Cuidando de ti (Dragon's Fami...

Von LyluRys

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Ella iba a ser un medio para un fin. Él iba a ser su salvador. Un amor inesperado. Lo escuché mientras soñab... Mehr

ANTES DE LEER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo Extra
Capítulo Extra
Capítulo Extra

Capítulo 19

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Von LyluRys

Samantha

—¿Estás segura de esto, Daisy? —le pregunto, todavía dudando.

—¡Claro que lo estoy! —responde ella con vehemencia.

Hago una mueca insegura. —Creo que esto no es una buena idea.

—Tonterías —ella hace un gesto con la mano—. Además, ¡es mi cumpleaños! Debes complacerme y tienes que aceptarlo ya.

—Pero no creo que...

—¡Nada de peros, chica! —Ella me toma por el brazo y me planta frente al espejo—. Mírate. Eres la mujer de Daniel Baxter, el presidente del club los Dragones, y debes lucir como tal. —me mira de arriba abajo, y complacida con su trabajo, comenta—: Te ves impresionante, ¡ya quisiera yo tener ese cuerpazo!

—Lo tienes, Daisy, pero con más curvas —le digo medio sonriendo.

—Seh, y a mi Ben le encantan, pero Daniel se va a quedar excitado permanentemente cuando te vea. —Comienzo a negar, pero ella, con sus brazos en jarra, rápido añade—: ¿Crees que no me he dado cuenta como lo miras y él también te mira a ti? ¡Uf! ¡Siento la tensión sexual hasta en los huesos! —exclama, abanicándose con la mano exageradamente, y rio nerviosa.

Sí, me he dado cuenta de cómo me mira, como si quisiera reclamar todo mi cuerpo con su boca y algo más. Ese algo que veo en forma de bulto en sus pantalones cada vez que se levanta del suelo para desearme buenas noches e irse a su propia habitación.

Dios.

He deseado que se quede, que pase la noche conmigo, pero no me atrevo a decirle ni una palabra, aunque ya tengamos confianza uno con el otro.

—Ah, falta el toque final, el perfume nuevo que te compré —dice a mi lado Di—. Es suave, dulce y sensual, así como tú. No te muevas, iré por él a mi habitación —me guiña un ojo, y rio negando.

Hoy es su cumpleaños y parece que es el mío, pues me ha vestido de pies a cabeza, me ha maquillado, peinado, y hasta me enseñó a cómo usar la cera y me depilé todo. ¡Argh! Pero me gustó el resultado, pues toda mi piel luce suave y brillante.

Hace un rato, ella entró como una tromba a la habitación con muchas bolsas de ropa, maquillaje, accesorios, y aquí estoy, vestida como toda una chica motera. Viendo mi nueva imagen, estoy empezando a admitir que me veo bien, más que bien. Me veo diferente y me siento segura y sexy. He subido de peso, pero todo distribuido en los lugares correctos, y no puedo creer que esa mujer que me devuelve la mirada en el espejo sea yo.

Todavía no puedo creer nada de esto, pues nunca me imaginé metida en este mundo de motocicletas y parches. Pero aquí estoy, y me encuentro recordando lo acontecido hace casi un mes en la oficina de Daniel cuando me explicó:

Debo protegerte aquí y fuera de mi territorio, y la única manera en que puedo hacerlo, es que tú seas mi mujer.

Lo miré conmocionada, pero cuando caminó hacia un armario y sacó un chaleco de cuero negro y pequeño, con los parches de su club, y las letras cosidas que indican que le pertenezco, me quedé sentada mirándolo con la boca abierta, me quedé helada, me quedé muda. Supe muy bien lo que eso significaba porque Daisy me lo explicó hasta el cansancio y no creí que pudiera hacerlo, que pudiera llevar eso aunque no fuera real.

Balbuceando, le dije: —Yo...no puedo...oh, Dios mío.

Esto te protegerá. Cuando lo vean puesto en ti, retrocederán porque sabrán que me perteneces, que eres una Dragón. Será temporal, hasta que estés fuera de peligro, pero si ves que es mucha presión y no puedes seguir, entonces es tu decisión darlo por terminado y regresármelo. Eso sí, nadie debe saber las razones por las que te lo estoy dando, ni siquiera Daisy. ¿Comprendes? —aclaró, mientras lo sostenía con sus grandes manos y asentí:

E...entiendo —respondí y me levanté lentamente de mi asiento, todavía dudando y aprensiva, pero entonces recordé sus palabras. Él dijo que es mi decisión.

Puedo llevarlo y terminarlo si ser su mujer me abruma en algún momento. Él me dio ese poder, pero no creo que lo use por el momento porque lo más importante ahora mismo es que llevarlo, me dará protección de las malas personas que hay afuera.

Sigo sin creer que haya aceptado, pero lo hice porque tengo mucho miedo de lo que pueda pasarme si salgo de aquí, en donde me he sentido igual de segura que en casa de mi Abu, rodeada de buenas personas y de cierta estabilidad. Y ya estoy cansada de vivir con miedo y en la incertidumbre. Y como siempre que estoy cerca de Daniel me siento cálida y segura, lo acepté.

De pie frente a Daniel, respiré profundo y asentí.

—Date la vuelta entonces —dijo él, su voz plana.

Luego me volteé de espaldas a él y extendí mis brazos mientras colocaba el chaleco con lentitud. Mientras eso pasaba, sentí un poco de tensión salir de su enorme cuerpo y supe muy bien por qué. Él no podía creer esto tampoco porque nunca lo había hecho. Nunca había entregado sus letras a ninguna mujer, de manera real o transitoria. Nunca había estado en una situación como esta y lo comprendo y no lo juzgo. Al contrario, le estoy inmensamente agradecida por su sacrificio.

Cuando terminó de ponérmelo y sentí el peso y el calor del chaleco en mi cuerpo, me quedé parada por un rato asimilando el hecho de que por el momento soy su mujer, la compañera de Daniel Baxter, presidente del club los Dragones.

Oh, Dios.

Inmediatamente sentí que las palabras en el parche quemaban en mi espalda por el simple hecho de llevarlas, pero al mismo tiempo también sentí como si las llamas me abrazaran, protegiéndome...cuidando de mí. Me volteé lentamente hacia Daniel y lo que vi en sus ojos, me dejó con las piernas de gelatina. Su mirada verde luminosa era intensamente verde mientras me miraba con fijeza. Él vio todo, lo que escondí y lo que mostré...y creo que le dejé ver demasiados sentimientos que no eran aptos para ese momento. Recuerdo que tragué nerviosamente, pues nada parecía romper el incómodo silencio que había en la oficina ese día. Parecía que solo estuviéramos Daniel y yo, pero eventualmente, la conexión se rompió, y dando un paso atrás, Daniel miró a sus hermanos del club y les anunció: —Hermanos, les presento a Samantha Reeves. Mi mujer.

Todos asintieron en acuerdo y lo felicitaron, pero él no sonrió. Él asintió una sola vez y se fue. Me quedé parada mirando su ancha espalda mientras se alejaba por la puerta...

—¿Me estás escuchando, Samantha? ¿Estás bien? —pregunta preocupada Daisy y doy un respingo cuando toca mi brazo derecho.

—Lo siento. Sí, estoy bien —respondo girándome y exhalando suavemente.

Su boca hace un chasquido. —Chica, ¿qué pasa por esa linda cabecita tuya, eh? No tienes nada de qué preocuparte —me anima, poniendo sus manos en mis hombros.

—Lo sé —asiento—. Gracias por todo lo que has hecho por mí desde que llegué, Daisy.

Correspondo a su cálido abrazo.

—Oh, no es nada, nena. —Mirándome, ella me confía—: Por lo regular, soy muy desconfiada con las chicas nuevas porque quieren encaramarse encima de mi hombre, ¡y al carajo si voy a permitirlo! —exclama con firmeza, pero luego su mirada café se suaviza. —Pero tú no, Sam, tú eres la chica más linda y dulce que he visto por aquí en mucho tiempo. Me caíste bien desde ese tímido "hola, Daisy".

Sonrío ante sus bonitas palabras. —Tú también me caíste bien con tu hablar sin parar y actitud ruda. Eres única Di, y eres...como una hermana para mí.

—¡Soy tu hermana, tonta! —ríe ella y rio también—. Ya sabes que todos en el club te han aceptado. Eres una de nosotros, eres familia, eres una Dragón —termina con cariño, y le doy la razón porque me han aceptado como a una de ellos. Pero...

—Bueno no todas me han aceptado, hay algunas de las chicas que todavía me miran escupiendo veneno sobre mí y sin esconderlo.

—Ignora a esas perras—me aconseja—. Ellas solo están envidiosas porque quieren estar en donde estás tú, al lado de Daniel, con su parche en un chaleco, y siempre con él.

Asiento, dándole la razón. Ella no lo sabe porque es mi secreto, pero admito que me siento feliz de tener el privilegio de compartir con él y de tener al menos unos minutos de su ocupado tiempo.

Agito mi mano para quitarle importancia. —Ya no les hago caso.

—Eso, y si siguen jodiendo me avisas, que no tengo ningún reparo en ponerlas en su sitio.

Ella es tremenda, vivaracha, y me gusta tenerla de amiga. Daisy me echa un poco de perfume en las muñecas y me encanta el olor. Es asimismo como lo describió antes.

Mirando su reloj inteligente, dice: —Yo iré bajando para ver cómo va todo. En serio, gracias por hacerme el hermoso pastel de cumpleaños. Eres demasiado genial, Samantha, y Daniel es un bastardo afortunado por tenerte en su vida —me abraza de nuevo.

Y tratando de ignorar lo que eso último provocó en mi pecho, respondo animada: —¡Feliz cumple, hermosa! Disfruta este día, y con todo mi corazón deseo que todos tus sueños se hagan realidad.

Ella suspira. —Solo quiero uno por el momento, pero bueno, el tiempo solo lo confirmará. —su dedo me señala—. Te daré un minuto. Y cuando ya te aceptes y estés lista, baja al salón, sino vendré por ti. ¡Estás hermosa, Samantha! —ella se va como entró: como un enérgico huracán.

Sonrío, sintiéndome con más confianza y agradecida de la vida por poner personas como Daisy en mi camino, y por estar hoy aquí compartiendo con toda esta extensa familia. Ser mujer de un presidente tiene sus responsabilidades y aunque no es algo permanente, todos piensan que sí lo es, que llegué para quedarme, pero solo unos pocos saben la verdad. Los demás ya lo dan totalmente por sentado. Como la madre de Daniel.

Oh, no.

Conocí a Irene y es tan linda y agradable que me dio tristeza no decirle la verdad sobre la realidad de mi situación con Daniel, pero así deben ser las cosas. Me gustó mucho hablar con ella, y hasta conversamos sobre recetas de cocina, pero principalmente hablamos sobre su hijo. Irene dice que Daniel es un clon de su padre físicamente, pero que eso es lo único que heredó de él porque su formación y su pasión por las motocicletas, le fue inculcado por su abuelo y por ella. Se quedó muy sorprendida de saber que él escogió una mujer cuando ella pensaba que eso no ocurriría jamás, y vino rápido al club a conocerme. Me dejó muy claro que fuera a visitarla a su casa pronto para seguir charlando, y antes de irse me comentó algo que me dejó preocupada. Ella quiere ser abuela. Lo siento señora, pero eso no pasará nunca y estoy segurísima de que Daniel estará muy de acuerdo conmigo.

Ahora conozco más de él gracias a su madre, y me reafirma que Daniel es un buen hombre dentro de su mundo rudo y exigente. Pienso en él y nuestras conversaciones sinceras y divertidas. Él me escucha con atención y yo a él, y tenemos varias cosas en común, como por ejemplo, su padre y mi madre, y que gracias a ellos, odiamos los diminutivos de nuestros nombres. Nos quedamos muy asombrados asimilando esa coincidencia, y después nos reímos al mismo tiempo. Me doy cuenta de que Daniel mira mucho mi sonrisa. La suya es impresionante y solo unos pocos tienen la suerte de verla y disfrutarla, como yo. Sus dientes son blancos y perfectamente derechos cubiertos por unos labios masculinos y sensuales que deberían ser ilegales y que hace preguntarme cómo se sentirían acariciando los míos. Cuando posa sus ojos en mí, su mirada siempre es intensa y no esconde nada. Lo que veo en esos ojos verdes siempre está ahí. Deseo. Él quiere estar conmigo íntimamente. Si tan solo supiera que yo siento lo mismo, y que mi cuerpo arde queriendo estar con él. Cuando se va ya tarde en la noche para regresar a su habitación, me quedo dormida pensando en él, y mi primer pensamiento al levantarme es para él, también. ¿Qué es esto que estoy sintiendo? Nunca me había pasado algo así y me confunde y me asusta también.

Daisy tiene razón. A pesar del peligro afuera y a pesar de ser algo temporal, debo ser una buena mujer para Daniel, el tiempo que dure. Quiero que se sienta orgulloso de llevarme en su motocicleta y a donde sea que vayamos. Quiero ser su chica en todos los sentidos, aunque sea por un momento. Quiero gustarle. Siento que estoy preparada y respiro profundo porque eso comienza ahora.

Con actitud decidida, salgo de la habitación de Daniel, y bajo las escaleras hasta que llego al salón decorado con globos negros y plateados. Ya está lleno con los hermanos y mujeres del club, rock pesado se escucha a todo volumen, y todos están pasándola bien. Es bueno verlos así después de semanas de tensión por culpa de mi hermano y el club rival. Alejo esos pensamientos que me causan escalofríos, y me centro en el ambiente festivo. Y en mi decisión.

Aquí estoy ahora y voy por Daniel. Daré el primer paso, y si lo que veo en sus ojos cada noche es cierto, entonces me arriesgaré. Siento el calor y la humedad en mi ropa interior sexy, mi piel arde por sentir sus caricias, y mi boca hormiguea por sentir sus besos, que deben ser devastadores.

Miro alrededor, buscándolo, pero no lo veo por ningún lado. Me frustro por ser pequeña, pero bueno, algunas veces ser bajita también tiene sus ventajas. Lamentablemente hoy no. No con tantos hombres juntos grandes y tatuados. Veo a Carl tomando una cerveza y hablando con una mujer de cabello oscuro.

Me dirijo hacia él, toco su hombro y cuando se voltea a verme, le grito: —¿Sabes en dónde está Daniel?

Él me mira fijamente con el ceño fruncido como si no me conociera. Me volteo para que vea el parche en mi chaleco y cuando me giro de nuevo, veo su boca abierta y su expresión de incredulidad. La mujer a su lado, que ahora reconozco que es Letty, también tiene una expresión de grato asombro. Carl mueve su boca y no escucho lo que dice, pero me señala hacia una esquina y entonces veo a Daniel sentado en el reposabrazos del sillón con el maldito licor en la mano. No me gusta que lo tome. Carl silba con fuerza mientras le hace señas a alguien, y de repente la música deja de sonar. Todo se queda en silencio y entonces me notan. Los ojos de todos los presentes están muy abiertos y llenos de curiosidad. Luego escucho sus murmullos.

—¿Quién es esa cosita caliente? —cuestiona uno.

—¿Es nueva? Si no pertenece a nadie, le entrego mi parche ahora mismo.

—Ya pertenece a alguien, imbécil —espeta otro.

Exhalo, y negándome a acobardarme, camino lentamente por el camino que van despejando para mí, y todo el miedo y la inseguridad se esfuman al instante cuando lo veo claramente a él. A Daniel. Él mira en alerta como preguntándose por qué tanto silencio, y cuando me ve, cuando me reconoce, se queda estupefacto con su preciosa boca abierta, pero después la cierra y me mira maravillado...y excitado. Hay un hambre voraz en él que me hace estremecer por completo. Sonrío solo para él, y Daniel mira todo de mí con genuino y caliente interés...y lo acepta por fin. Yo lo acepto, y mis ojos le demuestran el mismo deseo.

Cuando ya casi llego, él ya está levantándose del sillón, su trago olvidado, y viene hacia mí. Entonces sé lo que hará porque veo la determinación en sus ojos, y al próximo segundo que pasa, todo se confirma cuando toma mi rostro con sus grandes y ásperas manos...y me besa. Un beso tan apasionado y posesivo que no puedo hacer otra cosa, más que devolvérselo.

Sentir su boca sobre la mía, es muchísimo más de lo que imaginé. Su sabor es adictivo, sus labios son firmes, expertos, y la presión que ejercen es desesperada, como si no lograra saciarse. No pasan ni dos segundos y ya siento su lengua caliente dentro de mí. La acepto, la devoro con ganas, y en estos momentos, me importa un bledo su sabor a whiskey. Lo escucho gemir profundamente, con apreciación, y lo que siento después es que sus manos están agarrando mi trasero, levantándome, y no me queda otra opción que engancharme a él como una enredadera. Los gritos, malas palabras, los aplausos, todos los sonidos alrededor quedan en un segundo plano porque este hombre me robó toda la conciencia. Siento que se mueve conmigo, aun besándome sin sentido, y no sé a dónde me lleva. Cuando siento una puerta abrirse, después cerrarse, y yo siendo llevada y apretada contra la pared, Daniel deja de besarme. No tengo aire, él se lo llevó todo. Abro los ojos y lo que veo en los suyos...me asusta y me excita hasta la médula.

* * *

Daniel

—Dime que pare jodidamente ahora —gruño mordiendo su oreja, mi boca bajando por su cuello suavemente.

No me resisto, y la marco chupando su piel. Ella tiembla, y un fuerte jadeo sale de su boca al mismo tiempo que hala fuerte mi cabello y se restriega contra mi dura erección. Me encanta la jodida sensación. Ella huele y sabe delicioso, y necesito más. No quiero parar. Maldición, ¡no quiero parar!

—No —susurra sin aliento, y yo estoy igual.

—¿No qué, Samantha? —exijo, porque quiero asegurarme de que ella quiere esto.

—No quiero que te detengas, Daniel.

Mierda.

No puedo creer esto de ella. Que me dé permiso para hacerla mía. La deseaba, pero me contenía por ella, para no asustarla. Pero hoy, ahora, mi deseo se hizo realidad, y no voy a esperar más.

La beso de nuevo, tocando la piel expuesta de su cintura, y excitándome más ante la suavidad que encuentro en ella. Mis manos van al broche trasero de su sostén, para así abrirlo y poder tocar sus pechos firmes, pero me detengo.

No puedo. Aquí no.

Samantha es especial, y por primera vez en mi puta vida no sé qué hacer, cómo tratar a una mujer linda e inocente como ella...bueno que me jodan si no sé, la quiero debajo de mí, y yo dentro de ella, pero no en esa cama porque está contaminada por otros cuerpos, y no quiero que ahí sea nuestra primera vez juntos. Me maldigo mentalmente por dejarla dormir aquí. Entonces, no lo dudo. Le doy un mordisco suave en esos labios que me tienen malditamente loco, y lentamente, la dejo en el suelo. La estabilizo porque sus piernas cedieron ante la excitación que siente y a lo abrumador del momento. Lo sé porque las mías están jodidas, también.

Exhalo bruscamente y le digo: —No te muevas, preciosa. —Y voy hacia mi cómoda.

—¿Qué sucede? —En su voz sensual, también noto decepción, aprensión.

Y rápidamente me giro y le aclaro: —Nos vamos.

Encuentro las llaves de mi motocicleta, y camino seguro hacia ella, pero doy un traspié al verla fijamente. ¡Se ve condenadamente caliente! Ella sigue contra la pared, sus labios están hinchados, su cabello un poco despeinado, ella está ruborizada, sin aliento, y siento una sonrisa de suficiencia formarse en mis labios al saber que yo la puse así.

—¿A dónde? —pregunta, muy curiosa.

—A donde nadie nos moleste.

Tomo su pequeña mano, y camino con ella hasta que salimos del club, la fiesta completamente olvidada. Le pongo el casco que mandé hacer solo para ella en su linda cabeza, me pongo el mío, y enciendo mi Harley. Espero a que se acomode, y muevo sus manos de mis hombros para colocarlas alrededor de mi cintura. Muevo mi moto hacia la entrada, el ronroneo subiendo más mi adrenalina, y espero a que los hermanos vigilantes abran la verja de metal.

—¿Te escoltamos, prez? —me pregunta Zach, prospecto al que próximamente le daremos sus colores. A su lado está Kevin, hermano del club desde hace ya un tiempo.

Asiento. —Solo hasta la salida de la autopista. Luego de ahí, regresan aquí.

—Hecho —responden, y ellos van hacia sus motocicletas, y yo salgo.

Cuando estoy en la carretera me siento diferente, y no estoy hablando de la sensación de siempre, la adrenalina corriendo por mi sistema al sentir la vibración del motor o la brisa en mi cara sintiendo libertad. La diferencia va pegada a mí. Suave y pequeña. Sentir a Samantha detrás de mí, pone mis revoluciones a mil por hora, y es tan increíblemente placentero que la quiero allí todo el maldito tiempo. Ya quiero llegar a mi refugio a las afueras de la ciudad, olvidarme de toda la mierda alrededor...y hacerla mía.

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