Grietas del Corazón ; Lee Min...

By haanji_

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¿Un chico malhumorado como él y una chica insoportable como yo llevándose bien? La idea de que pudiéramos con... More

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By haanji_

He estado rodeada y abrumada por tantos acontecimientos interesantes que olvidé por completo mi cumpleaños. De no ser por la llamada de Doyoung que recibí hace unos minutos, no tendría idea de que hoy me estoy volviendo más vieja.

A pesar de ser día de trabajo, la llamada de mi hermano me ha puesto de buen humor.

Guiándome por la hora que es, Minho no tardará en pasar por mí. Me pongo los zapatos y tomo mi bolso para salir a esperarlo, pero... ¡Vaya bonita sorpresa! Él ya está aquí.

En cuanto me mira, extiende sus brazos mientras esboza una sonrisa pequeña y, sin perder un segundo más, me aferro a él.

—Un pajarito me contó que hoy es el cumpleaños de una chica muy linda.

—¿Ah, sí? ¿Quién será?

—No estoy seguro, pero dicen que lo que tiene de bonita lo tiene de irritante, torpe, llorona...

—¡Hey! —me separo de él y finjo estar indignada. No voy a mentir diciendo que esas cualidades son incorrectas— Trátame con más respeto porque ahora tenemos la misma edad.

—Sólo será por dos meses.

—Aun así.

Él ríe por mi cara.

—Feliz cumpleaños, amor.

De nuevo me aprieta en sus brazos mientras mi mente se ha quedado en blanco después de esas palabras. Ah, mi corazón ha perdido el control de sus latidos, ¡estoy sonrojándome!

—Gracias, Mininho.

—Este será el único día en el que permitiré que me llames así sin quejarme. —me señala. Yo asiento con una sonrisa.

—De acuerdo, Mininho.

—¡No abuses de tu poder! —vocifera,  señalándome una segunda vez.

—¡Dijiste que no ibas a quejarte!

(...)

No hay duda de porqué Minho ama estar en su oficina; es agradable echar un vistazo a la ciudad desde estas alturas. El cielo está despejado, la brisa sopla con suavidad en medio de los árboles y aunque el sol brilla reluciente, no hace tanto calor. Un día muy bonito en definitiva.

Jaehyun me dio una pulsera. Changbin, Jisung y Hyunjin me llevaron a comer y me obsequiaron una caja donde venía un enorme peluche de Kon y notitas con palabras de afecto. ¡Son tan lindos!

También he recibido buenos deseos por parte de mis demás compañeros y aunque esto no es mucho de mi agrado, me siento muy contenta y apreciada... Pero mi felicidad estaría completa si tan sólo recibiera un mensaje de mamá.

Llevo rato encendiendo y apagando la pantalla del celular con la esperanza de ver una notificación suya, pero nada aún. Y, aunque trate de ocultarlo, eso me afecta.

Estoy absorta en mis pensamientos, desconectada de mi entorno, hasta que un portazo me hace sobresaltar. Es Minho, quien se nota un poco alterado.

—¿Todo bien, Mininho?

—Sí, solo son responsabilidades —suspira y se queda mirándome fijamente—. ¿No piensas soltar ese peluche?

—No, es demasiado lindo y suavecito. ¿Por qué? ¿Estás celoso?

Él vira los ojos—. Mi sorpresa es mejor que ese tonto león.

—No puedo confirmarlo porque todavía no la he visto.

—Pronto lo harás. ¿Estás cansada?

—Te compré un té de burbujas.

—Te pregunté si estás cansada, lo pareces.

—No, sólo un poco desanimada.

—¿Por qué?

—Tonterías. —sonrío encogiendo los hombros.

—¿Alguien te está molestando?

—Para nada.

—¿Entonces?

—Es que no he recibido ningún mensaje de mi mamá.

—Oh... Es eso.

—Sí, pero no importa —sacudo mis manos—. Ha sido un día muy bueno, así que estoy mayormente contenta.

—Mhm... —me mira con recelo, sin creer mis palabras— ¿Quieres ir a un lugar muy bonito?

—¿Adónde?

—No te lo diré a menos que me regales una sonrisa.

Mis comisuras se elevan en una pequeña (pero honesta) sonrisa y él asiente satisfecho.

—Ahora dime a dónde me llevarás.

—Es secreto.

—Ash, ahora me dejarás con las ansias.

—No será por mucho —mira el reloj en su muñeca—. Ya casi nos vamos, pero eso sí, quiero que te pongas una falda o un vestido. Creo que un pantalón no es adecuado para el lugar.

¿Un vestido o falda? ¿Acaso me llevará a comer a algún restaurante lujoso? No creo, él no es muy fan de lugares concurridos.

—¿Tiene que ser fino?

—Nada extravagante, ponte algo sencillo.

—De acuerdo.

Luego de atender los últimos asuntos en su agenda, Minho me lleva a casa y regresa a la suya para arreglarse también. Básicamente, él eligió mi atuendo y quizás soy muy despistada porque aún no logro descubrir a dónde iremos basándome en el estilo. Una falda, blusa de tirantes y sandalias... ¡Hay un sinfín de lugares que puedo visitar usando esto!

Ni siquiera en el trayecto puedo adivinar hacia dónde nos dirigimos. Sólo veo árboles, terrenos baldíos, carretera y más árboles. Casi me doy por vencido, hasta que veo un manto azul que, desde aquí, da la impresión de que se conecta al cielo anaranjado y una emoción instantánea recorre mi cuerpo. ¡Estamos en la playa!

Jadeo entre una sonrisa y miro a Minho.

De acuerdo, tal vez tenía razón cuando dijo que su sorpresa sería mejor.

—Sorpresa. —canturrea en voz baja.

En cuanto aparca el coche (ni muy lejos ni cerca de la orilla) me quito las sandalias y bajo para contemplar el precioso espectáculo que monta el sol al esconderse. Él se para a mi lado, mirándome sonriente mientras mis ojos vagan por el vasto panorama. Es igual de magnífico como lo muestran en las películas.

—¡Qué bonito!

—¿Te gusta?

—Mhm. —afirmo. Mi sonrisa es imposible de borrar.

—¿Entonces estás de acuerdo con que mi sorpresa es mejor que los regalos que recibiste hoy?

—Estoy de acuerdo.

Tras oír mi respuesta, sus labios exhiben una sonrisa presuntuosa, como diciendo «lo sabía». Es un engreído.

—Perfecto. Espérame aquí, iré por la manta al carro para que estés más cómoda.

Asiento sin dejar de observar el vaivén de las olas. El sonido que emiten al romperse en orilla es muy relajante y ni hablar del viento fresco que me arropa de pies a cabeza o la fina textura de la arena cálida.

Es lo más hermoso que he presenciado a día de hoy.

—Listo. Ya puedes sentarte.

—Gracias, Mininho.

Me acomodo junto a Minho, entrelazando nuestros brazos y apoyando mi cabeza en su hombro. Las palabras sobran y simplemente nos sumimos en la tranquilidad del entorno, ambos deleitándonos con el paisaje. El sol ha desaparecido por completo, siendo las lumbres rojizas su único rastro.

Mi atención ahora se posa en él y quedo embelesada ante lo atractivo que es su perfil; apuesto a que mis ojos relumbran como dos luceros por tanta admiración. Parece que fue cuidadosamente esculpido por los mismos dioses. 

Si esto es hermoso, entonces él es sublime.

Es muy intuitivo y, tal cómo lo presentí, no tardó en percibir mi mirada. Le sonrío con una pizca de timidez, estando a punto de desviar el rostro cuando él me sujeta del mentón y me besa. Un beso no tan duradero, pero que logra encender mis mejillas.

—¿Qué dices si damos un paseo? Vamos.

Se levanta y me ofrece su mano. Yo sigo en las nubes debido a la sensación de sus labios, pero logro ponerme en pie.

No me di cuenta de lo vacío que el lugar está hasta ahora. Mejor aún, lo tenemos para los dos solitos.

Caminamos por la orilla sin límite de tiempo. Por momentos me detengo para mojar mis pies, jugar con el agua entre mis dedos y escribir cursilerías (como Minho las denomina) en la arena, aunque es difícil leerlas porque ya es prácticamente de noche. 

Su mirada ha estado puesta en mí todo este tiempo, pero no me he atrevido a señalarlo. No es la primera vez que lo pillo, pasó lo mismo en el campo de girasoles. Me encanta cuando lo hace, se siente como si me estuviera apreciando en silencio.

—Te ves contento, Minho.

No ha sonreído mucho, pero puedo asegurar que está feliz por el brillo en sus ojos.

—Tú estás feliz, yo estoy feliz. Qué loco, ¿no crees? Nunca imaginé que estaría aquí, cumpliendo tu deseo de venir a la playa y diciéndote esto.

—Es de no creer —concuerdo,
riendo por lo bajo. Suspendo mis pasos y le dedico una sonrisa genuina, hombros levemente encogidos—... ¿Sabes? Ya conociéndote a profundidad, eres la persona más tierna a la que le he entregado mi corazón. Cada vez que estoy contigo me olvido de todo y lo único que inunda mi cabeza es alegría y alegría nada más. Gracias por devolverme la autoestima que creí haber perdido y por recordarme cuán lindo es que te quieran.

Un cálido rubor se asoma por mis mejillas mientras él permanece sin decir una palabra, manteniendo un contacto visual firme que aumenta mis nervios. Ah, a veces pienso que mis sentimiento fluyen en los momentos menos adecuados.

Estoy a punto de girarme para volver por donde vinimos. Nuestras manos siguen entrelazadas, por lo que fácilmente tira de mí para besarme de nuevo. La forma en que lo hace con tanta delicadeza y lentitud me vuelve loca. Sabe muy bien cómo acelerar los latidos de mi corazón.

Rompe la unión entre nuestros labios, pero no se aleja y las caricias en mi mejilla no se detienen.

—Todo eso lo aprendí de ti, es lo que me incitas a hacer. Cambiaste mis ideas y ahora soy consciente de que las personas que me han hecho daño no son una representación del mundo. Yo soy quien debería agradecerte por crear esta versión de mí.

—No la creé, estuvo ahí todo este tiempo y sólo era cuestión de liberarla.

—De igual manera lo que soy ahora es gracias a ti.

—Entonces estoy más que orgullosa de poder ayudarte.

Minho se queda callado otra vez, su mirada vacila por mi rostro mientras yo estoy atenta a su siguiente movimiento. Abre la boca, pero las palabras no salen y se retracta, nada más dejando a la vista una media sonrisa.

—Regresemos. Tengo algo más para ti.

Con la cabeza llena de dudas, asiento una sola vez y entonces retornamos a nuestro punto de inicio. Me intriga saber qué quería decirme, pero me abstengo a preguntar, pues debe haber una razón por la que se arrepintió, ¿no?

Mientras él busca algo en el carro, yo tomo asiento sobre la manta y aguardo impaciente porque, cómo dije, me gustan mucho las sorpresas. Minho por fin regresa, trae un pastel pequeño y una bolsa marrón colgando de su muñeca.

—No voy a cantarte «feliz cumpleaños» porque eso sería vergonzoso tanto para mí como para ti.

Yo río—. Lo entiendo, yo también lo detesto.

Con un poco de dificultad por la corriente del viento, Minho prende la velita y extiendo el pastel hacia mí.

—¡Rápido, pide un deseo!

Junto las manos, cerrando los ojos para pedir por el bienestar y la felicidad de ambos, acto seguido, soplo la pequeña llama que se apaga sin mucho esfuerzo.

—¿De qué sabor es?

—Te gusta mucho el caramelo y la vainilla, ¿no es así? —mira de un lado a otro como si buscara algo—¡Ay, no, olvidé la cuchara! Tendrás que darle una mordida.

—Primero quiero saber qué tienes en esa bolsa.

—Tu regalo.

Me la entrega y, siendo presa de la curiosidad, la abro de inmediato para ver lo que hay adentro. Es la inicial de mi nombre hecha con rosas de papel, muy bonitas por cierto, parecen reales. ¿Las hizo él mismo? También hay una cajita entre ellas, la cuál contiene un collar con un trébol de colgante. Está precioso.

—Ya sé que las flores son muy cliché, pero no sabía que más regalarte. Conociéndote, sé que aprecias el esfuerzo más que nada, así que opté por algo con valor sentimental e hice las rosas yo mismo. Además, esas nunca se marchitarán.

—¿Hay algún significado profundo en eso? —lo empujo sutilmente. Él se encoje de hombros, tímido— ¿Entonces las hiciste desde cero, tú solo?

—Pasé toda la noche en ello.

—Es lo más lindo que me han regalado. Si tuviera amigas, lo presumiría todo el tiempo.

—¿De verdad te gustan?

—¡Por supuesto que sí! No son sólo flores, cómo tú lo has dicho, es la inicial de mi nombre. Además, tú mismo las hiciste y eso lo recordaré por el resto de mi vida. ¡Te quedaron preciosas! Se te da muy bien eso de las manualidades, eh.

—Gracias... supongo.

Las acaricio con la yema de los dedos, estando muy conmovida, y de nuevo noto el collar entre ellas.

—Oh, ¿y qué hay del collar?

—Lo vi en la joyería y sólo te imaginé con él puesto. ¿Te ayudo a ponerlo?

—Por favor —me doy la vuelta. Minho saca el collar y seguidamente me lo coloca. Una vez puesto, lo tomo entre mis dedos para admirarlo—. Me encanta. Gracias, Minho.

—Cuídalo, es de oro.

—¡¿De oro?! ¿Cuánto te costó?

—Ese no es su problema, señorita. Mejor probemos el pastel.

Él insiste en que olvidó la cuchara y en que le dé una mordida. Siendo tan ingenua cómo siempre, le hago caso y lo único que consigo es que entierre mi cara en el pastel.

—¡Minho! —gruño con la boca llena del merengue, que por cierto sabe delicioso.

Él se carcajea, pues sí trajo una cuchara y sólo fue un engaño para burlarse de mí. Mientras está distraído, aprovecho a tomar un poco de la crema y se la embarro. Su risa cesa, desatando un duelo de miradas que no dura mucho porque Minho prorrumpe en carcajadas otra vez, contagiándome.

La alegría que estoy experimentando en este momento no tiene comparación. Dejé de disfrutar mis cumpleaños desde que Doyoung se fue, sin embargo, Minho ha hecho de este el mejor de todos.

Al principio pensaba: Sólo le intereso porque soy una chica en apuros por la que siente lástima, un ser ingenuo que le recuerda a su primer amor. Pero ahora, con todos los sucesos de estos últimos días, me ha demostrado que me valora por quien realmente soy.

Estoy profundamente enamorada y desearía tener la valentía de decirle cuánto lo amo. No mediante acciones, esta vez me gustaría demostrárselo verbalmente, pero así como él lucha por expresar ciertos sentimientos, a veces también me encuentro bajo el mismo dilema.

¿Estoy dudando? ¿Por qué tengo miedo de decirlo? ¿Es mi temor al abandono manifestándose otra vez?

No, no se trata de miedo, sino de vergüenza. Siempre se las arregla para hacer que la situación se ponga incómoda cada vez que me confieso y mi cara enrojece. ¡Es molesto!

Me lo guardaré hasta que encuentre una mejor oportunidad.

Después de limpiarnos la cara y probar el pastel, Minho revela un tercer regalo: una botella de vino (también trajo jugos de caja en caso de que no me guste el vino). Dijo que es suave y que su contenido de alcohol es mínimo; he confiado en él y lo probé.

«Brachetto d'Acqui». Ah, es de Italia, el mayor productor de vino en el mundo. Es bastante dulce y espumoso, nada mal.

En cuestión de minutos y entre tragos pequeños, hemos bebido más de la mitad de la botella.

Minho ha estado llenándome de besos, halagos y caricias tenues sin llegar a sobrepasarse. Mis labios desprenden un calor que indica que ya están rosados por tanta fricción, pero no me quejo. Sus gestos son tiernos, puros y me siento en una especie de paraíso cada vez que me estrecha entre sus brazos.

De momento los dos estamos acostados, él boca arriba y yo sobre su pecho, observando las estrellas fulgurantes que se esparcen por el cielo nocturno; ya avisté más de una estrella fugaz.

—¿Te has quedado dormida? —su voz sale más suave de lo usual.

—¿Mhm? No.

—¿Quieres regresar a casa?

—Aún no. Este ha sido mi mejor cumpleaños, déjame disfrutarlo un poco más.

—De acuerdo.

No puedo ignorar cuan profunda y ronca se ha tornado su voz. ¿Está cansado?

—¿Tienes sueño?

Me separo de él y enderezo la espalda. Minho sacude la cabeza en negación.

—¿Por qué lo preguntas?

—Suenas cansado.

—Estoy relajado —me corrige, también sentándose—. Quizás es el efecto del vino.

—Quizás... —repito en voz baja.

De imprevisto, una ráfaga de viento golpea mi cuerpo y levanta parte de mi falda a su paso. ¡Por Dios!, pienso a la vez que ahogo un grito y rápidamente me cubro, causando que Minho suelte una risilla. Traigo shorts por debajo, pero igual me apena.

—No hay nadie aquí.

—¿Qué hay de ti?

—Yo soy tu novio.

—¿Y?

—Y ya conozco tus piernas —proporciona caricias sobre una, su roce es bastante delicado—. Son lindas.

—Hey, dijiste que el vino no contenía tanto alcohol.

—Y es verdad, pero ¿eso qué tiene que ver?

—Que ya te alteró el cerebro y estás más cariñoso de lo normal.

—Estoy bien, esos tragos no me han hecho nada. ¿Acaso no te gusta este lado mío?

—¿La verdad? Sí.

—¿En serio? Entonces compruébalo.

Oh Dios, ahora su voz es ronca y jadeante.

Lo atraigo hacia mí. La distancia que se interpone es casi nula y nuestros labios rozan entre sí. Parece estar deseoso por lo que se aproxima y, sin esperar más, me toma del cuello para presionar su boca contra la mía. Sus labios marcan un compás lento e intenso, ferviente, y por momentos su lengua choca con la mía. 

Poco a poco me impulsa hasta recostarme y él queda encima de mí. Sus dedos se deslizan cuidadosamente por mis piernas, dibujando líneas abstractas y dando leves apretones. No puedo ignorar el agradable cosquilleo que eso me genera; es demasiado bueno. Lo hace como si estuviera tocando una fina lámina de porcelana. Ante la necesidad de ir más allá, su mano ahora recorre mi torso, sube por mi cuello de y finalmente se detiene en mi cara.

Hace calor y no me refiero al clima.

La excitación momentánea se apodera de mis sentidos y no soy capaz de ponerle un alto a la situación, al contrario, ahora yo también estoy jugando con él. Mis manos pasean por sus anchos hombros y sus brazos, sintiendo cómo él se estremece, lo que sólo me impulsa a querer seguir.

No puedo negar que esta es una de las experiencias más bonitas que me ha brindado. La forma en que presiona sus labios contra mi piel, sus manos curiosas explorándome con suma gentileza y cómo por momentos se detiene a mirarme para después esbozar una suave sonrisa hacen del momento algo mágico.

¿Adónde llegará esto? No estoy segura, pero por mí está bien siempre y cuando él... ¡Esperen! Estamos al aire libre.

Rompo el beso dándole un débil empujón y nos miramos mutuamente con la respiración entrecortada. El desconcierto en su rostro me exige una explicación de por qué he interrumpido tan glorioso momento. 

—Deberíamos volver a casa.

Acomodo mi ropa antes de ponerme de pie, disculpándome con la mirada. Dios, ni siquiera puedo mantener la compostura porque mis piernas están temblando por sí solas. Él lo comprende y no protesta. Sé que está tan agitado como yo (o incluso peor), pero no podemos llevarlo más allá.

Empacamos las cosas rodeados por un silencio incómodo y, después de guardarlas, entramos al auto.

La tensión en el aire es perceptible y los dos nos mantenemos estáticos, cabizbajos. Estoy segura de que una espada podría atravesar tan densa atmósfera ahora mismo. ¿No planea arrancar? Muerdo mi labio sin saber qué hacer hasta que recaudo el valor para mirarlo. Él también me mira. Sus ojos divagan por mis facciones y lo siguiente que hace es estampar su boca contra la mía.

Esto ha hecho que el deseo estalle.

Tira insistentemente de mi cintura como si intentara acercarme más a su cuerpo, lo cuál es un poco difícil por el reposabrazos del coche, pero tampoco es imposible. Cómo puedo, trepo por este para sentarme a horcajadas en su regazo y en ese instante nos miramos el uno al otro con una sonrisa cómplice, él regalándome una imagen fascinante al morderse el labio.

El calor que emana de nuestros cuerpos ya invadió el pequeño espacio y Minho reanuda el placer.

Sus manos se deslizan dentro de mi blusa, entrando en contacto directo con mi piel y provocándome escalofríos que me obligan a jadear en medio del beso. Siento que me derrito al estar bajo su mando y él sabe muy bien lo estragos que está causando en mí con cada roce. Acto seguido, coge el borde de la prenda para quitármela. Apoyo mi espalda contra el volante y por accidente activo el claxon, llevándome un susto.

Ambos nos reímos.

—Tómalo con calma, mi amor.

Minho echa el asiento hacia atrás para facilitar las cosas y ahora sus manos se escabullen bajo mi falda mientras busco sus labios con gran desesperación.

Su dulce mirada que carga una chispa de lujuria, sus besos húmedos, su tacto tan ardiente y minucioso... Nunca antes me sentí tan segura en manos de alguien y estoy más que ansiosa por que me llene de su amor.

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