La Tercera Salvatore - Libro...

Oleh Cadies_0913

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Valiente, leal, sincera, audaz, divertida, sarcástica, imprudente, impulsiva, protectora, infeliz, sencilla... Lebih Banyak

2. ¿Damon y Stefan?
3 Cien años
4. Traigámosla de vuelta
5. El diario Gilbert
6. No estaba en la tumba
7. Solteros codiciados.
8. Rescatando a un Salvatore
9.Señorita Mystic Falls
10. Suicidio a a luz del Sol
11. Isobel
12. Final de los vampiros
Segunda Temporada. 1-. Katherine
2. Nuevo vampiro.
3. Peligro de cuatro patas
4. Descubiertos
5. Todo se vino abajo.
6. Mascarada
7. Encuentro inesperado
8. Elijah
9. No te odio
10. Hombre lobo
11. Jules
12. "Amigos"
13. El señor Smith
14. Cena
14. Demasiado Facil
15. ¿Qué es lo que esta pasando?
16. Final Parte 1
17. Final Parte 2
Tercera Temporada

1.Mystic Falls, 1864

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Oleh Cadies_0913

Nota; antes de comenzar a leer la historia, quiero aclarar que este libro es, como su nombre lo dice, el numero uno de los tres libros de La tercera Salvatore. Este libro esta en proceso de edición por lo tanto se resubira poco a poco, tengan paciencia, mucha de hecho. Claramente este es el primero y por lo tanto es el que se debería leer primeramente, pero como se subirá en tiempo un poco largos y tediosos, probablemente no quieran esperar tanto tiempo y créanme que lo entiendo, es su decisión si no desean esperar y leer el libro II, eso ya es algo muy personal. 


Sin más que decir espero y disfruten de la historia. Dejen su comentario sobre la historia, me encanta leerlos y responderlos.



1864. Mystic Falls, Virginia.

La joven corría a paso veloz por el oscuro y vació bosque, sus pisadas hacían eco cuando las ramas y hojas secan crujían bajo sus pisadas rápidas. Con desespero buscaba a sus hermanos mayores, había escuchado que iban en rescate de Katherine. La más joven de los Salvatore no entendía que era lo que estaba pasando con aquella chica y otras personas, solo sabía que era un desastre, todo el pueblo se movilizaba con armas y de más cosas. Era como si los estuvieran cazando y no tenía ni la más mínima idea de porque, no parecían ser malos, de hecho, todo lo contrario, eran las personas más buenas con las que ella había tratado. ¿Qué era lo que le estaban ocultando?

Su cuerpo cayó al suelo, al su pie quedar atorado en una raíz que atravesaba el suelo. Gracias a la tela del vestido sus rodillas no sufrieron las consecuencias, pero no se podía decir lo mismo de sus brazos. En ellos se encontraban grandes cortadas y de ellas poca sangre que comenzaba a salir. Aun con el dolor y ardor en ambos, se puso de pie emprendiendo nuevamente la corrida hacia donde sea. Conocía este bosque, pero no tenía ni la más mínima idea de donde se podían encontrar sus hermanos mayores.

Se detuvo al escuchar unas voces comenzar acercarse a ella, al parecer buscaban a alguien, se escondió tras de un árbol y observo como un grupo de hombres se dirigía hacia la derecha. Ella decidió irse hacia la izquierda, que la vieran en aquel lugar los amigos de su padre mientras se supone que debe estar en cama, no le traería nada bueno.

Llego a la orilla del bosque, justo donde se encontraba la carretera, se detuvo un segundo apoyándose de un árbol para así lograr tomar un respiro, que le hacía faltaba. A lo lejos observo una carrosa con dos personas abriendo la puerta, la chica presto atención a las figuras y cuando observo mejor pudo ver que aquellas figuras eran sus hermanos. Un pequeño alivio recorrió su cuerpo al verlos, pero aquello no duraría mucho.

—¡No! –grito la chica muerta de miedo. — ¡Damon! –sus pies comenzaron a correr nuevamente ante el cuerpo caído de su hermano. Se detuvo abruptamente al escuchar un nuevo disparo que retumbo por todo el bosque y más allá. — ¡Stefan! –las lágrimas de la chica comenzaron a bajar por sus mejillas. — Damon – menciono tomando el rostro de su hermano. — Damon, por favor –dejo pequeños golpes en la mejilla de su hermano. — Por favor, Damon, no me dejes sola. No me abandones –pidió entre llanto, pero no podía hacer nada, su hermano había muerto. Dejo con cuidado su cabeza en el suelo y se arrastró hasta su otro hermano mayor. — Stefan –acaricio el rostro con cuidado.

— Anabella –susurro su hermano convencido de que solo era una alucinación suya.

— Sí, Stef, soy yo. No te duermas, hermanito. Resiste –pidió ejerciendo presión en la herida evitando que su hermano se desangrara. — Por favor quédate conmigo. No cierres los ojos –pidió con el sentimiento de miedo a flor de piel. — ¡No! ¡Suéltenme! –grito lo más fuerte que su voz le permitió cuando sintió como era tomada por la cintura desde atrás y la alejaban de sus hermanos. — ¡Suéltame, hijo de perra! –la joven se movía intentando soltarse del agarre de aquel hombre. — Katherine –susurro para sí misma cuando miro a la chica un tanto mareada y semi-inconciente.

— Súbanla –ordeno una voz que ella conocía muy bien. — Y llévenla con su padre –ordeno.

— Gilbert –gruño entre dientes mirando al hombre frente a ella con odio. — ¡Suéltenme! ¡Juro que los hare pagar a todos ustedes idiotas! ¡Damon, Stefan! –una última mirada a sus hermanos y después fue subida a la fuerza a un caballo que la llevaría devuelta a su infierno. La última imagen que recordaría por el resto de su vida, era ver como su hermano se encontraba en el suelo perdiendo lentamente la batalla entre la vida y la muerte, tal como el mayor lo había hecho.

***

— ¿Dónde están? –cuestiono la chica entrando al despacho de su padre sin permiso y sin importarle que estuviera en una pequeña reunión con el consejo del pueblo. — ¿Dónde están sus cuerpos? –cuestiono de manera furiosa.

— Anabella –menciono su padre entre dientes intentando mantener la compostura. – Estoy atendiendo asuntos importantes. Sal ahora mismo, por favor.

— ¡¿Qué puede ser más importante que la muerte de tus propios hijos?! –la joven de tan solo 15 años golpeo con ambas manos la mesa donde los presentes se encontraban. — Acaban de asesinar a tus hijos hace más de no de ocho horas. Los asesinaron los mismos bastardos que están en esta mesa.

— ¡Guarda silencio! –Giuseppe se puso de pie de su silla y señalo a la chica con el índice. — No te voy a permitir que me hables asi. Menos delante de la gente. Ahora vete de mí vista, esto tu y yo lo arreglaremos...

— No –aseguro. — No me iré, ni saldré de esta habitación. Y yo voy hablar como yo quiera, esta vez no hare lo que quieras, padre. Es mi casa, y yo hablare contigo, te guste o no. Quien se deben de ir son ellos. Los asesinos de mis hermanos, no deberían de pisar esta casa nunca más.

— ¡Vete! — menciono nuevamente aquel malhumorado hombre.

— ¡No! –afirmo Anabella. — Los cuerpos de mis hermanos no están. No pudieron desaparecer por arte de magia. Devuélvemelos –demando. — Les hare un funeral como lo merecen y los enterrare en la cripta familiar. Y no me iré de aquí hasta que me los devuelvas. Porque hasta este momento entendí que tú tienes que ver con todo esto – la chica camino alrededor de la mesa llegando hasta su padre. — Tu eres quien estuvo detrás de todo esto siempre. Estas con ellos – señalo a los presentes en la mesa. — Con quien asesino a tus hijos y estas como si nada hubiera pasado. Tu mandaste a matar a tus propios hijos. Tú los asesinaste –el rostro de la chica fue volteado gracias a una cachetada en su mejilla izquierda que la hizo girar. El sabor de la sangre llego hasta el paladar de la chica, le había dolido, lo había hecho tanto, pero no se dejaría ver débil. No ante su padre. No esta vez.

— Cállate – gruño nuevamente Giuseppe.

— ¿Sabes que es lo que más odio de ti? – cuestiono la chica mirándolo a los ojos nuevamente — Que ni siquiera lo niegas. No te molestas en mentir diciendo que no y que todavía tienes el cinismo de sentarte en la misma mesa con estas escorias. Si van asesinarme a mí también, les pido que sea igual de rápido que lo hicieron con mis hermanos –la joven se dirigió a los presentes. — Después de todo, siempre fui la hija despreciada. Solo por el simple hecho de ser mujer – sin más la chica salió azotando la puerta a sus espaldas.

***

La joven se encontraba en el jardín de la mansión sentada bajo su árbol favorito, el mismo que compartía con sus hermanos siempre que podía. Se sentía tan mal de no haberles dado a sus hermanos un entierro como era debido, las lágrimas seguían corriendo sobre las mejillas de la chica, ella en verdad amaba a sus hermanos, era todo lo que ella tenía en la vida y ahora el hombre que decía ser su padre los había asesinado.

Anabella se puso de pie al escuchar el ruido de unas ramas moverse, se preguntó a si misma si era prudente preguntar si alguien se encontraba a los alrededores rondando. Decidió que lo mejor sería volver a entrar a su casa, odiaba el hecho de vivir bajo el mismo que su padre, pero aun así era un lugar seguro si algún extraño rondaba a su alrededor.

— ¡Ah! –la joven soltó un grito cuando alguien la había tomado por la parte de atrás. — Por favor no...

— Shh – pidió la persona que la sostenía. — Tranquila. Soy yo.

— ¿Stefan? –la voz de la joven apenas y salió.

Su cuerpo comenzó a temblar poco a poco bajo los brazos de su hermano. Una parte de ella estaba feliz de ver a su hermano nuevamente, pero por otro lado estaba aterrada de ver a su hermano frente a ella. Es decir, hace apenas unas horas, ella había sido testigo de la muerte de sus dos hermanos, Damon y Stefan. Y ahora el menor de ellos se encontraba frente a ella como si nada hubiera pasado.

—Tú... tú...t...ú estas muerto —las palabras habían salido. — Yo te vi morir. Yo estuve ahí.

— Lo estoy –aseguro su hermano. — Solo vine a despedirme.

— ¿Eres un fantasma? –cuestiono la chica con un hilo de voz. Stefan sonrió ante la pregunta de su pequeña hermana.

— No, no soy un fantasma. Es más complicado que eso, solo quiero... —pero Stefan no termino su frase al ver el labio partido de la chica y el moretón que había en su mejilla. Hace un momento no se había percatado de ellos, gracias al cabello de la chica que lo cubría, pero al recogerlo para acunar el rostro de su hermana, pudo ver con claridad las marcas en el pálido rostro. — ¿Qué te paso? –su sonrisa se borró por completo transformándose por una mueca de enojo y un rostro furioso. — ¿Fue él, cierto? ¿Él te lo hizo?

— Stefan no –pidió la chica con miedo a que hiciera algo estúpido. — No, Stefan –pero su hermano la ignoro por completo e ingreso a la casa.

***

— Stefan –la chica se puso de pie al ver salir a su hermano de la casa. — Ste... —se detuvo al ver el estado de su hermano. — ¿Qué...?

— Vámonos –Stefan tomo la mano de su pequeña hermana obligándola a caminar junto con él.

— Stefan –Anabella tenía miedo por el estado en que se encontraba el segundo Salvatore.

— Solo camina –menciono sin mirar atrás. — Sigue avanzando.

***

La pequeña Salvatore se detuvo a la orilla del bosque al ver una silueta sentada en la orilla del comienzo del agua, aquella melena negra y cuerpo con pálida piel no la olvidaría con facilidad.

— Damon –menciono en un susurro, el joven sentado en el suelo escucho la voz que llamaba su nombre y giro un poco su cuerpo para así observar si lo que escuchaba era solo una alucinación. — Damon –la sonrisa de la chica se extendió por todo el rostro lleno de felicidad al ver a su hermano mayor frente a ella.

— ¿Anabella? –el mayor de ellos se puso de pie mirando a su hermana y sintiendo como su corazón volvía a latir con un motivo.

— ¡Damon! –la joven corrió hacia el mayor de sus hermanos y llegando a él se aferró a su cuello y su hermano a su cintura cargándola entre sus brazos.

— Mi pequeño ángel –comento su hermano con ojos cristalizados ocultando el rostro en el cabello de su hermana.

— Te vi morir –comento Anabella comenzando a llorar. — Damon, yo te vi morir.

— Estoy bien –aseguro el mayor acunando el rostro de la pequeña. — Esto bien, estoy aquí.

— Tu y Stefan estaban muertos, Damon – volvió a comentar la chica con ojos llorosos y voz quebrada. — ¿Qué está pasando? –cuestiono sin entender nada que lo que pasaba a su alrededor — ¿Por qué están aquí? ¿Por qué no tienen ninguna marca o herida? Damon, por favor dime lo que está pasando –pidió la pequeña realmente confundida y exigiendo una respuesta a todas las preguntas que rondaban su cabeza.

— Es muy complicado –menciono su hermano mayor.

— ¿Qué tanto puede ser? –exigió saber ella en un momento de desespero. — Por el amor de Dios. Los vi morir. Vi cuando alguien les disparo. Tu moriste en el instante y cuando me separaron de Stefan agonizaba en el suelo. Si son una clase de fantasmas...

— No somos eso –menciono su hermano con ojos tristes y perdidos. — Somos mucho peor que eso. Morimos ayer y así tiene que ser –la pequeña frente a él comenzó a negar frenéticamente. — Anabella, escúchame. Por favor escúchame –pidió acunando su rostro nuevamente. — Es así y así debe ser. La vida nos está brindando la oportunidad de poder despedirnos de ti y no la voy a desperdiciar ¿De acuerdo? –la joven no podía hacer más que soltar lágrimas y negar ante la idea de perder a los únicos dos seres que más ama en la vida.

— Damon no quiero perderlo –pidió ella. — No quiero dejarlos ir.

— Tienes que hacerlo –menciono su hermano de manera segura, aunque sin querer decir aquellas palabras. Odiaba el hecho de tener que dejar a su pequeño ángel solo, odia el simple hecho de que en unas pocas horas no lo volvería a ver y esperaba no verla pronto. Damon era egoísta, pero jamás le pediría a la pequeña entre sus brazos que hiciera algo para irse juntos. Sabía que después de la partida de los dos hombres, ella no tendría nada, ni a nadie. — Stefan y yo morimos y tienes que aceptarlo.

— No lo hicimos, Damon –menciono la voz de Stefan a espaldas de ellos.

El menor de los hombres se había perdido la conversación y el rencuentro de su hermano y hermana por ir en busca de una presa y el alimento de Damon. Stefan había probado sangre, la sangre de su padre y con ello había completado la transición, descubriendo el verdadero sentir de un vampiro. Era como descubrir un mundo nuevo, uno el cual le comenzaba agradar y estaba dispuesto a explorar en todo su esplendor, sin saber las consecuencias de sus actos.

— Stefan –menciono Damon apartándose de su hermana y caminando hacia el castaño de ojos verdes. — ¿Qué hiciste Stefan? –Damon se detuvo al ver el estado de su hermano. — Tu... —el mayor de los Salvatore se colocó frente a la más pequeña protegiéndola de cualquier intento de Stefan por llegar a ella y lastimarla. — Aléjate –pidió. – No te acerques, Stefan.

— No le hare nada –aseguro Stefan dolido de que su hermano pensara que podía llegar a lastimar a su pequeña hermanita. – No podría hacerle nada, Damon.

— Eso no lo sabemos –aseguro el mayor aun protegiéndola y tomándola fuerte de la muñeca — Quédate donde estas y quita a esa mujer de mi vista.

— Es nuestro destino Damon –aseguro Stefan — Es lo que somos.

— No –negó el chico cabello negro. — Aun no.

— Tenemos una oportunidad, Damon. Debemos aprovecharla, podemos quedarnos aquí para siempre –Damon comenzaba a negar con la cabeza una y otra vez. — Podemos quedarnos con Bella. Ella aun nos necesita y...

— No la metas a ella en esto, Stefan –gruño el mayor de ellos. Y es que su pequeña hermana era su punto más débil. Damon sabia sus puntos más débiles y ella era el suyo y tan solo pensar en dejarla sola por el resto de su vida le hacía pensar en beber de esa sangre.

— Ya no luches, Damon –pidió. — Katherine tenía razón...

— ¿Katherine? –pregunto la joven chica tras el mayor de ellos.

— Es un mundo completamente nuevo –prosiguió Stefan. — No luches contra ello, Damon –Stefan mordió el cuello de la mujer a su lado, ocasionando que dos puntos se abrieran en su piel y por ella saliera una fina y delgada línea de sangre. Anabella ahogo un grito de horros al ver como su hermano mordía el cuello de la chica lastimándola y llevándose la sorpresa de que ella ni siquiera se movía o emitía algún sonido de dolor. — No luches más, hermano –Damon se soltó de la mano de su hermana lentamente y poco a poco comenzó a caminar hacia la mujer, y no era porque él así lo deseara, simplemente su cuerpo lo mandaba.

— Damon –la chica soltó un grito ahogado al ver al mayor de sus hermanos llevar su boca a el cuello de la chica y comenzar a beber la sangre que brotaba de ella. Damon aparto su cara del cuello cubierto su boca de sangre y tras saborear y apreciar el gran y adictivo sabor metálico en todo su esplendor, transformo su rostro en algo terrorífico y volvió a hundir su rostro en el cuello de la mujer. — ¡Ah! –con pasos torpes la joven avanzo hacia tras aterrada de lo que sus ojos veían. — ¡Sueltame, Stefan! –pidió entre gritos cuando su hermano la sujeto por la parte de atrás impidiéndole escapar.

***

— ¿Vampiros? –cuestiono la chica sin poder creer lo que su hermano mayor, Damon, le decía. — Vampiros igual que, ¿Drácula? –parecía una mala y estúpida broma. — ¿Cómo los cuentos e historias del pueblo? –la chica comenzó sin mucha gracia. — ¿Sabes lo absurdo que suena eso, Damon?

— Viste lo que hice –aseguro él hacia su hermana. — ¿Qué otro ejemplo quieres, Anabella? –la joven suspiro y sin asimilarlo aun observo a su hermano. — Ya no somos los mismos –ella inmediatamente negó.

— Ustedes siempre serán mis hermanos, Damon –aseguro ella. — Stefan y tú siempre serán mis hermanos. Sea lo que sean ahora, nada cambiara el que los amo. De eso tienes que estar seguro.

— ¿Cómo te sientes? –pregunto Stefan hacia su hermano mayor. Damon había notado el gran cambio que Stefan había tenido, era como si probar la sangre lo hubiera trasformado en alguien más, en alguien peligro para quien estuviera a su alrededor.

— Es cierto, es todo un mundo nuevo –respondió Damon a la pregunta de su hermano tomando la mano de Anabella y obligándola a ponerse de pie junto con él. — Pero no estaremos juntos –la sonrisa que poseía Stefan decayó de inmediato. — Estaremos juntos para la eternidad y será una eternidad de miseria para ti –amenazo al menor. — Vamos – tiro de la mano de su hermana.

— No, Damon –pidió ella resistiéndose a avanzar.

— No vas apartar a Anabella de mi lado –aseguro Stefan impidiendo que Damon se llevara a su hermano.

 No lo hago –aseguro Damon.  Te aparto a ti de su lado Damon rompió el cuello de su hermano.

 ¡Stefan! –grito una asustada Anabella siendo arrastrada por el mayor de los Salvatore. Siendo la última vez que miraría a Stefan

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