Las Dos Caras de la Luna © ✓

By MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro I La palabra que mejor describe a los residentes de White Rose, es paz... More

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Comienzo
Capítulo 2: Hielo, témpano y tormenta
Capítulo 3: De compras
Capítulo 4: Amados
Capítulo 5: Pasatiempo
Capítulo 6: El deseo
Capítulo 7: Familia
Capítulo 8: Fieles amigos
Capítulo 9: Hambre voraz
Capítulo 10: Calma en la barbacoa
Capítulo 11: Ausencia y apego
Capítulo 12: Necesidades
Capítulo 13: Tiempo sola
Capítulo 14: Viejos anhelos
Capítulo 16: Regalos de chicas
Capítulo 17: Padre e hija
Capítulo 18: Consanguíneas
Capítulo 19: Desconocido
Capítulo 20: La ultima herencia
Capítulo 21: Buscando a una extraña
Capítulo 22: Explorando el pasado
Capítulo 23: Aurora
Capítulo 24: Los Les Royals
Capítulo 25: Quello che eravamo, ció che siamo e ció che saremo
Capítulo 26: Despedida
Epilogó
Capítulo Extra (Sofía)
Playlist- Las Dos Caras De La Luna
Cosas Extras
Curiosidades de "Las Dos Caras de la Luna"
Nota de la autora

Capítulo 15: El diario de mamá

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By MariaAparcio

Seguí registrando y buscando dentro de la caja los viejos anhelos de Alex, había varias cosas: fotos, objetos personales, entre otras cosas. La caja solo poseía los objetos e indispensables memorias de la que algunos tuvieron o consiguieron a lo largo del tiempo, que habían dejado atrás cuando eran seres humanos y también lo que tenían cuando lo eran. Sonreí. Para mi eran muy valiosos esos objetos, fueron parte de mi historia y también de los chicos. Revolví más la caja pero no había mucho en ella. Solo cosas viejas —fotos infantiles, recortes de periódicos, cómics algo rotos—, y hasta encontré unas viejas pesas de ejercicio. Hice una mueca. Lo agarré, y empecé a balancearla en mi mano. Me levanté del piso con la pesa en la mano, y entonces, sentí un mareo y perdí el equilibrio por un instante. Sentí que todo giraba y solté la pesa al suelo. Se escuchó la madera romperse. Cerré los ojos, froté mi frente y rápidamente, miré donde había caído la pesa. Se había clavado a la tabla de madera, me agaché para recogerlo y con un ligero pero firme movimiento, la saqué. Y observé con molestia. Había hecho un hoyo en el suelo y entonces, miré con atención el hoyo. Me agaché de nuevo y noté algo, debajo de la tabla del piso.

Me fijé en algo en el fondo. Era cuadrado o rectangular de color rojo oscuro, estaba lleno de polvo y mugre. Había algo en mí que me hizo tomarlo de una vez. A simple vista parecía un libro, además tenía un título o algo así, pero no se veía bien por el polvo gris en su cubierta, tenía más curiosidad por ver que era exactamente ese libro o lo que fuese en esa forma. Estaba ansiosa por saber de su contenido y entonces, sentí a mi madre. Fue como un presentimiento, sobre ella. Tal vez era de ella, pero lo observé, con cuidado porque no me parecía familiar. No me lo parecía, aun así sentía que debía echarle una mirada. Algo me lo pedía; y sentí una sensación, que me corrió por el cuerpo y respiré. Conté hasta tres, y pensé en ella; en mi madre. Ilusion y tuve la fuerza para agarrarlo y apretarlo. ¿Por qué?, ¿por qué sentía esto? ¿Sería el embarazo?

***

Yo realmente no sabía que podía tener este libro, pero por algún motivo o tal vez sería mi intuición; sentía una extraña energía invisible pero familiar en él. Me levanté del suelo, miré el libro pero también el hoyo en el suelo. Hice una mueca. Después me ocuparía de eso. Me fui directo a la cocina y tenía que limpiarlo, al menos un poco, porque estaba muy sucio, además la curiosidad me quemaba por dentro, en todo el cuerpo por saber que tenía escrito entre sus páginas este libro ¿o era un diario? Avancé con el libro mugriento en una de mis manos hacia el fregadero y dejé la pesa de ejercicio, en el mostrador de granito y fui en busca de un paño, para limpiarlo. Para mí buena suerte, pude conseguir un pequeño y usado toallita en uno de los estantes de la cocina, no era nuevo pero me servía en este momento.

Abrí el fregadero, moje un poco la toallita, no lo humedecí demasiado para no mojar el libro o el piso. Tomé el supuesto libro del mostrador, no quería estar de pie, no sabía porque me sentía algo exhausta y tuve la sensación que mis piernas estaban flojas y débiles. Así que me fui sentando poco a poco, deslizándome hasta abajo, usando las gavetas que estaban debajo del fregadero como soporte para mi espalda. Me senté en el piso de la cocina teniendo el libro y la toallita mojada en mis manos. Frunciendo el ceño empecé a frotar el paño por la cubierta grisácea, poco a poco estaba apareciendo el otro color rojo oscuro del libro, era de color rojo oscuro pero con el tiempo se oscureció y gasto, también note que era muy pesado y grueso. Realmente creía que era un libro, aun así continúe limpiándolo desde arriba y abajo, hasta que descubrí en la cubierta una pequeña placa metálica de color oro, casi en el final de la parte inferior del libro. Era rectangular, estaba sucia y parecía que tenía algo grabado en la placa de oro, pero no la podía ver bien, porque aún estaba sucia. Ver esa pequeña placa dorada me provocó más curiosidad y me apresure mucho más en limpiar ese libro. Continúe con mi tarea pasando de un lado a otro la toallita por la cobertura oscura y malgastada hasta no poder más con mi mano derecha. Con rapidez absoluta había limpiado todos los bordes visibles posibles que pude detectar con mis ojos. Al fin pude observar con más detenimiento la placa, que yacía debajo de oscuro polvo gris, y me lleve una gran sorpresa, cuando leí el nombre de su antiguo propietario

Sentí que algo pesado me golpeó el estómago. No lo podía creer, este diario, le perteneció alguna vez a mi madre, a ella. ¿Pero cómo? ¿Por cuánto tiempo lo había tenido oculto? Y además, ¿ella jamás nos mencionó que tenía un diario?

Mi única reacción a tal hallazgo, fue dejar caer el grueso diario, como si mis manos se hubiesen vuelto gelatina, me quedé ahí sentado con las manos y brazos congelados y temblando por el asombro de aquello, después de unos segundos bajé los brazos completamente flojos.

—Mamá, mamá — susurré con tristeza

Una a una las lágrimas cayeron sobre la cubierta del diario y el piso de la cocina. Después de derramar mi angustia, empecé a limpiarme el rostro con la manos, pero ahora tuve la sensación que ese libro o mejor dicho diario era una muestra de lo que mi madre nos había dejado atrás, y ahora me daba cuenta de que si era un diario, y no un libro. Sin embargo, poseía una sospecha que no me quedaba clara; si ese era su diario, ¿por qué nunca nos había contado sobre lo que lo tenía? Y además, ¡¿cuándo lo había escrito?! Nunca, jamás Jack, Rick, Sofí y yo la vimos escribirlo, y tampoco ¡era una fanática de la escritura! Además, me sorprendía dónde había estado escondido: debajo de las tablas de la casa.

No sabía que pensar, en ese momento, ella ninguna vez nos los mostró a nosotros, a su familia. Ahí me quedé muy confundida, sosteniendo su diario entre mis manos y lentamente estrujándolo contra mi pecho. Nuevamente volví a sentir ese aire invisible, pero ahora estaba en todo mi cuerpo y en el corazón. Ya notado que mis lágrimas se habían secado en mis mejillas y que dejaron una sensación rara en mi rostro, después de que por fin había abandonado atrás esos sentimientos de ansiedad, dolor y melancolía por mi madre en la cabeza, retomé el asunto de su diario.

En ese momento empecé a sentir un hormigueo agudo en la parte inferior de mi cuerpo, era fastidioso, pero también note que me dolía al mover mis piernas extendidas en el piso, dejé a un lado el diario junto a mí el suelo y comencé masajearlas un poco con ambas manos cada en mis piernas adormecidas. A paso lento, pero firme con mis dedos moviéndose y sobando mis piernas tiesas, aún tenía la sensación de hormigueo desde los pies y dedos hasta los muslos, me pasaba masajeando todos los músculos hasta que por fin podía sentir de nuevo la sensibilidad en ellas. Mientras seguía con mis masajeando mis extremidades hormigueantes, me vino a la mente lo que podía tener escrito con la hermosa caligrafía, simple y limpia de mi madre, en esos papeles rústicos y amarillentos de su diario. Había muchas cosas que mi madre jamás nos pudo contar, y que deseaba decirnos, al igual que mis dos hermanos menores yo también deseaba saber realmente toda la verdad de nuestro pasado, que en ningún tiempo hemos podido saber de ello.

Mi mamá ya nos había dicho una parte de ella, pero aun así no era toda, literalmente. Sofí y yo sabíamos que ella le tenía terror; decirnos toda nuestra historia, y que cómo íbamos a reaccionar sobre eso. Siempre recuerdo días en que ella constantemente estaba muy triste, asustada y preocupada por algo, y hacía por todos los medios de ocultárnoslos. Posteriormente de su muerte, mis hermanos y yo, nos sentíamos muy mal por su partida, pero también muy decepcionados de que nuestra progenitora se hubiese llevado consigo todos los secretos, de lo que realmente era nuestra identidad con ella, a la tumba. Nosotros nunca pensamos que algún día pudiéramos descubrir lo que ninguna vez nos quedó claro, pero ahora este diario, su diario sería la puerta hacia todas las preguntas sin respuestas, que persistentemente nos atormentaron por muchísimos años.

Realmente tener, su diario, era súbitamente indescriptible la suerte de poseer toda la identidad de nuestra familia, y también al fin saber todas las incógnitas que en la vida no nos pudieron dar. Sin embargo no solo eso era un motivo para leer este diario, si no también saber definitivamente el motivo verdadero de la huida de nuestra madre, Ilusión, de su hogar y nuestra tierra natal: Italia

***

Resoplé. . Agarré un punto de apoyo, me aferre a la encimera de granito, paso a paso pude incorporarme de nuevo de pie. Me sentía sin fuerzas, como hecha polvo pero muy contenta, ahora con el diario de mi difunta madre; tal vez, mis hermanos y yo tendríamos finalmente la verdad en nuestras manos, después de mucho tiempo con las dudas sin descifrar. En eso, me sorprendí al oír un raspado de neumáticos. Venía para acá.

>>> Deben ser Vanessa y los chicos<<<, pensé

Rápidamente me acerqué a una de las ventanas junto a mí, solo quería verificar si se trataba de ellos. En efecto, vi a través de una de los cristales relucientes, que eran ellos, me llamó la curiosidad de notar que solo eran dos carros estacionándose, el convertible amarillo pollito de Jennifer y el Jeep Liberty de Jesse, aparcándose en el garaje y el patio escabroso. Ya había notado antes que solo estaba mi auto, y que el resto lo cargaban ellos; pero aun así me preguntaba, ¿dónde demonios estaban los muchachos con mi marido? En ese momento del convertible y la camioneta oscura, descendieron Vanessa, Desirée, Jennifer, mis hijos y Sofía, nada más. Pronto escuché sus voces en la puerta y los sonidos de la cerradura abriéndose. Entonces, en un dos por tres, en la puerta apareció Vanessa con una expresión de satisfacción en el rostro, dijo mi nombre con júbilo y me dio un abrazo.

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