Auguste se transformó en el momento en el que posó el cuerpo de Liana en el suelo. El olor de su naturaleza lobuna de Liana era cada vez más fuerte. Su propio lobo estaba como loco.
Su pequeña mate empezó a retorcerse en la tierra, Auguste lamentó que Liana no tuviera tiempo de quitarse su ropa y ponerse el uniforme especial. Pero si hubiera intentado quitarle la ropa antes, probablemente uno de los familiares que se mantenían cerca de ellos lo matarían.
Liana empezó a gritar y el alfa francés esperó pacientemente con el corazón en la boca. Le dolía ver a su mate sufrir, pero sabía que era necesario. Siempre la primera transformación es dolorosa. Los huesos se rompen y tu cuerpo se expande por completo.
Algo brutal que con el tiempo se te hace tan común como respirar.
Cierra los ojos un instante en el último grito de Liana.
Escucho los huesos de Liana tronar y entonces abrió los ojos y vio a una hermosa loba de color negro con grandes ojos azules brillantes con las orejas caídas y desorientada en el suelo.
"Liana" la llamó por conexión mental.
La loba levantó la vista.
"¿Auguste?" Preguntó asombrada "¿Esta es la conexión mental?"
"Si" Auguste se acercó a ella acostándose a su lado acariciando su cabeza con la suya "Eres la loba más bonita que he visto"
El lobo mayor la lamió y Liana se frotó contra él para reconfortarse. Liana no podía creerlo, la conexión de mates era más fuerte de lo que creyó, sus sentidos de loba también eran asombrosos. Todo era tan alucinante que apenas lo estaba asimilando. Veía al mundo de una forma diferente ahora.
"Levántate" le pidió Auguste Caminemos un poco, "tienes que dar tus primeros pasos de Loba"
Liana obedeció después de que Auguste se levantara primero. Se levantó con cuidado, aun le era asombroso sentir sus cuatros patas. Dio sus primeros pasos y Auguste hizo sonidos de felicidad moviendo su cola con entusiasmo. Los dos caminaron el uno al lado del otro. El lobo de Auguste la empujaba cada tanto, mordisqueando su oreja. Ahora entendía de donde saco esa manía la parte humana.
Al cabo de unos minutos, cuando el alfa creyó que su mate ya se había acostumbrado a caminar, empezó a acelerar cada vez más para que la loba de Liana empezará a correr por el bosque. La adrenalina y la libertad inundó a Liana. Una parte insatisfecha de ella se llenó. Ahora entendía qué era eso que le faltaba. Por fin se sentía una mujer loba de verdad.
Llegaron a un claro que conocía muy bien, era un lugar que olía a familia. Se supone que ahí se han transformado varias generaciones de su familia. La actual no tardó en llegar.
Varios lobos aparecieron, Liana pudo detectar olores de Bael, Theo, Liam y Estefan. Sabía que Gabriela no podría venir porque debía amamantar a Zephyra. Agradeció infinitamente que ningún tonto alfa apareciera. Ya había tenido suficiente de ellos por ese día.
Odette llegó volando y Noel llegó poco después.
Jugaron y le enseñaron varias cosas a Liana, pero sabían que debían dejar a los mates solos el resto de la noche para afirmar su reciente lazo. Aunque no se fueron sin antes amenazar al menos unas diez veces a Auguste.
"Nosotros estaremos en la cabaña donde los demás nos esperan" le dijo Bael por conexión mental "Mi tío Jaime y los demás piensan que ustedes estarán con nosotros y que nos quedaremos toda la noche a festejar"
"Los alcanzaremos en un par de horas" asintió el lobo de Auguste agradeciendo que Odette les trajera uniformes de transformación y los lentes de Liana "No te preocupes"
"Mas te vale" gruño Bael "No quieres averiguar de lo que es capaz mi tío Jaime enojado, nos confía a Liana, así que nos matara si te propasas"
"Es mi mate y la amo" Auguste ya estaba harto de su suegro "La cuidare con mi vida"
Liana jugaba con el enorme y robusto lobo dorado de Liam, que hacía ver a su loba pequeña y enclenque. Se despidió de todos aun transformada, emocionada de usar su conexión mental.
Se fue por un camino diferente a su familia, siguiendo a Auguste. Se sentía raro y no podía decir que no le daba miedo. Era su primera noche juntos donde ella era mayor de edad y oficialmente su mate. La ponía nerviosa de diferentes maneras.
Después de bastante rato corriendo por el bosque, llegaron a un lago que Liana había visitado un par de veces de más pequeña con sus padres. Estaba considerablemente alejado del palacio, así que sin darse cuenta se internó bastante en el bosque.
Quedó paralizada al ver una hermosa tienda de campaña blanca, con una fogata prendida. Auguste se transformó en humano y Liana sintió que el cuerpo ardió de vergüenza total. Era la primera vez que veía a un hombre desnudo que no fueran sus hermanos. Incluso a ellos, solo los vio desnudos de bebés.
Auguste era un hombre, un hombre desnudo enfrente suyo.
La loba de Liana se dio la vuelta mirando hacia un árbol que parecía bastante interesante.
La carcajada de Auguste al darse cuenta de que Liana evitaba ver su desnudez, la avergonzó mucho más.
—Mon amour —escucho a Auguste detrás de ella—, soy tu mate, soy tu pareja hasta el fin de nuestras vidas, no debes tener vergüenza de verme.
Ella pensó meter su cabeza en la tierra.
—Mira que te conozco tan bien, que traje batas —escucho a Auguste alejarse y volver—, me pondré la mía, me daré la vuelta y te dejaré la tuya aquí.
Liana se dio la vuelta y como Auguste prometió, estaba vestido de una bata negra y elegante. Se transformó en humana siguiendo las indicaciones que le habían dado todos. No fue tan difícil como piensa y el frío pasó por su cuerpo, inmediatamente sujeto la bata en el pasto, la levantó sintiendo la suave seda de la que estaba hecha.
Miro la espalda de Auguste y después se miró a sí misma. Él tenía razón, eran mates, eran almas gemelas. Estarían juntos por el resto de sus vidas desde ahora. Dentro de unos años se casarían, se marcarían y tendrían hijos. No tenía sentido esconderle algo a él.
Su cuerpo no era muy atlético, casi se podría decir que no tenía pechos y tenía la piel muy pálida. O como decían algunos, carecía de color. Nada comparado a esa espalda ancha y bien formada de Auguste.
Liana jamás había tenido problemas con su cuerpo hasta ese momento. Suspiro ¿Qué más daba?, tenía otras cualidades y sabía que Auguste la amaba por ello. Además, ese día, Auguste la tocó completa, en zonas que no creía que jamás alguien debía tocar y no parecía quejarse de nada.
—Me voy a dar la vuelta —dijo Auguste en voz alta, para indicarle y que Liana se pusiera la bata.
Esta soltó la bata tomando una decisión, pero la vergüenza no la abandonó en ningún momento. Su rostro debía estar de un carmesí intenso, ya que estaba muy sonrojada.
Miro al suelo evitando la mirada de su mate.
El alfa francés se dio la vuelta quedando sin respiración. Liana empezaba a arrepentirse, ya que él no se movía en lo absoluto. Empezó a temblar, no sabía si era por el frío o por la incertidumbre. Auguste se acercó lentamente, llegó al frente de ella y también se desnudó dejando que la bata se deslizara de sus brazos.
Tomó el mentón de Liana con delicadeza y lo levantó para ver sus hermosos ojos.
—Tu es parfaite —le dijo Auguste rebosante de emoción—, eres la cosa más exquisita que he visto.
Después de eso la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente. Liana literalmente flotaba porque Auguste la sostenía en el aire. Sus cuerpos desnudos rozando entre ellos.
Liana sentía que el calor que experimentaba siempre que él la besaba así, se triplicaba intensamente. Un bulto apareció contra su estómago. Paro el beso algo confundida para después ver el miembro de Auguste.
Este se rio y la cargo inmediatamente, haciendo que ella gritara de la sorpresa. La llevo a dentro de la tienda. Que estaba caliente, agradable y cómoda. Con muchas almohadas muy suaves.
—¿Tenías todo planeado no es cierto? —Liana se acostó atrayendo a Auguste—, esto es hermoso.
—No tenemos que hacer nada —advirtió Auguste—, pensé... no creí que me mostrarías tu desnudes, no ahora. Pensé en acostarnos aquí y abrazarnos un rato para equilibrar nuestros lazos. No te traje a ninguna trampa ni nada.
—Hoy en mi habitación... —intento decir Liana.
—Estaba muy mareado, pero esa vez fue por tu olor, mi lobo prácticamente estaba en control —se explicó Auguste.
Liana le beso la mejilla y se acostó encima suyo. Sintió ahora a Auguste estremecerse.
—¿Pero si te digo que sí quiero?
—¿Estás segura? —hablo con algo de pánico—, quiero que sea lo más especial posible. Haré lo que tu desees.
—Estamos en la tienda de campaña más elegante que he visto, junto a una hermosa fogata que nos tiene calentitos y con la vista a un hermoso lago con luciérnagas bailando encima —Liana le sonrió—, creo que no encontraremos un momento más perfecto.
Liana tomó por sorpresa a Auguste saltando encima de él por completo y besándolo. Los dos se enrollaron en besos húmedos y caricias suaves. Auguste empezó a besarle el rostro para ir bajando. Beso su cuello, beso sus pechos prometiendo volver ahí más adelante y causando una risotada de Liana.
Siguió dejando un rastro de besos húmedos hasta llegar a su intimidad.
—¿Realmente estás segura de esto? —volvió a preguntar el mayor—, Quiero que me mires a los ojos y entiendas que podrás parar cuando quieras.
—Auguste —Liana intentó verlo a los ojos, aunque estaban en una posición difícil para hacerlo—, te prometo que estoy muy segura.
El alfa francés no necesito escuchar más porque sumergió su rostro por completo en la intimidad de Liana después de separar sus piernas y ponerlas en cada lado de sus hombros.
Liana gimió y se estremeció al sentir como todo sus sentidos se reducían a ese lugar en específico. Auguste hizo que ella se viniera un minuto después.
—Eso fue más rápido de lo que pensé —bromeó Auguste.
Liana no contestó a eso, Auguste volvió a estar encima suyo para ver que ella aún estaba en el limbo.
—Quiero más —pidió ella.
—Tus palabras son órdenes —declaró el alfa francés colocándose entre sus piernas—, esto será más... se supone que no debería doler, será... la verdad no sé exactamente que será para ti, pero después de un rato deberías disfrutarlo.
—Auguste.
—¿Sí, mi cielo?
—Cállate y hazlo.
El alfa francés soltó otra carcajada para besarla nuevamente. Se alineó en su entrada y cayó un gemido de su amada con sus labios.
—Eres tan deliciosa —Auguste jugueteaba con su cuerpo como quería—, tan sensual y sensitiva. Podría hacerte el amor para siempre.
—Ahm... —Liana estallaba de sensaciones al sentir la punta del miembro de su mate en su entrada.
—Je vais te prendre lentement —Auguste también perdido en su placer, le susurraba en la oreja—, Je vais te brûler jusqu'à ce que tu oublies qui tu es.
—¿Ah? —Liana en ese punto no entendía lo que decía, se había olvidado de todas sus clases de francés.
—Que voy a quemarte hasta que olvides quién eres —le susurro con la voz muy ronca—, en tu mente no habrá nada más que la certeza que eres mía, mon amour.
Ingresó en ella con mucha delicadeza y cuidado, lo más despacio que pudo. Porque era la primera vez de su amada y no quería lastimarla en lo absoluto.
Liana se quedó sin aliento, sentía algunas punzadas por ahí y por allá. Más que nada se sentía llena, una sensación de ensanchamiento en esa zona.
—¿Estás bien amada mía? —pregunto Auguste algo alterado—, ¿Te he lastimado?
—No, solo... —Liana trago saliva mirando los ojos de Auguste—, él algo diferente de lo que pensé... diosa, esto es entre placentero y extraño.
Auguste junto sus frentes, beso cada ojo de ella y empezó a moverse.
Con una lentitud que merecía un premio, entró y salió con cuidado. Teniendo la mayor consideración posible. Los gemidos de Liana cada vez eran más altos y cuando sentía que ella empezaba a disfrutarlo más, aumentó la velocidad y la fuerza de sus embestidas.
—Auguste —gemía ella con fuerza —, Oh...
Auguste sudaba encima de ella, estaba a nada de llegar al punto más alto.
Liana tembló llegando a su frenesí y el alfa francés la siguió poco después.
Ella cerró los ojos a punto de caer en un sueño, no sin antes escuchar a Auguste susurrarle que la amaba.