un alma en las calles. Los vidrios del Jeep estaban empañados por el frío que hacía afuera, y yo tenía problemas en mantenerme despierta. No tenía idea de cómo haría para funcionar al otro día. Debí haber dormitado unos minutos, porque me sobresalté un poco cuando sentí que Stiles me sacudía un hombro.

-Oh. Lo siento. –Murmuré, bostezando.

Bajamos del Jeep, y caminé adormilada hacia la puerta de mi casa, buscando mis llaves en el bolsillo de mi chaqueta. La casa estaba completamente a oscuras ya que había olvidado encender las luces antes de irme, y un escalofrío me recorrió.

-¿Stiles? – Le llamé. Él subió las pocas escaleras hacia el porche.

-¿Hmm?

-¿Quieres... quieres quedarte?

Pareció tardar en comprender lo que había dicho, porque le tomó unos momentos responder. Sus ojos se abrieron desmesuradamente. -¿Q-Qué?

-No quiero estar sola. Quiero decir... después de lo que pasó-

-Lo entiendo. –Asintió ligeramente, y observó hacia su casa. Parecía que tampoco había nadie allí, porque no veía la patrulla del Sheriff.

-¿Tu padre no está en tu casa?

-No lo creo. Si me quedo aquí, verá el Jeep y se va a volver loco.

-Puedes ponerlo en el garaje.

No estaba completamente segura de por qué se me había ocurrido pedirle a Stiles que se quedara conmigo, pero era verdad que no quería estar sola. No me costó demasiado convencer a Stiles, y por suerte el Sheriff no apareció en los cinco minutos que nos llevó abrir el garaje –el cual era un desastre- y meter el Jeep allí. No me sentí aliviada hasta que cerré todas las puertas con llave y activé el sistema de alarmas. Antes creía que era algo exagerado tener uno, pero ahora me alegraba de que mi padre fuese tan paranoico.

-¿Crees que todo eso funcionará si al alfa se le ocurre venir por nosotros? –Me preguntó Stiles, con un tono de broma sutil.

-Bueno, siempre puedo recurrir a mi extensa colección de cuchillos. Y al arma que dejó mi padre.

-¿Tienes una extensa colección de cuchillos?

Su expresión genuinamente aterrada me hizo reír. –Oh, sí. ¿Quieres ver?

Sin esperar su respuesta, simplemente me dirigí a mi habitación. Era raro estar allí, sabiendo que hacía unas cuantas horas Derek podría haber estado dando vueltas por la casa. Ahora me daba cuenta de que haberle dejado allí tal vez no había sido una de mis mejores ideas. Al menos todo parecía normal.

Encendí la luz de mi habitación, y me dirigí al closet, abriéndolo de par en par. Mi ropa necesitaba urgentemente ser ordenada -como era costumbre- pero hice a un lado un par de camisas, hasta que encontré lo que estaba buscando. Me costó un poco sacar la caja de madera alargada que entraba justo en el suelo del closet, pero finalmente lo logré. Tenía una combinación de cuatro números como algunos candados solían tener, y moví las perillas casi por inercia.

-Esta es mi colección completa. Bueno, casi. ¿Qué te parecen?

Me giré hacia Stiles, quien estaba observando a todo menos a mí, parado desde el umbral de la puerta. Su mirada pasó desde mi cama completamente deshecha, hacia la biblioteca rebosante de libros, hasta el intento de mural que había hecho en la pared un día de máximo aburrimiento.

-¿Esas son... partituras? –Me preguntó, acercándose a la pared.

-Uh... sí.

Allí, en el supuesto mural, había pegado infinidad de fotografías completamente aleatorias de paisajes que había sacado de internet, como también retratos. No sabía por qué había pensado que sería buena idea pegar partituras que había encontrado cuando estaba ordenando el contenido de las cajas de la mudanza.

-¿Tocas el piano?

Me rasqué un poco el cuello, encogiéndome de hombros. –Un poco. Cuando era pequeña, mi madre se obsesionó con que aprendiese. También me envió a aprender violín, y guitarra, pero eso no funcionó, así que...

Él se acercó aún más a la pared para observar de cerca las fotografías. -¿Quiénes son?

-No tengo idea. Simplemente me gustan las fotos. Bueno, en realidad me gustan las personas.

Me dirigió una mirada interrogante, esperando que le explicase, y sonreí. –Sé que suena raro. Me agrada ver sus expresiones, ¿Notas cómo cada retrato parece ser inesperado? Como si nadie de allí tuviese idea que le estaban fotografiando. Creo que es una buena manera de conocer a las personas, cuando los observas y ellos creen que nadie lo hace.

Su mirada pasó del mural hacia mí, escrutándome. Transcurrieron unos segundos en los que no dijo nada, y el hecho de que no me quitase su mirada de encima me puso... nerviosa.

-Oh, bueno, esta conversación se ha vuelto demasiado profunda. Sólo quería mostrarte esto. –Murmuré, riéndome entre dientes incómodamente.

-S-seh. –Respondió, y se acercó a mí. Sus orejas se habían puesto rojas, y sentí una sensación rara en mi estómago. Sacudí un poco mi cabeza, despejando mi mente.

Cuando notó todos los cuchillos de lanzar que probablemente eran la única cosa ordenada de toda mi habitación, soltó un silbido. –Woah. Parece que has saqueado la baticueva.

Alargó su brazo para tomar uno, pero lo detuve. –No te lo recomiendo. No tienes idea de lo filosas que son esas cosas.

-¿Es legal que tengas esto en tu closet?

-Honestamente, no tengo idea. Pero cada vez me alegro más de saber utilizarlos. Quién diría que sería útil algún día.

Cerré la caja y la volví a guardar con más facilidad de lo que la había sacado. Moví la ropa para poder cerrar las puertas, y me paré, soltando un suspiro. – ¿Sabes qué? Estoy muriendo de hambre.


Unos veinte minutos después, había tomado una ducha rápida, y la pizza que había pedido esperaba pacientemente en la mesita del living. Stiles observaba absorto las repeticiones de Supernatural en la tele. Me dejé caer a su lado en el sofá, tomando una porción de pizza.

-Dios. –Farfullé, con la boca llena. –Esto. Esto era la respuesta a todos mis problemas. ¿Quién necesita terapia cuando puede tener pizza?

Stiles murmuró algo como respuesta que no me molesté en descifrar. No transcurrió mucho tiempo hasta que la pizza pasó a la historia, y comencé a sentirme peligrosamente somnolienta. No quería dormirme, porque sabía que después de un día como aquél tendría pesadillas.

-No entiendo por qué Dean no le declara su amor a Cas de una vez. –Comenté, con la voz rasposa por el sueño, observando la tele.

-¿Qué?

-Nada.

Cerré mis ojos ligeramente, apoyando mi cabeza en el respaldo del sofá. Cerrar los ojos no me haría ningún daño, ¿Verdad?

-Hey, ¿Ariel? ¿Puedo preguntarte algo? –Dijo Stiles, apenas unos segundos después.

-Dispara.

-¿Por qué nos ayudas? Quiero decir... a mí y a Scott. Yo como que estoy arrastrado a eso porque él es mi mejor amigo, ya sabes, pero...

Abrí un poco los ojos para observarle. Había tomado el mando de la televisión, y le había quitado el volumen.

-Yo también me pregunté eso a mí misma hace un tiempo. Al principio era porque, ya sabes, tengo la costumbre de meterme donde no debería. Pero después todo sucedió tan rápido... y ustedes se volvieron mis amigos, también.

-Sí, sí. Eso lo sé. Pero cualquier persona con sentido común se hubiera ido corriendo luego de enterarse de algo así.

-Stiles, mi sentido común se fue de vacaciones en cuanto pisé Beacon Hills. –Murmuré, con una risita. –Pero entiendo lo que me dices. Les ayudo, o intento ayudarles, simplemente porque es la cosa correcta por hacer. Creo que no podría con mí misma sabiendo que el alfa está allí fuera haciendo... bueno, lo que hace, sin hacer nada al respecto. Además, ahora tengo amigos a los cuales proteger.

Volví a reírme un poco, encogiéndome de hombros. Stiles se giró hacia mí.

-¿Alguna vez te han dicho que eres muy valiente?

-Nah. No creo que califique como valiente. Estoy aterrada el noventa por ciento del tiempo.

Una sonrisa cruzó su rostro, y señaló mi pijama. –Bueno, creo que hasta el mismo hombre araña tenía miedo cuando se enfrentaba a los malos.

-Pues también creo que Batman tenía miedo también en esas situaciones.

-Nah. Batman es muy cool para eso.

Solté una risa improvisada, golpeándole el brazo. –Cállate.

-Hablo en serio. Le dicen El caballero de la noche. Miedo no entra en su vocabulario.

-Oh, ¿Ves? ¡Esa es otra razón por la que Batman sería un Sith!

Él se cruzó de brazos, poniendo los ojos en blanco. -No vamos a tener esa discusión otra vez.

-Eso es porque sabes que tengo razón.

-Cállate.

-Oblígame.

Nos fulminamos con la mirada unos segundos, hasta que él levantó una mano. -¿Tregua?

-Tregua.


* * *


Fruncí el ceño, sintiendo un ruido extraño proveniente de algún lugar. Estaba demasiado cómoda como para moverme, y tenía tanto sueño que quería ignorarlo, pero me estaba siendo imposible. Me removí un poco, llevándome una mano a mi oreja para taparla, y sentí también un movimiento a mí lado. El ruido se detuvo.

-Ugh, Dios. ¿Ariel? –La voz suave y Ronca de Stiles me llamó.

Solté un gruñido con tono de pregunta.

-Es tarde.

-¿Para qué?

-Instituto.

Solté otro gruñido, negando con la cabeza. Me rehusaba a abrir los ojos y despertarme del todo. –No.

-Vamos, Ar-

Moví mi mano hasta que encontré la suya, y la estiré hacia mí, abrazando su brazo para que no se moviera. –No.

-¿Qué–qué haces?

-Salteemos una clase. No será el fin del mundo.

-Ariel.

Un tercer gruñido salió de mi garganta, volviendo a negar con mi cabeza. Me giré, enterrando mi rostro en un almohadón, y volví a dormirme.

La siguiente vez que me desperté, casi di un respingo. No sabía qué hora era, pero tenía aquella sensación de cuando te duermes una siesta y no tienes idea de en qué siglo te has despertado. Me sentía medio aplastada contra algo, y cuando entreabrí los ojos, vi que ese algo era el respaldo del sillón. Iba a alzar mi mano para quitarme el pelo del rostro, cuando noté que aquella no estaba libre. Tenía el brazo de Stiles abrazado a mi pecho, y nuestras manos estaban entrelazadas. Él estaba a mi lado, medio acostado, medio apoyado en el sillón y el apoyabrazos, con la mitad de las piernas colgando hacia afuera.

Cuando caí en cuenta de aquella situación, sentí como mi rostro se calentaba violentamente, y una extraña sensación cruzó mi pecho. Intenté soltar la mano de Stiles, pero en cuanto me moví, su agarre se volvió más fuerte.

-S-Stiles. –Farfullé, intentando sentarme en el escaso espacio que tenía del sillón. Mis mechones de pelo me dificultaban aún más ver que hacía. Él murmuró una palabra que no entendí, y frunció el ceño unos segundos, antes de seguir durmiendo plácidamente. Continuaba sin soltar mi mano.

-Stiles. –Volví a intentar. Esta vez, ni se inmutó.

-¡Stiles! –Grité.

Logré que se despertara, pero dio tal respingo que se cayó de su precaria posición en el sillón hacia unos almohadones que había dispersos en el suelo, y me hubiese arrastrado con él si no me hubiese sostenido de lo primero que pude agarrar. Si no hubiese parado su caída, se hubiese dado la cabeza contra el borde de la mesita de café que tenía enfrente.

La mirada confusa de Stiles fue del suelo, hacia mí, y terminó en nuestras manos entrelazadas, que él seguía sosteniendo con fuerza.

-Y—yo... es tarde. Hay que apurarnos. –Dije a toda velocidad, y estuve muy segura de que no logró comprender ninguna de las palabras que había dicho. Solté nuestras manos y corrí por las escaleras hacia mi habitación, metiéndome en mi baño.

Para variar, no tenía el grave caso de recién despeinada -gracias a Dios- pero mi rostro estaba tan rojo que hasta un tomate se habría puesto celoso. Mi corazón latía desenfrenado, y todavía sentía aquella sensación extraña en mi estómago. Como un hormigueo. ¿Por qué demonios sentía aquello? ¿Por qué demonios me había despertado abrazando el brazo de Stiles?

Me fruncí el ceño a mí misma en el espejo hasta que caí en cuenta de que lo había hecho para evitar que me despertase antes y fuésemos al instituto. Lo que no tenía idea era de por qué nuestras manos estaban entrelazadas, ni de por qué aquella sensación en mi estómago aumentaba cuando pensaba en ello.

Era como si... oh no.

Oh, no.

¿Aquéllas eran las malditas mariposas en el estómago a las que todo el mundo les gustaba culpar cada vez que sentían algo?

¿Sentía algo por Stiles?



________

Mehehehe.

Antes que nada perdón por la falta de actualizaciones (esto se está haciendo costumbre) pero empecé la universidad, y eso más mi intento de vida social y el bloqueo de escritora me dejó con poca imaginación. Espero poder actualizar más seguido :c

Además, ONCE MIL LECTURAS????? KÉ? no sé qué mas decir que graciasgraciasgraciasgracias. Tenía la idea de hacer algún tipo de capítulo especial por llegar a 10K pero no estoy segura, así que si alguien tiene una idea o le gustaría me lo pueden decir :')

Y bueno, espero que les guste el capítulo!

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