Capítulo 15: El diario de mamá

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Seguí registrando y buscando dentro de la caja los viejos anhelos de Alex, había varias cosas: fotos, objetos personales, entre otras cosas. La caja solo poseía los objetos e indispensables memorias de la que algunos tuvieron o consiguieron a lo largo del tiempo, que habían dejado atrás cuando eran seres humanos y también lo que tenían cuando lo eran. Sonreí. Para mi eran muy valiosos esos objetos, fueron parte de mi historia y también de los chicos. Revolví más la caja pero no había mucho en ella. Solo cosas viejas —fotos infantiles, recortes de periódicos, cómics algo rotos—, y hasta encontré unas viejas pesas de ejercicio. Hice una mueca. Lo agarré, y empecé a balancearla en mi mano. Me levanté del piso con la pesa en la mano, y entonces, sentí un mareo y perdí el equilibrio por un instante. Sentí que todo giraba y solté la pesa al suelo. Se escuchó la madera romperse. Cerré los ojos, froté mi frente y rápidamente, miré donde había caído la pesa. Se había clavado a la tabla de madera, me agaché para recogerlo y con un ligero pero firme movimiento, la saqué. Y observé con molestia. Había hecho un hoyo en el suelo y entonces, miré con atención el hoyo. Me agaché de nuevo y noté algo, debajo de la tabla del piso.

Me fijé en algo en el fondo. Era cuadrado o rectangular de color rojo oscuro, estaba lleno de polvo y mugre. Había algo en mí que me hizo tomarlo de una vez. A simple vista parecía un libro, además tenía un título o algo así, pero no se veía bien por el polvo gris en su cubierta, tenía más curiosidad por ver que era exactamente ese libro o lo que fuese en esa forma. Estaba ansiosa por saber de su contenido y entonces, sentí a mi madre. Fue como un presentimiento, sobre ella. Tal vez era de ella, pero lo observé, con cuidado porque no me parecía familiar. No me lo parecía, aun así sentía que debía echarle una mirada. Algo me lo pedía; y sentí una sensación, que me corrió por el cuerpo y respiré. Conté hasta tres, y pensé en ella; en mi madre. Ilusion y tuve la fuerza para agarrarlo y apretarlo. ¿Por qué?, ¿por qué sentía esto? ¿Sería el embarazo?

***

Yo realmente no sabía que podía tener este libro, pero por algún motivo o tal vez sería mi intuición; sentía una extraña energía invisible pero familiar en él. Me levanté del suelo, miré el libro pero también el hoyo en el suelo. Hice una mueca. Después me ocuparía de eso. Me fui directo a la cocina y tenía que limpiarlo, al menos un poco, porque estaba muy sucio, además la curiosidad me quemaba por dentro, en todo el cuerpo por saber que tenía escrito entre sus páginas este libro ¿o era un diario? Avancé con el libro mugriento en una de mis manos hacia el fregadero y dejé la pesa de ejercicio, en el mostrador de granito y fui en busca de un paño, para limpiarlo. Para mí buena suerte, pude conseguir un pequeño y usado toallita en uno de los estantes de la cocina, no era nuevo pero me servía en este momento.

Abrí el fregadero, moje un poco la toallita, no lo humedecí demasiado para no mojar el libro o el piso. Tomé el supuesto libro del mostrador, no quería estar de pie, no sabía porque me sentía algo exhausta y tuve la sensación que mis piernas estaban flojas y débiles. Así que me fui sentando poco a poco, deslizándome hasta abajo, usando las gavetas que estaban debajo del fregadero como soporte para mi espalda. Me senté en el piso de la cocina teniendo el libro y la toallita mojada en mis manos. Frunciendo el ceño empecé a frotar el paño por la cubierta grisácea, poco a poco estaba apareciendo el otro color rojo oscuro del libro, era de color rojo oscuro pero con el tiempo se oscureció y gasto, también note que era muy pesado y grueso. Realmente creía que era un libro, aun así continúe limpiándolo desde arriba y abajo, hasta que descubrí en la cubierta una pequeña placa metálica de color oro, casi en el final de la parte inferior del libro. Era rectangular, estaba sucia y parecía que tenía algo grabado en la placa de oro, pero no la podía ver bien, porque aún estaba sucia. Ver esa pequeña placa dorada me provocó más curiosidad y me apresure mucho más en limpiar ese libro. Continúe con mi tarea pasando de un lado a otro la toallita por la cobertura oscura y malgastada hasta no poder más con mi mano derecha. Con rapidez absoluta había limpiado todos los bordes visibles posibles que pude detectar con mis ojos. Al fin pude observar con más detenimiento la placa, que yacía debajo de oscuro polvo gris, y me lleve una gran sorpresa, cuando leí el nombre de su antiguo propietario

Las Dos Caras de la Luna © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora